Local - Artístico - Independiente Febrero 2022 - El Chaltén Santa Cruz - Número 71 EDITORIAL
G
ustav Klimt fue parte de la Secesión Vienesa, un movimiento artístico de principios del siglo XX contemporáneo del Art Nouveau. Algo que destaco de estos movimientos, más allá de su gran influencia en el arte, es la noción de que para poder tener reconocimiento, fuerza y crecimiento, las distintas disciplinas tienen que unirse. Particularmente este movimiento aglomeraba artistas plásticos, arquitectos, escultores, artistas gráficos. Danaë, la protagonista del cuadro de 1907, es parte de la mitología griega. Aprisionada por su padre en una torre de bronce, es “visitada” por Zeus. En este cuadro Gustav la muestra comprimida por estas dos fuerzas: su padre, su linaje, representado por el velo violeta que cubre su espalda y Zeus, la lluvia de oro que corre entre sus piernas. Más allá de las constantes críticas que recibía el artista por mostrar a todas sus mujeres desde un lado un tanto erótico, creo que en este caso y posiblemente sin querer, la representación de Danaë es casi una crítica feminista. Las mujeres, reales o mitológicas, siempre hemos sido encasilladas en distintas cajitas. Desde el mito de la santa o la puta, hasta la madre o la profesional o la familia paterna o el amor. Como si debiéramos elegir entre un punto o el otro. Esto lo vimos representado en cuentos, novelas, películas románticas, etc. Creo que aún hoy en el paradigma colectivo occidental existe mucho de esto ya que muchas de nosotras todavía vivimos en la intención de decidir estar en un lado u otro. Para poder empezar a romper esa cajita y varios estereotipos, me parece importante que aprendamos que no tenemos que elegir, que podemos ser un día santas y al otro no y, sobre todo, que eso no nos define como personas. Como ya lo dijo Meredith Brooks en su canción “Bitch”: soy una perra, soy una amante, soy una niña, soy una madre….