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Escritores olvidados

Llevados por la curiosidad nos sorprendimos en el Taller de Literatura leyendo viejos textos de nuestra literatura. Textos olvidados que hablan de asuntos olvidados. Textos de nuestra épica. Y no precisamente la de Mío Cid. Nos referimos a los textos de la colonización de América. Concretamente un texto prácticamente desconocido: Las Elegías de los Ilustres Varones de Indias de Juan de Castellanos. Juan de Castellanos nace en Alanís, serranía andaluza en la provincia de Sevilla frontera con Extremadura, en marzo de 1.522. Es hombre de algunas letras. Aprende preceptiva y oratoria, además de latín, antes de pasar a Indias en 1.540. Y allí le encontramos, en los primeros momentos del asentamiento español en el Caribe. Su rastro lo podemos seguir desde las islas del Caribe primero, hasta la masa continental después. Llega a Puerto Rico (Boriquén). En 1.541 está en Cubagua. Con Ortal y Sedeño combate en Maracapana. Y los años de 1542 y 1.543 le sorprenden en Isla Margarita. De las islas al continente: Cabo de la Vela, Coro, Cartagena. En esta última oficia su primera misa: el soldado se hace religioso. En 1.568 le encontramos como beneficiado de la catedral de Tunja, en el Nuevo Reino de Granada, fundada en 1539 por el malagueño Gonzalo Suárez Rendón. Antes ha debido acreditar condición de cristiano viejo y limpieza de sangre. Y en el altiplano andino se enfrenta a la tarea de recordar, de desandar lo andado a través del recuerdo. Cuando esto no es suficiente, recurre al testimonio de aquellos vecinos que compartieron con él la brega de tanta andanza conquistadora. Surgen así, en enorme retablo ante nuestros ojos, el Descubrimiento y la colonización de la Española, Cuba, Puerto Rico, Trinidad, Isla Margarita y Cubagua; los sucesos de Venezuela y Santa Marta; la historia de Cartagena, Popayán, Antioquia y Chocó. Inmensa crónica rimada que apenas si alcanzamos a leer con enorme dificultad. Fatiga tanto acontecimiento vertido en el molde poco apropiado de la octava real. Llegamos a contar hasta 9.595 octavas reales, a las que habría que añadir varios miles más de versos sueltos. Lo cierto es que Juan de Castellanos escribió primero su obra en prosa, pero deseoso de emular la obra de Ercilla, vertió todo el caudal en interminables estrofas. El resultado es un retablo de cuadros y episodios yuxtapuestos a la manera medieval, “en cuya narración he consumido noches en cuantidad y alguna vela”, ironiza nuestro autor. Imposible vertebrar la inmensa información en un todo estructurado. Así pasan treinta años de la vida del clérigo-soldado. Diez de ellos fueron dedicados a versificar lo antes escrito en prosa. Juan de Castellanos muere en Tunja el 27 de noviembre de 1.607. Tras él queda el legado de un cáliz y un crucifijo. Y la obra inmensa, plena de información. Tan injustamente olvidada. Cierto que el elemento poético queda anegado la mayoría de las veces en lo prosaico del acontecimiento, que cansan las referencias mitológicas fuera de lugar, que el conjunto de las influencias que rastreamos en su obra no contribuye a formar un estilo propio... Sin embargo, ahí está, noticiero imprescindible para aquél que quiera acceder a la comprensión, no sólo de la historia americana de España, sino del mismo ser español. El episodio de mayor vuelo poético de las Elegías es, sin duda, el que narra el naufragio del Licenciado Zuazo y sus compañeros en una isla caribeña. Todo en él es un sublime canto, pleno de intención simbólica. Abrasados por la sed, preguntan los hombres a la suerte el camino que deben seguir en su búsqueda del agua salvadora: "Con oración que siempre se hacía / Cuatro veces echaron cuatro suertes, / Y en aquellas cayó continuamente / Que fuesen a la parte del oriente". El cuatro, dice Cirlot, "es el símbolo de la tierra, de la espacialidad terrestre, de lo situacional, de los límites externos naturales". A través del simbolismo entablan diálogo con un

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