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Deterioro de la identidad étnica en Santiago Mexquititlán, Amealco de Bonfil, Querétaro

Deterioro de la identidad étnica en Santiago Mexquititlán, Amealco de Bonfil, Querétaro.

Octavio Cabrera Serrano Universidad Autónoma de Querétaro. Centro de Capacitación y Asesoría para el Desarrollo Comunitario “Ricardo Pozas Arciniega” Campus Amealco.

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Resumen

Las relaciones entre los pueblos originarios y el Estado Nación mexicano son tema de profusa discusión en las disciplinas sociales en la medida en que la discriminación y la desigualdad forman parte de su dimensión estructural, histórica y cultural. El presente texto tiene como propósito enfocar esta situación en la localidad ñäñho de Santiago Mexquititlán, al sur del municipio de Amealco de Bonfil, Querétaro, a partir de una serie de registros etnográficos, a lo largo del año 2019 y tangencialmente como reflexión derivada de un proceso de acompañamiento comunitario de reconfiguración del tejido social a través de la recuperación de la memoria histórica que realiza el Centro de Capacitación y Asesoría para el Desarrollo Comunitario “Ricardo Pozas Arciniega”, adscrito a la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro.

Palabras clave: Etnicidad, Estado Nación, identidad, pueblos originarios, relaciones interculturales.

Abstract

The relations between indigenous peoples and the Mexican Nation State are the subject of profuse discussion in social disciplines to the extent that discrimination and inequality are part of their structural, historical and cultural dimension. The purpose of this text is to focus on this situation in the ñäñho town of Santiago Mexquititlán, south of the municipality of Amealco de Bonfil, Querétaro, based on a series of ethnographic records, throughout 2019 and tangentially as a reflection derived from a process of community accompaniment of reconfiguration of the social fabric through the recovery of historical memory carried out by the Training and Advisory Center for Community Development “Ricardo Pozas Arciniega”, attached to the Faculty of Political and Social Sciences of the Autonomous University of Queretaro.

Keywords: Ethnicity, Nation State, Identity, native peoples, intercultural relations,

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A manera introductoria, se hace una puntualización concreta sobre las categorías de identidad, etnicidad, pueblos originarios, así como de las relaciones interculturales, a fin de contar con un marco de referencia conceptual que favorezca el estudio del presente caso, particularmente en lo que corresponde al deterioro de la identidad étnica y que, además, guíe el análisis del papel que juegan actores sociales internos y externos en el actual conflicto que protagonizan los habitantes de la comunidad de Santiago Mexquititlán.

De inicio, el telón de fondo de la construcción de la identidad social es la interacción con el otro, misma que deriva en la generación de un complejo entramado de relaciones sociales. En este sentido, siguiendo la ruta propuesta por Esteban Krotz inherente a la configuración de la otredad, el autor señala que la misma cobra forma a partir de la experiencia, de manera que relacionarse con el otro representa una forma particular de diferencia, la cual tiene que ver con la vivencia de la extrañeza, con la confrontación, con las particularidades desconocidas de otros seres humanos que proporciona efectivamente esa experiencia de la extrañeza (Brokmann, 2002, pp. 256).

A fin de profundizar la reflexión sobre el tema de la identidad, se recurre a la propuesta de Gilberto Giménez, quien sugiere una concepción dinámica de la misma, la cual se expresa claramente en aspectos como la etnicidad. Sobre ello, Giménez propone que el concepto de identidad favorece el entendimiento de los conflictos y las tensiones sociales entre grupos y sociedades heterogéneas, además de que permite descubrir e identificar aquellos actores sociales que han permanecido ocultos por discursos y prácticas provenientes de segmentos sociales más amplios en este sentido, es importante reflexionar acerca de aquellas identidades que han sido ensombrecidas por prácticas dominantes que opacan expresiones socioculturales como es el caso de la etnicidad. En complemento, dentro de esa caracterización que define al otro se encuentran aspectos como la lengua, la vestimenta, el comportamiento, las creencias religiosas, la organización sociopolítica; entre otros rasgos; elementos que se traducen en esquemas de valores y normas de comportamiento que distinguen y estigmatizan a los individuos, los grupos y sus prácticas porque no concuerdan con el discurso de la cultura dominante, de forma que la identidad no es una esencia ni tampoco es estática, por el contrario, destaca su carácter intersubjetivo y relacional, por lo que la identidad emerge y se afirma en la confrontación con otras identidades, en la interacción social, la cual frecuentemente implica relaciones desiguales y por ende, luchas y contradicciones. Con relación a lo anterior, la identidad es un problema concreto, el cual necesita abordarse de manera situada, es decir, comprendiendo las características inherentes de cada grupo o colectividad, y desde la particularidad de sus miembros, sean actores sociales individuales y/o colectivos (Giménez, 2010, p. 251), que en este caso se trata del Estado Nación, expresado, a través del gobierno municipal frente a los pueblos originarios, en este caso, la comunidad de Santiago Mexquititlán.

De esta manera, las identidades cobran forma a través de una interacción constante y conflictiva, en función de un campo mediado por el poder, donde los pueblos originarios se confrontan con el Estado Nación, dicha confrontación no es nueva, por el contrario, se trata de una historia de larga data, que involucra a todos aquellos pueblos nativos mesoamericanos que han resistido diferentes episodios de violencia: la conquista, el régimen colonial y la convulsa configuración del Estado-Nación Mexicano. En cada uno de estos momentos, los pueblos originarios han definido sus relaciones frente a otros actores sociales externos, quienes de diversas formas buscan la imposición de su forma sociocultural de vida, en detrimento y desaparición de las formas culturales vernáculas, no sin antes encontrar resistencia a ello.

Dicha resistencia puede definirse como etnicidad, la cual parte de esta distinción identitaria de los pueblos originarios frente a diversos actores sociales externos, de esta forma, las características particulares de los pueblos originarios (la lengua, las formas organizativas locales, la ritualidad, entre otros) se reivindican, dándole un carácter político que resignifica una identidad, donde, siguiendo la perspectiva del antropólogo Miguel Alberto Bartolomé (1997, pp. 165-166), la cultura permite hacer frente a situaciones particulares de opresión y superar las fronteras organizacionales y recrean o crear filiaciones comunitarias, de manera que la etnicidad sería aquella expresión de la diferencia creadora de los pueblos originarios frente a proyectos homogeneizadores, destacando que se trata de un recurso identitario que refiere a la construcción histórica de los individuos y sus colectividades.

En adición, se apela a la reflexión de Jorge Uzeta sobre la configuración de la identidad étnica, al respecto, el autor observa que un ejemplo de las formas tradicionales con las cuales los grupos étnicos resignifican procesos de cambio y de persistencia es el sistema ritual. De esta forma, hay acciones que se ajustan a entramados simbólicos compartidos por lo que define como “lógica cultural india” a la cual describe como un entramado de símbolos que conllevan una idea precisa de los hombres y del cosmos sin encontrarse separado de la acción social y de los procesos económicos y políticos en los que vive la población. La identidad étnica cobra forma tanto de manera histórica como contemporánea, y es funcional a la imposición de relaciones provenientes de actores sociales externos. De esta forma, la reconstrucción de la identidad étnica se define a través de diferentes formas en que, cambiando, los pueblos originarios mantienen líneas de continuidad reconocibles respecto a los proyectos impuestos por instituciones moralmente reguladoras, pero históricamente discontinuas, y respecto a los actores emergentes que actualizan o trastocan la interacción (Uzeta, 2004, p. 40).

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En este sentido, se identifican dos actores sociales en discordancia, el Estado y los pueblos originarios, ambos se construyen simultáneamente en una dinámica de negociación y conflicto que utiliza o violenta los sentidos culturales locales para legitimar su presencia en un contexto sociocultural específico, con relación al tema, Uzeta indica que el Estado Nación puede ser visto como un agente de dominación y coerción económica clasista, en tanto representante de las fuerzas materiales que construyen físicamente el entorno -modificaciones al territorio por medio de obras e infraestructura y que en ocasiones implica la destrucción de espacios vitales-; o incluso como institución capaz de reconciliar el cambio espacial promovido por la globalización con las localidades a partir de la ideología nacionalista -cuyo máximo punto de expresión es la política indigenista que desde 1948 es el instrumento que el Estado Nación mexicano diseña para vincularse con los pueblos originarios (Uzeta, 2004, p. 41).

De esta forma, el Estado mantiene un proyecto condensado en la práctica institucional: valerse de dispositivos de control y de sujeción local para obtener recursos económicos, políticos o simbólicos incluso en detrimento de las formas nativas de organización sociocultural.

Al tratar el tema del deterioro de la identidad étnica es importante destacar que dicha situación sucede en gran medida a partir de las confrontaciones y conflictos que protagonizan los pueblos originarios frente a otros actores sociales, como los grupos empresariales, las compañías trasnacionales o bien, las múltiples caras del Estado Nación, en donde los pueblos originarios ocupan una posición asimétrica y subordinada, misma que se expresa de diferentes formas: pérdida de la lengua materna, despojo de territorios para extracción de recursos naturales y materias primas, migración forzada por pobreza; entre otras situaciones.

En este sentido, se recupera una reflexión concreta del planteamiento de Jorge Tirzo Gómez y Juana Guadalupe Hernández (2010, p. 12), a propósito de las relaciones interculturales, destacando que las condiciones en que suceden las mismas se relacionan con la reconfiguración del mundo contemporáneo, entre ellas la globalización, la migración, la transnacionalización del capital y la pobreza, pero también fenómenos locales como el exotismo, la presencia de los medios de comunicación y el cambio cultural, crisis y conflictos, movimientos poblacionales y de complejas formas de relaciones entre personas y culturas.

A manera de síntesis, puede observarse que las relaciones interculturales que sostienen los pueblos originarios frente a las diversas caras del Estado Nación están delineadas a partir de dos aspectos, la diferencia y la desigualdad. Sobre la diferencia, esta se define por un proceso de construcción identitaria cuyo sustento se basa en la interacción de grupos heterogéneos, cada uno portador de elementos característicos que los hacen particulares: historia, sistemas normativos internos, organización parental, lengua, criterios estéticos, formas rituales, alimentación, vinculación y relaciones con el entorno, por citar algunos elementos que favorecen la autoadscripción y la diferenciación individual y colectiva, además de que estos aspectos con el devenir del tiempo pueden modificarse, proporcionando un dinamismo y movilidad a la construcción identitaria.

Por lo correspondiente a la desigualdad, ésta recupera los aspectos de la diferencia, aunque los torna en estigmas o marcas que desacreditan y discriminan a quien los porta, es decir, que no se reconocen ni se validan las formas propias de organización social, el lenguaje materno, o las creencias religiosas y ritualidades, por citar algunos ejemplos. A ello hay que incluir que los pueblos originarios a partir del proceso de conquista y hasta la actualidad, ocuparon lugares subordinados en el ámbito económico, colocándose entre las poblaciones con mayores índices de pobreza en México; político, si se recuerda que en julio del año 2001 el Senado de la República aprobó una ley en materia de derechos y cultura indígena que no satisface los requerimientos, y necesidades de los pueblos originarios y por ende, es un instrumento obsoleto para atender sus problemas. De esta forma, la desigualdad se configura de manera estructural, incorporando de manera subordinada los elementos de la diferencia.

Viejas historias de pillaje

El caso de la localidad de Santiago Mexquititlán ejemplifica la situación donde las relaciones interculturales entre los pueblos originarios y el Estado Nación se traducen en relaciones de desigualdad, para ello es importante mostrar algunos datos que permitan de forma elemental contextualizar sus características y el proceso de deterioro de la identidad étnica ñäñho. Santiago Mexquititlán es una localidad ubicada al sur del municipio de Amealco de Bonfil, en el estado de Querétaro, está dividida en seis barrios, los cuales en su conjunto forman actualmente la comunidad con mayor número de población indígena, perteneciente a la etnia ñäñho en el estado (Vázquez y Prieto, 2013, p. 50).

Esta comunidad forma parte de la constelación de poblados que constituyen una región más amplia, que abarca el norte del Estado de México y el Sur del Estado de Querétaro; de manera que un primer proceso de afectación a esta región cultural sucede a partir de la traza de límites estatales de las demarcaciones ya señaladas y que corresponden a la lógica de división territorial del Estado Nación Mexicano, el cual no siempre atiende las lógicas culturales regionales y locales; esta separación física fragmenta y desconecta parcialmente los vínculos comunitarios; aunque prevalece no siempre de manera clara el mismo origen histórico, además de que continúan los intercambios comerciales y festivos (Questa y Utrilla, 2006, pp. 5-6).

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La historia de la localidad está marcada por relaciones de tensión y de conflicto con actores sociales externos, al respecto, el Compendio Monográfico de los Pueblos Indígenas del Estado de Querétaro enumera varios de ellos:

• Presencia de contingentes del ejército francés cerca del año de 1862, quienes asesinan y despojan de tierras a varios habitantes de Barrio II. • La construcción de la Hacienda de San Nicolás de la Torre que implicó una serie de pleitos y litigios por el control de tierras y recursos naturales y entre los siglos XVII y XVIII, conflicto que se prolongaría ya pasada la reforma agraria en el siglo XX hasta la restitución de tierras, esto debido a la constante presión de un sector de los habitantes ñäñho de Santiago Mexquititlán. • Las incursiones en el período de la Revolución Mexicana por parte de las fuerzas militares federales, así como de facciones insurrectas, quienes azuzaban a la población nativa a fin de participar en alguno de los dos bandos en la lucha armada. • En 1917, algunos habitantes recuerdan un conflicto entre los lugareños y el entonces propietario de la Hacienda de Molinos (en los lindes entre el Estado de Querétaro y Michoacán) y un sacerdote; quienes les cobraban impuestos y despojaban a la gente de sus terrenos si estos no hacían los pagos correspondientes. • Un relato señala que en 1946 una persona procedente de España se apropia de terrenos contiguos a un cerro en Barrio III, quemando las viviendas y desplazando a los habitantes del lugar (Vázquez y Prieto, 2013, pp. 50-51).

Los ejemplos enunciados muestran un proceso común a otros pueblos originarios: expoliación del territorio, violencia; en este caso destaca una oposición entre dos actores sociales, por un lado, los ñäñho habitantes de los distintos barrios; y por el otro, agentes sociales externos, ya sean fuerzas armadas extranjeras, nacionales o sublevadas; oligarcas, clérigos o hacendados. Esta división poco constante hace referencia a los conflictos interculturales, aunque otro aspecto de estas disputas sucede entre miembros de la misma comunidad y repercute en el deterioro de su cultura.

Indicios de una identidad convulsa

En la historia contemporánea de Santiago Mexquititlán, hay una serie de acontecimientos que continúan socavando su identidad étnica, particularmente hay un episodio donde aparecen actores sociales internos y externos: El Estado Nación encarnado en las figuras de la Presidencia Municipal y la Delegación, los partidos políticos, la Iglesia y por último, la comunidad, dividida a grandes rasgos en dos facciones, una a favor de la delegación y otra a favor de la Iglesia y los comerciantes que orbitan alrededor de esta última. Como punto de partida, a finales del año 2018, se celebraron elecciones para cambio de delegados en el Municipio de Amealco de Bonfil, quedando como ganadora para la delegación de Santiago Mexquititlán una mujer oriunda de la localidad y adscrita al Partido Acción Nacional (PAN), mismo que gobierna el municipio desde hace más de una década.

A partir del anterior acontecimiento las hostilidades al interior de la localidad comienzan a ser más frecuentes, siguiendo esta secuencia, una situación que precipita el conflicto en la comunidad es el cobro de cuotas por uso de piso por parte de la delegación, cuando en las administraciones municipales anteriores la recaudación de dinero se hacía por parte de la Iglesia a través de la figura de los Fiscales; así como el aumento de la tarifa, de $10.00 pesos a $100.00 y $150.00 pesos dependiendo del producto que se venda (Reprochan artesanos alza en cobro de piso, 2019, párr. 2).

En adición, el encono de una parte de los habitantes de Santiago Mexquititlán y los comerciantes del tianguis, quienes en su mayoría son nativos de la localidad, aumenta porque el cobro por parte de la delegación no es legítimo, debido a que el tianguis está asentado en el terreno que corresponde a la Iglesia, también porque el origen del mismo fue promovido por los habitantes de la localidad, no por la delegación, además de corresponder según la declaración de una habitante de Santiago a “nuestros usos y costumbres, de acuerdo a nuestras leyes indígenas” (Denunciarán penalmente a delegada de Santiago Mexquititlan, 2019, párr. 4).

A ello habría que destacar que la iniciativa del gobierno Municipal de Amealco de Bonfil de administrar el cobro del tianguis también trastoca una forma autóctona de organización de los Ñäñho de la localidad, la cual además debilita su identidad comunitaria, así como sus instituciones, pues por un lado, la Iglesia representa el ámbito espiritual; mientras que el tianguis corresponde a un elemento de la esfera de la economía – destacando que ambos fungen como espacios de encuentro local-; además de que en años anteriores, tanto los comerciantes y los participantes en el Sistema de Cargos en turno celebraban reuniones para convivir y en ellas, conversar para acordar de qué manera se organizarían las fiestas patronales de cada año; en este sentido, la organización de dichas celebraciones revitalizan las formas de organización de la comunidad, pues en la medida en que los Cargueros se unen con los comerciantes implica que la parte espiritual y la manutención de la localidad también se unen, de tal suerte que la intromisión Estatal a través de una persona local debilita el ámbito étnico e identitario de la comunidad.

Además, algunos habitantes de Santiago Mexquititlán señalan que el problema por el control del cobro del tianguis está relacionado a que el Gobierno Municipal a través de la figura de la delegación pueda aumentar sus ingresos económicos aprovechándose de una figura comunitaria para

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recaudar dinero, que es el Fiscal del templo. Sobre el tema, un habitante de Barrio IV señala que el Fiscal de la iglesia se queda con el 50% de los ingresos que se cobran por el tianguis dominical, cantidad que se destina a obras y gastos del templo.

El conflicto se acrecentó cuando el miércoles 20 de febrero de 2019 se hizo el cambio de Fiscal en la iglesia de Santiago Mexquititlán. Los asistentes indican que esta elección no se hizo respetando las formas propias de la comunidad para elegir al Fiscal. Explican que la comunidad se reúne en el atrio de la iglesia, se presentan los candidatos para ocupar el puesto y las personas que están a favor de alguno de los contendientes hacen una fila detrás de él, contabilizando a las personas que integraban cada una de las filas y señalando como Fiscal electo a quien tuviera más personas detrás de él. En esta ocasión el sacerdote indicó que la elección se realizaría al interior del templo, creando molestia en los asistentes, quienes hacían corrillos en ñäñho manifestando su desagrado.

Para la elección de Fiscal en esta ocasión se presentaron dos grupos de personas a los que en la asamblea del templo se presentaron como “planillas”, ambas compuestas por habitantes de Santiago Mexquititlán. La primera planilla de acuerdo a la información recopilada la componen el candidato a Fiscal, comerciantes del tianguis, habitantes de la comunidad y panistas opositores al gobierno municipal en turno. La segunda “planilla” está formada por su candidato contendiente, así como un grupo vinculado a la delegación, panistas de la facción hegemónica y vecinos de la localidad. Sobre el candidato del segundo grupo algunos habitantes de Santiago expresan desacuerdo, pues comentan que con la finalidad de que el dinero del cobro del tianguis llegue a la delegación y por añadidura al Gobierno Municipal es que se promueve a esta persona y a su grupo, vulnerando una de las figuras de organización comunitaria.

El sacerdote organizo la votación al interior del templo, indicando quienes estarían al frente del altar: dos sacerdotes, una antropóloga enviada del Centro INAH Querétaro como testigo del cambio de cargos, el fiscal saliente, los dos candidatos a Fiscal y sus grupos de trabajo. Al flanco izquierdo y derecho del altar se colocaron los postulantes y sus “planillas”, el ministro indico que los votantes se anotarían en dos libretas, una por contendiente, haciendo dos filas, una por candidato.

Algunos feligreses católicos identificaron a personas de otros cultos religiosos, a los que señalaban como “sectas”, entre ellos, miembros de la Iglesia Pentecostés Nueva Jerusalén quienes también son de filiación panista allegados a la Delegación; a fin de disuadirlos, el clérigo convoca a rezar un Ave María a los feligreses.

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Un habitante de Barrio IV indica que el rezo sirve como filtro, para correr a los no católicos, quienes se mantuvieron fuera del templo, en el atrio, hasta ya avanzada la votación, hasta que unas personas les avisaron que se metieran al templo para que se anotaran en el cuaderno de la segunda planilla, esta facción anexó hojas sueltas con nombres de votantes registrados en otros cuadernos, levantados al parecer fuera del templo; se indicó que no valdrían y al final si se incluyeron en la votación.

Durante esta situación hubo un robo de un cuaderno de registro de votos por una persona que no era católico, al ser evidenciado, se lía a golpes con una mujer, generando animadversión entre los presentes, En la reyerta, el ministro indica que se suspendería la votación, lo que sucedió solo por unos minutos.

A lo largo de la votación hubo murmullos, gritos, e interrupciones en general; advirtiendo que la elección se hizo en castellano por parte del sacerdote y los candidatos; mientras que la bulla, los reclamos y los rumores en lengua materna, destacando la participación de una vecina de la comunidad, quien en voz alta se dirigió a los presentes y les recordó en ñäñho que los cargos como el Fiscal son una función comunitaria y religiosa, no un cargo de beneficio económico personal. Entre los presentes, un hombre relataba a los más cercanos que soñó a la Virgen de Guadalupe, que le indicó que vigilara y tuviera respeto en los asuntos de la iglesia.

Estos llamados al recordatorio y respeto de las funciones de los cargos contrastan con la asistencia de la delegada, quien estaba presente en el templo, registrando votos para el candidato de la segunda planilla, lo que causó mayor enojo en los presentes porque el sacerdote toleró su presencia y nadie explicitó que no podía estar ahí, pues se trataba de una actividad religiosa comunitaria, no una actividad del Estado o del Gobierno Municipal.

Para el cómputo de votos se convoca a los candidatos, a la visitadora del INAH, a dos testigos y a dos personas más que levantaron las listas, que eran mujeres, el conteo se hizo a un lado del altar. Los resultados anuncian que la victoria es para la segunda planilla, con 391 votos sobre la primera, con 242. El segundo lugar reconoce la victoria del primero y explica que él tendrá que ser el segundo fiscal, lo que no aceptó el bando ganador, quienes exigieron la instauración completa de la planilla ganadora, precipitando otro episodio de acusaciones, bullas y reclamos.

El sacerdote dijo que desconocía los procedimientos de elección del fiscal, que no sabía nada de las planillas, su declaración contribuyo a que se incrementara el desorden, El padre preguntó a los convocados: “¿Qué había de malo en trabajar juntos?”, esto aumentó la polarización, finalmente, el sacerdote se llevó a los dos candidatos por unos minutos a

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dialogar entre ellos, dando el siguiente acuerdo: Se reconocía completa y como ganadora la segunda planilla y el candidato de la segunda quedaría como vigilante, se levantará un acta de acuerdos para presentarse en la misa del domingo siguiente, como colofón, se advierte que la iglesia no tiene libro de actas para ratificar el accidentado proceso, y se acuerda comprar una.

Un habitante de Barrio IV cuenta que no había visto una votación así de violenta, pero que, a partir de la administración panista, la agresión ha aumentado al tocar los temas del tianguis y la iglesia. Esta observación se ratifica en los registros periodísticos que revelan estas expresiones convulsas de la identidad étnica, manifestada en continuas hostilidades de la delegación hacia los tianguistas:

El domingo 17 de marzo la delegada llegó con miembros de la policía municipal, protección civil, personal del ayuntamiento y la delegación al tianguis donde ya se habían pintado cuadros para reubicar los puestos, esto sin notificación previa. En respuesta, los tianguistas conformaron una asamblea representativa, misma que la delegada pretende disolver, por ello, los afectados la acusan de represión y a su vez la exhortan por medio de las instancias legales “se abstenga de entrometerse en la vida interna de la Iglesia católica, antes de que la tensión en nuestra comunidad termine en un conflicto cuyas consecuencias lamentaremos, pedimos el cese a la intimidación, hostigamiento e intentos de represión” (Reprochan artesanos alza en cobro de piso, 2019, párr. 3).

En este proceso, la intervención del Estado a través del Gobierno Municipal presidido por Rosendo Anaya Aguilar, se ha caracterizado por ser parcial, mostrando su apoyo hacia la delegada, denostando al grupo de comerciantes, y actuando como juez y parte en el conflicto, esto al señalar que intervendrá como mediador en el conflicto entre los comerciantes y la delegación. Desde su perspectiva, el hecho de que los comerciantes y la iglesia sean quienes recauden el derecho de piso es inadmisible, además de definirlos como “grupo de choque que se conformó contra la delegada de Santiago Mexquititlán” (Rosendo Anaya mediará en conflicto de comerciantes, 2019, párr. 3).

En adición, el gobernante señala que, si los comerciantes están utilizando un espacio público, tienen que hacer el pago correspondiente a la delegación, y que el papel del alcalde en el diálogo es a fin de que los afectados “entren en razón y puedan llegar a un acuerdo” Rosendo Anaya mediará en conflicto de comerciantes, 2019, párr. 3). Como se observa, el gobierno municipal omite o desconoce los antecedentes de organización del tianguis, así como la relación entre instituciones como la religión y la economía y las formas en que de manera práctica se llevan a cabo entre Cargueros y comerciantes, es decir, siguiendo a Uzeta, desconoce la “lógica india” la cual forman parte de una lógica

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económico religiosa expresada cotidianamente en la acción social y en los procesos económicos y políticos en los que vive la población de Santiago Mexquititlán, misma que no corresponde a la de la administración Municipal.

Posteriormente, el 15 de mayo, mujeres del grupo de comerciantes sufrieron agresiones, amenazas y robo, lo que derivó en una demanda dirigida hacia la delegada (Rosales, 2020, párr. 1). Aun así, las amenazas continuaron, aunque las autoridades emitieron medidas de protección para los tianguistas, estas fueron insuficientes; además de que la delegada desconoció al “Comité Fuerza de los Vendedores”, que integra a más de 200 comerciantes; además, una de las comerciantes indica: “Ahorita nada más lo que pedimos a las autoridades, a alguien, que el municipio que no se meta con nosotros” (Continúan agresiones a indígenas, 2019, párr. 7).

El incremento de la presión entre las dos facciones aumentó el 18 de junio, cuando los comerciantes tenían una reunión en la Iglesia de la localidad dando seguimiento al proyecto de restauración del templo, en conjunto con miembros del INAH. Durante la sesión de trabajo acometió la delegada en compañía de un grupo de más de 30 personas, ella gritaba que nadie saldría del lugar, a menos que firmaran unos documentos. Por ello, los comerciantes veían factible denunciar a la delegada por privación de la libertad (Siguen conflictos entre autoridades amealcenses y comerciantes, 2019, párrs. 4-7).

Posteriormente, la delegada declaró que lo que sucedió no fue un secuestro, sino que lo que sucedió el día 18 de junio fue que entablaron una plática amigable tanto con el párroco del templo, como con personal del INAH (Niegan secuestro de indígenas en Santiago Mexquititlan, 2019, párr. 1).

Conclusiones

Los datos expuestos muestran que el deterioro de la identidad étnica ñäñho en Santiago Mexquititlan se debe a la configuración de un proceso complejo de interacción de actores sociales externos e internos, los cuales se insertan en la trama histórica que protagonizan los diferentes pueblos originarios de las distintas latitudes del Estado Nación Mexicano. La situación evidencia los intereses de una facción política que, a través del Gobierno Municipal, utiliza figuras locales de representatividad, como son los delegados y delegadas a fin de imponer un sistema de relaciones sociales basadas en la obtención, acumulación y uso discrecional de recursos económicos y políticos, para ello también recurre a las instituciones y formas organizativas autóctonas, ponderando el individualismo y la confrontación de facciones y grupos religiosos y políticos, en este sentido, puede observarse que las confrontaciones o conflictos interculturales en el caso de Santiago Mexquititlán no se definen por la delimitación clara de dos identidades distintas como pudiera ser los pueblos originarios frente a los mestizos, de hecho, los protagonistas de tal situación incluyen también a Ñäñhos de la propia localidad que apoyan las iniciativas de la delegación y por añadidura de la Presidencia Municipal.

Esta reflexión es importante en la medida en que habitualmente se piensa que el deterioro de la identidad étnica de los pueblos originarios es obra e instrumentación exclusiva del Estado Nación o algunos grupos mestizos que pretenden borrar la diversidad cultural, el caso muestra a mayor detalle que los partidos políticos, así como otros grupos religiosos no católicos pueden ser operativizados para menoscabar identidades y culturas como las de los pueblos originarios, y para ello se valen de la población local, de forma que los propios miembros de una comunidad pueden volverse en contra de su propia cultura si esta eventualmente deja de ser significativa, lo cual a su vez, favorece que lógicas basadas en el individualismo, la competitividad, y la acumulación de recursos económicos o políticos debiliten las instituciones y organización comunitarias que conserva formas colectivas de redistribución y participación social.

Esta situación implica un riesgo en aquellas comunidades que aún conservan figuras organizativas que culturalmente se definen por un elenco de acciones sociales y colectivas en donde las instituciones económicas, religiosas, políticas y sociales aún tienen ese carácter cohesionador y brindan un referente identitario a sus integrantes, de manera que el caso anteriormente expuesto muestra como los habitantes de la comunidad protagonizan escenarios de confrontación, desmembramiento y pulverización de la estructura interna comunitaria y su devenir como colectividad,

lo cual pone en riesgo grave el futuro de los pueblos originarios. 48

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