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El dorado

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La venganza

La venganza

Se desató una fuerte tormenta en medio del Océano, aquellos valerosos marinos luchaban contra viento y marea. Olas gigantes movían y arrastraban la pequeña embarcación de Braulio y sus marineros. Habían salido de un puerto portugués, movidos por las conquistas de los españoles, en busca del preciado oro. La tormenta fue amainando, agotados se agarraban a las maderas que flotaban. El pequeño barco había quedado destrozado, solo sus restos flotaban. Se miraron unos a otros. ¡Hemos salvado la vida! Hicieron una balsa, con las maromas ataron maderas. Les costó mucho, apenas tenían fuerzas.

Recogieron las cubas del agua y las alacenas dónde guardaban los alimentos y algún que otro enser. No sabían dónde se encontraban, habían perdido los mapas de navegación. Iban a la deriva, donde el mar los llevaba y el agua potable y los alimentos escaseaban. El sol era abrasador, los marineros flaqueaban, tenían fiebre, quemaduras. Hacían turnos, unos dormían de noche y otros de día. Apenas hablaban, no tenían fuerzas. ¿Aquellos sueños del dorado? Quedaron atrás. Una mañana vieron volar gaviotas, la emoción se apoderó de ellos; en el horizonte se veía algo. Tierra, tierra gritaron, la marea les fue acercando a la orilla, se bajaron de la balsa y la arrastraron hacía dentro. Se abrazaron y mirando al cielo. ¡Dios mío! Has escuchado nuestras plegarias y rompieron a llorar. Al día siguiente, clavaron una cruz en el suelo y rezaron por los compañeros que quedaron en el camino.

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Rosa María Diego

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