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Figuras del odio y el asco

de toque entre la emoción de asco y el miedo político se sitúa precisamente en la idea de expulsión del residuo, porque, una vez fuera, vira en sucio y ajeno, en un elemento extraño y contaminado que amenaza con contaminarnos. Esta derivación del objeto íntimo en sucio, en analogía simbólica, se reproduce en el plano social, esto es, que así como el cuerpo humano contiene elementos que una vez excretados se les reduce a cosa repugnante, el cuerpo sociopolítico de la nación, a causa de sus leyes y normativas, también expele y repudia a muchas de las personas que lo conforman. De hecho, aunque parte de esas personas logran el respaldo jurídico de sus derechos como ciudadanos, el cuerpo nacional sigue considerándolas como “intrusas” y negándolas en su humanidad. El humano “otro”, es el enemigo, alguien que está por fuera de una especie de “traza cultural-genética” del colectivo dominante y se alza como ícono del asco, como excreción que el cuerpo de la nación, políticamente definido, desecha.

FIGURAS DEL ODIO Y EL ASCO

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Hot Sur, de Laura Restrepo, significa el asco como emoción derivada del miedo político, ubicada sobre este fenómeno la novela proyecta el cuerpo de sus personajes como espacio donde se entrecruza el simbolismo de los bordes corporales y sus excrecencias con el sentido de las leyes que definen la organización social contemporánea. Las fronteras del cuerpo: la piel, los orificios y las sustancias que eyectan, emergen como metáfora del desprecio y la repugnancia que los sistemas gubernativos hegemónicos proyectan sobre la comunidad de los “países en desarrollo”: los migrantes, por considerarlos “elemento contaminante” de los valores institucionales. El cuerpo como lugar para la reconquista propia que la novela propone, se relaciona estrechamente con la emergencia de los discursos, políticamente articulados, que definen qué individuos se reconocen como humanos y quiénes se quedan por fuera de ese “rango” y porqué. La anatomía circunscrita a un simbolismo excluyente define el valor del individuo en cuanto persona. Las características físicas: color de piel, talla, rasgos faciales, sexo, etc., se han constituido como indicativo para determinar qué individuo es aceptado o susceptible de rechazo. En contestación entonces a esta realidad, Restrepo inventa personajes que son prácticamente cuerpos emocionales. La escritura codifica las fronteras del cuerpo de su protagonista como especie de lugar indeterminado, reubicándola como individuo con “categoría de persona” y con una historia y sello social propio.

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Los sucesos en Hot Sur se desencadenan cuando María Paz es encarcelada por asesinato. En torno a este personaje se estructura un discurso que denuncia las condiciones discriminatorias, violentas y de acoso político que viven los inmigrantes colombianos –y seguro que de otras nacionalidades– en Estados Unidos. En este contexto, el cuerpo es convertido en blanco de violencia por quien se arroga el derecho de ejercer la ley y con ello normativizar al otro. María Paz, por ejemplo, imputada por el FBI de delincuente peligrosa –sin haber cometido crimen–, recibe una paliza brutal por parte de los agentes. Esta agresión le provoca a la heroína un aborto (Restrepo, 2013: 253-56). A través de este suceso violento la novela cuestiona el discurso encubridor que pretende justificar el ultraje como necesario y preventivo. Tildada por el gobierno de criminal, la paliza a María Paz se justifica como acto necesario para la seguridad colectiva. Una situación que pasa de injusta a grotesca cuando, en el transcurso del relato, conocemos que la reclusión de la heroína ha sido estratagema para desviar la atención de los organismos periodísticos y judiciales frente a la corrupción del Departamento de Justicia Norteamericano: en efecto, el grupo de agentes que golpean a la protagonista y la encarcelan son traficantes de armas, y han asesinado a Greg: expolicía, también traficante, y esposo de María Paz. La heroína, al final, es quien termina señalada por su condición de migrante y abandonada en la cárcel con una hemorragia crónica vaginal. Aquí, el cuerpo se representa como imagen de lo atroz, metáfora del asco político y acusación explícita de la invisibilización de lo humano. Dice María Paz:

Según todo indica, deshacerme en sangre es un hecho que se va cumpliendo […] Es como si me hubieran quitado un tapón y por ahí me fuera vaciando. Como si al no poder salir de estos muros, hubiera decidido salirme de mí misma […] He tratado de impedir la hemorragia […] con compresas, drogas, brujerías, yoga […] Empecé con este drama recién llegada a Manninpox […] Mi piel ya no es mía, yo me quedé sin piel, yo soy una que anda en carne viva (Restrepo, 2013: 180, 253).

De esta confesión llama la atención el borramiento99 que la narradora hace de sí misma al subsumir su existencia a un residuo sangrante, a una sustancia abyecta. Es un pasaje que apunta directamente a los orificios corporales, como

99 Extrapolamos este término del campo de la medicina. El borramiento es la desaparición gradual del cuello uterino durante el proceso de parto para dar paso al bebé. Lo tenemos en cuenta porque si “el borramiento” hace alusión a la desaparición de una entidad anatómica, sin dejar de ser parte del cuerpo, puede, en analogía simbólica, equipararse con la invisibilización del sujeto en el organismo social.

“puntos de referencia que cortan y constituyen el cuerpo” (Kristeva, [1980] 2004: 74). Toda materia expelida a través de ellos se considera marginal, con un potencial simbólico de contaminación, siendo la sangre una de las excreciones que causa mayor repulsa: “en la sangre está la plaga [afirma María Paz] todo se tolera menos la sangre, que marca el límite del aguante [...] una sola gota es suficiente para el contagio, una sola (Restrepo, 2013: 190). La sangre, en efecto, y especialmente la vaginal, es sustancia desagradable que causa repugnancia por estar asociada con lo sucio; ella siempre motiva asco porque el imaginario cultural la relaciona con las “cosas manchadas o impuras”. En el pasaje citado se carga de mayor resonancia semántica por tratarse de un aborto, una particularidad en la que rastreamos el simbolismo aciago de la sangre que no llega a convertirse en persona, de “aquello” que se expulsa hacia el exterior del linde humano. Mary Douglas ([1966] 2007), retomando a Levy-Bruhl, sostiene que en algunas culturas la sangre menstrual y el aborto se consideran como una especie de ser humano manqué, de alguien que falta, es decir, que si la sangre no hubiese fluido se habría convertido en persona. El sangrado vaginal, por ciclo menstrual o aborto, “posee el rango imposible de una persona muerta que nunca ha vivido” (Douglas, [1966] 2007: 115). Atendiendo a esta creencia, es inevitable comparar el significado del sujeto manqué con la impresión de borramiento del yo que acosa a la heroína de Restrepo, es como si al “deshacerse en sangre” ella quedara del lado de esas personas muertas que nunca han vivido. El desecho sanguinolento, alegóricamente, convierte a María Paz en un ser humano manqué, en una vida humana excluida de la “categoría de persona”, de aquel que, aunque vivo, está muerto.

De manera significativa, el simbolismo de la hemorragia del personaje se establece como punto de tangencia en el cual el concepto de no-persona se cruza con el de asco político. Cuando la heroína se compara con la sangre del aborto alegoriza su condición de inmigrante, de ser vil expelido por el sistema sociopolítico norteamericano. La narración, de esa forma, configura su protagonista como nopersona, como cosa abyecta o “el otro” que desencadena el asco, que se percibe, entonces, como el enemigo. Los imaginarios y conductas segregacionistas provienen de la jerarquización del sujeto, pues aunque todos somos humanos la “categoría de persona”100 parece no abarcarnos en totalidad. Sin duda, las

100 Roberto Esposito (2011) presenta un estudio sobre el recorrido genealógico del concepto de persona. Teniendo en cuenta razones de orden jurídico y religioso, el filósofo explica por qué algunos seres humanos son considerados como personas: plenas en derechos civiles, mientras que a otros se les deja del lado de las nopersonas. Una distribución desigual que determina la vida de los hombres y las mujeres bajo la red de sujeción y dominio de los estados políticos “más poderosos”.

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condiciones jerárquicas de lo humano reducen lo ontológico y el valor de la vida misma a lo meramente político, no por el hecho de ser humano se está protegido bajo el estatus de persona. Sobre ese complejo orden de lo social, Esposito ([2007] 2011) aclara que “si la categoría de persona coincidiese con la de ser humano, no habría necesidad de ella” (22). En una sociedad donde prima la facultad de incluir por medio de la exclusión, siempre existirán hombres y mujeres que no sean consideradas del todo como personas, pues “la categoría de quienes gozan de determinado derecho es definida solo por contraste con quienes, al no ingresar en ella, resultan excluidos” (22), sujetos manqué. La novela de Restrepo, leída desde este razonamiento, demuestra que aunque el cuerpo social norteamericano está conformado por seres humanos: “nativos” e “inmigrantes”, estos últimos son negados en su humanidad. Simbólica y materialmente, en esa sociedad, hay vidas humanas que son reducidas a cosa, a algo que provoca repulsa y, por tanto, no entran en la esfera política de persona, y mucho menos en el horizonte valorativo de sujetos con libertad de pensamiento y acción. La manifestación discursiva y estética de Hot Sur sobre la proyección del asco, surge de la tensión entre “los de arriba” y “los de abajo”, “los del norte” y “los de sur”, “los limpios” y “los sucios”. Una organización vertical de la sociedad que se reproduce en todos los escenarios sociales de la realidad ficcional: hogar, hospital, cárcel, empresa, etc., donde lo nauseabundo y lo abyecto se asocia siempre con las personas de la periferia, con los negros, los latinos y todo tipo de forastero que no reúna las características culturales y físicas “del civilizado norteamericano” (Restrepo, 2013: 124):

No había defensa posible, a la civilización occidental se le estaba viniendo encima todo el Sur, el explosivo y atrasado Sur, el desmadrado y temible Sur, con sus miles de odiadores de gringos que venían subiendo en horda […] avanzaba por Panamá, atravesaba Nicaragua, se dejaba venir como tsunami por Guatemala y México y era incontenible cuando se colaba por los huecos de la vulnerable frontera americana. Los del Norte ya tenían encima a la marea negra del Sur, la tenían adentro. (Restrepo, 2013: 124).

Desde el lente del psicoanálisis, el desprecio hacia el otro que nos parece diferente es un comportamiento que se aprende desde la niñez: el reconocimiento de nuestro cuerpo como organismo productor de “sustancias viles”, implica la

confesión de sabernos corruptibles y viscosos, factor que nos confronta de modo ambiguo con nuestro propio yo. Esta situación lleva al sujeto a reaccionar de forma evasiva proyectando lo inmundo propio, el asco de sí mismo, hacia afuera, “de tal manera que en realidad no sea uno mismo el que suscite asco, sino otro grupo humano que, en su [supuesta] villanía y perversión, es una fuente de contagio que hay que mantener a raya” (Nussbaum, ([2001] 2008: 239). Para la relación intercultural y social que Hot Sur escenifica esta perspectiva del psicoanálisis resulta válida, siempre y cuando se complemente con la idea de que ese comportamiento primario de la proyección del asco se manipula y fortalece para alimentar las normas y paradigmas excluyentes. La negación absoluta del otro, por suponerlo un elemento contaminante, es sobre todo un comportamiento racional, heredado y aprendido. El último pasaje citado de la novela de Restrepo resulta interesante por el efecto de invasión que insinúa, por la sugerencia de que algo problemático está irrumpiendo en el cuerpo social norteamericano. Hay, en esa forma de narrar y describir a los migrantes, la sugerencia de la corrupción del cuerpo propio a razón de la ingestión de una sustancia contaminada. El narrador –un hombre “blanco” norteamericano, jubilado y de estrato social medio alto– tiene miedo de que la “marea negra del Sur”, de “pésimo acento y sonrisa taimada” (Restrepo 2013: 125), rasgue el equilibrio del sistema democrático norteamericano y abuse de los bienes. La repulsión del narrador asocia la comunidad latina con una especie de virus o cosa contaminante, que penetra el organismo social infectándolo. La forma como la escritura de Restrepo muestra a la comunidad latina ingresando a territorio norteamericano evoca un comportamiento animal, un efecto de invasión: “se le estaba viniendo encima […] venían subiendo en horda […] se dejaba venir como tsunami […] era incontenible cuando se colaba por los huecos […] ya [la] tenían encima […] la tenían adentro” (Restrepo 2013: 124). “Los del Sur”, así representados, traspasan la frontera como especie de alimaña microbiana dispuesta a inocular el corazón de la nación estadunidense. El esquema de valores que niega con fastidio al otro, excluyéndolo de la esfera de persona, empareja lo humano con la naturaleza del animal. El sujeto migrante como imagen de contaminación y motivo de asco simboliza un rechazo al contagio, que responde en gran medida al deseo de ser “no animal”. Investigaciones de corte psicológico cognitivo han puesto de manifiesto, que las ideas que motivan el asco se desprenden del interés por custodiar los límites entre el ser humano y los animales o por refrenar la animalidad propia. Por ejemplo, toda secreción corporal, considerada como sucia, se asocia con lo animal, con lo que tenemos de común

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