DESPIXELADES 2021 - Taller de Escritura - La Calabaza

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despixelades 2021 recital virtual de relatos y poesías en alta resolución La Calabaza Productora Cultural https://www.facebook.com/LaCalabaza.ProductoraCultural/ https://www.instagram.com/calabazacultural/ Queda permitida la reproducción parcial o total de este libro citando a “La Calabaza Productora Cultural” y a lxs autorxs de los textos. Arte y diseño de tapa: LCD / La Calabaza Diseño


recital virtual de relatos y poesías en alta resolución 9 de julio de 2021 https://www.youtube.com/ watch?v=XQrnlzRiobI

Integrantes del Taller de Escritura de La Calabaza 2021 e invitadxs


Literatura como pantalla A pesar de la saturación de la virtualidad estamos de vuelta. Estas jornadas de recital de relatos y poesía se van convirtiendo en un clásico sin que ninguno de los que formamos parte nos lo hayamos propuesto. Como en ocasiones anteriores, en este ejemplar digital se transcriben los decires, porque algunxs nos hemos quedado con ganas de una lectura atenta. El Recital de Relato Breve y Poesía es una juntada de pretensiones humildes. La más significativa podría ser el intento de levantar un muro frente a la sensación de diáspora que provoca la pandemia; romper la profecía de que aquello que estaba unido tiende a atomizarse. Re-unir estas partecitas que somos para recomponer el todo. Otro propósito: abrir un espacio a lo subterráneo, a lo que está por fuera de la oferta del mercado. No nos juntamos a leer a Cortázar ni a García Márquez, que por ahí estaría buenísimo, pero ocurre que no es el espíritu de este encuentro. Nos juntamos a leer (y antes que a leer, a escucharnos) con palabras que van más allá de la dinámica que propone el taller, en el que escribimos y hablamos de cuentos. Por eso abrimos la convocatoria a otras formas de expresión como la poesía y la música. Nuestras tardenoches de taller se van moldeando como construcción colectiva En el afuera podrá sonar a frase hecha, pero quienes habitan o habitaron el adentro de nuestras reuniones saben que el enriquecimiento es multidireccional. Muchas veces nos cruzamos con escritos que nos transforman. —4—


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Después de leerlos —o de escucharlos— no somos las mismas personas. Con un poco de jactancia, íntimamente, nos diremos que somos un poquito mejores de lo que éramos antes de que la magia de esos textos llegara a nuestras manos. Hagamos la prueba; nos puede ocurrir con cualquiera de los cuentos, poesías y canciones que suceden a estas líneas. Desde 2017, cada unx de quienes participamos descubrió que el mejor plan para las siete de la tarde de los lunes fue venir a La Calabaza a hablar de literatura (y eso que está la familia, o lxs hijxs, o lxs padres, o el laburo o el estudio o la evasión vía netflix — Mauri dixit— o todo eso junto). Y en este tiempo en el que va (ma)durando la peste, el plan es ponerse frente a la pantalla a hablar de literatura. Eso hacemos de la literatura. Una pantalla. Un simulacro de inocencia que les hace creer que nos hemos resignado. La Calabaza Productora Cultural

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Alguien decía que se puede escribir sobre una piedra y hacer una cosa fascinante, siempre que el que escriba se llame Kafka. Cortázar

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Los vínculos internos (entre páginas) y externos (a páginas de YouTube, Instagram o Facebook) funcionan en los lectores de PFD más comunes, incluso en navegadores que admiten ese formato que corren sobre Windows 8 o Windows 10. Es probable que no funcionen en la versión estándar de la plataforma ISSUU. Es posible que algunos lectores de PDF de dispositivos móviles no reconozcan los vínculos, aunque pueden leerse las poesías y los relatos sin inconvenientes. Para visualización óptima con Acrobat Reader: Ver > Presentación de página > Vista de dos páginas. Luego: Ver > Presentación de página > Mostrar portada en vista de dos páginas. —8—


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POESÍAS Independencia A cielo abierto Subir, trepar, respirar Devenir tóxico / Devenir niñe (Soy) sola Siesta

13 17 21 23 27 29

Virginia Leyva Gustavo Ramos Milagros Alberich Augusto Campos Mariana Perata Marina Vitagliano

RELATOS BREVES Los Perucci ¿Te acordás? (Síndrome Bielsa) Un avioncito Las chicas Esto es el sur (Fragmento) Animal Planet Horóscopo Flash La aceituna mágica 300 años

33 35 37 39 43 45 49 51 55 57

Viviana Sasso Emanuel Macedo Claudio Szapiel Ayelén Rodríguez Damián Mereles Horacio Fdez. Ailín Russo Daniel Jauri Cintia Periz Laura Ortiz

NARRACIONES Cartas para la manada (Cecilia Solá) 65 Con las manos (Gata Cattana) 67

Leído por Rosalía Morel Leído por Milagros Alberich

MÚSICA De todo

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Javier Acuña (voz y guitarra)


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VIRGINIA

LEYVA

Poeta y narradora de Jalisco, México. Licenciada en Letras Hispánicas. Publicaciones : “Los ojos no bastan para discernir la negrura”, “Gente cretina” y “Lingüística para caídos”.

INDEPENDENCIA Este es el grito que nos toca el que evoca las zanjas comunes que nos tragan sin paz y sin justicia. La rabia que nos cimbra comienza en las raíces del árbol genealógico en el parto doloroso de todas nuestras madres en el color de la sangre menstrual que nos conecta a la tierra horadada al camino que se coarta en cada infancia perdida en cada vulva invadida que no logra sanarse. Fueron nuestras ancestras las sumisas golpeadas, las nobles comerciadas por nombres o riquezas, las putas explotadas por la misma pobreza a que fueron sometidas. La visión de las vencidas jamás nos fue contada. Quedaron rezagadas detrás de grandes próceres adornando la senda del héroe con las flores crecidas a la sombra, — 13 —


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afuera de las aulas abajo de los podios cruciales de la historia dejadas a la gloria trivial de la belleza que acaba cuando dejan de entenderla los hombres. El grito que nos brota nos viene de las rotas a fuerza de costumbres, del miedo que nos tunde en las calles estrechas donde rondan las bestias que no intentan domarse. Los dioses patriarcales jamás nos protegieron regularon los cuerpos que nos correspondían solaparon los egos de hombres con costillas iguales a las nuestras. Violentos por derecho se criaron a los hijos, serviles a las hijas que aceptaran los tiempos perfectos de los golpes, guardando sus reproches al fondo del ropero donde cuelgan obscenos secretos de familia. Las calles se encendieron en piras de prejuicios, ardieron leños vivos con rostros de mujeres. Regadas entre enseres domésticos quedaron sus frágiles cenizas. Sollozaron las niñas violadas en sus camas creciendo con el alma tocada sin consenso. Gritan hoy, las que no fueron, las negadas al eco de ser en rebeldía — 14 —


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las pobres y oprimidas de cada subsistema los millones de muertas que las leyes olvidan. Gritamos las malditas que no nos conformamos, las pródigas de mitos con ínfulas divinas, las que bordan consignas de paz en las orillas de un mantel destrozado, las que buscan por siempre repuestas entre nadas, las musas acalladas que parecen ausentes. Gritamos resilientes de incontables derrotas del sesgo que se mofa de las desigualdades de retratos banales que no nos dignifican. La voz se nos desnuda y se excitan las brutas pasiones del más fuerte. Cadáveres silentes, cada día una decena. Gritaremos sin ellas, por todas las que siguen.

(Se estima que en México 11 mujeres son asesinadas cada día) — 15 —


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GUSTAVO

Profesor de literatura. Participó de numerosos ciclos de

RAMOS lectura. Publicó “Un instante en la noche” (2015), “Monstruo domingo” (2019) y “El fluir del estanque” (2020).

A CIELO ABIERTO Murmullos y sonajeros, combates de llanura. La lluvia aún no llega, callada entre las nubes. La intemperie es un oscuro cuerpo por donde anda la gente con sus ritos. Secreto sendero que todos ven, temblorosa tierra fatigada. No puede comprender tamaña tiranía, no entiende que no entiendan la importancia de la arcilla, las ramificaciones y la cautelosa agua.

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Si tuvieran las estrellas a la altura de sus manos, ¿qué harían con ellas? Profundos incendios llaman, recónditos, venideros, sonriendo en su maledicencia. Torva orfandad, no conocemos nada. Pisamos el hondo suelo, tan clandestino para nuestros ojos, nada vemos, sólo cemento y casas, todo rápido pasa pero sentimos su cólera, su vergüenza, el ultraje, el crimen entero. Verdugos, cómplices inmensos, alevosos y resonantes, quemamos plástico, obscenos. Surcos descompuestos, entrañas de carroña, cuajada osamenta, piel indefensa, sangría de deshechos.

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El cuerpo yaciente nunca descansa, tan herido, desquiciado, intentando dar un nuevo tallo. Envenenamos su semilla, cortamos el torso que busca erguirse. Su cadáver no será enterrado, nos enterraremos con él más temprano que tarde. La cobardía es contagiosa, la estupidez, tan encendida en estos corredores empedrados de muertos, de revoltosos trozos de cuerpos, de hosca exhalación.

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Aflige ver la tortura, el altanero revés, la ofensa desconsuela, la astilla, el estupor, el árbol mimetizándose con el muro, muriendo un poco cada día entre sus anillos que buscan seguir vivos. Un año-árbol más, un año-tallo, un año-raíz, un año- fruto. Sólo quedará el estéril muro.

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MILAGROS

ALBERICH

Nómade audiovisual, interactiva y autogestiva. Escritora de recuerdos que le dan una razón para aprender de cada situación.

SUBIR,TREPAR, RESPIRAR Subir, trepar, respirar, observar, transpirar y llegar. Cuando la altura me deja sin aire, y las rodillas piden descansar; cuando la ruta se hace eterna de tanto esperar; cuando los refugios son más altos y las nubes hay que traspasar... ahí es cuando me detengo, bajo la carga que llevo y vacío el pecho. Apropiarse de cada lugar, cada árbol, cada suelo, cada cerro, lago y momento. Apropiarse de ello para cuidarlo, para sentirse observado, querido y dañado. Para abrazar cada partícula de aire que atraviesa la nada misma en el lugar indicado. Equilibrando sobre un constante proceso, un constante cambio. Comprender para ser lugar, árbol, suelo, cerro, lago y momento: la metamorfosis de ser uno con el tiempo.

Milagros también leyó “Con las manos”, de Gata Cattana. — 21 —


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AGUSTO

Alguien que escribe y hace música

CAMPOS en el Conurbano. Un inquieto

que anda por la vida tramando ideas con otres.

DEVENIR TÓXICO Si es esta infamia una vida saludable si verdaderamente gozar de salud es la condescendencia a este régimen de necrofilia vale entonces afilar nuestra enfermedad devenir partícula tóxica y envenenarlo todo intoxicar todos los rincones de este cuerpo de cementerio liberar toda nuestra potencia nociva hasta producirle un daño mortal a este bienestar de morgue y espanto hueco de ternura vacío de caricias borracho de violencia sombrío lacerante / despiadado / suicida / tanático. Si es este campo de concentración la forma de lo sano volverse cicuta es el acto de rebeldía mas hermoso. Antes que fortaleza de cinismo fragilidad de deseo — 23 —


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Antes que corteza de obediencia suavidad de susurro. Antes que hijos sanos del patriarcado Criaturas enfermas De un mundo que aún puede decir amor.

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DEVENIR NIÑE Devenir niñe entrar en alianza con el movimiento faltarle el respeto a las formas y hacer de toda cosa cualquier cosa sacarle la lengua a las agujas del abrazo y hacer del tiempo puro ritmo e intensidad bailar un cuerpo fagocitado por mil ancestros pero siempre abierto a la indecibilidad del infinito alojar otras vidas entre los pliegues de la piel ser un planeta de criaturas extrañas nunca antes jamás vistas inventarle un lenguaje al deseo antes que nombrarlo con el abecedario del cementerio devenir niñe y evitar la captura adultocéntrica antes que identidad de piedra mariposa de mil rostros antes que lecho de muerte capullo de vida.

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MARIANA

Escritora e ilustradora. Ama los libros

PERATA para las infancias y

los proyectos colectivos.

(SOY) SOLA Cuarenta y nueve años con ciento catorce días y van… Tengo una habitación amplia que huele a primavera. Veo en mi jardín a un Tarzán robusto que cuelga de las lianas. No sé si es necesario aclarar que en mi jardín no hay lianas. Recibo en sueños la visita de hombres desnudos. Los hay gordos, esbeltos, calvos, con rastras; vestidos de oficinistas, de overol y con conjuntitos flúo de ciclistas que salen a pasear los fines de semana. Todos son bienvenidos. Por las mañanas me despierto con las sábanas sudadas. La cama, vacía de ellos, llena de mí.

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MARINA

Profesora de Música,

VITAGLIANO nacida el día de la

Autonomía berazateguense.

SIESTA Hoy me pregunté por qué me gusta tanto mirarla al dormir. Me sentí medio culpable… debería gustarme más verla correr o jugar; que no sea que por quieta estar más bella la vea. Después pensé: ¿Qué es lo que en verdad me enternece al verla dormir? Y ahí supe que es la paz… la tranquilidad que refleja en todo su cuerpo mientras la respiración le marca el pulso a la canción de su siesta.

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VIVIANA

Artista visual. Se dedica a relatos relacionados con su Parque

SASSO Patricios natal. Acaba de editarse su primer libro como parte

de la antología de poemas “El amor en tiempos de pandemia”.

LOS PERUCCI Los Perucci vivían en una de las casas más vistosas de Parque Patricios. Familia sin escándalos, con tres hijas ejemplares. Allá por los 70 ganaron el PRODE. Compraron un cuarto de manzana y abrieron el famoso Expreso Perucci. En un santiamén Cosme pasó a ser el patriarca del barrio y hubo que llamarlo Señor. Se convitió en el dueño de nuestras vidas. María Rosa fue bautizada como La Señora. Fue el mejor título que pudo obtener en la barriada. Armó su oficina vidriada, mitad mirando las salidas de los camiones, mitad a la calle. Porque con tarasca o sin ella, no perdió su calidad de chusma VIP. Era un hombre muy alto. Sus zapatos tenían un brillo cegador. Yo creía que con lo mismo que los lustraba se abrillantaba su cabeza.Y lo cuento con autoridad, porque cuando nos saludaba a quienes éramos niñas y niños tenía que agacharse, lo cual dejaba ver su centellante mollera con los diez pelos prolijamente ordenados con gomina Brancato. Nos sacaba caramelos de las orejas con tanta torpeza, que a mi edad ya sabía que nuestro Houdini era un embustero. El imperio Perucci creció tanto que Cosme se convirtió en prestamista de las familias de los alrededores. Mi mamá fue una de ellas. Lo descubrí, no me lo contó. Cada vez que nos cruzábamos con El Señor y La Señora, él recitaba “Buenas tardes Esther, no se olvide del pago”. En su sistema no hacía falta servicio de cobranza. Te lo recordaba siempre. Todos comenzaron a pasar por el bunker vidriado: Chirola, nues— 33 —


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tro dealer, el vigilante de la esquina, las Doñas con sus bolsas de plástico, don Ramón el almacenero de Pedro Echague esquina Matheu, mi viejo que levantaba quiniela y todo aquel que necesitara unos pesos para su subsistencia. Voluntades compradas, no se criticaba más. No podíamos decir que la Beba, su hija más grande, andaba a los besos con Norberto, ni que la hija más chica había repetido tres veces primero superior porque hablar de ellos–peor aún-hablar mal era un sacrilegio. Cuando la tarde iba cediendo, se paraba en el piso con grasa del expreso y aparecía el Señor galán. No había mujer a su paso que no se llevara puesto un piropo. Depende de la edad, si tenías hecha la toca o el largo de tu batón la prosa iba variando. Aunque fuera berreta, había que decirle “Gracias Señor”, si no al otro mes no comías. Un jueves Santo por la mañana amanecimos con la noticia de que en la enorme cortina metálica que decía “Expreso Perucci” le habían agregado con cal un “cornudo” de envergadura. Camino a San Antonio, muy temprano, vimos como dos empleados se esforzaban por sacar el terrible epíteto a fuerza de rasqueta, mientras Perucci observaba la tarea, tan irritado, que pasamos inadvertidas. El problema no era el “cornudo” sino a quien estaba dirigido. Ese día fue el principio de la pérdida de sumisión barrial. Porque lo fantástico fue la réplica de la frase por los alrededores, tanto fue así que hasta en el baño del colegio también lo vi. Cincuenta años después podría contar que esa fui yo, la que cinceló con la punta del compás la consigna del año. No tuvo salvación. Hubo versiones: que María Rosa realmente tenía un amante, que su galantería era una fachada, que le pegaba a su esposa y las chicas. Verdad o mentira la estirpe Perucci cayó en desgracia. El Señor ya no lo era más. El expreso se convirtió en fantasma y todos dejamos de comer.

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EMANUEL

MACEDO

Escribe cosas. Nació en Quilmes, vive en Berazategui, trabaja en Varela. Peronista, desde el conurbano al mundo.

¿TE ACORDÁS? (SÍNDROME BIELSA) Cuando la conocí sentí algo particular, no sé cómo explicarlo. Yo venía mal, muy bajón. Una mala racha. O sea, arrancaba bien, y a lo último la pifiaba a la mierda todo. Como ese gol que erró Samuel contra Paraguay, ¿te acordás? Vos te tenés que acordar, porque esa eliminatoria la vimos juntos ¿te acordás? Uff... después madrugar para ver los partidos del mundial, nos ilusionamos con el gol de Bati. El de Inglaterra lo vimos en el comedor de la escuela, ¿te acordás? Uy, me fui por las ramas. Te decía: la conocí y fue un flash. Era hermosa, ojos color otoño, una nariz que me encanta. ¿Te acordás que me gustan las chicas con nariz grande? Sí, te acordás. Bueno, nunca una chica tan linda se había interesado en mí. Imaginate cómo estaba, yo venía mal, o sea, de mala racha. Arrancaba bien pero después todo se desmoronaba como le pasó a Bielsa: una eliminatoria perfecta, y en el mundial nos volvimos en primera ronda, en Corea y Japón ¿te acordás? Perdón, me fui por las ramas. Te decía: una nariz hermosa, con dos marcas de varicelas, que a mi gusto la hacen más linda. Y bueno, salimos un par de veces, tomamos cervezas. En una salida nos agarramos de las manos y caminamos bajo la luna. Imagínate cómo me sentía, yo que venía mal, o sea, arrancaba bien y a lo último la pifiaba a la mierda todo. Como cuando la selección llegó a la final de la copa América y perdimos con Brasil por penales, ¿te acordás? Bueno, yo era Bielsa después de perder esa final y ella era la medalla de oro Olímpica de Atenas ¿Te acordás que Tevez la rompió? Bueno, me fui por las ramas. Tenes razón, vos sabes cómo soy. Me cuelgo y mezclo — 35 —


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todo, y no quiero caer en lo absurdo de explicar y ejemplificar todo con fútbol. Pero creo que tengo el síndrome Marcelo Bielsa. Te decía: ella es hermosa, en una salida nos besamos y en otra salida fuimos a mi casa. Cociné un arroz con salsa, medio pelo. Igual al que hicimos como fuimos de campamento ¿te acordas? El ambiente era turbio, no sé cómo describirlo. Pero bueno nos fue bien, bah, yo creo que nos fue bien, a mí me fue bien. Fue como cuando la selección goleó a Perú por las eliminatorias de Alemania 2006 y después Bielsa renunció, ¿te acordás?

El gol que erró Samuel: https://www.youtube.com/watch?v=nrKB5UUrejk — 36 —


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CLAUDIO

Periodista, fotógrafo y artesano. Argentino

SZAPIEL y berazateguense y, desde hace muy poco, escritor de cuentos en los ratos libres.

UN AVIONCITO Mamá, papá, estoy al horno con papas. Literal. Me dieron la vida, y luego pusieron todo de sí para que nunca me falte nada. Los adoro. Amor, con vos viví los mejores diez años de mi vida, no puedo agregar nada más que no te haya dicho a diario todo este tiempo. Te amo hasta el infinito y más allá. Ya sabemos que no hay salida, el fuego sube y estamos en el último piso. Pero hay dos personas con las que, por distintas razones, sí me quiero explayar. Arístides, mi jefe, y mi gran amigo Tincho. Nos deben quedar unos veinte minutos, qué loco pensarlo. Puse unas toallas mojadas bajo la puerta del baño para retrasar un poco el ingreso del humo. Arístides: viejo garca, te dieron un poquito de poder y te la creíste. No podés suspender a alguien porque llegó dos veces cinco minutos tarde, menos aún sabiendo la miseria que cobra, le sacás el pan de la boca a la gente; a pibes que los exprimís laburando y si un día se tienen que quedar un rato más, eso es parte del laburo, les decís. Nunca te importó nada ni nadie, y recién lo confirmé cuando mientras corrías a meterte en el último ascensor que bajó, en el camino tiraste al piso a Susi, y no fuiste capaz ni de darte vuelta. Sorete. Eso de que el capitán es el último que abandona el barco, parece que solo ocurre en las películas. Espero que te hayas salvado y todo el mundo se entere de la clase de persona que sos. Susi llora, está acá conmigo en el baño, mandando audios. Espero tengas el valor de mirar a su marido a los ojos y contarle por qué no está con su familia. — 37 —


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Está entrando humo. En el quilombo, el celu se me cayó y lo pisó Carlitos. Acá cada uno está en lo suyo, no los quiero joder, por eso va esta carta de puño y letra, voy a aprovechar esa ventanita mínima que tiene este lugar, igual siempre me gustó escribir en papel siento que lleva un mensaje distinto al que iría en un texto en el celu, no sé, quizá estoy delirando. Será un avioncito. Si llega a destino, bien, y sino también. Estoy por morir quemado en un piso 23, Es como estar en el averno, pero cerca del cielo. Raro. No sé si es porque hice las cosas bien o mal. Susi tiene la panza dura, el bebé está inquieto. A esta altura solo manda audios de su llanto. Nos queda poco tiempo. Tincho, amigo del alma: uno no le suele decir a un amigo, te quiero, o al menos yo no lo hacía; ni tampoco le da los suficientes abrazos. No sé por qué, la rutina tal vez. Vivimos infinidad de situaciones juntos, así, casi sin darnos cuenta. Gracias por estar siempre. Siempre siempre. Nunca quise involucrarte en mis quilombos, pero vos te enterabas o lo intuías y te acercabas con ayuda o una palabra de aliento. Compañero de locos viajes, compañero de vida; tal vez tarde, pero peor es nunca. Te quiero amigo. Bueno, al dorso dejo los datos de quién sabrá qué hacer con esta carta, gracias también a quien la encuentre y la entregue. Se está quemando la puerta. Susi llora, ya no manda audios. Se prende fuego mi pelo, mi piano, mis discos, la ropa y el perro. Perdón perdón, deliré, nada que ver. Es que me acordé del Pity y me sacó una sonrisa, quizá la última. Espero que este avioncito que me enseñó a doblar mi viejo llegue a buenas manos. Hace calor, mucho calor. Mi reino por un helado, limón y chocolate. Sí, limón y chocolate.

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AYELÉN

Psicóloga, de Berazategui. Coordina el espacio virtual

RODRÍGUEZ de escritura colectiva Muchapalabreria (www.muchapalabreria.com.ar)

LAS CHICAS Decían que podía pasar; que entre el machimbre y la chapa anidan de a cientos, en múltiples tonos y tamaños. Decían que se pegan entre ellas y forman una masa única, que se mueve toda, hasta que alguna vuela, alguna salta, alguna se destaca por ser más amarronada que las demás. Azucena tiene nombre de vieja pero es una señora de sesenta años que vive con dos perros en una casa precaria pero linda. “Linda la casa”, dirá la asistente social que la visita una vez por año en ese barrio humilde en el que está la pequeña casa de Azucena, sus perros, la heladera vacía y el nido de cucarachas. Cucarachas en el pelo, en la boca, en la oreja. La asistente social piensa cómo se ha llegado a este punto, siendo que la casa era linda. “Linda la casa”, pero adentro... Azucena le cuenta que el novio la dejó por la vecina. La dejó con deudas, la dejó pobre y sucia, la dejó con cucarachas que le suben y bajan del pelo, chiquitas, titilando cuando el sol que entra por una ventana hace brillar sus alas. La asistente social se incomoda porque pisa cucarachas y el clap clap contra el suelo dura todo el tiempo que ella estará ahí, permanentemente. Se impacienta, teme que le empiecen a subir o alguna le caiga del techo a su pelo y entonces resuelve irse rápido para llamar a quien corresponda para que venga a asistir a Azucena. Anochece y Azucena se va a dormir. Duerme y las cucarachas vuelven a entrar por todos los agujeros — 39 —


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de su cuerpo. Amanece y Azucena despierta. Mueve su sábana para que las chicas se corran y le dejen paso. Azucena va al baño, las saluda mientras levanta la tapa del inodoro. El inodoro rebalsa de pis. Azucena no registra que la cadena dejó de funcionar desde que el novio la dejó. La dejó con deudas, la dejó pobre y sucia, la dejó con cucarachas y con pis rebalsando del inodoro. Llegan a fumigar de la municipalidad. Cuando tocan el timbre, Azucena siempre corre contenta a la puerta y la abre con una sonrisa. Ella se queda quieta pero el movimiento lo dan las chicas. A Azucena le gusta como queda la escena, le parece simpático. Entran, están un rato, ni le hablan. Le dicen que se vaya, que vuelva en unas horas por los tóxicos. Se despiden y muy rapidamente las chicas son cadáveres que ya no bailan, ni bajan ni suben de su pelo. Azucena no se va a ningún lado. En un total de cinco días van cayendo moribundas o totalmente muertas del techo. A otras las va encontrando por los ambientes, en la heladera, en la ducha, abajo del sillón. Las barre y las amontona en los costados de la casita. Le cuesta despedirse. Azucena extraña a las chicas y se pone triste. Extraña que duerman con ella, que decoren su cabellera, que la penetren una y otra vez por sus orificios. Azucena tiene hambre. Sale a comprar medio kilo de pan para la semana. Llega, come. A propósito deja las migas arriba de la mesa. Sabe que las cucarachas se han ido, pero espera que pronto las chicas vuelvan.

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AGOSTINA

Licenciada en Ciencias Sociales de la UNQ. Actualmente

MARTIGNAGO participa del taller literario de La Calabaza, explorando por primera vez la escritura desde su costado creativo.

LA PROMESA Salió a la calle arrastrando el carrito de las compras, pensando en el guiso que le esperaba a la familia esa noche y en la pila de ropa que tenía que lavar con sus propias manos. El agua caliente en un clima tan frío le generaba sabañones, parecía mentira que pudieran ser tan molestos. —No te quejes, nena, ¡son dedos colorados nomás! Ese ser desagradecido que se hacía llamar su esposo se le había pegado como una garrapata cuando su padre decidió que tenía que casarse con él, un viudo cuarentón que cargaba ya con 3 hijos a cuestas y que no sabía ni hervir un poco de arroz. Dicen en el barrio que hubo un intercambio, que el carpintero le hizo a Don Miguel una oferta imposible de rechazar (aunque nadie confirma si por conveniente o peligrosa) por su hija favorita, la niña menor de la familia, de cara angelical y postura sumisa, y que cuando Juana se enteró lloró siete días y siete noches, porque estaba enamorada y quería ser partera. Resulta que se encontraba ya planeando su futuro con dieciséis años recién cumplidos, deseaba ser matrona y estaba de novia con un muchacho de su edad, bastante adelantado para la época, que de tan enamorado la animó a contarle a sus padres de su relación y de su sueño de traer niños al mundo. Para Don Miguel se trató de un puñal en el pecho. ¿Qué hacía esa criatura al lado de un hombrecito tan joven? ¿Cómo llegó a suponer que podría descuidar sus responsabilidades en el hogar? Y partera, — 41 —


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encima… no eran más que putas entre médicos, no había lugar para una de esas en las buenas familias. Las prohibiciones y controles estrictos no hicieron más que agregarle el sabor de lo prohibido a su relación adolescente, y no pasó mucho tiempo hasta que quedó embarazada. Para entonces -y sin saberlo- su padre ya la había prometido de palabra al carpintero, y fue recién con la siguiente luna llena que su madre advirtió la ausencia de la sangre. Entre azotes con el cinturón del padre se decidió que la criatura debía nacer aunque fuera fruto del pecado, porque más pecado aún sería interrumpir una nueva vida en gestación. Los términos del acuerdo se modificaron con la excusa de entrenar a la prometida en las artes del hogar en lo de una tía del interior. Allí terminó el embarazo: un parto sin complicaciones, un niño de pulmones sanos. Nada más vio a su hijo a la distancia, pues lo envolvieron en algunas toallas y lo llevaron a otra habitación. Resultó ser que la familia fue bendecida con un segundo intercambio, un matrimonio pudiente de la capital pagó en efectivo por la criatura más de lo que Don Miguel habría ganado en una vida de trabajo. Del niño nada más se supo y Juana volvió a su pueblo a preparar guisos, a lavar ropa y a fregar baldosas en la familia que sembró el odio para siempre en su pecho.

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DAMIÁN

MERELES

Escritor y estudiante de Periodismo (UNLP), criado en Florencio Varela. Se ha dedicado a diversos oficios, así como a la militancia social. “Esto es zona sur” es su primer libro.

ESTO ES ZONA SUR (Fragmento) Cuando me muera algunos de mis amigos van a tomar cocaína en la casa de sepelios, lo sé porque los conozco. Otros rezarán, otros harán sus oraciones al dios cristiano evangélico. Mi mamá va a llorar desconsoladamente sobre el cajón, lustradito con Blem, brilloso, gigante. Algunas de mis amigas van a contener a mis hermanos, que tristes ante la inevitable y fría muerte, mirarán al cielo buscando respuestas. Ojalá alguien escriba poemas sobre mí y los recite ahí mismo. Que conviertan a la cochería El Colonial en un Centro Cultural por una noche. Que todos mis amigos músicos improvisen canciones. Que alguien cocine algo rico, y que en un proyector pasen Apocalypse Now y fotos de cuando yo era chiquito. Que alguien discuta sobre las razones de mi muerte como en un partido de fútbol, como si fuera el clásico del sur: Defensa y Justicia-Quilmes. Los ojos desorbitados de mi padre reclamando ver mi cuerpo, como si eso me devolviera la vida o como si yo estuviese dormido profundamente, y que sin querer hayan confundido mi muerte con un sueño largo y profundo. Ojalá vinieran mis ex novias a hablar mal de mí, y las chicas que me gustaban a hablar bien. Y que se trenzaran entre ellas, las que me conocieron y las que creen que soy alguien interesante. Que alguien diga: este gordo era un Uber mediocre pero en el fondo un buen tipo, como todos los gordos del mundo. Que lluevan alfajores Capitán del Espacio. — 43 —


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HORACIO

Coordina el taller de Escritura de La Calabaza FDEZ. Productora cultural. Libros de cuentos editados: “Cuentos a escala” y “Equilibrio inestable”.

ANIMAL PLANET El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos. ¿Quién cantaba eso? Tony se está poniendo viejo, por eso sus muchachos lo convencen: del Seba y del Juancho nos encargamos nosotros.Te vamos mensajeando, y cuando todo pase te mandamos un Listo. Los muchachos parten. Tony tiene a mano un porrón de corona, unos maníes y el celular. Enciende la tele y aparece una manada de ciervos que pastan a orillas de un lago en Quebec, con fondo de montaña y de esa música de vientos que se usa ahora, que remite a ancestros en pelotas replegados hasta los confines de la llanura por el avance de la civilización. La cámara hace foco en un cervatillo de meses. Las hembras están preñadas y la nueva cría debería nacer en primavera; pero, nunca se sabe, dice el locutor, porque los depredadores furtivos y porque la caza indiscriminada y todo eso. El ciervo bebé tiene facciones de formas suaves, es un muñeco de peluche hermoso y querible. Es virgen de experiencias desafortunadas, entonces, se aleja del grupo. Ahora aparece en pantalla el ansia carnívora de dos pupilas felinas. Toma forma una intriga de cabotaje, como en un policial de Darín. Tony se levanta, echa una meada con pulso tembloroso y salpica la tapa del inodoro, sale sin lavarse las manos, manotea otro puñado de maníes, saca otra Corona de la heladera. Necesita que los minutos corran. Mira el reloj porque desconfía de la tele y desconfía de celular, como si ajustaran el tiempo según el huso horario de Burkina Faso. — 45 —


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Primer mensaje: Estacionamos frente al bar. La cámara abre un plano general que demuestra que el peligro es algo más que un montaje de escenas. Tony hace fondo blanco con la segunda Corona, eructa con el desparpajo que da la soledad, vuelve la vista al tigre y la sucesión de imágenes sugiere que el ciervito no tiene futuro, ni como protagonista de un documental de ciervos adultos ni como reno de Santa Claus ni como nada. Sus diez minutos de fama llegarán cuando se transforme en alimento. Segundo mensaje. Ahí entró el Seba. Pidió un café. Tanto se escapa el animalito díscolo que dan ganas de pensar: que se joda. Se la está buscando, como se la buscaron el Seba y el Juancho. Mamá cierva lo reacomoda, repuja con los cuernos para volverlo al montón, pero no hay caso. Tony se acuerda de eso de que la unión hace la fuerza. Él es un papá Fierro que mantiene a la manada unida para que no los devoren los de afuera. Tercer mensaje. Llegó el Juancho. Se sentó con el Seba. Vamos por ellos. El Juancho y el Seba están separados entre sí por un par de pocillos. Los separa de la muerte un par de segundos, o por lo menos eso cree Tony. Recuerda épocas en las que eran parte de la tropa y no siente ni un cachito de remordimiento. El primer plano del salto felino copa la pantalla. Es una pintura hiperrealista de músculos firmes y una delgadez que denota hambre de días. El ciervo bebé abre ojos enormes, adorables. Empieza el desenlace; los ciervos angustiados por la cría díscola se resignan a mirar de lejos. Parecen impasibles, pero si alguien observara con detenimiento, podría comprender lo que es una cara de ciervo asustado. Tony espera el Listo. Se acomoda en el sillón. El tigre salta hacia la orilla. El locutor dice que el ciervo bebé podría desorientarlo hundiendo el cuerpo entre los humedales. Describe la acción en tono monocorde; tensa la trama, apuesta al milagro imposible. Como el — 46 —


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médico con los parientes del desahuciado, fogonea una esperanza inútil. El locutor no se da cuenta de que Tony odia la misericordia, que necesita de la crueldad del desenlace, necesita que lleguen de una vez las cinco letras del último mensaje. Listo. Listo igual a tarea cumplida. Listo igual a sangre. Los yuyos de los humedales no pueden tapar a un ciervo ni que fuera bebé. Las sillas de los bares no son escudos eficaces ni que fueran de fundición. El desenlace de la cacería va a ser decepcionante, porque los finales previsibles decepcionan siempre, en todos lados, en un recital de relato, a orillas de un lago en Quebec, en medio de la balacera del bar de Sarandí entre mesas patasparriba y pocillos que se revientan contra el piso. La pantalla es puro tigre ávido de alimento. Eso es: alimento. Llamalo como quieras, piensa Tony. El sudor de la frente, la recompensa por el esfuerzo, el juego de la vida, la V de vendetta, la supervivencia del más apto, la ley del más fuerte. Llamalo como quieras, piensa, y espera por ese Listo del wasap que está por llegar. Afuera es noche cerrada y ahora Tony sueña, con la boca abierta de la que cae un hilo de baba. Sueña con el momento sublime del último mensaje, el que dice listo, entonces, cuando llegue, ya no van a importar los maníes ni la corona, porque va a ser hora de desollar la presa, de clavar incisivos y colmillos sobre las lonjas de lomo suave, sobre las tripas blandas, devorar la panza tierna y carnosa, hora de saciar la sed con la sangre de los inocentes.

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AILÍN

RUSSO

Comunicadora reincidente agravada por el título. Exploradora de la cultura y la docencia. Escribe, hace contenido audiovisual y dice cosas en radio.

HORÓSCOPO Eso del horóscopo siempre me pareció una boludez. No entendía cómo alguien que nació el mismo día que yo, independientemente de quién fuera, dónde viviese, qué música escuchara o quiénes lo habían criado, pudiera compartir conmigo el mismo e inexorable designio mágico. Mucho menos si éste se reducía a dos renglones en un sms que le costaba la mitad de la tarjeta que había cargado en el cyber o un poco de tinta en la última hojita de un diario. Lo discutía siempre hasta que medio me cansé, y ya cuando algún ser insignificante para el universo me preguntaba de qué signo era le inventaba alguna nueva. Aries, ¡ah, aries, qué carácter mamita!; o piscis, a veces me pintaba piscis ponele, ¡y claro!, sos una persona muy sensible, se nota. Cuando tenía más o menos 20 años entré a laburar a un periódico zonal para ganar algo de plata mientras seguía estudiando periodismo. Primero hacía notas de cultura, a veces alguna cobertura berreta de almuerzos benéficos en sociedades de fomento o reportajes al que había ganado un premio de no sé qué pindonga. Un día la piba que hacía cómics se fue y quedó una sección vacía. Yo venía bastante bien con el rendimiento laboral por ese entonces. “¿Qué más sabés hacer?”, preguntó mi jefa. Y ahí no pude contenerme, no sé si sentí presión o un placer culposo. Diría casi que fue una idea incrustada en la cabeza, un sms de cuatro pesos con cincuenta que entra sin avisar en el celular: “puedo hacer el horóscopo”, le dije, segurísima. — 49 —


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Y ahí empecé. Creé un Excel con unas celdas y las iba combinando, dependiendo el día. Frases estándar. Era mezclar palabras como “oportunidad”, “cuidado”, “éxito”, “energía” y “renovación” con las columnas clave: “amor”, “salud”, “trabajo”. Iba escribiendo al azar, siempre conceptos amplios y poco claros. Estás en el punto de partida y el de llegada es el destino al que querías ir, tu regente Júpiter cambia de dirección y continúa su movimiento a tu favor, usted debe abandonar todas las ideas pesimistas, y gansadas así. El problema fue que mis escritos empezaron a volverse ciertos. Hubo una vuelta que en la redacción los tres flacos que cumplían años ese mes estaban como ofuscados los unos con los otros.Y después lo vi, era clarísimo. “Escorpio: Alguien logrará ponerte de mal humor”. No lo podía creer. Lo tomé como una suerte de experimento. Mi mamá y la panadera, por ejemplo, eran las dos de Leo.Y probé. “Amor: la pareja experimentará un distanciamiento”. Esa semana, un día que fui a comprar bizcochitos, me enteré que el marido de Cristina se había ido de la casa y el novio de mamá viajó a Córdoba por la muerte de un tío. Bueno, la separación física estuvo, qué se yo. Tengo que ajustar, pensé. Entonces me puse más específica. Así generé un caos inmobiliario por la venta imprevista de dúplex con balcón, choques de Chevrolet Corsa color gris, un centenar de ganadores del Quini 6, muertes de Golden Retrievers que gozaban de buena salud pero con la pésima suerte de ser las mascotas de un sagitariano. Con el tiempo me aburrí y quise predecir el fin de mis vaticinios; pero de tanto inventar ya no me acordaba de qué signo era y, por más que escribiera mi destino, nunca iba a pasarme nada.

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DANIEL

JAURI

Saxofonista de “Del Mitre Jazz Band” y “La Típica del Mitre”. En este último tiempo despunta el vicio escribiendo relatos.

FLASH El sargento Domingo “Carancho” Fuentes está sentado con los brazos apoyados en la mesa de la cocina. En el lugar hay otras cuatro sillas, un teléfono sobre la mesada, la cocina destartalada y una alacena. El ambiente húmedo está iluminado por una lamparita que cuelga del techo y la escasa luz del sol que entra por un ventiluz a dos metros de altura. El Carancho tiene la vista perdida en el hilo de vapor que sale del mate de chapa cebado. Con un gesto brusco, como quien despierta de golpe, estira una mano para agarrar una de las manijitas. Empieza a tomar mate y repara en su mano libre, la voltea, la mira. Deja el mate y revisa sus dos manos. Las huele. Antes, se había cambiado la camisa salpicada y se puso esa colonia fuerte y barata que venden en la cantina del Comando. Se lavó las manos, frotando con fuerza. Las olió y las volvió a lavar.Y ahora que las está oliendo de nuevo, ya más calmo, le parece que siguen teniendo ese olor acre. Alguien apaga la radio que suena en la pieza de al lado con música a todo volumen. Entra, con seño duro como siempre, el capitán al que le dicen el Cura. —¿Qué hace, Fuentes? ¿Qué le pasó? —No sé bien, capitán. —Lo tuve que empujar para que reaccionara, sargento. Casi le emboco una piña. ¡Estaba duro! —No sé qué me pasó ni qué hice. Me vino una imagen. Fue algo rápido. Muy rápido. — 51 —


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—¿Qué imagen? Se quedó duro mirando la nada. —Algo raro, capitán, no sé muy bien. Estábamos nosotros sentados escuchando y el pibe nuevo ese, el de recién, hablaba. Pero no tenía la cara de él. No tenía cara y tenía muchas caras. No sé, pasó tan rápido, pero vi de todo. Una escena era, eso. —Dígame, sargento Fuentes, ¿usted estuvo tomando de nuevo? —No, capitán. Seis meses llevo sin probar una gota de alcohol. Y eso que a veces quiero borrar cosas de la cabeza. Esto no es por la bebida. Me vino algo muy real a la mente. —¿Qué imaginó, sargento, para dejarnos en banda justo cuando más atentos tenemos que estar? —Con respeto, capitán, no imaginé. Vi. Vi que el pibe estaba hablándole a tres tipos corbatudos que estaban sentados frente a él, detrás de un escritorio. Nosotros estábamos a un costado, también sentados. Y había más personas. Todos callados menos el pibe. Y contaba.Y cuando estaba contando, ahí mismo tuve otra visión: vi las ropas manchadas de sangre y mierda, la pinza y las uñas, escuché el zumbido de la descarga y los gritos, olí la carne quemada… ese olor. Y ahí justo volví a la piecita. —¡Volvió, ja! Le pegué un sacudón, sargento. Estaba muy boludo, sin prestar atención, parado ahí, mirando sin colaborar. —Cuando reaccioné sentí un escalofrío que me recorría la espalda, capitán. Todavía me dura, es algo raro. Esto no está bien. —¿Qué cosa no está bien, Carancho? El Carancho mira al Cura y levanta los hombros, sin explicación. —Mire, sargento, acá en el país, la cosa está brava. Estos comunistas de mierda tirabombas… —El nuevo no tiró bombas —Fuentes lo interrumpe sin pensar. —Bombas, panfletos, pintadas, discursos… es lo mismo —el capitán lo mira serio, como un inquisidor a su víctima—. Nos quieren cambiar todo estas mierdas. ¡Pero piense en sus hijos, che! — 52 —


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—No tengo hijos, capitán. —Bueno, algún día los tendrá y no va a querer dejarles un país comunista. A propósito, ¿su mujer ya volvió de visitar a su suegra? —No.Vuelve la semana que viene. —Ahá.Vaya juntando ganas y en cuanto vuelva hágale un hijo.Va a ver cómo esas boludeces de visiones van a desaparecer. —Ojalá me olvide pronto, sí. Pero fue tan real… —Bueno, sargento. Basta de pelotudear con algo que imaginó. Hagamos esto: le ordeno que vaya a su casa y que descanse. Mañana nos podemos arreglar sin usted. Así que si se levanta medio raro, me llama al Comando y me avisa que no viene para acá. Se toma el día y listo. Es una orden, se queda en su casa. No vaya a ser cosa que se chupe por ahí. Mejor descanse. —Sí, capitán. Voy a descansar y a pensar un poco. Pero quédese tranquilo que no voy a tomar. Fuentes lava el mate mientras el capitán lo mira. —Bueno, capitán. Mañana si no vengo me comunico. —Listo. Que descanse, Fuentes. El sargento se mira las manos mientras camina hacia la puerta. Escucha la voz del capitán. —Ey, Carancho. ¿No te estarás por volver jilguerito, vos? ¡Jajaja! Hasta mañana. Fuentes, desconcertado, lo saluda con un ademán. El capitán toma el teléfono. —Hola. Pasame con el Perro. ¿Cómo quién habla, pelotudo? ¡El Cura! Dale, dale… Hola, Perro. ¿Tenés ronda a la madrugada? ¿Ah, no? Bueno, igual vas a salir. Toma nota de la dirección. No traigas a nadie, ¿eh?... Como quieras: tiroteo, bomba. Fijate vos. Anotá…

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CINTIA

PERIZ

Cintia es periodista y profesora de inglés. Incursionó en la narración oral y la actuación. Escribe cuando necesita un texto que no existe.

LA ACEITUNA MÁGICA En una pizzería de Berazategui de cuyo nombre no quiero acordarme (pero que está en la esquina de la Plaza San Martín) hay una aceituna mágica. Permanece en el fondo de un frasco grasiento desde tiempos inmemoriales. No se sabe si quien la coma será víctima de innumerables desgracias o de maravillosas bendiciones. Con respecto a su origen, cuentan que la paloma que Noé envió a tierra para verificar si había terminado la inundación, trajo una rama de olivo. Cuentan también que la verdadera intención de la paloma era comerse la aceituna que pendía de la rama, pero se desprendió y cayó al mar para desembocar en las costas del Río de la Plata. Se comenta que la paloma todavía está a las puteadas. Cómo es que la aceituna terminó en el frasco de la pizzería, hasta el momento se desconoce. O tal vez alguien haya decidido guardar el secreto para siempre por algún motivo misterioso. Beodos que frecuentan el lugar han intentado sacar la aceituna del frasco con todo tipo de utensilios y hasta con sus propias manos al grito de “¡Vení pa’cá, infelí!”, pero no lo han conseguido. El dueño planea agregarla como atracción para la kermés de carnaval. Se dice que ya preparó el cartelito: “Pesque la aceituna y gánese algo; no sabemos qué.Tres intentos, cinco gambas”. En un lúgubre puesto de la feria internada de Berazategui, emplazada por aquel entonces en el predio que actualmente ocupa el Centro de Actividades Roberto De Vicenzo, una anciana (acaso des— 55 —


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cendiente o sobreviviente de algún pueblo originario de América del Sur), ofrecía sus legumbres, semillas y especias a quienes se acercaban a husmear. La piel de su rostro, morena y arrugada como el chocolate en rama, ocultaba casi por completo sus pequeños ojos de color indefinido. Unos pocos dientes bregaban por no caer aún de sus encías ya retraídas. Su cabello entrecano, recogido en un rodete prominente, llevaba todavía el lustre y la tirantez de sus años mozos. Presentaba sus mercancías en prolijos sacos de arpillera. Cuentan los otros feriantes que en una minúscula bolsita negra escondía, bajo sus faldas, bienes invaluables para el rubro que comerciaba. Se habló de que custodiaba uno de los frijoles mágicos de Juanito, las semillas de la manzana que envenenó a Blancanieves, el guisante que una reina colocó bajo veinte colchones, e incluso algunas migajas de pan diseminadas por Hansel y Gretel mientras se adentraban en el bosque tenebroso. Hasta se corrió el rumor de que atesoraba el carozo de la aceituna que pendía de la rama de olivo que la paloma le llevaba a Noé de regreso al arca. Esta última versión fue refutada por el dueño de una pizzería que asegura que conserva la aceituna íntegra e intacta en un frasco de su propiedad. La insólita desaparición de la anciana dejó boquiabiertos a sus compañeros de feria. Coinciden en que la vieron preparando con los ingredientes de la bolsita negra un brebaje que despedía un aroma embriagador que generaba la imperiosa necesidad de algo inexplicable e imposible de satisfacer. Sin embargo, algunos aseguran que la vieron esfumarse en el aire después de sorber la primera cucharada, dejando en el ambiente una nubecilla de finísimo polvo de estrellas, y otros dicen haberla escuchado gritar: “¡Voy al baño y vuelvo!”. Lo cierto es que jamás regresó. El dueño de la pizzería fue sobreseído una vez interrogado. Casualmente sus pizzas, hasta entonces defenestradas por el público en general y también por renombrados críticos culinarios, son, en la actualidad, un verdadero éxito. La causa sigue abierta. — 56 —


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LAURA ORTIZ

Nació bajo el signo de Virgo en el norte entrerriano, La Paz. Cursó Licenciatura en Turismo y Paisajismo Apasionada por la lectura. Participa de talleres de escritura.

300 AÑOS Un páramo, desértico, casi seco, donde la civilización pasó, construyó y destruyó, pero la casita de Ella, la Abuela, la Anciana, resiste, resiste al paso del tiempo. Resiste estoicamente, con Ella adentro. Con un paisaje inventado, reciclado, que armoniza con su espíritu. El agua, manantial de vida, ya es escaso, solo compartiéndose puede haber vida y Ella lo sabe y lo logra: destina un poco para saciar su vieja sed y otro poco lo recicla del lavado pasando por un pequeño estanque escondido, pozo oculto; tesoro añejo, dando paso a las exquisitas lechugas hidroponiadas, siendo los cherrys una delicia, mientras el girasol busca insaciablemente la luz del sol. Un poco escaso también. Guerras, ciclones, abundancia, sequias, inundaciones, pandemias, pero la casita de Ella resiste. Resiste estoicamente, con Ella adentro. Sol tempranero, cielo cuasi gris azulado tapado por la maldita contaminación ambiental. Alumbra como puede, traspasa los viejos, rotos y remendados vidrios del siglo pasado o del anterior de la antigua puerta de hierro, torneada a mano tres siglos atrás. Reliquias, como todo lo que aun resiste. Un lujo para aquella época. Ella, aún ahí, mirando su mini paraíso con su piel arrugada y surcada por cicatrices y estrías, llenas de dolor, llenas de amor. Colgando los gajos pegados a su hueserío aún fuerte, que protege con un vestido liviano, fresco y deshilachado, pero marcando las últimas curvas, — 57 —


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ya sin curvas, salvo las lolas; esas lolas quinceañeras que alguien olvidó cambiar las prótesis hace tiempo, mucho tiempo. Inevitablemente van en caída libre, efecto de la gravedad, que la piel apenas puede sostener pero ellas resisten y caen redonditas cual manzanas del paraíso. Por ella pasó la vida, también la muerte Vida que le acarició el alma Muerte que le robo la vida Vida que abrazó con ganas Muerte que odió vivirla Vida que resiste Muerte que golpea a el paso Generaciones enteras…. Vidas enteras Amores para siempre Odios instantáneos y fugaces Amores que duelen Odios que enojan Amores fugaces, amores….. 300 años, pero la casita de Ella resiste. Resiste estoicamente con Ella adentro. Ya no hay vida humana cerca de Ella y sabe que está volviendo a Casa, a reencontrarse con los suyos, con su tribu. Su legado de Vida Eterna se perderá con Ella. Nunca lo compartió con nadie, ni una gota; miserablemente: “todas las mañanas, un vaso de agua tibia con jugo de limón exprimido”. Un páramo, desértico, casi seco.

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además otras lecturas y canciones

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además

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LECTURAS DE OTROS AUTORES

Cecilia Solá

ODISEA (Leído por Rosalía Morel)

Gata Cattana

CON LAS MANOS (Leído por Milagros Alberich)

PARTICIPACIÓN MUSICAL Javier Acuña

DE TODO Desert Island (Radiohead)

Kintsugi (tema propio)

El uno sol (tema propio)

Vítreo (tema propio)

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ROSALÍA

MOREL

Maestra jubilada, buscadora de cuentos para disfrutar y convidar con su voz.

CARTAS PARA LA MANADA Cecilia Solá Me apuro. Mis botas golpean la vereda y por un instante suenan al tic-tac del mecanismo de relojería de las bombas. -Son tres cuadras, nomás-, le había dicho a Noe cuando no me quise quedar a dormir. Pero tres cuadras a las once y media de la noche de un martes de invierno pueden ser un territorio minado, un camino de terror, un bosque sólo habitado por monstruos. El ruido de la moto que se acerca a mis espadas me atenaza el estómago con garras de hielo. No quiero mirar. Aprieto la cartera contra el costado que me punza, no sé si de miedo o por caminar tan rápido. Tengo el celular en el corpiño y cincuenta pesos escondidos en la media. Pero, ¿y yo? ¿Dónde me escondo yo? ¿Y si no son chorros, si no quieren mi celular o mis cincuenta pesos, sino carne, sangre, súplica? La boca se me seca y mi garganta es una lija. La moto pasa a mi lado como una exhalación. Son un hombre y una mujer estrechamente abrazados. Estoy a salvo. Por esta cuadra, al menos, estoy a salvo. Faltan dos. ¡Carajo, qué tarde se me hizo! No debería haberme quedado a esa última clase, no debería haber aceptado esa cerveza con las chicas, o debería haberle hecho caso a Noe e irme a dormir a su departamento. Pero no llevé ropa, y mañana tengo que trabajar temprano. Camino más rápido. Falta poco. Ya llego. Tengo la llave en el bolsillo de la campera, así no me demoro al abrir. — 65 —


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El camión recolector está detenido a mitad de la cuadra. Hundo la cabeza como una tortuga en el cuello levantado de mi abrigo y clavo los ojos en el piso, en mis pies que avanzan haciendo demasiado ruido. Evitar contacto visual, no confrontar, no provocar, ser invisible… Me gritan cosas. Si fuera de día, si hubiera gente en la calle, los mandaría a la mierda. O no, porque si fuera de día y hubiera gente en la calle, probablemente no me gritarían nada. Pero ahora sí. Silban, gritan, me dicen todo lo que me quieren hacer y cómo. Y yo me callo. Tengo miedo. Tengo mucha rabia, pero tengo más miedo. Ojalá me hubiera puesto los auriculares, pero los guardé al bajar del colectivo. Con los auriculares puestos no escucharía lo que dicen, pero tampoco si alguien se acerca por detrás. Llego a la esquina.Ya veo el puesto de flores que marca la entrada a casa. Está cerrado, por supuesto, pero es familiar, algo a que aferrarse, y fijo mis ojos en la estructura de chapas verdes, como si fueran un faro y yo un barco en mar picado. Voy a cruzar la calle cuando el auto se detiene con un chirrido de frenos delante de mí. Ahogo el grito, retrocedo, me paralizo. ¿Quiénes son, qué quieren, por qué frenan justo cuando estoy por cruzar? Un hombre baja del lado del acompañante. Es grandote, más o menos de la edad de mi papá, y lleva un gorro negro, de lana, y guantes, como en las películas. -¡Chau, chau, gracias!-, se despide y camina, seguro y despreocupado hacia el lado contrario de la calle, alejándose de mí. No tiene miedo, no le arde el costado, ni se le dispara el pulso. Sólo camina tranquilamente hacia su casa aunque sean las once y media de la noche de un martes de invierno, y yo lo envidio. Ya está, ya estoy. Unos metros más, casi corro, en el paroxismo de la mosca que siente que puede escapar de la telaraña. Mi edificio tiene una puerta vidriada, pesada, y una luz que se activa — 66 —


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por sensor de movimiento. La llave tintinea en mi bolsillo, la saco, la coloco en la cerradura, y entonces me acuerdo de que en todas las películas de terror, cuando parece que te salvaste del monstruo es justo cuando te atrapa. A mi espalda oigo pasos que se acercan rápidamente, alguien me chista. ¡No, no, ya estoy en casa, ya entré, ya cerré, no quiero mirar para afuera! Tengo ganas de gritar de alivio. O de llorar. He llegado a Itaca.

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CON LAS MANOS Gata Cattana No aman de igual forma los ricos y los pobres. Los pobres aman con las manos. Los pobres aman en la carne y con gula, en las peores estampas, en condiciones famélicas y con todo en su contra. Los pobres aman sin bonitos decorados. Entienden de lunes y de tedios domingueros y de gastos imprevistos de facturas y de angustias que embisten mes a mes a quemarropa. El amor de los pobres no sale por la ventana aunque el dinero entre por la puerta, (que nunca entra), (aunque no haya ventanas). Los pobres han aprendido — 69 —


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a amarse a oscuras por eso mismo. Han aprendido a amarse mal alimentados mal vestidos, malqueridos, porque el hambre agudiza el ingenio y en sus jardines también crecen las flores (aunque no haya jardines). Los pobres han aprendido a aprovechar los vis a vis, entre jornada y jornada de trabajo, (aunque no haya trabajo) y saben darse placeres nunca tasados de valor incalculable y han aprendido a disfrutar las circunstancias y la sopa de sobre, el viejo colchón y la cuesta de enero. Y parece que su amor se yergue indestructible a pesar de, a pesar de las miles de plagas, de los sueños frustrados y fracasos andantes, de las crisis cíclicas y de hambrunas y de guerras, más valiente que Heracles, más Odiseo que Odiseo. Y parece que su amor se extiende y se multiplica al ritmo que se multiplican los pobres, al ritmo que se multiplican los infortunios y los desastres naturales que golpean siempre en las casas de los pobres. Y ese amor está a la altura de Urano, — 70 —


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a la altura de Urano y de Gea juntos, y es el única arma que tienen los pobres para defenderse. Por eso han aprendido a cultivar flores y a cantar bien sus penas y han inventado las mejores obras y los mejores instrumentos. Por eso entienden de arte y saben encontrarlo donde lo haya, aunque no lo haya, (que siempre lo hay). Y han aprendido a aprovechar el carisma y la jerga, y a escribir poemas inmortales sobre amores complicados, y saben de cosquillas, y saben de boleros y saben de desnudos y de darlo todo, que no es más que lo puesto, las manos y la lengua la forma de otear el horizonte y los cánticos en contra del patrón. yo solo se amar de esta manera yo te amo como aman los pobres y me temo que por mucho mucho tiempo esto seguirá siendo así. — 71 —


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JAVIER ACUÑA

Músico cantautor, instrumentista y docente (formación EMPA) particular, en centros culturales independientes y Secretaría de Cultura de Berazategui.

DE TODO

DESERT ISLAND (Radiohead) Traducción: Javier Acuña Ahora que voy por mi camino, déjame ir por mi camino nacido de una luz, nacido de una luz. El viento se arremolina en mi corazón abierto, en mi garganta abierta. Con mi espíritu blanco; totalmente vivo; con la luz de mi espíritu. A través de un portal abierto, cruzando una calle hacia una nueva vida. Captando mi reflejo en una ventana y encendiendo una luz, una que no conocía; totalmente vivo, totalmente aliviado. Y despertando. Despertando de un apagamiento. De mil años de solo dormir. Y vos, sí, vos.Vos sabés a qué me refiero. Ahí parado, en el borde de vos mismo; parada en el borde de vos misma. Ustedes saben a qué me refiero: diferentes tipos de amor, diferentes clases de amor, diferentes formas de amar… son posibles. Son posibles.

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KINTSUGI Javier Acuña La piedra bajo el agua te enseñará a observar tus fronteras. Ya llega la campana y el sol es quien aguarda ahí afuera. Lo que dentro yace hoy, seguro mañana… Con hilos de oro puro repara la vasija en tu pecho. Y siéntate a la mesa, respira viendo el pan frente a ti. Que lo que dentro yace hoy, seguro mañana… afuera se yerguerá. Llámate a ser solo quien ha de ver. Suelta ese mazo y carga tan solo alas, ya no intervengas. Llámate autor, espejo y observador. Y nada elijas desde tus cinco engaños. Tu nombre solo niega tu ser. Llegaste aquí sin peso, y así es que cruzarás aquel río. El viaje es hacia adentro; descubre que es de vuelta el camino. Y que lo que dentro yace hoy, afuera se yerguerá. Llámate a ser solo quien ha de ver. Suelta ese mazo y carga tan solo alas, ya no intervengas. Llámate autor, espejo y observador. Y nada elijas desde tus cinco engaños. Tu nombre solo niega tu ser. Mira cómo caen las hojas que te ven caer.

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EL UNO SOL Javier Acuña La soledad es tu tratado de amor y de fe. Árbol y bosque; ceniza y follaje a la vez. Dime, si no, para qué callas justo cuando sientes más. Un alma se acerca y ves: los fantasmas se agitan sin paz. Solo respira, llevas dentro la luz primordial. Dime, si no, cómo volarás sin caer al intentar. Cuánto tiempo esperando otra oportunidad. Este instante es el “cuándo” que tanto buscas. Esta música es tuya hoy, si te ayuda a estar aquí y nada más. Mientras contemplo las perpetuas distancias surgir. Toso es el Uno Sol, y en las noches dependo de mí. Dime, si no, dónde iré a encontrar eso que no sé nombrar. Cuánto tiempo esperando otra oportunidad; este instante es el “cuándo” que tanto buscas. Esta música es tuya hoy, si te ayuda a estar aquí y nada más. No hay canción sin silencio; no hay amor sin verdad. Sobre olas de tiempo hay un reloj de sal. Que esta música fluya hoy, si te ayuda a estar aquí en libertad. Si te ayuda a estar aquí y nada más. Aquí, ahora y nada más.

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VÍTREO Javier Acuña Por un vidrio, dos gotas esperan cruzarse en su camino hacia el mar. Si dibujo una sombra, es que quiero encontrarte en el destello detrás. ¿Habrá tiempo para decirlo? Quizás. La armonía se esconde tras la inestabilidad. Cuando te digas la verdad algo en tu alma se abrirá y el tiempo así de tu lado estará. Nota que el miedo y el amor cantan la misma canción, escrita a ambos lados de un mismo corazón. La palabra es un río, que espera paciente que hagas caso a tu sed. Sonará en un descuido, poniéndole nombre a ese secreto de ayer. Tuve tiempo para escribirlo y leer. Ya vi mil despertares, muéstrame un amanecer. Cuando te digas la verdad algo en tu alma se abrirá y el tiempo así de tu lado estará. Nota que el miedo y el amor cantan la misma canción, escrita a ambos lados de tu vítreo corazón. ¿Habrá tiempo para vivirlo otra vez? Si la armonía se esconde, muéstrame un amanecer. Cuando te digas la verdad algo en tu alma se abrirá y el tiempo así de tu lado estará. Nota que el miedo y el amor cantan la misma canción, escrita a ambos lados de tu vítreo corazón.

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gracias

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A los integrantes del taller. A quienes no forman parte del taller, amigxs, familiares y almas inquietas que se prendieron a cantar, a leer, a escuchar.

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Agostina Martignago Ailín Russo Augusto Campos Ayelén Rodríguez Cintia Periz Claudio Szapiel Damián Mereles Daniel Jauri Emanuel Macedo Gustavo Ramos Horacio Fdez. Javier Acuña Laura Ortiz Y aca vamos: ensayando otras formas de estar siendo juntxs. Mariana Perata

La pelea porMarina los sentidos que Vitagliano una juntada organizan elMilagros mundoAlberich no viene ‘cuando todo esto se termine’. de pretensiones humildes Rosalía Morel Ahora es cuando y en cada para leer, y, sobre todo, Virginia Leyva gesto presente se juega un para escucharnos. Sasso posible paraViviana el futuro.

recital de

relatos y poesías en alta resolución


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