Local - Artístico - Independiente Febrero 2021 - El Chaltén Santa Cruz - Número 60 EDITORIAL
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uánto puede durar cualquier cosa que dejemos en la playa? No sé ustedes, pero de niña me gustaba dibujar algo en la arena o colocar piedritas en un orden determinado tan solo para ver si al otro día estaban todavía ahí. Con suerte, encontraba algún vestigio de mi intención. Pero no más que eso. Lo cierto es que la playa es absorbida por el mar todos los días, tragando lo que encuentra y escupiendo lo que ya no le sirve. La obra de arriba, titulada “El Guardián” de Cecilia Vicuña, fue instalada en la arena para ver el efecto que en pocas horas este tenía sobre ella. La intención de la artista chilena radicada en Nueva York fue mostrar la llamada «precariedad». Casi toda su obra intenta hablarnos de eso, de lo temporal, de la fragilidad de la vida, del mundo y de las cosas. En este caso, prefiero utilizar esta instalación para hablar de la precariedad de las conexiones interpersonales. Muchas veces manejamos ciertos conceptos vinculados a la familia, la pareja o la amistad como absolutos. Se nos educó, muchas veces, en el amor, el perdón y en la paciencia como hilos unificadores entre los seres humanos. No vengo hoy a hablar en contra de las relaciones ni mucho menos. Pero sí a hablar de hasta cuándo ese “hilo” se puede estirar y cuándo se rompe. Porque sabemos que se rompe, ¿o no? Como en muchas otras acciones, en general se nos habla de estos temas desde el lugar de quien recibe los tratos. Es decir, se nos educa en cómo proceder al ser engañades, defraudades, violentades, violades. Pero no en cómo actuar si soy yo quien realiza cualquiera de estas acciones. Nos enseñan a no hacerlas, de alguna manera, pero a hacerme cargo de mis actos posteriormente a haberme “equivocado”, casi nunca. Creo que una buena manera de entenderlo es pensar en la precariedad. ¿Cuántas veces se sostiene algo precario si el mar lo abate una vez? ¿y si lo hace varias veces? Hoy quiero pensar que todos esos hilos que nos unen a otros son muy finos y que si quiero continuar esa relación, mantener esa amistad o perpetuar cualquier tipo de vínculo tengo que cuidarlo. Como se dice por ahí, muches de nosotres no somos frágiles como una rosa, sino como una bomba.