Local - Artístico - Independiente Septiembre 2020 - El Chaltén Santa Cruz - Número 55 EDITORIAL
F
rente al crecimiento del capitalismo, Diego Rivera pinta este mural. Sorprende no la temática ni su posterior destrucción, sino el hecho de que el encargo mismo lo haya hecho Rockefeller. Es de público conocimiento la razón de su destrucción: la aparición de Lenin entre el proletariado. Pero no puedo dejar de pensar cómo y porqué un estandarte del capitalismo como este magnate decide solicitar este mural conociendo las tendencias políticas del artista. ¿Acaso se trata de un intento de control? ¿De evidenciar que el dinero todo lo puede? La historia nos ha demostrado que la oficialización de cualquier tipo de ideología siempre la transforma primero para después desestabilizarla. Los ideales sueltos son más peligrosos que seguros en un marco establecido por reglas. Al ver caer su mural, Rivera entendió que sí: el dinero lo puede todo. La mercantilización del arte es prueba de ello. El capitalismo logró invadir nuestras mentes de tal manera que hoy el dinero, la ganancia, lo justifica todo. Sin darnos cuenta, justificamos la muerte, la calidad de vida dejada de lado y los derechos básicos desvalorizados en pos del dinero. Asumimos que está bien que alguien no quiera alquilar su habitación o departamento anualmente si alquilándolo por día sus ganancias se triplican. Asumimos que está bien que un hotel no abra sus puertas para que su dueño no gaste sus ahorros a pesar de dejar a los empleados sin un ingreso básico. Este tipo de asunciones nos coloca en la vereda del capitalismo a pesar de todo. Nos coloca al lado de Rockefeller pidiendo que tiren abajo ese mural por un rostro que no nos gusta y porque somos quienes pagamos por él, somos sus dueños. Y ahí, mirando los bloques de mampostería caer, no asumimos que también con ellos, caen nuestros supuestos ideales. Esos que defendemos en alguna discusión acalorada o esos que pensamos que todavía tenemos apoyando nuestras cabezas en la almohada.