18
De canoas, vientos y naufragios
El viento además de ser un fenómeno estrechamente relacionado con la lluvia, el lago y las tormentas, también se vinculaba con ciertos animales. Gabriel Espinosa, en su obra El embrujo del lago, menciona que había una estrecha relación entre el viento, ciertas aves y la actividad de caza que practicaban los canoeros del lago de México en el siglo XVI. El lazo entre el cazador de aves que se aventuraba en el agua, con las aves que acechaba, trascendía la necesidad humana de alimentación. Cazadores y pescadores andaban en busca de algo que confirmara su éxito en el oficio que habían elegido. Algunas de las aves portaban en su interior una piedrecilla que al encontrarse le indicaba al pescador la buena suerte que tendría en su quehacer. Estas aves podrían considerarse, como atinadamente menciona Gabriel Espinosa, “aliadas del viento”. Al verse en el peligro de ser cazadas, tenían en común que aleteaban en conjunto o en solitario, como si con este movimiento llamaran al numen, de tal forma que provocaban un fuerte oleaje y, como consecuencia, el naufragio de los infortunados navegantes, con lo cual el ave tenía la posibilidad de escapar. No se percibe aquí una relación en la que el viento, como fenómeno natural, determine el quehacer o la suerte de las aves, sino todo lo contrario. Las aves tenían la capacidad de utilizarlo a su favor para evitar un destino funesto en manos de los cazadores acuáticos. De entre todas estas aves, vale la pena retomar lo que fray Bernardino de Sahagún recabó sobre el atotolin en el libro XI de la Historia general: “Hay una ave en esta tierra que se llama atotolin, que quiere decir gallina del agua, la cual dicen que es el rey de todas las aves del agua […] dicen que es corazón del agua, porque anda en el medio del agua siempre y raramente parece; sume las canoas en el agua con la gente; dicen que da voces, llama al viento y entonces viene el viento recio y sume las canoas, esto hace cuando la quieren tomar […] Cuando las van a cazar comienzan a graznar las aves del agua, y pónense en bandas y sacuden las alas, y los peces salen arriba, y entonces los cazadores no se pueden escapar; aunque quieren remar, no pueden; muérensele los brazos y súmense debajo del agua; y ahóganse”. Es interesante que varias aves comen piedras a propósito, las cuales sirven para triturar el alimento en la molleja, estas se conocen como gastrolitos y podrían ser aquellas que le fueron mencionadas al fraile franciscano. Otro aspecto de la relación entre el clima y las aves tiene que ver con la lectura que los pescadores y canoeros de la laguna de México hacían de los comportamientos de ciertas especies para
Mariana Favila Vázquez
19
predecir próximas tormentas, con lo que reducían los riesgos de una navegación peligrosa. Sahagún menciona la existencia de un ave llamada atapalcatl, un pato que “cuando quiere llover un día antes, y toda la noche, hace ruido en el agua batiendo el agua con las alas”, a lo cual “los pescadores del agua en esto entienden que va a llover”. La predicción de la proximidad de la lluvia, que oscurecía la posibilidad de adentrarse en el lago, es uno de tantos resultados de estas relaciones entre humanos y su entorno, que además nos permite inferir que los ciclos estacionales de lluvia y secas incidieron directamente en la actividad de navegación. Hoy en día, en diversas regiones de México donde se practica la pesca artesanal, los hombres que se aventuran al mar saben que las temporadas de pesca están sujetas a los ciclos anuales de lluvias y secas, y de reproducción de peces, aves y otros animales. Tal es el caso de la región de Los Tuxtlas, Veracruz, donde se crea un circuito acuático conectado por una infinidad de ríos y arroyos que incluye a la laguna de Catemaco, la laguna costera de Sontecomapan y a la costa del Golfo. En estos cuerpos de agua, que rodean a los volcanes de San Martín Tuxtla y Santa Marta, los pescadores indígenas y mestizos de la región siguen un complejo calendario anual de pesca. Específicamente en las localidades de Zapotitlán, Arrecifes, Xochiapan, Peña Hermosa y Tecuanapan, los pescadores saben que es en la época de la cuaresma, entre febrero y abril, cuando la pesca es mejor y se logra conseguir pámpano, sierra y robalo, sobre todo si hay luna llena. Incluso, si el pescador se aventura a la hondura, en lo más profundo, podrá pescar tiburón. Eugenio Hernández, de 57 años y su hijo, Esteban Hernández de 37 años, de la localidad de Arrecifes, añaden que de