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CRÍTICA / AUTONOMÍA UNIVERSITARIA LJA.MX / Aguascalientes, México. ENERO 2020 / Año11 No. 160

Autonomía Universitaria:

humanismo, civilidad e impermeabilidad ideológica Francisco Javier Avelar González

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racias al derecho fundamental de su autonomía, a que son herederas y baluartes de un sano afán académico – es decir, un riguroso interés por generar conocimiento – y a que en ellas encuentran tierra fértil la filosofía, la educación superior, las artes y la investigación científica, las universidades autónomas son el fruto más preciado de las sociedades democráticas contemporáneas.1 Por las características mencionadas, las universidades autónomas dan concreción a conceptos como pluralidad, respeto, conocimiento crítico y humanismo. Más aún, han sido configuradas de tal suerte que, hasta ahora, son las instituciones que mejor se han sabido desmarcar de modas, ideologías, prejuicios y narrativas sociopolíticas coyunturales. Cabe mencionar que estas últimas albergan preconcepciones e intereses proclives a ajustar el entorno, no con el fin de llegar al conocimiento, la equidad o la justicia, sino a situaciones de conveniencia que refuercen la propia ideología de la que parten. En este sentido, la autonomía e impermeabilidad ideológica de las universidades les ha permitido seguir acogiendo en su seno a un universo de formas de pensar y a un amplísimo número de posibilidades de acercarse a la realidad, siempre bajo los principios del rigor académico, la crítica sustentada y la ética. Asimismo, las micro-sociedades que se crean en los espacios universitarios, se traducen en semilleros de personas preparadas que, más allá de aplicar sus conocimientos profesionales, replican en sus comunidades los valores educativos y de convivencia con los que fueron formados en las instituciones universitarias – por ello, no es gratuito que estas instituciones sean el más grande motor de movilidad social. En las universidades contemporáneas, por ejemplo, la comunidad estudiantil aprende o refuerza la idea de que todas las personas merecen un trato digno y respetuoso por el hecho de ser personas, con independencia de sus características genéticas, sus particularidades biológicas, sus preferencias o la profesión de sus ideas. Es decir, a través del trato diario y de la orientación de docentes y 1 Este texto fue originalmente publicado con el título: “Frutos de la Autonomía Universitaria” en el Portal electrónico de la UAA, el 22 de marzo de 2019. Agradecemos al doctor Francisco Javier Avelar, Rector de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, su permiso para publicarlo, con un nuevo título, en este suplemento.

tutores, los estudiantes comprenden que nadie vale más, o menos, por ser mujer u hombre; judío, católico, agnóstico o ateo; heterosexual, homosexual, bisexual, etc.; blanco, amarillo o moreno; de estatura elevada, media o muy baja… En congruencia con los principios de equidad y pluralidad, la comunidad universitaria entiende que si una persona es víctima de maltratos o injusticias debe ser atendida y arropada – de acuerdo a la gravedad de cada caso – con el mismo cuidado, la misma empatía y el mismo sentido humanista que se le daría a cualquier otra persona en esa posición. Si se piensa con cuidado, en la medida en que este principio se imprimiera en la médula de cada uno de los jóvenes y éstos, a su vez, se rigieran a partir de él en sus comunidades o zonas de influencia, la sociedad transitaría con mayor solidez y velocidad a estructuras y dinámicas plurales y equitativas. No pasaría lo mismo si implícita o explícitamente se enseñara a los estudiantes a interpretar el mundo bajo esquemas de pensamiento maniqueo, y menos aquellos específicos donde por azares cromosomáticos, de pigmentación, de creencias o sociogeográficos – por ejemplo – se etiquetara a los integrantes de un grupo, una comunidad o un género como superiores o inferiores, buenos o malos, víctimas o victimarios, fiables o sospechosos. El respeto a la dignidad humana y su pluralidad es uno de los pilares que atraviesan la educación universitaria; otro, del mismo calibre, es la búsqueda honesta de la verdad, que no atienda al llamado de prejuicios o intereses réprobos ni a la presión de grupos externos. Toda afirmación que se enuncie en un ámbito universitario debe estar respaldada con pruebas, datos, argumentos, ejemplos o silogismos válidos; lo mismo se trate de una aseveración en el área de Química o Biología, que de una disertación de orden jurídico. Este espíritu de independencia, rigor y honestidad intelectual que impera en las universidades y que posteriormente se transmite en el entorno social, hace posible el avance en nuestro conocimiento científico, en nuestro desarrollo como sociedad y en temas tan delicados como la defensa irrestricta de los derechos humanos… Estos dos baluartes (trato digno a todas las personas y búsqueda y defensa de la verdad por sobre cualquier interés particular o de grupo) no son exclusivos de las universidades autónomas pero sí fundamentales para ellas; son parte de su esencia

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y comulgan además con los más grandes ideales a los que aspira la humanidad. Al ser las universidades instituciones dedicadas permanentemente a la formación de profesionistas y ciudadanos íntegros, se convierten -como expresé al inicio de este textoen los frutos más preciados de las sociedades democráticas contemporáneas. Fortalezcamos pues a las universidades; defendamos sus valores intrínsecos y honremos su autonomía, que les ha permitido no ser capital político ni arietes ideológicos particulares, sino fuetes de conocimiento, cultura y movilidad social.

CONTENIDO: Autonomía Universitaria: humanismo, civilidad e impermeabilidad ideológica FRANCISCO JAVIER AVELAR GONZÁLEZ

Educación y autonomía JORGE ALFONSO CHÁVEZ GALLO

De la autonomía universitaria JUAN JOSÉ LÁRIZ DURÓN

Autonomía: El gobierno de sí y la responsabilidad social PÁVEL ERNESTO ZAVALA MEDINA

Relevancia y necesidad de la autonomía universitaria ENRIQUE LUJÁN SALAZAR


Educación y autonomía

Jorge Alfonso Chávez Gallo

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a educación es un asunto de interés público, es decir, que los ciudadanos reciban una educación de calidad –esto es, científica y laica– es algo que beneficia al conjunto de la sociedad, y no solamente a los individuos que la reciben. Es por ello que el Estado debe garantizar que los ciudadanos tengan acceso a esa educación. Pero esto no significa que el Estado deba impartir la educación. Por el contrario, la mejor manera de asegurar que esa educación sea de calidad sería dejar que el rumbo de la educación sea decidido por los académicos, por las escuelas y por las universidades, y no por los sucesivos gobiernos. Esto es, que todas las escuelas, en todos los niveles, sean autónomas. Son los maestros en las academias, considerando las necesidades de cada contexto específico, quienes pueden tomar las mejores decisiones acerca de cómo educar e, incluso, qué temas abordar en qué momento de la formación, o

De la autonomía universitaria

Juan José Láriz Durón

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i acaso eran las diez de la mañana del día treinta de octubre pasado y, más de dos mil universitarios a una sola y unísona voz, desde la plaza principal, gritábamos: somos autonomía; en esa jornada, al mismo tiempo, diputadas y diputados el Honorable Congreso del Estado otorgaban formalmente el nombramiento de Benemérita a la Universidad Autónoma de Aguascalientes y se inscribía con letras de oro su nombre – en el muro de honor – de tan magno recinto. Ese mismo día, en el Estado de Aguascalientes sucedió lo que no se había dado en los cuarenta y seis años de vida que tiene nuestra máxima casa de estudios; que sus autoridades, catedráticos, administrativos, estudiantes, trabajadores, todas y todos como un solo grupo, como un solo conjunto, saliéramos a la calle a presentarle a la sociedad lo que hacemos, lo que creamos en el cotidiano día a día, lo que enseñamos en las labores diarias como un solo ente; ese día será memorable: porque además de que se otorgó el título de Benemérita a la institución, ésta salió de sus aulas, de su espacio físico, de su confort y fue a mostrar lo que somos, lo que hacemos, digámoslo así, fuimos a rendir cuentas y a agradecer a la sociedad –que la sostiene y es la que acepta a sus egresados de muy buen manera– que le hayan otorgado tan significativa distinción. Entre la algarabía de la distinción y el recelo de la autonomía –sostenido por algunos hidrocálidos– es que en esta fecha se mostraron los trabajos que la universidad realiza y porque sigue siendo -y será por muchos años– la institución que es y los valores que representa ante nuestra sociedad. Pero, además de la celebración estaban en el aire varias preguntas, distintos cuestionamien-

cómo estructurar las escuelas. No los políticos, sino los maestros de cada escuela, de cada lugar, de cada nivel educativo. El principio de autonomía pretende garantizar que la educación no responda más que a sus propios fines, y no a los de los grupos en el poder en un determinado momento. Por lo mismo, tampoco debería haber educación privada, sino que toda debería ser pública. La privatización de la educación tiene como consecuencia que los sectores de la sociedad que no pueden costearla se queden sin acceso a una educación de calidad, en el supuesto de que efectivamente, como suele presumirse, la educación privada sea mejor que la pública. Hay otras consecuencias obvias: que los hijos de quienes puedan pagarla crezcan aislados del resto de la sociedad, sin poder ejercitar desde pequeños la tolerancia hacia quienes piensan distinto y enfrentan problemas distintos, la empatía hacia el otro que carece de las mismas ventajas, la comprensión de la complejidad de las sociedades reales, etcétera. En suma, la educación privada agrava la escisión de la sociedad y ayuda a la perpetuación de las condiciones socio-económicas de uno y otros. En resumen, el Estado debe garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a una educación de calidad, y la mejor manera de hacerlo es financiándola sin que quede en manos de los sucesivos gobiernos decidir su rumbo, dándole a todas

las escuelas, y no sólo a las universidades, plena autonomía. Ello, sin embargo, no debería conducir a la privatización de la educación: el acceso a ella debe ser gratuito para todos, no sólo para que quienes carecen de recursos suficientes sean educados, sino además para que quienes deseen aportar dinero a la educación de sus hijos no beneficien únicamente a sus hijos, sino también a los de otros y, así, a la sociedad en su conjunto. La razón de fondo de todo esto ha sido formulada por Kant de la manera más clara: <<Para esta ilustración no se requiere más que una cosa, libertad; y la más inocente entre todas las que llevan ese nombre, a saber: libertad de hacer uso público de su razón íntegramente>>1. El saber y la ciencia –y por ende la educación– deberían regirse tan sólo por sus propias normas –las que derivan de sus propios fines, esto es, en suma, la búsqueda de la verdad– porque de otra forma se impide la ilustración de los seres humanos, es decir, su liberación para guiarse haciendo uso, cada uno, de su propia razón. Allí donde se quieran seres humanos libres se habrá de buscar la autonomía de las instituciones educativas; mientras se quiera someter a los seres humanos, se seguirá buscando controlar su educación.

tos que días anteriores “traían de cabeza” a propios y extraños sobre el sentido de la autonomía universitaria. ¿Qué es la autonomía? ¿Por qué se dice la universidad es autónoma? y ¿por qué –mediante la modificación de su Ley Orgánica– dejaría de serlo? Veamos algunos aspectos que derivan de este asunto. Considerar el sentido autónomo de las instituciones consiste en ir más allá de la responsabilidad, radica en el poder de enfrentar a lo que las propias instituciones son, lo que las ha forjado y ha hecho de ellas entes sociales. Hablar de la autonomía universitaria es más que enunciar una simple palabra, más que la suma individual de las personas que conforman el entramado institucional. Esta conquista ha permanecido en nuestro país como una distinción a lo largo de la historia de la educación del México independiente, desde que se le otorgó a la Universidad Nacional Autónoma de México. Haciendo un poco de historia, es en el siglo pasado, en los años veinte, cuando se llevó a cabo el proceso y nombramiento de autónoma a una institución de educación superior y consideraron como características de la autonomía: contar con un gobierno interno, para poder ejercer y tomar decisiones, para poder decidir de qué forma enseñar y de qué manera formar a sus estudiantes, futuros profesionistas. Esta autonomía es lo que le caracteriza y hace que sea la universidad, un ente con valores y sentido propio, que permite rendir cuentas en el momento en se le pidan; es esta autonomía lo que le permite ser lo que es porque tiene presencia y porque manifiesta un sentido y carácter propios; es esta autonomía la que permite formar entes pensantes, libres, con ética, humanistas y capaces de tener un pensamiento crítico. Entonces ¿Qué es ser autónomo? Desde la perspectiva universitaria, ser autónomo es tener la capacidad trabajar bajo un mismo ideal y bajo un mismo parámetro, con un plan de trabajo a corto, mediano y largo plazo que involucre todos los entes que la conforman y que considere todas las observaciones que le hagan; ser autónomo, en este

sentido, no es hacer lo que se quiera o desee sin orden ni progreso, sino fincar expectativas y cumplirlas, es rendirle cuentas a la sociedad y trabajar para ella; ser autónomo es forjar el carácter y el espíritu de los jóvenes que serán los profesionistas del mañana, es tener la calidad moral para tomar decisiones y enfrentar los resultados, es autogobernarse sin faltar a las leyes ni pasar por sobre nadie que sea inferior. La autonomía universitaria, en nuestro país, tiene ya más de sesenta años y es, esa misma autonomía, la que ha permitido los avances científicos, tecnológicos, sociales y humanistas en todos los ámbitos del desarrollo profesional; y, por ello, además de celebrar la autonomía, tenemos que buscar que se siga procurando realizar día a día, momento a momento, tenemos que estar conscientes que violentar la autonomía universitaria es atentar contra la razón, es atentar contra la formación ética, académica de quienes conformamos el entramado universitario y, no es que no se deban rendir cuentas, ni es que desde la autonomía queramos hacer lo que se nos ocurra, al contrario: el ser autónomos implica una enorme responsabilidad y un imperecedero compromiso frente a quienes nos apoyan, el ser autónomos involucra un sinfín de opiniones que, deben ser escuchadas y, a la luz de la razón, ser tomadas en cuenta. Como universitarios sabemos que no todo funciona perfectamente, reconocemos que tenemos fallas, que debemos muchas veces reorientar nuestros objetivos, estamos de acuerdo que desde la autonomía hemos cometido errores, pero también consideramos que somos los universitarios quienes debemos, gracias a nuestra formación, tomar el rumbo correcto, así como la responsabilidad y el compromiso que siempre nos ha caracterizado, para así, continuar celebrando, año con año, el ser autónomos y recordar que la autonomía implica responsabilidad y compromiso frente a la sociedad –de la cual somos parte– para regresarle –de esta manera– lo que nos presta cuando estamos aquí.

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1 Immanuel Kant, <<¿Qué es la ilustración?>>, en Filosofía de la historia, trad. Eugenio Ímaz, Fondo de Cultura Económica, 2009.


Autonomía:

El gobierno de sí y la responsabilidad social Pável Ernesto Zavala Medina

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ice Kant en su texto ¿Qué es la Ilustración?:

La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración.1

Para Kant, como muchos pensadores de su época, tales como Rousseau, Bacon, Hume y Montesquieu, el ser humano está listo para dejar atrás el tutelaje intelectual de las autoridades, sean estas profanas o religiosas, y valerse de su propia inteligencia para resolver sus problemas, tanto los que atañen al quehacer científico como los que le atañen a la vida cotidiana. Kant, muy a pesar de su personalidad retraída y rutinaria, es un acérrimo defensor de la libertad de pensamiento y expresión: la investigación de la verdad debe estar por encima de toda atadura, ningún interés debe frenar el trabajo de la razón en su búsqueda de la verdad. El trabajo de guía y tutelaje intelectuales que realizaron las autoridades, tanto las eclesiásticas como las políticas y militares, termina con la madurez de la humanidad, en su autogobierno y en el ejercicio de su libertad. Para Kant, ese autogobierno tiene como condición necesaria la conciencia, expresada en la frase ¡Sapere aude!, o “aprende a escucharte”. Es decir, para poder autogobernarse es necesario primero que el individuo se conozca a sí mismo, que se escuche, para poder conocer tanto sus limitaciones y vicios como sus virtudes y capacidades. El proceso de autoconocimiento llevará a los individuos a la autonomía, al gobierno de sí mismo sin necesidad de agentes y fuerzas externas; a salir, en palabras de Kant, de su vergonzosa minoría de edad en la que es dependiente del poder y guía del trono eclesiástico y del trono imperial, lo que Santo Tomás de Aquino llamaba las dos espadas. Ahora bien, conocerse a sí mismo no es un trabajo que se pueda hacer como una pura abstracción, dejando de lado las condiciones materiales y las instituciones que lo rodean, que lo influyen y que representan esos tronos que limitan su autonomía, que lo mantienen en su minoría de edad, como a un infante incapaz de tomar decisiones por sí mismo a partir de sus propios intereses y necesidades. Un fenómeno de intervención se presentó no hace mucho tiempo en nuestra comunidad: el poder legislativo de Aguascalientes, una manifestación democrática del trono imperial y del poder temporal, pretendió modificar el código fundacional de la máxima casa de estudios, una universidad pública que se nutre de la inversión de recursos otorgados por la federación, el estado, el municipio y las aportaciones monetarias que los estudiantes hacen mes con mes. Los argumentos para llevar a cabo tal reforma

a la ley orgánica de la máxima casa de estudios se centraban precisamente en el uso de los recursos monetarios, mismos que se usan – de acuerdo a los legisladores que propusieron la reforma – de manera discrecional y poca transparencia, que si bien se pueden auditar y fiscalizar los recursos de origen estatal y municipal, no pasa lo mismo con los de origen federal, que tienen que ser auditados por organismos de la federación. Esta situación, continúa la argumentación en favor de la reforma – ha permitido que un grupo dentro de la propia estructura administrativa y académica se adueñe de la universidad, anteponiendo sus intereses a los de la comunidad universitaria y de la sociedad de la que depende y a la que se debe. Por muy bien intencionadas – suponiendo sin conceder – que hayan sido las propuestas condensadas en la reforma, búsqueda de transparencia y eliminación de la corrupción en una institución pública, lo cierto es que representaba un atentado contra el autogobierno y la autorregulación de la

1 Kant, Emmanuel, “¿Qué es la Ilustración?”, en Filosofía de la historia, 2ª ed., 11ª reimp., Fondo de Cultura Económica, México, 2006, p. 25.

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universidad, representaba un regreso a la penosa minoría de edad de la que hablaba Kant. El atentado era tan evidente que la propuesta de reforma no avanzó más allá de la atención mediática. Sin embargo, deja sembrada una duda: ¿es la universidad una institución plenamente autónoma? Autonomía no en un sentido jurídico, sino en el sentido kantiano de mayoría de edad, de autogobierno fundado en la conciencia y el autoconocimiento. En otras palabras, ¿la Universidad conoce las necesidades de su alumnado, de su cuerpo docente y de su aparato burocrático? ¿Conoce las circunstancias y condiciones de la sociedad en la que está inserta, escucha sus demandas y necesidades? Es el momento indicado para que la Universidad y los universitarios reflexionemos acerca de ¿qué tan autónomos somos?, ¿qué tanto hemos alcanzado el autogobierno y nuestro propio autoconocimiento?, ¿qué tanto conocemos nuestras necesidades y las de nuestra sociedad? Es momento de preguntarnos si hemos alcanzado la verdadera mayoría de edad.


Relevancia y necesidad de la autonomía universitaria Enrique Luján Salazar

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e las tareas extraordinarias que realiza una sociedad, la educación que ofrece a sus jóvenes para forjar un buen futuro y ser individuos de bien es una de las más sobresalientes. En esta labor, las instituciones de educación superior desempeñan un papel relevante desde el nacimiento de la universitas1 a finales de la Edad Media e inicios del Renacimiento. Dados el impacto y la autonomía de estas instituciones2, los diferentes poderes sociales –de las diferentes épocas y tendencias– han tratado constantemente de influir en el gobierno, la orientación y organización que tal educación tiene, sean el poder ejecutivo, el legislativo, el eclesiástico o el económico. Sin embargo, cada uno de ellos tiene intereses particulares que no siempre coinciden con los de los universitarios y pueden pervertir las funciones educativas y de generación de conocimientos propias de estas comunidades. Por esta razón y por otras más es de gran relevancia la autonomía de tales instituciones3. Ciertamente el Estado4 no otorga esta característica de manera absoluta y aislada a las universidades sino que opera dentro del contexto social en el cual está inserta y a cuyas necesidades debe responder. Se le otorga este privilegio por la autoridad académica que se le reconoce y por la capacidad de autogobernarse a partir de sus propias leyes, estatutos y reglamentos. Así, las universidades tienen un gran compromiso y responsabilidad en la producción y difusión de sus afanes científicos y culturales y tienen que enfrentar esas tensiones de poder a las que como ente social está vinculada. La autonomía es un factor para lograr la excelencia en sus diversas tareas y funciones. Por esto, comprehende factores relacionados con el proceso 1 «Ayuntamiento de maestros et de escolares que es fecho en algún logar con voluntat et con entendimiento de aprender los saberes». Partida II, título XXXI, ley 1. 2 Sea dada por la comunidad en la que surgió o posteriormente por las constituciones forjadas en los estados nacionales. 3 En nuestro país, tal característica está garantizada por el Artículo 3º Constitucional. 4 En la época contemporánea.

LJA.MX PÉNDULO 21 Publicación mensual Enero 2020 Año 11, No. 160

de enseñanza-aprendizaje, la investigación, la administración y el manejo de sus recursos financieros. Para lograr esto es libre de establecer estatutos, reglamentos, lineamientos, etc., es decir, todo lo que coadyuve a la eficacia de su funcionamiento operativo. De tal manera que sea un espacio donde la diversidad pueda converger, el pensamiento libre y creativo pueda desarrollarse y la equidad sea modo de vida en todas las actividades universitarias. Ciertamente la autonomía no es una panacea o una varita mágica que por sí sola garantice y permita la realización de las responsabilidades universitarias, tampoco puede servir como escudo para las ineptitudes o apatía de quienes forman su comunidad. Debe mantenerse una vigilancia continua para que su realización se cumpla, tanto frente a los ataques externos como frente a la falta de compromiso de sus dirigentes y participantes. La autonomía garantiza la libertad de la búsqueda del conocimiento y la verdad. La indagación y la enseñanza académica no pueden realizarse sin la independencia de sus actores para alcanzar el conocimiento y uno de sus valores centrales, la verdad sobre las diferentes temáticas que aborda. Esta actitud afirmativa implica el pensamiento riguroso y libre, la crítica fundamentada a los problemas sociales, la denuncia de las falacias generalizadas, el rechazo a las ideologías dogmáticas, el diseño de salidas y alternativas a las dificultades que vive la sociedad y también la auto crítica del propio trabajo y organización universitarios. Sólo en un ámbito académico los problemas pueden reflexionarse con la amplitud y serenidad necesarias para no cegarse por su cercanía o sesgarse por factores ideológicos y como resultado de sus indagaciones poder establecer estrategias para enfrentarlos o preverlos y así colaborar a mejorar la realidad circundante tanto en el plazo inmediato como en el amplio. La universidad no capacita sólo “capital humano altamente calificado” para las necesidades que requiere el mercado o la empresa, sino que se orienta a formar científicos y seres humanos que desarrollen sus propias áreas de conocimiento, permitan con

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EDITOR Enrique Luján Salazar DISEÑO Genaro Ruiz Flores González

COMITÉ EDITORIAL Ignacio Ruelas Olvera Cynthia Ramírez Félix Walkiria Torres Soto

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sus investigaciones una comprensión más amplia de la realidad presente y ofrezcan perspectivas de sentido para un mundo globalizado, tecnologizado, convulso y embrollado. La autonomía tiene la ventaja de la descentralización de las instituciones para su buen gobierno y la realización de sus funciones. Una comunidad reducida puede ver más claramente cuáles son sus virtudes o cuáles son las dificultades que atraviesa o pueden presentarse en su futuro próximo; puede planear y realizar sus funciones con mayor eficacia y eficiencia. Por las razones anteriores, organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, instituciones de investigación educativa nacional como el Centro de Estudios sobre la Universidad de la UNAM y diferentes parlamentos nacionales e internacionales constantemente están convocando foros para análisis y defensa de la autonomía de las universidades públicas. Dos son los principales riesgos que enfrenta la autonomía universitaria en nuestro país: el que proviene del ámbito legislativo y el que proviene del ámbito hacendario y educativo. El primero, en tanto que han existido iniciativas presentadas en congresos locales para limitar o derogar esta prerrogativa constitucional o en el ámbito de las secretarias de hacienda y subsecretaria de educación al no otorgar el reconocimiento y el presupuesto necesario para el cumplimiento de sus funciones sustantivas, de tal manera que ha llevado a la crisis presupuestarias a varias universidades de México y ha generado una desconfianza hacia las universidades públicas. Habrá que demandar argumentativa y fácticamente el respeto a la autonomía, el valor social de la universidad y el gran error funesto que implicaría su derogación. Habrá que renovar la confianza en la capacidad de las universidades –en todos sus integrantes– de poder autogobernarse y de esta manera contar con la organización y el ambiente propicios para el cumplimiento de sus funciones académicas, fortalecer su capacidad de interlocución con otras instituciones similares a nivel nacional e internacional y continuar siendo las promotoras del estudio, comprensión y solución de los problemas locales y nacionales. Con este trabajo la universidad se convierte en una institución que no sólo forma seres humanos con una profesión sino que se convierte en factor de desarrollo económico, elemento de cohesión social, espacio del pensamiento crítico y se incorpora a la sociedad de la información y de la cultura glolocal.


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