15 Año: 15 Número 367
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omo pueden ver, esta entrevista con don José y doña Victoria, se está llevando a cabo en la cocina de su casa en Washington, Iowa. Vean el verde del fondo de la foto. Es un verde travieso, me adelanto a decir. De igual manera las sonrisas de mis entrevistados aún conservan la travesura de sus años mozos. Y hablando de verde, de verde alegre, intenso o verde sin fin, mis grandes amigos, los señores Ríos cumplirán este sábado 14 de noviembre, cincuenta y cuatro años de feliz vida conyugal. Fue un día martes cuando se entregaron el corazón y el año era 1961. La novia tenía catorce años y el palomo
diecisiete. El lugar fue en León, Guanajuato. Los novios, padrinos y otros invitados asistieron a misa de 6:00 a.m. La novia, vestida de azul cielo, parecía una mariposa y sus alas le temblaban de asombro y emoción. La mata de su pelo negro le llegaba hasta las pantorrillas. Una delicada madrileña adornaba su cabeza y cubría la frescura de su frente y de su piel. El novio, a veces pensativo, a veces sonriente, miraba de soslayo a la novia y pensaba: junto a mí tengo a mi eterna primavera. Y claro, ese gratísimo momento esta captado en una fotografía y el invalorable retrato ha adornado por más de medio siglo la sala de su casa. La imagen es en blanco y negro, pero con una paleta y pincel
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de imaginación podríamos pintar el fondo y los contornos de verde travieso o verde de Dios. Y ahora, volviendo a aquellos nostálgicos sesentas y con el permiso de don José y doña Victoria descorramos la cortina del tiempo y veamos a nuestros actores empezar su vida en aquella bendita tierra mexicana. Primero, observemos a un niño de diez años trabajar en la curtiduría de don Adolfo Velásquez. No hay dónde perderse. Basta con preguntar por dónde queda la tenería del pueblo. Allí, arremangado, el chamaquito con un nido de rizos sobre su cabeza, toma un cuero de una recién sacrificada res y lo trabaja hasta prepararlo para la venta por decímetros a los zapateros de León. Victoria
18 de Noviembre de 2015
aun no cumple trece y vive a la vuelta del Cerro del Calvario, viene por agua al chorrito público todos los días a eso de las seis de la mañana. Y claro, aquí es donde nace el coqueteo entre ella y el joven José. Hay una ringlera de latas grises y los dueños esperan su turno para llenar. En un descuido del chamaco curtidor, sus tres contenedores van a parar hasta el final. Entre esas, el amor entre los dos va creciendo y un mayo verde de primavera azul, está por hacer su entrada triunfal.
PASA A LA PAGINA 21 Por: Oscar Argueta