9 minute read

Las bellotas

Samain y Todos los Santos. Los tradicionales fuegos de Todos los Santos (31 de octubre) están asociados a los pueblos célticos que habitaron el fin de la tierra y las islas y promontorios que se internan en el océano Atlántico por el noroeste, en palabras de Frazer, probablemente con vínculos más estrechos en los ciclos pastorales que en los agrícolas, que anuncia la entrada del periodo en el que la vegetación duerme. Es la noche del año nuevo en el ciclo celta, la fiesta de Samain / Samhain o del fuego nuevo, del año nuevo, cuando se encendían fuegos en los alrededores de las aldeas con fines adivinatorios y propiciatorios para la vuelta a casa de los muertos. Es la fiesta emergente en Europa donde regresa después de pasar por Estados Unidos, marcada por las promociones comerciales y culturales. Es la fiesta de Halloween o de Hallowe’en, contracción de una vieja expresión en inglés: all-hallow Even, Víspera del día de Todos los Santos, que hoy empieza a ser común en España, aunque desprovista de antecedentes conocidos y como mera importación lúdica.

El Tizón de Navidad. Otras muchas tradiciones ígneas están asociadas a la festividad de Nochebuena, consustancial con el ciclo solar, cuando los días empiezan a estirarse y muchas plantas empiezan a mover la savia y dan señales de vida. Las hogueras del solsticio de invierno son una de las manifestaciones de los adoradores del fuego como expresión del sol. Junto a ellas se concentraban los habitantes del lugar y bailaban y cantaban a su alrededor con la esperanza de que el calor que aportaba el tronco sagrado, por lo general un roble o, con menos frecuencia, otra especie forestal o frutal, sustituyera a la deidad y propiciara su retorno en el ciclo sin fin de la naturaleza, a la espera del solsticio siguiente en el que nuevos fuegos se prendían a partir de los carbones del año anterior como agradecimiento por las cosechas y para propiciar su abundancia. Para Aimée Antoinette Camus, monógrafa del género Quercus esas prácticas representan el ciclo de fuego nuevo producido a partir del fue-

Advertisement

Un tizón para comérselo

Por evolución, el tizón de Navidad se ha convertido en un pastel, con forma de tronco que se consume en esa fiesta o en los días próximos. La elaboración procura la semejanza con un tronco verdadero por su forma cilíndrica, compuesto de varios anillos alternantes de colores diferentes que reproducen toscamente los anillos de crecimiento de los árboles o van pintados sobre la cara externa del corte. El exterior suele ser de chocolate o de un bizcocho obscuro para dar más realismo y con frecuencia se estría longitudinalmente o se adorna con lascas de chocolate para simular mejor la corteza. Si el pastelero es un verdadero artista incorpora muñones de ramas para un mayor realismo. El Bûche de Noël francés es el más conocido ejemplo de esta forma simplificada y dulce del tronco de Navidad, pero no es el único. Dulce, cubierto de chocolate, simulando el Tizón de Navidad.

Repostero del castillo de la Mota en Medina del Campo ( Valladolid), con alegorías al descubrimiento de América y la participación de los hermanos Pinzón.

los escudos de armas se convierten en hereditarios, como marca de reconocimiento de los linajes familiares. Tras su uso en la Edad Media, los escudos de familia se generalizan en los siglos XIV y XV y se hacen más complejos por los enlaces entre linajes. Viene luego un largo periodo en el que su uso decae paulatinamente para alcanzar su difusión y popularización en los siglos XIX-XX como elemento decorativo o de presunción familiar, tras perder la función inicial. Si durante siglos cada hombre de armas importante elegía su escudo de manera caprichosa, sin vínculos con sus antepasados, cuando las familias comenzaron a repetir el escudo que les había hecho famosas o importantes y los incorporaron al linaje, ya vencida la Edad Media, se asentó la estructura de los escudos, su composición y la transmisión a los sucesores como enseña familiar 286, 341, cuyo estudio constituye la Heráldica. Esta ciencia, como cualquier otra, tiene su propio lenguaje y sus procedimientos normativos, que pueden reducirse a la mínima expresión para entender la descripción de los escudos, mucho más compleja de lo que parece tanto en la estructura física del escudo como en la terminología de esta ciencia 369 .

Forman parte de los mensajes simbólicos animales, plantas, armas, fortificaciones, representaciones de la naturaleza, el sol, la luna o las estrellas, cursos de agua, el mar, instrumentos de trabajo o comercio, motivos religiosos, etc. Siempre bajo el principio de economía, de la simplicidad de transmisión de una idea fácilmente comprensible y traducible: “La imagen simbólica tiene el poder comunicativo de toda imagen… Se trata, del sin duda, más extendido y bello recurso nemotécnico” (234). Entre los animales se repiten los más feroces (leones, lobos, osos, dragones, rapaces y otros) bien como representación de la fiereza del portador del escudo de armas, o animales en actitud sumisa, como seña de que han sido sometidos, significados contradictorios que reflejan la polivalencia de los símbolos 234. Las plantas representadas son muchas, árboles con frecuencia por su significado genérico, aunque también están presentes otras especies, algunas de ellas herbáceas, con base en significados mágicos a lo que ayudó no poco la difusión de la obra de Felipe Aureolo Teophrasto Bombasto de Hohenheim, conocido como Paracelso, que en su obra Botánica oculta vertió su pensamiento místico que veía la mano de Dios en toda la Naturaleza. Hay una cierta variedad en la representación de árboles, con un significado acorde con la tradición clásica 252 . Las quercus siempre fueron motivo de representación por su significado entre los poderosos en el mundo civil. Un antiguo y bello ejemplo de la asociación de una familia y las quercus se puede ver en un tapiz de los años finales del siglo XV o de inicios del XVI, si la

Escultura alegórica al príncipe de Viana sobre un tronco de roble (Quercus faginea) en Garinoain (Navarra).

árabe abu-al-qurq, con el significado de País de Alcornoques o de Encinas; dando sostén a la presencia del árbol en el escudo 93: en campo de gules, una encina de plata, englandada en su color natural, acostada por dos estrellas de plata de ocho radios, junto al tronco; al timbre una corona real cerrada. En el norte de España, el escudo heráldico de la comunidad autónoma del País Vasco incluye el de las tres provincias que componen ese territorio, entre ellas el bien conocido de Vizcaya: en campo de plata una cruz de gules cargada sobre un roble al natural, con dos lobos pasantes en palo por delante y por detrás del tronco, de sable y cebados de plata. Bordura de oro con ocho aspas de gules. Por su parte, el escudo oficial de la comunidad de Aragón se basa en alegorías clásicas de los reinos medievales de ese territorio. Es un escudo cuartelado; el primer cuartel de oro con una encina arrancada de sinople, superada de una cruz latina de gules, hace referencia al antiguo reino de Sobrarbe; el segundo, de azur, con una cruz de plata en el cantón diestro, apuntada en la base –como referencia al antiguo emblema de Íñigo Arista–; el tercero una cruz de san Jorge de gules, cantonada en cada ángulo de una cabeza de moro con turbante de sinople; el cuarto, de oro, con cuatro palos de gules, símbolo procedente del antiguo escudo del rey Alfonso II, desde entonces asociados a la corona de Aragón. Al timbre, el escudo porta una corona real abierta. Tiene este escudo su origen en las luchas contra los musulmanes en las faldas pirenaicas como recuerdo de la batalla definitiva, a punto de ser ganada por sus enemigos, cuando apareció una cruz roja sobre una encina, de ahí el nombre de la localidad, sobre – arbe, que dio nuevo brío a los ejércitos cristianos de Garci Ximénez que acabaron por hacerse con la victoria. Esa batalla tuvo lugar en el año 716 y la encina sobremontada por la cruz pasó al escudo de Sobrarbe y de otros reinos pirenaicos, asociada luego a los conocidos como Fueros de Sobrarbe, en los que apenas iniciada la Edad Media ya se declaraba el “predominio de la ley sobre el rey”. La cruz de Sobrarbe tiene su representación más antigua en monedas del primitivo reino de Navarra del siglo X y en monedas aragonesas del siglo XI; sin embargo el Reino de Aragón no la incorporó a su escudo hasta 1499.

En la parte superior del cuadro, hojas del roble de Guernica, con un roble y dos lobos pasantes pintados, en alusión al escudo de Vizcaya. Probablemente de inicios del siglo XIX (Museo Salvador, Instituto Botánico de Barcelona).

Izquierda, escudo de la Comunidad Autónoma de Extremadura, con una encina entre sus motivos alegóricos (C.A. de Extremadura). Derecha, escudo de la C.A. de Aragón (HansenBCN, Wikipedia).

Universalidad del símbolo

En Portugal son decenas los ayuntamientos y las parroquias que incluyen quercus en sus escudos heráldicos, por lo general muy antiguos. La figura del mapa de Portugal, alargada en sentido de los meridianos, corta la frontera entre el mundo eurosiberiano y el mediterráneo, lo que se traduce en una sucesión de símbolos con los robles en la parte norte del país y las encinas y alcornoques en el medio y en el sur. Entre los municipios incorporan quercus los escudos de Almodovar, Grândola y Gaviāo; y entre otras de menor nivel administrativo: Alvito, Monforte, Sāo Bras de Alportel, Landeira, Barrosa, Vendas Novas. Merece la pena entre todas el escudo de esta última, situada al poco de salir de Lisboa camino de España por Badajoz. Localizada ya en tierra de alcornoques, Vendas Novas lleva por escudo un sobreiro arrancado de plata, englandado de sinople, descortezado de gules, entre dos granadas de oro ardientes. Corona mural de plata de cinco torres. Al pie cinta de plata con la leyenda Cidade de Vendas Novas. Bonito escudo que reproduce el árbol esencial de su paisaje y el corcho que se aprovecha de él, pues eso significa la banda de gules, un fragmento cilíndrico del tronco descortezado, con su típica coloración rojiza; otro tanto se representa en el escudo de Odemira. Francia es tierra de simbología quercínea, su grandeza ha estado asociada a la representación simbólica de las quercus y su pasado galo ya abunda en la consideración, la adoración incluso, de los robles. Así no extraña la frecuencia con la que estos árboles aparecen en los escudos de sus villas y ciudades, por lo general con ramas de roble o de roble y laurel entornando el cuerpo del escudo: Noise, Nyons, Toulon, Clermont-Ferrant, Vincennes –en alusión a su famoso bosque–, Viroflay, etc. Los robles no podían faltar en el escudo de la villa de Biarritz, que porta dos ramas de roble englandadas de oro junto a otros elementos, con referencia a las cartas municipales, evocativas de los acuerdos de sus Juntas bajo el árbol sagrado, como en el País Vasco. París es también la capital de las ciudades francesas en lo que a heráldica se refiere si se toma como clave la representación de quercus. El escudo parisino actual es moderno, posterior a la segunda guerra mundial y está cuajado de símbolos en alusión a su historia pasada y reciente. Se compone en campo de gules un barco de plata sobre

This article is from: