Según Hannah Arendt, durante las distintas épocas, hubo pensadores que intentaron controlar la política, evitando cualquier desestabilización relacionada con esa dimensión de nuestra realidad. Aun cuando las luchas por el poder, así como la ejecución de cambios exigidos en cada tiempo, conforman lo esencial del ámbito político, Platón, Marx y otros autores tuvieron la pretensión de acabar con esas disputas. En efecto, ellos preconizaron que se instaurara un orden definitivo, gracias al cual lo concerniente a los asuntos públicos ya estuviese resuelto. Liquidadas esas preocupaciones, los hombres podrían dedicarse a tareas diferentes, ahorrando desgastes que acostumbran generar más angustias que beneficios. Pero olvidaron que su deseo de organización plena es incompatible con la naturaleza del individuo, quien, si tiene una mente sana, no se limitará a ocupar un solo espacio para satisfacer sus profecías.