LA RIOJA Jueves 06.12.18
HIJOS DE UN ABRAZO COLECTIVO
Hizo falta una dosis ilimitada de tolerancia, una porción ingente de respeto y una parte sustancial de comprensión maceradas en un inquebrantable espíritu de diálogo y una infinita voluntad de cambio para que surgiera la pócima mágica con la que España pudo abandonar la oscuridad de la dictadura franquista y dar un salto colosal en libertades y avances sociales. La Constitución de 1978 que hoy cumple 40 años es la máxima expresión de aquel cóctel que, en palabras de uno de sus autores, acabó con la España negra de súbditos y señores.
:: FRAGMENTO DEL CUADRO ‘EL ABRAZO’, DE JUAN GENOVÉS, PROPIEDAD DEL MUSEO REINA SOFÍA.
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40 ANIVERSARIO DE LA CONSTITUCIÓN
HABLA, RIOJANO, HABLA
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l ser humano puede alguna vez asistir en directo a un milagro. Una de esas proezas que : : JORGE ALACID suele leer en los libros de Historia, cuando tales acontecimientos ya se han convertido en polvo, aunque polvo memorable. Uno de esos prodigios cumple hoy cuatro décadas, aunque sigue fresco en nuestra memoria. En 1978, España se volvió democrática a todos los efectos. Un país homologable con su entorno: sólo tres años antes era una dictadura. Milagro, milagro: el pueblo ha hablado.
Y también habló en La Rioja, cuyos electores acataron el mandato que se había lanzado en formato de himno dos años antes: con ocasión del referéndum en favor de la reforma política que siguió a la muerte del dictador, en 1976 se había popularizado esa canción que invitaba a la ciudadanía a movilizarse y participar en ese movimiento de raíz popular que protagonizó la Transición. Aquellos sones de ‘Habla, pueblo, habla’ se tradujeron a nivel regional en una invitación a sancionar con el voto, allá en 1978, la nueva Constitución que sustituía el viejo marco institucional franquista. El temible Movimiento dejó de moverse. La aprobación por amplia mayoría, así en España como en La Rioja, de la Constitución fue un éxito colectivo pero, sobre todo, un éxito ciudadano. Expresado como es propio en las democracias: en las urnas. Que los riojanos llenaron de papeletas a favor del sí, alinea-
dos en parecido porcentaje a cómo votó el resto de España. Con algunas singularidades: el repaso de la hemeroteca de Diario LA RIOJA permite concluir que hubo municipios más constitucionalistas que nadie. Localidades cuyos electores sólo votaron a favor: nadie se manifestó en contra del texto alumbrado en la capital del Reino en Arenzana de Arriba, Cellórigo, Gallinero, Sojuela, Torre en Cameros, Torremontalbo, Valdemadera y Zorraquín. Ocho pueblos donde sólo hubo asentimientos; ni siquiera un triste voto en blanco que eclipsara ese prodigio mayúsculo, la clase de proezas destinada, en efecto, a colonizar los manuales de Historia, que tam-
En ocho municipios de la región, sólo se recogieron papeletas a favor: nadie votó en contra en la consulta
bién como suele suceder en estas ocasiones ocurrieron un poco sin saberlo los protagonistas de ese cambio del ciclo histórico. La ciudadanía convivía con ese acontecimiento con la normalidad propia de la rutina habitual, como si diera por sentado que ingresar en el club de los países democráticos era cosa de todos los días. Y las cosas de todos los días poblaron por supuesto las páginas de este periódico. Entre ellas, ETA, por ejemplo. Que mataba con la misma frialdad asesina que durante el franquismo, llenando de sangre las vísperas de la consulta y los días posteriores. Era tan habitual la actividad terrorista de la banda que ni siquiera un triple asesinato mereció honores de portada, donde por el contrario se anotó el pavoroso incendio desatado aquí mismo, en Vara de Rey: ardió el Club Barbarella y hubo que evacuar a todo el vecindario (cerca de 80 personas), entre suspiros de alivio porque se rozó la tragedia. Un leve nubarrón que no empañaba la generalizada satisfacción que recogía esa misma primera página por la buena respuesta del electorado riojano, que aprobó la Constitución con un alto porcentaje (el 86,6%), aunque algo inferior al recogido a nivel nacional, del 87,9%. Visto con la perspectiva de cuatro décadas de vida puede concluirse que el día después osciló entre un doble polo: la naturalidad con que asumió el electorado una cita con las urnas que en realidad encerraba una anormalidad que esa Constitución aspiraba a corregir y la civilizada respuesta con que los partidos saludaron el resultado. Desde todos los colores del arco político: del optimismo que confesaba Adolfo Suárez («Se consolida la democracia», vaticinó) a la emoción de la Pasionaria. «Siento una gran emoción», reconoció Dolores Ibarruri. Claro que siempre hay excepciones: Blas Piñar votó ese día «con un NO del tamaño de la papeleta». Y también hay cosas que nunca cambian: Villarroya votó en bloque. Nadie se quedó en casa. Todo un símbolo de aquel día.
Portada para la historia. Ejemplar de nuestro periódico (entonces, Nueva Rioja) del 7 de diciembre de 1978.
Jueves 06.12.18 LA RIOJA
JOSÉ IGNACIO CENICEROS GONZÁLEZ PRESIDENTE DE LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE LA RIOJA
EL GRAN PACTO QUE ALUMBRÓ LA TRANSICIÓN
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A votar.
Personal de la Cruz Roja auxilia a una pareja de mujeres que acudió a un colegio electoral. (Foto Teo / Archivo Casa de la Imagen)
a Constitución española cumple hoy 40 años, un hito trascendental de nuestra historia democrática digno de celebración. Una Constitución aprobada por las Cortes Generales el 31 de octubre de 1978 y ratificada posteriormente en referéndum por más de 16 millones de españoles, que optaron por la concordia y el entendimiento, unos valores que han permitido a las siguientes generaciones transitar hacia el progreso. Aunque la Constitución nació como un documento «modesto, realista e ilusionista», tal y como la definió hace cuarenta años quien fue presidente del Congreso de los Diputados, Fernando Álvarez de Miranda, ha sabido madurar a lo largo de este periodo, logrando la profundización y asentimiento de la democracia, como trabajo de todos. Y 40 años después, se ha convertido en el texto más estable de la historia de España, un punto de encuentro que une a todos los españoles y que representa el gran pacto alcanzado en la Transición, que alumbró un país unido y plural, donde conviven diferentes maneras de pensar. Por ello, el 40 aniversario de la Constitución es un buen momento para hacer balance de lo que significa este gran acuerdo que encauzó nuestra Transición y nos ha permitido ordenar nuestra convivencia en democracia de manera ejemplar. Una Constitución de consenso, que no solo recoge la supremacía de valores como la igualdad, libertad, justicia y pluralismo político, sino también la separación de poderes y la total garantía de los derechos. Un logro colectivo que nos ha permitido asegurar la convivencia democrática, proteger los derechos y libertades de los españoles y reconocer las lenguas y religiones que integran nuestra nación. Quizás, la existencia de la Constitución parezca hoy un hecho natural, especialmente para los menores de cuarenta años que únicamente han conocido este sistema constitucional. Sin embargo, es necesario reconocer el enorme esfuerzo que supuso pasar de un régimen dictatorial a un nuevo escenario democrático, donde el esfuerzo y la generosidad fueron fundamentales para dar vida a la Constitución y mantener nuestro Estado de Derecho. Por ello es necesario rendirle homenaje en su 40 aniversario. La España de hace 40 años que estrenaba democracia estaba inmersa en numerosos cambios. Era un país que resurgía y estaba dis-
puesto a unirse al progreso, capaz de afrontar una transición política que permitiera equiparar el modelo institucional español al de otras democracias. Puede que nuestra Carta Magna sea mejorable y una posible reforma permita adaptarla a la realidad surgida por el paso del tiempo o perfeccionar las deficiencias del modelo territorial, pero debería llevarse a cabo preservando el consenso para que satisfaga a la mayoría, tal y como logró la propia Constitución de 1978. Los textos constitucionales no pretender ser definitivos ni aspiran a permanecer intangibles. De hecho, nuestra Constitución ya ha afrontado cambios en 1992 y en 2011 para reconocer el derecho de los ciudadanos de la Unión Europea a votar y a presentarse a las elecciones municipales, y para garantizar el equilibrio presupuestario de todas las administraciones públicas. Con estos cambios, nuestra Norma Fundamental ha superado con creces el paso de los años y continúa siendo una constitución viva, que defiende la igualdad y la solidaridad. Una Constitución que recoge las reivindicaciones fundamentales de los españoles y garantiza las libertades individuales y colectivas. La Constitución ideal no existe y no me cabe duda de que la nuestra es perfectible, aunque nunca podrá contentar a todas las fuerzas políticas. A pesar de que los nacionalismos presionan con sus ansias de autodeterminación e independencia, hoy, más que nunca, son fundamentales el diálogo, la serenidad y la responsabilidad para mantener la convivencia y la tolerancia, objetivos fundamentales de nuestra Carta Magna. Nuestra Constitución nació del consenso y solo puede ser revisada de manera consensuada para garantizar su éxito. Como se hizo hace 40 años, es necesario acercar posturas y tender puentes, mantener la expresión de voluntad popular y una actitud de acercamiento que permita el triunfo colaborativo, por encima de intereses políticos e ideológicos, para continuar construyendo entre todos la sociedad que queremos y luchar por un futuro en común. Este aniversario debe servir no solo para recordamos lo mucho que nos ha aportado la Constitución a lo largo de estos 40 años y reafirmar su vigencia, sino también para reclamar la responsabilidad que todos tenemos de conocerla, respetarla y cumplirla, manteniendo su espíritu integrador y conciliador.
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CUÉNTAME CÓMO SE ESCRIBIÓ
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os manuales de historia tienden a personalizar la gestación de la Carta Magna del 78 en los miembros de la ponencia que elaboraron :: TERI SÁENZ el primer anteproyecto. Sin embargo, junto a los siete ‘padres de la Constitución’ trabajaron todos los parlamentarios de aquellas Cortes que integraron por La Rioja los senadores Carmelo Fernández, Domingo Álvarez Ruiz de Viñaspre, Aurelio Ibarrondo y Félix Palomo; y en el Congreso, Álvaro Lapuerta, Luis Apostua, José María Gil Albert y Javier Sáenz Cosculluela. Los únicos protagonistas vivos evocan aquel hito. De los 74 intensos años que lleva vividos como coprotagonista además de algunos de los momentos históricos más relevantes, Javier Sáenz Cosculluela siempre rescata de su memoria un puñado de momentos memorables. Y de entre ese selecto racimo de recuerdos siempre descuella el mismo: aquel día de 1978 que se aprobó la Constitución. No hay retórica en sus palabras. «Lo digo con absoluta sinceridad», garantiza uno de los diputados riojanos elegidos por la entonces provincia de Logroño en las elecciones del 15 de junio de 1977 y que participaron desde su puesto en Madrid en la gestación de la Carta Magna. La prueba definitiva de su franqueza es una confesión. Durante las innumerales reuniones (la mayoría sin hora de salida) donde aquellos padres de la Constitución debatían el texto, Sáenz Cosculluela tomaba anotaciones personales en su libreta. Pasados
los años, aquel manuscrito fue el «regalo íntimo» que un día entregó a su hija. «El país dio un salto fantástico en libertades, avances sociales, en respeto mutuo», opinaba entonces y reafirma ahora 40 años después. «Las actuales generaciones no tienen aquella experiencia vital, pero con la democracia y la Constitución se acabó una España negra, de súbditos y señores», reflexiona. Una palabra hizo posible a su juicio aquel acuerdo que sólo unos pocos años antes ni siquiera era imaginable: cesión. «Cada uno de los bloques tuvo la capacidad de rebajar sus aspiraciones para permitir algo que ahora está
La «generosidad recíproca» facilitó el consenso, coinciden los protagonistas
Los padres riojanos de la Constitución
Los ocho senadores y diputados riojanos electos en los comicios generales del 15 de junio de 1977 que tomaron parte en la aprobación de la Constitución Española de 1978 en las Cortes. De izquierda a derecha, Domingo Álvarez Ruiz de Viñaspre (UCD), Carmelo Fernández (UCD), Félix Palomo (Rioja Democrática), Javier Sáenz Cosculluela (PSOE), Álvaro Lapuerta Quintero (AP), Luis Apostúa Palos (UCD), Aurelio Ibarrondo (UCD) y, de espaldas, José María Gil-Albert (UCD). :: Foto Herce
normalizado y al que no se le da el valor suficiente como es la alternancia de gobiernos de izquierda y de derecha bajo una misma Constitución». De aquellos vertiginosos meses en Madrid, Sáenz Cosculluela rescata aquella «generosidad recíproca» y algunos nombres de referencia en la lucha durante el franquismo más allá de los icónicos Rafael Alberti o ‘La Pasionaria’ Dolores Ibárruri. También Félix Palomo comparte esa misma sensación de haber participado en un proceso único, de haberse ‘empapado’ del conocimiento de figuras ilustres con las que convivió y las hemorotecas no acostumbran a destacar en sus portadas al referenciar aquel hito como José Luis Sampedro o Juan María Bandrés. «Fue inolvidable», resume el senador entonces por Rioja Democrática. Las sensaciones de novedad ante el reto de articular una Constitución que asentara las bases de la convivencia eran incluso físicas. «En la primera legislatura en que debimos consuar los reglamentos –evoca– el edificio del Senado no estaba completado y todos los parlamentarios nos arracimábamos como sardinas en lata en la Carrera de San Jerónimo». Cuando la Cámara Alta abrió sus puertas, el espacio seguía siendo limitado y las reuniones «siempre llenas de fuerza y energía» se sucedían en despachos minúsculos donde no todas las opiniones convergían y las palabras debían limarse al máximo. Palomo recuerda, por ejemplo, la redacción del artículo 15. «Había una serie de senadores designados por el Rey, y en el punto de ‘queda abolida la pena de muerte’ hubo que apostillar para llegar a un acuerdo ‘salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra’». De aquella etapa «vivida como una emoción desbordante», Palomo subraya la «altura de miras» que imperó entre todos los protagonistas pese a sus diferencias.
Javier Sáenz Cosculluela Diputado PSOE
Félix Palomo Senador Rioja Democrática
«Los que hablan del régimen del 78 no tienen ni idea de lo que dicen». Con esa contundencia se pronuncia Sáenz Cosculluela contra quienes cuestionan la Constitución que ahora se conmemora. «Algún día se valorará concienzudamente los logros que ha posibilitado», pronostica sin renunciar a una virtual reforma que debería guiarse por dos premisas: acordar qué puntos deben actualizarse y hacerlo con un consenso muy mayoritario. «Siempre me rebelaré contra quien crea que puede servir a todos un texto que una parte pretenda imponer», asegura desde Madrid.
Reforma sí, pero sin «aventuras». Cuarenta años después de su aprobación, Félix Palomo se muestra consciente de que la sociedad española que se rige por la Constitución ha cambiado y, por lo tanto, el texto es susceptible de actualizarse. «Sin miedo, pero con sensatez», es la fórmula que él emplearía sin perder de vista el hecho de que «consensuar su redacción costó muchos esfuerzos y los resultados en este tiempo han sido fructíferos». «No se debería cambiar por cambiar, sino llegar a un acuerdo sobre qué es necesario modernizar y, en todo caso, hacerlo con el máximo acuerdo», concluye.
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PABLO SIMÓN
POLITÓLOGO
NARRATIVAS Y REFORMAS
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n el 40 aniversario de la Constitución, la más larga de las vigentes en nuestro país, será fácil ver dos relatos enfrentados. De un lado, el que insistirá en el espíritu de generosidad y de concordia de la Transición. Los que ensalzarán aquel proceso como el momento de mayor acuerdo en nuestro país, el mismo que ha permitido dotarnos de estabilidad y modernización como nunca antes. Del otro lado, tendremos el relato de quienes mencionarán que esa Transición apenas supuso un pobre apaño con el que nada cambió. Muchos mencionarán el alumbramiento de la constitución como una suerte de pecado original, de cambio aplazado, que explica los males que hoy sufre nuestro país. Probablemente parte de la parálisis que tenemos hoy se entiende cuando uno piensa cómo ambas narrativas han terminado secuestrando a nuestra Carta Magna. Vemos lo que en el fondo es una escisión entre el enamoramiento generacional hacia aquella obra y la impug-
nación de aquellos que ni siquiera son conscientes de lo que supuso. A mi juicio es vivir entre la narrativa que la plantea como ideal o que le hace una enmienda a la totalidad lo que impide su reforma. No permite aterriza negro sobre blanco cómo podemos mejorarla, emborronando el debate. Una cosa, por cierto, que se afronta con normalidad en otros países que, de manera prudente, actualizan el perímetro de las reglas de juego constitucionales para dotarles de un renovado caudal de legitimidad. Es verdad que hoy tenemos mayorías complejas dado no solo el nivel de fragmentación de nuestra política, sino también de su polarización. Sin embargo, no se debería olvidar que el consenso es el punto de llegada, no de partida. Además, es poco probable que vayamos a reeditar un acuerdo constitucional que tenga los mismos niveles de consenso que en el pasado. Después de todo, no es lo mismo cuando se arranca los fundamentos de cero que cuando se discuten elementos más concretos. Aun así, hay aspectos ju-
JUAN OCÓN INVESTIGADOR DOCTORAL. GRUPO DE INVESTIGACIÓN ‘PODERES
PÚBLICOS Y DERECHOS: NUEVOS ESCENARIOS’ DE LA UNIVERSIDAD DE LA RIOJA
EVOLUCIÓN, INTERPRETACIÓN Y CONSTITUCIÓN
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El ‘quinto’ diputado riojano. Salvador Sánchez
Terán, nacido en Logroño en 1934 y bachiller de los Maristas de la capital riojana, fue en la legislatura constituyente diputado de UCD... por Salamanca. Hombre de estrecha confianza de Adolfo Suárez, también formó parte de las Cortes que sacaron adelante la Constitución.
retendemos que esta Constitución dure, que sea una Constitución que mire hacia el futuro, a cuyo efecto uno de los factores decisivos es prever los cambios técnicos que pueden afectar al ejercicio de las libertades». Los cuarenta años de recorrido constitucional nos permiten hoy valorar el éxito del propósito que encierran estas palabras de Jordi Solé Tura —uno de los denominados ‘Padres de la Constitución’— pronunciadas durante su elaboración. Junto a las normas que se ocupan de la organización del Estado, las constituciones reconocen típicamente ciertos derechos y libertades fundamentales. Se trata de normas orientadas a garantizar la inmunidad de los ciudadanos en determinados ámbitos de la realidad que se consideran esenciales: poseer una propia ideología, profesar una determinada religión, expresarse libremente o mantener lejos de intromisiones ajenas aquello que queremos que pertenezca a nuestra esfera privada. Precisamente porque protegen ámbitos de la realidad, cuando ésta evoluciona —o simplemente cambia— las que regulan los derechos fundamentales son las primeras normas que necesitan ser actualizadas al nuevo escenario que es-
tán llamadas a tutelar. Y, aunque el paso del tiempo ha tenido, obviamente, incidencia en los cuarenta años de vigencia de nuestra Constitución, ninguno de los artículos que recogen esos derechos fundamentales ha sido modificado. Seguramente porque no ha sido suficientemente necesario. La Constitución, como ‘norma de normas’, requiere cierta estabilidad y difícilmente podría soportar el ritmo de reformas que exigiría acompañar instantáneamente el frenético compás de la evolución social. Repárese, además, en que la reforma no es la única herramienta, ni frecuentemente la más adecuada, para adaptar el texto de las normas constitucionales a la fluida realidad del momento. Consciente de ello, nuestro constituyente redactó las normas iusfundamentales en unos términos suficientemente —y al menos pretendidamente— abiertos, posibilitando al operador jurídico evitar (o al menos paliar) la obsolescencia de algunos preceptos mediante el uso de la herramienta de la que dispone para su acomodo «a la realidad social del tiempo en que han de ser aplicadas»: la interpretación. Así, la buena labor de quienes elaboraron la Constitución y la pericia de sus intérpretes (principalmente el Tribunal
rídicos en los que hay más acuerdo del que se pregona – y que pueden ir desde la supresión de los artículos de acceso a la autonomía por obsoletos hasta revisar instituciones concretas como el funcionamiento del Senado. Por tanto, no es que una reforma sea inalcanzable cuando se concreta, el problema es la hiperinflación simbólica detrás de la Constitución. Esto lleva a que, con frecuencia, los partidos planteen su reforma como la extensión de sus propios programas electorales. Un mal de no pocos partidos que se la arrogan como propia – y que asimilan constitución a sus ideas y, fuera, la anti-España – y que comparten con aquellos que poco menos que la consideran un papel mojado e irrelevante. En lugar de plantear si las reglas de juego necesitan un ajuste, se insiste en emplear la Constitución como un arma arrojadiza en la liza partidista. Hoy en día casi un 68% de los españoles, según el CIS, están satisfechos con la transición a la democracia lo que no obsta para que casi el 64% de ellos opine que la constitución es un texto que funciona mal o muy mal. Como se ve, el razonamiento de los españoles es bien claro. Reconozcamos que la transición fue un punto de arranque con más cosas positivas que negativas, pero afrontemos, con honestidad, el debate de la reforma constitucional para renovar la legitimidad del pacto de entonces.
Constitucional) y operadores jurídicos ha permitido, por ejemplo, considerar protegidas las comunicaciones electrónicas, aunque la norma siga mencionando las «telegráficas». O que, a partir de la previsión constitucional de limitar la informática para garantizar los derechos del ciudadano, naciera un auténtico derecho fundamental a la protección de datos hoy convertido en bastión frente a los omnipresentes desafíos del ‘big data’. Así como, más recientemente y como vertiente de aquél, alumbrar el jurisprudencialmente denominado «derecho al olvido». En otras ocasiones, la Constitución ha probado su elasticidad para soportar, ya no solo cambios técnicos, sino para ir más allá y alcanzar a adecuar sus preceptos a cambios sociales o valorativos como la conformidad con la constitución de la despenalización parcial del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la nueva y variada idea de familia. Entre muchos otros. Es evidente que la trepidante evolución de nuestro siglo planteará nuevos y variados retos a la Carta Magna. Por ello, y aquí viene la casi obligada reivindicación universitaria, la ineludible apuesta por la imprescindible investigación que nos permite avanzar como sociedad incluye la investigación en ciencia jurídica, que proporciona los recursos técnicos para identificar los problemas actuales y anticipar el tratamiento de los futuros proporcionando instrumentos y abanicos de opciones a las instituciones y a los actores jurídicos y políticos. Con ello y con la voluntad política que nuestra sociedad pone de manifiesto indubitadamente, la vital longevidad de nuestra Constitución está por el momento garantizada.
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DÍA DE LA CONSTITUCIÓN
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