DESPIXELADES Recital Virtual de Relato Breve y Poesía 18 de julio de 2020 La Calabaza Productora Cultural https://www.facebook.com/LaCalabaza.ProductoraCultural/ https://www.instagram.com/calabazacultural/ Queda permitida la reproducción parcial o total de este libro citando a “La Calabaza - Productora Cultural” y a lxs autorxs de los relatos. Arte y diseño de tapa: LCD / La Calabaza Diseño Libro digital
Recital Virtual de Relato Breve y PoesĂa 18 de julio de 2020 https://www.facebook.com/ LaCalabaza.ProductoraCultural/ videos/721950438376795/
Integrantes del Taller de Escritura La Calabaza 2020 e invitadxs
COPAR EL CIELO DIGITAL
¿C
omo sensibilizar la distancia? ¿Qué gestos solidarios crear desde esta proxemia corporal donde todos los dias se nos dibuja el recuerdo de un abrazo? ¿Qué alianzas vitales se pueden tramar en el ultramundo? ¿Como componer con las fuerzas silvestres, con las presencias, con los ruidos, los haces de luz, las intensidades que en ellos habitan? ¿Es posible el juego entre cuerpo, deseo y pantalla? No queríamos esto como modo de encontrarnos. Preferimos el peso de las miradas. El tufo de la muchedumbre. El mate compartido. El pogo. El murmullo de lo que se amucha y trama. Nos gusta que la memoria de los aplausos quede latiendo en las paredes. Pero ahora nos tocó chapucear en estos ríos y meter las patas en estas fuentes. El mundo que era se interrupió.Y una parte de lo que éramos en ese mundo estalló en mil pedazos. Y aca vamos: ensayando otras formas de estar siendo juntxs. La pelea por los sentidos que organizan el mundo no viene “cuando todo esto se termine”. Ahora es cuando y en cada gesto presente se juega un posible para el futuro. El deseo insiste. La existencia insiste. Insistencia por existir. Como un capricho singular y colectivo. Una terquedad que nos convoca a no quedarnos quietos. Una necedad que parió con nosotras. El deseo nos quema las pestañas. Aprendimos a diferenciar el humo del fuego. Distinguir lo que quema de lo que intoxica. Somos resistencias, insistencias, reexistencias. Intermitencias. Fuerzas que se buscan y se encuentran en el silbido de una noche anonima.
Vamos entonces a tomar por asalto este cielo digital, coparlo de miradas pixeladas, de voces entrecortadas, de palabras, de interferencias, de conexiones, de hiperlinks que nos lleven a todas partes y a ninguna a la vez. Vaguitos y vaguitas danzando por la nube cibernetica. Dejar el rostro y dejar el rastro. Mezclar los mundos hasta no saber cuál es cuál.Traficar andares y saberes de un lado a otro. No es aquí o allá, es aquí y allá, conjunción, por el borde y en todos lados a la vez. Geder la pantalla. Habitarla. Cuidarnos mucho, no con sesgo vigilante sino con vocación de amor deambulante. Poner la vida por encima y por fuera de la maquinaria represiva y maximizadora de ganancia que se alimenta de cuerpos. Bancar la parada. Plantar girasoles en las grietas de lo putrefacto. Un fragmento de voz (de vos) le da forma a lo que estoy siendo ahora. Lo siento, lo huelo, lo escucho, lo encuentro. Me encuentro. Traigo a la memoria un roce, un aroma. Lleno el aire de particulas vivas y me siento aliada de todo lo que nace. Tenemos vocación de hacedores y ansias de agitar la vida. Ahí vamos. La Calabaza - Productora Cultural
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(...) Asusta ver a quien uno ama penetrando en su interior, enfrentándose con sus temores, con el temor a fracasar, a morir, a enloquecer. Hay que fracasar un poco, morir un poco, enloquecer un poco, para llegar al otro lado. Eleanor Coppola en el documental “Hearth of darkness”
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Clic sobre la línea para ir a la página. Luego: clic en para volver al índice POESÍAS Monstruos y cosas de niños En Santa Elena Barro / Redes de tratar Hay un esplendor Caramelos Me quiero conectar
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Virginia Leyva Gala Amarilla Milagros Abril Alberich Luján Travela Augusto Campos Daniela Ramírez
RELATOS BREVES Nostalgias de la China Madre Isla Margarita Almarys Art Nouveau Salí de casa La última lágrima Paréntesis El taller de la memoria Los silencios El eterno del alma La cofradía del TEG
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Mariana Viñas Esther Alonso Claudio Szapiel Federico Campos Pablo Petix Ayelén Rodríguez Emanuel Macedo Ayelén Herrera María Sol Egisti Staniscia Miguel Angel Luna Yanina Bustos Horacio Fdez.
NARRACIONES Kozmic Blues (Horacio Fiebelkorn) 65 Espiral (Enrique Anderson Imbert) 67
Leído por Eugenia Lenardon Leído por Rosalía Morel
MÚSICA Entre el viento
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Juan Saucedo (voz y guitarra)
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POESÍAS
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VIRGINIA
Poeta y narradora de Jalisco, México. Licenciada en Letras
LEYVA Hispánicas. Publicaciones : “Los ojos no bastan para discernir la negrura”, “Gente cretina” y “Lingüística para caídos”.
MONSTRUOS Y COSAS DE NIÑOS De noche no hay taconeo que disimule los gritos; aúllan los perros mestizos, chillan los niños abandonados miedosos de las sombras que les lanzan mordidas. De noche no hay colores que encandilen a los monstruos ni olor de almuerzo instantáneo que sosiegue el atracón de nombres que nadie aprenderá a escribir.
Los monstruos de Los Cobijados se simulan en el armario, debajo de la cama, tienen rostros y ojos y antenas pluriformes que a veces amenazan pero jamás lastiman.
Y Los Solos, con pijamas de noticias resabidas y rotas saltan entre cacharros del mundo diurno, reptando en puntillas para no activar el radar de los espantos, los que nada más tienen dos brazos, sin antenas, dos ojos... los que sujetan y quiebran, — 13 —
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los que amoratan la lágrima y le niegan el significado, los que empujan la miseria y atrancan la queja para que no salga íntegra para que nadie la comprenda.
Los Solos son tan pequeños que jamás aparecen si llegan a extraviarse. Se mencionan por centenas en los distantes discursos, se hacen más y más chicos conforme pasan los años, decrecen en sus escondrijos donde nadie los encuentra, además de los sustos.
La noche no tiene frazadas para los niños desnudos; no tiene nanas para endulzar el carraspeo de un monstruo tras la nuca. No hay sorbo de leche tibia para el labio reventado, la boca sangra, muda para quejarse, porque Los Solos están solos y los monstruos no existen.
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GALA
Vive en Berazategui, y es asociada de El Maizal -
AMARILLA Cooperativa de Comunicación. Profesora de Italiano y casi Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires.
EN SANTA ELENA En Santa Elena, hermano, te persiguió una bandada de teros sucedió un enero y fue lo más emocionante de las vacaciones corrimos a través del pasto alto y nos vio pasar Margarita la vaca sentada y el viejo Tito con sus gallinas ladronas y no le dijimos a nadie, nada más corrimos mucho y gritamos con el corazón alucinado. Vos te sacaste la remera y la agitaste en el viento nos defendimos con eso hasta quedar bocarriba viendo morir en el cielo a nuestra real enemiga la siesta. Cayó la tarde, hermano, en Santa Elena y descubrimos que la infancia feliz es lo contrario a un lugar seguro; es un campo abierto donde los pájaros atacan para que icemos bandera. — 15 —
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MILAGROS
Nómade audiovisual, interactiva y autogestiva.
ALBERICH Escritora de recuerdos que le dan una razón para aprender de cada situación.
BARRO La luz, se reflejaba en sus ojos al mirar por la ventana, mientras que su corazón cual pájaro cantor, temblaba. Desde la parte más alta del monte, su casa de barro, palo y agua, despampanante. Sus manos dejaron la huella, de cuerpos que entregan su bonita vida, a rearmarse, volviendo a la raíz, para así amarse. Perdida llevo la cuenta, de cada sonrisa mañanera perdida, entre humo y mate, volando al volver a sentirse, sentirse despampanante.
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REDES DE TRATAR En las noches que abunda la ansiedad; dónde la injusticia carga en los ojos, un dolor por las que no están. En las noches, que se hacen mañanas eternas que no quieren despertar; donde la luz es el único aliado, (y tampoco de este puedo de confiar). Los sentidos se agudizan (y demasiado) modificando una realidad que es similar a la que ha del soñar; Y el subconsciente, ya agotado, me pide tregua, me pide despertar. Porque es mejor que duela y estar luchando. Es mejor que duela, porque al fin y al cabo, tenemos la suerte, de hoy, aún andar.
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LUJÁN
Berazateguense de 23 años, poeta hace un poco menos.
TRAVELA Feminista siempre en construcción. Es (casi) profe en Letras y de tanto en tanto da talleres de Lectura. https://www.instagram.com/luj.enelcielo/
HAY UN ESPLENDOR I Hay un esplendor en el silencio quieto de la noche en la prontitud de las hojas la sustancia de la sombra vegetal la naturaleza extendida las hondas raíces de la luna en la que se sumergen mis formas. II No se trata de seguir una línea pulsarla como si llegara al corazón no es que haya caminos rectos ascendentes ni ejes ni caídas es el temblor que toca y quiebra y sangra y late desde mis uñas hasta las estrellas y en el medio este nudo impredecible azaroso la fibra viva entre vos y yo. — 19 —
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III El cielo resplandece como si quisiera tocarse un océano si tuviera alas si un pájaro ahora mismo me incendiara por azar y en este instante íntimo y mío y quieto la encuentro me encuentra me apacigua una certeza sin nombre que crece insiste enardecida en dirección al sol a veces el cielo se parece al mar de tanto mirarlo alcanzo una altura en la que algo del encierro se vuelve ilusorio.
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AUGUSTO
Sociologo, escritor y músico
CAMPOS del Conurbano.
Aliado de lo que crece y brinda vida.
https://www.instagram.com/tuti_almaombu/
CARAMELOS Ayer Oli paso por casa (veloz, fugaz, vital) con dos caramelos en la mano y con la intesidad de un rayo me dijo: —Tío, tomá, uno es para vos. Llegué a sonreír y agradecerle el gesto antes de verla irse como vino (veloz fugaz vital) y alcancé a escuchar la conversación con su papá: —¿Le regalaste un caramelo al tio? —Si, para que no se olvide. ¿De que será que no me tengo que olvidar? Tal vez de que la vida es simplemente eso: un regalo con forma de caramelo que baila entre sus manitos de futuro.
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DANIELA
Futura docente de comunicación social,
RAMÍREZ peronista, feminista
y poeta conurbana escondida. https://www.instagram.com/es.daniela.ramirez/
ME QUIERO CONECTAR 1 Me quiero conectar con todo: sentir la totalidad y que duela o ría, que sea lo que mis piernas me permitan soportar. Crece un lunar sobre mi piel por cada muerte de idea o por imaginarla. Estoy acostumbrada y lista, casi entrenada para sentirlo todo y de una sola vez. Un maremoto de inmensidad que ensanche mi piel y me saque estrías y lunares y lugares: surcos, recovecos, puntos que me recuerden cuándo lo viví todo, al mismo tiempo: la grandeza y el fracaso, — 23 —
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en un mismo momento. Un edificio estallado, una rama caída sobre las ruinas de una construcción, ser el olor a pastón fresco así como el olor a flores de azahar y rosas. Voy a complejizar mis sentidos para no hacer divisible nada. Me como una naranja, cielo, metal y siento en mis piernas algodón, pétalo, arroz. Y a vos, te introduzco, como si fueras todxs tus antepasadxs: voy a dejar que todo tu linaje lama mis heridas y filos de rejas, para después parir —suavemente— al maullido de invierno y que en papel todo esté escrito 2 ¡Que grandes se mostraron las puertas! —habitaciones con ventanas pequeñas— para vernos encerradas, con lo que pudimos construir. La urgencia canta dulcemente los días, — 24 —
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los rostros se vuelven espejos y las camas un terreno que añorando vomita todo lo que se acumuló. Son las sombras de los pájaros que juegan en mi techo, las que veo apenas despierto; el sonido de un mundo quieto, lo único que oigo. Dibujo árboles que nunca conocí y estiro las piernas para tirar las pantallas que anidan en mi colchón. Dulcemente cantan los días, uno a uno. Un acolchado relleno de pétalos húmedos que dan frío de noche. Pienso, a través de mis manos, en tu imagen: tu cara tan mediada, por espejos, pantallas y reflejos.
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RELATOS
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MARIANA
Artista visual, ceramista, escritora. 1er. Premio Conc. O. Soriano
VIÑAS (UNLP), y Centros Culturales CABA, entre otras distinciones. Coordina talleres literarios de la Sec. Cultura de Escobar. https://www.facebook.com/Se.vino.el.Pinguino https://www.facebook.com/barroypalabras https://www.instagram.com/vinas.mariana/
NOSTALGIAS DE LA CHINA —¡Sosa, Fernández! Parece que entraron al chino.Vayan a ver qué pasa. “Y si hace falta pidan refuerzos”, nos aclaró Poncha desde el escritorio cuando ya salíamos. Los domingos son así; a la tardecita alguno tiene que salir de raje seguro. Sobre todo los domingos como el de hoy, fríos y lluviosos. ¿A los pibes de la villa, también les pegará la nostalgia? Nunca terminé de entender ese tema de la nostalgia los domingos. Igual la palabrita, nostalgia, la digo porque me la dijo mi piba una vez que hablábamos de estas cosas mientras ella terminaba un trabajo para la facultad. Me salió inteligente, la piba, eso me pone contento. Lo que no me gusta nada es tener que salir con Sosa. Mi compañero está de licencia, así que, por ahora, me tengo que bancar a éste. Conmigo no es mal tipo, de hecho siempre está cebándome mate y convidándome puchos; pero hay algo, no sé, algo. Cuando le pregunto por qué lo trasladaron nunca contesta claro, da vueltas, dice que fue una cama, que cosas de minas, que qué se yo. Nunca queda claro, y eso que habla hasta por los codos. Con el Chueco estábamos más en silencio, cuando andamos patrullando nos gusta poner la radio: música o el partido de San Lorenzo si justo nos toca, pero éste no para de hablar, medio agrandado me parece Sosa. La llamada la hizo alguien que vive enfrente del chino. Es la tercera vez que lo afanan este año. — 29 —
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Sosa bajó primero. No me había dejado poner la sirena. “Si nos escuchan se rajan de nuevo”, me dijo y me pareció que tenía razón. Nos acercamos a la puerta del supermercado, uno desde cada lado. Yo tenía la mano sobre la cartuchera, pero él ya llevaba el arma empuñada y me hacía señas con la cabeza para que yo también la saque. Le hice caso. Sosa avanzó por la derecha, se metió por el portón de los proveedores y dejé de verlo. Yo avancé unos pasos más y al fin miré hacia adentro. El chino estaba en la caja y la hija (creo que es la hija) junto a la máquina de los panes. Los dos miraban hacia un mismo punto y hablaban a la vez hacia ese lugar. Yo no podía ver nada, no veía a quiénes les hablaban. Tampoco lo veía a Sosa. Me quedé unos segundos evaluando la situación antes de decidir si pedía o no los refuerzos que me había dicho el Poncha; tenía que saber cuántos eran los delincuentes, si estaban muy armados y también darme cuenta si estaban dados vuelta. Esto es importante. No es lo mismo un hijo de puta de estos paqueados, que limpio. Si están volados te das cuenta al toque y ahí siempre conviene pedir los refuerzos. Me agaché y pasé rápido hacia unos cajones de fruta vacíos, estaban apilados como un tetris, y formaban una pared en medio de la entrada al súper. Desde ahí, ya podía ver mejor. El chino y la hija seguían hablando a la vez, algo me llegaba ahora de sus voces, esa especie de grito que da la impresión de que siempre te están cagando a pedos. Enfrente de ellos alguien parado les apuntaba con un arma. No distinguía bien. Di otro paso. Era una mujer, una piba. A la legua se le notaba el cagazo. Flaquita era. Tenía el pelo atado atrás en una cola de caballo. Estiré el cuello para ver a los otros, tenía que saber cuántos eran. No veía a nadie más, a Sosa tampoco. Al fin empezó a llover. Una lluvia finita, un agua que había amenazado todo el día. Se puso más oscuro y me acordé otra vez de — 30 —
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la palabra: nostalgia. —Es la nostalgia del domingo, papá —me había dicho mi piba cuando a mí se me ocurrió hablarle de lo que me pasaba los domingos de franco. Al parecer le pasa a mucha gente, a ella también, me dijo. Hablamos de la rutina, de las cosas que hacemos por costumbre. En definitiva es eso —me dijo— en ese rato del domingo tratamos de encajar lo que queremos ser, en lo que somos. Decidí que los refuerzos no iban a hacer falta. La piba estaba sola y se notaba que el arma le pesaba en las manos. Los chinos no habían dejado de hablar, pero ella sí. Ya no apuntaba al hombre para que abriese la caja y le diera la guita. El chino le hizo una seña a la hija y esta agarró una caja de cartón y empezó a poner adentro paquetes de fideos, botellas de aceite, cartones de leche. La piba la miraba ir y venir en silencio. El chino, que seguía en la caja, asentía apenas con la cabeza, como si entendiese algo más, algo que no necesita del idioma. ¿Cómo será la nostalgia china? ¿Acaso ese supermercado abierto de domingo a domingo era lo que ese hombre quería ser? ¿Y la nostalgia en la villa? ¿Cuál es la nostalgia de la villa? ¿Y la de esa piba flaquita? ¿Se habrá preguntado alguna vez qué quería ser? ¿Dónde está Sosa? No sé qué fue primero, si el disparo, si el cuerpo de la piba cayendo, el chino agarrándose la cabeza, la hija soltando la caja con las cosas o la sonrisa de Sosa apareciendo desde los pasillos del fondo. Todo en un mismo instante, en un mismo putísimo instante. La piba flaquita había bajado el arma, el chino había entendido y la hija estaba juntándole algo para comer y Sosa, Sosa sólo había estado calculando, midiendo la distancia, el lugar exacto del corazón, acaso el lugar de donde nos sale la nostalgia.
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ESTHER
Vive en Vigo, España. Algunos de sus relatos han sido
ALONSO premiados y seleecionados en diversas antologías.
Para saber más: laleyendadelpajaromagico.blogspot.com https://www.facebook.com/esther.maradentro.1
MADRE La muñeca de trapo nació de un retazo ensangrentado de mi enagua. Y le llamé Esperanza. Otros le llamaron después Primavera. Y luego Mía.Y luego Puta. Hecha jirones y asomando al abismo, con la frente encendida me agarraba la manga y me decía: Mi pobre caloyo, mi muñeca de alambre… Cuando me vaya, llámele Guerra. La enterramos fuera del camposanto, cerca de la tapia por donde trepaban las flores de los guisantes. Huérfana de todo, Guerra dio malas noches y de día se balanceaba con rabia en su cadalso de madera de sauce, adelante y atrás, y otra vez adelante. Y al crecer le sangraban estigmas en las palmas de las manos y dejaba rastros de sangre de cordero en las encrucijadas de los caminos por los que se perdía, persiguiendo siempre la voluntad de un Dios que le hablaba con la voz de las cornejas desde lo alto de los campanarios. Reapareció en mi puerta una tarde de finales de verano, con la fe apuñalada y una muñeca de hielo vestida de domingo cogida de la mano. Llámele Gloria, me dijo. Y a la pequeña le susurró al oído: Llámale Madre.
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CLAUDIO
Periodista, fotógrafo y artesano. Argentino
SZAPIEL y berazateguense y, desde hace muy poco, escritor de cuentos en los ratos libres.
ISLA MARGARITA Paterson era como un gorrión, no podía vivir encerrado, menos aún desde que escapó de la casa de sus primeros dueños un par de años atrás. Vivió un tiempo en un cuartel de bomberos de La Boca, luego fue el perro del Museo de la Historieta, y hoy vive en el puerto, en lo que alguna vez fue el Hotel de Inmigrantes. Allí se hizo amigo del Terry, a quien sus originales dueños le pusieron así por tener algo de fox terrier en su sangre; y del Perro, de quien nunca nadie supo si tuvo pasado de mascota o si alguna vez alguien le puso un nombre. Me llamo Perro, decía el dóberman y ponía cara de pocos amigos cuando osaban repreguntar al respecto. Paterson era uno de esos seres que viven y disfrutan el hoy como si fuera el último día de sus vidas, pero eso no le impedía proyectar cosas. Ahora estaba organizando unas vacaciones en la Isla Margarita junto a sus amigos. Ya tenía todo planeado. Sería sencillo. Los primeros sábados de cada mes, partía hacia allí un inmenso crucero al que abordarían como polizontes. Una vez en viaje, no importaba si los veían, el barco no pegaría la vuelta y mucho menos tirarían a tres indefensos perritos por la borda. —Iremos sueltitos, sin equipaje, ¿estamos? Solo una de estas botellas cada uno, porque allá no las vamos a conseguir –dijo Paterson. —¡Sí mi capitán! —largó el Terry con una sonrisa burlona en la cara. —No te hagás el piola vos —lo miró Paterson y también sonrió. — 35 —
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Ya instalados en la isla se repartieron tareas. Perro, que era el más fuerte y rápido, sería el encargado de la comida, Paterson de conseguir playas tranquilas y un lugar donde pasar la noche. —Y vos Terry, conseguite una Coca bien fría —fue la orden del líder. El lugar no podía ser mejor, mar, playas, palmeras y muchas perritas hermosas tomando sol. Al rato cae el Perro con un pedazo de carne rara, oscura. Pero sabrosa. —¿A quién le hiciste este pedazo de pseudo asado? —preguntó Paterson. —Menos averigua Dios y perdona –fue la cortante respuesta. Perro era de pocas palabras, pero fiel y un buenazo total. Por ahí venía el Terry, contento moviendo la cola. —¡Miren lo que conseguí! Traía una gaseosa sabor cola de una marca desconocida. —¿Qué te pedí? Traete una Coca. Coca-Cola, no Pepsi-Cola ni Manaos-cola, ni Margarita-cola. Trae una Coca, Coca-Cola, ¿puede ser? —¡Sí mi capitán! —dijo el Terry, otra vez riendo, y salió a las chapas. Perro, se tiró a la sombra a dormir un siestón, nunca fue un gran amante del sol. Al rato vuelve el Terry, ahora sí con una Coca-Cola. Tenía una pajita adentro y venía tomando.
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—¿Y ahora qué pasó? —lo cruzó Paterson. —¡Qué! Si traje bien. —Sí, pero te la estás tomando. —¿Y no era para eso? —Sí y no. La Coca es pal ferné. —Perooo, tenía sed. —Tomá agua, la Coca es pal ferné. —Pero y si… —Pal ferné.
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FEDERICO
Candombero, escritor,
CAMPOS de corazón ríoplatense con latido itinerante.
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ALMARYS Puede existir o no. Por eso hay que trashumarla como es debido: darle a la indeterminación cara, garganta y transigencia. Consultas simultáneas del antes y el ahora, cargadas de una deshonrosa y erótica voz alta, o un esmero habitual, o un hueco lento por donde cae la memoria, o la elástica costumbre de imaginar. Quehaceres espectacularmente descriptibles; brillos tristes y oscuridades espléndidas. Almarys es todo lo anterior y también lo ulterior. Lo que renglones arriba supieron ser cigarrillos y la vasta herrumbre del ángulo de la ventana mientras el ensueño prepara un limbo con forma de almohada y verbo, con eso que apenas comienza y puede no terminar, no concluir con precisión, porque a mitad de la noche un hilván de tardes cree ser la luna o un cuerpo celeste de babas y ronquidos. Y una mesita de luz un bohío cobarde: la cínica geografía; el silencio desarreglado del brazo que se estira para endilgarse una desproporcionalidad de sábana y que ciñe el cuello como si estrangular y decir buenas noches fuesen lo mismo. Aquel lugar en mayúscula se tiñe de niebla. Se forma una ralea: un rey en cada intento, una reina en cada logro. Un pedacito indecible de ojos, de ojos que se cierran, visten una perfecta sombra: el logro de la reina. Almarys, a esta altura una síncopa senil, una ráfaga de aire caribeño, que puede estar junto a la estatua de Juan Clemente Zenea en el Paseo del Prado y también estruendosa en la audible fritura que ofrece una radio mal sintonizada. Almarys de postura clara y — 39 —
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sonrisa musical, de ígneo contorno, de instancia solar, casi natural, es la palabra incluso perfecta, como un vértigo suave en el delicioso montaje de la omnipresencia. Pero no vendrá a ofrecer un pulso o un abrazo que no puede. Aparecerá como un ejercicio directo, extremando el significado de pensar y sin lamentar lo que naturalmente es amor o una nobleza neutral e inconsciente, mientras la mayoría de otros actos más despiertos desayunan café con leche sorprendidos de ausencia. Almarys como el origen de lo que excita y que tiene su potencia en la ironía sexual y en la desaprensión del gemido, que turba las entrepiernas y que sorba cualquier frío. Prender la lámpara y hallarla en el cuerpo. Preguntar la (a) hora entre la compulsiva división de lo que está bien y lo que está mal, como si se hablase de un compromiso que pide la palabra, que necesita una razón, que fantasea una figura, que esboza una compañía, que conmemora ciertos ruidos, que desprecia los sigilos. Y Almarys que puede existir o no. Que es la puerta inefable de la pasión por la vida o de una habitación. Y de este lado de la vida o de la habitación, la vaga nostalgia de una mujer que alcanza a obligarse un mundo trivial. Almarys me deshonra y erotiza en voz alta. Y él duerme, duerme al lado mío y yo no siento nada.
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DESPIXELADES
PABLO
PETIX
Apasionado por la Historia y las historias, los Museos y el Fútbol. https://www.facebook.com/pablo.petix
ART NOUVEAU Se abrió la puerta del ascensor, al subir, la miré, me miró, era de estatura mediana, pelo castaño, largo, ondulado, la cara blanca como la leche, boca carnosa, ojos rasgados, potente. Me encontraba de viaje por Montevideo, asistiendo a un seminario sobre Art Nouveau. Salí hacia el Centro de Conferencias, quedaba a pocas cuadras del hotel, en el Teatro Astral, Durazno 1476. Quería llegar temprano para ocupar un buen lugar. Era el último día de la ponencia, el tema a desarrollar por un especialista, Emmanuel Petit, de Toulouse, era “Las figuras femeninas en el Art Nouveau “. El tipo estaba vestido con un traje azul a rayas blancas verticales, pelo corto ligeramente peinado hacia un acostado, con bigote tipo Dalí y un parche negro sobre su ojo izquierdo, lo había perdido durante la Primera Guerra Mundial en la batalla del Somme. La sala de conferencias estaba repleta; sobre el escenario, el francés con sus ayudantes, todos vestidos de frac, empezaron a desplegar gigantografías, como enormes cuadros enmarcados de mujeres bellísimas , pintadas sobre lienzo, con una gama increíble de colores . Parecían reales. Disertó por espacio de dos horas. En un momento, hacia el final del evento, y para sorpresa de todos, las figuras tomaron vida y empezaron a salir del encuadre pictórico, De repente la vi, era ella, la del ascensor, saliendo de uno de los cuadros —creo que era el séptimo— mirando de frente al escenario de izquierda a derecha, yo estaba sentado en primera fila y una luz tenue, violácea, la empezó a acompañar. Con un vestido largo, suelto, estampado con motivos orientales, que marcaban de — 41 —
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una manera casi imperceptible su figura, y apliques de tela brocada en su escote, que resaltaban sus pechos, empezó a desfilar sobre el escenario. El pelo estaba arreglado con hojas y motivos florales naturales (creo que era Flor de Lis), y una hebilla con forma de Libélula sujetaba un mechón de cabello; el resto caía en forma ondulada por su espalda descubierta. Se acercó a mí, me miró y dejó caer un parpado, como guiñándome el ojo. Quedé hipnotizado. En su mano derecha tenía un anillo grande, muy llamativo, con una figura de Medusa hecha en cerámica de color celeste pastel. Era el final de la exposición, el público se puso de pie y empezó a aplaudir por espacio de varios minutos, mientras las demás figuras regresaban a sus respectivos bastidores, dirigidas por el profesor. Habían quedado nuevamente inmóviles. Ella saludó con sonrisa tenue, pero muy sensual, me miró nuevamente, dio media vuelta y se fue por detrás del cortinado. A la salida del teatro, a treinta metros, sobre la misma mano, en Durazno y Concepción, entré a un bar. Ya era de noche, me senté a una mesa y pedí una copa de medio y medio. Mientras tomaba de a pequeños sorbos no dejé de pensar en ella, le pagué al mozo. Le dejé una propina y me fui para el hotel. Pedí la llave de mi habitación. Subí. En el pasillo del piso, estaba ella, apoyada sobre la puerta de la que debía ser, pensé, su habitación, la 114. Hola, que tal, la saludo. Hola, me responde, acomodándose el pelo. Estaba vestida de la misma manera que la había visto en el teatro. —Bueno, digamos no tan bien, mi habitación ya está ocupada, la reserva la tenía hasta hoy, pero el vuelo a París se atrasó por una huelga de Air France y recién sale mañana. Hablé con el encargado y me dijo que no hay más capacidad en el hotel para pasar la noche. Cuando estoy por proponerle una ayuda, suena el celular. Medio dormido, atiendo. —Hola, ¿quién habla? —Hola Juan, soy yo,Vero. —¿Pasó algo? Decime. — 42 —
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—No, nada. ¿Te desperté? Te mandé varios mensajes. Me dieron ganas de verte y hace media hora que estoy afuera, muerta de frío, esperando que me abras. Si no, no hay problema, me tomo un Uber y vuelvo a casa.
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AYELÉN
Psicóloga, de Berazategui. Coordina el espacio
RODRÍGUEZ virtual de escritura colectiva Muchapalabreria www.muchapalabreria.com.ar
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SALÍ DE CASA La historia de esos días era una pesadilla de la que no quería despertar. Él lo sabía, estar despierto era peor que estar dormido. Hasta en las peores pesadillas había momentos de tranquilidad, colores, música, rostros para mirar, cuerpos a los que tocar, distintos paisajes. Pero en la realidad, estaba encerrado. En sueños podía volar, ir lejos, conocer otras cosas o las mismas, pero distintas, ampliadas, reducidas, dadas vuelta. En la realidad, ya había contado hasta los azulejos del baño y conversado con las macetas, cuyas plantas estaban muertas desde el verano. Los sueños siempre terminaban en pesadillas porque cuando despertaba, al abrir sus ojos, recordaba la situación de encierro y todas las palabras que recientemente se habían agregado a su vocabulario cotidiano: pandemia, cuarentena, coronavirus. Con ellas, aparecían los pensamientos de la restricción para todo y la prohibición para mucho. Así, estar despierto se tornaba insoportable. Trataba de acostarse tarde para despertarse tarde y cada mañana, casi mediodía, planificaba actividades en las cuales incluía de forma obligatoria el consumo de harinas, mirar televisión y el infaltable uso del celular que cronometraba para no enviciarse. Vivir solo en cuarentena le recordaba que estaba más solo en el mundo de lo que creía. Un día, que era igual a los últimos treinta, despertó. No se quedó media hora dando vueltas en la cama ni preparó el mate. Los hábitos cambiados y los sinsabores de la soledad a la que no — 45 —
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le encontraba ningún sentido se sentían como pisada de elefante en estampida. Se cortó el pelo queriendo ver una cara distinta y cuando se dio cuenta que el cambio tenía que venir de adentro salió a la calle. Salió sin barbijo, ni tapaboca, sin miedo y sin vergüenza. Sin buzo, siendo que era una mañana fresca de otoño. Salió, a pesar de la exigencia de quedarse en casa y la mirada de vecinos que lo acusaban de loco, inconsciente, mal tipo, y así. Su día terminó siendo muy distinto. Las cinco horas detenido le hicieron vivir experiencias nuevas y se sintió agradecido por haber sido denunciado por alguien que lo observaba desde la ventana de su casa cuando corría por la plaza. Por primera vez en tanto tiempo, pudo tocar a otra persona y fue visto, reconocido, en la mirada de extraños que le dieron un lugar importante. Llegó a su departamento cansado y se fue a dormir tranquilo sabiendo que, a partir de ahora, cada día sería así de único. Una voz lo obligaba a salir para no enloquecer y le gritaba por dentro, como mantra: salí de casa, salí de casa, salí de casa, una y otra y otra vez. Desde entonces, sus sueños livianos devinieron en despertares felices.
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EMANUEL
Escribe cosas. Nació en Quilmes,
MACEDO vive en Berazategui.
Peronista, desde el conurbano al mundo.
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LA ÚLTIMA LÁGRIMA Si de cualidades hablamos, una de las mías es dormir. Nunca me costó, donde me agarra sueño, duermo. De chico, en una fiesta, con dos sillas bastaba. Cuando volvía del boliche apoyaba la cabeza en la ventana del bondi y listo. Claro, en esos momentos no había contracturas, ni hernias. Pero bueno, últimamente me está costando mucho. Últimamente no, esta semana para ser exacto. No sé por qué. Escucho los ruidos de la calle, los de la casa. Las goteras de las canillas, el motor de la heladera. Los gatos en los techos, un perro a lo lejos. Alguna acelerada en la avenida. Todo eso en mi cabeza. Envidio a Ana que duerme con tanta paz al mi lado. Mi vieja me recomendó un cuarto de clona, no da. Le tengo algo de temor. Maxi me dice que me fume un porro. Una seca larga antes de dormir y chau problema. Ahí puede ser, cambia el panorama. Una cosa es tomar una pastilla producida por la mafia farmacéutica y otra es fumar una planta. Voy con la de Maxi. Ana está acostada leyendo a Joyce. Salgo al balcón con el porro de Maxi. Lo prendo, le doy una seca larga como me enseñó, me ahogo. Empiezo a toser, Ana me pregunta si está todo bien. Sí, sí, me ahogué, me ahogué, nomás.Voy al baño, hago pis. Creo que me dio sueño, me acuesto. Ana balbucea algo que no escucho. Le digo: sí claro, mañana. Entró en un letargo, por fin. Me reconcilio con el sueño. A lo lejos escucho que suena el teléfono. Es de madrugada. Ana me sacude, me sobresalto, veo a Ana con el teléfono en la mano. Me dice: es para vos. No entiendo nada. Agarro el teléfono, se escucha — 47 —
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una saturación. Hola, hola… Nadie responde. Hola, hola de nuevo. Nada… voy a cortar. Me contestan: Hola… Me resulta familiar la voz, pero no sé. Es la voz de una nena, pero con tintes de adulta. Me suena conocida. Hola papá, soy Julia. Es Julia, mi hija, hace años que no me llama. Quiero hablarle. Muevo la boca, no me salen las palabras. Papá, soy Julia… Si Julita, hija. No emito sonido. Soy Julia, te llamo porque mamá... Julia, soy papá. ¿Qué pasó con tu mamá? Sigo pensando las cosas, no puedo decirlas, no puedo hablar. ¿Es un sueño? Te llamo porque mamá.. mamá murió… Papá, ¿estás? ¿Papá? No, Juli.. No lo puedo creer me parte el alma… No sé para qué te llamo, siempre lo mismo, no hablás. Bueno te avisé. Cumplí. Suerte. Tu tu tu tu tu… El teléfono, entre mi hombro y mi oreja. Muevo los labios, no salen las palabras. Ana me pregunta si está todo bien. La miro. Quiero hablar, no puedo. Me caigo de la cama.
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AYELÉN
Docente, actriz y hacedora de arte.
HERRERA Siempre buscando
aprender cosas nuevas. https://www.instagram.com/angieayeherrera/
PARÉNTESIS El pájaro cruzó el cielo, el cable titubeó con el viento y las nubes no dejaban de dibujar recorridos en el aire. Era tarde, o quizás no tanto. Yo estaba sentado frente a la ventana, ella estaba parada, apoyada en la puerta. Color rojo con profundos tonos violáceos, nariz frutada donde prevalecen aromas a frutos rojos. Sensación frutal, equilibrado e intenso. Buscaba detenidamente esa intensidad de la que hablaba el vino que llenaba mi copa. Pero algo tenía el aire del cuarto, una consistencia más densa que el aire y que al respirarlo, ella y yo, nos ubicaba en otra dimensión, en un tiempo que no era circular ni espiralado, sino que era más bien como una presión hacia atrás que me distrajo. El silencio reinaba la habitación, apenas cruzábamos miradas. –Voy a salir— me dijo, y su voz se hizo eco en el cuarto y en mi cabeza.— Si salís no volvés. Casi como quien tiene los minutos contados para escapar agarró sus cosas, se dirigió a la puerta y la abrió, pero su impulso se detuvo en seco. Su cuerpo temblaba, el sudor recorría su espalda. Rompió en llanto, cerró la puerta y se desplomó en el piso. En boca de entrada fresca debido a su acidez natural, sensación frutal, taninos redondos y duros. Me dispuse a buscar la sensación frutal…
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MARÍA SOL
Socióloga, docente. Feminista, militante del campo
EGISTI STANISCIA nacional y popular. Sagitariana
desde Berazategui para el mundo. https://www.instagram.com/solcisful/
TALLER DE LA MEMORIA Bueno chicas, saquen los cuadernos, que ya arrancamos. Con el primer grito de la seño, Norma pegaba un saltito y abría los ojos. Se despertaba sobresaltada y agarraba el lápiz. Pobrecita, tendría algún problema en la vista, por eso se le cerraban los ojos. La seño Paola es tan dulce, nos tiene paciencia. Mira que somos bravas, armamos mucho barullo y a veces nos olvidamos de lo que estamos haciendo. Se nota que tiene un corazón transparente, realmente lo hace con amor. Qué suerte que tiene voz de pito, porque si no la mitad no la escucharíamos. No es tan exigente, trae muchísimas fotocopias, se gasta un dineral. Es que somos lentas para copiar, nos cuesta. Cuando íbamos a la escuela no había fotocopias, sólo teníamos el manual. Qué bárbaro estos inventos. Hoy es 22 de abril. Escribimos la fecha de hoy en el cuaderno.Y el clima: ”Hoy es un día soleado”. Olga preparaba las tortas fritas. Eran exquisitas, bien sequitas.Venía media hora antes con la masa lista de la casa y su palito de amasar. No nos quería pasar la receta, que canuta. Decía que el secreto se lo iba a llevar a la tumba. Le daba y le daba con el pedacito de palo de escoba, y cuando crujía la grasa las tiraba, no importaba si hacía frío o calor. Uno, cuando estudia con la panza llena, estudia mejor. Seño, ¿en cursiva o en imprenta?, preguntó Carmen. Carmen era la que traía el equipo de mate. Venía con un termo enorme como de tres litros, lo habíamos apodado “la chanchita”. Estaba forrado con cuero marrón, tenía el dibujo de un gaucho jineteando, intentando domar el caballo con las boleadoras; y en el — 51 —
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centro las dos banderas abrazadas de Argentina y Paraguay. El mate de aluminio también estaba forrado en cueros y tenía los nombres calados “Carmen y Tito”, que romántico. Era un set muy pituco. Como se sientan más cómodas, dijo la señorita. En cursiva o en imprenta es lo mismo. Todavía recuerdo el día que Normita me llamó para invitarme, no lo podía creer. Volver otra vez, a aprender. Además, en el Centro de Jubilados, con las chicas. ¡Una alegría! No entendía muy bien que era el Taller de la Memoria, pero la seño me llamó y me explicó todo. Era para que practicáramos con juegos y actividades, así manteníamos la mente fresca y las manos en movimiento. La compañía era muy importante a nuestra edad. Bueno, a mi mucho no me cuesta, así que me prendí enseguida. Seño, a mí me sale mejor la cursiva, porque cuando trabajaba en el Registro Civil…. Ahí empieza otra vez a repetir. Ya sabemos que Rita trabajó en el Registro Civil por treinta años. Todas la conocemos de ahí. Presenció todas las alegrías y las tristezas de la zona. Una y otra vez se lo recuerda a la seño. Me parece que le está empezando a fallar un poco el coco. Era la única que traía su termo con café, porque el mate “le hacía mal”. Yo creo que de estirada nomás. No quería compartir la bombilla con nosotras. La seño empieza a repartir los volantes para la primera actividad del día. Una sopa de letras, cómo me gustan. Esta es para buscar frutas y verduras. Yo era la campeona, no me ganaba nadie. La seño rezongaba, no quería que compitiéramos, decía que cada una tiene su tiempo, es verdad no había que discriminar a las más lentas. —Bueno chicas a trabajar, recuerden que tienen que ir anotando en un costado la lista de las palabras que encuentran, hay diez en total. Cuando terminen corregimos. —¿Después hacemos las oraciones con las palabras que
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encontramos? —retrucó Olga. —Si chicas, después con cada fruta o verdura armamos las oraciones, pero no se adelanten. Concéntrense en esto. —Seño ¿Las marcamos en colores? —le pregunté. —Si por supuesto, mejor pinten las letras con colores. Me encantaban los colores, tenía la cartuchera completa. Nunca había tenido tantos. Estas cosas no existían cuando hice la primaria. —Bueno mientras trabajan, les paso lista y digan presente. Venía corta la ronda de mate, miré al lado mío. Faltaba Ángela. Cada quince días le pasa lo mismo, tiene la memoria perezosa, se olvidó de venir.
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MIGUEL ÁNGEL
Músico, compositor y productor
LUNA audiovisual de Berazategui.
A veces se anima a escribir. https://www.instagram.com/miguel.angel.yo/ https://www.instagram.com/creercrear.av/
LOS SILENCIOS ¿Qué harías si te dijeran que hoy es tu último día de vida? Esa fue la pregunta que me intercepto una mañana cualquiera de un abril cauteloso que no dejaba entrever en lo más mínimo sus intenciones. ¿Te irías feliz? —seguían los cuestionamientos deambulando por ahí en los callejones de mi cabeza. Nadie se va feliz —me respondía a mí mismo, enojado. Siempre fui reacio a las despedidas. A sus silencios incómodos y las frases que supuestamente hay que decir. Una mujer distraída cruza la calle sin mirar. Un laburante sube una escalera de veintitrés escalones para reparar un foco. Al del puesto de diarios se lo ve entretenido hojeando una revista que manoteo al azar. Los cordones de mis zapatillas gastadas están a punto de desatarse. No sé cuánto tiempo hace que estoy callado. Ni cuánto tiempo más seguiré así. Sin poder expresarme. Limitándome a observar, habitando un tiempo inmóvil donde todo sucede en el mismo momento, pero lo puedo ver proyectado en mil pantallas. Puedo reparar en la danza triste que bailan las hojas a la orilla del cordón de una vereda sucia. Ver con desprecio la pose absurda de una pareja que camina de la mano, se detiene y acaricia un perro a unos pocos metros de mí. Sentir un odio profundo por dos palomas interesadas que se me acercan solamente para que les dé un poco de mis galletitas. Por supuesto que no les voy a convidar. No voy a dar lo que es mío. — 55 —
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La tía se esfuerza por meter bocadillos graciosos rompiendo el silencio para cambiar el clima pero ninguno surte efecto, otro pariente trae café, una prima busca algo en su cartera y una hermana quiebra en llanto. Todo sucede en el mismo momento. Siempre fui reacio a las despedidas. A sus silencios incómodos y las frases que supuestamente hay decir.
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YANINA
Licenciada en Terapia Ocupacional. Docente de la
BUSTOS Escuela Especial 501. Feminista. Vive en Berazategui. Hobbies: leer y escribir.
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EL ETERNO DEL ALMA Y otra vez por avenida Rivadavia y Callao, ella caminaba apurada hacia la boca del subte. Nueve en punto, esa era la hora del encuentro. La observaba exactamente durante siete minutos, mientras ella bajaba la escalera, sacaba la sube del monedero, la pasaba por el visor y atravesaba la pequeña barrera. Luego se quedaba parada hasta que llegaba el subte y subía, para regresar al día siguiente y realizar su monótona y sagrada rutina. Hacía dos años que la miraba, que quedaba hipnotizado cada vez que la veía; dos años llenos de ilusión que me mantenían vivo y me hacían pensar en lo maravilloso de la vida, por lo menos hasta el próximo día. Los fines de semana las manecillas del reloj marcaban tristeza. Del resto de los días, ella sólo había faltado a la cita en verano, más que seguro por las vacaciones, exactamente veintiún días y nueve horas. Esos días habían sido en verdad de una tristeza terrible, recurría a mis recuerdos para darme fuerzas, como cuando esa vez que llegó un poco antes, cargó la sube, giró la mirada y hasta pareció sonreírme. Yo me hice el distraído. Perecía por no verla, no cruzarla, todo mi tiempo era ella. Una mañana, muy temprano, me di cuenta de que algún día las cosas cambiarían. Pensar en quedarme sin ella, sin su belleza, era tormentoso. Mis horas serían tremendas, la comida no tendría sabor, las flores ni aroma ni color, el cielo nublado y el sol sin brillo. — 57 —
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Por eso, y porqué nada tendría sentido, decidí hacer lo que hice. Espero puedan entenderme. La noche había sido angustiante. La ansiedad me invadía por todo el cuerpo. Los minutos se convirtieron en horas y los segundos en minutos. El amanecer y el encuentro era lo único que esperaba. Esta vez y por primera vez sería distinto; cruzaría las calles, llegaría a la estación pero no tomaría el subte. Esa mañana algo tenía el aire, una consistencia más densa, una pausa, que al respirarla ella y yo nos ubicaría en otra dimensión, en un tiempo que no era circular ni espiralado sino más bien como una presión hacia atrás. El reloj marcó las nueve, ella hizo su aparición, cruzó las calles rápidamente, sacó la sube, pasó la palanca del molinete, sin percibir que nada volvería a ser como era. El reloj señaló exactamente las nueve y tres minutos. Me di cuenta que ella se disponía a esperar, que en ese exacto instante su corazón latió más rápido. Supe que los nervios invadieron su cuerpo. En ese mismo momento, nueve y cuatro minutos, pasé delante de ella y por primera vez me detuve. Mis ojos se fijaron en su mirada. La paz al fin llegó a mi cuerpo, mi alma quedó con esa presión hacia atrás, como saliéndose del cuerpo, como cada vez que nos cruzábamos. Ella levantó la vista, respondió a mis ojos con una impactante sonrisa y una suave melodía emergió por sus dulces labios, su voz eran vibraciones universales. Se dirigió a mí y me dijo...hace tiempo...hace tiempo...te esperaba. El instante eterno del alma multidimensional y atemporal había llegado.
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HORACIO
Publicó dos libros de relatos, “Cuentos a escala” y
FDEZ “Equilibrio inestable”. Coordina el Taller de Escritura de La Calabaza Productora Cultural.
https://horaciorfernandez.blogspot.com/
LA COFRADÍA DEL TEG La verdad, no son mis amigos. Para gente como nosotros,“amistad” es una palabra pasada de moda. Compartimos el placer por lo lúdico y por lo necrológico, mejor todavía cuando juego y muerte se mezclan tanto que no sabés dónde termina el juego y dónde empieza la muerte. Mis invitados entran a la sala con la amable falsedad de quien mide al futuro enemigo y nos sentimos dioses, como si el mundo dependiera de nosotros. O en todo caso, semidioses, porque desde nuestra partecita humilde, que está muy escondida pero existe, aceptamos que una de las ramas de nuestra ascendencia es mortal. Somos una docena de Homo Ludens que nos juntamos para lo que más nos gusta, que es jugar TEG. Llega el siervo, deja la caja sobre la mesa, la destapo y despliego el planisferio de siempre, con países de colores terrosos y fronteras amorfas. Reparto las fichas y desde ese momento puede venirse el mundo abajo (de hecho, se viene el mundo abajo) que ya no hay tiempo para nada ni para nadie. No hay pasado por el que llorar, no hay futuro por el que temer. No hay esposas inquisidoras ni hijos demandantes ni amigos al borde de la muerte. Las partidas son intensas. Cercamos los cotos de caza y negociamos la repartija según indican las consignas escritas sobre cartulina. Por momentos el juego resulta agotador. Después de dos o tres horas hacemos una pausa. El personal de servicio llega con el café imprescindible de las noches prolongadas. En ese recreo nos distendemos hablando de bueyes perdidos, o a veces comentamos
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los avatares del juego. Vos sabés que si en algo tengo entrenada a la servidumbre es en el tino y la discreción. Ellos saben cuándo mostrarse solícitos y cuándo desaparecer. En ese segundo tiempo después de la pausa, el juego se pone de lo más interesante. Elucubramos planes de ataque en códigos cifrados, las fichas se multiplican sobre el planisferio como marines sobre una selva asiática e ignota pero sin valkirias ni napalm; fichas frenéticas toman por asalto países de nombres que a veces nos suenan familiares y otras veces no, países que no figuran en Wikipedia aunque cada tanto, en los canales de noticias, los nombran al pasar como patrias de parias donde se izan banderas que nunca estuvieron en el Pequeño Larousse Ilustrado. Las primeras luces del amanecer se filtran por los ventanales del salón de contorno oval. A esa hora comienza el éxtasis de la definición. Los daños colaterales son pura fake news, lucecitas pedorras de contorno difuso en la pantalla del informativo, si esto es apenas un juego en el que las fichas de colores se desparraman sobre el tablero con espíritu asesino, quiero decir, lúdicamente asesino. Fichas que revientan guaridas y se cagan en esas fronteras que no son más que líneas de puntos imaginarias, borroneadas sobre un atlas con países de mentira. Países sin memoria (por lo tanto, sin pasado), y sin pueblo (por lo tanto, sin futuro). En la batalla final exudamos adrenalina por la guerra perfecta, una guerra sobre cartón pintado con muertos de ficción. Cada tanto algún cofrade cobarde se asquea por tanta sangre que salpica, entonces hay que calmarlo. Tranquilo, esto es un juego. ¿O no te das cuenta que es sangre de utilería? Hace siglos que la sangre de los otros es sangre de utilería. Te dije que el personal de servicio sabe cuándo ser solícito, como ahora que vuelve al salón con la bandeja llena de copas burbujeantes. Es tiempo de brindis y festejo, pero, si pasa algo que no estaba en los planes, nosotros, cofrades antes que amigos, no tenemos — 60 —
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contemplaciones. Se acaba la leche de la clemencia, como dijo uno de los vasallos del patio trasero. Si pasa algo que no está en los planes, desatamos la noche de furia que barre con los herejes. Pasó una madrugada, la del festejo trunco, cuando estábamos en plena joda y el F-35 de la Air Force aterrizó con cien ataúdes envueltos en barras y estrellas.
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MISCELÁNEAS
LECTURAS DE OTROS AUTORES
Horacio Fiebelkorn
KOZMIC BLUES
Enrique Anderson Imbert
ESPIRAL
PARTICIPACIÓN MUSICAL Juan Saucedo
ENTRE EL VIENTO (tema propio)
CANCIÓN DEL PINAR (Jorge Fandermole)
ÓLEO DE MUJER CON SOMBRERO (Silvio Rodríguez)
LUNA CAUTIVA (Chango Rodríguez)
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M. EUGENIA
Varela, Bs. As, 1983. Entusiasta Conurbanense que se atreve
LENARDON a aventurar en distintas prácticas y lenguajes, entre ellos
fotografía, grabado, escritura y la edición artesanal de libros. https://www.instagram.com/charcoeditora/ facebook.com/Charco-editora-artesanal
KOZMIC BLUES de Horacio Fiebelkorn A distancia prudente de la Tierra, Eros el asteroide lleva tatuados los restos de tantísimos choques. Gira desde hace 100 millones de años. Podría provocar un desastre si chocara con nuestro planeta, pero nunca van a cruzarse sus caminos. Alguien dijo: “Eros es un buen ejemplo de la materia más antigua del sistema solar” Cómo puede un cuerpo celeste tan pequeño guardar tantas embestidas . Huellas de impactos con otros cuerpos a lo largo de 4.500 millones de años . Los astrónomos no entienden nada. Dicen que cuando los cometas pierdan su capa de hielo podrán convertirse en asteroides. — 65 —
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Perderán su brillo, y crecerá su apetito. Hambrientos cuerpos del cosmos, portadores de cada fuego que haya reventado en su corteza. Eros tiene algunas claves del origen de la Tierra y el sistema solar y también el secreto de algún encontronazo que pudiera destruir el planeta. El que lo bautizó comprendió de qué se trata. El que nombró de ese modo al extraño cuerpo que lleva lo que somos, lo que seremos y no fuimos, en la curva profunda.
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ROSALÍA
Maestra jubilada,
MOREL buscadora de cuentos para disfrutar y convidar con su voz.
ESPIRAL Enrique Anderson Imbert Regresé a casa en la madrugada, cayéndome de sueño. Al entrar, todo oscuro. Para no despertar a nadie avancé de puntillas y llegué a la escalera de caracol que conducía a mi cuarto. Apenas puse el pie en el primer escalón dudé de si ésa era mi casa o una casa idéntica a la mía. Y mientras subía temí que otro muchacho, igual a mí, estuviera durmiendo en mi cuarto y acaso soñándome en el acto mismo de subir por la escalera de caracol. Di la última vuelta, abrí la puerta y allí estaba él, o yo, todo iluminado de Luna, sentado en la cama, con los ojos bien abiertos. Nos quedamos un instante mirándonos. Nos sonreímos. Sentí que la sonrisa de él era la que también me pesaba en la boca: como en un espejo, uno de los dos era falaz. ¿Quién sueña con quién?, exclamó uno de nosotros, o quizá ambos simultáneamente. En ese momento oímos ruidos de pasos en la escalera de caracol: de un salto nos metimos uno en otro y así fundidos nos pusimos a soñar al que venía subiendo, que era yo otra vez.
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JUAN
Guitarrista, compositor
SAUCEDO y cantante.
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https://www.facebook.com/Juansaucedo.m/ https://www.instagram.com/juansaucedo.m/
ENTRE EL VIENTO (canción) Voy a pulsar tus cuerdas hasta ver la luna. El silencio sea viento en tu cantar. En tu madera guardar todos mis recuerdos que buscan alas cuando te escuchan sonar. Voy desandando los caminos en mis brazos siempre estás vibran tus cuerdas mi alma quiere volar entre acordeonas va creciendo el sonido de tu voz entre el viento se pierde una canción. Voy a buscar hoy tus secretos y en mis manos sentir la fuerza como el río Paraná.
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Y monte adentro tus misterios esperando un chamamé por tus cuerdas va a llorar
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AGRADECIMIENTOS
A lxs compañerxs El Maizal - Cooperativa de Comunicación, por la sala de reuniones virtuales sin cortes, por la buena onda y por el apoyo logístico. A lxs integrantes del taller de Escritura, por el acompañamiento al espacio en tiempos tan complicados como inéditos para la construcción de cultura popular: Augusto, Aye H., Aye R., Claudio, Daniela, Emanuel, Federico, María Sol, Miguel, Pablo,Yanina. A quienes sin ser parte de La Calabaza han mostrado su mejor predisposición para participar: Esther, Eugenia, Gala, Juan, Luján, Mariana, Milagros, Rosalía,Virginia. A Horacio Fiebelkorn, que autorizó a que se reprodujera su obra por este medio. A lxs amigxs y familiares que se conectaron masivamente para ver y escuchar el recital, a quienes lo siguieron y reprodujeron por Facebook (novecientas, al cierre de esta edición) y a todos quienes lo difundieron y tiraron buena onda para que las cosas salieran de forma (casi) inmejorable.
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Y aca vamos: ensayando otras formas de estar siendo juntxs. La pelea por los sentidos que organizan el mundo no viene ‘cuando todo esto se termine’. Ahora es cuando y en cada gesto presente se juega un posible para el futuro.