la mirilla / noviembre 2015
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REPORTAJE_
II Los ecos de los viejos tranvías resuenan aún en las calles del barrio. Por Capurro, algunos hinchas de Fénix vuelven lentamente a la rutina tras una tarde de pasión y cancha, con un cero a cero amargo a cuestas. Pero algunos acuden a una cita obligada porque, sin ella, el ritual no estaría completo. El bar Sarmiento, en la esquina de Capurro y Juan María Gutiérrez, espera a los fieles que, a pesar del paso del tiempo, mantienen viva una bohemia destinada a la extinción con la llegada de las nuevas generaciones. Es que el barrio en sí mismo es una suerte de máquina del tiempo; un espacio en Montevideo suspendido entre el pasado y
el presente; una muestra de lo mejor de una época y la aplastante fuerza del ‘progreso’.
Cuentos borgeanos Un veterano duerme apoyado sobre una desgastada mesa; otro, acodado en el largo mostrador de mármol, ahoga sus pensamientos en un vaso de whisky que parece interminable. Las paredes desgastadas, un cielo raso que parece sostenerse a fuerza de voluntad y sillas y mesas caprichosamente desiguales forman parte del universo que habita el Sarmiento. “Gardel era de Fénix”, me dice ‘El Carita’, mirándome con los ojos llenos de verdad ante mi incredulidad. En