Local - Artístico - Independiente Abril 2019 - El Chaltén Santa Cruz - Número 40 EDITORIAL
L
a propiedad privada es un invento. No tanto el concepto de tener algo que me pertenezca, pero sí con la fuerza y sobrevaloración que le damos hoy en día. La propiedad privada junto con el sentido de herencia modelan la vida moderna. Nazco en una familia con ciertas condiciones, beneficiosas o no, pero ese es mi punto de partida y es inamovible. Crecemos con el paradigma de que lo mío es mío y nadie me lo puede sacar. Es la cumbre de esta torre de babel llamada individualismo. Hace unos años, creería que casi diez, fuimos con mi familia a las ruinas de San Ignacio en Misiones. Me pareció fascinante esa materialización de dos culturas. Edificaciones guaraníes que adoptaron casi sin problemas el ideal constructivo europeo traído por los jesuitas. En un momento del tour, una persona le preguntó al guía (descendiente de guaraníes), quien mostraba el lugar con orgullo, si acaso quienes habitaban esa tierra a la llegada de los colonizadores no fueron capaces de prever las intenciones. Entendiéndolas como la apropiación no solo de la cultura, sino de sus tierras. El guía, todavía orgulloso, empezó a explicar la diferencia de la concepción guaraní con la europea. Para ellos, este intercambio no era más que eso: un cruce cultural en donde ambas culturas podían aprender del otro. Definitivamente, no pensaban de la misma manera. Pero me parece interesante entender cómo esta concepción de la vida y de la propiedad no solo es de raíz indoeuropea, sino que no es la única. Algo parecido pasa con las comunidades mapuches y su lucha por el territorio que les fue y es robado. Creo que es importante que empecemos a pensar en que otras concepciones del dominio de la tierra son posibles y sobre todo, que antes que eso está el bien común. ¿Acaso no está antes del derecho a la propiedad el derecho a una vivienda digna? No siempre estos conceptos van de la mano, ¿o sí? Página 1