Local - Artístico - Independiente Agosto 2021 - El Chaltén Santa Cruz - Número 65 EDITORIAL
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e niña, siempre que veía gente de piel morena en las películas y en la televisión, entendía que la historia relatada pasaba en algún lugar lejano. Sobre todo porque a mi alrededor no existían afrodescendientes. O al menos eso sabía. Más tarde, en la escuela, me enteré que la Argentina no había sido ajena a este tipo de inmigración; sino que habían sucedido diversos acontecimientos que habían hecho que se “mezclaran”, de alguna manera, con los inmigrantes europeos que el territorio recibió al cabo de varias décadas. Su inmersión en la cultura local se debe más que nada a sufrir un proceso de invisibilización, tanto de la población como de su cultura. Pero más allá de la intención de las autoridades durante años de “blanquear” esta ascendencia (término acuñado por la sociología frente a este fenómeno), muchas de las costumbres llamadas argentinas se encuentran influenciadas por la cultura africana. La mayor de ellas sería el tango, seguido por la llamada música rioplatense y pasando por el candombe uruguayo que suena en San Telmo cada tanto. La realidad es que en nuestro país existen descendientes afroargentinos cuya identidad se intensifica hoy con la llegada de otros africanos y que hacen que, a diferencia de mi visión infantil, actualmente nuestro paisaje y nuestra cultura esté llena de varios colores. El 25 de julio se conmemora el día Internacional de la Mujer Afrodescendiente en vista de no solo visualizar su existencia; sino también de revalorar su aporte a la defensa de los derechos de las mujeres en general y los diferentes condicionamientos que las siguen colocando en un escalón menor en el mundo laboral. La obra que elegí es de Santiago Paredes, un artista porteño que aparte de contar con una técnica excepcional, se ocupa de representar las distintas disidencias tanto en relación al género, al sexo y a la raza.