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ENCUENTRO EN LA PLAZA - LA MUJER ADÚLTERA
Juan 8:1-11
INTRODUCCIÓN
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Jesús era conocido por ser amigo de publicanos y pecadores. ¿Por qué se rodeaba de estas personas? En Lucas 19:10 Jesús dijo lo siguiente: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Jesús entendía claramente las consecuencias destructoras del pecado. Cuántas familias habían fracasado por causa del pecado, cuántas vidas habían perecido por consecuencia del pecado. Desde que el enemigo introdujo el pecado a este mundo, también introdujo el llanto, el dolor y sobre todo la muerte. Jesús fue testigo de aquel momento desgarrador cuando Adán y Eva tuvieron que ser expulsados del Edén por consecuencia del pecado. Fue testigo del primer asesinato en aquel momento cuando Caín mató a su hermano Abel. A medida que pasaba el tiempo, las consecuencias del pecado se hacían más evidentes. Ante esta amenaza destructora satánica, Dios tuvo un plan maravilloso de rescate y salvación: “… envió a su único hijo, para que todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). En Juan 8:1-11 encontramos la historia de una mujer que experimentó el dolor, el llanto y la vergüenza como consecuencia del pecado, pero también fue testigo del amor, el perdón y la salvación de Dios. La palabra de Dios nos muestra (v. 1) que Jesús estaba predicando en el Monte de los Olivos; de repente, aquel lugar se transforma en una especie de salón de juicio, ya que llegan a aquel monte una acusada (v. 3) y los acusadores (v.4). Es ahí donde aparece el abogado (vv. 6-7) y juez (v. 11) que da la sentencia final para esta mujer pecadora.
PROPÓSITO DEL MENSAJE
El amor que profesamos a Dios y a nuestro prójimo nos debe llevar a ser lentos en censurar, prestos para discernir el arrepentimiento, listos para perdonar y utilizar todo lo que está en nuestras manos para poder ser instrumentos de Dios y ayudar a aquel que está perdido. Los hombres tienen tendencia a aborrecer al pecador y amar el pecado. Cristo odia el pecado, pero ama al pecador. Ante el pecado, la mejor decisión es ir al encuentro con Jesús llevando un corazón sincero y arrepentido.
I. LA ACUSADA “… una mujer sorprendida en adulterio” (Juan 8:3)
Veamos algunas características de esta mujer: a. No se menciona su nombre: Todo lo que está escrito en la Biblia tiene un propósito. Por lo tanto, el hecho de que no se mencione su nombre hace que todo ser humano se sienta identificado con esta mujer. Identificado porque todos somos pecadores. Romanos 3:10 afirma esto diciendo “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno”. b. Fue encontrada en adulterio: Solemos pensar que existen pecados más graves y otros más leves. Para Dios todos los pecados son iguales. Santiago 2:10 menciona lo siguiente: “Porque cualquiera que guarda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos”. El pecado de esta mujer es tan terrible como aquel que miente, aquel que roba, etc. La consecuencia final de todo pecado sin excepción será siempre la muerte (Romanos 6:23). c. Sabía que era culpable y no se defendió. Hay un principio de la vida que no podemos cambiar: Todo acto, toda decisión tiene consecuencias. La mujer había cedido a la tentación y pecó. Era culpable, probablemente no le dieron tiempo para vestirse, fue arrastrada, fue avergonzada y así fue traída a Jesús. Satanás puso la trampa y ella cayó. De acuerdo a las leyes de los judíos, esta mujer tenía que morir apedreada (Levítico 20:10). Ella tenía muy en claro las consecuencias de sus decisiones, por lo que no puso excusa a su comportamiento. No defendió lo indefendible, quedó en silencio y solo se preparó para la muerte con mucho miedo, angustia y vergüenza en su corazón. Satanás se goza cuando la mayor creación de Dios, que es el ser humano, cae en el pecado y a través de ello experimenta el dolor, el sufrimiento, la angus-
tia y enfrentan las consecuencias de sus propias decisiones. Cuántas personas en estos momentos van de camino hacia el pecado, siendo seducidas por los engaños satánicos, sin detenerse a pensar un solo momento en que todo ello es una trampa. Salomón nos dice que una de las cosas que aborrece Dios es cuando sus hijos, sin remordimiento, van presurosos al mal (Proverbios 6:18). Nadie obligó a esta mujer a cometer adulterio. Sin duda ella fue seducida por las artimañas del enemigo para caer en la tentación. Voluntariamente esta mujer utilizó sus pies, su mente y fue al encuentro con el pecado.
II. LOS ACUSADORES “... entonces los fariseos y escribas le trajeron una mujer…” (vv. 3-4)
¿Quiénes llevaron a la mujer a Jesús y con qué intención? ¿Cuál fue su argumento de acusación? ¿Era realmente válido lo que ellos mencionaban?
Veamos lo siguiente: a. Los escribas y fariseos: usados como instrumentos satánicos, los escribas y fariseos habían diseñado un plan en contra de Jesús. Para ello utilizaron a esta mujer. El propósito no solo era acusarla a ella, sino que después y de acuerdo con la respuesta de Jesús, también Él sería acusado (v. 6). En Apocalipsis 12:10 se menciona que el gran acusador es Satanás. Es decir, que detrás de toda esta historia de acusaciones, estaba el mismo enemigo de Dios presente. Él va en contra de todo arrepentimiento y buscará todos los medios para que los hijos de Dios no encuentren la salvación. A través de remordimientos y la falta de fe en el perdón divino, Satanás sumerge cada vez más a muchos seres humanos en el pecado, creyendo que ya no hay más esperanza. Hoy miles de personas viven sumergidas en la desesperanza, pensando que ya no hay más solución para sus vidas. Estos escribas y fariseos habían sido puestos como líderes para llevar esperanza y salvación. En cambio, ellos estaban llevando condenación. Habían distorsionado completamente su misión. b. Falso argumento: Elena de White menciona lo siguiente con respecto a los fariseos y escribas en su plan satánico: “La reverencia que ellos manifestaban ocultaba una profunda maquinación para arruinar a Jesús. Querían valerse de esta oportunidad para asegurar su condena, pensando que cualquiera que fuese la decisión hecha por él, hallarían
ocasión para acusarle. Si indultaba a la mujer, se le acusaría de despreciar la ley de Moisés. Si la declaraba digna de muerte, se le podría acusar ante los romanos de asumir una autoridad que les pertenecía solo a ellos (Deseado de todas las gentes, pág. 425). Es claro entonces que el punto de acusación era Jesús. La trampa finalmente era para Él. Tanto la mujer como los escribas y sacerdotes estaban actuando como instrumentos satánicos. Habían caído en la trampa y estaban siendo usados por el enemigo de Dios. Ahora el plan era que Jesús también cayera en la trampa. Cuánta ceguedad y cuán alejados estaban los líderes del pueblo de Israel que no podían discernir sus acciones. Se dejaron llevar por sus emociones, por sus gustos y apetitos de venganza. Hoy en día, el enemigo también desea utilizar a personas que estando aun dentro del pueblo de Dios puedan ser sus instrumentos del mal. Mientras deseemos seguir nuestro propio camino, trazar nuestra propia senda y hacer nuestra voluntad, entonces estaremos dejando a Dios a un lado. Eso nos llevará a tomar decisiones terribles, a sumergirnos en el pecado, lastimar a nuestro prójimo, tener siempre el dedo acusador y actuar como estos fariseos y escribas. En vez de llevar esperanza, llevamos dolor y condenación. Nosotros no hemos sido llamados para juzgar, hemos sido llamados para predicar el mensaje de salvación. Estar cerca de Dios y ponerle en primer lugar es hacer su voluntad y cumplir con su mandato.
III. EL ABOGADO Y JUEZ “... Ni yo te condeno, vete y no peques más” (Juan 8:11)
¿Cuál fue el actuar de Jesús? a. Manifestó paciencia: es muy probable que los fariseos y escribas hubieran esperado otra actitud de Jesús. Quizá de molestia, de gran incomodidad, o tal vez que pudiera haber reaccionado con agresividad. Pero la actitud de Jesús sorprendió a todos. Lejos de enojarse, o de sentirse incómodo, Jesús manifestó su carácter ya escrito en Números 14:18 “Tardo para la ira y grande en misericordia”. Santiago más adelante y por inspiración divina invitaría a todos los hijos de Dios a seguir esta actitud (Santiago 1:19). b. Manifestó justicia: no hay duda de que la mujer era pecadora, pero no solo ella, también todos los que estaban ahí presentes. La dife-
rencia era que el pecado de esta mujer había sido expuesto ante la sociedad. Pero ella no era menos pecadora que aquellos que la habían acusado. El apóstol Pedro entendió esto cuando tuvo un encuentro con Jesús y le dice “… Señor tú lo sabes todo” San Juan 21:17. Los fariseos y escribas recién comprendieron en aquel momento cuando Jesús escribía sus pecados en el suelo, que él lo sabía todo. Tanto el pecado de la mujer como el de ellos estaban expuestos totalmente para Jesús. ¿Quién se atrevería a lanzar la primera piedra? Todos los presentes eran pecadores que necesitaban salvación. La gran diferencia recién se manifestó cuando ellos al verse expuestos huyeron, mientras que la mujer se quedó en busca de perdón y salvación. c. Manifestó compasión: tanto los fariseos como la mujer tuvieron en aquel momento la gran oportunidad de arrepentirse y encontrar la salvación. Ese día todos pudieron ir en paz a casa con el gozo del perdón, pero más pudo el orgullo en los fariseos y escribas. En vez de humillarse delante del Hijo de Dios, prefirieron huir y seguir hundidos en el pecado. Sin embargo, la mujer tomó una decisión valiente. No huyó, tal como estaba quedó a los pies de Jesús. Ella entendió lo que significa la gracia salvadora de Cristo. Pudo experimentarlo con su propia vida. La historia culmina con la frase: “Ni yo te condeno, vete y no peques más” Juan 8:11. Elena de White menciona lo que hizo la mujer inmediatamente después que escuchó esta declaración: “Su corazón se enterneció, y se arrojó a los pies de Jesús, expresando con sollozos su amor agradecido, confesando sus pecados con amargas lágrimas. Esto fue para ella el principio de una nueva vida, una vida de pureza y paz, consagrada al servicio de Dios. Al levantar a esta alma caída, Jesús hizo un milagro mayor que al sanar la más grave enfermedad física. Curó la enfermedad espiritual que es para muerte eterna. Esa mujer penitente llegó a ser una de sus discípulas más fervientes. Con amor y devoción abnegados, retribuyó su misericordia perdonadora” (Deseado de todas las gentes, pág. 426).
IV. CONCLUSIÓN
La única esperanza para el virus del pecado es ir al encuentro con Jesús. Este virus es peor que cualquier enfermedad; porque la enfermedad puede llevarte al extremo de perder la vida, pero si aceptaste a Cristo en tu corazón, la muerte se convierte solo en un descanso momentáneo ya que es ahí donde
brilla con más luz la esperanza de la vida eterna. Sin embargo, el virus del pecado te va destruyendo en vida, destruye tus sueños, destruye a tu familia, destruye lo que amas y luego te lleva a la muerte sin esperanza de la eternidad. Nosotros somos llamados a ser agentes de esperanza, a llevar la luz del evangelio al mundo. Nuestra misión no es condenar, no es juzgar, sino es proclamar el mensaje de salvación. Es salvar al mundo de este flagelo satánico llamado pecado. Recuerda que todos somos pecadores, todos necesitamos de la gracia y la misericordia de Dios. Ante el pecado solo tenemos dos opciones: Huimos de Dios como los fariseos y escribas o vamos al encuentro con Jesús con una actitud humilde y de arrepentimiento.
LLAMADO
Hoy deseo hacer dos llamados. El primero para aquellos amigos que aún no han experimentado la gracia de Dios y su perdón a través del bautismo. Hoy Jesús quiere entrar a tu corazón. Él desea reconstruir lo que el pecado está destruyendo en tu vida, en tu familia, en tu trabajo. Él quiere perdonarte. Al igual que esta mujer, Dios desea darte una nueva vida de pureza, de paz, de esperanza. ¿Deseas entregar hoy tu corazón, ir al encuentro con Jesús y ser bautizado? El segundo llamado es para nuestros hermanos de Iglesia ya bautizados. Recuerda que tenemos una misión que cumplir: “porque no tenemos lucha contra carne ni sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo…” (Efesios 6:12). No perdamos el tiempo en discusiones, en acusaciones. Todo ello viene de parte de Satanás. Aprovechemos cada segundo para llevar salvación, para dar esperanza de vida eterna a aquellos que viven en la desesperanza, para animar al que está desanimado y levantar al que se encuentra caído. ¿Cuántos desean el día de hoy tomar la decisión de seguir el ejemplo de amor y misericordia de Jesús, siendo lentos para censurar, prestos para discernir el arrepentimiento, listos para perdonar y para afirmar al errante en la senda de la santidad?
Amén. Que Dios te bendiga.
Pr. Henry Flores
Distrito Misionero El Agustino “A” - APC