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Decaimiento reciente

Nomenclátor del entramado urbano

El curtido de pieles durante los primeros siglos de la Edad Moderna estaba diseminado en el medio rural. Luego, el paso del tiempo fue incorporando aquellas curtidurías y actividades relacionadas con ellas en el marco urbano como recuerdan tantos nombres de vías interiores de muchas ciudades. Unas cuantas calles de Madrid llevan nombres relacionados con las artes del cuero: Curtidores, Ribera de Curtidores, Peleteros, Pellejeros, Guarnicioneros, Coloreros, Sillería, Tintoreros, recuerdo de que en ellas se asentaron especialistas en trabajos relacionados con la preparación del cuero y de sus aplicaciones, agrupados en gremios profesionales. Pelamios es palabra gallega así como pelames es portuguesa, ambas vinculadas etimológicamente con el término latino pellis, con significado de piel, en alusión a las que se trataban para la confección del cuero. Por su parte, en el entorno galaico-portugués quedan topónimos urbanos relacionados con el curtido del cuero. En Galicia principalmente en el golfo Ártabro, más en las áreas Santiago de CompostelaNoya y Orense-Allariz. En esas localidades existen topónimos urbanos con nombres que recuerdan las actividades que se realizaban en ellos: Pelamio o Pelamios en Betanzos, Culleredo, Xunqueira de Ambía, Santiago de Compostela y Mondoñedo. Por su parte, en Portugal quedan vestigios de la actividad a través de nombres como Bairro –, Fonte –, Moinho –, Quinta –, o Regueira dos Pelames.

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eran expertos en la trompa y ello dio origen al nombre que ahora lleva la calle, donde estuvo situada su fábrica para el tratamiento de los cueros. En el siglo XVII comenzó la transformación del curtido de las pieles bajo el impulso de los borbones franceses, en el marco de un proceso de modernización técnica. En Francia, Jean Baptiste Colbert, ministro Luis XIV, fue el primero que propugnó la transformación de la industria de curtidos promoviendo su estudio y sistematización y por su encargo se escribió en 1708 un trabajo titulado La tannerie et la préparation des cuirs [La tenería y la preparación de los cueros], que supuso la sustitución de la tradición oral en este campo de la técnica mediante la escritura. Ya en el siglo XVIII la industria del cuero experimentó un enorme desarrollo debido a la creciente demanda y a la disponibilidad de pieles, basada en la cabaña ovina española, con un censo superior a los 11 millones de cabezas a finales del siglo, cantidad muy insuficiente para las necesidades del país y era necesario complementarla con importaciones de América, sobre todo de Argentina. Con el salto tecnológico y el crecimiento de la demanda se llegó a solicitar el uso de casca de troncos y ramas destinadas a otros fines. La pugna por el acopio de casca y la presión sobre el recurso alcanzó proporciones tan serias que Carlos III trató de atajar el problema, mediante la Real Orden de 1785, con normas orientadas al aprovechamiento en Galicia de las cortezas procedentes de las maderas destinadas a los astilleros y para leña. La situación era crítica, pues el descortezado suponía la muerte del tronco o de la rama productora, cuando no se recurría a la tala del árbol y el aprovechamiento de toda la corteza del árbol, con nefastas consecuencias para la conservación de los bosques. El problema llegó a ser tan grave que, en el año 1800, el ayuntamiento de Santiago de Compostela envió órdenes a las juntas jurisdiccionales de su entorno “…para que bajo la pena de 100 ducados [...] no permitan se derramen en sus términos robles algunos con pretexto de aprovechar su casca” 126. Aun así el acceso al recurso no estaba garantizado en absoluto, de manera que muchos propietarios de

el nombre HMS San Juan en labores de pontón y recepción de autoridades. Años más tarde, en 1816, el barco fue vendido para desguace y fondeado en Cádiz, allí “la rapiña y el abandono hicieron el resto, y sus trozos como deshecho rompecabezas calentaron las lumbres de más de un hogar. Nuestro ‘Carballo’ acabó aliviando las noches frías después de tantos años de aventuras” 20. Destino bien distinto tuvo el barco en el que perdió la vida el almirante Nelson. El Victory volvió a Inglaterra, donde fue honrado por los ciudadanos de entonces y de siglos posteriores. Hoy el gran navío sigue fondeado en el puerto de Portsmouth, como parte admirable de la historia que se puede aprender en esa pieza museística, a la que acceden cientos de miles de visitantes anuales. Del San Juan existe una reproducción en el Museo Naval de Madrid y la que se ha considerado su imagen, firmada por el cartógrafo y dibujante Alejo Berlinguero de la Marca y Gallego, ha sido motivo de un sello de correos españoles, en 1995.

Representación del San Juan Nepomuceno, con insignia de brigadier, en un sello de correos, de 1995 (Imagen cedida por Correos, España).

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