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FRANÇOIS HARTOG: EL ABISMO DEL TIEMPO EN BECKETT Y VALÉRY

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Arte y pensamiento

Arte y pensamiento

El historiador e historiógrafo galo François Hartog (Albertville, 1946) se ha referido en su obra al presentismo, concepto ineludible en Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer cristianismo hasta hoy , libro cuyo asunto primordial es la idea de “régimen de historicidad”: la forma en que una sociedad experimenta el tiempo. En el volumen recurre a Samuel Beckett y a Paul Valéry para sustentar la trascendencia del presente. En este ensayo se abordan los estrechos vínculos entre historiografía y literatura.

Alejandro García Abreu

La concepción de la historicidad

CRONOS ES EL NOMBRE del dios griego del tiempo. Impulsado por el concepto de la deidad, François Hartog (Albertville, 1946) ha investigado la Grecia antigua, el pensamiento histórico y el concepto de régimen de historicidad: la relación del ser humano con el tiempo, según distintas sociedades y diferentes períodos.

Es autor de libros esenciales de la historiografía, entre ellos Memoria de Ulises. Relatos sobre la frontera en la antigua Grecia (traducción de Horacio Pons, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 1999), El espejo de Heródoto. Ensayo sobre la representación del otro (traducción de Daniel Zadunaisky, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México, 2003) y Regímenes de historicidad. Presentismo y experiencias del tiempo (traducción de Norma Durán y Pablo Avilés, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, 2007).

Hartog ganó el Premio Grand Prix Gobert 2021 por Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer cristianismo hasta hoy (traducción de Norma Durán, Siglo XXI Editores, Ciudad de México, 2022), volumen en el que, dijo el historiador Pierre Nora (París, 1931), Hartog articula las categorías del presente, el pasado y el futuro y el paso de un régimen de historicidad a otro.

El régimen actual está marcado por el presentismo. El presente y el futuro estaban supeditados al pasado, conjetura el autor de Cronos. El presente resulta primordial. En su perspectiva del presentismo, el futuro pierde la supremacía. “Eterno, quizás, [el] presente […] no está menos ávido o ansioso de historización”, escribió en Regímenes de historicidad.

Para Hartog, el presentismo constituye algunas de las reflexiones de Paul Valéry (Sète, 1871-París, 1945) y de Samuel Beckett (Dublín, 1906-París, 1989), entrecruzamientos de historiografía y literatura expuestos en Cronos. Cómo Occidente ha pensado el tiempo, desde el primer cristianismo hasta hoy.

El presente indeducible de Paul Valéry

EN CRONOS, Hartog recurre a una premisa de Paul Valéry, quien pensó en los historiadores que realmente hicieron literatura. En sus Cuadernos escribió: “¿Para qué puede servir la historia? Solamente –y eso es mucho– para multiplicar las ideas; nunca para ver el presente original –indeducible.”

El eje de Cronos –ensayo en el que no hay fisuras entre la historia, la literatura y la filosofía– es el concepto de “régimen de historicidad”, cuyo objetivo es analizar las crisis del tiempo, períodos en los que los puntos de referencia se ensombrecen cuando las formas de articular pasado, presente y futuro se deterioran. Las crisis del tiempo fueron llamadas “brechas” por Hannah Arendt (Hannover, 1906-Nueva York, 1975). Son, según Hartog, “momentos en que aquello que ayer todavía estaba allí, en la evidencia, llega a oscurecerse y a desintegrarse, mientras que, en ese mismo movimiento, lo nuevo, lo inédito, busca ser dicho, aun sin tener (todavía) las palabras para poder formularlo.” Valéry, como Stéphane Mallarmé (París, 1842-Valvins, 1898), procuró otorgarles a las palabras un sentido capaz de significar lo inédito.

En La crisis del espíritu (1919), Valéry aseveró: “Nosotros las civilizaciones, ahora sabemos que somos mortales [...] Elam, Nínive, Babilonia eran nombres hermosos y vagos […] Lusitania es un nombre hermoso también. Y ahora vemos que el abismo de la historia es lo suficientemente grande para todos.” Tras leer al autor de La joven Parca (1917), el historiador francés pensó en el abismo del tiempo de la Historia, donde reposan sublimes nombres arcanos.

El Antropoceno –nuestra época– permite reconocer una brecha y saberla irreductible. La bomba atómica impuso una conciencia de época. De manera casi idéntica, dice Hartog, el calentamiento global y la pandemia de Covid-19 podrían concebirse como llamadas a una nueva toma de conciencia. Si esto sólo fuera el principio de una Crisis con mayúscula, sería una Revolución que correspondería a lo indeducible de Valéry. El historiador francés busca desentrañar el cruce de las temporalidades múltiples y conflictivas, regidas por el presentismo, que transforma la condición humana. Afrontar actualmente a Cronos –la representación del tiempo– es enfrentar “el viento nuevo que se alza.” Para el experto en historiografía, persiste una máxima de Valéry perteneciente a El cementerio marino (1920): “¡Se alza el viento!… ¡Tratemos de vivir!” Hartog anhela que haya un mundo habitable mañana y que lo vital predomine sobre lo mortal.

El eje de Cronos –ensayo en el que no hay fisuras entre la historia, la literatura y la filosofía–es el concepto de “régimen de historicidad”, cuyo objetivo es analizar las crisis del tiempo, períodos en los que los puntos de referencia se ensombrecen cuando las formas de articular pasado, presente y futuro se deterioran.

Samuel Beckett y el presentismo en la literatura

EL “ABSURDO” DE Albert Camus (Dréan, Argelia, 1913-Villeblevin, Francia, 1960), la “náusea” de Jean-Paul Sartre (París, 1905-1980), el “tedio de los objetos” de Alberto Moravia (Roma, 1907-1990) y el teatro de Samuel Beckett expresan rasgos apocalípticos, explica Hartog en Cronos. El triunfo de las obras literarias de los cuatro escritores muestra cuánto repercuten en la mente de las personas y hasta qué punto comparten cierta sensibilidad.

En La náusea (1938) de Sartre no hay apocalipsis, pero Antoine Roquentin, el protagonista, descubre que no hay nada más que el presente: el pasado no existe y el futuro tampoco. Y en El extranjero (1942), Camus muestra a un hombre que sólo conoce el presente. Hartog la omite, pero la trilogía novelística de Beckett compuesta por Molloy (1951), Malone muere (1951) y El innombrable (1953) involucra a los personajes en un desconcierto de tiempos: pasado, presente y futuro.

Más sustancial que La náusea o El extranjero –plantea Hartog–, Esperando a Godot, la obra de Beckett puesta en escena por vez primera en 1953, es la confirmación del desamparo de un tiempo sin pasado ni porvenir. Se trata del irremediable presente. Para Vladimir y Estragón, los protagonistas de la pieza teatral, el tiempo no pasa, se detiene, y su inquietud es encontrar una manera de pasarlo. El historiador se cuestiona: ¿son los últimos supervivientes de un desastre reciente? Varias veces piensan en ahorcarse, pero renuncian al suicidio. “Todas las voces muertas murmuran […] Es como un sonido de plumas”, escribió Beckett.

Romper el hilo de seda

TRAS LA LECTURA de Cronos, releí Mi Fausto (1946) –obra póstuma de Valéry que implica una reflexión sobre el tiempo–, libro en el que un hada le dice al protagonista: “Lo que fue ya no es nada. No has vivido nunca./ Rompe el hilo de seda que teje el recuerdo,/ deja de ser la presa de los tiempos pasados./ Todo lo que pudo ser lo realiza nuestro arte.” Suscribo la interpretación de Karl Löwith (Múnich, 1897-Heidelberg, 1973). Para el filósofo alemán, autor de Paul Valéry. Rasgos centrales de su pensamiento filosófico (1971), el tiempo transcurre y Fausto no decide –o no sabe–si asistirá de nuevo al “escenario de la vida” y encontrará deleite en el mundo presente. Se siente despojado de toda esperanza ●

No es poco lo que se ha dicho y aún se puede decir de la obra y la persona de gran director de cine sueco Ingmar Bergman (19182007). En esta conversación es notoria su gran lucidez y el alto grado de exigencia que se imponía a sí mismo y a sus actores para crear una película, la honestidad de su pensamiento y su carácter fuerte y a veces difícil, desde donde podía afirmar: “ Las películas indescifrables son relativamente fáciles de hacer, pero no creo que un director deba realizar películas fáciles.” Esta entrevista, inédita en español, fue realizada en el año 1964.

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