La Mirilla - Número 12

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Año 1 - Número 12/ Mayo 2015


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CONTENIDO

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La chica de la libretita

Ruido: el enemigo sin forma

30_ Comer, una experiencia multicensorial

26_ Los huesos de Catherine Roberts

06_ Los acordes que alimentan

29_ El amenazador universo de Mona Hatoum


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22_ Fotoreportaje: Trabajadores en Bolivia

Editora en Argentina Carolina Noya Diseño Jessica Conde Corrección Belén Fourment Ilustraciones LuTTe Rodrigo Díaz Consejo de redacción Diego Obispo Carolina Noya Jorge Luis Galeano Catalina López Fernández Sebastián Walch Mariana Gioiosa

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Analía Dobrov

Relatos del trabajo y la marginalidad

Cecilia DP

Romina Cirillo, Juliana Fitzgerald

Belén Fourment Playnes Maxi Fleitas Rodrigo Spa Nicolás Marrero Javier Pérez Seveso Carlos Lazo Contacto redaccion.lamirilla@gmail.com

34_ Relatos

Web www.revistalamirilla.com

Ciencia y hechicería 21_ #TeleTrabajo

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Dirección Jessica Conde


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LAS MÚLTIPLES VIDAS DEL FREELANCE LA CHICA DE LA LIBRETITA

“Elige algo que te guste y no tendrás que trabajar un solo día de tu vida”. ¿En serio? ¿Dónde firmo? Para un autónomo —freelancer suena mas moderno, ¿verdad?— esta frase que tanto circula en redes sociales es, al menos, un oasis inalcanzable entre listas eternas de cosas por hacer. Es cierto, ser tu propio jefe esta buenísimo. Ser tu propio cadete y recorrer la ciudad resolviendo trámites no tanto...


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O peor: mi “chica de la limpieza” interior renunció tras una discusión: Yo Limpieza: -”Pero esto es imposible, todo acumulado, sería mejor prender fuego todo y empezar a juntar porquerías de nuevo...”. Yo Jefe: -”Vos porque no te gusta limpiar, no hay tantas cosas”. Yo Limpieza: -”La semana pasada encontré un ticket de un almuerzo”. Yo Jefe: -”¿Por un papelito me vas a hacer tanto escándalo? Yo Limpieza: -”Era de 2011. El bar donde almorzaste cerró el año pasado. Encima se comía horrible ahí”. Yo Jefe: -”¡Noooo! Eso era un recuerdo de algo... No sé bien de que, pero era

importante, ¡no lo tenías que tirar! La próxima consultame antes de tirar nada por favor”. Yo Limpieza: -”¿Próxima? Nada de eso, me voy, ya no puedo convivir con tus costumbres de urraca”. Yo Jefe: -”Hey. Que no junto cosas que brillen...”. Pero no te preocupes, va a haber días lindos en que vas a poder hacer eso que te gusta, aunque tu espacio de trabajo se caiga a pedazos —el instinto de supervivencia no parece sentirse intimidado por los papeles apilados—, o tu horario de trabajo “normal” haya pasado hace un par de horas. Y en ese momento se da el siguiente diálogo entre tus múltiples personalidades, cada cual desde su ocupación favorita: Yo —a secas, sí—: -”Jefe, esta vez si necesitaría que me pague horas extras ¿sabe? Es viernes a la noche y encima feriado y yo estoy acá haciendo esto”. Yo Jefe: -”No piba, no se puede. Y no te olvides que si hubieras llegado antes del mediodía por ahí ya te estarías yendo”. Yo: -”Pero anoche también estuve acá en este horario. Necesito dormir de vez en cuando...”.

Yo Jefe: -”Claro, claro. También me vas a decir que como es viernes te merecés estar en el bar y no acá encerrado, ¿no?”. Yo: -”Y, me gustaría, pero supongo que mañana puedo no venir...”. Yo Jefe: -”NO. Mañana te necesito acá para terminar algo que va a llevar todo el día. Por ahí el domingo te podés ir un rato a la plaza... ¡No me llores, caramba! Que no es tan grave, ¡vamos! Traete una cerveza y servime un vaso a mi también, que no sos el único que esperaba salir hoy”. Y acá me ven. Es feriado. Es viernes. Es de noche. En vez de bar y amigos tengo una cerveza frente a la computadora. Pero no cambiaría esto por ningún horario de oficina. El precio a pagar por hacer lo que nos gusta es alto, sí. Pero vale cada segundo que le dedicamos. Más que la frase con la que abrimos esta libretita yo elijo esta, la repito cual mantra y los invito a todos a pensarla: “Si no haces algo por cumplir tus sueños, terminarás trabajando para cumplir los de alguien más”.

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Yo Cadete: -“Bueno, son solo dos lugares mas y ya estoy como para volver… Por suerte el día está lindo, hay solcito… Uh, se nubla, apuremos el paso que no estamos como para lluvia”. Yo Jefe: -“Y claro, con esos zapatos tan bonitos… ¡La próxima venite en zapatillas mejor!”. Yo Cadete: “-Es que hoy suponía que no iba a necesitar salir…”. Yo Jefe: -“Jajaja, chiquita ilusa, ¿quién sino?”.


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SOCIEDAD_

LOS ACORDES QUE ALIMENTAN Vivir de la música es una opción que cada vez más uruguayos pueden tomar. Además, ser artista es un trabajo reconocido legalmente hace seis años, cuando una ley determinó los derechos laborales de actores, músicos y bailarines. El futuro es esperanzador. POR BELÉN FOURMENT

Pedro Dalton se fue de su casa con 17 años porque necesitaba espacio para dibujar, al poco tiempo empezó a hacer música y hoy es un artista polifacético, de esos que en Uruguay abundan, pero con un éxito que no cualquiera logra conquistar: es cantante de Buenos Muchachos, la mejor banda de rock uruguayo del momento, de Los Daltons y de Chillan las bestias; es dibujante y acaba de ilustrar una nueva edición de Cuentos de amor, locura y muerte de Horacio Quiroga; y también se desenvuelve como actor, habiendo concretado su reciente debut en el cine en la película Los enemigos del dolor. Pedro Dalton vive de la música. El caso de su familia es curioso, porque también lo hacen sus hermanos Orlando y Marcelo Fernández: el primero, además de ser bajista de Buitres y cantante y guitarrista de Sibyla Vaine, tiene un estudio de grabación; el segundo es guitarrista de Buenos Muchachos, Los Daltons y Ojos de cielo, y realiza música para documentales y obras de teatro, lo que le demanda la mayoría de su tiempo. No son los únicos que “sobreviven” a través de la música en Uruguay. Es mejor usar la palabra “sobrevivir”, porque “vivir de la música” centra la atención en tocar y hacer discos, y eso es algo que hasta Neil Diamond, uno de los artistas que más álbumes ha vendido en la historia, reconoció como una tarea “poco práctica”. Sobrevivientes en ese rubro cada vez hay más. El panorama se ha vuelto un tanto

- Pedro Dalton, cantante de Buenos Muchachos, de Los Daltons y de

optimista si el artista sabe cómo rebuscarse. Tabaré Leyton, Maia Castro y Mónica Navarro, todos en el rubro del tango, alternan su tiempo entre las presentaciones en vivo y las clases de canto o técnica vocal. Los dos primeros, además, hacen talleres, mientras que la última encontró un lugar en el mundo de la conducción televisiva, pero siempre en programas que tienen que ver con canciones y sonidos. Leo Carlini, líder de la banda Pecho e’ Fierro, también enseña guitarra de manera particular y música en la escuela del Cerro, barrio en el que vive hace bastante. Algunos integrantes de Los Mareados, un grupo que adapta distintos estilos al formato murga, optaron por sacarle jugo a la profesión de artista en el más amplio sentido de la palabra, más allá del plus que les pueda dar salir en carnaval. Los integrantes del grupo tropical Mala Tuya tuvieron que abandonar sus trabajos y quitarle tiempo a sus estudios para poder dedicarse de lleno a su arte. Incluso los miembros de El Cuarteto del Amor -un cuarteto chapado a la antigua

LA LEY APROB PARLA EN ESE ESTATU Y OFIC SE CON MECAN LOS TR INSCRI REGIST A LA SE


Y 18.384 FUE BADA POR EL AMENTO EN 2008 Y E MARCO ESTÁ EL UTO DEL ARTISTA CIOS CONEXOS, QUE NVIRTIÓ EN UN NISMO PARA QUE RABAJADORES SE IBIERAN EN UN TRO Y ACCEDIERAN EGURIDAD SOCIAL.

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que tiene la misión de cantar a la gorra para llevarle alegría a la gente en la calle- han encontrado estabilidad gracias a la participación en decenas de eventos privados que requieren de sus alegres servicios y pagan el monto que corresponda. Así, varios son los que han adaptado sus estilos de vida a una profesión que siempre tuvo el mote de ingrata y a la que muchas veces se le cuestiona si es posible llamarla profesión: la de ser músico. No es sencillo lograrlo, no hay garantías para ganar dinero (alguna vez Fernando Cabrera dijo que en 25 años de carrera -ya ha pasado más tiempo- sólo había logrado comprarse un apartamento) y sí muchos dolores de cabeza asegurados. En eso entra

aquello del amor al arte, que aplica igual de bien para el periodismo. Así como es posible sobrevivir haciendo música, hay algunos que optan por no hacerlo. Tal es el caso de los hermanos Gabriel y Guillermo Peluffo, líderes de dos de las bandas de más peso en la escena del rock local, como son Buitres y Trotsky Vengarán. El primero es un reconocido pediatra que como alter ego tiene al cantante que levanta suspiros por doquier, y el segundo es publicista, experto en el área audiovisual y también cineasta. Marcelo Fontanini, cantante de Snake devenido en solista, alterna sin problemas sus dos proyectos musicales porque le gusta mucho cantar. Sin embargo, aunque sabe que podría vivir de la música, prefiere


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- Gabriel Peluffo no solo es cantante, sino médico y profesor.

no hacerlo. Es despachante de aduanas y junto a Diego Martino es propietario del boliche Hendrix Music Bar, un típico restobar pero con acento rockero. Respaldos En Uruguay no sólo los músicos, sino los artistas en general, se acostumbraron a cargar con un prejuicio: el de “vagos” que “no trabajan en serio”, reforzado por una ley que recién les dio un apoyo real en 2009, cuando se creó y reglamentó el Estatuto del Artista y Oficios Conexos (la Ley 18.384) que les permite aportar al Banco de Previsión Social y aspirar a una jubilación mínimamente digna, entre otros beneficios, siempre y cuando realicen su inscripción al Registro Nacional de Artistas del Ministerio de Trabajo. “Se entiende por artista intérprete o ejecutante a todo aquel que represente un papel, cante, recite, declame, interprete o ejecute en cualquier forma una obra artística, la dirija o realice cualquier actividad similar a las mencionadas, sea en vivo o registrada en cualquier tipo de soporte para su exhibición pública o privada. Se entiende por oficios conexos, aquellas actividades derivadas de las definidas en el inciso anterior y que impliquen un proceso creativo”, establece la moderna legislación, que todavía está en proceso de adaptación. La Ley 18.384 fue el primer paso para

el final de una ardua lucha que data de tiempos antiguos y que finalmente ganarán los artistas, ahora reconocidos formalmente como trabajadores, más allá de todas las mejorías que todavía queden por hacer. Al menos, este estatuto avala que las horas de “ensayo para la puesta en escena, ejecución, interpretación o mantenimiento de la obra” sean computadas para la jubilación, pensión y subsidio transitorio por incapacidad parcial, lo que es un avance trascendental para un sector social siempre marginado.

“LOS ARTISTAS EN GENERAL, SE ACOSTUMBRARON A CARGAR CON UN PREJUICIO: EL DE ‘VAGOS’ QUE ‘NO TRABAJAN EN SERIO’”


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SOCIEDAD_

RUIDO: EL ENEMIGO SIN FORMA POR JAVIER PÉREZ SEVESO


Son los ladridos del perro de mi vecino los que no me dejan dormir desde el verano. Es como un despertador, 7 a.m. se enciende y comienza a largar metódicamente sus ladridos en series de seis. Descansa unos segundos y reanuda, obstinado. El sonido es profundo e incisivo. Proviene, según pude comprobar luego, de una caja torácica envidiable. No hay nada que lo detenga, ni paredes, ni puertas, ni ventanas bien cerradas, ni siquiera aquellos tapones para los oídos que me robé del último viaje en avión. Nada es capaz de interceder entre su garganta y mi cerebro. Así no puedo dormir. Aquel día de febrero que llegué a las 5 a.m. a casa sabía que todo iba a salir mal: no podría dormir más que dos horas y terminaría enojado y con cara de dormido tocando la puerta de mi vecino, urgiendo que hagan algo con aquella bestia. Y tal cual. -2Montevideo tiene un problema grave con la contaminación sonora. El tema salió a la luz pública hace tres años, cuando el por entonces Defensor del Vecino de Montevideo, Fernando Rodríguez, divulgó un dato alarmante: la mayor cantidad de denuncias (un 20 %) que había recibido en 2011 estaban relacionadas con ruidos molestos. Y para peor, advertía, la ciudad carecía de una política preventiva contra este tipo de contaminación. En 2012 Rodríguez presentó “Contaminación Sonora y Derechos Humanos”, un informe de casi 500 páginas encargado a la ingeniera civil Alice Elizabeth González donde aborda la problemática, compara legislación y plantea las principales líneas para solucionar el tema. El informe señala que la exposición al ruido ocasiona en las personas desde pérdida auditiva hasta efectos extra-auditivos, como dificultad en la comunicación, perturbación del reposo y descanso, disminución

de la capacidad de concentración, molestia, ansiedad, agresividad, estrés, entre otros. “El ruido atenta contra los derechos fundamentales de las personas”, recoge el informe en base a la opinión de expertos. “Sin embargo, por alguna causa difícil de justificar en pleno siglo XXI, y seguramente al amparo de que el ruido es un contaminante que no se ve ni se huele ni deja rastros en el ambiente una vez que cesa su emisión, suele recibir un tratamiento mucho menos riguroso que otros contaminantes. Se llega al extremo de asumir que es ‘un mal necesario’ del que las sociedades actuales no pueden librarse siquiera parcialmente y por eso se lo sufre sin más”, advierte el texto. Una de las soluciones, según Rodríguez, pasa por incorporar un enfoque preventivo, donde sea, por ejemplo, el empresario que quiere montar un bar el que demuestre que tiene un plan para no contaminar sonoramente; y no paliativo, donde los funcionarios de ruido de la Intendencia de Montevideo (IM) actúen en base a las denuncias recibidas.Respecto a los funcionarios, Rodríguez hacía notar algo interesante. Los procedimientos de inspección de la IM son invasivos: luego de presentada la denuncia los inspectores llegan a los domicilios por la madrugada, ingresan a los dormitorios de la familia denunciante y miden los decibeles. -3—Creo que es esta, sí— dice uno de los funcionarios mientras toca la puerta de un apartamento. Su compañero novato lo observa todo, desganado y con cara de no haber dormido por cuatro o cinco días. Ambos visten el típico mameluco naranja de la Intendencia de Montevideo. Al otro lado de la puerta se oye un ruido infernal, proveniente de algo que podría ser una máquina industrial. La desesperación crece y el primer funcionario decide derribar la puerta. Ambos ingresan y reconocen la fuente de sonido: un

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Son los ladridos del perro de mi vecino los que no me dejan dormir desde el verano. La contaminación sonora es un problema grave que se presenta tanto en los caños de escape recortados de las motos como en los boliches de la noche montevideana. Mientras tanto Basilio y Méndez, dos implacables inspectores de ruido de la intendencia, recorren la ciudad enfrascados en una lucha que están destinados a perder.


viejo lavarropas que se agita sin control en el medio del living.

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—Ayúdeme a ver cómo hacemos para que esta bestia no cause más daño— dice el funcionario experimentado una vez que logran apagarla. Luego mira la ventana y se le ocurre una idea brillante. —Debe pasar justito por ahí; la levantamos, la tiramos y ya está. —Ah... Yo en realidad pensé que le aplicábamos una multa, nada más— responde el novato con cara de dormido. —No… Qué multa, eso sería en una situación ideal, pero esto es Montevideo, y de ideal no tiene nada. Vamos, ayúdeme a levantarla. —¿Y si la vaciamos no va a ser más fácil? — No, deje, deje así. Con agua es más pesada y cae más rápido— sentencia el veterano, mientras ambos se aprestan a lanzar el lavarropas por la ventana. Basilio y Méndez, los dos funcionarios de la IM que solucionan expeditivamente este tipo de denuncias, son los protagonistas

de la película Ruido (Marcelo Bertalmío, 2005). Incansables, recorren la ciudad luchando contra ese enemigo con forma de frecuencia. Llevan todas las de perder. Son sólo dos y el ruido está en todos lados. En los altoparlantes de los autos, en el equipo de audio con música en la vereda, en el caño de escape de las motos o en los estridentes acordes de una guitarra que atraviesa las paredes de un boliche a las 3 de la mañana. Es una lucha perdida. Sin embargo, llevan adelante la tarea con ahínco, desplegando para cada situación un repertorio de lo más variado e imaginativo. “¡Qué bien me vendrían sus buenos oficios!”, pensaba mientras me dirigía a la casa de mi vecino con cara de dormido (al igual que Basilio), en búsqueda de alguna respuesta para el ladrido del perro que me atormentaba desde el verano. -4-

A las 8 a.m. la feria barrial ya funcionaba a pleno. La bordeé en medio del barullo y me dirigí a la casa de mi vecino. Sólo unos cuantos ladridos salieron a recibirme al llegar a la puerta. Insistí. Pero nada, sólo más ruido. Frustrado, volví a casa mientras desechaba el discurso que había armado en el camino. (Empezaba con: “Hola, soy el vecino del edificio del fondo. ¿Cómo andan? Saben que me gustaría dormir al menos un par de horas…”). De nuevo en casa, intenté localizarlos por la guía. “El número que me solicita fue retirado”, me respondió la voz del otro lado del teléfono. Más frustración. Ya había preparado un nuevo discurso con un talante un poco menos amable: “Hola, soy el vecino, ya sé que no me quisieron atender porque saben que su perro molesta…”. Era evidente que no había nadie en casa y que el perro ladraba por eso. Ya sin ganas de seguir luchando me dirigí directo a la heladera para desayunar. No hay pena mañanera que un buen yogur no pueda arreglar. Agarré la bolsa que permanecía sin abrir. Revisé la fecha, estaba vencido. -5No es el ruido por perros el principal problema que afronta la IM. Sí son los boliches con la música a un volumen que no deja dormir o las personas que lo regentean y se quedan en la vereda conversando. El otro problema está en la calle: el crecimiento exponencial de vehículos sin un control estricto de contaminación acústica hizo que en los últimos años proliferen algunas máquinas ambulantes del terror, como lo son las motos con el caño de escape recortado para rugir más fuerte (debe ser un problema de virilidad de los dueños). Respecto al tránsito, la IM presentó una nueva reglamentación a fines del año pasado. El texto aprobado en la Junta Departamental establece una multa con hasta 10 Unidades Reajustables (8.055 pesos según la cotización actual) a los vehículos que superen el límite de ruido permitido. La normativa otorga a los dueños de las motos un plazo de cinco días para regularizar la situación (por ejemplo, arreglar el caño de escape) y un permiso de circulación provisorio por ese período y por única vez. Si reparan el vehículo, se les retira la multa. En el caso de los boliches el tema parece ser más complejo porque


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hay derechos e intereses contrapuestos. Por un lado el de los vecinos de poder dormir en tranquilidad y por otro el de la ciudadanía de poder contar con lugares de esparcimiento. La discusión se da también en un momento donde no proliferan -quizás a causa de las denuncias recibidas por ruidos, pero no solamente- estos bares que suelen ser el sostén y el semillero de una movida cultural propia. El caso del Bar Rodó (situado en la calle Paullier esquina Gonzalo Ramírez) es emblemático. Hace ya una década que vecinos y dueño mantienen un contencioso que parece no tener fin. En medio de clausuras y posteriores reaperturas, el dueño llegó a ofrecer colocarles doble vidrio y aire acondicionado a los damnificados. Ellos no aceptaron, según cuenta El País. El bar terminó contratando un funcionario encargado de controlar que las personas que toman y charlan afuera no excedan los límites del local. La figura ya se repite en varios establecimientos. -6Basilio y Méndez no llegaron al Rodó, por suerte. Porque de constatar que la emisión superaba los 39 decibelios permitidos para horas de la madrugada su accionar hubiera sido bastante más drástico. —Somos inspectores de ruidos. Me va cerrando este garito, y dígale a todos estos pendejos sordos que se vayan para la casa— espeta Méndez al dueño del local, secundado por Basilio que, como siempre,

mira todo con cara de dormido. —No me digas ¿y quién lo dice eso?— replica el dueño, desafiante. —Lo digo yo, lo dice él— señalando a Basilio —y lo dice la ciencia y la tecnología—responde Méndez mientras apoya un sonómetro sobre la mesa. La solución es simple. Méndez se sube arriba de una silla y baja la llave general del local. Adentro, la banda Motosierra, que terminaba de tocar el tema “Space cowboy”, queda sonando unplugged. Pero eso es en las películas; la realidad es otro cantar. “A partir de la primera denuncia, hasta que se deja de hacer daño, pasa mucho tiempo y se afecta la salud de las personas”, advertía el por entonces Defensor del Vecino Fernando Rodríguez en una entrevista a Portal 180.

2012. —Tenemos poco apoyo. Aunque le parezca mentira, a pesar de la importancia de nuestro trabajo, solamente hay presupuesto para dos personas para cubrir toda la ciudad— le explica Méndez a un Basilio que intenta comprender cuáles son las tareas del cargo que desempeñará. -7-

El informe de Rodríguez estaba en lo cierto. Estar expuesto al ruido provoca agresividad y estrés. Mientras me dirigía con la bolsa de yogur vencido en la mano debí haber pensado algo así como: “el destino finalmente me da una oportunidad. No pude dormir, ni reprocharle a los dueños, ni siquiera tomar yogur. ¿Qué puedo hacer? Tirárselo al perro”. Sí, seguro debí pensar algo así. Esto pasa “porque antes no se exigió un Pero lo cierto es que sólo después de proyecto de aislación acústica. Nosotros recomendamos que no se habilite ningún que la bolsa cayó en el patio del vecino y de que el perro se acercó a husmear, me comercio con riesgo de contaminación acústica sin que antes se demuestre que pregunté por qué lo hice. Qué se me pasó por la cabeza para pensar que lanzar el no lo hará”, afirmaba Rodríguez. La ley 17.852 de Contaminación Acústica yogur desde mi balcón sería una “justa” venganza. propone un cambio de paradigma en El perro interrumpió brevemente su rutina ese sentido. Sin embargo, tras 11 años de aprobación, el Ministerio de Vivienda, para husmear qué le había regalado la Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente providencia. Al comprobar que era algo que no podía comer me devolvió unos no ha reglamentado su aplicación. estridentes ladridos que me quisieron decir: Además, Fernando Rodríguez apunta “Si vas a tirar algo, que esté en fecha, ratón”. a otra problemática. La oficina de la IM encargada de controlar los ruidos cuenta con buenos recursos técnicos, pero escasos recursos humanos: “apenas pueden gestionar el 15% de los casos denunciados”, señala el informe del año


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CRÓNICAS VIAJERAS_

RELATOS DEL TRABAJO Y LA MARGINALIDAD

POR NICOLÁS MARRERO ILUSTRACUIÓN: RODRIGO DÍAZ

En esta edición le voy a compartir dos historias de las que he sido testigo. Estos años de caminar por diferentes lugares me han traído muchas historias, me han enfrentado a muchas realidades que colisionan con mi subjetividad y me hacen perder en esta pluralidad de mundos. Eso es lo más adictivo para alguien que tiene la letra como motor de vida. Es así que con el tiempo he aprendido a escuchar las voces de aquellas personas que tienen alguna historia que contar y he pasado a ser un traficante de letras, que sabe que el sentido del oído es el pilar fundamental de un cronista nómada.


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FOTOS: NICOLÁS MARRERO

Pero no le voy a andar contando cosas mías ni me voy a andar dando mucho autobombo (por más que mi sangre escorpiana y de hijo único me tiren para ese lado). Simplemente quiero compartirle dos historias de las cuales he sido testigo, dos realidades que nos sirven para redefinir nuestra forma de ser y la costumbre de crear problemas donde no existen. El viajar permite eso: relativizarte, moverte del eje de tu ombligo y sacar la cabeza de tu caja de realidad inmaculada y única. Aprendés a observar, a adquirir cierta sensibilidad frente al otro y a trabajar tu empatía con los demás. Esas dos historias tienen que ver con una vida de trabajo y sacrificios, como para que cuando usted se tenga que levantar temprano y piense que su existencia rutinaria es una porquería por tener que apagar esa alarma, sepa que hay gente que no tiene chance ni siquiera de plantearse lo cruel que es el mundo (si, ya sé, usted dirá: “bueno, pero eso no es consuelo, yo sé que hay gente peor que yo pero eso no quita que me sienta un esclavo cuando me tengo que levantar a trabajar”. Y yo le digo: “Sí, lo sé también, pero salga de sus cuatro paredes un poco, viaje y sea testigo de todo ese caleidoscopio de vidas que tiene el universo”. Y si me sigue discutiendo, permítame mandarlo a cagar). ¡Ah! Feliz Día del Trabajador.

Un pequeño camino entraba en algunas calles sospechosamente desconocidas. Frené y respiré la calma de la naturaleza. Tomé un trago de agua y continué el paso. Detrás de mí se me acercó un niño.

NIÑO ADULTO

“Yo pongo dinamitas entre las rocas para romperlas y lo tengo que hacer rápido, rapidísimo, porque sino el patrón se enoja conmigo porque no hago todo el trabajo que tengo que hacer. Y ahí las voy poniendo una por una así; ‘pa pa pam pam tan tan’”, me decía mientras hacía la mímica de cómo iba colocando los explosivos en línea y en serie. “Como soy pequeño y mis manos son pequeñas puedo caber mejor en los huecos y trepar rápido, porque tiene que ser rápido sino el patrón me despide y yo no podría llevarle plata a mi mamá que está

El bosque olía a verde, ese que es fresco y húmedo. El camino marcaba adentrarse a la tierra; pendientes y bajadas. Ese bosque tintineaba sonidos sutiles como los que da el arrullo de un río en medio de una pradera verde y abundante. Yo recién había llegado a San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Aún no conocía sus entrañas. Todo me golpeaba sin aviso. Todo sabía a nuevo.

No llegaba a la altura de mi cadera. Llevaba puestas unas botas de hule negras, pantalón oscuro y playera con marcas de varios años de uso. Tenía colgado un morral hecho de bolsa de costal, esas plastificadas donde se guarda todo tipo de granos, una boina más vieja que él y un pasto como goma de mascar en la boca. “Niño, el camino al pueblo es por aquí, ¿verdad?”, le pregunté. Él se me acerca, me sonríe y me dice: “sí, es todo recto por aquí. ¿Para dónde va usted?”. Le cuento un poco e inocentemente le pregunto si venía de la escuela. “Pues no, vengo de trabajar. Sabe, ahora me voy pa’ la casa porque mi mamá me espera pa’ comer porque ella no trabaja y yo le llevo unos frijoles pa’ que me cocine, porque mi papá se fue de la casa hace un tiempo porque el toma mucho”. El sonido del bosque, nuestros pasos y las sombras intercaladas con los rayos de luz eran testigos de nuestra conversación. “¿Dónde trabajas?”, le pregunté. “Allá arriba”, me dijo, señalando a la cadena de montañas que estaban cortadas por el progreso y canibalismo mercantil.


“Oye, ¿pero cómo es eso de que tu papá quiere matar a tu mamá?”, le pregunté. “Sí, cuando está borracho la llama y le dice que es una puta y que la va a matar a machetazos cualquier día de estos”. Le pregunté por qué no hacían la denuncia a la policía. “No, mi mamá tiene miedo porque mi papá le dijo que si llamaba a la policía ahí si la iba a matar y él cuando toma hace cualquier cosa, porque él siempre le pegaba y le tiraba la comida que ella hacía, hasta que ella lo echó. Pero ahora él la tiene amenazada por haberlo echado y ella no quiere salir a la calle porque él la puede encontrar y matarla, porque cuando mi papá toma le pega siempre a mi mamá”. El bosque se hacía más bosque a medida que el relato se iba oscureciendo. ¿Qué le iba a decir yo? ¿Qué se le dice a un niño que ha dejado de serlo por las circunstancia en que le ha tocado nacer? El viajar te hace cambiar ángulos de vida, empezar a enfrentar tu mundo; ese que tenés tan inmaculado y único con otros más terribles, más siniestros. Si estás abierto a recibir otras maneras de percibir las cosas estarás aprendiendo que tus problemas son subjetivos y que no existe una tragedia esencial que no se resuelva. Enfrentar paradigmas es lo que nos hace crecer. Ese niño, con su mundo, me estaba enseñando que aquellos días en aquella oficina en aquel trabajo de aquella otra vida que yo había tenido (sí, así todo escrito tan redundantemente; es para que usted se me maree un poco y sacarle tanta solemnidad a este discurso) no eran tan siniestros como los había sentido cada mañana que me levantaba a cumplir con horarios, autobuses, camisas y marcadas de tarjetas. El que otros la pasen peor que uno no es consuelo cuando nos sentimos los seres más desdichados del planeta, pero cuando te enfrentás cara a cara con la real desdicha ganás en perspectiva

MUJER DE MERCADO Me levanto temprano, apenas son las siete de la mañana y el sol aún se despereza detrás de las montañas que le dan relieve al horizonte sancristobaleño. El silencio todavía es dueño de la calle. Los transeúntes hace unas horas se rindieron ante la noche y el mezcal. Los últimos amores se consumaron mucho antes de que el primer rayo del día les iluminara su lujurioso deseo. Salgo a la calle que está vacía de gente, autos, perros, comidas, gritos y gringos de sombreros de paja. El mercado me queda a unas pocas cuadras y debo comprar la comida para hacer el desayuno. En la entrada, los primeros puestos aún se están armando. El olor de las tortillerías humedecen en asfalto. Aún es temprano para que el color rojizo de los mangos tiñan los corredores o que las vendedoras se acerquen con las bolsas de cebollas, tomates o aguacates a diez pesos. Frente a mí hay una mujer muy anciana, con más años que los que me puedo imaginar. No debe de medir más de metro cincuenta. Lleva puesto su traje típico de alguna comunidad tzotzil, pero no sé bien de dónde; una pollera hasta los tobillos bordada de colores rojos y azules, una blusa azul carmesí con motivos de rosas y otras flores que no reconozco. La faja, de color negro, le marca aún más su delgadez de años de mala alimentación. Su piel tiene marcas de un devenir ajado por el trabajo, la escasez y el sacrificio estoico. Las arrugas, que son más producto de horas

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y aprendés a valorizar aquello que fuiste e hiciste para tener el presente que te toca vivir. Al final el niño se paró. “Mire señor, mire para ese árbol. ¿Ve la ardilla? Yo tengo una honda, y cuando voy por el bosque voy buscándolas y les tiro, pero casi nunca les pego. Pero el otro día le di a una que cayó al suelo y creo que la maté. Pero está más lindo cuando no les pego, porque salen saltando así, ¡zaz!”, me terminó de decir. Al relatarme su juego de la honda y las ardillas pude descubrir apenas un brillo de niñez en sus ojos. Ese niño estaba ahí. Oculto entre tanta adultez obligada.

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sola en casa asustada, porque mi papá le dijo que la iba a matar por haberlo echado de la casa”. Ahí freno y lo miro: esa cosa tan pequeña, tan niño que se había visto en la obligación de convertirse en adulto. “Niño, que el mundo te va envejeciendo a los golpes”, me pensé, recordando esa estrofa de alguna murga uruguaya. Yo, que a esa edad estaba saliendo de la escuela y mi preocupación se reducía en no haber hecho ni un solo gol en el partido de fútbol del recreo.


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interminable de trabajo que de años, son su insignia de fortaleza y tenacidad. Sobre su cabello gris, largo y trenzado, lleva una tira de cuero que rodea su frente y está ligada a un gran costal de maíz que carga sobre su espalda y le sirve para soportar todos los kilos que lleva sobre su pequeño cuerpo. Seguramente ese costal pesa mucho más que ella, pero aún así baja la mirada: no en tono de sumisión, sino en posición de avance. Cual toro arremetiendo contra su presa, ella adelanta con sus cortas piernas hacia el frente. Sin mirar al que viene, sin pedir permiso. ¿Cuántos amores habrá resignado por sus horas de marginalidad laboral? ¿Habrá sentido alguna vez la satisfacción de dos cuerpos sucediéndose en una noche de piel y pulsión? ¿Qué sueños habrá tenido cuando su niñez la hacía fantasear? ¿A quién extraña en las mañanas? ¿Cuál es su comida preferida? ¿Qué le produce risa? ¿Y temor? ¿En qué hombro se sostiene cuando la fragilidad la invade? En ese mercado es solo ella, su costal, su maíz, su trabajo, comida, sustento. Su vida. Es su vida la que va en esa espalda, que va corriendo por esas arrugas y ese metro cincuenta de puro trabajo y tenacidad. Son las siete de la mañana y cuando la ciudad aún duerme, ella ya está haciéndole frente a todo. Como todos los días. Ya no debe recordar desde cuándo. Ya no importa.

“NO, mi mamá tiene miedo porque mi papá le dijo que si llamaba a la policía ahí si la iba a matar y él cuando toma hace cualquier cosa, porque él siempre le pegaba y le tiraba la comida que ella hacía, hasta que ella lo echó. Pero ahora él la tiene amenazada por haberlo echado y ella no quiere salir a la calle porque él la puede encontrar y matarla, porque cuando mi papá toma le pega siempre a mi mamá”.


POR NINA BLAU FOTOS: NINA BLAU

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CIENCIA Y HECHICERÍA

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CRÓNICAS VIAJERAS_


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Cierro los ojos y puedo oír el canto de una dulzaina sobre el retumbar de varios instrumentos percutivos. El paisaje que se me viene a la mente enseguida es montañoso, de bosques sumamente frondosos; escalerillas de piedra antigua permiten atravesar recodos altos, se disimulan perfectas entre los troncos de los árboles. A lo lejos, un pastor de túnica larga y bastón cuida un rebaño de cabras variopintas acompañado de un can que dos por tres se tira en el suelo a descansar. Un puente antiquísimo atraviesa un valle de tonos verdes y rojizos. Más lejos en las casas el aroma de las comidas recién hechas inunda todo, y se torna un faro de luz entre la niebla blanquecina que envuelve las chimeneas. Cazuela, queso de cabra, especias del bosque. En la Sierra invernal los hombres y las mujeres no llevan demasiado abrigo, sus pieles están acostumbradas al filo del frío. Las infraestructuras de piedra se rigen como sabios erguidos a la distancia, como nobles contempladores del mundo, como espías pasivos de lo cotidiano. Y a todo esto no puede faltar la señorial pero humilde imagen de la Iglesia, pilar central de los poblados, templo levantado sobre santuarios paganos, una religión se sume en otra y se funden símbolos cristianos, celtas y árabes sin necesidad de justificación más que la fe divina. Abro los ojos y veo interminables rutas pavimentadas borrosas por tanta velocidad que las pisa, zumbantes ejércitos de ruedas y carcazas modernas que brillan a un sol que quema demasiado para tratarse del inicio de la primavera. Un buitre solitario sobrevuela el cementerio en la montaña, un pájaro diminuto se posa sobre una cruz de piedra que debe tener más años que todo lo que la rodea, muy cerca las ruinas de una estación de tren van asimilando el silencio que las viene a desaparecer bajo las zarzas y las enredaderas. En las calles una camioneta Ford último modelo europeo se detiene en una de las múltiples cuestas del pueblito, y se abre para dejar emerger una familia entera con sus requerimientos bien típicos, sus niños aventureros vestidos con ropa clara, separados por género, sus adultos emparejados vestidos de ropas más opacas, de movimiento pausado y nervioso a la vez. Sus sombras se proyectan largas cuesta abajo sobre la piedra milenaria, se unen con la

sombras de dos o tres ancianos que, sentados en los muritos de las casas con su bastón, se funden con el paisaje del pueblo. Todo convive pacíficamente: árbol, canto de pájaro, motor ronroneante, grito infantil, ringtone, chisme susurrado entre dientes, campana de metal, ciencia y hechicería. Cierro los ojos y me imagino la incógnita del final del camino, la incertidumbre de no haber visto, de no conocer más lugar en el mundo que aquella Sierra con sus misterios y encrucijadas. La rutina basada en el hacer, la vista entrenada para encontrar cabras a la distancia en el monte, las manos curtidas de cultivar y los oídos repletos de silencio. Carreteras de piedra levantan polvo bajo el paso de caballeros. Varios bandidos se esconden en las inmediaciones esperando al viajero incauto. Las viejas preparan pociones de hierba bendecida, los heridos estarán a merced de sus habilidades. Aquí la supervivencia es el fuego domado, el clima conocido, la suerte frente a la tempestad. Vivir debe ser rezar cada día a símbolos que otorgan la confianza, seres que consuelan ante la inmensidad voráz, la interminable sombra de las distancias. Abro los ojos y reconozco allá a lo lejos La Ciudad, Madrid, con sus inconfundibles cuatro torres y no puedo evitar preguntarme: ¿cuántos millones de personas hablan a la vez en este momento, sobre las calles, bajo tierra en los metros, en el cielo en los aviones que pasan sin descanso? Y Madrid se me antoja eso, un embrollo de voces descoloridas hablando al unísono, voces que no entiendo desde acá. Sus enormes torres de cemento, sus vastas extensiones de parkings, su río agitado de personas, su variedad de antenas y balcones; la civilización entera ruge entre bares de tapas, tiendas de ropa y supermercados de chinos. Su mezcla de razas, sus plazas de mercaderes y turistas parecen, vistas desde la montaña, un extraño hormiguero posmoderno que a la vez me aturde y me fascina, que me llena de incógnita y hastío. Pienso en cómo sobre la Sierra las voces suenan definidas, solitarias, pausadas y en la ciudad se superponen. Vuelvo a cerrar los ojos y un fandango castellano me canta: “¿Cuántas veces diré lo que mi pecho ha callado? Por la boca muere el pez, mira bien lo que has hablado.”


POR ANALÍA DOBROV VASILIEFF El Teletrabajo es una modalidad de trabajo a distancia basado en las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) que suma nuevos adeptos a sus filas, día a día. Es una tendencia que se ha incrementado notablemente en América Latina pero que en España no avanza tan rápidamente.

La vida actual en las grandes ciudades impone un ritmo vertiginoso de actividades y horarios, con autopistas cargadas y un transporte público cada vez más deficitario, junto a las largas jornadas laborales. Todos vamos y venimos en las mismas direcciones, y en los mismos horarios, determinados y fijados por las localizaciones de las empresas y su rango horario (9 a 18 hs). El teletrabajador puede ser autónomo, estar en relación de dependencia de la empresa para la que teletrabaja o pactar trabajar de manera presencial en la empresa algunos días y otros, hacerlo desde su casa. El empleo en la era digital

El teletrabajo muestra el nacimiento de una nueva forma de trabajar: a distancia de los jefes y de los compañeros, con charlas virtuales y reuniones por Skype. Pienso que asistimos a un cambio de paradigma y aunque todavía genera resistencias y miedos (o desconfianza) cada vez son más quienes eligen esta

modalidad de empleo. El modelo tradicional de empleo actual exhibe las fisuras propias de un cambio social y cultural como es el desarrollo del mundo digital y tecnológico. El mundo laboral recibe en sus puestos de trabajo a nativos digitales, a Millennials (o Generación Y) y jóvenes gerentes que aportan nuevas visiones y herramientas al mundo del trabajo. La ausencia de legislación laboral sobre el teletrabajo habla claramente de su falta de “categoría o estatuto de trabajo”, cuando de lo que se trata –al igual que su modalidad tradicional- es de un pacto social en el que una parte se compromete a realizar una tarea determinada en un plazo fijado y la otra se compromete a pagar a cambio de esto. El principal prejuicio con el que se lucha aun hoy en día es el que reza que quienes trabajan desde la comodidad de su hogar o un bar no están trabajando, y si lo están haciendo jamás será con el mismo compromiso y la misma intensidad de quienes se

PANTUFLAS Y FREELANCERS Los teletrabajadores confiesan que su falta de arreglo personal va creciendo cuando trabajan desde sus casas. Como suele suceder con estas cosas, el desarreglo es gradual: comienzan trabajando en ropa cómoda, para luego pasar al jogging o la calza y finalmente se entregan a seguir el día entero en pijama. La pantufla suele ser el símbolo que se asocia a la comunidad de los trabajadores freelance, un elemento que nos recuerda lo cómodo que es andar por el hogar trabajando.

encuentran en la oficina, en los puestos de trabajo tradicionales y bajo la mirada de un jefe. Ventajas del teletrabajo:

•La principal ventaja del teletrabajo que destacan los trabajadores (quienes optan por esta modalidad de trabajo) es la posibilidad que se les brinda de armonizar o compatibilizar el mundo laboral y el personal, lo que incide en la calidad de vida de éstos. •Para las empresas, la principal ventaja se encuentra en la posibilidad de contar con los empleados idóneos para cada puesto sin importar su lugar de residencia (ciudad o país) al igual que la posibilidad de retener a los talentos. •Las personas con movilidad reducida o que padecen alguna discapacidad encuentran en el teletrabajo su aliado, siendo éste un facilitador del empleo. •La productividad es mayor en quienes se dedican al teletrabajo constituyéndose en una ventaja para ambas partes: trabajador y empresa.

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UNA TENDENCIA EN CRECIMIENTO

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#TELETRABAJO


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FOTOREPORTAJE

TRABAJADORES EN BOLIVIA POR RODRIGO SPA


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CULTURA_

- Arriba: Los actores del documental. Izquierda: Catherine Roberts

LOS HUESOS DE CATHERINE ROBERTS POR MARIANA GIOIOSA FOTOS: RICARDO PREVE FILMS LLC

El productor, director y fot贸grafo Ricardo Preve, quien ha participado en grandes cadenas internacionales como National Geographic y Al Jazzera , entre otros trabajos, se encuentra en la etapa de post producci贸n de su nuevo documental: Los huesos de Catherine Roberts. Sobre ese trabajo convers贸 con La Mirilla.


¿Cómo se te ocurrió filmar el documental Los huesos de Catherine Roberts? Fue a través de un contacto personal con la doctora Silvia Dahinten , una antropóloga del Centro Nacional Patagónico (CENPAT). Yo estaba en Puerto Madryn, Chubut, Argentina, en el 2010 trabajando en otro proyecto para National Geographic, y fue allí cuando la conocí y me contó que tenían en custodia estos huesos que se habían encontrado en 1995. ¿Qué te llama la atención de los galeses? El coraje que tuvieron en el invierno de 1865 de irse desde Inglaterra hasta Argentina solamente para defender su religión, su idioma, su música y su poesía. No estaban escapándose por motivos económicos o políticos, sino que decidieron arriesgar su vida y dejar todo para poder vivir en un lugar aislado del mundo, donde podrían evitar que su lengua y su cultura se perdieran como resultado de la opresión que tenían por parte de los ingleses.

¿Cómo fue el trabajo de preproducción para encarar semejante proyecto? Fue bastante, comencé en este proyecto en el 2010. Se tuvieron que alinear varios factores para que el documental se hiciera una realidad: primero conocer a Ritchie y que ella confiara en mí, en que íbamos a hacer algo bueno y lindo; también convencerla que se tomara sus vacaciones anuales para venir a la Argentina. Por otro lado, el trabajo de preproducción con integrantes del Centro Nacional Patagónico, que nos abrieron las puertas en cuanto a poder filmar, al uso de sus científicos y el apoyo logístico que nos dieron. ¿Cómo se supo que los restos pertenecían a Roberts? Ya había fuertes indicios de que el cuerpo podía pertenecer al de Catherine. La doctora Julieta Gomes Otero, que es una arqueóloga del CENPAT, determinó que el ataúd donde se encontraban los restos era de un tipo de pino de origen europeo; el doctor Fernando Coronato, que es un investigador en el mismo organismo, documentó que en la colonia galesa habían utilizado los restos de un barco hundido en las cercanías de la zona del desembarco para el entierro y otras actividades. Entonces

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¿Cómo surgió la idea de realizar el documental en tres ejes? A mí me entusiasma que los documentales sean dinámicos, que tengan una riqueza visual y un contenido interesante. Me gusta mezclar estilos. El documental moderno está siendo cada vez más una mixtura entre la ficción y el documental clásico en cuanto a la estética y al lenguaje de cámaras. Este género se presta muy bien las recreaciones históricas porque le agrega una riqueza visual y una estética distinta. Tal vez también fue por la influencia de National Geographic. Trabajé mucho para ese canal con recreaciones históricas, y ahora me gusta aplicar ese recurso en mis producciones. El tercer eje, el de Nia, surgió como necesidad. Teníamos que traerla a la Argentina para tomarle la muestra de ADN.

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Catherine Roberts fue una de las primeras galesas que llegó a Argentina en el velero Mimosa, el 28 de julio de 1865, junto a 152 colonos más con la intención de preservar su cultura, su idioma y su religión. Murió pocas semanas después aparentemente a causa de escorbuto. En 1995, una empresa constructora que estaba expandiendo una playa de estacionamiento cerca de la ciudad de Puerto Madryn descubrió unos huesos que, según varios indicios, le pertenecerían a Roberts. Finalmente, un grupo de investigadores del Centro Patagónico Argentino (CENPAT) determinó, mientras se rodaba recientemente el documental, en abril de 2015, que los restos encontrados eran de la colona. Este film cuenta con tres ejes narrativos: el trabajo de los investigadores, una recreación histórica con actores y “no actores” galeses, y el viaje de una descendiente de Catherine Roberts desde Gales hasta la Patagonia.

LOS HUESOS DE CATHERINE ROBERTS 2015 ORIGEN: Argentina ESCRITOR/DIRECTOR: Ricardo Preve PRODUCTOR: Ramón Cardini DURACION: 52 minutos IDIOMAS: Español, galés e inglés

existía la presunción de que ese ataúd era el de Catherine, porque era parecida la madera a la de un barco hundido inglés que se hallaba en las zona cercana a la del encuentro de los huesos. Además, el análisis del ADN mitocondrial de los restos había determinado que pertenecían al de una mujer que vivía en el norte de Europa. En conclusión, había indicios adicionales a este descubrimiento, así que no fue solamente esta confirmación de la correspondencia entre el ADN de Nia y el esqueleto, sino que había toda una serie de hallazgos preliminares: el tipo de madera utilizado en el cajón, el análisis de ADN mitocondrial, la presencia de un anillo de oro parecido

al que usaban los galeses, un botón que indicaba que no era un enterratorio de pueblos originarios, entre otros, fueron parte de tejido de la historia de este descubrimiento. ¿Cómo fue trabajar con ese grupo de historiadores, antropólogos e investigadores? Fue una experiencia muy buena. Ellos estaban muy entusiasmados ya que estuvieron 20 años esperando la respuesta de este enigma; los huesos fueron descubiertos en 1995. Además destaco la buena onda, la calidez humana y la colaboración que nos prestó todo el equipo, y la cooperación del Centro Nacional Patagónico.


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¿Cómo fue el encuentro con Nia Olwen Ritchie, la descendiente de Roberts? A Nía la conocimos con el equipo de filmación en su pequeño pueblo donde vive y trabaja como bombero. Había hablado con ella por Skype, teléfono y correo electrónico, pero tomé el riesgo de conocerla personalmente ya que quizá no había conexión, o no se quería prestar a la entrevista. Pero por suerte fue muy bueno el encuentro con ella: estuvo abierta desde el principio, nos recibió en su casa, nos mostró su vida diaria, nos dejó filmar y tuvo un rol muy importante en conseguirnos locaciones, personas y situaciones que enriquecieron mucho el documental durante los tres días que se rodó en Gales (el resto se filmó en Argentina). ¿Cómo fue la dirección de actores en esta oportunidad? Me gustó mucho. Realizamos el casting en Trelew junto con la asociación de los descendientes galeses, la asociación San David y las personas que quedaron seleccionadas para hacer el rol de Catherine Roberts, sus hijos y otros miembros de la comunidad galesas. Fueron personas en su mayoría no actores, así que me ayudó la experiencia como director de “no actores” que de vuelta fue algo que aprendí con National Geographic . ¿Quién fue la persona seleccionada para el rol de Catherine Roberts? Paula Odell Humphries, es una empleada municipal en Rawson que escuchó sobre el casting , se acercó a hacerlo y quedó seleccionada. ¿Cuál era la expectativa del documental? ¿Qué pasaba si el resultado era negativo? Yo estaba preparado si el resultado era negativo; en ese caso íbamos a rescatar que el documental habría acercado la cultura de Gales a la Argentina. Luego de que el resultado dio positivo, ¿cuál es tu sentimiento? Estoy muy contento. Cumplí el sueño de todo documentalista, de hacer realidad un proyecto que estuvo varado por 20 años: hacer avanzar a la ciencia y al mismo tiempo tener la oportunidad de estar “espiando ahí” con la cámara para poder filmar los hechos a medida

que fueron transcurriendo. ¿Esperabas tanta repercusión en los medios de Gales, Uruguay y Argentina? No, la verdad no lo esperaba tanto. Tengo siempre algunos periodistas que me siguen, pero en este caso el impacto fue muy grande. Esto se debe también a que los resultados fueron anunciados por el gobernador de Chubut, Martín Buzzi, y el director del Centro Nacional Patagónico, y eso le dio una envergadura y una llegada a los medios que no hubiese tenido si lo hacía yo solo. ¿Cuándo está planificado terminarlo y qué objetivo tienen con esta producción? Ahora estamos en la etapa de post producción. Queremos terminarlo para el 15 de julio, y tenemos grandes esperanzas de que el documental sea parte de las celebraciones que se van a hacer en Puerto Madryn y en Gales alrededor del 28 de Julio del 2015, que es el día que marca los 150 años de la llegada de los colonos a Chubut. ¿Tenés alguna anécdota del documental? En la zona de Puerto Madryn el tiempo suele ser seco y despejado, pero por algún motivo climático justo cuando estábamos haciendo la recreación histórica con Paula Odell Humphries, al amanecer, se levantó bruma desde la Península Valdez y este fenómeno climático le dio un tono, una estética muy sombría pero a su vez muy interesante. Fue algo que no esperábamos y creo que va a aportar mucho a la belleza de las imágenes. ¿Qué rescatás de la experiencia de haber filmado este documental? Para mí los documentales son como abrir una ventana a una cultura, a un trabajo, a unas personas que anteriormente no conocía. En este caso abrí una ventana de Gales a la Argentina y de Argentina en Gales y lo que más me quedó fue eso, el acercamiento de las dos culturas. Igual todavía no está terminado el documental, veremos qué otras vivencias nos traen los meses que vienen.

DECIDIERON ARRIESGAR SU VIDA Y

DEJAR TODO PARA PODER VIVIR EN UN LUGAR AISLADO DEL MUNDO, DONDE PODRÍAN EVITAR QUE SU LENGUA Y SU CULTURA SE PERDIERAN


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EL AMENAZADOR UNIVERSO DE MONA HATOUM POR MARIANA GIOIOSA FOTOS: GUSTAVO VELÁZQUEZ

La artista palestina británica Mona Hatoum presenta en la Fundación PROA de Argentina Over my dead body. En esta exhibición se pueden encontrar instalaciones, videos, esculturas y objetos que fueron realizados por la artista desde la década de 1980. La exposición fue presentada con anterioridad en la Pinacoteca del Estado de San Pablo y cuenta con curaduría de Chiara Bertola. Hatoum nació en Beirut (Líbano) en 1952, ciudad a la que huyeron sus padres en 1948 desde Palestina y residente en Londres desde mediados de la década de 1970. Cuando quiso regresar a su país estalló la guerra civil en el Líbano y se tuvo que exiliar en Londres de manera forzada. Es por eso que la guerra, la violencia y los mapas “inestables” son temáticas que se repiten en sus creaciones. Lo cotidiano se vuelve amenazador en su universo y lo que parece ser un objeto agradable al observarlo con atención deja de serlo. Un sofá cama que al acercarse resulta ser rallador con peligrosos filos; otro rallador de gran tamaño en forma de biombo. Una lámpara para pequeños con figuras de soldaditos y estrellitas que se

proyectan en toda la habitación y giran sin parar provocando la sensación de mareo. Dos hermosas valijas que están unidas por mechones de cabellos humanos. Como queda demostrado en los ejemplos anteriores, el cuerpo es un elemento recurrente en sus obras y suele estar presente de manera directa o indirecta. En algunos casos realiza sus trabajos con algunos de sus productos, como pelos; en otros, los cuerpos de los visitantes atraviesan sus obras o se ven inmersos formando parte de ellas. También hay otros objetos e instalaciones que inquietan y perturban como un rosario, cuyas cuentas parecen ser municiones de un cañón de guerra; una estructura circular de globo terráqueo de color rojo oscuro que simula arder; un cubo con alambres de púas de 181 x 182 x 182 cm, que tiene divisiones dentro que forman otros cubos. Estos objetos invitan a acercarse para examinarlos, pero cuando se llega a pocos centímetros imponen distancia y sugieren dolor. Para Hatoum, los materiales adquieren un rol fundamental, ya que están cargados de un fuerte significado. Por eso, si bien varias de sus obras a primera vista se podrían considerar minimalistas debido a la simpleza

de sus formas, desde otras perspectivas, en realidad, no lo son. Además, la artista se siente atraída por los mapas y los plasma en sus trabajos. “Los mapas parecen algo fijado de antemano, pero los que yo hago dan siempre la impresión de movimiento, inestabilidad y hasta de precariedad”, ha analizado. En el piso de una de las salas se encuentra uno de gran tamaño dibujado con bolitas de cristal sobre jabón de aceite de oliva. Esta obra la realizó inspirada por un mapa que encontró del Acuerdo de Oslo entre Israel y Palestina, que se había firmado en 1993. Dice que le pareció muy extraño porque se dibujaban pequeñas áreas, como lunares sin continuidad en un territorio. “Se suponía que ese debía ser el mapa de la futura Palestina. Me pareció irónico porque se trataba más de dividir y de imponer reglas que de permitir a la gente que viva junta”, ha asegurado, y ha explicado que usó ese material, el jabón, por sus características, porque dura poco y se disuelve. Esta fascinante y a la vez aterradora muestra se puede ver hasta el 14 de junio en Av. Pedro de Mendoza 1929, La Boca, Buenos Aires.


GASTRONOMÍA_

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COMER:

UNA EXPERIENCIA MULTISENSORIAL”.

Prendo la hornalla de la cocina, cargo la pava con agua y mientras se calienta a 80°c -temperatura ideal para disfrutar de un muy buen mate-, recorro el espacio en busca de los elementos infaltables que acompañan toda la ceremonia. Yerba, edulcorante, unas hojas de poleo donadas por mi abuela para dar un toque diferente y, por supuesto, algo para matar el hambre. Muerdo una galleta y ese sonido crujiente que se produce al momento de masticar me llena de placer. La comida es eso: una mezcla de todos los sentidos en donde cada uno realiza su parte y, al conjugarlos, se genera la fórmula perfecta. POR ROMINA CIRILLO

LA VISTA Siempre escuchamos decir que “se come con los ojos”. ¡Sí! Es cierto, muy cierto, a tal punto que si nos trajeran algo muy rico pero mal servido y no le viésemos buena pinta, seguro que ni locos lo probamos aunque el mismo Ferrán Adrià lo hubiese preparado. Por medio de la vista distinguimos colores, objetos; podemos discriminar su estado -bueno, pasable o malo-. Cuando un plato llega a nuestra mesa o lo preparamos, buscamos darle la mejor presentación:

ponerlo bonito, que se vea bien, que resalten los ingredientes más fuertes así es más atractivo, ponemos énfasis en los colores de cada ingrediente. Si a nuestros ojos no les gusta lo que ven, ese plato seguro va camino a una mala puntuación. Sencillamente es así: nuestros ojos perciben una imagen, una luz que es captada por una capa muy sensible denominada retina, la cual envía la imagen


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al cerebro para luego ser interpretada. Nuestra vista es equivalente al funcionamiento de una cámara fotográfica, como dice el famoso dicho popular: “Todo entra por los ojos”. El olfato Es el segundo sentido más importante y, junto con la vista, logran que podamos saborear un plato sin haberle dado un solo mordisco. Es importante destacar que nuestra nariz puede percibir más de 20.000 olores distintos y es la causante de ciertas expresiones como “¡Mmm! Huela a…”. El degustar un plato empieza justo ahora: las moléculas olorosas realizan un viaje directo hasta la glándula pituitaria. La misma se encuentra recubierta de un grupo de células receptoras atentas a captar “lo que estamos oliendo”. Así lo reconocen y envían señales eléctricas a nuestro cerebro, pero el viaje no termina ahí. Estas señales continúan hacia el bulbo olfativo y, en esta etapa, el olor es percibido pero aún no reconocido o asociado a nada en particular. Es por tal motivo que debe seguir hacia el sistema límbico para finalmente llegar hasta el córtex cerebral e hipotálamo, donde tenemos guardadas las

emociones y recuerdos que nos permiten comparar, interpretar y asociar eso con algo en particular, por ejemplo: el verano, la tierra mojada, la comida de la abuela y mil etcéteras más. Está claro que no todo lo que olemos nos va a conducir hacia algún lugar de nuestra memoria pero ciertos aromas que pueden ser muy fuertes o muy solubles -como la comida muy caliente o cuando estamos resfriados- nos pueden impedir percibir los aromas de la comida y arruinar nuestra experiencia sensorial. EL GUSTO Una vez que ya vimos nuestra plato y le dimos el okey, nos acercamos para inspirar su aroma y decidimos que era imposible negarnos. ¡Ahora si, por fin vamos a


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probarlo! Desde el momento que nuestra boca se pone en contacto con un bocado de comida entran en juego miles de sensaciones. En lo que respecta al sentido del gusto, debemos saber que los órganos que entran en juego son la lengua, las papilas gustativas, y el paladar, donde cada uno cumple una función irreemplazable. La lengua es un órgano musculoso y el asiento principal del gusto, masticación y deglución de los alimentos. En ella se encuentran las papilas gustativas. ¿Qué son? Órganos sensoriales que nos permiten reconocer los sabores básicos (dulce, salado, amargo y ácido), seguida de la percepción que recae en lo que podemos llamar secundaria (agrio, astringente, picante, entre otros). Estos botones gustativos están compuestos de uno pelitos microscópicos extremadamente sensibles denominados cilios, los cuales son los encargados de de enviar mensajes al cerebro sobre los sabores que percibe. El proceso sintéticamente es así: los alimentos poseen compuestos químicos que se disuelven con la humedad de la boca, de esta manera penetran en las papilas mediante los poros que hay en la superficie de la lengua y donde toman contacto con las células sensoriales. Cuando el receptor es estimulado por una de las sustancias disueltas, este envía impulsos nerviosos al cerebro, así la frecuencia con que se repiten estos impulsos son los indicadores de la intensidad del sabor. SI nos expusimos a un determinado gusto por un tiempo prolongado es muy probable que las papilas se saturen: estas dejan de enviar información y así el sabor se deja de sentir. Si bien antes se creía que la lengua tenía zonas que captaban cada sabor de forma específica, luego de varios años de estudio

se supo que no es así. La lengua registra cada sabor en su totalidad; es decir: cada papila aprecia cualquier sabor en cualquier zona. Más allá de los factores propiamente fisiológicos, existe ese extra que lo dan los recuerdos, las emociones y el relacionar la comida con algún hecho particular de nuestras vivencias. EL TACTO Aunque no lo tengamos muy en cuenta, el tacto es primordial y aporta una cuota extra a la hora de disfruta de la comida. Nos permite darle valor a dos puntos focales: la textura y temperatura. Por ejemplo, romper la cáscara de un maní y sentir la rugosidad del mismo, cortar un pedazo de pan crujiente y apreciar la esponjosidad de su masa. Hasta los cubiertos son parte de esta loca experiencia de sensaciones: no es lo mismo comer con cubiertos metálicos que usar palitos de madera, o las exclusivas cucharas de nacar que sirven para el caviar.


EL OÍDO El oído es el sentido olvidado, o tal vez al que menos importancia le damos. No por ello deja de ser una pieza clave en esta experiencia “multisensorial”, como lo es disfrutar de una buena comida y una buena bebida. Cuando pensamos en el sabor no tenemos en cuenta el sonido que los alimentos producen al ser masticados y cómo influyen en la percepción de los mismos. Pensemos un momento… ¿Qué pasaría si comiésemos unas papas fritas, unos nachos o panceta frita, pero sin sonido? ¡Exactamente eso! La experiencia gastronómica no sería igual. Esta comprobado en muchos casos que el sonido que se emite en la masticación es tan o más importante que el sabor y el olor del alimento y que está también directamente relacionado en cómo percibimos la frescura de lo que estamos comiendo. ¡Ojo! En la bebida ocurre lo mismo: lo que oímos cuando destapamos una bebida gasificada, destapamos un champagne, entre otras, eso mismo es la carbonatación y se cree que mientras más fuerte lo percibimos más fresco es lo que consumimos. A menor efervescencia o ausencia de la misma, nos llevaría a considerar que eso que estamos por beber es viejo, pasado e influiría directamente en nosotros a la hora de saborearla. Nos gusta comer y beber, nos gusta la ceremonia que ello engloba, juntarnos disfrutar y que cada bocado que realizamos conlleve una fiesta para cada unos de nuestros sentidos. Así que no nos olvidemos de dejar que cada órgano sensorial se apodere de nosotros y vivir la mágica experiencia de disfrutar de la comida.

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Y una vez más la boca entra en juego, no es lo mismo un plato frío a uno caliente y las texturas tan variadas que podemos encontrar. La esponjosidad de una buena masa, lo volátil de una espuma de frutos rojos o un soufflé de chocolate o calabaza, la cremosidad de los mousse, una buena salsa, un flan, una gelatina y así podríamos seguir infinitamente.


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RELATOS_

FINAL POR CARLOS LAZO

Habíamos crecido prácticamente juntos. Contábamos los mismos años, quizás alguna leve diferencia de días, nada que condicionara la intensidad de la conexión que parpadeábamos. En aquel entonces éramos dos formas que luchaban para definirse. Venturosos, penetrábamos un monte sangrante y latente, nos desorientábamos en ese terreno indómito cuya superficie colmada de senderos nos inspiraba la imagen de una nervadura, y cuando por fin podíamos sacar la cabeza y rescatar algo de aire fresco, comenzaban los diluvios y el hedor de una bruma putrefacta. Y así íbamos surgiendo, pidiendo permiso, tímidos por naturaleza, por la turaneza, por la altura esa, esa que nos elevaba hasta una cordillera trasandina que cada tanto nos nevaba y refrescaba con sus ventiscas mentoladas que incitaban la hipotermia. Y ahora nada que hacer, ya está todo dicho. Me están durmiendo como a un bebé que apenas nace, y vos allí, a mi lado. A mi lado y a la vez no. Vos junto a mi cuerpo y tus manos sentenciosas posadas en el polo opuesto de mi ser interno revestido de estupores, súplicas, disonancias, espontaneidades, lamento boliviano y tus piernas que a esta altura me parecen inalcanzables; no hay manera de llegarlas. Muletilla de Paganini que es mi existir, carajo. Siempre vendiendo el alma a cosas menos relevantes que un diablo, menos poderosas que un diablo, menos provechosas que bañarse en saliva y aún así tan intrincadas como un pez que no tolera mojarse. Intrincadas para mi, porque mi capacidad para aguantar esas cosas tiene, si tuviese que ilustrarla de alguna manera, la anatomía de un colador. Un colador por donde se filtran toda clase de vagos estímulos mundanos, turbaciones invisibles e incomprensiones metafísicas. En cambio yo contemplo tu fortaleza inconmovible y te figuro como un container llovido. Una masa de hierro frío capaz de cargar en su interior litros y litros de suplicios y pesadumbres asfixiantes. Me estoy pegando un embole de muerte, piba. Dicen que cuando se está a punto dé, nuestra existencia se nos desnuda retrospectivamente por delante de los ojos, y solo en el último segundo, en la última bocanada, podemos comprender todo lo que en vida nos resbaló frívolamente. A mi me está pasando eso, no lo banco más. La culpa es tan grande como el verdugo que me va a extirpar de tu lado. Siento que podría haber sido menos quisquilloso, un cultor de lo ameno, un increíble espía yugoslavo, un tótem… Inútil desvariar ahora, mi periplo está comenzando, las extremidades se me aflojan con una facilidad que no me la creo ni yo, quizás sea la anestesia; más allá de eso, que poco sentido de la lucha y el esfuerzo, que bien les vendría el servicio militar a estas idiotas. Y que decir de la conciencia; mierda, la conciencia… Que cosa del demonio, que infame arcilla que parece trastocarse imperceptiblemente todo el tiempo, tan influenciable como un nene de salita roja, tan poco resistente a los bombardeos ideológicos de todos los días: que izquierda o derecha, feminista o hembrista, maní o bondiola, católico o judío, USA o China y esas conceptualidades exacerbantes que ponen los pelos de punta. Porque, a todo esto ¿cuál de todas las puertas que nos desfilan por las narices merece que le estimulemos el picaporte, que toquemos con la punta de

los dedos, las yemas o la palma de la mano su picaporte erecto y lo jalemos vehementemente hacia abajo, rebajándolo como nos rebajamos a nosotros mismos cada vez que mezclamos nuestras convicciones y nuestra demagogia en un mismo vaso y revolvemos sin culpa alguna? Porque, claro, después es muy fácil gritar que la culpa es de la cuchara. Es muy fácil desentenderse de la alegoría de la cuchara, quedarse al margen, rechazar el remolino en que se entremezclan nuestras credulidades e inocuidades; hacer la vista gorda, o peor aún, estrechar la vista y no poder advertir lo gordo, lo basto, lo voluminoso; en definitiva, todo lo que es notable por si mismo y magnánimo por su silencio e invisibilidad. <<Solo un instante en el que transcurrir>> me repito a mi mismo, tratando de convencerme de que esta agonía no es agonía, que en realidad es un instante y que mi vida se conforma enteramente de ellos, entonces sufrir un destierro o calentar un lugarcito más por terquedad que por mérito debe darme enteramente igual. Al fin y al cabo, todo se resume a instantes, y siempre los estamos transcurriendo. Siempre estamos yendo hacia delante, por convicción o resignación pero indudablemente avanzando. Las leyes temporales parecen no inmutarse ante nuestra inmovilidad, que es nuestra y no del tiempo; él avanza igual y ríe de nuestro patetismo, y si decidimos interrumpir su carrera con un balazo o una gotita de cianuro, él ríe aún más fuerte para apercibirnos de que no lo matamos, que solo morimos nosotros, que él sigue ahí y tira los pelos de la vitalidad de otras miles de millones de personas que si dependen de él. Así es el tiempo, oportunidad y ocaso. Me van a dar la estocada final, te digo que me la van a dar, y vos ahí, impasible, como si no conocieras otra forma de expresarte que la frialdad y la indiferencia, tímidamente compungida por tanto espamento mío, juzgando la justicia de tus demostraciones afectivas según la mueca que se me dibuja en la cara, según como esta se eleva, se deja caer, se hiela, se descomprime, se disuelve… Quizás fue la convivencia o la reiteración de hábitos insanos que justo recayeron en mi lo que pudrió nuestra circunferencia. Y vos siempre tan otra cosa, ni un pelo de tonta, demasiado premio tu compañía ahora que lo veo. De todas maneras mucha petulancia la tuya, eh; me podrías haber avisado que estaba hecho un tonto. Capaz la solución que nos sonaba utópica en realidad estaba a nuestro alcance y tenía forma de un simple chiflido, un alto, una cachetada dulce, una campanada, un chasquido de dedos. O capaz vos debías irte para que yo pudiese escucharte. Pero ahora nada de eso importa, las tenazas implacables me van a separar de tu figura, a esta altura tan oxidada de lágrimas y eyaculaciones de noches pasadas. Oxidada como el sabor de la sangre que comienza a derramarse por mis costados, mis extremos, mi punto medio… en fin, mis latitudes. Todas mis latitudes sumergidas en mi sangre, soy el Cristo de la odontología moderna, diáspora fatídica de nervios y marencoches anatómicas. Y ahora nada que hacer, ya está todo dicho…


35 la mirilla / mayo 2015

ODISEA DE UNA NOCHE CONTIGO POR SEBASTIÁN WALCH

Hay viejos amores que renacen cada otoño. Esa vez, la luna contaba que había salido a buscar dulces soñadores que anduvieran sobrevolando la ciudad. El lugar era oscuro; una luz tenue lo teñía de un azul muy profundo. Allí estaban los beodos jugando al pool y bebiendo elixires del quinto anillo del infierno (muy rico, por cierto). Esa vez, en aquel lugar, no me transformé. Fui yo nuevamente y nacieron los viejos-nuevos pensamientos. Por ahí se cruzaban miradas perdidas; por ahí, en el infinito reflejo de la bola de espejos del techo. Entonces decidí buscar un lugar para fumar y encontrar el verdadero sin fin: ahí me di cuenta que el mar se escuchaba tranquilo, que se escuchaban las pequeñas olas romper, y una fuerte brisa de paz me golpeó. Apareciste. Nos saludamos y encontramos algo en común: una cerveza -aunque quería tomar fernet. La realidad se partió en dos y volamos al sótano de aquel lugar. Allí sonaban acordes familiares y susurros de letras que hablaban de lo que nos pasaba. No dijimos nada durante dos horas de música. Después conversamos, cantando y mirándonos; cantándonos cada canción. Para ese entonces el lugar era otro. Había más gente, pero la onda era la misma, esa que hablaba de las heridas que ríen y de los amores eternos. Cuando tus manos me rodearon sentí que realmente era el momento que elegía para estar allí, en el mar. El mostrador sirvió de compañía, también, mientras me quedé conversando con transeúntes sobre curdas y flores, hilando charlas de almas libres que van paseando por los bares donde se sirven bebidas infernales y ambientes selváticos. Esa noche regaló mucho más que un adiós. Dentro, las fieras se movían y se mezclaban con el ambiente; había mujeres saliendo de cada árbol, hablando de sentimientos perdidos y mitologías del lugar. Nosotros nos acercamos tanto que como con imanes en los ojos nos buscamos, y nuestros cuerpos se encontraron. Te comenté que eso era amor a primera vista. Dijiste estar llena de magia y ser capaz de volar cada vez que se lo propusiera. Esa noche no podía terminar, pero el astro rey se erguía, intimidante, por el horizonte de agua y arena. Cuando salimos de aquel sótano fuimos a ese lugar, a ese horizonte, a contemplar el murmullo de los verídicos y las maldiciones de los que extravían el pensamiento. Estábamos allí, en la arena, y nos vimos nuevamente. Ese amor a primera vista le ganó a las brujas solteras y a lobos de bosque. Nos despertamos en el fin de la noche, con la misma idea que ese tipo de amor acompaña cada momento de nosotros.


/La-Mirilla

@_lamirilla

La Mirilla


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