La Urdimbre Wayuu - Jesús Mujica Rojas

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LA URDIMBRE WAYUU Jesús Mujica Rojas Ceramonauta “Waleker, La Madre Tejedora copió los colores con que los Grandes Seres Prodigiosos tejieron los paisajes. Imitó las mantas que tejen las lluvias de Juyá sobre las llanuras; las enredaderas que se entretejen sobre los árboles; la armonía de los crepúsculos vespertinos; el cobertizo de las neblinas que cubren la cuesta azul de los montes y la blancura de las nubes que afloran el infinito”. Josefa María A’apüshana Guarero, 1994.

EL TEJIDO GUAJIRO Mi abuela, Josefa María A’apüshana, nació en Ipa’apur (Ipapure), el “sitio de las piedras”, el lugar de origen del clan A’pushana en la Media Guajira. Ella vio la luz hace 111 años. Su piel está cuarteada como el suelo seco y calcinado de La Guajira. Sus manos han tejido centenares de Süi (chinchorros) y Jama’a (hamacas). Sus pies han caminado toda la extensión de la tierra Wayuu. Sus ojos han visto nacer y morir a gran parte de su descendencia. Su hablar es pausado, con el tono de la autoridad y la sabiduría del tiempo... Con la ternura de la Gran Madre, un día mientras ordenaba los hilos en su telar, haciendo la urdimbre del tejido para confeccionar la trama del Sheii, la manta funeraria, donde envolverán su cuerpo una vez que su espíritu parta a la tierra de los muertos: Jepira, nos narró muchos cuentos sobre los orígenes de los orígenes; sobre el oficio 1 de las tejedoras... en el

fogón, las brasas rechinaban cada vez que la grasa de la pieza de chivo caía sobre ellas... el olor de la carne asada se percibía... y sus palabras se dirigían a nuestros corazones... “Mis nietos, los nietos de mis abuelos por tres veces, nos hablan de los orígenes de los primeros Wayuu cuando nada existía en nuestra tierra... estas historias las escribieron con la saliva de sus bocas prodigiosas... La primera generación de Pülashi, los Grandes Seres Prodigiosos, fueron los creadores de las plantas, los animales y de nosotros los Wayuu que fuimos dotados del don de la palabra, el movimiento y la memoria. Weinshi, el tiempo, y su primo Sawai, la oscuridad, eran dueños y señores de todo o mejor dicho de la nada... luego llegó Ara’liatuwaratuy, la claridad del cielo... pero seguía siendo igual, la nada, era lo único que existía. Weinshi, Sawai y Ara’liatuwaratuy, conferenciaron mucho sobre la manera de cambiar la nada. Hasta que acordaron encomendarle a Juyá, llu-

via, a Mma, la tierra, a que dieran flores y frutos. Siki, el fuego y a Joutay, el Por su parte Siki buscó a viento, que crearan la vida Kai, el sol, para que alumpara que la nada desapa- brara durante el día la tiereciera. Pues bien, Juyá, rra y a Kashii, luna, para Mma, Siki y Joutay... los que atendiera durante la elementos, disertaron noche y controlara el flujo sobre la manera de crear de las plantas y las mareas la vida y acordaron que de Pala’a, la mar. Juya, lluvia, copulara sobre Mma, la tierra... inme- Después crearon los anidiatamente Mma hizo males: aves reptiles, insecbrotar de su vientre la tos, venados y todos los simiente de la vida y las animales que hoy conoceplantas nacieron y se pro- mos... Luego el gran Padre pagaron en todo el cuerpo Maleiwa bajó por Itojolü, la costa, en de Mma... Joutay, el vien- hacia Jotoma’ama (donde hubo to alimentó con su suave aire las plantas y Juyá llu- quemazón) en la orilla de via, las fecundó con su la mar, frente al Cabo de la líquido vivificante para idealidadavanzada@gmail.com


Vela, allí donde se encuentra la arcilla, Siruwa. En A’alasü está la piedra que cuenta los orígenes, en donde las rocas están cubiertas de huellas... tomó la arcilla haciendo una especie de cuerda, le daba forma y la pulía con sus manos prodigiosas. Con movimientos secos de sus dedos comenzó a crear los primeros hombres solicito ayuda de Juyá y Mma... le dio vida a los Wayuu diciendo: ‘Ellos serán los que hablarán y tendrán memoria’. Luego el gran Padre Maleiwa hizo las marcas de cada clan Wayuu sobre la Gran Roca... y repartió a unos clanes el ganado y las bestias, a otros, le dio una gran vara para que recolectaran Ayajayaa, tunas, su alimento en el monte... A aquellos les dio palas y machetes para que prepararan los terrenos para la siembra y a los que quedaban en las costas, Aoaalaashi, les dio las redes y el Anuwa, cayuco... una vez realizado esto, Maleiwa les habló de las leyes de los Wayuu y les dijo que su ascendencia sería a través de sus madres pues su Gran Abuela era Mma, la tierra, por lo tanto toda su descendencia tendrá que pertenecer al clan de las madres, dentro del cual formarán familia, educarán a sus hijos, tomarán decisiones y orientarán la vida en comunidad. La responsabilidad de todo esto

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recaerá sobre la abuela, la madre, el tío materno, los hijos de los sobrinos carnales y los nietos carnales. Oído todo esto cada clan agarro un camino diferente y los Wayuu se extendieron hacia Wuinpümüin, la serranía. Ajala’ala, lugar de muchas piedras, tunas, cardones y cujíes. Unos partieron hacia Palaatü’ü, en la costa, allí queda Jepira, lugar donde van los espíritus de los Wayuu después de la muerte. Otros se fueron a Anouui, la sabana. Y los que fueron más lejos lo hicieron hacia el sur Wopumüin, donde están las montañas. Así obraron y hablaron los grandes seres prodigiosos, así nos lo contaron los abuelos”.

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SER MUJER ES SABER TEJER Mi Abuela en silencio sigue tejiendo el Sheii, la manta funeraria, ninguno de sus nietos nos atrevemos a romper el silencio que se siente en el recinto, sólo la Abuela lo hace y continúa su conversación, y solamente afirma: “¡Ser mujer es saber tejer!, Cuando una Majayur, la joven, se desarrolla, cuando le viene su primera menstruación, comienza una etapa de aprendizaje en el Paü, el encierro. Su madre, su abuela y sus tías maternas le enseñan los oficios, las leyes de los Wayuu y su papel, aprende sus responsabilidades asimilando los consejos de las mujeres mayores para incorporarse a la vida con los conocimientos de las artes Wayuu, sabiendo hilar y a manejar telar para tejer hamacas, chinchorros, fajas y mochilas. La mujer siempre permanece en su rancho, junto a su familia, tejiendo, cuidando y protegiendo a todos los suyos, ella es el símbolo de respeto y unidad. Los niños y jóvenes aprenden los oficios observando a los hombres mayores. La caza, la pesca, la extracción de sal, la construcción de viviendas, cercas y corrales. Son diestros en el manejo de las bestias y las carreras de caballos. Aprenden a tejer las ojeras de las bestias y los chinchorros de pesca. Los primeros pobladores de la tierra fueron los 3 Wunu’u, eran seres extra-

ños tenían un solo pie y muchos brazos. Se alimentaban de agua, de viento, de sol y vivían a campo abierto. Estos seres son la Primera Generación de las Plantas. Eran hijos de Juyá y de Mma, nietos de Kai, bisnietos de Arraliatuu- Warrattüs, la claridad del cielo. Entre los Wunu’u vivían habilidosos tejedores. Ji’ise, era uno de los más destacados, con sus propios cabellos hacía magníficos tejidos. Kaleena, hacía sogas de sus brazos para amarrar a los rebeldes, Aipia y Amaka sacaban majaguas de su piel.

Entre las tejedoras había una joven frustrada de amor llamada Waawüi que decidió permanecer virgen, kilamia, hasta el fin de sus días, ella aprendió el arte de elaborar con su propia saliva las motas blancas de su tejido para tejer chinchorros tan blancos y perfectos como la espuma del mar. Dicen los ancianos que su arte lo aprendió después Waleker, la araña. Otra de las fabulosas tejedoras fue Kanaspi: que era una joven muy fea por lo cual los hombres no la pretendían. Kanaspi tenía el don de combinar los colores y trenzar los hilos para hacer los cinturones más perfectos con los que adornaban los cabellos en aquellos tiempos. Atia, fue la tejedora más genial, pues tejía las mantas, los pellones y las refajas más hermosas de las cabalgaduras de Juyá, el lluvia. Los Wayuu, cuando se desatan las tormentas fuertes

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y devastadoras elevan al cielo la Atia, la macana de tejer, en el patio frente al rancho, para que Atia, la sobrina predilecta de Juyá, la que fue tejedora de los principios de los tiempos, interceda por los humanos y convenza a Juyá para que deponga su actitud agresiva y apacigüe la tormenta. ¡Juyá por el amor tan grande que le tiene a su sobrina, accede a sus pedidos y hace que sus rayos se disipen y se calmen las tormentas!. En estos tiempos, luego de los principios de los tiempos, en las plantas podemos reconocer a las primeras tejedoras, ellas son: Atia, la planta de albarico. Maawüi el algodón, Kanaspi, la flor silvestre que recuerda unas trenzas en su cáliz, es colocada en las muñecas de las niñas para que obtengan las virtudes de Kanaspi y sean juiciosas y laboriosas como ella. Las plantas que recuerdan a los magníficos tejedores son Ji’ise, la cocuiza. Makui, el maguey. Y Kaleena, bejuco tacojitana, del cual se tejen sogas”.

WALEKER, LA ARAÑA Nuevamente mi abuela cayó en un solemne mutismo, su concentración estaba en el tejido del Sheii, la manta funeraria. Los hilos iban cruzándose en multitud de colores, formando con su ingenio los más hermosos Kannas, los dibujos de doble faz. El Kannas es una pieza muy valiosa y su tejedora es portadora de prestigio y admiración. Los dibujos de Kannas son inspiraciones e interpretaciones del medio ambiente, de todo lo que rodea al Wayuu en su cotidianidad; motivos que son expresados a través de figuras geométricas que significan diversos códigos, portando un nombre específico y significado propio. 4

Existen las Kannas de dibujos “mayores” de gran complejidad en su diseño y variedad de formas. También están las Kannas de dibujos “menores”, más simples y pequeños que se ubican al borde o a los lados de los dibujos “mayores”... pero la madre de los dibujos Kannas es: Jalianan; es el principio, por este dibujo comienzan las Majayur, señoritas, a aprender el arte de variar y combinar los dibujos. La Gran Madre de las Kannas es Waleker, la araña, la cual enseñó a los antiguos Wayuu de la Tercera Generación el Arte del Tejido... Mi Abuela hace una pausa en su tejido y toma una Iita, totuma, con U’ujot, chicha de maíz no fermentado. La U’ujot es una bebida refrescante y muy alimenticia, es señal de bienvenida y hospitalidad cada vez que se obsequia al visitante. Bebe, con breves pausas, varios sorbos de U’ujot, y sin apartar su mirada, del gran telar vertical donde teje el Sheii... nos comienza a hablar. “Mis nietos, cuentan los ancianos Wayuu que el arte, el oficio, del tejido fue enseñado a las mujeres Wayuu por la Madre Walkeker, la araña, nieta de las Grandes Abuelas Wunu’u, las plantas. Así recibió los conocimientos de Atia que tejió el arco-iris sobre los cielos y el cinturón de Kai, el sol, sobre la aurora, y de la Anciana Maawüi que tejía chinchorros con encajes tan blancos como la espuma del mar, dicen los ancianos Wayuu,

que la delicadeza del arte lo aprendió después Waleker, la araña. Waleker copió los colores con que los Grandes Seres Prodigiosos tejieron los paisajes. Imitó las mantas que tejen las lluvias de Juyá sobre las llanuras; las enredaderas que se entretejen sobre los árboles; la armonía de los crepúsculos vespertinos, el cobertizo de las neblinas que cubren la cuesta azul de los montes y la blancura de las nubes que afloran en el infinito. Toda esa armonía de colores maravillosos los combinó Waleker en sus tejidos: confeccionaba mantas de color de cielo con los encajes de filigrana. Aanaala. Ruanas de felpa. She’be enlistados con tintes de colores espectrales. Fajas anchas, Si’ira de Kannas de líneas zigzagueantes y vivos colores. Amplios cinturones, Atüluushi Sumaa Saliüu, de figuras geométricas acabadas con borlas multicolores. Guayucos de lienzo satinado. Aiche’e, bolsitos de colores rojo y negro con borlas multicolor para usarlas como bolsillos en la parte del muslo. Wo’lu pañolones, gorros con topes de Molono y Tolooma. La Gran Madre Tejedora, para confeccionar sus maravillosas creaciones, esperaba el tiempo de Kashii, la luna y durante la noche, en la oscuridad se transfiguraba de la apariencia de una niña fea, chata, cabezona, panzuda, de ojos brotados, lagañosa y fétida... a la hermosa figura de una doncella con ojos que briidealidadavanzada@gmail.com


llaban como los luceros en el infinito de la bóveda celeste. Su cabellera caía sobre la espalda como una cascada de azabache. Sus labios rojos, como el corazón de la patilla, su piel era blanca como la leche de la cabra y su manta era blanca y eterna como las nubes. Una vez transformada comenzaba a tejer sus maravillosas creaciones... escupía sobre sus prodigiosas manos y la saliva se convertía en ovillos de hilos de diferentes colores con los que tejía hamacas, jamaa, chalecos, spana, mochilas, susu, pañolones, ekiaalüjaa, fajas, si’ira... y todos los tejidos que hoy conocemos los Wayuu. Waleker, la araña, hacía sus Kannas, dibujos de la primavera, ella fue la Madre que enseñó a los antiguos Wayuu el arte del tejido. Cuentan los Ancianos que una vez hace tanto tiempo que ya se perdió en la memoria, ella le dijo a sus hijos los Wayuu: “Soy Waleker, la hija de la noche y de la soledad. Tengo doble naturaleza para enseñar entre ustedes el arte de mis predecesoras aquellas que tejieron para los Seres Prodigiosos, ellas son: Atia, Maawüi, Kanaspi, Se’se... las Wayuu no saben tejer y yo he venido a enseñarles”. Una vez que Waleker dijo esto, se puso a enseñar a las muchachas que permane5

cían en el encierro, les pedía que se concentraran en lo que estaban haciendo sin distraerse, porque ella no podía estar siempre enseñándolas, pues, una vez que cumpliera con su misión y propósito partiría para siempre, entonces las Wayuu aprendieron todo de ella; también les enseñó a comunicarse a través de los sueños con ella, para que aprendieran y copiaran los dibujos, Kannas, de la naturaleza. Las Wayuu soñaron con los árboles de Kanaspi llenos de tela de araña, ¡eran los dibujos de Waleker...! Buscaron los árboles de Kanaspi y sobre sus cortezas localizaron los dibujos, Kannas, que hoy en día conocemos. Cuando las jóvenes están en su encierro, las abuelas cortan los palitos de Kanaspi y los trensaban con hilo de algodón, confeccionan unas pulseras y la colocan en la muñeca de la joven para que aprendan el arte de Kannas. Waleker, antes de partir hacia el espacio de lo desconocido, hacia los dominios del Gran Juyá, advirtió a los Wayuu: “Cuidaos del chinchorro y de las hamacas que les enseñé a confeccionar. Usadlos sólo para dormir en

las noches, no permanezcáis en ellos durante mucho tiempo, porque os volveréis viciosos, corrompidos y holgazanes. Tened en cuenta que los chinchorros y hamacas son los mejores amigos de la ociosidad y el peor enemigo del trabajo. Os repito: ¡cuidaos de ser fieles cumplidores de lo que os he advertido!. En ellos sólo descansarán, procrearán, morirán, os velarán y envolverán vuestros cuerpos cuando su espíritu parta hacia Jeepira la Tierra de los Muertos”. Luego subió hasta lo más alto del árbol, cuando las ramas no pudieron resistir, cayó al suelo lanzando un grito desgarrador que estremeció los montes. Un largo hilo de telaraña quedó sobre el árbol y la Madre Tejedora se convirtió en araña y se perdió en el monte. Desde ese inmemorial tiempo los Wayuu conocieron el arte de tejer, enseñados por el prodigio y la maravilla de Waleker que en nuestro idioma, el Wayunaiki, significa araña. Así contaron los Abuelos Ancianos la historia que les acabo de narrar, así la deben ustedes, mis nietos, trasmitir a sus hijos y ellos a los suyos”.

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EL SHEJII. LA MANTA FUNERARIA Mi Abuela contempla el Shejii que acaba de concluir, lleva años tejiéndolo, sin prisa, sin pausa, poco a poco. Sin apresurar el ciclo de su existencia, ha diseñado con hermosos Kannas de diferentes colores, el tejido de la gran manta funeraria. Suspira y habla para sí misma con plena conciencia de su realidad: “Ya es el momento de partir hacia Jeepira a reunirme con mis familiares a disfrutar del país de lo etéreo, la Tierra de los Muertos. Ya es el momento de emprender el cuarto camino del mundo...” Mi Abuela se vuelve hacia donde estamos y se sienta de espaldas al telar y frente a nosotros, sus nietos. Sin que le formulemos ninguna palabra, ni pregunta a causa de la sorpresa de lo que antes hemos escuchado, ella sabe de la inquietud e incomprensión que nos ha tomado por asalto, como una emboscada en el monte... nos sonríe y su sonrisa nos produce un bálsamo de tranquilidad, nos acercamos más a ella, estrechando un apretado círculo como para que no escape ni una sola de sus palabras. “Mis nietos, ustedes son los hijos de mis hijas, los hijos de mis hijos y los hijos de mis sobrinos. El círculo de mi existencia se está completando.

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Pronto emprenderé el Cuarto Camino, pero antes les explicaré cuáles son los tres caminos que ya he recorrido muchas veces en un constante ir y un siempre regresar. El Cuarto Camino es el camino de nunca regresar... pero no se sigan impacientando, ya les explico”. El Primer Camino Palaamüin, hacia la mar salada, este camino queda hacia el norte, Palaa es el mar. Por ese camino transitan las almas de los hombres muertos, allí queda “la Mansión de las Sombras”, donde se van los espíritus de nuestros antepasados olvidados, Apalaisü; es una especie de infierno donde moran los espíritus degradados cuyos pecados han sido tan terribles que jamás volverán a regenerarse, ni obtener perdón, esos espíritus permanecerán eternamente sumergidos en las profundidades de la Mar Salada. El primer camino, Palaamüin, nos conduce en vida hacia donde queda el Mar Caribe, en la Península de La Guajira. Para los Wayuu también tiene el significado de ser justos, de no hacer daño, de ser solidarios, de trabajar... para que al morir nuestra alma no vaya a Apalaisü, “la Mansión de las Sombras”. ¡Palaamüin, es el norte de nuestras vidas!

El Segundo Camino Uuchimüin, hacia las montañas que quedan al sur de La Guajira, allí están las tierras más prosperas para el cultivo, donde existen caudalosos ríos y quebradas, donde están las selvas. El segundo camino, Uuchimüin, nos conduce a los lugares preferidos por Juyá, lluvia, que tiene sus labranzas y animales en esa región, es su preferida por eso es un lugar fértil con mucha lluvia. El Tercer Camino Wüinñpüimüin, hacia el frente donde van las aguas: al Este. Este camino conduce a los reinos de Wüionñmatui se identifica con el mar que forma una barrera de agua alrededor de la península de La Guajira. De su seno se originan los vientos, las lluvias y nacen Ka’i, el sol y Kashii, luna, y las constelaciones celestes. El Cuarto Camino Wopumuin, hacia el Camino Inmenso; el oeste. Este camino conduce a las regiones del “Más Nunca”. La Vía Láctea se inclina hacia el occidente en su camino por la bóveda celeste, este es “El Camino de los Muertos”, es la vía por donde transitan los espíritus buenos que van hacia la eternidad, camino a Jeepira. El oeste es la ruta por donde se ocultan los astros: Ka’i y Kashi. Ahora, mis nietos, les voy a hablar sobre el tejido más precioso, más laborioso, que he realizado en el transcurso de mis 100 años como tejedora. Mi encierro fue a los 11 años de edad, cuando me desarrollé, y mis abuelas me enseñaron el arte del tejido. Se trata de este Sheii, la manta funeraria, que con paciencia de araña he ido tejiendo para cuando emprenda el viaje del “Más Nunca”, hacia el cuarto camino del mundo que ya les descubrí. El Sheii es una tela de forma rectangular de doble cara, es gruesa y pesada decorada con dibujos, Kannas. Lleva entre cinco y seis franjas de dibujos a idealidadavanzada@gmail.com


lo largo y ancho de la tela, es del mismo tamaño de una Jamaa, hamaca. Para tejer el Sheii, una tejedora puede tardar un año, por mi parte yo la tejí en varios años, no tenía prisa, por eso mi viejo Anütpala, telar, pasaba con el tejido a medias por largos tiempos... Ahora, mis nietos, presten atención al cuento que les voy a narrar, lo escuche en un Jallechi en Jalala, en La Guajira Central... “Cuentan los ancianos que en remotos tiempos Ju’i, el Grillo Nocturno, era una anciana de cabellos blancos como la cocuiza. Su oficio era desmontar algodón para tejer un manto que le sirviera de abrigo en las noches frías y silenciosas. No había luz por aquellos días, pero ella en las noches tenebrosas mantenía encendida una fogata, hecha con chamizas de curarire, para darse lumbre. La anciana se sentaba en el suelo y colocaba entre sus piernas un caldero de barro cocido, y con la yema de sus dedos pulgares e índice, iba separando las semillas de algodón y las echaba en el caldero. Las semillas quedaban sembradas en el caldero, pero no para que germinaran nuevas plantas, sino para que fuera el símbolo del nacimiento de las nuevas mujeres que aprendieran el arte de tejer. Las noches eran inmensamente frías y Ju’i temblaba de frío, pero trabajaba sin 7 descanso confeccionando su abrigo.

Una vez, con una varita redonda, el palito para batir el algodón, A’awajia, batió en el aire lo que había desmontado, para que las pelusas se diluyeran en la oscuridad y se convirtieran en bichitos nocturnos que adornaran las noches con sus silbidos y cantos. Ju’i, el Grillo Nocturno, tejió en la oscuridad el “Manto de las Sombras” y lo guardó en espera de la fría noche para cubrirse. Desde entonces las noches no fueron silenciosas y frías por completo, porque Ju’i se cubrió con su abrigo, los bichitos se alejaron con sus cantos en el conticinio y Kuluulasü zumbó en los oídos de la madrugada despertando a los pajaritos para que gorgojearan al principio de la aurora. Así pasó el tiempo la anciana Ju’i orgullosa de haberle tejido un manto a su amiga Kuluulasü, Manto Nocturnal, se fue a las colinas donde enrojecen los atardeceres, sin sospecharlo llegó donde dormía Keeralia, Fuego Fatuo, espanto de la sabana, como lo sorprendió dormido en el crepúsculo vespertino, se enfureció contra ella y la mató. Cuando llegó la noche Kuluulasü, el Manto Nocturnal, tuvo conocimiento del asesinato de Ju’i y procedió a tomar venganza destruyendo a Keeralia, Fuego Fatuo, despojándolo del manto de su bienhechora, para envolverla en el fabuloso tejido y llevarla a la tumba. Desde entonces las matronas adquirieron la costumbre de que el algodón con que se teje el Sheii se desmonta duran-

te la noche y se sacude de día para separar las pelusas y aullentar los espíritus que rondan las noches. Entonces, a partir de que ocurrieron estos acontecimientos, “Las Sombras Eternas de la Noche” se identifican con el “Manto de las Noches”. Por eso el Sheii envuelve la luz de la vida. Es por eso que los Wayuu tenemos la costumbre de que el Sheii, la manta funeraria, se guarda en un susu, mochila, y se sacude de tiempo en tiempo y no se usa hasta que no haya muerto la persona a quien está destinado”. Sus últimas palabras colmaron nuestra angustia y confirmaron nuestro presentimiento, mi Abuela se estaba despidiendo de nosotros, sus nietos. Mi Abuela estaba pronunciando su testamento, Apünaajushi, su testimonio de despedida... “Mis nietos, mis hijos, pronto está el momento de volver a Mma, la tierra, y devolverle los beneficios que ella me dio durante toda la vida. El agua que sació mi sed; la luz que iluminó mis ojos y que permitió andar por los caminos. El aire que refrescó mi cuerpo... y todo lo que debo a otros seres que rindieron su existencia para conservar la mía. Todo tiene un origen y todo tiene un fin. Todo lo que se mueve vuelve a la quietud; lo que trabaja, descansa. A todos les tocará este fin, el mío está pronto a llegar. El mejor uso que he hecho de la vida es continuar viviendo entre vosotros. La semilla desaparece, pero deja el fruto; el fruto desaparece pero queda la simiente y ella lleva la continuidad de la vida. Lo mismo sucede con los animales, con idealidadavanzada@gmail.com


las montañas que aunque parezcan fuertes y eternas algún día terminarán por acabarse. Siempre se vuelve al principio de lo que antes fue. Nietos míos, hijos míos, seguiré viviendo en vosotros sin tener conciencia de que existo y me prolongo a través de otros seres que vosotros habéis de engendrar. Seres por cuyas venas correrá la misma sangre, cuerpo de la misma carne, alma con el mismo dolor y la misma profesión de amor que siempre quise para todos ustedes. Nietos míos, hijos míos, antes, en la lozanía de la vida multipliqué mis retoños en cada primavera, crecieron de tiempo en tiempo para verlos congregados junto a mí, no con el rostro iluminado de alegría, sino con mueca de la tristeza de la cruel resignación ante la realidad de mi partida. Nietos míos, hijos míos, la noche cubre mis ojos y pronto partiré al lugar de la calma absoluta...entre tanto, sed buenos, fieles, trabajadores, diligentes y constantes, que yo los esperaré en Jeepira, para que estemos juntos nuevamente y volvamos a la primogénita dimensión de donde fuimos hechos”. Todos los nietos que estábamos con la Abuela en el rancho donde tiene su Anütpala, telar, frente a ella y teniendo como fondo el tejido concluido de la Sheii, la manta funeraria, contestamos al unísono: “¡Así sea! Madre Abuela”. El hilo de la vida de mi Abuela Josefa María A’püshana, nacida en Ipa’apur, el sitio de las piedras, hace 111 años, llegó al final del tejido.

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LOS KANAAS, DIBUJOS EN LOS TEJIDOS WAYUU Los kanaas son dibujos que las tejedoras Wayuu utilizan para decorar sus tejidos realizados en telares verticales(1); de horquetas, Amüpala. Los dibujos adquieren un efecto negativo-positivo o de doble faz, que se forman por los dos grupos de hilos que componen la urdimbre, cada uno de estos hilos es de color diferente. El origen de los kanaas se remonta al Período Precolombino y se han conservado e innovado gracias al aporte de cada generación de tejedoras por vía de la transmisión oral y práctica de las jóvenes que se inician en el oficio. Los dibujos de los Kanaas son la interpretación de los elementos naturales, de la vida cotidiana y de su entorno material. Son diseños geométricos que abstraen y estilizan en forma simbólica el mundo real. Las piezas textiles de mayor belleza, colorido y valía para los Wayuu son: el Sheii, tela funeraria; los Jamaa, hamacas; el Si’ira, la faja masculina; y el Mantaju, la sobrecincha de la montura de las bestias. Los kanaas fueron enseñados por Wale’kerü, la araña, a los Wayuu. Los kanaas o telaraña son los dibujos de doble faz, a veces aparecen en los árboles llenos de telaraña que insinúan diseños que las tejedoras interpretan en dibujos. Los kanaas se clasifican en: Dibujos mayores, figuras de gran formato de gran riqueza expresiva y complejos de realizar. Dibujos menores, de simplicidad compositiva y pequeño formato que se ubican a los lados o bordes de los dibujos mayores. La Madre de los kanaas es denominado Jaliamaya que es utilizado por las tejedoras que comienzan su aprendizaje en el oficio del tejido. Los kanaas más utilizados son: 1.- Jaliamaya, la madre de los kanaas. 2.- Ule’sia, limpio. 3.- Kalepsü, como el gancho de madera empleado para colgar objetos de los techos.. 4.- Pulikerüüya, como la vulva de la burra. 5.- Molokonoutaya, como el caparazón del morrocoy. 6.- Marüliunaya, igual al diseño que se hace grabado en la totuma de ordeño. 7.- Pa’ralouas, que está en una esquina del otro. 8.- Siwottouya, igual a la huella que deja el caballo maneado. 9.- Marulyunaya, parecido al diseño que se graba en la totuma de ordeño. 10.- Antajirasü, que se entrecruzan. 11.- Kulüchiya, parecido al tejido formado por las varas del techo. 12.- Pasatalo’ouya, idéntico a las tripas de la vaca. 13.- Jime’uya, ojos de pescado. 14.- Walemaya, como el que se hace a la Walena, utensilio de cocina. 15.- Iwouya, como las estrellas que anuncian la llegada de la lluvia. 16.- Jañuleky, doble cabeza de mosca. 17.- Shiki’pala, dibujos para cabeceras de fajas masculinas, Si`ira. 18.- Shichirujuna paa , narices de vaca. 19.- Rulumaya, como el comején. 20.- Suitkarayaa kanaas comienzo del kanaas. 21.- Saiaatpanaa, dientes de conejo. idealidadavanzada@gmail.com


A través de los tejidos podemos apreciar códigos, símbolos, ritmos y colores con los cuales las tejedoras Wayuu comunican su modo-vivendis, su cosmovisión, su espiritualidad, las costumbres y tradiciones. La utilización de determinada materia prima para la elaboración del tejido de una pieza: chinchorro, hamaca, susu (bolso), si’ira (faja masculina) etc, tiene una estrecha relación con el estatus económico y social del individuo, familias y clanes. Los Wayuu pobres utilizan chinchorros tejidos con fibras de Aipia (Maguey). Los Wayuu ricos utilizan chinchorros y hamacas de algodón o de hilaza ricos en colorido y dibujos. Según Ramón Paz Ipuana: “El tener una buena durmienda es considerado como un signo de prestigio según la tradición Wayuu. Anteriormente los chinchorros de algodón así como también algunos que otros objetos tejidos tenían igualmente valor de cambio, negociándose aquellos por animales o comida. Así, por ejemplo: 10 chinchorros grandes de maguey, valían 1 novilla; 10 chivas cabritonas, 2 sacos de maíz. Un saco de algodón se cambiaba por una novilla; una kapotera (2) se cambiaba por una manta o diez yardas de telas; una Kanasskeiñas podía valer una novilla preñada, un novillo o veinte cabritonas(3)”. Las antiguas tejedoras Wayuu fabricaban sus telas utilizando el algodón que ellas mismas cultivaban, realizaban el proceso de desemillar y fabricaban el hilo que podía ser fino o grueso según la necesidad del tejido. Lo teñían utilizando el dividiví para obtener el color negro y el “Palo de Brasil” o campeche para hacer el color marrón oscuro, este tinte era ligado con arcilla para lograr la fijación del color deseado. Las agujas la fabricaban con la semilla seca del Pui, Araguaney (Uraichi), también las hacían con espinas de pescado o de los huesos de las costillas o patas de chivo. En la actualidad el hilo, las hilazas, el pabilo y todas las materias primas son adquiridos en los negocios de Maicao (Colombia) y Maracaibo (Venezuela), éstas son elaboradas en las industrias textiles de algunos países, sobre todo en Colombia, siendo más económicos, fáciles de adquirir en los comercios, con gran variedad de colores, y con calidad de primera. Estas ventajas han traído como consecuencia el abandono del cultivo ancestral de algodón y de las técnicas de teñido utilizando plantas tintóreas y mordientes minerales para fijar los colores a los hilos y telas de fabricación artesanal. Un cambio tecnológico que incide en los costos y tiempo de fabricación de los textiles Wayuu. El tejido es el oficio más generalizado entre las mujeres Wayuu, su importancia económica, cultural y difusora del espíritu es de primer orden en la vida y en la muerte del Wayuu. Retomamos para afianzar este aspecto los consejos de Waleker, la araña, la Gran Madre del Tejido, cuando al partir hacia el espacio desconocido, a los dominios del Gran Juya, el lluvia, se refirió a la importancia del chinchorro y de la hamaca. “...en ellos sólo descansarán, procrearán, morirán os velarán y envolverán vuestros cuerpos cuando su espíritu parta hacia Jeepira, la Tierra de los Muertos”. 9

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1.- Jaliamaya, la madre de los kanaas. 2.- Ule’sia, limpio. 3.- Kalepsü, como el gancho de madera empleado para colgar objetos de los techos. 4.- Pulikerüüya, como la vulva de la burra. 5.- Molokonoutaya, como el caparazón del morrocoy. 6.- Kalepsü, como el gancho de madera empleado para colgar objetos de los techos. 7.- Kalepsü, como el gancho de madera empleado para colgar objetos de los techos. 8.- Marüliunaya, igual al diseño que se hace grabado en la totuma de ordeño. 9.- Pa’ralouas, que está en una esquina del otro. 10.- Siwottouya, igual a la huella que deja el caballo maneado. 11.- Marulyunaya, parecido al diseño que se graba en la totuma de ordeño. 12.- Molokonoutaya, como el caparazón del morrocoy. 13.- Molokonoutaya, como el caparazón del morrocoy. 14.- Antajirasü, que se entrecruzan. 15.- Kulüchiya, parecido al tejido formado por las varas del techo. 16.- Pasatalo’ouya, idéntico a las tripas de la vaca. 17.- Jime’uya, ojos de pescado. 18.- Kalepsü, como el gancho de madera empleado para colgar objetos de los techos. 19.- Pasatalo’ouya, idéntico a las tripas de la vaca. 20.- Walemaya, como el que se hace a la Walena, utensilio de cocina. 21.- Iwouya, como las estrellas que anuncian la llegada de la lluvia. 22.- Jañuleky, doble cabeza de mosca. 23.- Jañuleky, doble cabeza de mosca. 24.- Shichirujuna paa , narices de vaca. 25.- Rulumaya, como el comején. 26.- Jaliamaya, la madre de los kanaas. 27.- Suitkarayaa kanaas comienzo del kanaas. 28.- Saiaatpanaa, dientes de conejo. 29.- Jañuleky, doble cabeza de mosca. 30.- Saiaatpanaa, dientes de conejo. 10

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Ilustraciones: Beatriz Mora, Carlos Vargas Fotografías: Jesús Mujica Rojas Transcripción y diagramación: Angela Manzur de Mujica

Bibliografía: 1.- JUSAYU, Miguel Angel. “Takühjala: Lo que He Contado”. UCAB. Caracas, Venezuela. 1989. 2.- MUJICA ROJAS, Jesús. “Amüchi Wayuu, la cerámica guajira”. A.C. Yanama. Guarero, Venezuela. 1996. 3.- PAZ IPUANA, Ramón. “Mitos y Cuientos Guajiros”. IAN. Caracas Venezuela. 1972. 4.- PERRIN, Michel. “El Camino de los Indios Muertos”. Monte Ávila Editores. Caracas, Venezuela. 1980. 5.- RAMÍREZ ZAPATA, Martha. “Tejidos Wayuu”. CENDAR, Edición Miniográfica. Colombia Referencias: (1) Telares de origen Arawac. (2) Kapotera, mochila muy grande que le sirve al hombre para llevar la ropa y el chinchorro cuando viaja. (3) Los Tejidos. Curso profesionalización de Maestros Wayuu Ministerio de Educación Nacional Centro Experimental Piloto C.E.P: Organización Indígena Yanama Varios autores. Prof. José Pocaterra. Departamento de La Guajira, Colombia, junio, 15 de 1987. 12

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