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El escapado es el enemigo. Del miedo al repudio
EL ESCAPADO ES EL ENEMIGO. DEL MIEDO AL REPUDIO
Hot Sur y Plegarias Nocturnas, indagan el impacto psicosocial del éxodo del colombiano a países del “primer mundo” por motivos económicos, sociales y políticos. Juana Manrique, personaje cardinal de Plegarias nocturnas, huye a Japón para resguardar su vida de la barbarie política del país. Mientras que María Paz, protagonista de Hot Sur, emigra a Estados Unidos con la intención de reunirse con su madre y ampliar el horizonte de oportunidades laborales98. Con estas heroínas se entra de lleno a escenarios donde la precariedad, la intimidación y la “animalización del otro” data las circunstancias degradantes de quienes son valorados desde un marco de asco político; de aquellos que no son reconocidos como persona en la esfera sociocultural de países “modelo” de desarrollo humano, calidad de vida y democracia vigorosa. A partir de la proyección del miedo sobre el sujeto inmigrante, los escritores interrogan los modos como los estados emocionales impactan directamente en la estructuración de una nación y el sostenimiento de una cultura política. La red de sucesos y relaciones entre los personajes exterioriza la manera como las emociones públicas se redirigen y cultivan hacia la conservación de los valores de la sociedad y se vuelven mecanismo fundamental en la deliberación de las conductas individuales y colectivas. Recuérdese que, desde la óptica de Nussbaum ([2013] 2014), “los principios políticos, tanto los buenos como los malos, precisan para su materialización y su supervivencia de un apoyo emocional que les procure estabilidad a lo largo del tiempo” (15). De esta manera, la formulación literaria de los sentimientos colectivos ilumina no solo el panorama de normas y paradigmas sobre el que se afirma el comportamiento social, sino, y, lo que es más importante, posibilita la evaluación de las coordenadas políticas que recurren a la manipulación de las emociones, para infundir imaginarios colectivos sobre quién es considerado como “persona” y quién se queda por fuera de ese “estatus”. En el movimiento de los afectos, los novelistas colombianos ingenian un espacio de contestaciones en el que se levanta un faro de miradas capaz de
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98 El desplazamiento ha sido un tema que ha inquietado tanto a Gamboa como a Restrepo. La multitud errante (2001), novela de Restrepo, es alegoría de una comunidad desplazada que va por diferentes lugares del país, refugiándose en albergues de paso. La escritura señala los conflictos íntimos y sociales de quien se ve obligado a caminar sin rumbo fijo, y cómo esta problemática impacta en la configuración de la ciudad colombiana contemporánea. Por su parte, Gamboa y su entrañable novela El síndrome de Ulises (2005), cuenta el desplazamiento hacia países ajenos, la crisis de identidad, la disolución de la esperanza de quien lucha contra una nueva cultura, una nueva lengua, y busca salir de la soledad y el abandono uniéndose a otros inmigrantes, igualmente desamparados. En esta novela los personajes son todos parte de una diáspora de extranjeros en una ciudad cosmopolita –París–, que se asemeja a un monstruo, que los aplasta o los deja al margen. Para profundizar en el tema de la migración en esta novela revísese el artículo de Ana María Costa Toscano (2007).
IMAGINARIOS POLÍTICOS DEL MIEDO EN LANARRATIVA COLOMBIANA RECIENTE
proyectar otras formas de sensibilidad y comprensión de los hombres y mujeres como sujetos sociales. Aunque predeterminados como persona por un esquema de valores, los personajes de los textos en cuestión logran exceder tal esquema para constituir su yo propio, y, a su vez, confrontar el orden gubernativo que fija límites más allá de los cuales siempre queda alguien en condición de excluido. Antes de continuar, consideramos necesario reflexionar brevemente sobre la proyección del miedo como mecanismo para inventar el enemigo. Es necesaria la claridad conceptual de este fenómeno para poder abordar la relación entre asco y miedo que las novelas proponen. El miedo como emoción política puede ser producto de la desviación intencional que figuras y leyes gubernativas hacen del temor y la angustia colectiva, hacia aquellos que por determinados aspectos se consideran sospechosos o fuente de amenaza, rasgos asociados simbólicamente con grupos minoritarios y vulnerables. Esta forma de manipular y proyectar el miedo se desprende de problemáticas concretas del ámbito social, entre ellas, las tensiones de clase, el terrorismo y la inseguridad económica. Así entonces, una vez ubicados los temores del cuerpo social estos se desvían, a través de gestos simbólicos y prácticas explícitas, hacia un destinario que poco o nada tiene que ver con los problemas subyacentes, pero que hace las veces de sustituto (Hobbes, [1651] 2005; Delumeau, [1978] 2002; Robin, [2004] 2009; Nussbaum, [2012] 2013; Ahmed ([2004] 2015). Según Hobbes ([1651] 2005), el miedo va coligado al rechazo radical y hostil hacia aquello que se ve como amenaza; las cosas que pensamos pueden dañarnos producen animosidad y repudio (41-44). En consecuencia, frente a un estado social de temor, una persona que es mostrada como amenazante gira en blanco de sentimientos de odio y aversión. Por esta razón, el miedo manipulado políticamente es productivo en la invención de enemigos que raramente lo son –recuérdese el caso de los judíos durante el nazismo y de las brujas en el periodo de la Inquisición–. Ahora bien, el repudio hacia el otro, desde la óptica del psicoanálisis, es una emoción de carácter visceral, es decir, indicativa de un estímulo corporal que se deriva justamente de la naturaleza de los cuerpos. El rechazo aversivo hacia una persona resguarda la idea de algo contaminante, de “un algo” sucio que se asocia a los residuos y excrecencias corporales. De esta manera, la sensación de asco y rechazo señala a aquello que está por fuera del cuerpo propio y que además puede contaminar. Paradójicamente, como explica Nussbaum ([2001] 2008, [2012] 2013), los residuos corporales mientras permanecen dentro del cuerpo no se perciben como inmundos, pero una vez expulsados producen asco, son ahora elemento nocivo que hay que desechar. En orden entonces a este proceso emocional, frente a los propios residuos corporales, se puede deducir que el punto