6 minute read

ENCUENTRO JUNTO AL POZO - LA MUJER SAMARITANA

Juan 4:1-42

INTRODUCCIÓN

Advertisement

Una de las actividades más comunes en la experiencia misionera de Jesús fue su constante visita a los pueblos y ciudades para llevar el evangelio del reino. Cada lugar y momento eran testigos de sus grandes enseñanzas que quedaron escritas en el Registro Sagrado y que hoy nos sirven como guía en el caminar cristiano. La palabra de Dios es indispensable en la predicación del evangelio. Ahora imaginemos al Dios hecho hombre pronunciar su palabra, es por ello que era un placer y todo un deleite espiritual escucharlo y recibir su bendición a través de su mensaje. Hoy veremos cómo una mujer samaritana halló en las palabras de Jesús el sentido a su vida. El tema de hoy estará dividido en 4 partes y el triple llamado final.

I. JESÚS HACÍA DISCÍPULOS EN CADA LUGAR A DONDE IBA

Es probable que cuando pensamos en Jesús y su vida misionera creamos que no tuvo necesidades, tal vez lo asemejamos a las grandes campañas de evangelismo que cuentan con todas las herramientas para proveer comodidad y confort a los invitados, pero a pesar de las comodidades y facilidades que tenemos hoy, el enemigo ha colocado tantas trabas para ocuparnos en todo menos en la sagrada obra de nuestro Dios. Ciertamente Jesús pasó por experiencias que solo quienes confían –como Jesús lo hizo– y aprendieron a confiar en Dios están dispuestos a llevarlo a cabo y gozarse al hacerlo.

Jesús venía de bautizar y hacer discípulos: “Cuando, pues, el Señor supo que los fariseos habían oído que él hacía y bautizaba más discípulos que Juan […] dejó Judea y se fue otra vez a Galilea” (Jn. 4:1, 3 RV 1602, 2P), y a cada lugar a donde iba esta era su actividad: no dejaba de compartir el evangelio del reino.

II. JESÚS PIDE AGUA PARA MOSTRARSE COMO EL AGUA DE VIDA

Y estaba allí el pozo de Jacob. Jesús, pues, cansado del camino, se sentó así sobre el pozo. Era como la hora sexta (Jn. 4:6 RV 1602, 2P). Era el mediodía, habían caminado alrededor de 30 km durante toda la mañana y el cansancio trajo consecuencias para Jesús. Mientras estaba junto al pozo se había desmayado a causa del hambre y la sed1, sin embargo, esto no impidió que cumpliera con su misión. ¿Cuántas excusas hemos colocado para dejar de cumplir la misión? ¿Cuántas veces hemos llegado a creer que nuestras excusas son válidas para el cielo? Pareciera que al decir “Dios me entiende” se nos envía un permiso especial para dejar de hacer aquello que Dios ordenó. Yo veo a Jesús, al

Maestro, sin excusas, con hambre y sed, pero predicando la palabra. Al escribir esto, viene a mi mente la pasión que tuvieron hombres como

Pablo, Pedro, Elías, Moisés, entre otros, de proclamar el evangelio porque encontraron aquello que aún no hemos hallado, a Jesús el gran predicador. Y me emocionó al saber que el maestro fue y es lo más extraordinario que podemos contemplar y predicar.

La mujer samaritana no había percibido a Jesús2; de pronto, escuchó el pedido de agua de un judío al cual no respondió, incumpliendo con la costumbre oriental.3 Automáticamente, las formas sociales se interpusieron entre ellos: los resentimientos, el pasado, etc. ¿Cuántas veces enfrentamos estos mismos desafíos, que por ser cristianos ya nos encapsulan con etiquetas que nos impiden predicar, o tal vez, los errores de ministros,

1 Ellen Gould White, The Desire of Ages; Conflict of the Ages Series, Volume 3; Desire of Ages (Pacific Press Publishing Association, 1898; 2002), 183. 2 Ibid., 183. 3 Tal favor ningún oriental negaría. En Oriente, el agua se llamaba "el don de Dios". Ofrecer una bebida al viajero sediento se consideraba un deber tan sagrado que los árabes del desierto se desvivían por cumplirlo. El odio entre judíos y samaritanos impidió que la mujer ofreciera bondad a Jesús; pero el Salvador buscaba encontrar la llave de este corazón, y con el tacto nacido del amor divino, pidió, no ofreció, un favor. Ibid., 183.

líderes y miembros de iglesia son barreras para compartir el evangelio de Cristo? Sin embargo, nada detuvo a Jesús. A través de una necesidad Jesús inició una conversación y obtuvo la oportunidad de llegar al corazón de la samaritana y a través de ella a toda una nación.

III. LAS PALABRAS DE JESÚS DESPIERTAN LA NECESIDAD DE ADORACIÓN

La confianza despierta la confianza. Jesús llevó los pensamientos de la mujer de un plano terrenal a uno espiritual: La mujer le dice: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo: ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? ¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual él bebió, y sus hijos, y sus ganados?” (Jn. 4:11, 12 RV1602, 2P).

La mujer no había comprendido las palabras de Cristo, pero sintió su solemne importancia. Su manera ligera y bromista comenzó a cambiar.4 Esta mujer halló seguridad y paz en las palabras de Jesús. Cuán importante no solo es el mensaje sino la forma y los rasgos de carácter que se manifiestan al momento de compartir el mensaje, y para esto, cuán necesario es crecer en gracia para con Dios y con los hombres.5

La presencia y las palabras bondadosas de Jesús llevaron a esta mujer a abrir su corazón y aceptar al Salvador.

IV. JESÚS ES EL MESÍAS Y LA PREDICACIÓN DEL MESÍAS ES EL ALIMENTO DEL

PREDICADOR

Finalmente, aquella mujer samaritana recibió inspiración divina y preguntó por el mesías (v. 25). La respuesta de Jesús fue agua fresca en medio del desierto caluroso. Aquella mujer al escuchar tal afirmación quedó llena de esperanza y la primera reacción frente a la verdad de la salvación fue la inocente y pura intención de compartir lo que acababa de encontrar.

El evangelio en su máxima pureza es el motor que le da fuerza al creyente e impulso para cumplir su llamado (v. 29).

4 Ibid., 183. 5 Jesús vivía y transmitía paz y seguridad, pero esto provenía de la maravillosa fórmula de Proverbios 3: “Y hallarás gracia y buena opinión en los ojos de Dios y de los hombres” (v. 4). Pueden acusarnos de muchas cosas, pero esa sensación que contradice toda acusación proviene del Santo Espíritu de Dios, proviene de un corazón sincero que aprendió a confiar en Dios y depende de Él.

V. CONCLUSIÓN

En esta última parte del encuentro de Jesús con la samaritana llegaron los discípulos que habían ido por alimento. Jesús dejando esa necesidad en segundo plano declara: “Mi comida es que yo haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (v. 34). Tales palabras pueden ser posible para quienes han encontrado deleite en hacer la obra de Dios. Lejos estamos aún de alcanzar ese propósito, el enemigo ha tendido trampas a través de sistemas económicos, políticos, sociales, así como costumbres, hábitos y filosofías que obstaculizan el hacer la voluntad de Dios.

LLAMADO

El primer llamado es para aquellos que deciden en esta hora que es necesario ir por ese camino para rescatar a ese hermano, padre o madre, vecino y/o amigo que está esperando el agua de vida que tú puedes llevar. El segundo llamado es para aquellos que en esta mañana han encontrado en Jesús el agua que da vida, esperanza que llena el corazón, la motivación para hacer cambios… ¿Qué esperas tú para aceptar al Mesías, así como lo hizo la mujer samaritana? Finalmente, este llamado es para todo aquel que quiere deleitarse en hacer la voluntad de Dios predicando su mensaje de salvación. Recuerda, tú puedes ser vencedor porque eres hijo del Gran Vencedor, tu Padre es Vencedor y tu hermano mayor, Jesús, es vencedor. Dios te bendiga.

Pr. Fernando De la Cruz

Distrito Misionero Andahuaylas - MSOP

This article is from: