Local - Artístico - Independiente Octubre 2021 - El Chaltén Santa Cruz - Número 67 EDITORIAL
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irar para arriba es una costumbre que tenemos desde la infancia. Tanto sea para buscar aprobación de nuestros padres, recibir el reto de una maestra o encontrarnos en la búsqueda de alguna estrella fugaz. Criada en el conurbano bonaerense, entre casas bajas, mirar el cielo siempre fue un escape a una naturaleza que pensamos lejos. De grande entendí lo afortunada que era cuando me encontré con adultos a los que el cielo les era negado tanto en sus infancias como en la actualidad. En la cultura árabe, en relación al espacio, prepondera la intimidad. En la antigüedad, las construcciones de los palacios fortificados llevaban a un centro o corazón de oasis. Para quienes no tuvimos la fortuna de conocer países árabes, el patio español, muy común en una época en nuestro país, sería una herencia de ese punto. La arquitecta iraquí, Zaha Hadid, quién recibió la mayoría de su educación formal en países occidentales, permite en algunas de sus obras esta reminiscencia arábiga. Esta foto del edificio de oficinas Dominion, capta esta esencia que transmite el edificio entero. Con una fachada tosca de ángulos rectos, llega a este interior, en donde se encuentra la circulación y la entrada de luz, en donde aparecen curvas, de alguna manera como si fuera este líquido solar el que derrite o suaviza la rectitud exterior, obligándonos a mirar una vez más para arriba. Quizás sea porque desde allí se puede volver a nuestro origen y buscar, ya no la aprobación de nuestros padres y docentes, sino la de algo superior: tal vez, lo más puro de nuestro ser, eso que quisiéramos ser o lo que hasta a veces decimos ser. Como si en nuestro ser ideal, en eso divino en nosotros, existiera la capacidad no solo de transformar el interior, por el contrario, la de hacer expansiva esa onda curvadora hasta que un día, por fin, lográsemos ablandar esa cáscara que nos protege, sí, pero que también nos separa.