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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA AÑO IV. NO 168 / 13-08-2017
GLORIA MARTÍN. Parte II (Extracto de Metódica y Melódica de la Animación Cultural) Fundar sobre las hidras <<Una memoria embalsamada y una identidad de cartón, decoran y a nadie ofenden>>. EDUARDO GALEANO Pocos años más tarde, en medio de una marejada interna y externa de doctrinas e intereses antagónicos, el nacionalismo de José Martí ofrece la peculiaridad histórica de haber significado una <<otra proposición>>, tanto frente a los valores del imperialismo hispano en declive, como a los del imperialismo estadounidense en emergencia. Según una línea de pensamiento con rasgos muy similares a los vistos anteriormente, Martí también legitimó la especificidad de los pueblos americanos, sus cosmogonías extraordinarias y sus complejidades culturales, cuya extinción significó: <<…una desdicha histórica y un crimen natural…¡Robaron los conquistadores una página al Universo! Aquellos eran los pueblos que llamaban a la Vía Láctea ´el camino de las almas´… pueblos que no imaginaron como los hebreos a la mujer hecha de un hueso y al hombre hecho de lodo; ¡sino a ambos nacidos a un tiempo de la semilla de la palma!...>> culturas que sólo la mentalidad eurocéntrica pudo concebir como inferiores para, mediante explicaciones de <<raza>>, justificar prácticas etnogenocidas. Frente a ello, la <<otra >> prédica de Martí sería de identidad igualitaria: <<No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librerías… Peca contra la Humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas…>>
Se colocaba así el problema casi en un nivel ontológico, con obvias implicaciones éticas y políticas: ningún poder es válido si no permite que en él se reconozcan todos. Por tal motivo, los pueblos americanos requerirán expresarse mediante <<otras>> fórmulas de gobierno que, más que nacer de y para la re/presentación, nacieran de y para el re/conocimiento. En ese sentido, se puede constatar la existencia de un pensamiento común en el área, pues Martí, coincidiendo con Simón Rodríguez y Bolívar, también establecería que: <<…el buen gobernante de América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolo en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce… No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza…