Revista Jael Joyas de Galicia 18

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joyas de galicia

texto: cristóbal ramírez

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albergues, la historia que devoró el tiempo ¿Qué veían los peregrinos en Compostela antes de que la era de la imagen dejase constancia de cada uno de sus pasos? ¿Qué hacían una vez llegados a la ciudad jacobea? Y, en otro plano no menos importante, ¿dónde se alojaban cuando finalizaban, exhaustos, el Camino de Santiago? De los antiguos albergues que utilizaban apenas queda nada en la actualidad. Unas pocas pistas las ofrece el archivo del ilustre y olvidado intelectual coruñés Ángel del Castillo. «Joyas de Galicia» ha tenido acceso a su archivo personal, en el que se guardan imágenes de época, croquis originales y apuntes de su propia mano que ayudan a comprender el fenómeno peregrino hace ya más de un siglo. Hace algo menos de doscientos años llegaba a Santiago George Borrow, conocido por estos lares como don Jorgito el Inglés. Vendía biblias, y la anécdota que siempre sale a relucir al hablar de tan curioso personaje es que estuvo a punto de ser fusilado en Fisterra al ser confundido con don Carlos el Pretendiente, causante de las tres guerras civiles carlistas. Pero esa es otra historia. ¿Dónde se alojó George Borrow? Todo apunta a San Miguel, en una fonda que existía en esa plaza, aunque no lo citara en su popular libro La Biblia en España, traducido nada menos que por el futuro presidente de la Segunda República Manuel Azaña. Porque por entonces al sitio donde se pernoctaba no se le daba importancia: el turismo no había sido «descubierto», y todo lo más en los relatos de viajes se citan o lugares exóticos o bien la casa de un noble o religioso que acogía a otro puntualmente. Con ciertas excepciones, claro está. Pero ¿y los cientos de miles de peregrinos que en la Edad Media llegaban a Santiago desde todos los rincones de la cristiandad a postrarse ante la tumba del Apóstol? Por supuesto, nadie ignora que los Reyes Católicos mandaron levantar esa joya mundial que es el Hostal. Pero ¿y antes? Porque hay crónicas que hablan del paso de hasta un millar de peregrinos

en un día por Roncesvalles, y la enorme mayoría llegaba hasta el fin de la tierra conocida, Jacobsland. La historia hace referencia a los hospitales de peregrinos, los modernos albergues, pero en muy pocas ocasiones se detalla el emplazamiento como para poder asegurar que estaba en tal o cual solar o edificio. Es este un pasado que el tiempo devoró. La documentación que a lo largo de los años atesoró un historiador de tanto relieve —e injustamente en el olvido— como el coruñés Ángel del Castillo (1886-1961), y que ahora se encuentra en manos de un particular, esconde sorpresas. Como la carpetilla referente a los hospitales de peregrinos que fue censando y, así, trayendo de nuevo a la vida. La idea es vagar por el Santiago de hoy y dejarse llevar por la imaginación, empezando el recorrido en la iglesia de Nosa Señora da Angustia. O sea, fuera de murallas. Allí el arzobispo Juan de Sanclemente —sí, el mismo que escondió el cuerpo del Apóstol temeroso de que el pirata Drake llegase vía Coruña a destruirlo, puro siglo XVI— dotó tres casas para pobres y peregrinos que padeciesen algún mal contagioso. Sin duda se pensaba tanto en la lepra (que entonces el mundo estaba convencido de que se contagiaba por la mera cercanía con un enfermo) como en alguna peste. El construir algo así fuera de

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