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INGMAR BERG M LA SOLEDAD Y LA RED
from Semanal 14/05/2023
by La Jornada
–Y bien, ¿todavía no se deprimen? –¿Deberíamos estarlo?
–Quizá no han estado aquí lo suficiente. Pero la depresión vendrá. No sé por qué alguien viviría en Estocolmo, tan lejos de todo. Cuando vuelas hasta aquí desde el sur, todo es muy extraño. En primer lugar, hay casas y pueblos y aldeas; pero más allá sólo hay bosques y bosques y más bosques, tal vez un lago, y después más bosques con una larga carretera, también de vez en cuando una casa. Y luego, de repente, Estocolmo. Es perverso tener una ciudad tan arriba. Y aquí nos sentamos, sintiéndonos solos. Somos un país enorme; sin embargo, somos tan pocos, tan dispersos a través de él. Aquí la gente pasa su vida aislada en sus granjas y distanciados unos de los otros en sus hogares. Es terriblemente difícil para ellos, incluso cuando vienen a las ciudades y viven cerca de otras personas; en realidad no sirve de mucho. No saben cómo ponerse en contacto, comunicarse. Se mantienen apagados. Y nuestros inviernos no ayudan.
–¿A qué se refiere?
–Bueno, tenemos luz en invierno quizá solamente desde las ocho y media de la mañana hasta las dos y media de la tarde. Más arriba, al norte, a pocas horas de aquí, hay oscuridad todo el día. No hay nada de luz. Odio el invierno. Odio Estocolmo en invierno. Cuando me despierto durante el invierno –siempre me levanto a las seis, desde que era niño– miro la pared frente a mi ventana. Noviembre, diciembre, no hay luz en absoluto. Después, en enero, llega un pequeño hilo de luz. Cada mañana veo esa línea de luz hacerse un poco más grande. Esto es lo que me sostiene a través del oscuro y terrible invierno: ver esa línea de luz creciendo a medida que nos acercamos a la primavera.
–Si así se siente, ¿por qué no se va de Estocolmo durante el invierno y trabaja en climas más cálidos, en capitales cinematográficas como Roma o Hollywood?
–Las nuevas ciudades despiertan en mí muchas sensaciones. Me ofrecen demasiadas impresiones para experimentarlas al mismo tiempo; todas se amontonan sobre mí. Estar en una ciudad nueva me abruma, me inquieta.
–Se comenta que usted siente lo que ha llamado “el gran terror” cada vez que sale de Suecia. ¿Por eso nunca ha realizado una película fuera del país?
–No realmente; todo eso tiene que ver muy poco con hacer películas. Después de todo, los actores y los estudios son básicamente los mismos en todo el mundo. Lo que me preocupa de realizar una película en otro país es que podría encontrarme ante la pérdida de control artístico. Cuando hago una película debo controlarla desde el principio hasta que se estrena en las salas de cine. Crecí en Suecia, tengo mis raíces aquí, y nunca estoy frustrado profesionalmente, al menos no por los productores. He estado trabajando con prácticamente