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Figuras de lo imposible. Elizondo y Ponce

los mencionados niveles de realidad y percepción, de acuerdo a la lógica del tercero incluido que se plantea en la metodología transdisciplinaria (Nicolescu, 1996, p. 24). El punto de vista se aquí se asume es multidimensional y en un horizonte transhistórico, ya que en todas las épocas y en todas las culturas la luz es un elemento generador de cultura, vinculado a las más variadas esferas de la vida humana, desde su calidad como entidad física hasta la carga simbólica que se ha tejido a partir de su naturaleza.

El fuego propicia el encuentro. ¿Quién se hizo de ese medio mágico que permite al hombre conservar la luz durante la noche? Algunas preguntas no tienen respuestas o “son preguntas mal formuladas” diría la academia. ¿A quién se le debe el haber heredado tan maravilloso elemento llamado fuego? En Sudáfrica hay huesos carbonizados de hace un millón y medio de años, pero no es prueba de que se utilizase fuego desde entonces, lo que sí es bien sabido es que los neandertales de la región de Hispania sabían manejar el fuego. Cuando estos homínidos lo empezaron a emplear para calentarse e iluminar las cavernas que habitaban, domesticaron por primera vez una forma de luz y con el encuentro que propicia el fuego se desarrolló la cultura entre el contar historias y danzar configurando un ritual que evolucionaría hacia la religión. Luz, fuego, espíritu y conocimiento, serían desde entonces, categorías de un mismo campo semántico que trasciende niveles de realidad en los que operan lógicas distintas como lo son las dimensiones natural, espiritual, social y psíquica; una interrelación que abre pasarelas por las que se puede transitar de uno a otro nivel.

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El espacio principalmente está asociado a la oscuridad, que se expande hacia el infinito en la bóveda celeste y cubre la tierra cuando llega la noche y no existe una fuente domesticada de luz; la materia se asocia con la luz que hace presentes las cosas y les dota de textura, forma y color. Orden distributivo. La materia luminiscente del Sol es la principal fuente del sistema solar que produce el mayor conflicto entre las fuerzas de la luz y de la oscuridad que se verifica para el hombre cada día hacia el horizonte durante el alba y el ocaso, dejándole absorto, mudo espectador de este acontecimiento natural que día a día renueva su fuerza cuando los tonos cálidos que contienen la esencia de la luz se combinan con los tonos fríos que contienen la esencia de la oscuridad; y es en gran medida la fuerza de este conflicto el que ha estimulado parte de la actividad constructiva humana de espacios ceremoniales cuya orientación obedece a las proyecciones de los rayos del Sol en diferentes ángulos: la alineación de una ciudad hacia el solsticio, la caída cenital de un rayo hacia un interior hendiendo la oscuridad. De la caverna prehistórica hasta las catedrales góticas.

Hay una percepción infantil, atendiendo a la raíz etimológica de la expresión, del que se ha desprendido un mundo simbólico sobre la naturaleza de la luz que,

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como un primer contacto con el fenómeno, se configura en mitología atemporal y transcultural. Para los griegos del mundo clásico, Prometeo roba el fuego a los dioses y se los entrega a los hombres conservando la esencia divina y sagrada del elemento. El fuego es, además, técnica. Zeus ordenó a Hefesto que encadenara a Prometeo y que creara a una mujer de arcilla a la que llamó Pandora, le insufló vida y le encomendó el abrir la caja de la que saldrían todas las desgracias. Mencionó Thomas Khun (1962), de quien se desprende la noción de paradigma, hacia mediados del siglo XX que, si aquellas creencias pasadas de moda han de tenerse por mitos, entonces los mitos se componen de los mismos criterios que hoy conducen al conocimiento científico. El mito conserva el misterio de la relación entre el hombre y la naturaleza, superando el reduccionismo científico y la simplificación, conserva la dimensión metafísica del fenómeno (p. 2).

En diferentes cosmovisiones y culturas de todos los tiempos, se le ha otorgado a la luz como fuego un carácter sagrado, que en las prácticas ceremoniales se ha convertido en medio para acceder a otro plano de la existencia desde donde se experimenta la no separabilidad entre niveles de realidad, desde donde se vivifica una mayor proximidad a lo real, y donde la percepción extracotidiana se estimula para habilitar la dimensión ahistórica, que nos coloca en lo numinoso. Los contenedores del fuego ceremonial permanecen como testimonio en basamentos de distintos materiales y diseños, o adquiriendo bellas formas como altares depositarios que varían de acuerdo a las culturas, los estilos y las épocas. En todo orden mitológico la luz ocupa un lugar especial, también en la ciencia contemporánea que es otra mitología donde la luz es la constante absoluta en el universo, de acuerdo a los principios de la teoría de la relatividad; desde la velocidad de la luz se puede comprender y medir la mecánica del universo, así como determinar las condiciones de tiempo y espacio.

De entre las ideas pre-científicas la escolástica medieval asocia el espacio con Dios omnipresente y con la luz; Dios, espacio y luz son una trinidad que condensa una sólida unidad sígnica que no necesita lugar porque es el lugar, el ícono y la convención. Entre las mismas ideas pre-científicas la Perspectiva Communis de Witelo hacia el siglo XIII expresó por vez primera el reconocimiento de cuatro calidades espaciales que son también calidades de la luz llamadas diaphanitas, densitas, obscuritas y umbría (Blas, 2009, s.p.). Todo emana de Dios que es la Luz Divina, entonces para Witelo la luz es la primera de todas las entidades sensibles. Dicha relación trinitaria entre Dios, espacio y luz, tomó forma arquitectónica, concibiendo la belleza visual que descansa en la percepción de la forma, los efectos característicos de la nave gótica, propios del Medioevo, compondrían un espectáculo visual capaz de vivificar el dramatismo de la vida de los santos y de

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Jesucristo con prodigios atmosféricos que incrementarían la ambientación estimulante hacia el interior de los templos medievales. Más tarde, en la Modernidad, principalmente tras la Revolución Francesa, la representación medieval de la luz como Dios se trasladó a un nuevo ente que la colocaría en una nueva estatura privilegiada, asociada ahora con la diosa razón; luz sería igual a razón. El traslado de la metáfora de un ente a otro no reduce su fuerza simbólica, sino que la conserva y potencializa para dotar de sentido a la Ilustración, que en dimensión histórica se abre paso del antiguo régimen hacia una etapa que renovó al hombre. En el nuevo régimen, la idea medieval de divinidad estaría ahora emparentada con la oscuridad, así que oscurantismo e ilustración se convertirían en momentos de un proceso histórico que indica un estado negativo de la humanidad y otro positivo. En la época moderna la luz es signo de liberación del hombre, reconociendo su capacidad para servirse de su propia inteligencia con la finalidad de emancipase de las determinantes que actúan contra su realización individual; de entregarse a la obediencia irracional hacia el maestro, el sacerdote y todo aquél que eduque inhibiendo las propias revelaciones.

El lema de la “ilustración” es “sírvete de tu propia razón” y se convirtió en la llave del cientificismo que instauró el paradigma clásico que en Newton encontraría al personaje ideal para instrumentalizar los conocimientos acumulados, clasificándolos y simplificándolos en entidades medibles.

La ciencia clásica se distingue por el método y la posibilidad de reproducir las condiciones que induzcan los resultados para determinar el comportamiento de los fenómenos para el establecimiento de leyes. Al respecto son muy pertinentes las observaciones de Goethe sobre los colores complementarios que observó en la naturaleza, los cuales no tienen longitud de onda, por lo tanto, no se pueden medir; sin embargo, el ojo humano los percibe y la ciencia clásica los llamó ilusiones al no poder someterlos al método. Dentro del paradigma clásico el laboratorio se convierte en el lugar donde se sintetiza la realidad objetiva, pero por lo mismo resulta un reduccionismo de la naturaleza, separando al sujeto de conocimiento del objeto de estudio. La óptica, que describe el comportamiento de la luz y los colores, presenta una imagen simplificadora que ejemplifica esta situación mejor que cualquier otra rama de la física por su tendencia peculiar y progresiva de abandonar el punto de partida original; las impresiones sensoriales específicas que dan pie a conceptos sobre bases objetivas crean una segunda naturaleza propia del laboratorio, pero lejana a la realidad. Esta distancia se hace evidente cuando se observa que la mayoría de los conceptos, los más importantes como luz y color, no remiten a las impresiones visuales, puesto que el marco conceptual resulta lejano a las sensaciones iniciales, conceptos como “ondas electromagnéticas”, “periodos de vibración” y “frecuencias” son una visualización o desarrollo

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que se ha estructurado por los resultados efectivos que han tenido lugar en el progreso tecnológico. La relación sujeto y objeto son determinantes, la luz como propiedad física que existe independientemente del observador y el ojo que la percibe para transmitir al cerebro la información captada al absorber los rayos de luz.

La luminosidad distingue entre dos tipos de objetos, las denominadas fuentes y los objetos opacos que reciben la luz de dichas fuentes. Esta alternación de luces y sombras se ofrece como un espectáculo que nuestra vista detecta a modo de cambios de intensidad, zonas claras u obscuras que dan sentido, pues sin estos cambios no se percibirían los objetos ni se distinguirían las cosas, lo que nos permite visualizar los objetos es el contraste al identificar las fuentes de luz y los objetos que la reciben. Al activarse una fuente, la luz se propaga en todas las direcciones posibles, siempre y cuando no encuentre un obstáculo, se considera que viaja en línea recta si no cambia el medio o es desviada por un obstáculo. Los objetos reflejan o absorben la luz que incide en su superficie, casi todos los objetos reflejan una parte de luz y absorben otra.

La física clásica le permitió al hombre domesticar la naturaleza de la luz, según ciertas condiciones controlables, para convivir con ella en un ambiente doméstico. Un espejo no tiene nada de sorprendente porque se ha convertido en un instrumento de uso corriente. Todo cuerpo, sea opaco o transparente, regresa una parte de la luz que en él incide, genera dos tipos de reflexión, la difusa y la especular. Si los cuerpos tienen una superficie áspera o irregular la luz reflejada se emite en todas las direcciones y una parte de ella llega hasta nuestros ojos; cuando una superficie es lisa y bien pulida se produce una reflexión regular, cuando un rayo de luz incide de una dirección bien determinada se proyecta en otra dirección también bien determinada; el ángulo de incidencia y el de refracción son correspondientes. La reflexión especular muestra la imagen reflejada, no la superficie reflectora sino la imagen de los objetos reflejados: no es una imagen real sino virtual, los rayos de luz reflejados parecen provenir desde atrás. La ley de reflexión especular reza que el rayo incidente y el reflejado pertenecen a un mismo plano, ángulo de incidencia y de reflexión son iguales, un espejo plano producirá imágenes fieles a los objetos sin deformarlos o cambiarles el tamaño. No hay misterio en la realidad científica llana, se trata de un proceso que hace a un lado la superchería del mito; la vida del paradigma clásico solicita la producción de conocimientos con fines prácticos e instrumentales, producción eficiente. La distorsión de la imagen para la fabricación de espejos curvos que cambian el tamaño y la forma de los objetos son la respiración del proceso de producción. Los espejos convexos o panorámicos que muestran imágenes más pequeñas conforme se alejan los objetos del espejo y los espejos cóncavos que generan una imagen de mayor o menor tamaño dependiendo de Las leyes de reflexión indican una línea imaginaria perpendicular a la superficie que recibe el nombre de normal, el ángulo que forma el rayo incidente es conocido como ángulo de incidencia, el ángulo que forma el rayo reflejado es llamado ángulo de reflexión. El rayo reflejado está en el mismo plano que el de incidencia y la normal. El ángulo de reflexión es igual al de incidencia. La trayectoria de un rayo será siempre la más corta y reversible (Cetto, 1987, apartado II). Simplificación. Esquematización. Mecanización del comportamiento de la naturaleza. La naturaleza reducida a su funcionamiento mecánico. Los efectos de la modernidad industrial extendiéndose en el mundo poniendo en marcha la maquinaria de la conquista. Ciencia e ilustración hacen posible la conquista de la realidad, la explotación de millones de seres humanos que viven en el circuito de miseria, entregados al despojo y deslumbrados por los destellos de una tecno-ciencia que en dosis reguladas ofrece instantes de felicidad. La realidad ha sido asaltada por las operaciones matemáticas, por procedimientos lógicos que son el dínamo de un movimiento alienante y deshumanizador. Producción de producciones. Causa incausada hacia la nada. La Nueva Atlántida.

Imagine un pensamiento objetivo, alejado de toda afectación, ausencia de sí mismo por una breve temporada desconociendo el ombligo en el que las abuelas tejieron el centro para encontrarse si se llega a extraviar. Mecánica racional. Quizá la prosa bien cortada me ayudará a ser objetivo y si le soy fiel al método me podría convertir en objeto. La historia es una línea o una flecha, y unas cuantas palabras, sólo puede existir como prosa realista. Geometría de la inmunidad, ninguna lógica es inocente, el encadenamiento unilineal del relato histórico reclama sus víctimas. Causa y efecto, ninguna acción escapa a la intención de su autor, los alcances del imperialismo son inagotables si el tejido de las inter-retroacciones permanece controlado. Agotable puede ser el planeta no el imperialismo.

La refracción es una propiedad que observó Newton a través de un prisma en la oscuridad del laboratorio. Goethe explicó las condiciones específicas en que se presenta dicho comportamiento de la luz, pero además encontró que eso sólo sucede en la frontera entre luz y oscuridad, por lo tanto la luz no contiene los colores del espectro, sino que estos son resultado de la interacción entre luz y oscuridad. Cuando el rayo atraviesa medios variables como las capas atmosféricas o las capas de aire en el desierto que dan lugar a espejismos, el rayo de luz cambia de dirección. Desde la baja edad media ya lo había explicado el musulmán Alhazen o Alhacén, pero por su origen sus ideas permanecieron al margen del canon, y quien estableció el paradigma del conocimiento científico oficial fue el mismo Newton. Ley Snell-Descartes: el camino del rayo es reversible, así como

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su índice de incidencia; al pasar de un medio a otro se presenta un quiebre cuyo ángulo está determinado por el medio al que incide el rayo ya sea aire, agua, vidrio, diamante, yodo o vacío. Cada medio se identifica por su índice de refracción. Refracción y reflexión sirven para la fabricación de lentes diversas de las que las más comunes son de caras paralelas, convexas o cóncavas, haciendo posibles complejos sistemas de proyección de la luz de acuerdo a la combinación en luminarias, telescopios, microscopios y para el desarrollo de la luminotecnia. El ojo es un órgano en el que se presentan las propiedades de reflexión y refracción, el cual puede ser corregido si presenta alguna anormalidad. La córnea y el cristalino cumplen la función de enfocar los rayos para formar las imágenes en nuestra retina y basta con que se altere ligeramente la posición o la forma de estas delicadas partes para que se genere una visión alterada.

1802. El médico inglés Thomas Young comprobó el comportamiento ondulatorio de la luz ante la aversión del círculo científico. Aseveró que la luz se propaga de forma radial desde un centro o fuente hacia afuera y si dicha fuente fuese plana las ondas se propagarían en un plano cuya dirección no se alteraría si no se encuentran barreras o cambios en el medio. En la mecánica celeste de Newton la luz es materia. Una ocasión, el jesuita Grimaldi, en 1660 observó uno de sus cabellos y notó que aparecían franjas claras y oscuras alternadamente con una consecuente pérdida de nitidez en los contornos de las sombras que se proyectaban sobre una cartulina, la luz presentaba propiedades que la ciencia todavía ignoraba; difracción se le llamará a esta propiedad de la teoría ondulatoria.

Si la luz se propaga como ondas y existen dos o más fuentes, éstas se superponen al pasar por el mismo punto generando valles y crestas, propiedad que se reconoce como interferencia. El conocido experimento de las dos rendijas de Young dio como resultado interferencias destructivas y constructivas: una onda se anula cuando la onda de una segunda rendija la cancela; pero si coinciden las crestas o los valles de las ondas provenientes de cada rendija, aparece una zona iluminada en el plano de la proyección. El resultado del experimento sobre la superficie proyectada es una imagen de líneas de luz y sombra que son las interferencias. Agustín Fresnel en los primeros años del siglo XIX, también investigó a profundidad la propiedad de la interferencia estableciendo sus principios, pero se le conoce por la creación de la lente Fresnel que se comenzó a utilizar en los faros.

La teoría ondulatoria difiere diametralmente de la teoría corpuscular de Isaac Newton y son incompatibles. Ambas teorías son complementarias; el comportamiento de la naturaleza de la luz responde al punto de vista del observador. Asumir la coexistencia de teorías incompatibles supera el principio de identidad, básico en el paradigma clásico, tal principio indica que A es igual a A y no puede ser NO-A o B; pensamiento bastante arraigado en la tradición occidental que nos remite al concepto de unicidad de Parménides. Pero hasta para los griegos tal principio de identidad era concebido desde su origen mitológico que, junto a las nociones de orden, equilibrio, proporción, mesura, escala y armonía, conformaba el culto apolíneo; diferente al culto dionisiaco del caos, el desorden, la tragicidad y la embriaguez, que también estaba presente entre los griegos sin que uno anulara al otro sino como contrarios complementarios (Morín, 2012). Cuando Heidegger habla de la metafísica del olvido se refiere a que la ciencia moderna y la tecno-ciencia dirigida a la industrialización se olvidó de la pregunta ontológica por el ser y se avocó a la eficiencia hacia un progreso tecno-científico ciego.

La luz es una relación entre radiación y materia que se extiende a otras áreas del conocimiento como la biología, la astronomía, la medicina y la tecnología. Es notorio su impacto en la vida cotidiana, la domesticación de la luz por la ciencia hizo posible el desarrollo de lámparas, lentes, espejos, equipo fotográfico, sistemas iluminación y videoproyección. La percepción de los sentidos se ha expandido hacia la exploración de nuevos mundos como el de los objetos transparentes, el de las estrellas de neutrones, de lo infrarrojo, de lo ultravioleta, de lo muy pequeño y de lo muy lejano. La lógica del tercero incluido re-diemsiona la tradición hegemónica del conocimiento que condena los atributos simbólicos, mágicos y religiosos del fenómeno lumínico al infierno de la subjetividad. La desterritorialización del ámbito científico hacia el cultural, poético y religioso funciona como planteamiento ontológico, donde se reconocen distintos niveles de realidad, para abordar los fenómenos desde una perspectiva interdisciplinaria, y así transitar en un contexto lingüístico más amplio: reflexión, refracción, difracción, interferencia, son categorías que se insertaron en una prosa realista y mecanicista. El juego del lenguaje participa en el establecimiento de preposiciones irrefutables consideradas “ley”. El reto de la teoría de la complejidad y los niveles multi, inter y transdicsiplinarios nos invitan a redimensionar esa prosa realista hacia una poética, para despertar en fenómenos como el de la luz su potencia enigmática y transhistórica.

Thomas Kuhn (1962) hacia mediados del siglo XX presenta el nacimiento, normalización y decadencia de la estructura científica clásica como etapas del proceso de un paradigma. La presente revolución científica en el movimiento hacia el paradigma de la complejidad en la actualidad se hace patente; reconocemos un nuevo horizonte histórico en el que conviven las antiguas ideas sobre los fenómenos naturales, así como las aportaciones científicas que han robustecido el conocimiento sobre la luz y desde donde podemos plantear nuevas interrogantes para abrir flujos hacia conocimientos integradores. Las miradas inter y transdisciplinarias nos presentan una realidad más problemática que solicita abrir pasarelas hacia diferentes

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contextos en los cuales se verifican los distintos niveles de realidad hacia un panorama transhistórico. De esta forma recuperamos ideas marginales sobre la naturaleza de la luz y sus atributos básicos. En pleno periodo de crisis del paradigma científico clásico, Ludwig Wittgenstein (1994) aborda el tema del color como una fuente de conceptos y términos con mayor abundancia que otros pertenecientes al mundo de la ciencia; menciona que la luz y el color ocultan un mayor secreto en su origen y por eso resultan atractivos para estructurar a causa de la ambigüedad y del uso problemático de sus flujos. Presenta al color como un tema insuperable señalando la importancia del contexto social en que se inscribe como parte de un sistema de ideas y creencias, lo que se tornaría la observación hacia lo antropológico, o psicológico si pensamos en las imágenes metafísicas que proyecta el desarrollo de las palabras y las asociaciones entre ellas con la compulsión lógica a otorgarles sentido.

El poeta dramático Goethe, autor del Fausto, dedicó cuarenta años al estudio del fenómeno lumínico y del color, llegando a consideraciones que por sus operaciones permanecen fuera de un marco científico. Wittegestein al recuperarlo contrasta las especulaciones de Goethe, mencionando que se elevan sobre las de Newton, aun cuando indica que no alcanza el nivel lógico-conceptual que al fundador de la ciencia moderna le interesa. Retoma a Goethe porque encara al color desde su relación directa con la percepción para llegar a una esencia que será ultracientífica. A diferencia de Newton, Goethe no se preocupó sólo por los fenómenos en sí, sino por la subjetividad de quien los contempla. Para inquirir sobre las inquietudes de Goethe la psicología gestalt funciona como ejemplo modélico; Goethe orientó sus intereses en el modo en que se produce la impresión de color sobre las colectividades, por ejemplo: ¿qué es la impresión de blanco? o ¿cuál es el significado de la expresión rojo? Preguntas que se contestan desde un determinado contexto histórico, social, lingüístico y cultural. Imaginemos la cantidad de matices que hay entre el blanco y el gris para los esquimales, y lo que les representa cada tonalidad, o cuan importantes han sido los colores primarios y sus combinaciones para el desarrollo de la tecnología occidental. Al mencionar conceptos relacionados con el color como: saturado, frío o sucio, encontramos una base fundada en el uso simbólico de los mismos.

Conclusiones

Hay muchas interrogantes que permiten seguir profundizando sobre el fenómeno de la luz, y la sola idea de que ese encuentre una respuesta final no parece terrible, sino ingenuo (Feyerabend, 1978). Aun cuando la óptica geométrica ha desarrollado sofisticadas tecnologías útiles para la vida doméstica, la investigación científica y la creación artística, todavía no sabemos qué es la luz, si está constituida por partículas o por ondas. ¿Qué hay de ciertos materiales fosforescentes como los cristales que guardan la luz por largo tiempo antes de dejarla escapar? Todas las épocas han aclarado para sí mismas el misterio de la luz y todas son pertinentes porque responden a un paradigma; desde las ideas de Platón, hasta Newton, las leyes de Maxwel, la termoeléctrica Faraday y la relatividad de Einstein, la física cuántica, la materia-antimateria y la teoría de las súpercuerdas. La complejidad no disuelve las contradicciones, al contrario, las contiene para potencializarlas.

Referencias

Blas Gómez, F. d. (2009). El teatro como espacio. Fundación Arquia.

Cortázar, J. (1976). Un tal Lucas. Alfaguara.

Cetto, A. M. (1987). La luz en la naturaleza y en el laboratorio. FCE-CONACYT.

Feyerabend, P. (1978). La ciencia en una sociedad libre. Siglo XXI Editores.

Kuhn, T. (1962). La estructura de las revoluciones científicas. FCE.

Morin, E. (2012). Introducción al pensamiento complejo. Gedisa.

Nicolescu, B. (1996). La Transdisciplinariedad. Ediciones Du Rocher.

Wittgenstein, L. (1994). Observaciones sobre los colores.

Paidós.

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