Local - Artístico - Independiente Noviembre 2020 - El Chaltén Santa Cruz - Número 57 EDITORIAL
A
nteriores a las selfies de los influencers de hoy en día, los artistas de antaño pintaban autorretratos. Este de Gustave Coubert se denomina “El desesperado” y es del año 1841. Siendo representante de la corriente denominada realista, el artista más allá de mostrarse tal cual es, se muestra como quiere mostrarse. Esa autodemostración, autodelineamiento es casi una genial descripción de él mismo. Creo que el resto de los mortales, también hablamos de nosotros mismos al describirnos, al enmascararnos. Definitivamente nuestras acciones hablan más que nuestras palabras, res non verba. Pero cómo hablamos de lo que hacemos, cómo justificamos nuestros errores, cómo nos plantamos frente a cualquier situación ¿no pintan mucho mejor esta especie de autorretrato? Lo increíble es que la construcción que hacemos de nosotros mismos, en general es evidente para quienes nos rodean y observan. Y a la vez, nos cuesta tanto recibir esa opinión del otro. Hoy las redes sociales están llenas de influencers que se muestran como quieren ser vistos, develan ante los ojos clínicos del resto su auto-construcción. ¿o acaso creemos que eso que vemos es la realidad? Cuanto más queremos mostrarnos “sin filtro”, ¿no estamos definiendo milimétricamente quienes creemos que somos? En lo personal, creo que no existe mayor gesto evidente que el intento de preservación de nuestro ego. Cuando construimos un discurso en el cual pensamos que somos, por ejemplo, generosos. Hacemos todo lo posible por nunca mostrarnos mezquinos. Y tal vez en ese intento desesperado de mostrarnos, pecamos como Gustave y nos reeditamos. Déjenme decir que quiénes me rodean, lo ven. Lo retocado se evidencia tan claramente como la falta de arrugas de una modelo en la portada de Vogue. El pecado, quizás, esté en el intento de sobreexponernos, de creer que nuestra construcción es superficial. Estoy convencida de que podemos mejorarnos a nosotros mismos, pero no desde la mirada del otro, sino desde mi propia mirada. Cualquier cambio real, entiendo, es desde adentro hacia afuera; si no, quedamos expuestos y, como Coubert, nos vemos “desesperados”.