Libro insurreccion del poema

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Luis Franco

INSURRECCIÓN DEL POEMA

Ira COLIHUE/HACHETTE


Ediciones COLIHUE Distribuci贸n exclusiva Lbreria HACHETTE S.A. Rivadavia 739, Es. As.


El caso de Luis Franco es quizás ñiuco en nuestro país y Las principales plumas del castellano cíe bo l' se han movido desdeafuera. 1923 para discernirle los más subidos elogios — desde Lugones, Juana de Ibarbourou Federico de Onis, A lfonso Reyes, Gabriela Mistral Ernesto Montenegro Fernández Moreno, Martínez Estrada, A lfredo de la Guardia, A lberto Hidalgo. Lugones lo declaro ilustre doctor en la gaya ciencia' en plena mocedad. Roberto A nt llamó 'f lauta divina' a la música de Suma; Hidalgo colocó al poema Pan entre los más i nolvidables de la lengua, y F. L. Berneírdez dijo: "Para mi, que lo leo como se lee lo sustancial, Franco vive en lo mejor del país — el alma popular— , lo que equivale a decir que para bien de la poesía no morirá" (Clarín, marzo 1971). Banchs y Marasso por su parte se empeñaron sin éxito en incorporarlo a la A cademia de Letras. El Dr. Favaloro cirujano de renombre mundial, lo ha declarado, junto a Lugones y Martínez Estrada, uno de los tres líderes espirituales de la juventud argentina de hoy. ¿Cómo ocurre, pues, que para el mundo oficial y sus g alardones, ¿a gran prensa y las editoriales mayores, Franco no existe, pese a la circulación callada de su obra, la más copiosa y de más sentido americano entre los escribas argentinos? La razón puede sospecharla el lector, pero ya la anticipó A nt en 1941. "Un silencio fervoroso ha saludado la aparición de la monstruosa obra de este poeta que como W hitman podría decir: No soy un hombre sino una batalla. ¡Tres años de silencio en torno de un bosque de poesía! Es maravillosa la justicia cíe los descoloridos labios apretados -. Franco, que se jacta de no haber vivido de la burocracia, ni de su pluma, sino del trabajo de sus manos, y hombre tan alejado del "materialismo de ojos de murciélago" como de "la homeopatía mística" y de "la ideología del buen A pis", viene denunciando con regocijada ironía en prosa y verso que los hombres "temen más a la verdad y la realidad que las gitanas a la minifalda", y que "su más vieja en fermedad es el terror a lo nuevo y al cambio", sin olvídor por cierto sus alusiones a "los rebuznos patrióticos", a "la vigencia constitucional de los lugares comunes", "la liberación del átomo vuelta cárcel del hombre", y los "cerebros a moldados como budineras y los espinazos de goma" de 5U3 colegas literarios


Nosotros, como las autoridades ya citadas — y sin inf raestimar el aporte de su inimitable prosa ni mucho menos— creemos que la decisiva significación de L.F. es poética, y que sus grandes poemas (con un registro que va desde la Naturaleza o lo folklórico a lo metafísico o lo social, desde "el misticismo amoroso a la siesta pagana de la carne") figuran entre los más delanteros de cualquier país o idioma, y que su amor prometeano al hombre y su je en su porvenir sin cadenas, casi no tiene precedentes. La edición de Insurrección del Poema, con su contenido en su mayor parte ignorado, dirá si nuestro esfuerzo se justifica. Colofón. Hace tres años, Louis Sala Molins, prof esor cíe la Sorbona, encargó la versión al francés del Pequeño Diccionario de la Desobediencia que entre nosotros pasó inmaculadamente inadvertido. Sala Molins, quien considera a L.F., una de las categorías del pensamiento más avanzado de hoy, dijo en la presentación del libro al público de Francia: 'Cet argentin pourfendeur d'orthodoiies, ce magicién du verbe qui transforme en espoir d'aubes transparentes le ténebreux galop du cachemars".

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O..

JAg

PAN La luz más nutricia que la médula, la luz que tiene alas y gorjeos de canario. La mañana que viene descalza para cruzar la creciente del rocío. Las arpas secuestradas en la piedra. Los acuarios e invernáculos en que el mar cultiva delicadamente sus criaturas favoritas. La sal del mar paladeada ruidosamente por las bocas dulces de los nos. El carbón que se hace piedra o diamante para arder sin apuro. La espesura de la tiniebla verde creadora de estrellas de colores. La lluvia con su cabellera peinada a un costado y que revienta un beso en cada gota. El viento dejando en cada alma el polen del mundo. Los nomeolvides de la lejanía despidiéndose. Los huevos de los peces amenazando desbordar el océano. El aire que no es oquedad celeste sino más plenitud que los racimos y ubres. Los dedos infinitamente maternales con que la Naturaleza cuida cada brote, cada nido, cada hilo de agua. El caracol de los volcanes donde el oído escucha el oleaje del fuego. El desierto de arenas, panteón de montañas. La biografía de los astros, las estaciones, los brutos, tejida a la nuestra. Las rocas que prefiguran las formas cimeras del cerebro humano, porque la planta ya asoma en el mineral y el animal en la planta. Los pájaros con su celeste infancia insumergible. La sangre original salida del océano, llena de sal aún y convulsa de flujos y reflujos. Las raíces incoloras e inodoras engendrando los rojos más violentos, los azules más soñadores. El color del trigo hecho con el color del surco y el del sol. La primavera que elabora con carroñas y excrementos fragancias no inferiores a Ja sonrisa de los ángeles. Estómagos y sexos a remolque de garras y de bocas. El verano en fatiga acezando en las lenguas de las amapolas. La oruga trabajando día y noche su traje de bodas con el cielo. 11


Los hongos, sombrillus con que el silencio se protege de las llucas de insectos. La naloma que hace un ruido de corazón en la espesura. Las dulzuras armadas de la rosa y la abeja. El clavel con su puñalada roja e intensa entre todas porque es la del amor. Las campánulas celestes, celestes porque son para un rito de los cielos. El aire infantil que sucede a las más endemoniadas tormentas. El eucalipto con su medicina y farmacia respiratorias. La soledad con su profundo rostro de amigo. La noche constelada por el abismo y por los sueños del hombre, y el hombre oscuro constelado de esperanza, y la muerte, este transeúnte invierno del ser. La naturaleza, nuestra siempre verde infancia. La naturaleza toda con su sombría esencia y sus esplendores, lavada y purificada sin tregua por fuegos y yodos, y sales y aguas de nieve y jugos de raíces, besando el ombligo sagrado de la Fecundidad. Y el corazón de lo que vive más rojo que el amanecer y la sangre. Y las miríadas de almas diversas que integran lo Unánime. Pero yo soy sólo una partícula de cosmos llena de su santa profundidad y su santa necesidad, llena de latidos comunes con la greda, la tormenta, los nidos y el latido populoso de las constelaciones. Soy un árbol con sus raíces a la zaga de los ríos subterráneos y sus ramas haciendo señales de intimidad a las nubes, las nubes que deciden el destino de raíces y fauces. Millones de años miran por los ojos del lagarto mis mil siglos de hombre. Sonrío al sol que incuba ecuánime los huevos de la paloma y los de la víbora, y a la abeja que inocula la vibración del sol en la frescura del racimo. Estoy lleno de un hambre terrestre y celeste (y también de la del caníbal) en los ojos, la lengua, la piel, las venas, las tripas, en la base y la cima de la médula. Y siento las raíces del incesto y del crimen aún no podridas del todo en el fango inicial. Presiento los prodigiosos tumultos y cadencias que esconde el silencio (el silencio y la música, esperantos divinos) y la noche con su olor de bestia diluviana, y el ritmo oceánico de los lechos de amores. 12


Corren en mí cascadas de lágrimas, de semen, de risas. Comparto la armonía de las mil y una leguas de los pájaros en la torre de Babel del aire. Mi sangre quiere treparse a los cedros, ser liana escarlata. Muchas siestas arden en mi cintura y la embriaguez me sube de las piedras como si los arroyos llevaran mosto. Hay tanto elástico empuje de río en mi pecho y tanta germinal sombra de bosque en mis entrañas. En mi desnudez está la de las mujeres, dulce como las lunas, y su vello y su alma, con su oscuro magnetismo de sima. Llevo toda la atmósfera como mi propia piel. y el tiempo encuentra en mi pecho su tajamar más hondo. Quiero medir todas las distancias con mi metro de médula. Mis pensamientos ondean como una cabellera de ríos. Innumerable es mi dolor, pero mi alegría puede contagiar a cualquiera y a todos. Mujeres y hombres sin cuento están en mí como los otros pájaros en el canto de la calandria, y me abre en dos el corazón una Vía Láctea de niños. Por el centro de mi sangre pasa el meridiano de todo lo que vela o duerme. Mi muerte futura ya es autora de verdes nacimientos. ¿Por qué el tiempo de la selva y los luceros quedó fuera de vosotros? ¿Por qué el cuerpo desarraigado del alma? ¿Por qué vosotros desarraigados del cielo y la tierra? ¿Por qué el bostezo y tanto hueco y sombra en él? ¿Y el sexo rojo tapado con cenizas? Y el corazón como un río que apenas s p mueve debajo de sus témpanos? Recuerda fajas, pornografías, novelas rosas, ligas morales, chupetes, ayunos, miriñaques, pompas, fúnebres. Poetas idealistas perdiendo sus alas en los pantanos de la diplomacia. Mendigos que coleccionan llagas falsas y piojos verdaderos. Una emboscada tenebrosa entre todas llamada confesionario. Las manos del pedicuro y las del Papa y las del forzador de tumbas. Polizontes de fierro, de incienso, de niebla acorralando el mundo. Tratantes de blancas, filantropía, condecoraciones, tantos por ciento, patriotas rompehuelgas. Dueños de cajas de fierro con ojos y fauces de pez. Querubes níveamente helados. Los trajes de los difuntos defraudando al olvido en los roperos. Dogmas revelados, jeringas de Pravaz. 13


La flora que crece en el agua muerta de los espejos. Rosas artificiales más secas que todas las espinas. Secretarios de los amantes, diccionarios de la rima, lenocinios, apóstatas sexuales. Tiranos trabajando con prisa furiosa y risible para los mausoleos. Pensiles burocráticos, trajes de alquiler. La castidad enloquecida sacrificando a Venus en la soledad impar. Mesas de juego en que se mira el ombligo a la nada, bosques de tinta y papel más muertos que bosques desecados, costureras con la mochila profesional de su joroba, mariscales pensionados a oro hasta en su descendencia aún nonata. El verdugo que alquila su arte de cirujano capital, el alcahuete con su irremediable olor a urinario, y el llanto fundido y troquelado por los monederos, y el sudor y la sangre desatados para proveer la fuerza hidráulica a los industriales: y tantos chismes recogidos por los reporteros en el infierno, y tantas y tantas inadvertidas citas de la muerte. Los muertos en marcha usan sus féretros de tambores, y os confundís con ellos a escondidas llevándolos con vosotros como un buque sus apestados, aun sabiendo que quien se acuesta entre los difuntos puede levantarse, mas no para resucitar. En tanto los caídos por la causa del Hombre alzan su puño desde las tumbas, y aquende y allende las tumbas y dentro y fuera del alma, asistido por el amor, sin tregua, el sacro Todo late inmortalmente vivo.

MEDIODtA Oh mediodía, corona de oro del mundo. Equilibrio de oro del día. Profundo diamante sin sombra. Armonía tácita y serena. Melodía de la luz plena. 14


LOA DEL CUERPO SANO Las bestias y las plantas te den el buen consejo: contémplate en tu cuerpo tal como en un espejo. Para tu gloria de hombre prolongada en la casta, desnúdese tu cuerpo en la gimnasia casta, como una estatua. Puro y audaz tu cuerpo entrega a la gracia del aire y el sol. La diosa griega te unja en su óleo. El juego armonioso y diverso de tus músculos plázcate corno el más bello verso. No así corno el asceta ni corno la ramera, sé dueño de tu cuerpo, que ésta es la ley primera. Un cuerpo hermoso, fuerte, sano, qué noble palma. Pero sirve a tu cuerpo para servir a tu alma. ¡Y no des uno al diablo ni la otra des a Dios y ojalá te tuvieran sin cuidado estos dos! Cuerpo, loado seas en tu carne y tu hueso, tus nervios y tu sangre, tu semen y tu seso.

EL BUEY Tu grandura se aploma con sencillez de monte. Tu paso es remansado, profundo, fértil como un río en la llanura. La paz del horizonte del campo se echa en tu ojo. Manso como una encina, a los pájaros cedes, para rama, tu lomo. Lames tu mansedumbre, suave como la malva. Tu morro humea al alba, igual que una cocina. Y oyes corno una misa los rumores del alba... Rumiando, de rodillas sobre las hierbas o entre los pastos. quizá rezas tu amor sacerdotal: A ve, tierra, llena eres de gracb virginal y maternal. Benditos los frutos de tu vientre. Por tu rastro que tiene forma de corazón; por tus cuernos, par de hoces a tu testa amarrado 15


en seña; por el yugo, la cruz de tu pasión fecunda; por el santo madero del arado; por la reja que brilla sin mancha en su faena, y por la harina blanca y la gleba morena, y por el pan del rico y el pan del indigente, oh esposo de la tierra, por lo puro de toda labor con que la honramos y nos honramos, mi oda te.corone de espigas y de olivo la frente.

NOCTURNO N 1 Tienes el señorío de lo suave, oh silenciosa armada con espada de lirios, que sabes ser coqueta tan sólo con tu alma. Amada más allá de tu hermosura y el amor que me entregas —es apenas tu alfombra tu hermosura— siento que esa tristeza tuya y tan lejana me toca más, acaso, que esos ojos que vuelven cotidiana la maravilla eterna. (Más infancia en tu voz que en mejillas de niño. La infancia que en ti llevas como un jardín en sombra de que me hablas con sílabas para ti creadoras que a mí no se me entregan, pero que escucho, escucho como madre ninguna el gorjear de su hijo.) Llena de asombro y paraíso, tú sabes ser coqueta tan sólo con tu alma. La noche que me envuelve en tus cabellos. Mi ansia oscura y la tuya, en su celeste dúo. Y el gemebundo mimo de tu ternura en éxtasis. Tú sabes ser coqueta tan sólo con tu alma. Quizá sólo los sueños son caminos para ascender a ti. En mí ya despertaste como el latir de un dios. Ay, pero de mi sueño de ti no me despiertes. 16


NOCTURNO N? 3 Con hambre y sed de soledad, a estas orillas vino mi corazón nocturno a pastorear sus penas. Ccmo en el puente de un barco mirando más allá de las olas y la noche. Junto a mí, con su mano sobre mi hombro, siempre el recuerdo con sus ojos cansados, y todas mis lejanías, holladas o vírgenes. Tú en mí, siempre, como una patria en el pecho de un héroe, y mis sueños que tienen forma de ala y tienen el color de tus ojos. Dolorida más que una carne el alma, y el líquido rumor de la fuente que lava las calladas heridas. Tu lejanía se aprieta sobre mi ansia y yo arañando en la hondura quiero desengarzar para mandarte la estrella más latidora. Viviéndote, maravillosa, en pulso y en respiro, con la vehemente vigilia de las estrellas hasta el alba velará tu recuerdo; latido a latido medirá la noche. De pronto te me apareces... ¿Dónde? Y cierro bien los ojos porque no te me vayas. Pero no hay más que tu ausencia, la ausencia que agranda la noche.

NOCTURNO N? 8 ¿Qué viento nos sacude harapos y sollozos mientras la vida tienta con miradas nupciales? ¿No es la voz del éxtasis como voz de socorro? (En la sombra alguien debe reir de nuestra dicha.) Llenos de un alto grito que se nos queda adentro, altivos y humillados como los pedestales, somos hechos de sombra y anhelamos la luz. ¿Qué ansia coronada de divinas espinas? ¿Qué trémula ambición comparable a la noche? Sé que el amor es grande, ángel rebelde en lucha de luz por libertarnos 17


de nues:ra inexpugnable soledad, hasta que cae al fin con las alas vencidas. Solos siempre sin poder escapar de nuestro pecho. ¿Para qué confesarnos si nadie puede oírnos? ¿Quién nos dará comp aña, si todo nos rei'uye, y nuestra alma es una fuga, ay, y nosotros mismos lo que fuimos no somos? (Y estamos sumergidos en la nada, y estamos hechos de ella, pero la gran piadosa nos vuelve ciegos, ciegos porque no la veamos.)

NOCTURNO N9 11

—Es más ardiente que el coraje, más profundo que la sabiduría. —,De qué íntima lejanía nos viene su mensaje? —Su signo es el más fuerte. Vanos ya los amagos del olvido o la muerte. —,Qué perfección de humildad y de espera nos logra ese adelanto o eco de cuál fiesta venidera, que llega con la música y se va con el llanto? —Un abrazo sin fin como la cruz, la carne opaca ardiendo en lágrimas de luz. --Nuestra alma en su momento más pobre y más hermoso se abre como mirada de niño o como herida. —Sentimos que se trata de algo más que la vida. —De un paraíso dojoroso, pues sólo es nimbo de nuestros anhelos la dicha púdica i ardiente, ¿o alguien miró su rostro bajo los siete velos? --Acaso no la vemos porque ella es transparente. —Nuestra soledad se encanricha en seguir todos sus rastros presuntos: 18


somos los suplicantes amargos de la dicha. —Y no es casi la dicha sufrir así tan juntos? —,Quién dirá lo que somos nosotros en la sombra de nuestra alma de amores y dolores? --Quitmn a decir alcanza lo que somos —,Los ciegos de los sueños de colores? —Somos quizá tan grandes como nuestra esperanza

NOCTURNO DEL REGRESO Cuando yo andaba ya con la pena hasta el cuello, después de cuántos siglos de ausencia, regresabas. Verdad, yo no sabía, oh. que cupiese tanta soledad en un pecho; verdad, yo no sabia que una ausencia pudiera ceñir tan enconado nudo de vida y muerte en el ansiar de un pecho, martillando la nada . La noche palpitaba como gran ave herida, y palpitaba menos la ncche que mi ansia. Llegaste, al fin, llegaste como un recuerdo, pálida mía de ojos nocturnos, los brazos extendidos en senderos hacia el jardín cerrado del abrazo. Te hice cuna en mi pecho porque en su vaivén hondo se meciese tu queja. Después la noche fue naufragando en tu pelo, y yo soñaba en él las estrellas perdidas. Estabas tan adentro de mí mismo, que ya tu voz no era tuya o era quizá que hablabas con las voces del sueño. Tu voz, pronta a caer, temblaba como lágrima, y la mía venía de muy lejos. 19


";Siempre!" ',Jamás?" "Oh amor!" "Ni siquiera la muerte". Y para arrullar las esenciales palabras, se hizo la noche un canto profundo que entreoíamos. Vino en eso la lluvia. Vino acaso tan sólo porque ]a tierra oliese como tu cabellera derramada. La lluvia era una música adentro del silencio y fue aislándonos perdidamente en el mundo. Y se volvió mi beso sin número como ella. Mi corazón creciendo doloroso en la dicha, hasta que redimidos por los tuyos arrodillé mis ojos en la oración del llanto.

NOCTURNO DE LAS GEMELAS Yo me acerqué a la noche (¡qué cosas tienes, alma!) Oh, cómo te pareces, noche, a ella, noche que amaron los pastores ingenuos y los magos de alta sabiduría, en tus perfumes de párpados bajos, en tu latir de contenida música, en tu acercar las distancias más hurañas. Oh, noche, cómo te pareces a ella, sombría así y radiante, henchida de no sé qué arrullo, con tu quieta ansiedad de alas plegadas y el secreto de lo que hay más allá de la mirada y el suspiro, borradora del mundo, oh, cómo te pareces, noche, a ella y penetras los hábitos caseros de su alma. Eres la gran pudorosa (o es ella? ¿o es ella?). ¿Con qué canción dormida entre los brazos vienes, u ojos apagados y encendidas lágrimas? ¿Con qué alma en infinita fuga (o es ella? ¿o es ella?) 20


por caminos furtivos y en figuras de sueños, desunciendo afanes y el rocío para las fiebres? ¡Ah, temblor derramado y olas golpeando en mi pecho, y mi sed inmortal!

NOCTURNO DE MAGIA Pordioseador de maravillas, estaba yo con mi escondido grito y el sueño que solloza en toda carne, mi zozobra en alianza con la noche y mi alma dando su secreta audiencia a todos los asombros y las dudas. Y tú llegaste entonces con tu temblor de alas y circuida de todos los lejos de la noche, con tu forma más honda que la noche estrellada y como si bajaras de alguna edad más pura. Trémulos eleisones brotaron de la fuente diáfana del silencio y casi todas las cosas de afuera volviéronse ¡oh! imitación del alma. Entonces en mi pecho arrasado de espera sentí venida mi hora. El nublado de llanto inició un arcoiris. Y de pronto fui mago. Enfloraba la hierba, demoraba la luna; sacaba a flote una isla de cantos y palmeras. Oh entonces fui mago. Podía acaso derrotar la muerte, galopar en caballo de sombra astros y edades, mandar al fin, rey, en tus ojos, y despertar al pájaro de extraterrestre música que está esperándome en tu corazón.

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NOCTURNO DEL SINO Te abarco entre mis brazos, pero te busco siempre. ¿De la vida o mi fiebre llegaste hasta mi espera? Ahora te conozco, mas tu enigma es mi insomnio. De ti quiero olvidarme en tu alma viajera. Tu cuerpo es ola, estío, caricia, ¿pero tu alma? Como la sombra trae confidencia de estrellas No eres carne ni alma. ¿Eres carne del alma? Mas qué importa lo que eres si fui porque tú eras. Dicha o dolor, qué importa, siempre que tú lo traigas. En la pasión que sigue su vocación de llanto, en la pasión estoy, en su jardín sin sendas. ¿Dónde? Oh distancia ... ¿Fuera de la tierra? - ja tu lado! Tus cabellos se enredan, furtivos, a la noche, pero tus manos, pájaros, de la sombro retornan. En mí estés, en latido: no preciso mirarte para ver que tu amor es diadema en la sombra. Puedes ya amar apenas, porque el amor te ahoga. Como un ala y otra ala se abren al vuelo, juntos tu corazón y el mío son alas de un vuelo solo. Qué importa a nuestra música la sordera del mundo.

NOCTURNO DEL DO INMÓVIL —Nos borra ya la sombra... ¿Borrará así el olvido? —Oh, nuestros corazones son la constelación más clara de esta noche que viaja hacia dónde! —Tus alas no se cansan, qué importa a dónde voy. —Quizá, vendados, alguien nos lleva de la mano. Tal vez. O es que no puede mirarse el esplendor. —Nada sabemos. Sólo que estamos de rodillas ante algo nuestro, pero más grande que tú y yo. —Cuando bajas los párpados para abrigar tu alma la mía temblorosa no se atreve en mi voz. 22


—Ay, mi dicha, más tímida que una canción de esclava. Yo no sé, yo no sé si es albricias o adiós —Escuchamos lo que otros ahogan en el ruido; en mí te escucho, amada. —Tu corazón es dios que busca las plegarias más trémulas ¡las mías! —No! ... Aprendió lo divino, con tu cruz, su pasión. —Oh, amado... —Pero lloras, ya! ¿Qué vaso de música será digno del llanto que consagre tu amor? —Tú también estás triste. No q'ieres y estás triste. —Tu amor en mi vacila en sollozo o canción. — ;El temblor de tener un corazón mortal! ¿Cómo hablar de otra pena? Tal vez no hay más dolor. —Pero el amor nos salva. Qué importa ya la muerte si vivimos momentos inmortales los dos.

SINO En sudores de ceniza y vinagre aún me reconcentro viviendo tu dolor, tu cuerpo de dolores, pálido cirio que la fiebre encendiera por dentro. Pues todavía está como ese día, cierto, mi alma llena de horror corporal, aunque yo sé bien que no has muerto si en mí alzas tu recuerdo a lo inmortal. Ya lo ves, te dejamos ir solita por el vado tremendo. (Todavía estoy viendo en el adiós de adioses tu mirada infinita.) Verdad, no parecías, por ratos, criatura de la naturaleza ni del arte, como si te esperara en otra parte una estación más pura. Y que así no pudieras demorarte! 23


Tan frágil y eras entre todas la más fuerte con tu belleza en fruición y pasión; entre los que aquí viven de la muerte en la muerte, en un orondo destierro del ser, cualquier ademán tuyo era una creación cada mañana del mundo, mujer. Ahora comprendo que la tu muerte más que tuya es mía, puesto que yo la estoy viviendo; ahora, más opaco que una carne, mi día, mi noche, más angosta que una sombra de lanza. ¿Cómo he de llegar nunca a esa sabiduría sagrada que es la esperanza? Con tu obsesión por luto y absoluto, agotados los cómos y los por qué, ¿qué espero?, ¿qué pido? Que el olvido es la única misericordia sé. ¡Pero tal vez yo no quiero el olvido! No esa desangrada calma, sino que estés en mí como una levadura para todos los designios del alma, actual en mi latido más profundo, y no reniegue yo de la hermosura que está conmemorándote en el mundo. Y te bese en el rostro de cada cosa pura.

ALMO CUERPO Siempre en temblor de adiós y preñada de espera siempre, elemental como el barro y la luz, angosta, y qué menos, para una respiración infinita, carne del hombre: sus laderas dan hacia el olvido, mas sabe que la muerte es criatura de un día. 24


Dolor coronado por una sonrisa inocente, como toda creación, es ella. ¿Alba prohibida de su desnudez? Su esqueleto es la sola impudicia, y el temor a todo lo suyo, la peor agresión a lo divino. El cuerpo está invadiendo sin cesar toda el alma. Repliegue y despliegue de ondas, sensual ante la siesta, soñador ante el ocaso, recreador espejo de todo, y el mejor conductor de calor de lo viviente, cuerpo humano. Situado en el meridiano de las magnitudes, equidistante del átomo y la estrella, su genial tamaño. Más allá del sueño y la vigilia está, como la fiebre. Pariente de la piedra y la nube y la espiga y el cardón y el viento: animal solitario experto en todos los peligros de la soledad, que adora lo claro de su pausa en el oscuro torbellino eterno y adora el instante que vibra suspenso, colibrí. Pondero su elástica dureza, su inventiva sin sueño, vencedoras de hielos y trópicos, oh frágil domador de la fatiga y el olvido y el miedo. Su salud es una inocencia y la más gaya sabiduría. Cerrada, así más fiera, tempestad de la sangre y su melodía final, tan roja bajo nuestra palidez, y. tan solar y nocturna, que del litoral de la piel escapa a las más emboscadas distancias del ser, sangre, por cuyo caudal somos afluentes del mundo. Células las más ciegas del cuerpo, saben más química que las abejas, 25


r:i :eebro e:c loe etree. tienen memoria insondable y deletrean el futuro, semejantes a los dioses. Eterno niño dios, el cuerpo humano. Tiene manos sabias y el alma es su hechura; es cuerdo y fuerte y tolera a esa niña mimada: mutilado de ella no es más que un inválido y el alma se vuelve pesadilla obscena: sólo su junción es criatura viviente ' a ésta, sí, todo le está permitido. Eres nuestra esencia sujeto del mundo, almo cuerpo del hombre; fronterizo de muchas distancias, sentir y pensar sólo son dos entre tus faces, y el más allá se queda más aquí de tu órbita. Sabiduría en flor de tus cinco sentidos tramo en sangre nuestra hermandad con Ci todo: por ti los ruidos ciegos de la tierra se alumbran en música.

COPLA ¡Oh, meditación!: sc mete el alma en si misma igual que en la luz los siete colores del prisma.

PAMPA El empaque amargo del mar y una dulzura de arroyo. Ella tan salvaje, un hogar con todas las puertas y ventanas abiertas. 26


Pastora de vacas de ojos ingenuos, tiene una sonrisa de leche. Pálida madre de las espigas, luce como las santas, una aureola redonda. Pago de corazón a flor de pecho Yo vivo en él lo que ya nadie sabe: ese chorlo que vuelve con un chisme del cielo, esa matita de pasto con su inocencia que reverdece la nuestra.) En esta inmensidad sin melladura, que jaquea el oleaje de todas las distancias, ir imaginación idílicr no halla dónde hacer pie y se niarea. Aquí el alba misma se levanta antes de hora, mas cualquier rato de la jornada tiene la entereza del mediodía. Y el poniente es un tan pavoroso desangrarse que nuestra alma queda pálida. El aire es sin fondo y con olor a leguas en fuga. Como los Andes con tiempo la Pampa está hecha con espacio, que nos echa sus manos ahogadoras al cuello. En desborde perpetuo inunda sus propios horizontes. Su reflujo llega a las mismas ciudades y soborna las calles y los gestos. Es tan grande como todo ci aire y no podernos verla (es otra atmósfera que satura igual o más). Vemos mejor la Pampa que se adentró en nosotros. Se evade de nuestros ojos como arena de la mano. Se ensancha siempre como un inacabable vuelo, guardando ese equilibrio de las alas tendidas. Tierra anegadiza de firmamento, firmamento de tierra, de tal pureza, a ratos, que ya está más allá de la geografía como una hostia o un alma. El carancho denuncia la oscuridad de la fosa, pero la osamenta es más blanca que el huevo de la torcaz. Hay tanto verde que lo celeste es sólo un rocío. La infinitud empapa los cabellos y los sueños. La dicha es simple como un yuyo. 27


Soslayamos apenas las estancias que usan de ligustros los álamos, y los molinos que hacen agua con viento y música, y los ríos sin ruido que desaguan el cielo. Caminos que desandan el tiempo los recuerdos suelen cerrarse de golpe como armada de lazo. Pampa de dos filos: un afuera tan ancha que al fin todo queda dentro, una patria forajida que es patio nuestro y del mundo, La Pampa cimarrona de otros días, tirante y brutal como un cuero estaqueado, cuando era toda un solo camino a la aventura, y el lazo y las boleadoras se animaban a enredar al viento. Días demorados que flanqueaban la soledad y el peligro (parejita de estrellas la noche era otra pampa). Andanzas con la vida a los tientos y desvirgando sendas en que apenas ayudaba el ombú, lucero de sombra, patente desde lejos; sólo el ñandú andaba a pie, pero calzadas las botas de siete leguas; lo desconocido estremecía hasta las crines y el relincho de los caballos; ya los perros tránsfugas habían recobrado el gusto de la carne del hombre, la rabia del puma o del pampero erizaba el pajonal, y aún el grito de algún pájaro sonaba a contraseña de espía. Como las tacuaras de pelea, los corazones precisaban fierro en la punta. Pampa lisa y azarosa, como el culo de la taba, desnuda como el cuero del indio o la daga del gaucho, y sin más abalorios que las vizcacheras y los cardales. Pampa de los días mayores: la que volteaban los cuatro vientos de los cascos de los caballos. Aún casi es la misma bajo su hilván de alambrados; aún cualquier tranquera abre más lontananza que un puerto. Su ser es un derramarse como el perfume o el vino, la mano abierta misma del ofrecimiento, nuestra Pampa, la dadora para todas las gentes: con su henchida lisura que es entrega de ubre, y su cordialidad más ancha que el vuelo de la golondrina La Pampa es una fuga innumerable, pero abre un clandestino regreso a lo que permanece: desbroza el pasado en las almas para abrir surcos nuevos. 28


El fluido convivir de las cosas, —las leguas, el tiempo, el aire y la sustancia del hombre— llega a totalidad endiosadora, y es la mayor noticia de América. Mas, he aquí que manos rateras y de asechanza están hoy puercamente sobre ella, que conoció la comunión, en reciedad, del mate amargo, y la otra, en hermosura, de la guitarra del gaucho, (su hijo de verdad y queredor de verdad, que solía abrazarse a su pecho conviviendo el latido de galopes ausentes, y descifraba sus rumbos en pisadas y estrellas y su dulzura en la voz del jagüel y el cencerro). Tierra de mocedad en que el horizonte no tiene una arruga, y el tiempo es canción de amanecer, no de adiós, y cuya fuerza es la que alzan las mareas: tierra cuya presencia es tan ancha como la luz y nos inunda: no sé para qué la habrán tendido aquí si no es para una andanza menos agachada del hombre.

CONJUNCIÓN En tus ojeras y en tus ojos lenta. El alma eleva cielos que el corazón inventa. Choque de dos elementos, pureza del mundo; el profundo verano de la sangre nos somete a su imperio, y mi gran sed b meja quiere empapars€de tu húmedo misterio. Lo que tal vez no puede nombrarse y no se nombra y un estrellado remonte semeja, es ya descenso y reflujo hacia la sombra cuando aún enternece a las estrellas tu queja. Celebrado el mutuo divino servicio, sospechamos apenas nuestra medida. 29


Ya mis besos recobran su juicio como e recién nacida te acaricio. (Y tú acabas de nacer en lo eterno y lo más fresco del amor, mujer.)

MAR NUESTRO Mar, de agresión como una carne, y a la vez evasivo como un alma, en verdad, tú, que sabes purgarte de la pringosa vecindad de la tierra y el hombre y aun de ti mismo, justamente en tu propia amargura inmortal, bien sé yo que no diste audiencia a nadie jamás, y, sin embargo, doy la espalda al mundo para Ilegal a ti, filial, padre nuestro de fuerza y de pureza. mar. Ah, qué esparcida lividez hay ahora en tu faz, tú que tienes todas las faces; te oigo que vienes y que vas arrastrando y pisando tus cadenas, pero resuelto ya, lo mismo que un forzado detrás de sus barrotes, al esfuerzo final . Pero no, es la tierra la que sufre tu asedio de siglos, y que al final se entregará: una vez más te veo acometer sus muros: una vez más, bien tirantes los arcos de tus ondas, le echas tus tribus de aguas desmelenadas. rnr. (Ya las olas menores huyen en desbandada a soterrarse en las grutas del mar; los millones de alas de los pájaros del mar inventan el viento del mar; 30


la tierra agazapada desaparece toda detrás del mar; sollozan y se quiebran en olas las entrañas sangrantes de naufragios y corales del mar En qué lúgubre caracol está hirviendo el estertor del mar!) Patrón de hechicerías y de fraudes te sé, y cómo alzas de golpe de tu profundidad, brazos de pulpo, brazos de hipnosis y de azar para llevar al extraviado allende tu postrer umbral (cuando devuelves algo es siempre demasiado tarde, ay), y cómo en lo hondo el eco de todos los naufragios pone sordina a tu cantar, y el de las almas en pena de los ahogados repitiendo su hipo inmemorial ¡mas cómo hablarte de odio, si más allá de la ira y la piedad, la muerte es para ti sólo un juego de manos y no más! Tu ser es de junción y encrucijada. En ti están las manos del adiós, los gritos de la albricia, el adelante y el atrás, el ensueño y el sueño y el olvido y el despertar. Consigues escapar de la emboscada de la tempestad ¡estruendo que no calza en mis oídos!) y va estás con tu alborozo incorregible ufl vez más. Alisando el plumaje de olas y gaviotas, te afleas con el iris de la serenidad, ingenuo como un paraíso, en tu aroma esencial, travonio 'a el hombre, desdc o!,-ido o aun de más allá, un vaiven de cuna, una canción de cuna tan ónice que se oye y no se oye ya 31


Así, borrando todos tus senderos, llegas a la unidad, y emerges de ti mismo tan desnudo y tan puro que eres cielo nomás. Por el más viejo pacto, tu yodo es nuestro vino y tu sal nuestro pan. Y ya una danza innumerable te pones a danzar buscando el palmoteo de tus olas al final, o desatándoles sus cíngulos de castidad, cubres la desnudez de sus espasmos con sábanas de espuma virginal. O compartes los juegos de los niños, lleno de inocencia ancestral, derruyendo de pronto sus castillos de arena, o ya cosquilleando sus rápidos talones con un alga, de atrás, mientras en tus conchillas se devela y esplende tu misterioso sonreír sin par. Ahora con los labios de esfinge de tus olas, ¿qué, preguntas alzas, mar? ¿O murmuras alguna insondable respuesta? ¿Afirma o niega, tu ademán? Tu presencia acoquina los pensamientos muelles y vuelve más veleros los pensamientos de verdad. (Pero tú estás ahí supino, yo con mi voluntad vertical: mi mano persuadora sobre tu crin bravía dejas errar, oh mar.) Ah, buscamos sin tregua y sin poder hallarla, una llave perdida para siempre, quizá; sacudes tu elemento, y yo mi carne, en busca de nuestra única verdad; sólo explayar queremos nuestra hondura, pero a ese afán cómo resulta angosto el mundo: rebasar quiero yo el vaso humano y tú el tuyo, mar. KA


Gloria y azote nuestros, de ermitaños, la soledad. (Mas tú te alejas de la tierra sólo, en verdad, para rimar tu alma azul con la gemela del cielo, oh mar.) Los dos buscamos la amistad de las más vírgenes distancias con olas de mensajes y canciones que van del invierno al verano, del cero al infinito, sin parar. Así en buceo de ti mismo bajas a tu mayor profundidad a visitar avaro tus tesoros de gnomo, y como yo te vas siguiendo sin querer otro ritmo más íntimo que ya en tu ritmo está... Ah, todos los peces son mudos para que tú vocees y hables por ellos, mar; pero los peces del gran fondo donde las medusas dan el tempo a lo que vive con su lentísimo compás, los peces están ciegos de mirar lo que nadie puede mirar. Palidez de raíces y de larvas moviéndose en la sombra y en el fango inicial, maravillas y horrores sin nombre y sin edad, y una santa ceguera cual la mía, mar, también llena de lívidos secretos que acaso han de decirlos idiomas que vendrán. (En ese aquí abajo de verdad, donde se hospedan las tinieblas madres y la única luz en los monstruos está, los barcos que al fin llegan son tripulados para siempre por las muelles criaturas del horror primordial. Pues otras playas bien distintas, como yo, guardas, mar. Oh, singladuras de horizontes en descenso! Puertos de arribada total!) 33


Por caminos que van de la angus[ia al OiVjd(j, a veces en oscura y sagrada ebriedad, venimos desde qué tiempo ya! Yo no sé qué antiquísimo en mí de ti se acuerda y no se, qué unidad explica aún en mi sangre, mi sudor y mis lágrimas el gusto de tu sal. Somos la amarga levadura con que algo mayor se amasará, quizá; un estremecimiento somos, nada más, tus olas, tú, mi corazón, sus pulsos, enviando hacia 10 inmenso, oh mar, Ahora te recoges ahí en la oscuridad, los cabellos volcados en la noche y la arena y te siento llorar

FALUS

La firme columna del nombre. En la gran palidez del cuerpo enarbola toda la bermejez de la vida sostenido por esos dos puños llenos de una fuerza más larga que la otra. Allá en la raíz del vientre, en lo más antiguo del hombre, y llegando hasta el mediodía de mi alma, —inspirado de futuro!— alza su cetro: el de la autoridad y el señorío del varón y su arrogancia hermosa y temible. Ahí está como una criatura autónoma, ahí con la melena y el apronte del )eón. 34


(No, quiere acatar una dulce voluntad entre todas: su orgullo es humillarse a ella sola entre diez mil.) Yo estoy como desvanecido y toda mi conciencia profunda está en él; de veras, soy apenas un apéndice de ese tronco poderoso (compañones, os nombro, secreta balanza sin falla que pesáis todas las cosas graves del hombre): latidos de mis puños, mis bofes y mi médula, él los asume y resume: ávido de conocimientos como una cabeza pensante, con vigor de verdadero brazo derecho y toda la vibración del sentimiento. Ya entre tus manitas puras, pulsando ya en tu alma intimidad, mujer, en esa comunión sin fondo que es la inmortalidad de lo fugaz.

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APOTEOSIS DE LO SECRETO Ritualmente lavado de impíos temores, yo, varón callado y ardiente, desciendo de mi soledad para cantarte, flor profunda de la mujer. Divina herida que aumenta en su cuerpo lo dulce como la picadura del pájaro en la fruta. Forma de misterio pura cual la del rastro del ciervo en la tierra nevada de junio, negro puro, de ciervo calcado en el orbe de la luna), escondida más que el más escondido rincón del bosque en la arrebatada y soñadora creación de la desnudez. Dédalo de la suavidad o espejo colgado sobre el abismo. Vellón de refugio, di g no de enredarlo en flores como una cabellera, augusto como la barba del hombre augusto. A roma turbador de su fertilidad, total aroma Inmerso como el del mar o la noche. 35


Corazón no menos entrañable que el otro en que duerme la hondura del ser para su despertar en el paraíso ofrecido.

PADRE ÁRBOL Leguas brutas del campo en tu sombra se entienden. Ablución de frescura que nos inspira el pecho, testimonias el dios clandestino que eres. Amo de hondura y cima; de prietas sombras, árbol, te yergues con la altura total del mediodía sabiendo que tu cuarta dimensión es el pájaro. En ti alza el campo el signo más de dulzura y fuerza. Cierras la intimidad redonda del hogar, abres la envergadura sin fin de las banderas. La soledad te abraza, ceñida e infinita, como a mí: tu alma fresca, la mía en fiebre, en lo hondo se sumergen buscando la dispersa armonía. Tu equilibrio gobierna geometría oculta. Tu solidez se viste con gracia de lo aéreo. Arte nuestro: el destino final está en la música. Trabajas más aparte que la araña hilandera. Si el viento te vocea noticias y distancias, tú escuchas el callado corazón de la tierra. Profundidad de carne es tu vida, y de alma. Con tu ademán injertas nuestra vida en lo uninime, presidiendo el desfile de alas y mañanas. Comprendes el callar y latir de la noche, tú, alzado con la pura elevación del alba; Y cómo nos afinas el corazón discorde! Breve cauce del Tiempo, sumos, y nada más. Lo sabes y te quedas tranquilo. Mas no ignoras, de veras, que lo fúnebre aborta en lo nupcial. 36


Y que la rosa es dogma indiscutible, sabes, y al mundo dinastías de hermosura lo pueblan. Tú levantas tu copa por lo total, oh padre.

SOLIDARIDAD CON LO VEDADO Digo la fuente más profunda del hombre y el alma inmersa en ella lo mismo que el cuerpo. Levanto estos secretos a la luz: juventud de las entrañas de la mujer no es el hijo, es el hombre. Le quedan las joyas y el espejo a ésa en cuya hondura el varón no alumbró una fuente. El placer inexcusable como el alimento y sagrado como el llanto, digo, y la llama en su desnudez de paraíso, fundiendo y purificando. En vergüenza se quema lo adjetivo, y lo original surge eternamente intacto. Lo que puede inventarse entre mujer y hombre sea hecho otra vez con frenesí que valga lo inmortal. Quiero que tus besados pies caminen sobre mi ternura: lo más viril del hombre es la ternura. Los huevos de las aves dan su tibia clausura a tus secretos. Las ciervas dan su leche para hilar tu candor. Con mis narices, con mis manos palpo y amaso otra vez los frescos orígenes; chafo con mis pies y mis dientes todas las corolas, insondablemente ebrio. Tu cuerpo se despliega hasta el cielo como la tierra; frescas y ardientes golondrinas que atan el día a la noche, las caricias. 37


Los dos pezones, ciegos, se alumbran, deslumbrados. La sombra medrosa de los templos está aprisionada entre tus muslos. Las cuatro estaciones están sucediéndose sobre tu piel, y toda tu geografía irrigada de sangre. Y álamos y relinchos se erigen. Respiramos en el corazón de un clima virgen, donde carne y alma maduran exactamente .i un tiempo. Enumerar no puedo tu innumerable desnudez. ¡Y he aquí que es ella tu fisonomía unánime! Aunque haya más distancia y misterio en tu piel que en las nebulosas. ¡Allégame esa lejanía hasta inundarme! Pasión de las entrañas, más larga que el hambre y la sed: jardín con todas les yemas descogiéndose. Con la gentileza del lirio, con la altivez de un índice en la confusión de las conciencias, se alza el miembro del hombre. Y el mediodía de tu vientre es como la ceguera de un dios, y hay menos sombra y pasión en la noche o la tormenta. mujer, que en tu sexo. Despierto ya lo inerte para la mayor intensidad, porque hay más milagro en el salto del semen que en el del arco iris. Conjunción creadora de toda la mujer y todo el hombre en la estrellería del ser, te canto.

ANDES 1936

Olor de piedra, miradas de piedra, silencio de piedra, emboscada de piedra! Lo enorme nos comprime las costillas, no puede respirar por nuestras narices.


Como galopes al borde de un barranco los relojes se han parado en seco. Se está bajo las edades como una tortuga bajo las imbricaduras de su concha. La inmovilidad nos pesa más que una joroba. Queremos ver, oír, saber, pero nuestros sentidos son muñones de ala. Los antípodas de lo humano están aquí.

Las montañas tienen por pedestal el abismo. Soberanamente se encabritan relinchando en las cumbres. Con el precipicio y la avalancha, sus dos largos brazos, defienden su misterio; lo arropan con nubes primordiales color de nebulosa. Sus sendas son más difíciles que las de un bosque nocturno o un alma El rayo puede gastar inútilmente su hacha en el bosque impracticable mientras las cavernas se tapan los oídos. Las montañas son más inhabitables que el corazón de los déspotas. El ser está durmiendo bajo ellas su letargo de invierno.

Tebaidas de granito, pensiles de hielo. La sal y las conchillas encumbradas aún se acuerdan de las entrañas del mar. (Oh, mar, recordarás aún tu mayor marea montante!) El vuelo del cóndor es un puente lanzado al más allá; la ceñuda tristeza del cóndor es el rostro de las soledades. Apenas se deja sospechar la huraña armonía de piedra urdida entre el cuello del guanaco en guardia, los brazos de los cardones y el lamento de los arrieros. 4 Al acercarse al cielo, la roca se desnuda como él, y busca envolverse en nubes. Comarcas pavorizadas de la gran altura, con austeridad y rigor llevados a la desnudez final de la osamenta, donde nuestra alma misma es un torrente desecado o se halla entre las cumbres como un guerrero desnudo acorralado por espadas desnudas. 39


Cómo sabernos ahora que tamaña desolación sólo puede tener un brote, una flor digna de ella: ¡el cráter de un volcán!

Piedra, piedra, piedra, y la carne agazapada; piedra siempre y el alma cargada de tiempo y sin defensa. El horizonte es un canto alrededor de una hoguera fúnebre. ¡Advertimos recién que aquí todas las distancias están de pie y velan!

Piedra universa, monolito total. Babel alzada por la tierra en su ígnea ambición de cielo nublando la tierra y las estrellas. Procesiones de calvarios a la necrópolis final. La tiniebla se ha tumbado a dormir en el basalto; el frío de la nieve, la soledad y el viento penetra hasta las vértebras del granito y su escalofrío sacro se contagia a las nuestras.

¿Qué dios de resuello de fuego y corona de nieve creó la montaña, con sus raíces por debajo de las algas, las anclas y los peces ciegos, y donde a cada paso se cruza una frontera para entrar en un país distinto, mientras las nubes fraguan a ojos vistas una hidrografía rugiente y los monolitos divulgan su secreto: lo que fue, es, será? Montaña, ausencia irremediable, separándonos del mundo.

Muros de piedra con leguas de espesor y de alto encarcelando al fuego criginario para evitar que incendie el globo. Procesión ascencional de la piedra a las estrellas. Edad de piedra verdadera. Profundidades fundidas en negra piedra. 40


Oleaje oc piedra avanzando sobre nosotros. Frío de piedra buscando cuajar nuestro latido. Miedo de volver la espalda y trocarnos en piedra. Silencio, trueno de piedra. Tormenta de piedra suspendida sobre nosotros como un destino.

VIAJE A LA NOCHE

No podemos huir y tú avanzas sobre nosotros como la mar sobre sus playas. El mundo ha naufragado y ya no hay más que estrellas y distancias. Vienes con la lerdura del perfume, con los perfumes de vanguardia. El silencio es tan puro, que el murmullo que empieza no puede ser sino del alma. Lo infinito convida al infinito que también en nosotros se agazapa. Eres más alta, noche, que todas las estrellas, más alta; tu vigilia innumerable no escapa ni 10 más dormido, nada. Y te quedas inmóvil a manera de estatua (l populosa soledad de las estrellas te acompaña), inventariando todos tus secretos, oh, inspirada, cuando la sombra es como la luz de lo invisible y lo desconocido te hinche como una brama. Noche, conoces las veraces fábulas de los dias nonatos de la tierra y del mar en su infancia; bien sabes que la muerte es sólo un sueño: tú estás en el secreto de latidos y lápidas. 41


Y sabes bien de muchas puertas cerradas que un día abrirá el tiempo con un ruido de alba El silencio es diadema que oscurece cualquier ruido o palabra. Alguien que va conmigo se entiende con lo oscuro, para salvarme, acaso, o herirme por la espalda. Lo enigmático acecha detrás de todas tus persianas. Me recuesto aplicando mi oreja contra i. como en la pampa, para oír los altísimos galopes que sin parar te sobresaltan. Ya contengo el tropel de los recuerdos para que no despierte a los secretos guardias; después sofoco a toda costa mis pensamientos quemándome en su llama. La sombra tape el recóndito estruendo de sus cascadas. ¿Se agrandan o se encogen los sacos de carbón de las viejas esferas incendiadas? Lar estrellas vivientes, con su temblor de gamas, logran ahogar apenas sus gritos de insondable alarma ante el vértigo de las rampas. Fresca carne de rosa, las estrellas, pero ardida de fiebre milenaria; serenas gotas de rocío con la humeante sed de la más larga de las carreras, ay, y la más desenfrenada. Como la aves migradoras, noche, te huyes de la estación helada (pan, siempre) hacia primaveras eternamente encendidas y aladas. Noche, me ciñes tu cilicio de insobornables mallas; ya no son míos mis latidos, 42


están en ti y en tu sustancia. Tal vez me hallo en la tierra, pero ya mi quejumbre no es simplemente humana. Heridas ciegas, lejanías ciegas nos desangran. No vemos rostros ni senderos: sentimos voces o almas. Pero al cabo las voces enceguecen, las palabras no tienen forma humana. Sus infinitos coros ya las sombras preparan. No te acuerdas, acaso, del mundo y su angostura, oh, desbordada! Siempre y en todas partes mirándote a ti misma. Lo creado temblando como tela de araña. Entre olas palpitantes y pistilos erectos ya tu pasión, noche, divaga; tu cabellera es húmeda igual que nuestros besos, pero tiene lo horrible por guirnalda. Persuasión ondulosa, más de temer que siete lanzas. Vino de sombra en copa de fulgores y temblores, y escalas de suavidad hacia el abismo alargas ahora estás cantando sin limite a mi oído) y el descamino y la emboscada. Ahora ya por órbitas de música todo se mueve en ámbitos de magia. Para dormir fuera del tiempo a nuestro pecho ofreces tu almohada, tus jardines de olvido y tus piscinas de fragancia. Y ya es la vida una hermana bastarda de los sueños, oh hija del caos, dios borracho, oh maga. El búho en quien la sombra se lamenta alguna vez, ahora calla. Mi pensamiento es como la antena de la oruga o un paracaídas que al fin no se abrió nada. Y más que las estrellas tinta ya mi carne embrujada de lástima. 43


Toda senda es un vértigo y el horror una especie de obscenidad sagrada. Sobre sus propios goznes va a girar el misterio mas ya es espada rota la mirada. El silencio es tu órgano catedralicio, noche, en crescendo sin pausa. Como junco doblado bajo el río, bajo lo incomprensible, el alma: por él mueven sus labios los luceros en lontananza. Y ningún algebrista entre sus cifras se turbó como mi ansia entre áridas estrellas. Noche, eres una excavación vedada... Ay, en las nebulosas las raíces del mismo ser destapas El canto de los gallos te denuncia por todas las distancias. Qué seré de nosotros si al fin no trae el alba (criatura de nuestra sangre y de nuestro amor) la camisa de fuerza necesaria para tu tenebrosa vesania, noche: que no te valgan, ay, ni los arrecifes de todas las estrellas. Sobre tus propias aguas singlando viene el día con su sonrisa y su invasión de alas.

PRESENCIA DE HUDSON a O. Cohan Tu caballo relinchaba despertando lo más claro del cielo: su galope, como un gran río, alzaba hasta el cielo el suelo: más que tu poncho y casi como a nuestras mozas, lo quisiste (igual que yo) y recordándolo, treinta años des nués, te ponías triste. La inmensidad como un pájaro se te sentaba en el anca; tú, en cualquier rama, digo rancho. Nunca usabas blanca. 44


Junto a una fogata de huesos, sobre una calavera de buey, el alma lisa como cuchillo y aún más aquí de cualquier ley, partiste la sal y la amistad con el gaucho, el hombre que era duro y tierno a la vez como una semilla: un hombre. El que sólo se dio entero a la más hembra de las hembras, la guitarra, y apresaba tierra con su alma, no con su garra, y llevaba sol en su sangre, no como nosotros, y nunca obligó a su alma a encorvarse ante otros. (Hablo de tierras y almas sin tranqueras y galopes sobre el viento; hablo de cuanto amadrinó la ciencia soterraña y aérea del Niño-Diablo, y de Valerio Cuevas, el gaucho cuya escupida era más alta que todos los jefes y dueños que topó en su vida.) Gaucho fuiste, no estanciero; sólo tu corazón, pero todo, afincaste en lo más nuestro y te volviste su patrón. Corno un fruto todo el sol y el rocío de un verano, así tu arte resume nuestra tierra, hermano. Tierra que sale a la luz, como la daga de la vaina, cabal; tierra empapada de cielo, como la mar de sal; (aún pusiste tu alma en leguas amargas, como el Mar Muerto, y acampaste con las dunas extraviadas en el desierto): Pampa en cuyo perfil se quedan los otros haciendo mañas: tú, por el enredo de sus huellas llegaste al de sus entrañas. Cuando pasabas, el árbol te echaba su brazo al hombro; cualquier insecto te nombraba mejor de lo que yo te nombro; como brotados de tus yemas mirabas cada uno de nuestros yuyos; los altos ríos de pájaros eran afluentes tuyos. (Nuestros pájaros están menos en los árboles y el día que en los ramajes sin otoño de tu poesía.) Aunque a veces, como golpe de viento sobre el río, el enigma te asestó en la espalda su escalofrío, husmeabas tú el secreto de las más púdicas maravillas: la Naturaleza parecía a ratos sentada en tus rodillas. Ella te confió de juro cómo encabeza la lista de sus críos descarriados con el hijo onanista (el que inventó los chupetes y los bombones y los serafines, y repugnó los divinos pezones), y que Pensamiento es Naturaleza con labios de hombre o mujer, y el corazón de las estrellas late en nuestra angustia y nuestro placer. Sufriste mucho, mas el dolor mostró a tu alma su alta huella al modo que la sombra da pedestal a la estrella. Y corno el día se embarca en las últimas nubes que van al poniente, un día te embarcaste, pero entre nosotros sigues presente. 45


LONG AGO Soñaba, balbuceaba, callaba largamente, ebrio de ignotas fuerzas. Acaso no tenía un nombre entre los hombres, quizá mi suerte no era aún del todo humana. La sombra ubérrima de los orígenes vestía aún mi ser. Por mis narices respiraba el bosque, de mi sudor y mi resuello se engendraba la nube, mi tórax se azulaba y esplerdía... Reía en mí, reía la salvaje inocencia de las aguas en marcha.

JORNADA DE CIELO Y TIERRA Yo, el mismo de siempre, pero cuánto camino quedó detrás de mí. Como esta tierra soy, que levanta sus cumbres para otearse a sí misma; tan primitivo aún, que el trigo que me nutre lo siembro con mis manos. Posado en tierra de aire grande y sol manirroto, tierra transida de sal, como de sudor o llanto, (de sal, fría hermana del fuego vestida de puntas y filos al modo de los cardones para resistir mejor cuando el cielo no le alcanza ni una sed de agua; tierra donde la ubre y la fruta se hacen casi espina en la cabra y la algarroba, (lejos, cerca, moviéndose con ardentía estéril de lava, los médanos indomables!) pero donde la más frágil varita de agua hace saltar el milagro. Aquí están los árboles con sus abanicos de alas. El olivo que guarda en su fronda la primera palidez del alba 46


como si madrugara más que los otros y cuyo fruto oscuro es vianda y es luz. El álamo, con su alma surgente que riega la fiebre de la mía. El algarrobo, tan áspero y antiguo como las montañas, alargándome una sombra más cordial que los zaguanes. Es cierto que este peñasco que se derrumba ha esperado cien mil años para hacerlo y que yo lo vea; y que esa águila color de roca se arroja sobre el viento contrario para peinar sus alas. Si aquí las ambiciones tienen la lerdura de los arados, el río, el viento y mi pasión son armas arrojadizas como las boleadoras. ¡Muchachas de la tierra! Finas curvas morenas de guitarra y corazón de copla. Carne de copla a quien la guitarra da alas, cuando azahares y claveles revientan en la copla, Y mi amor que socarra los lechos de hierba! ¿Quién sorprendió el instante en que el aire se convierte melodiosamente en alma? Ya mi aislamiento es más populoso que la soledad del bosque. Ya estoy sumergido hasta la cintura, hasta los sueños, en la naturaleza: ella lasciva y floreciendo en pudores, fresca y ardiente como una carrera, con su higiene tan otra que esa de las farmacias, con su fuerza tan pura que parece nutrirse de rocío, y el ritmo de sus ramas contagiado a las cunas y los lechos nupciales. Pienso (y se enfrían los nidos) en el hombre de hoy, al que se emporca las maos y el alma con ganancias —manos y alma del color de los huesos que no visita el sol—, el que cumple las mandas de los muertos y renuncia a las suyas: extuprador de la Naturaleza, verdugo de sus puras criaturas de sangre o de savia, verdugo de su propio hijo que faja y encinta desde la cuna, lo desalma y le pone en los hombros dos alas de papel Pero también en el hombre de ayer y de mañana pienso, con sus sesos y testículos venerandos y con su corazón que es púrpura del mundo; sé que su porvenir en la palidez de lo ignoto rojea, como en los trigales la amapola, y que el prodigio se vuelve ya hacia él con ternura. 47


Sé que nada puede disminuir al mundo su cantidad eterna. Yo vengo a decir otra vez que, como cuando la vida era pura y el espíritu ingenuo apenas tenía niebla, Dios, que nunca estuvo en los bazares con incienso, se mostrará de nuevo en el corazón del bosque y del hombre. De nuevo el galope perfuma los senderos. Mi potro color de hierro sacude el relincho y tiemblan de claridad todos los vivos cristales de la mañana y el ansia.

CANCIÓN AMANECIDA EN LA PAMPA al Dr. A rturo lilia

Canción escarlata como un tajo, fresca como un tajo: canción para todos vosotros cuya alma se enfría en coágulo. Trabajadores de la pampa, y de un lado y otro de todas las fronteras, sois demasiado tristes para pactar con el miedo. Gentes que no poseéis ni como el hornero, el barro para vuestra casa, ni las mataduras de los caballos viejos, como el chimango; que escondéis vuestros sueños, como escobas, detrás de las puertas o en los rincones, y vuestro orgullo más escupido que las escupideras. ¿No tomaréis al fin el camino de la esperanza armada? ¡Habéis aguardado por demás para velar aún! Revivid ese enredador arrojo de boleadoras de esos jinetes nuestros que murieron sin apearse, o de los otros, más desnudos, que guardaron siglos su Pampa con esgrima de tacuaras y leguas. ¿No tendréis ni el arranque del picaflor que defiende su nido? Ahí están ellos, los que fabricaron con humo dioses de perdón y castigo, 48


para autorizarse concesionarios del mundo, monopolizadores del hombre, (demorándole aún al pie de la Cruz, & árbol cuya sombra enteca la carne y da los malos sueños); ahí, los de vísceras y manos de prostituta, que han hecho del sudor y la sangre el licor más potable; ellos, más suficientes que un monolito, más hipócritas que un pantano, con su honor que huele terriblemente a ropa sucia y es hoy escándalo en todas las esquinas del mundo; ah, dispuestos a llegar a los horrores prohibidos, a hundir hasta lo más insumergible del hombre con tal de conservar intacta la santidad de sus alcancías! Hambre que apaga las mejillas y enciende en brillo de arsénico los ojos, la que doblega los dorsos y los ímpetus como rodillas cansadas, la que alarga manos de hielo y de brasa para los escalofríos; hambre que trueca las almas en esteros llenos de fuegos fatuos: bien sihe que ha llegado al reducto final: la hora de hacer de todos los dientes un solo filo sin mella, de todos los brazos un solo ademán constrictor como la anaconda, y destilar de todas las vergüenzas el rojo más puro para el alba creadora. Porque el destino quiere ser forzado para cumplir sus promesas. Con sus armas que brillan como el rocío, cada mañana se alza preguntando por vosotros, vounta ríos de la esperanza harapienta. Enseña a cerrarse en puño ahora para abrirse al fin en mano benigna, y recaudar a través del torbellino y de la arena, la ternura fundamental del hombre. Abrevando los cauces ardidos de las sedes, incontenibles como un amanecer, con todas las ternezas del amanecer lo esperado está haciéndose presencia. El reloj despertador de los pájaros comienza a sonar su hora. Es una voluntad vertical como el árbol, es una levantada alegría como el fuego. El más reseco de los vasos quiere colmarse: el hombre dejar de ser una insalvable distancia para el hombre y cumplir totalmente, libremente su órbita. 49


SUMA

Y a el hombre ha vivido millones de años en alguna parte. Ya anduvo entre las nebulosas; estuvo en el corazón de las rocas primeras; ha sido alga o pez en el mar; dudó entre las formas anfibias y prefirió la tierra; se elevó con los árboles para otear el mundo, y las tormentas dejaron barro de creación en su alma. Todavía ahora pájaros y mamíferos transmigran por su cuerpo.

Dirigimos el mundo como los peces el río. Vamos a caballo sobre lo incomprensible. En la cantidad e intensidad del alma, oh nocturna! nuestra jornada consciente lleva el signo menos. Me detengo de pronto a mirarme a mí mismo, como a través de una cerradura, ávidamente curioso, como a un recién venido largamente esperado. Y hallo, en efecto, un hombre que veo por primera vez, un ser de evasivas maneras, de miradas por entero impenetrables: el otro hombre sin alcance que soy yo. remando con sus remos: el sueño y la vigilia; el dueño de innumerables secretos que apenas distingue sin poder transmitir casi ninguno, que apenas es más dueño de sus actos que el tigre o la yedra.

Aun lo mayor, aun el tiempo o el espacio, oh, fragmento de un todo. Zumba en torno de su reina el enjambre de las diversidades. Expansión concéntrica del ser en los círculos del agua, la madera, la sangre, e sonido. Por nuestro corazón magnético pasa el meridiano de todo lo que vela o duerme. No puedo destrenzar con mis manos mi yo de las cosas. Millares de órbitas está encerrando la mía. Périplos de las cosas, anillos nupciales. 50


El oriente saliendo del occidente como la semilla del fruto. Lo que comienza0 y crece, no acaba: recomienza. Lo que vive retirado en el fondo con todos los hilos en la mano y trabaja y ordena las formas y las pausas, la Armonia, expresándose en números profundos. El fuego, la carne, el humo, el metal y el alma, los estratos de la tierra y el aire y el tiempo, son los tabiques de un recinto único. Todas las sustancias son una sola ya divina. Todas las distancias forman una sola cercanía divina. lo La vida no es mi costumbre, es mi pasión. Siento que mi sangre convoca en sus márgenes todo lo que crece, como el rojo amanecer amotina los pájaros. Tiemblo cuando un hombre o animal joven está enfermo; acaricio con mis manos o mis ojos toda forma que late; ayudo con mi ansia al escarabajo a moldear su cuna de estiércol para sus hijos: mi corazón entibia los nidos de las empolladoras; esa rama indecisa brota ya segura en mi alma; las enamoradas parejas me enamoran perdidamente; saludo en las flores de las tumbas las banderas de los muertos: se que cuando muera podré amasar mi propio polvo y soplar sobre él. Oh, el corazón amarillo de los profetas del polvo y los doctores de bien cortados sudarios! La vida se desfigura y sofoca bajo trajes, anillos y solemnidades; ,ostumbres y relojes engrillan su ritmo. El hombre quiere hacer féretros y mausoleos eternos, pero ella hace abortar sus planes fúnebres; el hombre capitaliza aprensiones y humo, pero ella nos viste lo mismo como la mar sus peces.

Ella asume la herencia de todos los muertos para transfigurarla. Bendición al dios Hambre que la sostiene y al otro que la inventó y la renueva. Vienen los días con risas y espadas; las piedras olvidadas tienen adolescentes barbas de musgo; 51


cada cosa de la mañana esta goteando frescura original; las hierbas de los cementerios son más frescas que los pensiles. Hoy he visto, una vez más, abrirse una yema de vid (lo más enjuto y nudoso honrándose con toda la frescura); he visto parir una vaca (en la lengua materna lamiendo al recién nacido estaba la ternura que creó el mundo). Una vez más he bajado varios peldaños en lo desconocido. Aquí estoy con el espanto y el encanto del que siente abrírsele un sentido nuevo. 1.1

Talones casi pétreos y párpados alados; furioso, sereno río redondo de la sangre; árbol perpendicular de la médula; sudor y llanto reciamente salados como el mar; pecho en que desciende todo lo celeste y sube todo lo subterráneo; caudal del sexo, más largo que la Vía Láctea; músculos con toda la firmeza de la tierra; cerebro no indigno de ser pesado en balanzas divinas; resuello que aumenta el poderío de los veranos; vello más puro que las alas y las corolas; manos benditas de haber acariciado manos y vientres adorados: oh tú, entera forma interna y externa, extendida desde la carrera al sueño o a la cópula, trabajada con paciencia y pasión por las generaciones, cuerpo nuestro. Hablo del bello abanderado de la sangre, de la carne mayor, la que contiene más cantidad de dolor y alegría y memoria (a través del cuerpo humano pasan los árboles, las grandes aguas, las bestias, el cielo y las arenas, las sustancias y los moldes anteriores). Hablo del cuerpo clandestino y fijo, del destino inevitable de su forma: del cuerpo que está en ella como un río entre riberas eternas. Mi cabeza ya en forma de pájaro que incuba su vuelo. Abajo, arriba, a la distancia, estoy rodeado de mi canto, vestido de silencio y de calandrias. El poema arraiga debajo de la noche y el mar, 52


pero arriba los pájaros hacen su propaganda de cielo. Tiñe bocas, heridas y geranios su corazón más rojo que el de la misma vid. (La forma derramada del perfume, la autoridad del rayo y de la sangre, y la lluvia, divina ciega, que tantea infinitamente, y las abejas que arden en mi lengua.) Tiene una ventana falsa sobre lo invisible, tiene una clandestina brújula. Hace crecer el río de rocío que abreva los gorjeos. El Poema odia a la Costumbre, sucursal de la muerte, mas sonríe a la muerte con sus dientes de sal, en azotada espera de lo que aún no viene.

14 Espirales de tripas y de alma nos amarran sin nudos a la tierra y los cielos. la totalidad en nosotros se encova y nos asedia. Lo contranatura y lo sobrenatural son también Naturaleza. Busco adeptos para la fe más certera y creadora y la más exigente. Las rocas, el horizonte, las máquinas, los dioses, los estados, deben probar la infinidad del hombre y servirla, o valen menos que las hojas secas. Digo que no hubo hombres veraces de piedad hasta hoy. Mi alma caudal está aquí. No pide perdón a nadie ni de riada. Agradece con total fervor lo que tiene y su sonrisa alegra los cipreses. Celebro la variedad y esplendor de los peces, celebro la grandeza anterior y final del río. Hay la hermosura profunda de las formas; hay el ubicuo misterio que mira con ojos de cabra; hay la ciencia que regresa turbia de infinitud, como una alga saturada de mar; hay la industria que agrega nuevos husos al telar del mundo; hay la lucha de los rebeldes contra la herencia y contra los muertos que quieren acaudillar lo vivo; hay bajo la delgada piel, la insondable hondura de la sangre; hay la Naturaleza que elabora la adormidera y la cantárida; 53


hay todo eso y iouchas cosas más; pero sólo logran sentido si la total armonía las une como el mar une sus olas. 16 El Tiempo y el Espacio, con sus profundidades que no se dejan soñar siquiera; el Movimiento (silueta del alma) con la vida y la muerte por flujo y por reflujo; las criaturas, cada una a su modo, jornaleras de lo eterno, y ubicadas según un orden interior tan armonioso como el de los granos en la espiga; la fe, la labor y el valor inmarcesibles de los pueblos de otrora y de hoy que avanzan, nostalgiosos de lo venidero, a través de las emboscadas, eclipsándose, clareando de nuevo más alto; el hombre, oscuro pocero, cavando en si mismo hasta alumbrarse el alma; el destino, descaminado a veces por la voluntad de un héroe; mi cuerpo y su soplo, capaces de concretar en su medida el giro de las estrellas; el impulso abismal que me empuja creadoramente hacia la forma y la esencia de la mujer: en todo eso reconozco el ceño o la sonrisa de los dioses. 17 Con mi infancia brotada y crecida al aire libre, durmiendo. meditando, riendo al aire libre, (sólo yo veo sus estalactitas y estalagmitas transparentes) con toda mi vida y mis poemas desnudos al aire libre. El aire, celeste de felicidad. El aire camina con las alas de los pájaros. Las alas empapadas de firmamento quieren caer a tierra. Como otros el poder o el opio adoro la atmósfera, más dócil que la fronda y el agua al juego de la brisa; la siento más que a mi caballo, creo: como una desnudez codiciada. La invado con todos mis sentidos y con todos mis poros y cabellos e ímpetus y me siento invadido. Consumo demasiada atmósfera, pero también soy creador de atmósfera. 54


Mi soplo auxilia a los asmáticos, bincha las velas marinas y las yemas de los árboles. Soy el dueño de la más joven de las risas, de la risa guerrera que hace recular los aparecidos y estallar las campanas neumáticas. 19 Ayer o mañana o en dormidos futuros. Canta mi sangre vieja como el mar, mi sangre más fresca que los últimos geranios. Todo va por premeditadas sendas, todas las cosas siguen su itinerario redondo como los ríos y la sangre. Justifico todo y lo ensalzo. Loor a la santa Podredumbre, hada pudiente entre todas, madre de la salud y de lo ubérrimo, redentora nuestra que evita que el mundo se vuelva un museo de piedra. El cuervo con sus círculos de luto conjura a la muerte; el cuervo trabaja para lo que vendrá. La partida y la llegada van de la mano. Todo lo que existe, y lo que no parece pero existe queda detrás de la memoria o volverá más tarde. Y no hay nada de segunda mano. Los cementerios son vivaques Los pernoctadores esperan el alba. 20 De mis cabellos, mi boca, mi mirada la sombra sale como un humo, y de los árboles y las cuevas en acecho y de los cantos crepusculares y las estrellas, y viste todo como una piel profunda. Las estrellas tiritan en sus ventanas viendo pasar la noche. Afuera la sombra es grave y dulce como los pianos, mas yo estoy junto a su vertiginosa víscera. La noche se agita entrañablemente alrededor como el mar; distritos sumergidos se esfuerzan por volver. La noche está llena de naufragios. La noche destila una enorme y huraña sabiduría con la que no podemos. 55


Sentimos en nosotros profundidades emboscadas. Sin duda algo sabemos, pero ¿qué? Como yo los árboles se doblegan bajo el peso de las estrellas. Algo color de fierro y que viene callado como un arma blanca. Herida que intenta averiguar nuestro último secreto. Ataques frustrados, precipitadas fugas. Sinuosa invitación de lo letárgico. Lianas y tentáculos se alargan. La noche yedra envuelve el entero ser desnudo. Yo no sé si la noche está fuera o dentro de mí y no sé si la mía es sed de estreillas o sombra. Paso lúgubre pone en retirada los caminos. Monstruosamente embriagados vivimos el enigma como se pasa el horizonte sin saberlo. No sabemos si volverá nunca el sol y la heredada seguridad se pierde. Mi cabeza zozobra sobre un río de fosforescentes ondas. 21 La marea que choca en mis sienes y mis sueños, el rumor de grandes aguas de mis sueños, deseos y sueños que no podría confiar ni a las piedras. Sin duda mi mente es poco menos angosta que mi tranco y se parecen a monos amaestrados mis sentidos. Pero siento que el oscuro caudal ciue me sacude va por cauces de gracia, y la aurora toma la forma de mi corazón, a veces. Mi pecho siento venerable de profundidad y batalla y hermosura. Siento que pese a todo lo que me falta soy completo. Por eso tenéis que acatarme y yo me acato y me trato a mi mismo como un inmortal camarada, esforzánciome por escucharlo y seguirlo. Mi voz, lo sé, repite millares de remotas voces, y mañana reaparecerá en las nuevas, Así y todo es única en el aquí y el hoy, e intransferible. Veo al hombre con el sepulcro a la cintura, a ratos; veo que la vida suele resultar un vino demasiado añejo para sus pulsos exangües. 56


Yo flC ciespliego a mi mismo como una llama o una bandera. Sé que el destino de los ríos y el hombre es colmar y rebasar sus márgenes, su sacra alegría está en tender todas las velas de su fuerza en guardarse fidelidad a sí mismo hasta los límites eternos. 22

Confieso En esa piedra vuelta ternísima por el musgo o cuando está desnuda y tiene algo de estrella no encendida, en el galgo que duerme inmóvil como un río de invierno, o parte, divino de violencia, como si saltara por sobre el tiempo, o en el polvo que se alza para danzar armoniosamente ante la luz: cada cosa moviéndose por un camino propio, siguiendo su itinerario inimitable y confluyendo en el principio y el fin. 24 La vida siempre vestida de albricias. En su mirada recomienza el mundo. Mis allá del espanto y el olvido, más allá de latidos y sueños recomienza. Los cementerios estancan sus aguas que han de fluir y han de cantar un día. Los besos que el otoño deshoja regresan a la tierra por jugo y por rojura. El gris de las cenizas se tornasola en los arrullos, la podre del pantano es verde corno los brotes, lo nauseabundo sepulto es pétalo y rubor más tarde. En cualquier árbol comienza la profundidad del bosque. ¿Quién puede figurarse los milenios y millas que se esconden detrás de cada cosa? ¿Quién los climas y edades precisos para que fructifiquen sin defecto muchas de las semillas que hoy se entierran? Navidades y crecimientos y defunciones, fases lunares de lo permanente. Vida y muerte, divinas gemelas. Comenzando está el mundo. Sólo los muertos quieren vedarte inaugurarlo. 57


25 A tu lado como a la entrada de una selva. Tus muslos, ríos caudales, fluyen. Y el corazón de las tempestades trabajando mi sangre que salta sobre ti al estilo de la ola sobre la ola. Las ansias se alargan en lianas, en garras. Dos horóscopos confluyen. Tus pechos con lo más agudo y lo más suave, y mi pecho urdido de galopes. Mujer, toda tu sangre me comprende y tu alma misma me ofrece tus formas. Te invado ya hecho una mano, un cilicio, una espiral de viento Queremos conocernos con lo interno desconocido de nosotros, quiero que tus adentros me vistan, quiero vestirte con los míos. Te envuelvo con ondas y abejas y gemidos, brutal y fantástico, y no escucho ya tus quejas. Ya estamos hundidos hasta la espuma y el llanto. Los ocho miembros son los rayos de una rueda a escape y su eje está pasando por el eje del mundo y las estrellas. Dos carnes que son una misma, pero con más distancia que la del mediodía a la medianoche, y que no son más que una sola: negra nube de cabellos y vellos y relámpagos. Universo de dos. Ya tus párpados duermen bajo las violetas. El río que en mí llevo se desata despertando el futuro que llevas dormido en las entrañas. 32 Estrujarte como un racimo sobre mis labios, aspirarte por todos los poros, comer tu lengua y tus pudores, beber hasta la hez tus ojos. Te amo. luego soy. En tus ojos la sombra y las estrellas pierden sus límites, pero de tu voz salen las mañanas; tu piel es de estío, pero de tu alma llega el olor de la lluvia y el relámpago orna. por ratos, tus cabellos. País profundo de tus tormas en que ando desde el sol hasta los sueños. 58


Me rodeas como una selva sagrada, como una atmósfera violenta y suficiente. Tus manos se hunden en mis cabellos y latidos hasta más allá del sueño y la vigilia. 35

Los poemas de mayor calado no han zarpado todavía. Los rapsodas se han entretenido en el haz o se han demorado en ensueños litorales; y el mundo de las significaciones vivientes está sin traducirse. Todas las cosas son fisonomías prestadas de lo idéntico, Y los innumerables pliegues de lo diverso esconden la unidad inconsútil; y eso no está dicho, o apenas, ni las purificaciones creadoras de la tierra, ni que la forma constante del cuerpo no puede ser alterada por a muerte, ni que el alma es más ostensible que los árboles o el viento, pese al feroz pudor del ser. Se ha celebrado el fantasma de las cosas o su bello perfil, pero apenas parece sospecharse su gracia total, su dilatación sin término en el espacio y las edades, su musical concordancia con el resto. ¿Quién ha dicho de las generaciones estratificándose en el ser del hombre, como las capas geológicas sobre la tierra? ¿Quién ha ponderado el que nosotros, puñados de tierra o salmuera, somos productos de elaboraciones vertiginosas proyectadas desde el abismo? ¿Y que la y acente Naturaleza se yergue en el hombre, más que en la montaña o el astro, buscando su estatura mayor? ¿Que el todo confluye y logra su intensidad más alta en el latido humano? 37

(;enunsvneraciones de hombres mutilados antes de haber nacido. Hombres por debajo del odio y el desdén, por debajo de la comida del perro y el collar del perro, 59


con su carne flagelada, hernida, o encendida como leña, y su alma apagada al naaer. Hombres y mujeres secuestrados a su propio destino, condenados a la tiniebla y el llanto como a un par de muletas: oigo su nocturno clamor poblando todas las edades idas, poblando más cerradamente que nunca la hora presente pero ahora son ellos los que gritan o se aprestan a gritar: ¡arriba las manos! Yo trepo a atar mi bandera al mástil de ese grito. Yo no canto la guerra ni la paz, canto la navidad y el desarrollo, canto el insobornable crecimiento del hombre, Canto lo putrefacto sepultándose bajo la lava. Santifico la subterránea prudencia de los conspiradores y su fe más activa que el azogue, más firme que el diamante; llevo mi Soplo a los que alzan la rebelión con sus puños; uno mi grito a los enteros gritos desnudos. El hambre y la cólera ponen una alegría de dos filos en nuestras manos. 38

Con los cuellos tendidos. la ola, el árbol, la montaña acechan lo que va a venir. Mi alma tiene la gravedad de las esposas encintas, pero está melodiosamente alegre y canta, —ya contemporánea de jo venidero— canta para lo que no es pero vendrá después. Pondero ya los futuros idiomas, sutiles como la música, perfectos como cifras, y las tormentas que remozarán una vez más el aire. y los nuevos inventos que enflorarán el mundo. Pondero ya un inédito tipo de mujeres y de hombres, almas de más cuerdas y mejor afinadas que las de hoy. Soy camarada de los que son y fueron, pero aún más de los que serán un día. ¡Oh, zumbo de los enjambres de días que esperan su turno! 40 Adoro la culebra indolente y rápida como yo mismo; y la piedra que es como el puro corazón del silencio, y el lagarto que inocula el verdor de los bosques en los muros viejos y lleva el color del sol en su alma como las águilas, y la ínfima corola que se esfuerza por merecer el paraíso del aire y el favor del sol capitán en metamorfosis, 60


y el implacable dios Movimiento, por quien los seis días de la creación se reengendran a sí mismos sin un domingo de tregua, y el Espacio, puro como la flor del aire, que viste las esencias y las formas, y el Tiempo, esposo cruelísimo en la tarde, que halla en las sombras nuevas lunas de miel. Con el temblor de los devotos el nombre de Dios, yo pronuncio las palabras pan, sal, agua, tierra, sexo, sombra, muerte, luz, oh Naturaleza: ellos no comprenden que la resurrección de la violeta es más portentosa que la de Jesús, ni que el arroyo es más adorable que el llanto y la cabellera llorosa de Magdalena, ni quieren ver que tus calles más sombrías, por inesperados recodos, van a desembocar en la aurora; ni que en tus sacras balanzas el sol no pesa más que un huevo de hormiga, y el alma y el cuerpo resultan perfectamente equilibres. ¿Quién conoce el hiato entre lo finito y lo infinito? Yo veo que el adentro y el afuera son vasos comunicantes, digo, son uno solo, y que el pájaro que incuba repite en sus huevos el cerrado galope de los planetas y la sangre. Yo siento que lo estéril y lo nauseabundo serán hermosura un día, y ya lo son en parte; siento que la vida y la muerte son dos manos que mueven todas las cosas en una inmortal conspiración contra la nada. Y pienso en los hombres —sed de hombres y horizontes es la mía— en cuyos ojos el misterio del mediodía y el de la medianoche se cruzan; pienso en la longitud y latitud de su carne, y el oriente y occidente de su alma, pienso en su corazón, terrón regado por la sangre y arado por todos los dolores y esplendores, con el orgullo apenas humillado de ser yo tambián de la raza torturada y divina.

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CANCIÓN DE LOS NIÑOS CON HAMBRE a González Pacheco

¿Que aún se ignore que el hambre es peor que todos los inviernos? Se me saltan los ojos y los pulsos, ebrios. Mi rebelión aúlla oscura más que en la nieve lobo hambriento. Cantará como los piratas pulsando con el viento y el alma desterrada el cordaje velero. Que ignoréis lo demás, no importa: hay niños con hambre, sabedlo. Niños que lloran con llanto de hombre, oh cielos. Para que ocurra, sabedlo, que el sanhedrín de mercaderes que regentea el mundo entero, y los que guardan sus espaldas, esté contento, estén contentos . (por la hidrografía, ay, del llanto ajeno, navega la flota de los monederos el mundo, el mundo se contempla, ved, de sí mismo prisionero, de su propia dureza, digo, igual que un río de sus hielos. Y tiene que haber y hayle, es cierto, ríos de hormigas, cordilleras de falsía y desprecio (palomas empollando huevos de víbora estoy viendo) y tan profunda erudición de desencanto y sufrimiento. y tantos rincones del alma con telarañas y murciélagos, 62


y Jobes vestidos de lepra sin más báculo que el lamento, y golpes de tos o de sangre en que alienta todo el infierno como en ola de tempestad todo el océano. ¿Infierno? No, que no hay infierno: hay corazones congelados. Eso es todo, sabedlo. Gentes que hablan con palabras más encendidas que los besos justamente cuando se miran con ojos de témpano. Oh, todc eso, en tanto discuten el mundo diplomáticos y barberos, y las ganancias de los rábulas como tumores van creciendo, y doquier hay niños con hambre, o muertos de hambre ya, creedlo, y hay que los ángeles del hombre (los tiene el hombre aún, no miento) tapan sus ojos con sus alas para no ver, para no verlos. ¿Para qué el mundo, entonces? ¿Y para qué los parlamentos • los motores o los héroes • el verso? ¡Y no preguntes para qué siglos de rezos! Si a alguien colgara yo mi pena le quebraría el cuello. Mordiendo los sollozos madrugará a chiflar al viento, el que hurta los robles podridos, el que cabalga los incendios. Porque he aquí que yo traigo un secreto: .l alma nocturna del hombre va amaneciendo. 63


Y un día van a jubilarse al fin loe monederos, y ese día comerán todos, aun los más trágicos hambrientos de hambre de pan o de espíritu. Y tan sólo por ello, el mundo corcovado de fraudes y de inviernos va a renacer un día: ya renacer lo veo temblando en ia luz cual patito recién egresado del huevo, y ya un ritmo de cuna, oh cielos, y una canción de cuna al mundo van naciendo y aletea, aplaudiendo, e] ángel que el hombre aullante lleva adentro.

CANCIÓN DE ANGER Que se me llena la sangre de rumor de bosque y alas. Que mi pecho ya es pradera tundida de galopes. Pausa. Quemadura de tu espera y temor de tu llegada Digo mi temblor que estira los cien brazos de la llama. Ya las huellas de tus pies miro en la arena mojada como se mira los nidos en las ramas. Vienes, oh Aníger, para que se beba el agua pastoril entre tus manos mi sed de ascua, o que mis brazos te empinen en el vuelco de las jarras. 64


Tu nombre ha brotado con las corolas del alba, y de tan claro lo adivinan los pájaros y las ranas. Por ti se llena todo de profecías claras, oh, hiladora de vuelos, bordadora de ramas. Y yo que me sé bajo capa la biografía de rumores de la arboleda cabizbaja y todas las anécdotas de los pájaros y las aguas. (Qué importa que en su sed delire la travesía ensimismada y el monte alce el lomo hirsuto de cardones en guardia.) Sé que la fuga del arroyo comenzó en tu risa rápida, y el vuelo de las palomas en tu suavidad azorada. Y que para subirte al cielo se abajan mis raíces hasta el fondo de tu tierra y tu agua, y que las frutas que vendrán, de la más dulce a la más ácida, las vendimio, rojo, en tus besos, anticipadas. (Zumban el sol y las abejas en mi garganta.) Quince primaveras llegan con tus senos de vanguardia. Llegas, y el río de mi sangre brava como a junco de sus orillas, hace tiritar mi alma, l soñadora grac 1 de tus curvas con demorada prisa se alza. Tus curvas y tu voz esconden 65


una profunda guitarra. Mi sed, cada vez más calcinada, quiere tu sudor, tu sangre y pregusta ya tus lágrinias. Sabes que el amor va a entrar en tu inocencia azorada para alumbrar esa fuente que ciega entre dientes canta. Y que cada dos minutos te amarro mejor las alas. Qué otra tierra que tu cuerpo de vivo mapa, ni otro cielo que el de ángeles en arrullo de tu mirada. Y tu corazón de piña, tus suspiros de albahaca, tu madreselva de mimos. Tu cintura derrotada roída sobre la hierba con ruido y furor de llama. Y el beso de dos sangres y el gemido ebrio de tu 'alma. Para olvidar lo que dejo (tu inocencia asesinada) bebo a tragos tu ruboi, el vino más escarlata. Guardo el rumor, en mis venas, de tu enagua enamorada. Guardo el azul, oh inspirada, de tus ojeras y tus venas para teñir mis sueños ... Basta. (Para hacerme una aureola guardo todas tus miradas.)

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CONFLUENCIA CON EL PARANÁ Tendida voluntad de marcha que desfonda las vallas y las dudas, invictamente joven entre tus viejas márgenes, parejo al pensamiento germinal de los dioses, guerreramente alegre, trágicamente alegre como una arteria rota, ¡oh Paraná, cómo te Siento crecer dentro do mi! Aquí está el primer y último de los hijos del hombre, acaso el más hirsuto, alguien tan largamente desbocado tal vez como tú mismo. (Quizá jamás cruzó tus aguas proa más ambiciosa que su pecho, ni vela más purpúrea y henchida que su sangre, ni mástil que vibrara como su alma.) Paraná, redención prometida al purgatorio de los páramos, colmado cumplimiento de los sueños de todas las sedes de la tierra: apeado cielo. Río color de pajonal con pumas, de nubarrón con trueno, o blanco como el vientre de tus peces difuntos; cargado de ponientes y de arcillas bermejas, rebasado de noche y de constelaciones, acarreando, acarreando materiales en bruto para las vidrieras del cielo. ¡Oh procesión de espejos vivos y desnudeces vivas! Santidad de las grandes aguas, acostado diluvio. Paraná, estás dentro de mi pasión y tanto que atraviesas mi alma sombría y asombrada como la Vía Láctea atraviesa la noche. Escapas de ti mismo, sediento de la sal de eternidad del mar, llevándote de paso todas las secreciones internas del gran bosque y fragmentos del Trópico y sus sudados hijos, que quieren ver de cerca hi Cruz del Sur, la fresca Cruz del Sur. 67


Entre tus ondas fugan a nado mis deseos. Te trasiego mi alma, padre barroso y nebuloso, para que sorba tu frescura y el misterio inicial de tus raíces y comulgue en secreto con la esencia del limo y la sabiduría primordial de tus peces. Ella quiere viajar dentro de tu viaje, alzarse con tus ondas al destino celeste del mar y de la nube. Las ondas de mi propio ser van creciendo y fluyendo y avanzando monstruosamente, hacia océanos vivos y más allá aún, hacia playas de estrellas y de océanos muertos y más allá aún. He aquí que yo también llevo tu signo. Místicamente ebrio de mi, en ocasiones, o de las nupcias puras y vehementes de las cosas en mí, rebaso ciegamente mi comprimido cauce. ¿No encuentro toda mi alegría en la más peligrosa intensidad? ¿No tengo el cuerpo de los hombres blancos venidos de tan lejos, y el corazón de nuestros hombres rojos? He aquí que levanto, para acampar. mis propias islas, mas sin poder quedarme mucho en ellas, sin poder escapar a mi destino nómade. Como tú, mi alma, a veces, lívida de terror, intenta huir de sus propias riberas ciegamente nocturnas. ¿Y no nos parecemos alguna vez a un largo y espantoso alarido? Ahora entro en tus aguas como tú en el mar. ¡Oh Paraná, dentro de ti estoy, todo el hombre desnudo en el río desnudo. Más: el dios-río y el dios-pez a un tiempo. Desde el hondón de tu frescura madre me río ya de todos los infiernos del Trópico, mientras tu edénica fragancia me trasciende la médula y los sueños. Ya asoma al caracol de mis orejas 68


tu sumergida música lusondable. Mi arrojadizo corazón de hombre a tu sereno ritmo quiere ajustar el suyo. No olvido que mis breves días están contados y que tus largos días también, también lo están; pero, de todos modos no podemos morir. Aquí, ahora, tú y yo, inmortalmente vivos! Te echas en mi como yo me echo en ti, y tu gran caudal pálido y el mío, púrpura, confluyen, y ambos son afluentes (y todos: mares, savias, lavas árboles, bestias, constelaciones, pensamientos, son meros afluentes) de] proto-río circular, de la disolución y el recomienzo. ¡Y aquí, ahora, tú y yo, inmortalmente alegres! Canto ahora la sacra sed que tienen las cosas unas de otras. Las arenas y selvas padecen sed de ríos, los ríos tienen sed de mar, del mar que con las ávidas esponjas de sus nubes sacia su sed de cielo. Sacras sedes que el río de la comunión integra embebe siempre sin saciarlas. Y entre todas, terrible sed del hombre. También soy un abismo, oh Paraná!, y mi profundidad amarga quiere beberse tu dulzura hasta la última gota. Ahor2 tú puedes penetrar en mí (¡desembocar sin miedo en mi sangre oceánica!) para que tu ímpetu sin tregua a sí mismo una vez logre sentirse, y tu corazón pálido, más que raíz o larva, aprenda los latidos de púrpura del mío. Y para que tu instinto oscuro se asome a ese portillo sobre el cielo del ser abierto por el hombre a través de sí mismo.

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INSONDABLE DESNUDEZ Con la punta de mi corazón y de mis dedos toco el misterio que mi solitaria inteligencia no puede. Enigma jocundo de lo que vive, quiere no morir en lo que vivirá mañana. El hombre y la mujer sumergiéndose en la sacra frescura de lo Reciéncreado en la sombría inocencia de los Orígenes. Entonces nacen de veras el hombre y la mujer y el edén recomienza. El emboscado sexo de la hembra humana está bajo el signo religioso de la noche que trabaja para el alba. Sólo la adoración puede vislumbrar en parte algunos de los secretos que constelan su piel. Desnudez, zodíaco de enigmas, creatriz blancura de alba y de raíces. Desnudez que esplende ahora con los encendidos sueños de quienes la adivinaron mirándola vestida. Aroma de su intimidad que hace cerrar los párpados entra en la médula como la médula en el hueso. Senos, más diáfanos de ternura que dos niños en la cuna. Cintura, vórtice dormido. Primaveras y veranos pululan en sus flancos y los huecos de sus manos y sus brazos. Ya su cabellera baja sobre cosas del abismo. La luna hendida de sus muslos esconde, que no alumbra, su nocturno secreto, y su voz se apaga ronca y perdidamente dulce entre la longitud de la sangre y la latitud del alma. Sed del agua de cielo de sus ojos mis ojos de incendiario. Sed de sangre mis calcinados huesos. Dos sedes más beodas que el delirio, saciándose la una de la otra. Sólo llego a quererla con espinas y pétalos y con la suavidad constrictora de la anaconda cor la erizada sed del cardón. Sólo llego a quererla con la enredadera de la lluvia, y los golpes del relámpago, y los puñales de sal insaciable del mar, tambaleante de viento y ciego de abismo. Ese mas allá que hay en ella, eso quiero. 70


Ya los últimos diques y temblores ceden. La desnudez se derrama, lenta, furiosa, invadiéndonos. Mientras sus pezones se encienden y apagan (los ciegos pezones que alumbré mi boca) yo vuelvo armado de abejas y de mi respiro que inicia los veranos. Besará su vientre puro como las espigas y su lucero trigueño. Su cabello y su vello serán adorados juntos. Caricias a sangre y hueso, trémolo de vértebras. Besos caníbales. Sorberá su olor de borrega recién despellejada, de dulce isla sobre amargas singladuras. Ebrio de mis propias venas sorberá las suyas, ácidamente, en el trago más rojo bajo el sol, y su saliva de abismal sirena, y su sudor de amor más convulso que el llanto. Y le pondré un collar de uñas y dientes míos. Un torbellino cárdeno entra en un túnel negro. Corre aún mi beso, río de metales y geranios, y un río de estremecimientos en delta entre sus piernas. Veo indios galopando con el ímpetu por brújula, y una lívida espada de azogue. De la cintura a las lágrimas el doloroso gozo, y dentro de mi ahogado grito el de su alma ronca: Siento toda la piel cubrírseme de vello y que de pronto un golpe me quiebra las rodillas, mientras lleno su boca de imprecaciones y sollozos y ella solloza sobre sus pudores mientras lame y lame mi corazón con su inenarrable lengua de perra de los cielos.

HUMANIDAD DE LAS ESTRELLAS Con su pequeño sol y sus pequeñas sombras el día es un mero detalle de la Noche; ella abierta de par en par a la totalidad sin nombre. 71


Hay otro movimiento que el de las faunas y las floras o el todavía angosto de la tierra: el de la Noche sin fin como el ser en persona. Hay su silencio religioso traducido impíamente por el silencio de los templos. Su frescura más honda y anterior a la del alba. Su melancolía cómplice del ser y su misterio para quien lo llamado vida y lo llamado muerte son nada más que el ritmo del inmortal Aliento. La Noche con su carga de pasión y de enigma, con su escape vertiginoso vestido de sosiego, y su sensualidad de tan alta deviniendo espíritu y su remota blancura bajando en ángel sobre nuestros sueños. Con su. latido y su respiro nacen las estrellas para crecer y menguar y morir devoradas por sus propias compañeras de ayer, o resucitar al tercer billón de siglos, tal vea. (La tiniebla cósmica es más fértil que todos los limos de la tierra y el edén.) Con voluntad de armonía y hermosura, en apasionada danza, van por sus senderos de álgebra y de música escondiendo con trémulo purpúreo pudor su secreto de estrellas detrás de cortinas de luz. (El terror de la luz es más insondable que el de las tinieblas.) Silencio constelado de la Noche hecho adrede para la develadora inmersión del alma en sí misma. Iluminación de la Noche, hecha menos para la vista distraída o el pensamiento vigilante, que dirigida al alma, porque aunque no lo sepamos lo sideral desemboca en la ribera humana. Oh cielo casi domesticado por la contemplación de galaxias de hombres desde sus opacos caminos con temerosa y asombrada curiosidad insomne.


¿Que importa que derrotando nuestra fantasía más frenética una estrella vecina esté a varios años de luz viajera? Ahí está e] alma, contagiada, por las estrellas, tendiendo a su mayor dilatación, ¿No alzaron hasta su altura el dintel de la conciencia? Fomentaron sin hito la receptividad del hombre y a] par su vanagloria de libélula dándole su compañía, su populosa compañía de estrellas, Ahí están con la voluptuosidad y santidad de sus desnudeces supremas: todas, desde la Vía Láctea, madre de la blancura primera, hasta el rojo y salvaje Aldebarán cuya mirada al fin nos llega a través de una ciega pesadilla de distancias y tinieblas. Crearon ellas la poesía de los dioses y el hombre. Poesía austera que apacigua nuestro tumulto, no poi ensueño o somnolencia, sino por ensanchamiento sobre cualquier límite. ¿Qué sería del hombre sin vosotras, estrellas? Pero qué confusión en la Noche sin los ojos estrelleros del hombre!

JURA DE LA AURORA al Dr. A tilio S. Pérsico

Tú que naces en sangre como el hombre, mas no llorando sino riendo. 1 [ura nupcial lo terrestre y lo celeste, ulbricia que empurpura nuestra alma y la del pájaro, 73


aurora; proa de la luz! Pues para que la sangre te reconozca naces, y por ti penetremos en las venas de lo, tierra y el sol, y nuestro corazón galope todas las distancias del júbilo, ¡oh abridora de distancias! ¿Contra la somnolencia y el cansancio no traes tu juventud más túrgida que todos los deseos, y tu frescura que enardece? He aquí que los hombres se tapan con ciudades para no verte ni sentirte y que los pájaros municipales —alumnos de mecánica— ignoran tu silencio. El constructor de dogmas y museos teme tu brevedad, escándalo sin límites. Sólc mitos y ritos heredados con su brillo de ropa gastada y cepillada, y el miedo, tisis sin fiebre ni tos, y tantas lágrimas baldias, y cuántas, cuántas dichas nonatas o abortadas. ¿Quién transparenta en su cristal el ruboroso edén de la cereza o el beso, o el blanco del candor o de la risa? ¿Quién vive todavía con los dioses vivientes? Yo entre todos y contigo, aurora. Hondo jinete por las sendas nocturnas del amor o ki meditaciori las dejo por veor a lavar con tu vista oios, de tinieblas antiguas o recientes con tu ascenso en el pecho, por ti vuelto celeste como el de un río o un dios ¿No eres pura voluntad de avance y la vida salto y esgrima? Busco quizá la embriaguez del riesgo. Busco la danza gímnica que pide la embriaguez de la fuerza que va a nacer y nace. ¡Pesadilla de luz que despierta a los gallos! Intento el aún no oído canto del hombre nuevo y por eso he venido a bañarme en tu fuente. 74


De pellejos hirsutos se vistió, o de joyas o hierros o cilicios o de espejos o de ángeles, huyendo do su propia desnudez. Y escalofríos hospedé en su médula frente a los gallos que empollan el alba, frente a las amapolas que arden sin ceniza. Incubador de escombros y recuerdos y fugas, vuelto hacia el pasado, en éxtasis. Aún lo vemos hoy crispando con angustia sus manos engarfiadas a sus monedas y sus dioses y celebrando un Nacimiento transformado, ay, en siglos y siglos de agonía! El hombre lleva en sus adentros, sin saberlo, el esbozo de su futura efigie ya más viva que su alma en modorra de invierno. Como la luz precisa la ayuda de la sombra para irisar la palidez del día, con lo más bajo y turbio redimido por lo alto se hace el color del hombre. ¿Para qué las preguntas sin respuesta como la carta del suicida? Los estratificados recuerdos de la especie ¿no vienen difiriendo la invasión del futuro? Aún espera su canto la mañana del hombre. Para no anquilosarse el aire necesita el juego de las alas. Bifronte como el sexo es lo creado. El del mundo y el alma son un solo misterio. El sudario y el hueso tienen color de alba. El espejismo del desierto anuncia los futuros oasis. Cargado de presagios está el hombre como el alba de pájaros. Ya las calandrias derrotaron la ciencia anochecida de los búhos. ¿No fuimos engendrados en un rayo de gozo?) Y todo eso debe estar en el canto del hombre en su mañana. 75


Practicarnos las sendas que inventaron los muertos, los pensamientos que en su día sirvieron a los muertos, sin advertir que eso a lo sumo puede ser sólo ayuda para leudar lo nuestro. ¿Un tiempo ya sin olas, un tiempo de agua muerta? Oh, que la eternidad no nuble nuestros días. El joven ímpetu del hombre crea la juventud del mundo. No queremos salvarnos de la tierra y la carne. Queremos desposar con el cielo a la tierra, bautizar cada día en nuestra sangre el alma, y hacer de la certeza de nuestra propia muerte, el aura matinal contra la persuación de los sepulcros. Y esperamos confiados que nuestra muerte mínima no nos dejará afuera de la vida del Todo. Y todo eso debe estar, de juro, en el canto del hombre en su mañana. El crescendo del diálogo de hombre consigo misma y con el mundo. La dimensión humana forjada con las manos. Y el hombre demorado por el hombre. Y su acoso de bestia, residuo ya evitable. Y el pensamiento que desciende a lo hondo con su lumbre blindada contra los gases fúnebres Y la resurrección de lo que inserta al hombre en el latir del hombre y el del cosmos. ¿El tiempo del gorila o el tiempo de la máquina? ¡La pura edad del hombre redimido de cielos y de infiernos! (Que lo mejor del hombre carece aún de forma y el grandor de la búsqueda ya agranda al buscador.)

LA DANZA DEL YAGUARETÉ a A delino y Tito Naroski

En el corazón del bosque baila ya el yaguareté: 76


el sol y la noche a un tiempo pintaron su piel; las orquídeas más mimosas están en su piel también. Los cocos suenan ya secos: castañuelas para él. En honor del amor, danza de primor y salvajez: en torno a la muy hermosa y su corazón novel, este arte de hechicería vestido de rosicler. ¡Cómo baila, cómo baila el yaguareté!

Se modelaran corolas en el rastro de su pie; dos arroyos que lo miran sueñan ondular como él; tras de su cola las lianas quieren irse, al parecer. Gasta ese sinuoso estilo que una vez robé al mar y a la centella... ¿Quién dirá que no está bien? ¡Cómo baila, cómo baila el yaguareté!

De las estrellas y luciérnagas de la noche en lobreguez dos están en sus pupilas, como bien se puede ver. Tentacular como el verano hay algo en él, tentacular como el destino, tal vez. (Desde sus aéreos edenes los monos miran sin querer y en giros de acrobacia y nervios bailan también: y hasta el pantano le entreabre su ojo de buzo al yacaré.) ¡Cómo baila, cómo baila el yaguareté!

Tanto baila que ya entra a ser lo que nunca fue: 77


o culebra o colibrí o mariposa más bien: tanto, que echamos de menos nuestra red De pronto que abre las fauces y usted que recula y ve toda la entraña del bosque publicarse a su través: ¡horror y tiniebla y muerte de una vez!

EL LLORA-SANGRE ESTÁ LLORANDO a Orlando Oliverio y su esposa

El llora-sangre está llorando. Desde el comienzo del mundo está llorando. En el corazón del monte está llorando el llora-sangre, y su dolor destrenzando de las raíces del cerro el bosque, el río —llorando. Como el sollozo en la garganta el dolor de todo el bosque se va en su llanto estrechando. Despertada por la sangre, tinta el alma, escuchando. Mil llantos de miles de años y qué herencias del olvido volviendo de contrabando. Y algo que acaso intenta un giro hacia lo horrendo y lo nefando! Tierra de árboles y gritos, cielo de nubes y lloros por su llanto van cruzando. Un ecuador de pasiones en su pasión dictan su bando. 78


Con un dardo indio en la pata ya el jaguar gime, y qué blando: gime el duro casi hablando ¿Mas quién lo oirá si el llora-sangre está llorando y llorando? ¿Calla? ¡El silencio de los muertos se va a encovar en nuestro pecho! No, porque él sigue llorando con su llanto que conjuga el nunca y el cuando. Bajo el cilicio de sus púas negra resma llora el árbol y llora espuma el río pando, mientras en rojo, rojo, rojo, el llora-sangre está llorando. Filos y puntas de estrellas y hielos y riscos y espinas lo están picando, tajeando. Está llorando el llora-sangre. ¿Lo ves llorar? ¡Está sangrando! El rojo abierto del ocaso y el rojo oculto de las venas en su llanto coloreando ... ¡Ay, corazón vivo del mundo, llorando!

DESENCUENTRO CON ARLT No te vi nunca. Sólo escuché de lejos la latidora maravilla de tu saludo. Y adiviné tu ingreso en el coro de amigos cada vez más claro (más escaso o numeroso, no importa) en cuya voz me apoyo para los ascensos o descensos más arriesgados. No te vi nunca. Y cuando viajé hacia ti 79


tú acabas de ser llamado a integrarte a las inmortales y videntes fuerzas que desposan cada día el cielo a la tierra. No te vi nunca. No te vi caminar a mi lado, acompasando con tus pasos mis latidos; no escuché, con mi corazón saliéndose de la vaina, tu voz profunda cíe varonia y simpatía, ni pude espiar pasionalmente, a través de tus ojos. tu espíritu, Adán desnudo, en su paraíso salvaje. Yo no pude alcanzarte un pedazo de esa alegría mía que ayuda a la primavera a desatar los ríos. No quise mirarte muerto. ¿Cómo podía verte? Tan roja e intensa como el sol es mi devoción de lo que vive por debajo de las disoluciones, los mausoleos, los dogmas. Y lo muerto o moribundo —hombre o pájaro o idea— no son mi patria, no son mi patria.

SALUDO A LO QUE DEVIENE ¡Salud! Todo está hecho con material de fuga con su adiós y su albricia en cada extremo. El presente es un baile de libélula. Todo está caminando y avanzando y todo está cambiando y ascendiendo, y ella, ella la temida, es forma del movimiento sólo. Más allá de latidos y amapolas y sueños, más allá del espanto y la ceniza, lo que fue recomienza. Ninguna cosa existe fuera del tiempo en marcha. 80


El movimiento, sacra levadura, lo leuda todo. El letargo, las pausas y las lápidas son ilusiones transeúntes. El eterno reposo es la quimera de las almas cansadas. Y las mismas estrellas vivaquean sin detenerse, es claro. La muerte es el más vano de los sueños. Lo que está adentro estuvo afuera o aún lo está. ¡La cantidad, oh dioses, trocándose en espíritu! Ya por los agujeros que el gusano abre en la oscuridad se miran las estrellas. La apariencia se impregna de esencia y se hace diáfana. La vida angosta hecha de sustancia infinita. Las formas venideras fraguándose a ojos vistas. ¿No zumban las abejas ebrias de miel futura? ¿No puede un beso ser inmortal de belleza? El cargado de augurios y destino, el hombre jornalero de la tierra y la historia, el que avanza creciendo como un río ¿no es el que ya transita por encima de las nubes y el tiempo? El pasado es venerable como la armadura de un héroe difunto, pero a nosotros no nos sirve y nos estorba ya. El hombre corcovado de siglos y despojos ¿no ha de asumir al cabo la contagiosa navidad del alba con su alma siempre encinta de esplendores inéditos que peligré morir bajo la carga de un astro muerto: la fe vuelta de espaldas? (En secreto las brújulas vuélvense hacia el futuro, septentrión, verdadero.) Espoleada por el hombre y hastiada ya de su horizonte inmóvil escribirá la Esfinge su secreto 81


en su piso de arenas y de siglos donde hundidos están los horizontes que emergerán mañana.

EL MISTERIO DE CRISTAL El misterio con tapa de cristal, la pura libertad en desaliño y un renaciente gozo manantial. El genio humano, puro, está en el niño. Creación, más que la otra, matinal. Todo el turbión vital bajo su armiño. Un futuro dios, cierto, está en el niño. Como ignora la muerte es inmortal.

INVITACIÓN INGENUA Vamos al campo, hijo, pues allí sin quererlo ensayará el alma entre dientes su canción de arroyuelo. Yo fui niño en el campo. Y cada día aún veo el alba tal como un remanso surcado de flamencos, y que la vida es más hermosa que cualquier sueño. (Sólo que aún estoy oyendo ese relincho de mi yegua llamando sin resuello tres días y tres noches a su potrillo muerto.) 82


Pero no imites, por favor, al pájaro liberto que retorna a su jaula contento. Tú no vayas al campo veraniego P, oír telefonias, y menos a desecar flores vivientes en un libro de rezos. Allí una persona pura, el silencio, tal vez más grande que la música y el pensamiento (hijos suyos queridos). Y los helechos con su olor a greda ubérrima del Gran Comienzo. Y las lluvias que se embalsaman con el olor edénico de la tierra a que dan riego, pues sólo mejorando a otros mejoramos lo nuestro. Ah, la vida con su beso más ebrio: con pasión, digo, sin miedo, y el alma predicando a todos por su apóstol, el cuerpo. Lejos de rieles y ritmos sin hálito, lejos del aire embotellado de bancos, dogmas y textos, de árboles entregados al peluquero, de caballos descomisados de su crin y su sexo, de pájaros castrados de su vuelo, y todavía, más lejos, 83


de esas almas en serie que troquelan los monederos: y de lo que ya no está vivo sin estar aún muerto. Creó el hombre las andaderas, las estufas, y el otro cielo, y las corolas de papel, y las cajas de fierro, para huir de la primavera y sus vivientes sacramentos. ¡Hasta cuándo el presente sólo hecho de recuerdos y el saber del Jordán o el Nilo con su voz y su tos de invierno! ¿Mejor que en su planta la flor sepulta viva en el florero, y muy mejor en la pecera, el pez que en el océano? ¿Más ciencia viva que en el colibrí en los museos? Qué, todo lo encerrado tiene olor de murciélago! Oh aire libre, de par en par misterio abierto, numen de todas las siringas y los gorjeos: por ti, sólo por ti el niño-Dios de lo poético balbuce en nuestra vida no tan sólo en libros o sueños. Por ti un simple escarabajo humilla a la joya y su precio sólo porque en él está el cosmos con su latido y su aliento. Hija del alba, agua viva, tanto como la sangre, al menos, liquiao firmamento para la sed bilingüe de alma y cuerpo. Y el pájaro que bebe su estrella de sereno 84


antes de que su canto nos inaugure el cielo: canto que fluye de las fuentes mismas de la vida trayendo al hombre el frescor que evapora lafiebre de los falsos sueños, canto de la luz viva y la embriaguez del vuelo: ¡la libertad con alas, compañero! Oh gozo sacro del misterio. ¿Por qué el bosque no ataja la rama prófuga del ciervo? ¿Por qué el rugido de la fiera lleva el sollozo adentro? ¿Por qué, mientras duermo, los grillos y los azahares están despiertos, o vibra como los planetas alguna vez mi verso? En la balanza que está oscilando entre el suelo y el cielo, el sol y la abeja tienen el mismo peso. Y una sonrisa pura vale más que Pirámides y templos. Dentro del Todo, en el tiempo y el espacio, nada es pequeño. Desde el fondo del mar y los milenios arrancan la forma y el canto de ese jilguero, y edades y selvas enteras perecieron antes de lograrse el contorno y el color de esta flor de ceibo. Olvidamos que todo lo que tiene aliento es afluente y es sumando del vivir nuestro, 85


y lo de afuera se halla adentro: la Naturaleza es Espíritu y él esté, también en el nuestro, o lo que viene a ser lo mismo; que todo lo terreno con sólo ingresar en el alma es ya cosa del cielo.

EL HERMANO IDO A María A ngélica Ocampo

El haber visto el arcoiris en niño fue bastante para irisar su visión de la vida en adelante. Amó el campo y la hora en que mejor despierta el alma, la hora de más sabiduría que el día y la noche: la aurora. Y amó a los pájaros, porque en su canto y su vuelo alzan la alegría de la tierra y el hombre hasta el cielo. No hubo árbol de mejor vertical que la suya, tal vez. No lo vi agachado u oblicuo una sola vez. Su franqueza se abría siempre con todas sus ganas como la primavera abre rosas y ventanas. Pudiente como pocas fue su perspicacia jamás desasistida de la equidad y la gracia. (La cuenta que yo llevaba con él era clara: daba lo mío por bueno siempre que él lo aprobara.) Pudiente su fe en que el hombre es el proyectil de si mismo lanzándose hacia adelante por sobre todo espejismo. Pudiente su voluntad en empuje y ahínco como el león en la paz del acecho o el envión del brinco. 86


Mas ¿qué era eso junto a su pasión de servicio humano que estaba siempre tirándolo de la mano? El fuego de la tierra pare montañas: el del corazón las más subidas hazañas. Porque no parecía fácil hallarle par a esa bondad que lo henchía como las palomas al palomar. Más que todo poder o ciencia vale una gota de amor como una gota de rocío da más luz que el diamante Ko-i-nor. Amó una vez para siempre, pues en los ojos de la sola mujer amada hay más estrellas que en la noche o puede haber. Tú y yo lo sabemos, Queca. Bajo tu resignada calma crean un cielo de nostalgia los ojos de tu alma.

ESTOY LLORANDO AQUÍ a Demetrio Urruchúa

Estoy llorando aquí tal como un ojo herido que vierte sangre y lágrimas a un tiempo: ay llanto mío. Llorando por los náufragos de tierra hinchados ya como un naufragio líquido y a quienes otro mar, de sal de llanto, les sorbió con un simple gorgorito el alma, el alma, el alma abarcadora de infinitos. Estoy llorando aquí con un llanto robado a los abismos por el niño que moja su orfandad ya con llanto de cárcel y patíbulo; por el hombre que nunca tuvo lágrimas para los otros ni para sí mismo, 97


y por el llanto que no encontró ojos que ante la luz lo alzaran redimido. Lloro por esa equivalencia humana, oh amigos, de la lombriz llamada solitaria: ¡el hombre enamorado de sí mismo! (Quiere pararse, helada, mi lengua atravesada de veranos y ríos.) Estoy llorando por el hombre curvado aún de ocasos y de sueños baldíos, aun incapaz de pregustar lo eterno en sus sorbos de efímero, que imaginó su carne como un luto de su alma urdido con tiniebla y tramado con frío, y que aquí abajo aún sigue llorándose en destierro de un edén cultivado con insomnio y delirios, mientras vuelve la espalda al otro que inauguran el rocío y el trino. Estoy llorando, ahogando un grito tan lejano de hondura que tal vez ya no es mío, llorando, por el puñal de sacra traición, el crucifijo, por el yugo vestido de espada de la patria y el fervor de la tumba vestido de arzobispo. Estoy llorando con la sal de la sangre, el sudor y el llanto mixtos (quiero infligir al mundo mi propio escalofrío) por el hombre apeado a grey para que acepte el ósculo amoroso del vampiro; por nuestra sor ramera que esconde como un crimen su ternura y pudor despavoridos para que allí los huellen todos como a umbral de granito. Estoy llorando (nada debe quedar en el olvido) con toda la memoria y el espanto y los latidos, como caballo que ante el incendio en la noche profiere su relincho; llorando estoy por toda la mujer que vive aún del saldo de arrodillados siglos perpetrando con lágrimas ardidas su propia consunción como los cirios: 88


Loro por todo el hombre que aun se halla a sus anchas en la tiniebla arcaica de inquilino, él, que puede inventare cada vez con más numen a sí mismo, él, padre de los dioses, que lleva su futuro como envainada espada al cinto.

CEGUERA DE LUZ Después de haberte presentido tanto te encontré, me encontraste. Eso fue todo. Ignoro aún de qué increíble modo el silencio o el gemir se me hizo canto. Si es cierto que la dicha y el quebranto sobre la tierra van codo con codo, yo he visto albear el lirio desde el lodo y mi amor halló música en el llanto. Por ti sé que lo nuestro, ay, es misterio, y que las niñerías del amor son, quizá, del vivir lo único serio, y que algo hay, más que gozo y que dolor. Se apagan en tu luz todas las luces y, ciego de tu luz, tú me conduces,

SUEÑO Y ESFINGE La mar, madre del mundo, llegando hasta la arena con su canción de cuna para adormir la pena. Ganado por el tuyo olvidé mi dolor. Y vi —como antes nunca— bajo la luna clara 89


comuidir los rasgos de tu alma y tu cara. ¡Casi gozo de verte sufrir por nuestro amor! La música lloraba por nosotros, (recuerdas? El violín enredaba a las mias su cuerdas. Pensé: como ola o alba renace siempre en mí. la amo por sí y por todo lo que mi amor le debe. Y he aquí que mi alma ahora ni a respirar se atreve suspensa y en eclipse, ay, entre el no y el si. El viento echó tu pelo sobre mi rostro ardido en desgaire que el alma adoró hasta el gemido. Mas tus viajeros ojos tan a menudo ausentes estaban ¿dónde? Acaso ya en mañanas vinientes. Hubo un vuelco de daOo en eso en lo más mío. Y el gran presentimiento trajo su escalofrío. Como un sollozo de ángel se ola y no se oía Tu clara ingenuidad, que nada esconde o finge, esculpió en ti y la noche la actitud de la esfinge. Y supe para siempre que el alma olvidaría la divina costumbre de saber que eras mía.

NOCTURNO DE LEJAMA Dúo de arroyo y pájaro innúmeros de música. El sol remando en ondas de verdor y frescor. • la sed de corolas del colmenar ardiente. • yo tu amor. ¿Tu amor? Mi dolor y mi amor. Tan hondo como el pío del pájaro en el sueño, insurge este amor mío que inventamos los dos, aún ebrio de ti como un ala de cielo (Mi corazón, un lázaro vuelto aprendiz de dios.) Por ti la vocación de hondura y hermosura se me hizo como nunca oficio arduo y cabal. Se alzó, en mirada y ala acrecido, mi verso. Todo el fervor humano afluyó a mi caudal. 90


La lira que vibraba secreta en tus caderas. La primavera entera traducida en mujer. El rocío en tu rosa para amenguar su llama. Tu alma: un puro crescendo como el amanecer. Y tu profunda noche constelada de besos. Tu inenarrable beso de estío y ananás borrando las fronteras del alma y de la carne y que ambas se disputan para siempre jamás. Los dioses verdaderos con nosotros estaban. Los dios sin sobornos ni terrores, oh cielos: la Verdad y el Amor, en su desnudo edén, y la Belleza, diáfana en sus sagrados velos. Desataron su nudo de seda tus secretos. ¿Fue corona de mirto o corona de espinas? ¿Fue tu pena o tu dicha, con pudor de tu voz, quien, muda, habló en idioma de lágrimas divinas? Yo el candor de que nace nuestro día en tus manos y tus pies, doblegado de hermosura, besé. Y vi mi amor, dios niño, durmiendo en tus rodillas. O fui un ciego soñando en la luz? No lo sé. Ay, diálogo sin pausa de lo ido y el presagio. Lo que no será nunca, aunque empezó una vez (fuera de mí y dentro de mí crece la noche!), o lo que fue y más hondo retornará después.

EL DIOS Como desnuda rama bajo el dios beso reflorece el cuerpo para que el alma acerque su remota fragancia. Toda la sangre, toda, convocó el dios purpúreo (el que inventó la forma y la sed de tus labios) y el ebrio rojo del lagar del mundo. 91


Te besará bebiéndote como desnuda rosa, pétalo a pétalo hasta el fin con todos los estíos que vibran en la boca. (El dios ha cavado esa cisterna en el desierto para que dos sedientos beban el cielo juntos aunque la arena en ascuas los cale hasta los huesos.) El dios ya se arrodilla ante tus pies ligeros para besar el ritmo del amor y la danza. Besa después tus venas como el mar sorbe el cielo. Ya no besa tus labios sino los besos tuyos. No ya tus ojos sino tus miradas y sueños y tus horóscopos futuros. Tu cabello y tu llanto volcados, ebrio, besa contemplando tu rostro en la fuente del llanto ya intangible de pureza. El beso, el beso, el beso ilumina la sombra, aunque nadie lo vea, mientras un alma liba en la otra.

LETANtA Amasadas con luna y azahares ¿en qué nupcial noche sagrada? Manos que inician la belleza como una nueva infancia. Manos de albricias de la gracia que donde llegan a posarse son ya un comienzo de alba. Manos capaces ¿por qué no? de las más diáfanas hazañas: de zurcir lirios rotos, o de remendar alas, o de remansar en su cuenco 92


las más convulsas lágrimas, o de abrevar la ronca sed que en los arrullos brama. Manos venidas en un descenso de alas para el escalofrío más hermoso: el cuerpo alzándose hasta el alma.

CARNE INFINITA Nuestra conciencia náufraga sobrenadando apenas. Ya no es carne la nuestra porque es carne de amores. No sangre, hierro líquido, corriendo entre las venas: pero ya no corre entre venas sino entre flores. Beso tu sangre y tu alma en cada beso nuevo. Bebo perdidamente, en embriagado rito, las jocundas vendimias de lo que vive. Bebo entre sus breves labios mi gota de infinito.

SECRETO ESPANTO Ah, tu plenilunio de candor, amada, y tu sangre hecha toda de rubores. Y tu voz, sibila de amor, desvelada. Y el crescendo en hondo de dicha y dolores. Con rosas y besos, inconscientemente, tapamos la boca de nuestros abismos por si ha de atacarnos, tal vez de repente, el secreto espanto de nosotros mismos.

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LA SERPIENTE DANZA a A . Martínez Howarci

Todo el furor que aguanta la hermosura, todas las curvas vueltas torbellino y vorágine ciega la cintura. ¿Que el ritmo de la danza es inquietante como el del sismo mismo? Aun lo es más la quietud de los ojos de diamante. De ti misma te alza a ignota cima el genio helicoidal de los ciclones. Cada postura crea un nuevo clima Ya es ola a ola, una evasión marina en nácar y torsión de caracola. (Espasmo horizontal, se lo adivina.) Se taparan los ojos Job o Pablo, y las orejas, mientras tú escuchas sonriendo las súplicas del diablo. ¿Femineidad total hecha pavura? En música de crótalo, oh bilingüe, dice tu edén la diabla mordedura. Solloza el alma disfrazando el grito, entrampada en sus círculos, a tientas, de ida y vuelta del cero al infinito.

BAÑO DE JUVENCIA al Dr. B. Canal Feijoo

Desnudo Adán, recobro mi inocencia. Hombre soy, y un poco árbol, pez y viento y agua y sol vivos: almo complemento. Toda fuente salvaje es de juvencia. 94


¿Ciencia paradisíaca? ¿Conciencia vegetal y animal? Funcionamiento concorde de alma y vísceras. Contento de integrar la viviente omnipresencia. ¡He crecido por dentro y en qué anchura! Oigo una música total. Criatura de misterio y prodigio soy, y siento que mi unanimidad de cuerpo y alma, en competencia con esta agua en calma, crea en profundidad su firmamento.

PROMESA DE ÉGLOGA Un día irás al campo a vivirlo conmigo. Y sentirás a greda, a corola y a trigo. Y aunque tus pies desnudos quieran mimar el suelo, te veré, casi entera, caminando en el cielo. Aprobarás la salva del gallo iluminado antes del alba. Te veo madrugando antes del primer pío: volver, rosa, empapada de alba y de rocío. Cuántos inéditos asuntos! Sin querer verás todo con corazón de aumento. El día y tus deseos amaneciendo juntos, trinos en vuelo alzando su propio firmamento, el regalo de fausto real y coronado del fruto del granado, el asombro aun edénico del ojo de la cierva, la tierra oliendo a Génesis y aun velluda de helechos, la ubérrima lerdura del arado, y la resurrección pagana de la hierba Oh, todo eso entrando, numen, en nuestros pechos. La Inmaculada Concepción de la nieve verás en la distancia yerta, 95


y después la verás cruzar ante tu puerta hecha procesión y canción. Mi yegua, solar como la Al Borack del profeta, alzará su relincho lleno de aurora, inquieta, (se hará más cielo el cielo, más verde el alfalfar) cuando nos le alleguemos a la par. Entre tanto sabrás que el desayuno del pájaro es el canto. Conocerás los bajos fondos del amor y la pena que alumbran las guitarras. Serás a ratos parra vibrada de cigarras, y tu voz, de torcaza, en los momentos hondos. Harta de aulas, iráste a estudiar la cascada del molino harinero y la jornada del que dice su misa de labor cantando su aleluya vestido de candor. Ya inmune a toda prosa, con su júbilo opreso tendrá zumos de sacra embriaguez tu beso, y yo un alma de púrpura, ante su apeada diosa. Y olvidaré, con algún filtro brujo, mi corazón gastado por la noche y el llanto, los racimos de lágrimas que en mi lagar estrujo, y sólo me verás coronado de canto. Tu amor pasará a un lado de efímeros y eternos, mas sabrá que en lo mínimo el Todo nos da cita, y que detrás de otoños y de inviernos una inmortal primavera palpita. Tendrás de carnal sólo lo que tienen las flores cuando vuelvas del alba, musa de los amores.

CANTO NUEVO Más hondo de pureza que la infancia y el alba tu entreabierto misterio que hace bajar los párpados. 96


Tu cabellera clara ya nsa\ dfldo su nitabo. Tu perluine, sendero que iacia el edén regresa. Tu copa de rubor, que a la sed roja brindas. Las palomas que plagian tu latido y tu arrullo. • todas las canciones que enamora tu voz. • el ritmo e tus pasos que escande mis latidos. Mis ojos. girasoles de los tuyos. Mis manos que se ahondan sin fondo por contener tu forma. Tu forma mas profunda que las teologías. Y antes, tu alma, oh dioses, detenida en su vuelo, Tu eternidad hecha con material efímero. Tu presente infinito que derrota el futuro. Inmaculadamente desnuda ya en tus ojos con la doble blancura del cisne sobre el lago. Tu cabeza es un texto sagrado en mis rodillas. Tu cabellera ya húmeda de la noche y mis besos. Semiescondida apenas en tus pestañas púdicas. Quiero legarte para halago de tus pies mi piel, mi piel de perro sin collar y sin amo. El que quemé tu voz e incendié tu respiro cierra tus ojos para que te alumbre la sangre. Cruzamos a pie enjuto un Mar Rojo. ¿Qué mano desmadeja tus venas, tus cabellos, tus sueños? Vibran como planetas tus dedos y tus vértebras. A través de tu alma mi verano resuella. Un río de sabores se desata en tu lengua. Mi sed de lobo bebe su cierva degollada y es la agonía a dúo del indiviso éxtasis, Canto ¿lo ves? pulsando las venas y los huesos. Canto ¿lo oyes? tecleándome el alma con los dientes. Antes de conocerte cuando mi alma era como noche esquimal olvidada del alba. Ladeado de dulzura, como un otoño, ahora. Por ti me volví un férvido invento de mí mismo. Me alzaste por encima de mí igual que el sol cue inventa del pantano una nube viajera. En tus ojos con lágrimas yo te miré sin límites omo la noche misma dispersa en sus estrellas. Sed inmortal que halla sólo una fuente, el llanto. Qud dulcemente corren las lágrimas amargas!) El mundo que los dos vamos creando ahora io pueden inventario ya ni los mismos dioses. No aspiro en tu corola de carne sólo tu alma? 97


Tú sabes las palabras que hacen crecer el tiempo. Tú amaneces en cuantos te miran. Tu sonrisa inicia la sonrisa de un niño-dios futuro. Renuevas a la alondra tañedora de cielos: en tu amor se hace vuelo la melodio humana.

EL HIJO No me quiero jactar, pero ay de mí! ya es casi un puro amanecer lo mío, pues que toda la aurora se halla en ti como en la rosa ebria de rocío y amaneciendo vienes basta mí: la ternura de fuente acrece en río. Fanático de alba y de belleza, yo pulso en lo transeúnte lo inmortal, y a Dios en tierra y hombre, no en la misa. ¿Nimbo hay de virgen o de santo igual a los bucles que orlan tu cabeza? ¿Qué arpa de serafín más que tu risa?

PERMANENCIA Amor duerme en tus ojos y deja en tus ojeras la sombra que en el día ponen los nomeolvides. Bajo tus besos se oye crecer la primavera. Amor desde el nocturno de tus ojos en sueño al cuerpo amaneciendo en su alba desnuda y a tus dos altos brazos abrazando tus sueños. 98


Tu pura transparencia sellada de misterio. Si turba hasta el vahído la hondura de tu rostro, sólo yo advierto el nimbo que integran tus cabellos. Mía, te digo mía, en ti y en mí y siempre. Pero en ti hay esa otra que yo apenas conozco, presentida por mi alma tan desgarradamente. La otra que eres tú misma, pero es otra y es única como el vibrar remoto del vuelo de la noche. Esa que en ti se esconde como el llanto en la música. La vida es breve. Quiere amor ir más allá de nuestras ansias. Quiere vencer el tiempo. Quiere latidos inmortales el corazón mortal.

CONSTELACIÓN Mandas más que yo mismo en mis sueños y en mí. Sólo porque en las mías olvidas una mano mi angostura ya quiere sobrar el vaso humano. A lo más mío llego sólo a través de ti. Te sueñas acreciendo sin pausa tu hermosura. Quieres romper tus límites y en mí hallar tu infinito. Atravesando toda la ternura, y el abrazo y las lágrimas y el grito, buscas el éxtasis impar y par, como un río que inmola su dulzura en la amargura y la pasión del mar. Estás con tu total presencia pura (el ruedo de tu enagua y el ruedo del destino!) y con tu voz de arrullo clandestino y tus ojos que ponen todo el cielo a la altura de un corazón que aún duda del favor de su sino. Los sentidos y el alma están contextes siempre en que tu presencia es una transparencia constelada de dioses terrestres y celestes. 99


COPLAS SOLITAS a Juan Luis y María Florencia Pascualini

El primer amor que tuve lo mataron a traición. De entonces con el difunto va a cuestas mi corazón. Ser como el río que llega a gigante de verdad, pero que no olvida nunca su niñez de manantial. Qué voz la tuya, guitarra que madruga en mi alma y luego hasta hace temblar de estrellas la noche inmóvil del ciego. *** Cuando vengo del río vengo remando. Cuando del llanto vengo lo cruzo a nado. ** * El hambre de eternidad no es puro miedo a la muerte; viene de querer amar derrotando tiempo y suerte. *** Como cortadera al viento es tu pañuelito, amor. No sé si me está llamando o me está diciendo adiós. Cuando me dijo que si se estaba azulando el suelo con los tarcos deshojados: me volví pisando cielo. Pisando uva, pisando uva desde el alba, ya se ve... Pero al vino se lo beben los que lo pisan a usted. 10(1


Guitarra, aunque estás herida a la vista y en el centro, la sangre no se te ve porque se vierte hacia adentro. Si la lluvia a veces saca el arcoiris de su manto, bien puede el amor sacar la sonrisa tras del llanto. Qué pañuelo de luto me echas al cuello con las dos trenzas negras de tus cabellos. Ya el diablo agotó su risa de ver lo que aquí se ve; que el bien calzado ande en coche y el descalzo vaya a pie. El arenal insolado sueña arroyos y sauzales. Corazón en soledad, ¿cuáles serán tus soñares? ¡En qué silencio escuchamos (confluencia de río y río) el acorde inacabable de tu corazón y el mío! +* En un herbario yo he visto —cosas del no ser que son— con un alfiler clavado y aún goteando, un corazón. Que otoño y verano fuguen no es daño al mundo, ni engaño, si en tus ojos verdes hay primavera todo el año. Vidita, cuando te rapte en mi potro color noche lo endilgaré a las estrellas para esconder el galope. ** 101


Que la primavera asoma y que el invierno se quiebra y el alma quiere cambiar de piel como una culebra.

CARDÓN CAÑÓN a Brunilda Bize Basterra

Contra la sed, puones sin quita y pon; contra el zonda, hacha y punta, cardán, cardán. Sombra de lanza en ristre. non y sin ton, defendiendo sus cerros, cardán, cardán. ** Árbol sin temblor de hojas y sin canción. Indio hecho uñas y flechas, cardán, cardán. Puma de pie atacando en puro envión de garras y colmillos, cardán, cardán. Mas si en cenizas cuida su ascua, el fogón, agüita pecho adentro guarda el cardán. ,* Le abre un pájaro a pico un socavón en el pecho y le anida ritmo y pasión. 102


Primavera lo besa y el corazón le estalla en flor, arriba, cardán, cardán.

VIDALITA DE LA SECA a Candro Gómez Franco

Rodeo de espinas, florcita de tusca: la dicha a resguardo que el corazón busca. Torcaza, torcaza del algarrobal, tu llanto y mi canto son tal para cual. Carnaval del cerro (ay, qué me decís), pasto de albahaca, alpiste de anís. *** Arreando mis penas busco el aguadero; el zorzal me presta su silbo de arriero. *** Bebedores hay los de mayor brío que mueren de sed en medio del río. Cortadera al viento, pañuelo de cueca. Sequía hay tan sólo si el amor se seca. 103


VIDALA DE LA TRAVEStA a Nicandro Pereira

Ya viene haciéndose el loco el carnaval de San Pío. Ríe a chisguetes, de a poco, por no llorar como un río. * Sólo con sudor regué el arenal, bauticé mi amor con llanto de sal.

Los cardones, a lo lejos, sólo echan sombra de lanzas. Gime entre riscos y espinas el viento en sus contradanzas. En los ojos de mi mula, un remanso de agua honda, pero ambos vamos chupando arena empapada en zonda. Oyendo voy sin quererlo que entre el jumial y el salitre hay ese diálogo mudo de la osamenta y el buitre. No arruga al suelo una hierba ni nube al cielo tampoco. Tan sólo cuando el diluvio quiso aquí garuar un poco. Huyó del alba el rocío y ya hicieron otro tanto los pájaros, aguadores del manadero del canto. ¿Que al fin daremos con agua? Agua de sal, verá usted, que como hembra de dos lomos sólo traiciona la sed. 104


EL CIRCO DEL MAR a Julia y Lito

Niño prodigio, una vez, yo fui al circo del mar. Qué elefante y qué serpiente desde los fondos del mar trajo el pulpo domador a su lección de cancán usando sus ocho látigos, uno por cada ademán! Y un pez todo de perfil y de esgrima tan fatal que en su espada se mellaban las mil espadas del mar. * * ¿Qué cobraban para ver a la gordita del mar, el talle de la sirena con corsé al natural? Y vi galopar sin eco a los caballos del mar, con su relincho que nadie, nadie, nadie oyó jamás. ¡Para eso las caracolas tocan la murga del mar! Y estrellas equilibristas —liro, liro, liro, laybailaban en las maromas de las corrientes, velay. — Siga, usted, señor cuentero, ¿y qué más, y qué más? ***

—Un barco con sus ahogados y una sirena real que lo usaba como caja de sorpresas, ¡ay! 105


BAGUALA DEL SECADAL al Dr, Juan C. Espina

Mi alma entra en la travesía ya medio largando un ala. La arena y la soledad se hacen de pronto baguala. Humeando de polvaredas el rescoldo del desierto. Al salir de aquí, si salgo, no voy a creer que es cierto. Para pelearle a la sed espina se vuelve la hoja y el alma se hace careta que aquí es finado el que afloja. (Con polvo y llanto algún día tinaja hizo el corazón para apagar en un trago su sed de agua y de ilusión.) Caudal de piedras, de piedras arrastra en silencio el río, y el sol clueco, echado en tierra, empolla un nido vacío. Que aquí estuvo el mar, se cuenta, tal vez por obra casual. Si así fue sólo ha dejado una resaca de sal. En campos en que ni el tiempo logra dejar su pisada no hay tiempo de arrepentirse ni el rezar sirve de nada. Soledad de campo santo y alguien sin voz que te avisa: tienes color de osamenta antes de vestir ceniza. 106


ZAPATEO EN ALPARGATAS a Horacio y Ester Leguizamón

Luna llena, bien llenita y un día se queda hueca. Amor y río caudales se van a pique en la seca. A la escuela fui dos veces y a la iglesia una vez sola; vi al diablo diciendo misa aunque escondiendo la cola. A lfa verde, flor morada. Y a relincha la tonada.

Yo soy doctor recibido en Chile, Perú y Bolivia. Tomo el pulso a la guitarra y el desahuciado se alivia. Para acortar el camino subo cantando a la cumbre, y si ando de noche dejo que mi silbido me alumbre. De alma y de piel son hermanas las rosas y las mujeres. Para la piel se usa espinas y para el alma alfileres. ¿Caridad y amor cristianos entre trisagio y suspiro? El oso también abraza y también besa el vampiro. * ** Eucaristía a la vista la del dinero acuñado con lagrimas irredentas y con sudor no pagado. A lfa verde, flor morada ya relincha la tonada. *** 107


Tengo una copla amarrada que si la llego a soltar hasta Dios y los gendarmes van a llorar como el mar. Aunque trapero, trapero cuando el hambre invente guapos quiero hacer punta en la bronca con mi bandera de harapos.

EL CUANDO DE LOS HACHEROS a Nabucodonosor San toni

El corazón del lapacho se vuelca rojo en su flor, Jesucristo se va en sangre, tú te vas todito, todito en sudor. Lo tocas con tus dos ojos y no te chupas ya el dedo; lo toca tu corazón. ¿Qué haces que no escupes en la zafia el miedo? El río padre se ciñe su vincha de ceibos rojos. Cíñete la vincha india. ¿Cuándo vas a abrirle cancha a los antojos? .** Lo mismo que a las tacuaras los cerdudos del malón métele fierro en la punta —ya es hora, ya es hora— a tu corazón. Aun derretido en sudor te exige el hacha cien brazos. Cuando al pie del cedro caigas no tendrás más doble que un doble de hachazos. 108


Que tu hambre se haga pujanza como la tacuara lanza.

Que si se renuncia al fin a la profesión de perro el alma se hace más alma como se hace a golpes el fierro más fierro. Y como el sudor y el llanto ya van llegando hasta el cuello, eche, ya atacada de asma, tu alma en el ¡ahora! su último resuello. Que tu hambre se haga pujanza como la tacuara lanza.

CANCIÓN DEL AGUA DE OJOS ZARCOS La tierra y el alma mías abiertas de par en par, la tierra y el alma mías, para ver pasar el mar. Trueca en anzuelos las anclas el mar, el mar de ojos zarcos, trueca en anzuelos las anclas el mar pescador de barcos. Tatuado de barcos e islas, pecho del mar, marinero, tatuado de barcos e islas, pecho voltero y trompero. Su blusa azul de grumete sacude en estos momentos, su blusa azul de grumete, de grumete de los vientos. 109


Y ya su uniforme blanco saca de las olas rotas, su blanco, blanco uniforme, vuestro almirante, oh gaviotas. El mar más tuerto que el bosque ha extraviado mi singlar ¡Más tuertos que los del bosque, ay, los senderos del mar! Con su sal y sus sollozos —esto lo olvidó ini canto— con su sal y sus sollozos el mar calza en nuestro llanto.

EL SACRAMENTO DE LA ZAMBA a Tuqi y E. Kohn Tebner

El bramido del venado chamusco las cortaderas y entre las nubes la luna quiere esconder sus caderas. Soplando el viento, soplando, ¡ah carambita, caramba! sobre el fogón de la copla y el pajonal de la zamba. A l rastro te seguiré, colita de yacaré.

Las estrellas estrellitas vivitas y coleando. Sólo tu latido ha muerto y nadie sabe hasta cuándo. 110


La luna desocupada, las acequias en trabajo ¡Y un corazón galopando cuesta arriba y cuesta abajo! Una espina en el talón y dos en el corazón. Noche de luna y más luna y en uno siete desvelos. Me mojé todo en tus quejas, me quemé todo en tus celos. Te hincaste con mis espinas para cegarme los ojos con la sangre de avería que se esconde en tus antojos. Ay, si tu sangre es bravía, bravía es la mía. ¡Juntemos nuestros amores como dos cardos sus flores!

CANCIÓN DEL GALOPE DEL GUANACO Eh, pajaritos de la cumbre, granos y orugas han pasado. Muestra el invierno muy orondo su cornamenta de venado. ** La nievecita baja y baja. Los cerros son un solo ampo. Se hace tan ancho nuestro pecho que ya nos cabe todo el campo. * ** Uno, dos, tres, cuatro, cinco, ¡el corazón pega un brinco! La tropa galopa. 111


Sí, conocemos un zorrito muy zorro, pero sin fortuna, que muchas veces almorzó sólo una tajada de luna. *** Y al caracol que se ha encargado una casita de medida y le ha salido tan estrecha que se la carga con su vida. Y al que se puso cien patitas para llamarse cientopiés y salvar leguas en un rato como lo habrás visto o lo ves. ¿Cuántos adarmes crees tú que pesa el huevo del ñandú?

Y para no dejarse ver del cazador que está en acecho cada guanaco saca niebla desde el verano de su pecho.

COPLAS A LA ORILLA DEL MAR a Blanca y A níbal A tabal

Porque antes de ser ya fui en tu gran secreto me hundo: tu arrullo y tu vaivén son los de la cuna del mundo. * ** Mas si cavando en ti hallé el cimiento de mi llanto, sólo entre tu coro de olas no se halla a solas mi canto. Si no es fácil hallar vado entre infinito y finito 112


en tu grito halla compaña esta orfandad de mi grito. ¿La vida un sueño, y la muerte carozo de lo real? Vida y muerte, muerte y vida, dos ratos de lo inmortal. Tu ritmo y tu empuje, oh mar, sin desentono ni falla abrevando como siempre mi sed de sal y batalla. Tu alzamiento y tu derrumbe son tramos de otro comienzo. Y la marea del hombre recién comienza su ascenso.

MILONGA DEL SEÑOR Y EL SERVIDOR al Dr. Ramón A rrie fa

Visión que arrasa aún mis ojos y mi palabra, hechos papilla de asombro y frémito y furor. ¿Fue en un vivir mío anterior o en un andar de pesadilla? Catorce esclavos libertados por su católico señor (mi alma aún los ve, no los recuerda), péndulos de un reloj sin cuerda, izaban en la horca su horror. Mondos de carne, pelo y sexo, los propios huesos en blancor hacían de sudario y loza, y un cielo de color de fosa fraguaba un sepelio impostor. 11:3


La fiesta Llbeú, y con baile y todo, digo un malambo de mi flor —lenguas afuera por el brío!— aunque un plantón en el vacío lo ordenó un úcase avizor. Ah, sí, el cabestro en cada cuello para seguridad y primor: nudo de corbata el más bello a fin de enviar con su resuello el alma inmortal al Creador. Aunque misa de réquiem no hubo, responso y luto, si señor, y todo a cargo de los cuervos, esos que llama protervos el diccionario del pudor. En el rosario de las vértebras parodiaba alguien el fervor, y en la sonrisa toda dientes y en el mirar de ojos ausentes la burla empataba al pavor. Cielos y tierra eran tragedia y yo buscaba al editor, cuando escuchó reí al diablo (no es de ilusiones que les hablo) — ¡yo, por encargo del Autor!—

BALBUCEO SOBRE EL CÁUCASO Más allá de la historia, pero aún en la tierra, arrugado de quiebras y de siglos y canoso de siglos y de nieve, el lugar más sagrado de la tierra y la historia: este calvario de montañas donde sudaste luz, oh Prometeo, como los montes sudan lava. 114


Corno ni aun el ser Dios impide ser lacayo, el mandadero de la altura te aconsejó la palinodia. (Retumbaba en ¡as últimas cavernas del océano el martillo anexando tus miembros a la roca, mientras el buitre estaba espiándote el hígado a través de las costillas.) Pero tú lo escupiste con un verbo tan alto que devino lucero de los hombres. Pedagogo del hombre a quien fuiste enseñando a humanizar la piedra, la madera y el hierro y el fuego, antes que nada, para que alzara al fin su propia aurora contra la fiera y la tiniebla, y contra el miedo —el propio— creador del infierno. Lo montaste después sobre el galope para alzar su horizonte al nivel de los vuelos y humillar las distancias. Y le enseñaste a dilatar su hogar hasta la mies y los ganados, y hasta domesticar los arenales con el camello y la cisterna, y amansar con el remo el motín de las olas. Y mientras tanto, es claro, también fuiste amaestrándolo por dentro llevándolo a remolque desde la voz articulada al alfabeto, para que el pensamiento lo forzara también a erguir interiormente la vertical humana, y pudiera ligarse a las progenies que esperaban detrás del devenir y el horizonte. Le enseñaste a aprehender la lejanía y la profundidad por agencia del número y del ángulo, sin olvidar la música para que fuese averiguando un poco el divagar de su alma en círculos crecientes, y el pensamiento jubilara un día a los demonios y a los dioses. Así trajiste al hombre desde su edén cercado de espinas y de zarpas 115


para iniciarlo en el gran rito: el del juego simétrico de su cerebro y de sus manos, que alterando las líneas del mundo, de rebote transfigúrase al operante. (Y no de forma sólo como el sapo o el insecto sino también de esencia y de destino.) Y ése fue tu pecado ante los dioses. Ellos nunca quisieron ni quieren criaturas alzadas al nivel y la luz de sus frentes, sino dobladas sobre el rezo o el surco con su doble joroba dromedaria, digo, sus dioses y sus amos. Pero la grey humana no quiso ser tu alumna. Prefirió oír el demagogo sacro y recibir, en trueque de su ascenso a la cima de sí misma y el mundo, un plato de lentejas celestiales. En eso, en eso estamos aún, sólo que ahora las incongruencias claman por su relevo urgente. La propaganda fide y los cambalacheros, el incienso y los gases lacrimógenos, van del bracete por las plazas. Los carceleros de hoy usan el gorro frigio. Los filósofos prendan sus sistemas en las empresas de seguros. La insurgencia de ayer sueña en sillón de brazos. El padre de los dioses detrás de su negocio como el escarabajo detrás de su bolita. La era de la técnica, cornucopia de eructos, con su casta tragando sus vómitos de nuevo, trocada en era del ayuno atómico! ¿Voy a llevar el cubo de mis últimas lágrimas obligándolo al mar a desbordarse para lavar las podres de la tierra? Bah, no tanto, que el barco del pasado, aunque a flote, está haciendo agua por todas partes y la paz de los buitres supura tal olor que el arcoiris mismo se vuelve arco de guerra. El corazón del hombre nuevo busca libar humanidad como la abeja flores. Por eso el pensamiento dejó academias y aulas 116


para pasarse al frente, a los puños del mundo. Y el pueblo sucio de sudor vendido y de llanto y de sueños irredentos el marido cornudo de la máquina, el legionario del ayuno que aún amasa el pan de todos, levanta ya sus manos para leudar el mundo y amasarlo de nuevo. ¿Y quién será el que diga que si las fuerzas ciegas con el ciego carbón alumbran un diamante la historia no es capaz de hacer del siervo un hombre en toda su terrestre y celeste estatura?

INAUGURACIÓN DEL NAHTJEL HUAPI Andes del meridión al alcance del ojo y casi de la mano. La batalla sin tregua de la piedra y el tiempo. El tiempo, intemporal ya, de la piedra, el monumento al tiempo construido en granito, la patria pura sin frontera ni bandera en su desnudez sacra velada por las nubes. (La tierra con la carga de su esqueleto a cuestas corno los caracoles.) Cimas de lejanía planetaria. La Vía Láctea, cima nevada de la noche. O el plenilunio sobre el valle nevado casi tan convincente como los mediodías. O los volcanes desplegando su pendón insurrecto y disparando desde lo más hondo su catapulta vertical. Y picachos y laderas bailando borrachos de terror y terremoto. O el rayo descerrajándose antes de su ronco ¡quién vive! O el viento blanco improvisando un alba sobre el nocturno de las simas. 117


Todo ello en alto contrapunto con las sierras del pie, el claro oasis duplicado por espejos vivientes. El agua, el agua madre en la gracia sin hitos de la curva cerrada. Antología de los lagos custodiada desde la gran altura por el hielo y el fuego, y defendida desde abajo por desiertos blindados de distancia y de sal. Porque al oriente está la Patagonia Vieja, tan vieja que parece la abuela de sí misma, el desierto ermitaño donde las polvaredas y osamentas amojonan la marcha, donde la soledad ahonda su peligro como los ríos desbordados, donde el viento que ha roto su chaleco de fuerza ensaya su malambo por un día o por meses, y el cielo, el cielo es otra travesía irredenta sin sombra de ala o nube; donde el agua está lejos como cualquier estrella y el arenal se bebe los jagüeles como el puma la sangre del guanaco tumbado: donde las travesías van con su sal a veces al modo de las llamas cargueras de la puna, porque el salitre, acaso, es el sudor cuajado del desierto, y éste quizás algún día peligró transformarse en estatua de sal por haber visto el fuego de los dioses llover sobre la tierra. (En kilómetros náufragos, tierra abajo, el aceite que la geología ordeñara a los peces allá en el secundario.) Nahuel Huapi, gran padre de aguas indias y de árboles infieles. Oh selva, catedral originaria, sacramento primero y mayor de la tierra: el del árbol y el pájaro inaugurando el cielo. El patriarcal coihué llevando bien sus siglos a la espalda y exigiendo el abrazo de tres o cuatro atletas para medir su torso. 118


El maitén, siempre en corros de consorcio y belleza trincando en homenaje a la amistad sus generosas copas. El colihue, ofreciendo sus lanzas con airón contra las invasiones polares de la nieve. La procesión en marcha y ascenso del ciprés, no hacía cementerios ni hacía valles de lágrimas, sino hacia los más altos edenes de pureza. Y los alerces más arriba, ahora, la columnata dórica de altura suficiente a fin de que las nubes le sirvan de arquitrabe. Y más allá y más alto todavía, ya casi geológica de antigüedad y alzada, en su mansión de hielo fósil y de volcanes, la araucaria. (Aquí recobran su niñez los milenios que el hombre lleva adentro.) Y en torno las montañas florecidas de nieve. Y todo esto es apenas una guirnalda tuya, Nahuel Huapi, tan puro que pareces una añoranza de ti mismo o que te sabes de memoria el cielo. (Déjame que lamente en sordina la ausencia de algunos de tus ángeles remeros, mientras flanquean mi memoria el cisne cuellinegro hecho de nieve y noche. y el ganso magallánico que trae en su graznido los hipos del Estrecho y sus naufragios.) Los más hermosos dioses que existieron jamás, los de las aguas dulces, te otorgaron, Nahuel Huapi, por cuna este rincón en que la tierra se supera a sí misma, donde el cielo desposa el beso de cristal y risa de las aguas al suspiro de alma cautiva de las frondas. Me desviste de años y penurias la albricia matinal de tu presencia. Eres como el frescor del párpado que baja sobre nuestra pupila ardida en llanto. Echo a bogar —ves?— en tus ondas mi corazón con todas sus velas desplegadas. 119


(Pero al fin y al cabo eres un hijo de los Andes, Nahuel Huapi. Y cuando el viento escapa de su cárcel de hielos y arriba con su estilo de sismo y de malón, tú recuerdas tu estatura de abismo y te pones de pie para el gran contraataque de tumbos, improperios y espumajes de océano que escupe su desprecio.) Firmamento yacente, Nahuel Huapi. Apoteosis del color, revelado en su ser como la escala que la materia usa para alzarse a la luz. Tus aguas nos proponen un matiz siempre nuevo a imitación del buche del palomo en amores, hasta que tu último matiz se integra al de los cerros y el del cielo en una pura trinidad azul. Es cuando el silencio alza su cetro de diamante. Y tanto que el susurro diáfano del arroyo y el pájaro solfeando cielos en su garganta no son más que una loa del silencio que aquí vuelve a su esencia de pensamiento y música. Oh, cura de las almas ausentes de si mismas, digo, una cura de silencio para las almas asordadas de tráfago y estruendo: las roncas, roncas almas que han perdido su timbre. Otro si digo ahora, desnudo lago indio de aguas emplumadas. Y es que celas, corno un hondo secreto de familia, el recuerdo del hombre que primero copió su alma en tus ondas y aquí ensayó con rocas y siglos su querencia: el auca, peatón impenitente, que se trepó sobre el galope un día e intuyendo la entraña de la Cruz y sus hijos atropelló tiempo y espacio en irrepresentables leguas de furia y crines, y dio a la lanza y a las bolas un alcance sin tope, como el viento. ¿Que el malón fue rival del terremoto? Pero el alma del auca pudo instaurar su propio vuelo 120


cuando ya en todo el resto de América su tribu quedaba por debajo del horizonte humano. Aquí, aquí cavaron su trinchera y su tumba los aucas en la diáspora decretada en su día por los concesionarios de Dios y el latifundio, cuando el gaucho fue usado como arma obligatoria en la cruzada y para indios y gauchos el horizonte de su tierra fue su cuerda de horca.

AMANECER DE LA ROSA La rosa acicalada de rubor y rocío. La rosa siempre adolescente y defendiendo, alerta de alfileres, su doncellez sagrada. (Yo la saludo aun en el botón prieto como los puños del bebé cuando mama.) También ella ha robado el fuego de los dioses para iniciar Su propia aurora. Y su secreta llama es cómplice en la escapada de los nos al asaltar las cárceles del hielo. Rosa venida menos para el ojo y el olfato que para nuestro corazón y nuestros sueños como la más profunda estrella: ombligo en toda navidad de hermosura. 121


\1i tS11h(i, más henchido de amor que el buche de la paloma en el arrullo, alzando como un fervor de epitalamio, en brindis por la vida, su copa de rubores. No más que su presencia destiñe nuestros lutos. La aurora llega y fuga, pero la rosa se queda con nosotros. Ella está siempre amaneciendo.

FATtJM a A ura Fleitas

Cuando llegué por un sendero sin huella a la poesía quizá estaba ocurriendo la primera mañana pues a su pie el mar aún tenía ritmo de cuna y nana. Me bañé en el rocío y la menta y monté, desnudo un caballo color tormenta que preludiaba en crines y cascos galopes sin cuento, y me eché a rodar tierra y viento. De entrada malicié un doble secreto sagrado: que el amor y la belleza son las dos manos de lo creado y que la libertad es para ave u hombre, vuelo y cielo. Y aprendí a descifrar muchas señas: entre mil, que las cigüeñas no importan en su pico ningún bebé de matrimonio rico sino municiones de boca para sus pichones. Y que es la misma la luz que irisa las lágrimas y la sonrisa. 122


Entonces obligué a la evanescente caterva de los sueños míos, a apearse sobre la hierba como las nubes a la cabecera de los ríos, y fui advirtiendo lo inmundo de ese mundo pergeñado por quienes suplantan al destino aunque tienen una boa constrictora de intestino. Y aprendí, pese a las academias, a deletrear la luz, y mi dolor y mi rabia dejaron de ser una cruz cargada por un ciego, y no quise más palma que la de urgir como al azar en mí y en los otros el crescendo del alma, y comencé a cantar. Y me hice herrero para aliviar mi ansia atroz acompañando con la del yunque mi voz y machacar duro (mientras auscultaba los hados del hombre futuro) cerrojos y siglos herrumbrados.

REVOLUCIÓN a Eugenio Sampol

Porque la vida crece hacia la vida a través de la tumba, y el devenir se burla, inmortal, de la muerte, conciliando en su rima la transitoriedad y eternidad del ser (la otra eternidad es anacrónica visto así que en el pulso de la historia no cabe): porque al hombre le tiende ya la roano un porvenir más largo que todos los recuerdos confiando a su adultez alzar su corazón a nivel de su frente y remontar su frente más allá de los vuelos: porque la suerte humana tendió a renacer siempre en un lecho más alto: 123


por eso estoy cantando aquí, en un clima de púrpura y albricias, a la que va a nacer en sangre y llanto y júbilo como nacen los niños. ¿La suerte en rojo y negro como el bostezo de los tigres? ¿El mundo bordeando un litoral de naufragio y de llanto? ¿Biblias de fraude y ñoñería, lijadas de expolio y matanza? ¿La ciencia trabajando por cuenta del infierno? ¿El lucro más ferviente que rezo o epitalamio? ¿La casta aún exhibiendo en los jugos que liba la dicha pululante del gusano en la llaga? Sí, mas ya todo anuncia su mane-tekel-phares al ogro con colitis que se sostiene solo en el par de muletas de la cruz y la espada. Y otro si digo ahora. No se detiene el tiempo ni en la roca ni el fósil. Y las sombras reculan ante el candor desnudo de cada alba. He aquí un presagio menos turbio que el que expende el profeta o el tirador de cartas: la gran misa de réquiem de bolsas y badajos y de filantropías y de ritos, de todo eso que es befa de la decencia humana corno el amor linchado en los prostíbulos. Y el miedo más antiguo que la noche y el llanto, y el aullido humano creado por el hambre como un acorde nuevo, se irán con el adiós en el bolsillo. El alma humana está saciada ya de calvos calvarios arbolados de cruces. En el amor a Dios se escondió por milenios la tirria con aureola a nuestro mundo y al mosto porque dama nuestro vaso terreno: el todoamor del hombre a los hijos del hombre. (¡La aureola haciéndose fogata inquisidora, o látigo negrero, o el electrodo que hoy recetan al paci'nte en la cárcel, los enfermeros de la muerte!.) Y aun arrempujado o persuadido a la hecatombe heroica y patriótica 124


aquel que no ha nacido para fiera y, desde luego, menos para fiera enjaulada. El alma humana vuelta nocturna como el búho por siglos de obediencia e incensario amanece en el nuevo amanecer. (También ella precisa sus ratos de paloma que alisa con el pico su reposo y sus alas.) Si el hombre no emancipa su frente y sus latidos toda la ciencia y todo el arte entonces devienen floripondios para ornar sus cadenas. Anticipé el prontuario del porvenir inaugurándose: la quiebra de la jungla de rejas y monedas, la historia ahora alzándose sobre la prehistoria, la integración, como una patria inédita, del que regresa al fin de sus alienaciones. A la Revolución estoy nombrando, madre del Adán nuevo.

ODA AL INFALIBLE al Dr. A lejandro Gómez

He aquí, de paso, una noticia confirmada que escapó a la gran prensa y a la radiofonía: Dios no resultó más longevo que los plesiosaurios que alquilaron por un millón de siglos la tierra y ha muerto hace rato, y es su cadáver insepulto el que aún gangrena la atmósfera. ¡Urge una inhumación universal de badajos a fin de oír mejor el diálogo del hombre con su creciente esencia y propiciar que el hombre averigüe aquí abajo su propio infinito y ensaye por la escala de la historia el ascenso a su propio cielo! Pero mi pecho está ya ebrio de numen y campanas. Permíteme cantar, oh nuncio pontificio de Dios, (yo soy Luis Franco, padre confesor de serpientes) tu postrer santísimo triunfo. 125


Un din un general disponible cualquiera saltó —Jo recuerdas?— con salto cuadrumano sobre España, y el Medioevo regresó entre una insurrección general de sarcófagos, y la muerte se hospedó en España corno en su jardín de invierno. Wall Street y las democracias bancarias financiaron gustosas el Tedéum. El Derecho Internacional cambió de naipes raspados. Y la Revolución, ya con pujos de gota, gruñó por compromiso. Y tú lo bendijiste. La mitad de las manos callosas de España fue segada a prisa. La mitad de los niños y poetas sirvió de tiro a la paloma. Falanges de mujeres, previa la santaunción, y antes de ser entregadas a los fusiles, fueron entregadas a los fusileros, mientras los tuyos, querubes de alas de vampiro, le lamían las manos al mundial galopín de la casta venido del Escorial y de las cuevas de Altamira y le incensaban las aciagas nalgas. Y tú lo bendijiste. El asombro miraba con órbitas vacías las cárceles nunca ahítas hinchándose como tumores. Y por encima del silencio de las guitarras de España sólo oiase el trémolo que el horror tocaba en las vértebras. Y tú lo bendijiste. Las estatuas mismas abandonaron sus pedestales cuando la inteligencia fue recluida en los manicomios y la muerte llamaba a todas las puertas con el eco del martillo despidiendo a los ataúdes. Ya el olor de los claveles y azahares de España naufragaba en la fragancia de los osarios. Ya los surtidores regaban los jardines con lágrimas. Como el náufrago saciado de mar, España, saciada de lágrimas. entraba en la pleamar del llanto. Y tú, ventrílocuo de Dios, lo bendijiste.

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HABLO EN NOMBRE DEL ALBA al Ing. César A . Pípino

Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo. Es sólo un puro azoro el alba de una resurrección rasgando su sudario. El horizonte ofrece su diadema y el menor soplo asciende a numen. Un viento aún azul de lejanía viene en busca del alma velera de los pájaros que estallan sin demora en un motín de alas, mientras el cielo empieza a sonar en sus picos igual que el mar suena en las caracolas. Navidad, crecimiento. Y lo viviente con su inmortalidad de cada día. Los pájaros no saben qué hacer con tanto cielo. El cielo, el cielo, el cielo proponiendo el olvido de la tierra como los ojos de la amada proponen el olvido de su cuerpo.

MÚSICA Resurrección que puede el ángel de un perfume rasgando sus sudarios yertos recuerdos alzan. La sangre que abre y cierra sus órbitas de fuego en espera asolada. Llegas con tu silueta de gladíolo y llama. Se hurta ante ti la pena como un nublado roto. Tu sonrisa, el invento más reciente del alba. Labios de primavera con madurez de otoño, teñidos con el mosto que el corazón alcanza: siempre cumple años tu hermosura y aun no queriendo escuchas latidos de alabanza. Mas la música que hay en tu silencio ¿quién otro si no yo es capaz de escucharla? 127


RO DE JANEIRO a Pompeyo A uclivert

Hijo del Sol y la Nube y adoptado por la Tierra, Brasil. He aquí un territorio que rebasa los mapas. Aquí el invierno cruza el cielo sin hallar playas de aterrizaje, Aquí se refugió el diluvio recostándose en el horizonte de los ríos. Aquí los soles y las frutas son de tamaño doble. Aquí el termómetro se guía por el nivel de los deseos y los sueños. Aquí los senos de las mujeres maduran varias veces al año. Aquí la savia se rebela contra la metereología, y los desbordes de cacao, de café, de madera, de azúcar, de caucho amenazan mundano todo. Aquí el prestigio de los diamantes no supera al de las víboras. Aquí los calores del infierno revientan en corolas de edén. Aquí la mitología se fragua ante nuestros ojos. Aquí la geografía quiere pasar por encima del hombre y escribir la historia. Guanabara, federación del sol, el agua, la montaña y el bosque. La bahía da refugio y descanso de acquarium al océano. Jaqueadas por su sed de cielo y nubes las palmeras ahílan tanto sus troncos que una carcajada o un grito puede romperlos. Una cascada sale a un costado con la cándida novedad del alba. El lomo de camello del Corcovado apenas puede ya con su carga de siglos y esplendores. Río de Janeiro merece todo esto y más porque tiene algo mayor que sus iglesias y sus rascacielos. Aquí los negros han sido ascendidos a personas. Sólo que aún queda otro algo que eclipsa toda la pompa del trópico: la miseria ya evitable e inútil en el mundo se exhibe aquí como en su playa de moda. Vemos una pierna de mendiga atravesar su tumefacto énfasis hasta cuajar todo el tráfico de la Rúa Ouvidor, y un mendigo dormido con la mano implorante en vigilia. Mas la historia está hoy preñada de inminencia, y aquí lo que vendrá mañana no subirá de abajo como las huelgas o la primavera: bajará de los rascacielos de cartones y latas, desde lo alto de las favelas descenderá —lava y escalofrío— la liberadora albricia. 128


ECCE HOMO Este que veis aquí soy yo, el hombre, igual que vos y que otros y que tantos Y tan distinto y único pese a cualquiera mengua, llevando bien a salvo la varonía inmaculada y doble —digo del seso y de los compañones, los solidarios de su alma; cobarde a ratos como el más cobarde acomodándose al santo y seña rebañego,y de improviso, a trasmano de enaguas o de rosas (nadie cruzó más soledad ni aguantó más silencio) independiente como el puerco espín, arrojadizo como boleadoras, sucio de blanco como el albañil (con su alpargata de plinto diario, casi nocturno como el carbonero), rojo de llamarada y de bochorno a imitación del preceptor de hierro: sale a la calle o a un arrabal de nubes (mientras duermen los más él huella el alba) corvo de historia, herido de futuro, a tomar donde sea su ducha diaria de gimnasia hereje, a derretir los fríos más de lápida, ---los del invierno humano—: a aventar pesadillas con peso de montaña, a pisarle los callos a esos que descaminan el sendero acudiendo al pasado o la tumba como a un par de muletas. Mi piel la lego para pergamino de futuras leyendas, mi cráneo para libadores (por nacer) de pensamientos y éxtasis futuros.

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DECANO DE LOS TIEMPOS

Decano de los tiempos, anterior a la sangre y a la leche aún tibias de las ballenas, anterior al helado latido de los peces, anterior aún al pulpo y al infusorio exangües, anterior a la vida y a la muerte: y, sin embargo, en transparente infancia y con el ritmo y nana de las cunas. Aunque algo del frío y la tiniebla de las antiguas noches sobrevive en sus aguas y en ellas antes que en la tierra la sibila balbuceó su enigma sobre el trípode de roca, planta y animal, la hazaña vertebrada se inauguré allí cuando el hombre aún dormía el huevo de los peces. Aquí está como ayer, virgen de todo surco o estela, inmémore de todas las velas y las quillas que se tragara sin saberlo, inmémore aún de su derrota magna cuando el fuego vestido de montaña y de nube atropellé los cielos y él debió recular a su trinchera definitiva. El verde aún nonato de la tierra so ensayé con tinta del mar y él suele aun treparse a su escalera de olas para otear horizontes en descanso de rumia. Aquí está como siempre embarcando y apeando cargamentos de olas, puntuando como siempre con sus anclas de sal las incansables singladuras con que se recorre a si mismo, o haciéndose de ojo con la luna para acunar por trechos a medusas y barcos 130


can un ii: inc de danza; o bien fumando brumas en su alba pipa de espuma de mar. Primer pirata y único con derecho sin réplica cuando en una jugada sola mueve SUS olas hasta darles estatura de sueños, sus escollos que asumen el perfil esculpido de la noche y su panteón de herrumbados naufragios y el horror siempre inédito de la fatalidad. (El mar siempre porfiando en practicar su sueño de entrar de pasajero en nuestros barcos: viajar con los hombres y su suerte.) II Perc está solo siempre desde el umbral del tiempo aunque yo oponga ahora su soledad a esta mía buscando, sin quererlo, el imposible diálogo. Allá, no lejos, pero aparte, está el rebaño de los míos buscando intercambiar sus oquedades y sus ruidos. Pero yo estoy aquí, sobre esta roca sola y tú estás solo y desnudo, digo. en tu solitaria monarquía, como en tu alba primera. Funde todas las formas esa tuya inasible e innumerable. Ya eres pradera trémula de mugidos y pastos salpicada de espuma de galopes. O eres ya una selva cuyas lianas se enmarañan al caos todavía, o te alzas en monte coronado de una nieve de furia y laneras que bajan hasta el plan de la profundidad y la tiniebla. Se te eriza la piel como el erizo o retuerces el cuerpo como los caracoles, enlazas co —, los pulpos 131


o sacudes tu crin en las medusas. O intentas escaparte de ti y de tu horizonte en el gozo surgente del delfín, • recoges en nácares tus lágrimas más hondas, • entreabres en las fauces de tus peces las hambres y las noches de tu abismo. Escultor de lo que huye, patentador del ritmo y la primera danza (de hecho, mar, eres un maremoto con tu diluvio y tu trueno acostados) que das la pauta al mundo con tu andante hacia una nueva forma o un nuevo clima, ya que la inercia y la muerte no existen ni siquiera en las rocas o los féretros. Te sé bien el magneto de mi contemplación Me rindo al suave e insondable modo (detrás de cada ola se esconde una sirena) de recoger tu red para atraparnos en el olvido puro del ayer y el mañana hasta vaciar nuestro finito en el Todo que olvida sus fronteras. III Como otros cuelgan de la pared de su aposento el retrato de sus antecesores, pues he aquí que de mis sueños cuelga el retrato del mar. En mi niñez entreveía siempre en ultramar marineros recién apeados del barco tranqueando todavía con vaivén de oleaje, y el azul y la espuma del mar en su uniforme, y el anda, si, colgada de su cinto. Y aún columbro a veces, en el perdido Sur, algún clan de islas hartas de polo y de nostalgia, levar anclas al alba y zarpar rumbo al trópico con sus nieblas y olas desplegadas. Cierro los ojos para ver mejor a los labradores del mar 132


cosechando entre olas y algas rotas otoños de colores y esplendores. Y a los delfines haciendo trampolín de las tormentas para brincar al cielo, o al esputnajo de los arrecifes alzándose hasta el viaje del albatros. (O es de noche y el barco avanza a tientas tropezando en olas y estrellas.) Pero el mar esté, aquí y yo aquí estoy viéndolo echarse desde la cima de su ira, imposible de espumas y blasfemias, sobre su propia hondura. También yo estoy ebrio de abismo a medias como él. Mi llanto y mi sudor lo saben de memoria. ¿Soy hijo de la tierra o soy hijo del mar? Siento a través de mis desfiladeros pasar, pasar sus olas fugaces e inmortales y su marea remontar mis venas. IV Le hablo sin advertirlo como en sueños, Somos apenas gotas de tu fuente, todos: desde la célula gregaria hasta la impar columna de médula erigida y de estrellero cráneo. ¿No estés en nuestro ser como la troncha de limón en el té de nuestra taza? ¿No estén tu cal, tu fósforo, tu yodo transitando en los nuestros? ¿No rige tu vaivén el de nuestro respiro y nuestro pulso? ¿? no me viene de tu lejanía el tinte ultramarino de mis sueños? ¿Y la belleza hecha ya suma y espuma, cuando intercambias sonriendo azul de mar y azul de cielo oh patrón de los besos y las rimas azulando de paso nuestro adentrado piélago? 133


Mirando esto y ahora, sobre el diluvio horizontal sin pausa, en el albor sin mancha de la espuma, la envergadura del destino: el juego de las sábanas nupciales y la quietud sin ritmo del sudario. (Nace llorando el hombre y aún detrás del canto y de la risa llora, insondable de sal como el océano.) Mar remoto en horizonte y en hondura aunque llegue a rozar nuestros zancajos, mar siempre ultramarino y submarino y en soledad extraterrestre. Mar repentino a todo instante, sin pausa como el fuego o como el tiempo. Sólo el alma del hombre es tan desasosegada como él. Y él podría trocarnos en estatuas de sal mientras capitanea la batalla de la sal contra el viento y de la voluntad contra los liados. esfinge anterior y mayor arrugada de olas y canosa de espumas, echada, no sobre la arena, sino sobre el abismo, custodiando secretos sin edad y sin clave. (La caracola junto a mi oído revive el rumor de mareas y siglos abolidos y en su jadeo escucho el del sollozo humano.) Aunque su sal es sed y garantía de permanencia, está muriendo, está muriendo ahora de yo no sé qué muerte, mas yo lo escucho balbucir ¿no es eso? el verbo inenarrable de las resurrecciones. Ya su sal y su espuma se funden con el alba.

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ALIMENTO EDÉNICO ¿Que muchas lástimas del mundo me salieron al cruce como los perros con collar al perro sin amo, y a veces como un río de invierno y cordillera mi voz quiso dormir bajo una lápida? Mas si salvé sin mengua mi jura de inmaculada lealtad a la varonja fue quizá o sin quizá porque mujeres hermosas amanecieron en sucesivos horizontes de mis noches y mis días y hubo insondables horas tejiéndose sólo con luz de silencio y miradas y púrpura de latidos, y la sideral belleza del todo descendió a mis entrañas, y el amor fue un arpegio en mis vértebras. He cursado mi vida nutriéndome de mujeres; prefiriendo de numen sus fragancias, tatuando su piel con mis caricias y tatuando en mi médula sus rostros y sus sueños, aplacando en su sed o sus pezones la sed de mis veranos, bebiendo sus lágrimas para olvidar las mías, libando sus almas, beodo de gozo y dolor y entreabierto misterio como un dios luchando con el caos. (Y re tirándome como corrida fiera a lamer mis heridas y mis zarpas.) Priva entre los hábitos intensos de mi ser el revivir sesiones remotas o recientes: Palideciendo el alma ante el sagrado rito como la noche ante el alba, la ternura del fuego que derrite témpanos y metales, la sangre torrencial que ya no acata diques, el río de la desnudez que se bifurca y rodea de nuevo su edénico delta, las manos multiplicándose como los brazos del hachero o el pupo, y los dedos entreabriéndose en pupilas, Y el cuçia1 de los besos y gemidos creciendo hasta la espuma. 135


Yo no sé ya quién soy. Mi alma enamorada del riesgo se adentra en su carne de nube y rayo. Quiero hacerla hacia adentro mía, desvestirla de su carne y su hueso para verla mejor. Quiero sentir lo nuestro muy por encima de lo mío y lo suyo, oh, carne, tu espeluzno de infinito. Pegado a sus latidos, con los ojos ausentes, escucho el ascenso de su marea y escucho el de la mía, la quebrada cadencia que acollara el sollozo y el éxtasis. Viajamos a horcajadas sobre la grupa de la esfinge, asidos a sus alas.

POESÍA PURA

a A lberto Hidalgo Sollozos tumefactos que no logran cruzar la garganta. Frentes haciendo de lápidas a pensamientos ausentes. Niños que ya son meros aprendices de viejos. Se fusilan las ideas insurgentes un poco antes del alba y se degüella todo grito pionero o de alerta. Es forzoso a los más el ingreso en la Legión Extranjera del Hambre. El sudor del salario es más copioso que orines de camello. El esqueleto curiosea a través de muchas pieles y desocupados y mendigos desfilan con el féretro al hombro. Los soldados: soldaditos de plomo usados como proyectiles. Las mercenarias custodian en todos los rincones la fecundidad de las matronas y la fragilidad de las doncellas. Los pabellones patrios deviniendo meras hojas de parra. Y la civilización cultivando fábricas de armas como macetas de alhelíes regadas por el Jordán de aguas servidas que bajan desde Roma. Todo esto y por encima de esto los cocineros que se desayunan cada día con el expolio y el crimen perfectos, 136


a (:W los hartos, aunque nunca del todo, que devoran después del banquete sus propios vómitos. El terrateniente que quiere usar de alfombra un mapa. El cardenal de barriga mitrada y secretos blindados. El general que tiene de retaguardia un cementerio. El banquero llevando a la manicura sus uñas de hiena. El juez y el polizonte sirviendo de muletas a la casta que ha perdido el uso de las piernas y el bochorno, y el político alando a la democracia de avemaría y dividendos con urgencia de esfínter relajado. Sólo que ninguno sospecha que el hipo de los sumergidos se alza ya como un géiser enviado del infierno a los cielos para intentar, oh poetas, el lavado del mundo.

INMINENCIA a Emilio Di Marco y los suyos

Porque en tus huesos hay aún cal sin apagarse y hierro ritmico en tus venas, y en tu llanto y tu sudor queda un sabor de océano, y en tu corazón algo del fuego que encabritó las montañas, y porque un día esgrimiste el caballo, el arado y el hacha atraillado con los de abajo, acostando tu sueño sobre el suelo cuando era preciso, comulgando con el pan y el vino que partearon tus manos, y porque, aún cuando el dolor y la servidumbre ajenos hacían sollozar tu dicha, el arco de los cielos tañía tus nervios estirados y tu gallo era el que despertaba a la aurora: tú, el que cantas, puedes cantar de veras, el apresurado retiro de los ídolos a su museo de cera y el inminente amanecer del Hombre. Edad de las manos analfabetas, edad del fuego, edad de la piedra, edad de los metales, edad galopante del vapor y el telégrafo, edad de la excursión al traspatio de los planetas ... ¿Y la edad del hombre, cuándo? El hombre atómico está en pie. Pero he aquí aún a la casta en su sillón de brazos, 137


los ángeles custodios de espuela y tizona, la gendarmería de papel y tcias, los bomberos con mangue:US de agua bendita. El pasado ¡: ..sepulto quiere aún estrangular el aire. Y si las cojumnas de ine r curJ e iciden la fiebre, las columnas de bancos, templos y fortines miden las pesadúlas heredas. La calefacción central del mundo sigue a cargo del infierno. ¿Los apóstoles del es p olio, los estrategas del fraude, los doctores de la ley del sudor amonedado? Aún se sobreviven lo, feligreses del más allá que llaman ángeles y vida eterna a su piel de gallina, y los que apagan su sed en los espejos en que reincide su propia imagen solitaria, y los nautas de lo absoluto en barcos de papel: todos soslayando con exangüe rubor de eunucos las nupcias paradisiacas de la materia y el espíritu. Pero este mundo existe. Existen los contrarios y la lucha y la común victoria (la aurora es un mero cuerpo a cuerpo entre la noche y el día) y el devenir que hace peldaños de sepulcros y cunas. El carozo del invierno se llama primavera. La montaña amotinada por el fuego se ciñe corona de nieve. Todo instante lleva carga de eternidad. Un mismo fervor revienta en corolas y cráteres. En el reposo de los nidos se incuban los vuelos futuros. Un día el hado comenzó a empollar en el cráneo de un simio el huevo llamado conciencia y las patas, ya manos, se aliaron al cerebro cimero perpetrando la altura cenital del hombre. Los dioses de la vida terminan siempre derrotando la modorra y las lápidas. ¿Domiciliar en museos a aquel cuya frente es la proa del mundo y arrestar el carro de la historia en el pantano del cangrejo cuando la montaña misma conserva su perfil de galope? ¿Que hasta hoy el hombre se ha vuelto contra el hombre como el potro asustado se vuelve a cocear el incendio? Mas lo viejo muere en vísperas de devenir eterno. Con letrinas se abona la tierra de los lirios. Y el hijo del lobo se ha vulo tutor oc reacúce. 138


i eo gorro oc el hombre detenerse en estatua de sal y de cuajadas lágrimas, y el nivel medio de los ombligos ha de seguir fijando la altura del horizonte humano? Enumere, amigo, en tus dedos los antaños recientes o remotos. Escucha el crujido de siglos y servidumbres derrumbándose. Tú, el que cantas, resucitando cada mañana de entre los muertos, alzandote sobre andamios y horizontes, ananca que la Legión Extranjera del ayuno, VesTda aún de escalofríos y calentándose con el ardor de sus llagas, quiere aullar su verdad por tu voz: que los arrodillados se alzan a orinar contra el cielo, que — llenes vejaron siglos en algún rincón de la noche quieren desfilar al alba por la "elle mayor de la historia. ¿Hasta cuándo cavar en Pi oasado ia tumba del presente? Huse cuándo la obsceni:d en'asada de los conventos, V los e'aueletos con espada al cinto, V los c amoiros con medallas y cintas de honor? ,Hasi;i ciititido el sudor y e' llanto evitables ttoSaT:1fl(io el río ms caudaloso del mundo? el iio:'obre hombreando a Dios, la Pro p iedad, el Estado, la Moral con dividendos Y toda lo impedimenta de sus alienaciones? Lo ilnrvisto y lo increíble son ya meros vísperas. El fiat tic la Revolución desborda los textos y los crúneos. El ei e ms. c ongelado quiere iniciar la av'ianráa. l..as banderas comienzan a volverse antorchas y arietes. Las puertas del futuro están ya ahrindose con rumor de aurora más allá etl odio carnicero y los miedos hervihçro pat.,o1n'•, cerebro del hombre escuche sus entrañas, Y la libertad y la poesía (¿no viste desdecirse al infierno en el cielo irisado de una lágrima?) sean parte del consumo diario par,: todos como el petróleo o las manzanas. El ::niinai autónomo, balando de los árboles y trepando sobre la zoología, se ren'ivento a sí mismo una n'iañana antes de inventar a Dios prestándole su imagen. El capa!- iocünatus está ahora irguiéndose por dentro. El labrador del tiempo, el jornalero de la historia, el hombre, va a salir al fin de so nrapc noche como

alba. 139


AILIME Después de lunas, o de siglos, vuelves a mí. Pasaste, es cierto, apenas rozando mis orillas de soledad y escollos. Yo quedé, aunque ignorándolo, un poco ebrio de tu misterio y de tu transparencia. Sólo más tarde, definitivamente tarde, supe que yo me hallaba en ti como el alba en el sueño de los gallos. Yo vivía sumergido en el campo hsta los sueños, emparentado con los pájaros que cuidan bien de no manchar sus plumas ni menos su alegría. Y tanta luz juntaron algunas de mis horas que en las sombras había siempre un poco de azul. Me acostaba en las noches de pasión y verano con estrellas desnudas. Y era mi numen a la diestra mi caballo a escape con su soplo, su espuma y su horizonte de mar, y su relincho trémulo de cielos. Sólo que había más, bahía más ab: Y era mi devoción de er tn claro como la sal y la verdad. Y fue así como me conociste en el nocturno de una cárcel. Y cuando alguien —.recuerdas?— abriera el calabozo para que entrara el alba, el alba entró cogida de tu mano. Desconté que tu ofrenda era tan limpia como la ropa de los lirios. Creí deletrear tu cintura y tu alma en el temblor del fuego o las palmeras, y en tu paso el acorde de los más hondos versos aún nonatos. Mas ni siquiera sospeché el horóscopo casi legible: tu fervor, 140


tu crucifijo de pasión y abrazos, tu rosario con cuentas de esperas y de lágrimas, y tu ternura más lujosa que el tornasol de arrullo del cuello del palomo. Después, después cayó aquello de golpe y ya fue todo demasiado tarde. Y entonces sólo atiné a vivir de la añoranza de lo que pudo ser y no fue nunca, evocando tus infinitos ojos apeándose en los míos como el cielo en los charcos, y la rima secreta entre tu andante y el paso de mi sangre, la acunada cadencia de tus caderas puras, la no tocada copa de tus besos: sospechada más honda que los lagares y la música, Lejos de ti viví como en destierro de mí mismo buscándote en mujeres diferentes, buscando a ratos escuchar de nuevo ese rumor de prisioneras alas que sólo en ti creí sentir un día. Y ahora vuelves a mi, vuelves a mí a enseñarme que si el amor de amores colinda con la muerte colinda más con lo inmortal. ¿Me embarcará en tus ojos hacia qué inédito horizonte? En mí siento vibrar de nuevo lo que de vuelo el hombre lleva en sí. Y he aquí que adivino sin esfuerzo por qué el sollozo de los violines habla con voz de ángel aunque los ángeles no existen.

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INDAGAC1ON DEL HOMBRE ¿Qué es el hombre? ¿Usted lo sabe? ¿Y usted? ¿Y usted? Y todos ustedes? Yo de mí sólo digo que entiendo poco o nada o quizá sepa más de lo que entiendo. El sujeto de máximo calado y horizonte —Si preferís, la bestia metafísica— ¿es a la vez la más hirsuta? No es fácil entenderlo. Se tatúa en el tórax un anda o el infinito, se cuelga del cogote un collar, a lo perro, se escalpa la mollera, se degüella el prepucio o todo el resto, para apersonarse a sus dioses, o se enllanta de oro la acéfala cabeza para obligar a otros a doblegar la suya... (Si estoy calumniando a alguien, que levante la mano.) Pasa el obispo o el cardenal color de sangre enjuta o fresca, pasa el Papa vestido de lápida o sudario. Pasa otro que se cuelga del cinturón de mando una muleta de dos filos, y el otro que baraja monedas o conciencias con manos de embalsamador egipcio, y el de la diplomacia de dedos de tahur y peluquero de señoras. Y los pastores, los pastores do la ganadería del becerro de oro. Parad bien las orejas. ¿El candor del alba manchado por una ejecución capital o una misa? ¿Crucificada la vergüenza en cada Vía Apia? ¿El sudor alquilado volteando los molinos del mundo? ¿Niños lactando ayunos desde el claustro materno? La casta deglute su caviar de huevos de serpiente, llega a la apoteosis del ombligo con su propia persona de lombriz solitaria, frente a las hecatombes nubladas con incienso o aullidos humanos tapados con td.u:r 142


Me advertiréis que eso no es todo el hombre. Me informaréis de su dialéctica, su música, sus sueños de varios pares de alas y otras travesuras de ex ángel, y de su intento de trocar la luna en una estación de servicio, y de firmar el bill liberador del átomo. ¿Y todo eso de qué sirve si aún tarda en emanciparse de sus legañas y sus telarañas? No será mucho escupirle la frente y verle tundir las orejas como burro con moscas. Mientras no intente alzarse sobre si de peaña hasta su total estatura, si no es capaz de eso que haga un auto de fe con sus sorbonas y museos y que eche por la borda su astronáutica y reingrese a su caverna. —Eh lorito ortofónico, dame la pata. Escucha. ¿Cuánta sangre ha pasado debajo de los puentes? ¿Cuánto llanto debajo de la historia? Y tú, el que se alzó un día en sus remos zagueros y comenzó a heñir el mundo con sus manos, todavía negándose al oficio de hombre, esto es, alzar sus manos al rango de sus sueños. Deja tu alma Occipital, tu contraitinerario de muertos y efemérides, tus diarias batallitas de salida o de estruendo. Villano, abandona tu villa. Púlsate bien el alma, para oír cómo suena. A ver, animate al escalofrío inédito. Perdónenme si deliro un poco. Pero el erecto hermano de placenta de todos los mamíferos, el animal funcionalmente cósmico —a través de su universal sustancia se cruzan las estrellas con su danza y su música y lo creado hace examen de conciencia— no puede ser peor que los demás. Eso es todo, eso es todo. 143


Todo cambia y avanza, hasta los renacuajos y tú aún dudando en la encrucijada como el ornitorrinco, mientras el diamante viaja desde la oscuridad del carbón y el subsuelo sólo a reclamar sus derechos a las facetas y a la luz.

PLENILUNIO Tú ya estabas oculta desde un tiempo sin días. Te habías ido llevándote la hegemonía de los días puros, cuando tus sueños y los míos, —sin un presentimiento— caminaban descalzos sobre el césped del alba. Yo había ya cesado mi batalla de angustia sostenida sin tregua hasta la última lágrima. (Oh, nada más que un tierno terror maravillado,) Esta vez divagaba por caminos sonámbulos bajo la luna llena, y había tanta luna, y había tanta luna, y luna, y luna, y luna, y luna, que el naranjal en flor era otro plenilunio Yo vagaba sin rumbo y sin ruido escuchando el crescendo del alma en el silencio, rememorando otras andanzas y otros éxtasis en los cuales tus ojos, tus cabellos, eran parte integrante de la noche, reviviendo una a una cada ternura tuya, tu madreselva de ternuras, digo, y ese sabor a edén casi vedado, que tiene, ungido en lágrimas, el beso, y nuestros corazones en su dúo sin pausa: el primer —amor--. último: inmortal y fugaz. 144


Recordando que a veces tu alma traicionaba quizá el pudor de la propia hermosura, quizá el presentimiento de una armonía de alas entre la gracia y la pasión. Y tus palabras últimas, adivinadas más que oídas, y, tal vez, pronunciables tan sólo por la música: que en ti llevabas nuestro amor, no con pulsos de carne, sino como una concepción sin muerte, como un feto divino. Y ahora ¿dónde estabas? ¿De qué destierro sin latidos, de que orillas de olvido y más allá regresaban alguna vez tus ojos a visitar mi más nocturna hondura? El naranjal brindaba coronas de azahares a la luna que terminó por olvidarse al fin de las montañas y la noche, cuando advertí, o alguien advirtió por mí, que mi alma también se había hundido ya detrás de su confín de noche y nieve, detrás de su innombrable cordillera de añoranza, agonia y nunca más.

CABALLO a A lberto A rbones

Lo escucho aún convidando a todos al rito del ser contra la nada, desde la cima de su grito (la pradera aumenta su verdor y la rosa su rubor), con su voz de alacridad, brutalidad y orgullo y no obstante con la íntima delicadeza del arrullo, alzada como una columna de su propia sangre en guerra, 145


tumbando muros y miedos, sacudiendo cielo y tierra: diana de amor alerteando a todos los dormidos en vetos, reposorios, cuevas o nidos, salida de las vísceras latientes y de las catacumbas, subiendo al cénit y rebotando en el hueco de las tumbas. II Lo conocí una mañana, recién apeado en nuestro suelo, también bajado (con cigüeña o sin ella) de algún cielo: canillas de zancudo, rabo en alto, el mosqueante hociquito mojado aún en leche. Los ojos, dos gotas de infinito. (La yegua, con todo el azoro y la ternura por carcoma, dejaba entrever un corazón en forma de paloma.) Lo mirábamos como la abuela al hijo de su hijo. Verlo era, para ojos y alma, una ducha de fresco y regocijo. Con medio cuerpo afuera el alma ventanera estaba descubriendo el mundo, y toda la primavera era sólo la alfombra de su galope en ese viaje suyo a la redonda y sin tope. El reciénvenido a nuestro valle de lágrimas traía, antiquísimos y frescos, la luz y el rocío del primer día, y por delante todo el tiempo, como pista adherida a sus patas, venteando, en las pausas, la poesía de las auroras nonatas. III Piafaba, crines en vuelco, llamando a los dioses del subsuelo, tal vez soñando abrevarlos de vuelo y cielo. Su relincho inventaba en verde su propio horizonte. Alguna vez, él y yo hicimos peaña de algún monte encanecido de siglos y nieve, perdidos poncho y crines en el nubaje aleve. Más de una vez, cruzando noche y sueño, advertí al vivo que tal cual estrella me quedaba debajo del estribo. Del numen que era su tirano se defendía a gatas, siendo su envión al más allá sólo un zonda en cuatro patas: numen que confundia pista y correr con universo, me sobornaba trasegando su ritmo y fervor a mi verso. IV Su suerte (¡así fuera la mía!) no le esperó de soslayo. Hijo del viento y la nube, un día lo enfrenó el rayo. En ofrenda a no sé qué dioses ni según qué rito finó así, celestemente, como un héroe de mito. 146


(Nunca volví a escuchar tanto silencio y adiós como cuando me dejaron sus cascos y su voz.) Aún siento en sueños su alerta de júbilo y resurrección o el crescendo de su galope, aunque es 5i0 mi corazón soñando un cielo araucano de tropel y felicidad en que jinetes y caballos galopan la inmortalidad.

CONMEMORACIÓN SIN PAUSA A mi hijo Lito

Así te vi y así te veré siempre. ¡Cómo te quiere el campo que abre de par en par su cielo al divisarte! Adornada de polen y de abejas la mañana te lleva de la mano y la rosa más púber alardea su consanguinidad con tu rubor. Los pájaros en lidia se reparten las sílabas más claras de tu nombre. (Tú te sabes en cambio la cantidad de cielo que infla el alma del pájaro y qué caudal de música resiste.) De muchos modos te estoy viendo, oh innumerable. Amaneciendo en la alegría —la edad de la sonrisa sin arrugas— con los brazos en alto, quiero decir, tus alas de paloma en descenso. Julia, te veo junto al mar, estremecido plinto de tu estatua, o cuando tus cabellos se derraman eclipsando las joyas de la noche. De tus enamorados ojos se enamoraba el mundo. Los girasoles mismos volvíanse hacia ellos. ¿Cuántos otoños de dulzura vendimiaban tus labios? 147


¿Voces de cuántas novias resumía tu voz? ¡Qué poco era tu carne para el caudal de tu alma Porque todo caía en un divino olvido si el amor te citaba a su entrevero de sollozos y de éxtasis. Pues quizá desde siempre caminábamos al modo de dos ríos que juntan sus viajes para llegar al mar. Así te veo ahora y así te veré siempre. Si hay algo puro en mí es lo que tú sembraste. Tu recuerdo será mi porvenir ahora.

ESTRATEGIA CONTRA LA NADA

Todo el hombre regresa a toda la mujer y el edén recomienza. El cuerpo humano, cuna de los dioses, y la pasión, hija de la luz y del anochecido demonio de los bosques. Estrategia del ser contra la nada, contratiempo único del tiempo. Eso sé y que después de todo soy sólo un muerto de hambre de amor y sólo eso. ¿Que amo? Luego soy. Yo quisiera que todas las mujeres tuvieron una sola boca para una vendimia sin pausa, que todas integrasen la cabellera única para emboscarme en la sagrada selva. (Ya sus voces perforan mi sangre hasta su fuente, sus ojos, sin soñarlo, amotinan mis sueños, sus demoradas curvas me cierran los caminos.)

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II Revivo o vivo el milenario rito. Una vez más la desnudez amanece en la sombra su antología de candores. Pero ya el ecuador de la cintura difunde el clima inédito. Embriaguez anterior a la del vino, inmemorial memoria que en nosotros se esconde, me entreabre pupilas en las venas y siento parpadear las yemas de los dedos. Barcas llenas de frutas navegan sus caderas. La danza de las curvas y su vórtice vibrando como un verso o un planeta. La tentación triunfando en dos pezones más que en cesta de fresas o rubíes. Me bebo la blancura como en cuenco de leche. Mis latidos de tigre y mi lengua de tigre se roen hasta el hueso las reveladas formas, y mi fervor libando lágrimas y rubores como el hierro encendido bebe el agua, o queriendo aprenderse de memoria los mitos archivados en su piel, la rima de dos almas a través de la carne. Mas ya la castidad vuelve a pie enjuto por sobre los pudores degollados. Ya sus manos regresan con ademán de fatigadas alas, y el Otro firmamento que en los ojos comienza; y mi codicia de su corazón, en vuelo más azul que sus venas y sueños, va remontando el mío que se queda escuchando su silencio como se escucha música entre sueños. (Todo esto, es claro, si antes no se vuelca en un llanto horadador de piedras.)

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(1UZ i)FL SUR Océano del Todo y su pleamar de estrellas. El corazón ciprés apretado de sombras apuntando a lo alto Allí, tú, sin parangón y solitaria entre las populosas procesiones Cruz del Sur, encrucijada madre de todos los caminos de la sombra. (Qué, la materia en movimiento dentro del tiempo y el espacio, son, Cruz del Sur, tus cuatro brazos? Cielos y cielos superpuestos como las capas de la cebolla, pisos y pisos de estrellas de una geología sin cimientos y distancias sin fondo que la luz encanece recorriéndolas. Estrellas recién entreabiertas y otras marchitas o aventadas ya como vilanos de cardo. Astros galeotes, amarrados a sus propias órbitas. Ronda catonga del sol y sus secuaces en un rincón perdido, Empedrado de soles de la Vía Láctea. Turismo desmelenado de los cometas, pero que pese a todo no infringen sus órbitas. Me sorprendo una vez y otra chupándome el dedo. Sin darme cuenta paso del teorema al éxtasis. Percibo de algún modo (podéis creerme o no creerme) el torbellino rítmico de los periplos. Mi anocaecida hondura prohija por su cuenta el constelado enigma ( podéis creerme o no creerme) duplicando en el mío el latir de lo Unánime: música total y que se escucha a fondo no bien cesan los otros ruidos, 150


Me asedian las preguntas sin respuesta, enroscándose y silbando, y la noche escondiéndose detrás de las estrellas. ¿Y ahora qué? El cenit y el nadir juegan conmigo al escondite, y me doy de narices contra la eternidad. Mi ombligo y el de lo absoluto son el mismo cero ¿A quién pedir socorro si Dios estaba aún en el huevo cuando el Universo se sacó de sí mismo como el prestímano saca una paloma de su sombrero vacío? Me tiro de una oreja para recobrarme y una carcajada me responde. ¿Dónde? ¿Qué puede hacer, qué puedo hacer? ¿Quién salta por encima de sí mismo? Busco poner mi fe en el latir de otras criaturas (bajo otros firmamentos y calendas) con seso y manos iguales o más sabios que los nuestros. Pero me digo al cabo, escupiendo a lo lejos, que eso no vale más que un tedéum o un picnic... El quid se escapará siempre de las lentes y las álgebras como arena de entre los dedos. Quizá es más obsceno que el de violador de tumbas este atentado nocturno contra la integridad del Ser. ¿Meter la bóveda de la noche en la de nuestro cráneo? ¿Meter la pata en el pozo desfondado del átomo? ¿Dónde se archiva la fe de edad del Primer Día? ¿Quién entrevió las costas del Más Allá? ¡Y sin embargo yo, el hombre, intento pisarle los talones a la luz, sacarle la lengua a la gravitación universal! Mi razón tiembla otra vez amagando apagarse (la muy nocturna rebota la luz como los búhos) y busco cobijarla en el hueco de las manos. El alma se me ha vuelto carne de gallina y su tiritamiento contagia a las estrellas . Navegantes somos ¿pero hacia dónde vamos, Cruz del Sur, hacia dónde?

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ESPARTACO Roma se ha criado hasta ser el tumor del mundo. Todo lo que es creación pionera, alumbramiento de las manos se halla custodiado por la cadena y el látigo. Atraillado ya el resto de los hombres el romano comienza al fin a paladear la historia. Sólo que ya todo placer le sabe a arroz blanco si no está sazonado con aberración y crimen. La brutalidad más ronca rima con la voz del eunuco. Apoteosis del vientre y del bajo vientre. Las mujeres lo son apenas de la cintura abajo. Los hombres se acuestan con cualquiera de los dos sexos coma ia lechuza inmóvil que mira hacia adelante o hacia atrás. El postre más exquisito del banquete es el vómito. CicerrSn., el cuervo rie pico de oro, ha hecho la autopsia del corazón de Roma y ha graznado en latín impecable la ley del esclavo, herramienta parlante. Vale más que varios esclavos, un caballo cuyo servicio exige la vida de varios esclavos genuflexos. El esclavo es el buey que rumia su propia hiel. Su vida es la gimnasia de su ascenso al patíbulo. El sueño del paraíso, o sea del día sin látigo, (el látigo volviendo a su lomo como el mar a la playa) no baja más hasta su alma yacente. Y si él baja a la galera o la mina su hedor a roña y a bosta se borra en su olor a tumba. Sus pesadillas tienen siempre forma de cruz porque en ese infierno inferido a la cara del cielo no hay resurrección en el día tercero y la suma del dolor rebasa las fronteras del tiempo. El teatro de Esquilo, la mayor cima griega, ha sido aquí relevado por el circo donde los hombres se desnudan de su humanidad y de sus vísceras para que el romano estimule su digestión recargada y la plebe dé asueto por un rato a su odio y su hambre. Mas he aquí que Espartaco se ha dejado ver a lo lejos azuzando jaurías en dos patas que ni siquiera ladran el mismo idioma, Y he aquí que las legiones de Roma van por vez primera a recitar de memoria y en coro el alfabeto de la fuga. 152


Espartaco, sin otra cota de malla que su red de cicatrices y sin otro heraldo que su espada, —más blanca en su faena que espuma de galope o torrente—, y Roma temblando ante él como ante el esposo la esposa destapada en adulterio! Espartaco, el pobre, siente que el trémolo del universal dolor esclavo se ha encovado en sus huesos. Es lento en la cólera y habla sin llegar al grito, pero igual su voz tiene horizonte de montaña. El vengador profético de la historia (siglos sepultos y siglos de augurios confluyen en él) supera en una cabeza la alzada de filósofos y héroes. Es el hombre de más devenir erguido sobre la tierra. Avanza ya tan dentro del futuro que donde él llega comienza a amanecer. Puede escupir en la cara a todos los dioses que eclipsan al hombre.

EL IGUAZÚ SALTA El trópico aquí rompe su dique de ascuas vivas y el agua se desviste y revela de golpe su desnudez velada de diosa primordial. Lo genital del agua dulce de los orígenes con su blancor de médula, de raíces, de cuna. La espuma hecha relámpago que se torna costumbre. El río que se tira de cabeza en el mar (aunque está tan lejano) asumiendo en el día la espantosa hermosura del incendio en la noche. Millas y siglos de agua hecha emplumada flecha. Lo fugaz y lo eterno en abrazo nupcial. Un estampido inédito que se queda de guardia. Un tumbo que resume los tumbos del océano con trémolo que cala los huesos del planeta. La tierra regresando a la edad del helecho, mucho antes del verbo y del relincho, antes de que árboles y bestias iniciaran su curso. Humedad de diluvio de la piel hasta el alma. 153


..JuJJi c, aquí hallaron su pila bautismal tu alarido y tu llanto y se ungieron tu pujanza y tu música. Orografía de agua, orografía de agua. El agua que se inventa un litoral en pie. El río con su salto de ciervo o de arcoiris, en ademán de Génesis, trazando su horizonte. He aquí el río, amigos, izándose a si mismo entre árboles que roban su estatura a lo vuelos, desplegando de pronto su bandera de paz, mejor que la del hombre con palomas y olivos, creando con su espuma un alba permanente (albo padre de todos los verdes de la tierra), mientras de lo alto baja el clima de la oroiiide. Ya la geografía una albricia se vuelve, amamanta los prados y las ganaderías, reparte el pez y lleva a hombro nuestros barcos. Júbilo semental enc bi tan' 'unas. Arrojo de los potros más intensos de América trincando aquí los vientos de su ímpetu y sus crines, ahogando sus relinchos en sudores de espuma. Más por debajo de eso, ya la promesa en marcha del tropel de millones de caballos de fuerza, digo la fuerza uncida a rodajes y válvulas. (El calor a trasmano del sol y los volcanes y la luz sin permiso del fiat luz, amigos.) Detrás del horizonte están los altos hornos de la geología con su caldo de rocas. La pampa con sus mieses y su pan para todos y su nivel de piso de horno cabalmente, y el girasol que rige el arco de los soles. ¿Aquí el agua es ya tiempo bajo un color de lápida? Oh, ved hervir la vida en su cráter de espumas. Y he aquí al hombre, el hombre tal como lo sabemos, con su sangre en que corren el cosmos y la historia, hospedando el abismo, temblando ante el enigma, mas con su alma, arpa eolia, ebria del propio soplo.

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EL DIAMANTE a Mario Roberto Todo cambia o asciende. Ni la tumba está muerta. Y la ceniza misma preñada está de gérmenes. Cuando una vez el rayo, tal vez sólo por celos, arremetió a la selva que iba nublando el mundo la llapa galopó sin duda años y millas. Y entre el sol y la llama, cual menos o cual más, la tierra fue poniendo su verde al rojo blanco. Mas, al cabo y a tiempo, se apearon las nubes. Y sucedió el sepelio del carbón y su luto con su albo sudario de ceniza, por cierto, cavando en la tiniebla que no espera luceros, más nocturna de juro que el olvido y la tumba, a trasmano del ruido, el espacio y los tiempos. La madera trocada en sombra de si misma, en catalepsia última, regresando a la piedra. Sólo que los desfiles de soles del terciario, la rabia amotinada de veranos y lavas. latía en aquel trópico enterrado por siempre. Y un día entre la selva de otoño de los siglos el carbón ingresaba al reino mineral. Y otro día, otro día, al cabo de los evos, (oh estrategia insondable del ser contra la nada) ya vencedor del tiempo, fue alumbrando el diamante.

MADRE CENIZA a A ntonio Requeni

Empollante paloma sin arrullo, paloma de la paz tumbada de su vuelo. Bandera de la paz, sin flameo ni asta Hermanita dormida del humo en vuelo prófugo. Posteridad del fuego, mortaja de si misma. Sequedad más allá del rayo y del desastre y la siesta que duerme en el carbón nocturno. 155


Una sed más sin fondo que la sed de los médanos. Polvo másgris que el otro y más allá del otro. El silencio y la ausencia en un lecho de nupcias. Insondable sordera. Sueño sin sueños ya. ¡Ay, yacente reliquia del fuego derrumbado, absoluto lindero de toda vida y mancha! Y no obstante preñada de gérmenes ubérrimos, como la propia greda del edén, oh Ceniza.

EL ALMIRANTE DE LOS NÁUFRAGOS Con almas más caninas tres veces que los perros con que dan caza al hombre por el crimen de leso Pentágono —ser hombre— vienen las boinas de color de bilis y moscas de cadáver. Un ejército entero contra un puñado de hombres. Cinco naciones, justo, contra un puñado de hombres. Un cielo bien nublado de aviones y de cuervos contra un puñado de hombres. Toda la cobardía y la mugre bimanas remontada a los cielos contra un puñado de hombres, y aún tiemblan los aguados cojones de alquiler ante esa sola sílaba insufrible: ¡el Che! ¡el Che! ¡el Che!

Y en tanto él y los suyos desafían a la bestia mundial babeante y erizada de dólares y crímenes los prudentes del mundo se han cruzado de brazos como en un circo, sí, como en un circo, presenciando la escena inenarrable: los izquierdistas ambizurdos los curas accionistas de las fábricas de armas los de la democracia con cruz y dividendos, los sedicentes hijos de Lenin ya en un sillón de ruedas. Han muerto ya los suyos hasta el último —Joaquín, Braulio, Alejandro— o están muriendo ahora —Tania, Peredo, Cubas—. Los cirujanos de la muerte avanzan. 156


Olor a tumba abierta se exhala de sus fauces, pero la muerte es ñata y no los huele, ella que busca ahora sólo auscultar un tórax entre los otros, oye resollar de leones en su asma. El Che aún combate. Está sin piernas, pero aún combate. Detrás de su melena y sus heridas, sangriento, sudoroso, ululando, tosiendo, con reniegos, con lágrimas, con gritos, ardiendo y humeando, tumefacto, escarlata, espantoso, supremo, demonio puro traducido a arcángel, gran señor de la vida y de la muerte, hijo y padre de hombre ya cabalgando sobre las edades. Una muerte asustada de sí misma por haber intentado matar lo que no muere. Pues siempre hay un peldaño más bajuno en la escalera del descenso humano. "Tiren, no tengan miedo." De su luz sólo queda una sonrisa de desprecio capaz de congelar el trópico. Como perros que mean una mata de nardos adaver asesinan ahora y mutilan la mano que entreabría el futuro. Mientras tanto su América se hace crespón y nubarrón de golpe, y la tierra se arruga como gusano hollado y los montes doblegan la testa encanecida y enronqueciendo de repente los ríos acarrean hasta el mar sus sollozos; y en tanto el viento aúlla a las estrellas por su amo perdido, nubes y almas inician un temporal de llanto, un llanto de cuchillos fundidos gota a gota. Pues dicho está que todo agravio resultó impracticable contra un quidam que cayó para alzarse sin derrumbe posible. (Su boina asciende a gorro frigio del continente que alza al fin sus puños.) Triste de él en la noche de la hecatombe ciega, feliz de él en la aurora de su muerte sin tumba, 157


el Che, el Che, el Che, muerto de días, pero no de sigle».. joven ya para siempre, aproximando ahora más que nunca, la juventud y púrpura del mundo hacia el alba del nuevo crecimiento.

EROS Eros viene a nosotros con el alfombrado sigilo de la noche y las fieras, con su arrullo rematado en quejumbre o rugido, con su dulzura y acritud de colmena. Por él, que trabaja las raíces y los pétalos a un tiempo, el polen del mundo llega a nuestra médula. Hambre de hermosura más honda que la sed misma. Sospechamos que el vaivén de las corolas y las olas prefigura el de las curvas de nuestra hembra, y que las flores, órganos sexuales de las plantas, asumen el rostro de nuestros sueños más etéreos, y su aroma transporta nuestro corazón allende la sangre. La rosa de los vientos del amor nunca pierde sus pétalos El Cantar de los cantares de los pájaros usa el ritmo y las rimas de las alas en vuelo. Su misterio de nube y rayo transparenta la carne. El cuerpo resulta cauce angosto para el caudal humanc aunque un espeluzno de luz redima su sombra. El inmortal deseo enloquece lo efímero. El que se arranca las espinas con los dientes como los perros. Eros, el dulce dios implacable más allá de lo fúnebre, que junta voluptuosidad y ensueño como tórtolas consortes, y cambia el soplo en suspiro y los pétalos en labios, y por quien la lira deviene más honda que las álgebras y la eternidad preside al instante del beso: el que abriga dos escalofríos bajo un mismo manto y abreva dos ées en una misma copa, el Himeneo, nació cii l a sombra de los bosques, más antigua y sagrada —le la de los templos y menos indescifrable que i— de los oráculos. 158


La escondida herida de la hembra es corola de pudor y el altanero cetro del macho se corona de azahares. El sexo de las almas se oculta en su profundo edén. El Amor existió y existe antes de los amores. (Sólo el rubor de la luz, llamado aurora, se parece al suyo.) Su batalla es muy anterior a la pequeña batalla del trabajo, la guerra o el pensamiento. Quien nunca se enamoró con todos sus latidos (Oh, puro analfabeto de la felicidad!) ignora el amor como el diablo, solterón irredimible, o como el tiburón ignora los jardines de la tierra. Retorno sin pausa a la unidad de los orígenes, Amor, sepelio diario de la muerte. La desdentada boca del sepulcro se ríe de la nada.

NADERIA DE LA MUERTE Al otro lado de la Noche hay sombra y hay estrellas todavía. Al otro lado del sepulcro la vida se levanta de la cuna. Es sólo la añoranza de la muerte lo que nos veda ver lo vivo. (Como el avance y recular del mar, • las quijadas del camello en rumia, • el ascenso y descenso de la savia son la vida y la muerte en el juego del ser.) Puede la muerte sepultarlo todo, pero la vida se alzará de nuevo usando de macetas floridas los sepWcros, los cipreses de tirsos. El polvo de los pólenes reduce a nada el polvo de las tumbas. Un cualquier nacimiento difunde más aureola que la muerte más santa. Que la muerte se muere de muerte repentina en cada parto y cada brote nuevos. 159


El milagro abismal es que la muerte preñada está de vida: la que iza contra toda palidez, rojo de flor y fruto, el arterial granado, y el geranio en los patios mañaneros y la cresta y el canto de los gallos. ¿El sudario y la lápida y el féretro de lujo? Es más puro el candor de nuestros huesos y nuestro cuerpo hundido como el grano y confiado al triple amor del sol, de la lluvia y los días. Las manos puras de la vida amasan, con cenizas y podre, corolas y cerebros.

AQUÍ Y AHORA Yo aquí y ahora con mi jornada de águila y mi noche de búho. Amo la veleidad y eternidad del ser, los contrarios en guerra y el devenir en triunfo: el fuego heraclitiano que ignora la ceniza, los dioses (desecados en libros y museos) que están latiendo aún en los flancos del cosmos, las raíces que aciertan con los ojos cerrados. Y amo los anaqueles y archivos del gran bosque con sus hojas bilingües de ciencia y de misterio, sus pájaros solfeando con sílabas de edén. Y amo los verdes climas de la lluvia, la preñez numerosa de la espiga y la vid. Amo el incesante mar con su blanco mayor de espumas y gaviotas, con su sal de sudor y sangre y llanto de hombre, con su abismal latido de hombre. Y amo las piedras de la altura con su invierno de polo, su ecuador de volcanes, su pura idiosincrasia de siglos y tormentas, y desde luego amo la carne de las rosas que se ahonda en la tuya. Mas me vuelvo de nuevo con porfía de brújula hacia el alma a media asta de los hombres, 160


hacia el jadeo de sus dudas. escuchando sin tregua la resaca del sudor mercenario y el llanto remediable, y pese a todo saludando con promoción de aurora al que apenas se oculta detrás del horizonte: el agachado que descubre que el seguro del pájaro son sus alas en vuelo e iza su estatura meridiana aplastando su sombra. (El sudor de su frente le irá ganando al fin su luz de cada día.)

INTEMPERIE En un desfondamiento de las distancias últimas el infinito inunda por todos los costados. ¿Qué vamos sonsacando algunos de los modos más someros de lo que fue y es? Si, pero ¿y los intríngulis mayores de la Esfinge? ¿Los teoremas vivos sin solución visible? ¿El trasfondo del átomo más abismal que el de la estrella? ¿Esa ilusa frontera entre carne y espíritu y sus perpetuas invasiones mutuas? ¿La tensión del bincmio centrífuga y centrípeta del ser? Y el Todo guaraciéndose en si mismo y siempre Un más allá después de otro Los cazadores de absoluto detrás de su jaurla de números y de ángulos. El abismo atrapado por las álgebras y el fenómeno y el nóumenos, o al revés. ¿Y cuántos universos abarca el Universo? Y cómo hacerlo entrar en el cráneo humano! Ay, la quimera misma ¿no es el segundo nombre de la realidad? ¿No son los seres todos mascaradas de una sola Persona? Y mientras tanto apenas sospechamos 161


el aquende y allende de nuestra alma, y no :;e halla ni a medio hacer la sonda que aspira a averiguar nuestro cimiento. ¿Hay caracol que se hunde más púdico en su concha que nuestro espíritu en la suya? Nuestro temblor ante lo incógnito es de vedija al viento Logró el zoófito inventar un día el tramo que iniciara la escala de lo vivo. Pero la creación analfabeta sigue ignorando al hombre. Y él apenas, apenas si ha iniciado su gira a través de su propio zodíaco de enigmas.

DIVINA INFANCIA a Maysi y Ckinoe

El trémulo conjuro de cuatro manos enlazadas intentando a porfía aprisionar el éxtasis. En las dos niñas de los ojos vuelven sin marchitarse las albas de la infancia. Tiene el amor la forma incesante del vuelo . ¡Oh, brazos abrazados, buscando hacerse alas! No se puede quemar incienso en dos altares y nadie sabe de otro amor divino que el que erigen los émulos de la pareja humana cuando logran su cima amanecida. Eros es más antiguo que la noche y el miedo, y el ritmo de las cunas y los lechos nupciales se anticipa en el ritmo del mar y las estrellas. Y hay que a través del nuestro habla el latido de la carne del mundo y del universal epitalamio. Tan sólo el amor puede burlarse de la muerte al modo que del búho los pájaros del alba. Y sin él, acaece que la belleza misma es abeja machorra. Oh poetas, el beso es la rima viviente!) 162


¿La sangre hecha de furia y ternura y rubores? No da jamás la vida latidos de más púrpura aún temblando ante el enigma como papiro al viento. Mas nada ocurre si la llama no logra alzarse en lumbre desde el valle del nardo a la colina del incienso, digo si el alma en vuelo no alza en vilo al vientre. Eros no es un regreso hacia la infancia humana. Es la infancia de un dios.

DEMETRIO URRTJCHÚA a Gilda y Mario Guerra

Una autenticidad irrenunciable. Un ademán, un paso suyo tienen valor de autógrafo. Sus ojos de diamante pueden rayar el vidrio. La niña de sus ojos ha presenciado toda la obscenidad del gran espanto, sin enturbiar su ingenuidad, sin perder su irisada sonrisa de rocío. De pronto su pincel es una antorcha y desnuda de sombras los rincones vedados. O ya se muda en tea izadora de incendios. Hagan silencio, amigos, un silencio completo, y escuchen su pintura. ¿No sienten la garúa del llanto a la sordina? ¿No oyen los gritos y el crujir de huesos? Oigan los pasos de la muerte calzando botas militares, disfrazado de sable moruno la guadaña, o vestida de obispo, con su lápida al pecho y alzando el cáliz de una calavera. Mi camarada pinta las manos rezadoras que estrangulan la voz de los videntes y cauterizan sus miradas. El no pinta la suba del salario 163


más sí su muerte próxima y la suba del rubor a las frentes y la de los taliones a los puños en alto. Hoy a través del Dante y su teología él llega hasta un infierno más rojo y a la vista que hay que apagar al fin si es que marchamos hacia esa alba futura que el hombre lleva adentro. Otro sí digo ahora: que no hay lápiz labial que reemplace al beso. Cuando Demetrio quiere, sabe con púrpura de besos elaborar su tinta. Y entonces, más rosada que nunca, sobre árboles y pájaros pintados hace poco, y una aurora pintada con un pincel de luz, aplaudida de cantos y de alas, la vida recién comienza a amanecer.

EPIFANtA El polvo de museos y altares es más fúnebre, no lo dudéis, que el polvo de las tumbas. Todo lo nuevo asusta al viejo hombre pipiolo como el desierto asusta al caballo de establo. Si el pensamiento pierde confianza en sus dos puños (precisa más arrojo que el mar y los piratas) está perdido sin remedio. ¿Qué todas las carreras circuncidan la hombría? No hay más carrera que la del Hombre hacia su meta inédita. Guarda el pobre su vieja conciencia en una cripta buscando redimirla de un pecado heredado, y su único pecado es su pía costumbre de tiniebla, de miedo y de sevicia de la que sólo él puede redimirse restaurando a su modo el palimpsesto edénico. Si el nocturno del mundo amanece en el hombre no ha de ser el pasado la tumba del presente. 164


La vieja forma humana está marchita ya. ¿El más meditativo y activo de los entes ha de quedarse al pairo? Para que el hombre marche delante de sí mismo (la estatura del águila la define su vuelo) ya todos los demonios y dioses emigraron. Los cielos certifican la belleza creciente del devenir humano.

OTOÑO

Sí, el que hace de sangre y alma un solo trémolc, y tiene ojos tan puros que se asoman al otro lado de la noche y sorprenden la faz de lo Desconocido y le iluminan la sonrisa en retorno de júbilo a la unidad de origen, derrotando a los dioses del pecado y la muerte. Él hombre, viajero de la noche y el llanto, en busca siempre de un refugio virgen donde la luz asciende del rocío hasta el trino, si bien la flor soñada hay que cogerla al borde del abismo. Allí nos encontramos sin saber cómo, oh! musas, aunque ya se asomaba a mi presentimiento tal como el vuelo en el pichón implume. ¿La primavera, acaso, que entreabre, yemas, ventanas y corpiños? No, sino en lo más hondo del otoño. Y aunque siempre en sus ojos su sueño está partiendo hacia una patria incógnita, en la caricia de hoy todos tus dedos se te vuelven pétalos. (Como otros hasta un cielo no visible desde mi soledad terrera asciendo al firmamento de tus ojos claros.) Ya nuestros corazones se ciñen más que nuestras manos 165


con esa sed de más allá que entretienen los besos sin poder aplacarla. ¡Tu desnudez y palidez sagradas con raíces sacadas de la hondura! ¡La enredadera no desenredada del azul de tus venas y sus sueños, y el ecuador de tu cintura uniendo y separando las zonas tropicales de la sangre! (Hemos desembarcado en una isla que no registra aún el mapamundi, donde las primaveras sepultadas resucitan de golpe.) El mar, el mar que mima tu fresca descalcez, el mar que ahora roba tus rastros en la playa, el mar que ha modelado tu cabellera suelta, con su onduloso andante de vértigo y de gracia, el mar que te ha devuelto tus mejillas de infancia y un poco del azul ultramar de los sueños te deja en la mirada: el mar que pone en rima la furia de su espuma y tu candor en calma, mientras en esa caracola (perfil de abismo y corazón empalman!) que ahora auscultas en la arena te dice sin querer su insondable palabra. Navegante de amor, eso soy, y no más con mis propios latidos como remos sin pausa con todo el sueño en la arribada pura al litoral sin fondo. Pasan ahora bajo mis manos tus latidos como aves que trasmigran por un cielo nocturno. Tu inspiración regresa con la sabiduría de los modos del alma más suaves que el olvido y más profundos que los violines, mientras bebo en tus lágrimas tu pudor estrujado. Cierras los ojos porque tu sangre se ilumina (Tu dicha cobijándose debajo de la mía y tu éxtasis y el mío agonizando juntos.)

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ESTELIAL Nos mimbra la estatura de la noche la noche que se esconde detrás de sus estrellas. La Vía Láctea atraviesa su fantasma de lira recelando una música sin fondo. Tal vez el tiempo intenta uno de esos instantes que hacen vibrar lo eterno en nuestro tránsito. Aquí en los muelles de la noche como siempre tu alma está partiendo hacia cualquier estrella. El asombro sereno de suponerte mía vive todo el misterio de tu gracia tan constelado como el de la sombra. Sueño versos que unieran en su rima la suavidad sin fin de tu pelo y tus sueños al enigma de luz que hay en tus ojos: tus ojos que hacen olvidar tu cuerpo tal como el cielo hace olvidar la tierra. Mas ya bajas los párpados temiendo quizá que la excesiva vecindad de tu alma pueda parar mi corazón en seco. A tu lado la noche blanquea antes del alba. Sueño que a dúo nuestros corazones cruzando están el signo de Estelial, el custodio de alas alumbradas de estrellas vencedor de la noche y el olvido.

CORDILLERA

Más allá de las nubes todavía la piedra, piedra por sobre el trueno, pues aquí el tiempo mismo se disfraza de piedra. (La piedra nubla ratos tierra y cielo.) 167


Bajo sus alas lóbregas los cóndores cobijan las cimas color alba, y abismos más sin fondo que el bostezo del hambre o de la tumba. El aire todo es un cristal de aumento. Las lejanías más hurañas están a tiro de ojo. Aquí ya no hay sudor, ni lágrimas ni sangre, pues todo lo restaña a tiempo el frío que amenaza escarchar hasta los pulsos. Eso sí, hay otras cosas. Los mogotes jugando al escondite, digo entrando y saliendo de la niebla. Y el trueno que se viste de nube y de sigilo hasta el instante del rezongo, cuando las peñas tiemblan como gamas copadas por los perros. Y los cerros que a veces se encabritan hasta desensillarse de su nieve. Alguna mina destripada bosteza socavones. Puede a uno alzarlo en la uña el viento que avienta el pedregullo como polvo • sacude las nubes como cortaderal, • el viento blanco, el viento que secuestra pisadas y distancias con su color de lápida y sudario y su intención más negra que el olvido. II Eh, trepar y bajar por peldaños de climas la madre Cdillera, la huella amojonada de osamentas las alforjas rechonchas de yareta o de cuerno para pelearle al frío en la noche concovada. Medio siglo tranqueó por estos altos pagos Isidro Sanduay, boleando una pierna sobre esta cumbre y la otra, chocando los estribos contra el tiempo hecho nieve, comiendo cordillera sin pausa ni descuido detrás de la boyada. (Ya la puna acogota el resuello del hombre 168


para risa y rechifla de los bofes legüeros del viento en desfilada.) Mirar por sobre el hombro las crestas más altivas y los toros midierído con los suyos los cuernos de la luna. O el copo del nubaje hilando el temporal. Barajando su poncho con las nubes, orejeando horizontes como cartas de naipe, o en las orejas de la mula brujuleando las trampas de la suerte. (En un rebuzno largo abortado en sollozo una mula contrasta estos pagos de nadie con los soles y verdes de sus ya hundidos pagos.) Se escucha el zumbo diagonal del descenso del cóndor, el zapador de cielos encimados. O las cóncavas úes del ulular del viento, y la torada llorando los arreos que amortajó la nieve. Pese a toda su ciencia cumbrana y su denuedo (siempre arreando sus días por comisión de otro) Isidro Sanduay cayó en la alta emboscada un día. Los cóndores pudieron interrumpir su ayuno. Los riscos y cardones alcanzaron a heredar sus espuelas.

FEMINEIDAD MARINA Lontananzas huyendo en fila de orcas. Un horizonte unánime anterior al terrestre. (Los días de la tierra emergieron del mar.) Fragancia tónica y total. Universalidad del trémolo. Fosa común y tránsito. Resurrección antes del tercer día. Vegetación primaria aún migrando en las algas. La noche del cimiento elabora las perlas de oriente más preclaro. 169


La boca del escualo se abre como amapola y los tentáculos del pulpo intentan enredar el infinito. Padre nuestro que está entre nosotros, multiforme y multánime demonio, mar, siempre echando azahares a los pies de la tierra. ¿Piensas haber embotellado este diluvio horizontal, este convulso firmamento? ¡Hombre, no podrás nunca destetarte del mar! Navegan en tus venas peces y barcos prófugos y en lo más hondo de tus huesos zumba esa canción sin fondo de las ondas salobres que quieren refrescarte la memoria del gran misterio consanguíneo. Aquí está la unidad originaria del sexo y sus dos polos creadores, la bisexual potencia. El mar, el mar recula, pero vuelve al asalto como la carne en celo. Mujer, hombre: la sal del sudor y la sangre está en el mar que no desmiente el sabor de las lágrimas y el ritmo del sollozo. La misma pauta mueve las olas y las cunas y la cambiante espuma prefigura la sábana nupcial y la mortaja, y el candor de la sal y de la espuma venda los ojos del abismo. La diosa del amor nació del mar. La mujer tiene su convexidad y su concavidad y sus curvas de enlace, y su andante y su vértigo, y revive el recuerdo de su cuna en la profundidad de sus sueños nonatos. La marea montante se duplica en sus pechos.

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SERVIDUMBRE Su recuerdo le llega como la luz que arriba de una estrella que se apagó hace años. Sus manos desposaron las de ella una vez y otra vez con la hondura del pájaro que horada la tormenta para reasumir su nido. Besó sus parpados alados en vuelo al más allá. Besó, carne aérea y ensueño palpable, sus cabellos de sol hilados por la luna. Besó su sonrisa de alba y sus labios de aurora con más fervor que todas las plegarias. (No recuerda si eso fue en días recientes o remotos.) Pero ella tal vez no lo besó jamás. Ella estaba enamorada de si misma o del dios de abrazo clavado en un árbol de agonía. El era, pues, un mendigo alargando su mano hacia una estatua. (Pero el amor que esclaviza a los amantes veda por completo que uno esclavice al otro: por sobre toda jaula el amor es un par de alas en vuelo.) Hasta que despertó a tiempo de ese sueño alevoso, aunque no para llorar con lágrimas de hielo. Nuevamente de pie se halló con el hombre que fuera caminando sobre su vergüenza trocada en alfombra de púrpura.

EL PADRE DE LOS DIOSES El hombre criatura bipolar y antagónica. Un caos que procura su meta de armonía. No nació el hombre, se hizo, y continúa haciéndose. (La Natura y la Historia, ese par de sibilas, aún esconden el secreto.) ¿Pero dónde está el hombre, en todas partes o en ninguna? 171


Lo seguimos buscando más que antes con fe en nuestra experiencia creciente del misterio. Metro y balanza nuevos para evaluar al padre de los dioses egresado del mar y de la zoología. (Su feto aún traiciona un esbozo de branquias y un residuo de cola.) ¡Su frente por encima de la naturaleza y sumergido en ella todavía! Y los astrólogos del ultramundo intentando dejar sin un glóbulo rojo al hombre palpitante y respirante aunque el Ente absoluto jamás dijo: ¡presente! ni en nuestras playas dejó rastros. Sólo existen de veras el terror a la nada y la ilusión temblante del más allá inmóvil. El es el que es, un alguien que deviene sin tregua ni reposo el centauro jinete de sí mismo galopando sin pausa hacia una meta nueva: la total estatura de un destino sólo esculpido por sus manos. Soledad verdadera la del hombre exilado de sí mismo: de la urdimbre y la trama del tú y yo, lo único que puede lograr la suma humana cuando inserta su pulso en el pulso del mundo y de la historia por sobre la epilepsia de las máquinas autosuficientes y opio celestial de los sermones. ¿El reino mineral y el vegetal y el animal? Falta tan sólo el reino humano. A través de la oruga el gusano se arrastra barranca arriba hasta la mariposa prefigurando la epopeya suma: la del futuro dios terrestre que el hombre cría en sí y busca sin saberlo. El se anticipa ya, asumiendo la universal esencia de lo vivo y se mira por dentro 172


y derriba la torre de Babel que un día alzara con sus sueños, y deja atrás la eternidad sin pulsos y recobra su alma desalmada por ella regresando al tiempo de la tierra y las estrellas, asomándose, oh, hados, acaso a un nuevo amanecer del ser.

DIALÉCTICA a Hugo Loyáconc

El devenir enlaza la unidad individua a la unidad del todo y se da el contrapunto de lo uno y lo diviso y el equilibrio vivo entre universo y mónada. El iris que se baña en el rocío y la onda acostada del remanso por la onda emigrante avanzan hasta el mar, o hacia la hidrografía velera de la nube, o la lluvia bajando en tumbo celestial para iniciar de nuevo la ronda eterna de lo transitorio. Grillos de roca y nieve de la montaña estorban el aborto del fuego prisionero en su útero. Lo constante y lo efímero son dos caras del tiempo y ya el retorno muerde la cola de la fuga. Y todo lo que late tiene un costado nocturno y un costado diurno. De atracción y rechazo se inventa la armonía. La castidad y el coito se besan en la boca. Doquier, doquier la vida se nutre de la muerte; de fango y de boñiga se está nutriendo el lirio. Todo muere sangrando en el ocaso para resucitar sin mácula en el alba. Lo inmensamente grande y su invisible antípoda no son más que los polos opuestos del abismo. Lo de afuera está adentro tal como macho y hembra, y es preciso que marchen acordes y sin falla, 173


como el dolor y ci gozo en su honda eadenciu La música del mundo es consonancia de tensiones en guerra. Si toda carne busca alzarse hasta el espíritu. el espíritu puede alzarse sólo a través de los labios y modos de la carne. Tan alta que ya quiere transparecer celeste, nuestra conciencia es sólo muestra de una pequeña anécdota de la sensiblería universal del ser. Y hay un sistema de señales entre nuestro latir y el de la estrella. ¡Siempre la melodía dialéctica del todo!

SACRAMENTO DE LA PRIMAVERA Pétalos con el rojo de besos o de heridas, o el azul del recuerdo y la distancia, o el sueño de colores de los ciegos, dilapidan las plantas. Vuela hacia todos lados de su centro con su alma palpable la fragancia. Y ya de su hemiplejia comienza a redimirse la carne desalmada. (La hermosura de cada mañana dánosla hoy" es por ahora la única plegaria.) El misterio se vuelve transparencia para mimar tu ingenuidad descalza. Tu sideral melena emitiendo luz propia. La brisa y las corolas conspirando en tu falda. Surtidores y pájaros traducen con esmero el cristal de tu charla. Y todos los jardines confluyen en tu rosa. Y se denuncia en la primera pausa que tus pechos añoran arrullo de palomas y que hay más firmamento que afuera en tus miradas. Se difunde el perfume sin que se vuelque el vaso, y sin que tú lo notes tu numen nos dilata. Todos los litorales de naufragio y de llanto se han quedado detrás de la distancia. 174


Ya la vida se ha vuelto más bella que los sueños y el ensueño es más vivo que la vida empozada. La cincelada nieve de verano del cisne mejor que en el estanque reincide en tu gracia, y toda la verdad asciende a poesía y el cielo es tan profundo que ya está en nuestras almas. Herido mortalmente de una inmortal herida baja el amor su guardia porque la dicha quiere la embriaguez sagrada de las lágrimas. Yo sé que el amor busca prescindir de la muerte nuestro quizá el cauce del tiempo ya rebasa. Color de lejanía se acerca en tus ojeras. Detenida en su vuelo por un momento, tu alma regresa a nuestra tierra cuando el cuerpo te exige un par de alas. y Ci

JUAN NADIE Nació y vivió en una tierra poblada de allendes donde los todopoderosos malvivientes se atrincheraban detrás de mostradores, púlpitos, bufetes, entorchados, bancos y latifundios, y donde los obligados a alquilar sus manos o su frente vivían con el alma a media asta o entre los dientes. Juan Nadie no conoció más juguetes que las herramientas. No tuvo tiempo para el alfabeto, el prostíbulo o la iglesia. Sus días no conocieron auroras ni sus semanas domingos. Ni tuvo deudas, pues nadie le fió un hueso ni un pito. Si alguna vez la vida pareció sonreírle al pasar fue el cabrilleo del agua sobre el lomo del caimán. Cuando le faltaba trabajo y le sobraba frío, desde luego que el perfil de la muerte se le incrustaba en los sueños. Sobrevivió treinta y tres años sin quejarse, zafó la vez aquella en que le condecoró el pecho una bala rompehuelgas.

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PRESENTACIÓN a Teresa y José M. A mago

Nací y viví en un pago perdido entre la piedra diademada de nubes o de nieve, y la piedra hecha polvo del desierto que mide la eternidad en su reloj de arena. Y me crié auscultando el gorjeo bilingüe de frondas y de acequias, y a silbar aprendí escuchando a los pájaros, y vi nadar al par patos y nubes en el cielo tumbado del remanso, y los enjutos pámpanos volcando su caudal en lagares capaces de agotar un otoño. Me alcé entre los labradores tostados por afuera como el trigo que siembran y blancos de candor como el trigo por dentro. Me veo aún empuñando el futuro (por decir el arado) y partiendo la gleba como la proa parte las ondas del abismo. O allí sentado en tierra al modo de las liebres sorbiendo el mate en rueda peonera, o bien sembrando el vino y el aceite en el mugrón de la vid y el olivo. O dando alivio al potro sembrado de querezas, o a la borrega en parto, alzando al crío entre los brazos con sonrisa de abuelo. O con el pie desnudo en la alpargata, en los riesgos nocturnos del invierno, espantando la escarcha del agua o de la sangre. O volteando cien brazos filosos en la puja con la fibra quebracha de los árboles indios. O cruzando la noche, acollarado el rumbo a tal o cual estrella, con un alto en la huella junto al fuego y la sal, atando mi caballo en el palenque mismo de lo Desconocido. Todo esto a trasmano de dioses y de cucos, sintiendo el santo enigma de lo que vive en diálogo con la sangre o el espíritu. Pero mi alma traía ya su plomo en el ala; la suerte de los otros puestos en servidumbre como el ciego en su noche. 176


Y era mi ambición toda, como la sed del médano, cegar pantanos y alumbrar cisternas y adobar, a la espera de la mujer aún sin nombre, una hondura y dulzura de lagar y guitarra. (Como el ave dormida que pía alguna vez soñando con el alba, así te viví en sueños antes de conocerte.)

ESFINGE La vocación profética del hombre es alcanzar lo inalcanzable aunque los teléfonos del Más Allá se niegan a dar tono. Interroga el allende del astro y de la noche, o desciende al nivel donde la célula se hace más insondable que el océano, o cría su estatura hasta la nube. de la nube o la luna. Todo ser es centrífugo aunque adore su ombligo. Todo centro es frontera y toda meta umbral. Nuestro profundo adentro procura aparearse al desmedido afuera. Y lo eterno y lo efímero entendiéndose igual que las dos caras de la taba. Bajo la dictadura absoluta del Todo la Nada no halla un pobre rincón donde esconderse. Y está la calesita de soles y galaxias, y el polvo de los mundos difuntos vuelto polen para fertilizar nuevos espacios. Los reyes magos de la noche trayéndonos su ofrenda: al oro vivo de los astros el incienso de todas las distancias, la mirra del misterio. Y las metamorfosis sacras: el aire que se trueca en música, 177


la cantidad en calidad. Y la oruga que un día llega al cielo en sus alas se burla de la escala de Jacob. ¿Y esa muda y profunda meditación del árbol que el pájaro traduce en lengua de cristal? ¿Y el a'imbrado de la noche copiado por los peces tatuándose de luz en el plan del abismo? Mas he aquí al quidarn que hiñó su propio barro mezclándolo a su historia, inventó a Dios por miedo de enfrentarse a sí mismo y medita su muerte hasta vaciar su vida. Si el hombre partió un día, puntual, de los tres reinos: El mineral, el vegetal y el bruto ¿por qué no ha de llegar al reino humano? De veras es el único que puede (si les muestra la lengua a los demonios y a los ángeles) dialogar con la Esfinge encovada en su adentro, coronar el combate entre el ego y el mundo, plasmar la esencia humana sobornando a los Hados sacando de sus propias entrañas su futuro como el arácnido su tela . Ir más allá del caminante detenido en su senda por el fango y el miedo.

CARPANI La historia que se vuelve intransitable de tanta noche y tanto foso. Un frío que congela la sangre y la sonrisa de los niños. Las mujeres que vuelcan su cabello y su llanto. Y el hambre, el hambre, el hambre tendiendo viacrucis, inaugurando tumbas. Del otro lado el reino de la Casta, la patria intestinal de los patrones cuyo escudo de armas es la panoplia del expolio. Pueden crear sus máquinas orografías de sobrantes, pero bien a resguardo del ayuno insurrecto. 178


oj

Ya hacen oír de lejos sus ametralladoras el soliloquio tartamudo, y se divisan letras de púrpura escribiendo el epitafio de las huelgas. Mas he aquí que un viento atropellando millas, deja a la zaga al tiempo muerto, en tanto el rayo ofrece a los que aún se empeñan en soñar sueños tránsfugas, sus servicios gratuitos de profesor de esgrima. Y Ricardo atestigua todo eso, sin apuro, sabiendo bien a fondo, que un solo brote de la primavera niega todo el sudario de hojas del invierno, y que la luz es más antigua que la noche y el llanto. Por eso es que tatúa en blanco y negro su verdad y su grito. Su frente da al futuro tal como mi ventana da a la aurora.

LA TERCERA PERSONA La realidad pulsante derrotó a las leyendas. La hermosura de afuera se hermanó a la de adentro para que en la maraña de las pedestres sendas él hallase la sola que lo elevó a tu encuentro. ¿Qué está junto al abismo cuando se halla a tu lado? Pero qué ruta absurda, de perdición, quizá, bien pudo ser la suya de no haberte encontrado: aunque dudas y anuncios, torbellinos o antojos se mezclan en su ansia mientras busca la clave del enigma celeste que Amor dejó en tus ojos. Tus pestañas rozándole el corazón herido. Y los sollozos tuyos más hondos que su sangre. Mirar tuyo más suyo que su propio latido. Amor traiciona apenas su secreto maestro. No eres tú, ni él es él, eso bien se adivina, sino ya algo más grande y por encima vuestro. Quizás una tercera persona ya divina. 179


LOS MAYAS Aquí el calor y la humedad, dos dioses en concúbito ebrio, y la selva, más impracticable que el polo y el océano, y la feracidad, la peor enfermedad del trópico. Trancos iguales miden los días en la ronda del año. Toda nube es lluvia y toda gota hoja y tantos árboles como olas en un mar de tormenta, y lianas constrictoras e insectos en perpetua incandescencia. Aquí la selva troncha los puños y los sueños del hombre, tapa con flores la modorra o el acecho de los caimanes, y mima, ecuánime, la vida de las mariposas y las fieras, y atiza sin tregua los ritos de la vida y la muerte. Teniendo a raya la ofensiva de los árboles cíclopes y obligando a las estrellas a revelar su pauta, aquí los mayas perpetraron un día la hazaña cimera de las Américas hasta hoy. Así fue, aunque nadie ha podido develar el cómo. Templos tan hermosos como el arco iris en persona y menos eminentes de cuerpo que de espíritu. Estatuas en que lo humano intenta sonsacar su esfinge. Aparcería profunda con el agro y las estrellas. La savia, la sangre y el pensamiento confluyendo en lo hondo. La voluntad y la pasión y las órbitas del astro y el hombre integradas, y ningún hiato entre carne y espíritu, cielo y tierra. Lo fugaz y lo eterno articulados como las falanges del dedo. Lo divino rigiendo desde adentro, no de afuera, al mundo y al hombre. Estos que derrotaron, hazaña impar hasta hoy día, al terrorismo del trópico diluviano, humanizando el ritmo inhumano del bosque, y lactaron la dulzura sagrada de las constelaciones, y alzaron quizá como nadie la estatura interior del hombre ¿por quién fueron detenidos en su avance? ¿Por la ambiciosa humanidad de su visión, quizá? Tal vez la más aguerrida de las voluntades aflojó entonces, y vencida ella por el pensamiento, fue éste vencido por el sueño.

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ALERTA ¿Es que tu piel se encoge de mirar solamente las yemas visionarias de mis dedos aunque sueñas a veces ese cáliz sin fondo en que dos labios o almas liban al mismo tiempo mientras la noche y sus perfumes difunden tus cabellos? ... Guarda, que en cualquier rato el numen que me habita no desate en harapos su camisa de fuerza, y se hunda en tus cabellos y resurja extraviado, y con ojos de incendio en mitad de la noche no reduzca a ceniza tus pudores y sueños. O te asfixie la piel con sus mimos de boa, y hiele la tibieza sagrada de los nichos que mora entre tus muslos de nardo y plenilunio. O saquee tus besos como el viento las hojas del otoño, y sorba, ya en delirio, tus venas y tu lengua, y libe sin saciarse tus lágrimas más íntimas,

MIYSICA a Forita

Escala de cristal y terciopelo. Alas que crecen en su propio vuelo. Voz de lo alto que todo lo silencia, voz de lo hondo subiendo en transparencia. Y más allá del júbilo y del duelo (nuestra esencia en su fuente de juvencia va recobrando toda su inocencia) una alegría humana hecha de cielo, fuera del tiempo y del espacio, acaso. Cielo canoro. Junta un solo abrazo, las distancias más íntimas del ser. La carne toda ya vestida de alma, y lo que hay de nocturno en nuestra alma comienza poco a poco a amanecer. 181


INSURRECCIÓN DEL POEMA ¡Rosa de los treinta y tres vientos de la belleza salpicando los senderos del mundo con pétalos de aurora! (La fealdad es la única tristeza sin consuelo.) El cuadro, o bien la estatua, puede quedarse al pairo. Pero el Poema, como el río, desemboca en el mar o se embarca en la nube o encabrita montañas con su fuego. El Poema atestigua que el animal es la raíz del hombre, y que ni el ángel ni el ornitorrinco son meta, sino tránsito. Y que el pájaro puede salvar geografías de verde o de celeste tirado por la brújula heredada. Es el Poema la epopeya y el idilio de todo lo que vive, el deletreo antes del alfabeto. Autoriza la lluvia y el arco iris, da asueto al mirasol en los días nublados, aconseja el turismo hacia el nadir del mar o hacia el cenit del vaticinio, cuando no alumbra el corazón del mundo como el víctor del gallo el túnel de la noche. Su vino no procura seducir al olvido como el vino del ebrio sino henchir la vigilia, la lucha y la esperanza corno el viento las velas singladoras. (La poesía grande no se escribe, se vive.) Mira en los senos de Eva dos copas levantadas en brindis al futuro. Mira perfecto todo lo que nace como el giro del astro o el serpear del áspid y halla el prodigio fácil como un trago de agua. Cada uno en lo suyo, pontifica el Poema, con su perfil sin mella y sin recambio. Nadie puede alumbrarte si tú no te amaneces a ti mismo, 182


que sólo el polvo del diamante logra alumbrar las facetas del diamante. Muestra el Poema el miedo acunando el absurdo como la onda acuna el alga frente al primer asomo de un horizonte inédito, y que florecen más adormideras que siemprevivas en nuestro jardín mientras nuestro futuro está llamando a lo que fue y es a rendir cuentas. Lo inédito es la vieja costumbre del Poema. No niega lo somero como no niega el ala al vientre sino que lo redime en su ímpetu de ascenso. Así como la esencia se empapa en apariencia y se hace diáfana. El Poema habla un esperanto vivo. Quiere formar un sindicato de gritos de alborada. Entiende que si el hombre creó un día la música esbozando el idioma de los dioses, fue para aupar su arribo hacia lo humano pleno. Porque él es el augurio de sí mismo. Cosas sabe el Poema que el cantor mismo ignora. El ojo imperturbable de Aldebarán nos mira mientras gira la noche con música que escuchas mas no con los oídos de la carne. El alma panorámica precisa a cada rato adentrarse en nosotros en busca de otro cielo. El animal ignora santamente su muerte, mas nosotros vivimos la nuestra sin olvido. Somos no más que sombra, pero de algo nos vale ese hambre de luz que nos tuerce las vísceras. Y nuestro más recóndito delirio es integrarnos a la inmortalidad de lo que es, mientras a nuestra espalda alguien nos usa para sus experiencias últimas. El Poema celebra, en onomástico diario, la siempre fresca antigüedad del ser, y el ser y el devenir marchando de la mano. El Poema desposa la ciencia soterraña de la víbora al vuelo iluminado de la alondra, él, que es capaz de detectar 183


el arco iris en una gotita de rocío y el alma humana en una lágrima. Y enseña que la luz de afuera es senda sólo hacia la otra que el mundo y el hombre en si esconden. (Si la belleza impregna nuestra médula el pensamiento se hace música y todo el hombre vibra como lira o planeta.) El Poema denuncia que en toda jaula gime la nostalgia del vuelo y del canto sin fraude, y que es temblor alado el de las manos que acaban de dar cielo al pájaro de jaula, y que los fines estelares del hombre anochecido no están en un destierro con ángeles sin sexo sino en los días claros logrados por el numen celeste de la tierra ajustando el acorde entre el ritmo del mundo y el de nuestro destino. Siempre el Poema acampa al pie del alba.

MALVA Un enjambre de besos ignorados le quemaba la sangre. Malva en sueños quería casarse con un pavorreal de patas danzantes y pecho y airón teñidos de mar y firmamento. Pero no pudo ser. Malva quería casarse con un potro que se erguía hasta las nubes insoportable de furia contenida. Pero no pudo ser, Malva soñaba casarse con el río que atropellaba sin misericordia las supinas praderas. Pero no pudo ser. Malva soñaba casarse con el viento que cabalga en si mismo y persigue las prófugas nalgas de nubes y olas. Pero no pudo ser. Inaguantable para sí misma de pasión, soberbia y desventura Malva se inhumó al fin en convento.

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EL MAR SE EMBARCA a Carlos Penelas

Cabalgan las montañas sobre la tierra toda. Sobre el abismo cabalgando el mar. Como potro espantado y espantoso emboscado detrás de sus olas el mar. Nublado de olas, pero constelado de furia y espumas en verdad (el pez-espada ha atravesado el pecho de la tromba al pasar); levantando en sus puños orografías líquidas, la saña cóncava del mar: blanqueando en la noche como un corneta apeado, ¡ay! hambriento siempre de naufragios, dejando su fugaz lápida de ímpetu y espumas. el mar, rugiendo y sollozando ebrio de la amargura de su sal Todo para embarcarse al fin en el navío de la noche que lleva en su bogar todas las luces encendidas: el mar singlando en órbitas celestes ya!

UNIDAD Está el volcán con su epilepsia babeante y humeante de licuados peñascos, y vuelta a vuelta el agua o el aire salidos de sí mismos y atropellando el tiempo. Y el desierto, esa ausencia ensimismada, 185


sin mas mojón que el de las osamentas y sin más nubes que las de polvo o de langosta. Y el cardán erizado de inaguantable sed. Y el espejismo ahogando en su agua a los sedientos. Y el descamino y la emboscada desde el alfa del tiempo. Mas pese a todo, a todo naturaleza somos por afuera y adentro desde un tiempo anterior a los relojes, con nuestro pulso y nuestro soplo, vestidos no de carne sólo sino también de árboles, de mares y de estrellas: Y lo ígneo está en el corazón de la tierra y el hombre. Y la dormida música de la noche estrellada despierta en nuestro adentro. Desmesura y tumulto encadenados, el mar está en nosotros con su abisal latido, con su sueño y su insomnio y su salobre arcano. Su arrojo semental y su reposo son también polos nuestros. (Poseso ya del ímpetu eólico del numen, yo mismo soy un alguien revestido de conchas y de aletas, barbudo de algas, escandiendo la eurritmia de todo lo que late o alienta.) Mas la onda se hizo fronda al invadir la tierra. Como velludos sátiros los árboles danzan en torno nuestro. No son ciegos ni mudos. Con su raíz detectan los hundidos horizontes del agua, y en el rocio aprenden esa sonrisa séptuple del prisma, y ensayan en sordina los gorjeos. El mejor libro es el granado que abre sus páginas de púrpura en la flor y en el fruto. (Por obra de los pájaros los árboles son parte integrante del cielo.) El rumor de la fronda y la cascada nos lavan la modorra de tedéums y réquiems, y de algún modo inteligimos la ventriloquia indómita del trueno, y la sesga escritura del relámpago, y las hondas alcobas de la selva 186


que echan aún su sombra nupcial en nuestra alcoba. Las estaciones y los ríos fluyen por nuestra sangre. Las cosas se reflejan sin fin unas en otras en una fabulosa constelación de espejos. El cielo se desnuda de nubes en su casta sonrisa para que lagos, montes y almas en lo lejano comulguen con su alma de azul y transparencia. El hombre junta en sí aunque lo ignore todos los avatares de la planta y la bestia. En abierto misterio naturaleza somos. Ella siempre serena aunque en perpetuo viaje y usando muchas veces de ventana el abismo. Ni nuestro arte ni nuestro pensamiento la rebasan, y apenas columbramos sus clandestinas sendas. Partícula del Todo, ciertamente, al llegar ya venimos trayéndolo en nosotros. Mejor que los sermones y que los silogismos conversa con nuestra alma su hermosura para que no se arrugue nuestro candor edénico. Ay, la santidad pánica que ningún credo asume! (No hay más Espíritu Santo que el de la vida dentro y fuera de nosotros.) ¿Leer los jeroglíficos de la naturaleza y la metamorfosis del fin y el recomienzo para tratar de descifrar los nuestros? ¿Insertar nuestro pulso en la palpitación universa del ser? El cielo azul y el estrellado cielo ¿no son los ojos del Amor? Castígate con rosas para alumbrar tus venas, lávate los ojos con el alba (canta tu sangre llena de sol y de cigarras y el ecuador se te ha subido al pecho), descubre en cada cosa su amanecer de asombro, pues escondes un ala más alta que los pájaros. Hay coros más profundos que el de los violines. ¿Qué orquestación de todos los ritmos creadores creemos escuchar o escuchamos a veces? ¿Qué melodía arranca a nuestros nervios el arco de los cielos, oh amigos?

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ESTRELLADO NOCTURNO

No es la gravitación universal sin duda aunque es parte de ella y retorna a su centro. La epopeya del Eros es anterior a todas. Es hermoso y terrible como incendio en la noche ese secreto suyo que derrota a la tumba y puede vencer, único, sin demasiado esfuerzo las ilusiones tránsfugas y el terror a la nada. El inspirado ritmo de los lechos nupciales y la insondable rima de la vulva y el falo en su milagro doble (va de la piel al alma) lo mismo que el candor del cisne sobre el agua. Su nocturno es enigma estrellado y sin limite. Los ojos de la carne no alcanzan para verlo. Tan sólo el desespero deja entrever su fondo como sólo en el fondo del mar se da con perlas. ¿Qué puede echar al hombre más allá de su canon por el Narciso incesto que llega a solazarse en un espejo fúnebre, el de su propia sangre? ¿O ya es la apostania de Sodoma con hedor y cenizas que imitan el sepulcro? Son erratas u olvidos por cuenta del infierno. II La bacante de siempre, ebria del dios profundo es la natura misma desciñiendo su cíngulo. Si su cintura alude al ecuador terrestre, en su ombligo está el cruce del ayer y el mañana. Su risa manantial tantaliza la sed sus cabellos tan pueden ser sierpes constrictoras como fronda del árbol de la vida y su ciencia. Sus pezones encienden los ojos y los sueños. Y de mares y juncos es el tácito acorde que gobierna su paso, su risa o su sollozo. El olor de su piel humilla todos los perfumes. Sus ojos están llenos de añoranzas y futuro a través de los gozos y dolores en busca de, se ignora, qué estilo más puro de la dicha.

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APOCALIPSIS Ya los jardines mismos dan olor a pantano. El mercader, el cuco más viejo de la historia, voraginoso tragador de lucros y eructador de cláusulas morales o patrióticas, que usa siempre su frente de ombligo o de trasero vuelto hoy concesionario del hombre y su destino, ha logrado dar forma de mostrador al mundo. Se cuenta al pensamiento por terrorista magno. Las ideas asustan más que la guillotina. Polizontes y jueces buscan en la maraña cualquier desobediencia como perros que siguen una pista de sangre. Y la Sorbona del infierno asesora al Consejo del Estado. El púlpito, la cátedra y la prensa (tres personas distintas y un solo dios obeso) brindan sus recitales cada día —los infolios fulleros de la historia— aunque los ecos los devuelven tal como el mar devuelve las sobras del naufragio. Todos han hecho mérito hasta trocar la vida en un apocalipsis cotidiano. Gloria al Dios de pagodas, iglesias o mezquitas. Paz a la monarquía universal del Dólar. Por exceso de ayuno o intemperie los pacientes se inclinan antes de hora a la tumba. El del océano mide el nivel de las lágrimas del mundo, porque el llanto se ha vuelto navegable. Los especuladores de la Bolsa y la Teología han agotado el pensamiento. ¿Pueden sospechar nunca que la sal laboriosa del sudor sin afrenta es la sal de la tierra? Sus crímenes ascienden a tedéums, sus rapiñas decretan ascensos y collares. El culto tumefacto de lo externo desparrama lo fúnebre en dilapidaciones tan caudales como la Vía Láctea. Paraíso montado sobre ruedas y hélices el del Supremo Creador de máquinas 189


que 1.0 someten a su yugo poniéndolo de espaldas a su alma y al cosmos. Ya su presencia sola nos eclipsa el espíritu como el olor de la carroña tapa la rosaleda. Mundo color legaña e ictericia. Ha sido puesta en órbita la desvergüenza humana. Baja un escalofrío de las nevadas cimas del plan del monte sube resuello de volcanes. ¿El águila caudal de la Revolución puesta a empollar huevos de gallina rusa? Mas he aquí sus alas embanderando el cielo. Ya los hambrientos sienten menos hambre de pan que de justicia y de belleza humanas y el túnel de su grito desemboca en la aurora. ¿Los secuestradores del hombre, bogando contra el tiempo, ponen toda su fe en el petardo atómico para salvar sus dividendos? ¿Pero podrá algo la balística contra los puños de la historia?

DE ÚLTIMA HORA Una jungla de hélices, ruedas y dividendos después de la de garras y lianas. Los credos revelados cuidan las tumbas y las cajas fuertes. Cruces de fémures y húmeros abarrotan el cielo. El traficante y el repúblico son la mano derecha y la izquierda del fraude. La mugre no se ve porque todo es aséptico, pero es bueno vendarse las narices. Las fábricas de armas van manchando como una erisipela el mapamundi. Gobiernos, profesores y agencias noticiosas, antes del pan, reparten la mentira diaria. Ya apesta como moscas de cadáver la secta de los apóstatas del sexo; 190


y los reformatorios de menores son, a vista de todos, la Sorbona del crimen. Quiero disimular con la sonrisa mi testimonio sin soborno, mi pasión que no pide cuartel ni lo concede, mi reportaje diario a dioses y fantasmas. Por un rato sin fondo sumerjo en el silencio o tapo con mi manto de púrpura y poesía esas cosas sin nombre que a mí mismo me escondo: la mi verdad de médula y de llanto. Los nervios tironeantes como bridas de potro que no acata el freno, y el corazón con ruido de herradura aflojada tropezando en las piedras de su desfiladero interminable, con todo el viento y todo el mundo en contra. La urdimbre de la sangre tramada por las lágrimas. Todo el hambre, el invierno y la tiniebla que vomitan los lobos y las zorras del rebaño devoto Y ese relente a perro mojado y castigado de la obediencia arrodillada. Y yo montando en pelo mi propia profecía, anegado de abismo y aturdido de estrellas. Busco salvar el alma que tinta como junco a la brisa o ciervo a los ladridos. Porque esta Ilíada pura del expolio y el fraude es la gloria privada de la Casta que ha hecho del hombre un caballo de noria o una fiera enjaulada. Porque a pesar de todo los signos anticipan el ultimátum último. Todo volverá al polvo a recobrar su numen. En un clima más alto el hombre va a nacer otra vez de sí mismo con el endiosamiento de los ojos del ciego que recobra la luz.

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LA MEMORIA JUNTO AL MAR a María Florencia

Heme venido a la inauguración de la madrugada en el mar. El mar, edén hundido, o insurgente infierno, de líquidos sollozos y gárgaras de trueno, de galopes en celo derramados en espumantes crines Mas ahora es sólo una sonrisa única copiando en mil espejos un albor mellizo: el de las crestas del oleaje y el del volar de las gaviotas. (Todo mientras yo intento despejar en cualquier caracola abandonada las dos incógnitas parejas del corazón del mar y el tuyo.) Vengo también a averiguar la tierra una vez más, la flora que la cubre no al modo de un vestido sino como la carne viste el hueso. Vengo a escuchar al cielo, ese recién nacido, balbuciendo en los pájaros. (Es preciso matar cada día a la muerte, ella que puede sepultarlo todo aunque la vida marcha detrás suyo boirando con pimpollos sus pisadas.) Y hago mía la pausa meridiana de Pan. Y reitero mis pasos descalzos en la playa cuando la tarde se hunde sin saberlo, y el mar, como corolas que la brisa acuna, se deja traducir por la serenidad en belleza tan honda que hace bajar los párpados. (¿Qué sueño ultramarino está soñando, qué pensamiento sobrehumano esconde el mar, terrestre dios, ahí detrás de sus azules sienes?) Mas sobre todo, vengo a repasar sin prisa las cuentas del collar de nuestro amor reciente, mi innumerable beso sobre tu desnudez innumerable y pura como el rubor del cuerpo de la rosa; 192


toda la antología de caricias de nuestros dos abismos enamorados: lo efímero arrancando sus notas a lo eterno.

CANCIÓN DEL HORNERO a Luis y Mercedes Magistocci

Todo el secreto de ese horno —yo así, al menos, lo presumo— es el de dos corazones que arden sin ceniza ni humo. Sólo un ángel de aquí abajo pudo alzar barro en su vuelo para hacer su nido allí digo en el umbral del cielo. La casa del amor, digo, alzada por dos amantes, sin prisa cuando su dicha se interrumpe unos instantes. Casita de barro y cielo que repite con su arco la curva del firmamento sobre la hierba o el charco. Que el secreto de ese horno —digo que así lo presumo— es el de dos corazones que arden sin ceniza ni humo.

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TATUAJE Toda mi piel está tatuada y mi sangre y lo que hay más allá de mi sangre. Tatuadas llevo noches y más noches y noches de tinieblas cerradas y estrellas ventaneras. Y auroras desfilando en vuelo de flamencos. Y el mar con sus mareas de ida y vuelta como la savia de los árboles. Y helechos publicando la pubertad primera de la tierra Y bosques cobijando sus dédalos nocturnos. Y tardos delegados del abismo. Y esculturales y ágiles transeúntes de los prados. Y pájaros con su alta rima de canto y vuelo. Y un simio entre los simios izando el chato cráneo hasta el dintel de la conciencia y trocando sus remos delanteros en sus manos replasmantes de las formas del Génesis. Y el todo en incesante emigración y cambio. Y el viejo Adán volviéndose a medias al pasado y el aún nonato haciendo señas desde el futuro

VENGO DEL PARAGUAY a la meniorw de Coros Podio

El pajarraco heráldico del dintel del edén, el papagayo, estalla en salva de colores. Bajo el sol y la lluvia, beodos a menudo, la tierra se hace árbol, el árbol se hace atmósfera. Fue desde siempre el reino universal del bosque. Una tierra color de ascuas retardadas. La lava al rojo blanco del volcán vegetal. No siempre la madera pasa por el carbón para asumir un día condición de diamante. El plenilunio inventa su noche de jazmín. La lluvia besa al sol y nacen las naranjas. Como Eva, las hembras huelen aún a greda. Cuerpo de alba y un poco de noche en el gollete. el pájaro-campana badajea los cielos. 194


Fu €j i. un da virlitrun iu bijos de la Cruz, y la libertad, hija del demonio y del bosque, exorcizada fue con mucha agua bendita. Y el doctor Francia vino, y vinieron los López, y bajo sus azahares el Paraguay devino un buen reformatorio de menores. Amén. Pero un día invadieron por la frontera sur himnos de libertad ladrados por esclavos. Y el demos guaraní, tomado entre dos fuegos —el del caraí casero y el de sus tres rivales— agonizó cinco años sin expirar del todo. Desfondado de balas, rasgado de alaridos, quedó el bosque en harapos y enmudeció de pájaros. Sólo el urutaú publicaba por todos la voz de su sollozo densamente nocturno. Jamás rió en América más largamente el diablo. La guerra trajo un día a su hermanita pulida, sor Peste (lenta y suave como un vuelo de garzas), con sus fiebres, sus vómitos y sus disenterias. Resignado a la carne bautizada, el jaguar ascendió pronto al rango de cacique caníbal. El número de cruces derrotó al de los árboles. Lo anegó el horror todo como una catarata, y con color de infierno y noche se hizo el luto. En destierro, entre ancianos y niños, las mujeres ignoraron la albricia latidora en sus flancos. la sonrisa de leche de los niños futuros. De lo alto del silencio de la catedral verde sólo bajaba el doble del pájaro.carapana. Hasta que al fin un día la historia alce su puño fue siempre así y aún se mantiene en sus trece Los árboles no dejan ver casi al Paraguay. El blindado de turno no deja ver al pueblo.

EL FARO El mar siempre naciendo de sí mismo entremedio la sombra y las estrellas 195


(cabrilleos de líquidas estrellas en las olas y mi corazón de hombre con su vaivén de océano). El vuelve a ser el mar de abolidos antaños, ese tiempo que sólo las estrellas computan, virgen aún de quillas, de velas y naufragios y torpe olor a humanidad, entre el caos insomr.e a babor y estribor: un inmenso animal de sangre fría y pulsos insurgentes, con las babosas fauces entreabiertas de pronto en bostezo abismal. El mar está más cerca del cielo que la tierra. Son un cerrado cielo único el mar y el aire en su unitario estar. Y el alma ve las cosas desnudas y bañándose en su hontanar de eternidad. sintiendo en lo recóndito todo su ser fluir hacia su propia playa de infinito. Mas he aquí de pronto y más adentro esa quemante sed de tierra seca que enloquece a los náufragos, y el alma no se fuga a las estrellas ya; que el faro de la costa es una estrella más honda de viviente misterio y hermosura (;ay, toda de latidos humanos!) que las otras

SOBRENATURAL MARAVILLA DE LA NATURALEZA El ritmo cósmico en nosotros está: en nuestra cuna, y el creciente lunar, y la constelación, y la marea oculta de la savia, y la oscilación verde de los mares que augura el verde de la tierra, y el sube y baja de la maza del domador del hierro 196


':z a centrifu 5 a y centripeta del a mecánica celeste abarca todo,

Ser.

desde la estrella a las raíces. y el delirio solar de la cigarra hasta el levante súbito del vuelo, y la frente del hombre, y e l p equeño yo lúcido y el inmenso YO Oscuro: y doquier el misterio consignando sus impresiones digitales mas evasivo que el perfil del viento, la montaña remota despidiéndose con su celeste no-me-olvides, y el relincho del potro y su horizonte verde. El cielo, arco de triunfo de sí mismo, y la aurora asomándose en las rosas después de su bautismo de rocio y gorjeos, (en el alado canto de la alondra hay más patria que en todos los clarines y campanas). Y el sexo, ese Anticristo de la muerte, y el viento cabalgando la grupa de las olas, y de pronto un silencio más audible que trinos o que truenos. El bosque es todavía un poco nuestra infancia con su tribu velluda de líquenes y muus. Del latido del árbol qué sabemos (cada árbol es de su yo un arpa eolia y la vid la bacante de interminables brazos y de sus emociones y sueños, cuando asume la lluvia después de la sequia. • entremira el cielo con yemas parpadeantes, • y ya revienta en pétalos como besos y trinos, como rimas de amor. El olivo o el cedro que celebran su decimosegundo centenario. La sequoia que burla el nivel de las nubes para el viajero ciego ya de sed y de arena con todo el sol sentado en sus espaldas abre el ombú su quitasol de fronda. Y ahí en el bosque siempre anochecido el lapacho que alza su aurora vegetal. Dardo emplumado ¿ves? se hace la golondrina que atraviesa los mares l!T


en busca de la púber primavera y de su enredadera de yemas y fragancias. Y está la lanzadera del delfín través de la urdimbre del oleaje. Con su carga de nubes y de siglos de nieve, con su arpegio de climas y con su piedra alzada más allá de los tiempos, la montaña. Lleva en la suya el hombre algo de alma animal y vegetal. Y por ella medimos nuestra hondura como la de la noche por la dilatación de los ojos del gato. Tres reinos naturales. Sólo que falta el reino humano: el hombre levantándose de entre la zoología, desafiando a la tierra aún intacta con sus profundas manos y al cielo y a las alas con su frente pandora de horizontes inéditos,

UNITARIO DÚO Ella y él son cuando son uno solo en confluencia creadora: cuando beben a un tiempo en el vaso abismal del beso —éxtasis de sangre y lágrimas— vino el del corazón que anula los sentidos. Espeluzno divino a que puede llegar la carne humana! Ella que pasa caminando con ritmo de incensario. Más hondo que las teorías y que las profecías el aura de su piel que humilla todos los perfumes. Ella sin otro lujo que el terciopelo de sus ojos y de su crencha, 198


s coU.r de l,eras que su sonrisa clara. Edn que llora a veces con un llanto estrellado de lágrimas de hermosura y silencio en la pureza de la noche. Sibaritismo sacro de la ternura. Su mano de magnolia y plenilunio para el varón vendimia el fruto prohibido del Árbol de la Ciencia.

HTJMANITAS

Sed de cisternas el desierto y sed de ternura el camello humano.

Quien no ama a nadie es él sólo huérfano irredimible, N- sin sospecharlo siquiera, se aborrece a si mismo. Y he aquí que apenas queda un tris de la afición del hombre al hombre, su mirada se ha vuelto rígida como cuerda de ahorcado y su alma ya no es llama que calienta y alumbra a un tiempo sino más bien humareda de basural ahogado y su corazón huele a flor comedora de carne. El ego asmático va volviendo irrespirable al hombre.

¿Para qué las bibliotecas y su hojarasca historiada de tinta?, ¿para qué los museos y su testimonio de convidado de piedra, si el hombre ha perdido la memoria de sus latidos (olvidando que una sonrisa puede publicar más luz que el cielo) si sus más altos sueños no son parte de sus entrañas que se parecen ya a un faraón en su palacio póstumo? ¿Para qué Heidegger de papá Noel de Hitler? ¿Para qué el alarde de la electrónica y la cibernética si el pensamiento se va reduciendo a un mecanismo de relojería y a un espejismo de remanso para delirio y agonía de los sedientos? ¿Para qué el polo de las heladeras y el ecuador de las estufas, y esas carcelarias torres de Babel de los rascacielos, y esas máquinas devoradoras de tiempo y distancia?: ¿para qué el frenesí atómico y el turismo astronáutico, el Papa alzando la mano para bendecir la paz 199


corno los canes alzan la pata para bautizar los troncos del caioíro. si el corazón humano está más arrugado que un prepucio y más hueco que las astas que el ciervo entrega al otoño' ¿Para qué todas las luces si el corazón no amanece. si el hombre es un empresario de servidumbre con gorro frgio? ¿No son las guerras patrias una hecatombe en el altar de los dividendos? II ¿Para qué la poesía encovada en su onánico ego solitario (quién se queda solo no alcanza a ser él mismo), o en fuga evanescente al otro lado de las estrellas? Ese algo que entibia hasta las vísceras del cocodrilo, y lleva al pájaro a alzar su nido hasta el umbral del cielo y que se va borrando en el hombre como arroyo sorbido por las dunas o se refugia en rezos como el fragor del mar en caracoles horros. Todo el amor del hombre evaporándose en los incensarios! Aunque el cuerpo se ensanchara hasta la frontera del mundo y la inteligencia se alzara hasta el dintel de los luceros ¿de qué valdría si el corazón sigue tanteando las tinieblas? Sólo el amor puede casar las órbitas terrestre y celeste del Hombre. Mas ¿no es llegada la hora de aventar la aleve modorra recordando que si el saber alumbra el camino nocturno de la ignorancia, sólo el amor alumbra el camino de la sabiduría? Anunciamos un corazón sin reproche ni miedo latiendo con el ritmo ascendente de esas alas que los beatos sueñan en los hombros de los ángeles.

COMIENZO PLANETARIO Roto el cordón umbilical que lo ata al Más Allá el hombre avista lo celestial del mundo y de sí mismo. El hombre de la masa fue el genio analfabeto que inventó el hacha, el arco, la rueda, el bote, 200


vela marinera y el molino de agua. (El hombre de la masa fue siempre de más ojo que la Teología 'y las Sorbonas.) Ellos, los amos, no conocen pensamiento más alto que el alza y baja de valores augustos de la bolsa. El mamón vertical de alma arrodillada ¿Hasta cuándo la justicia será filantropía a cargo de matronas recargadas de ardor redentorista, de joyas y enjundia? ¿Hasta cuándo el pasado será la tumba del presente? El suceso que viene es algo más que el logro de pan y de alfabeto. Se trata del barrido del cuerpo y el alumbrado del espíritu entre un fragor de aurora y de cadenas rotas. Ellos, los amos, creen en el infierno y el paraíso ultramundanos, mas no en que el hombre pueda disponer de su suerte. Creen en el progreso de la máquina y en el del alma no. No en que el hombre puede marchar delante de si mismo. ¿Para el buen nadador no es el nado una danza sobre las fauces del abismo? ¿Podrá el petardo atómico más que los puños de la historia? Que el hombre abdique al fin su temor reverendo e invada su futuro. Su sombra quedará detrás de sus talones junto con el estado y con los dividendos. Se asfixiarán las viejas patrias dentro de sus aduanas y fronteras. Y la ciudadanía universal se alzará sola igual que la semilla enterrada en el surco. Y será el recomienzo inaugural del Hombre. lb

201



1 N 11) 1 C E

Pan Mediodía....................................................... Loa del cuerpo sano ............................................. E] buey ........................................................ NocturnoN 1 ................................................ NocturnoN :3 ................................................. NocturnoN: 8 .................................................. NocturnoN 11 .................................................. Nocturno del regreso ........................................... Nocturno de las gemelas Nocturno de magia Nocturno del Sino ................................................ Nocturno del dúo inmóvil ...................................... Sino........................................................... Almocuerpo .................................................... Copla............................................................ Pampa........................................................... Conjunción....................................................... Marnuestro .................................................... Falus.......................................................... Apoteosis de lo secreto PadreArbol ...................................................... Solidaridad con lo vedado ...................................... Andes1936 ............................................... Viaje a la noche ................................................. Presencia de Hudson ............................................ Longago ..................................................... Jornada de cielo y tierra ........................................ Canción amanecida en la pampa ................................ Suma ................ Canción de los niños con hambre . . . . Canción de Aníger

1]. 14 15 15 16 17 17 18 19 20 21 22 22 23 24 26 26 29 30 34 35 36 37 38 41 44 46 46 48 50 62 64


niluencia con el Paraná . . Insondable desnudez ...................................... Humanidad de las estrellas ...................................... Jura de la aurora ............................................ La danza del yaguareté ....................................... El llora-sangre está llorando ................................. Desencuentro con Arlt .......................................... Saludo a lo que deviene ......................................... El misterio del cristal ......................................... Invitación ingenua .............................................. El hermano ido Estoy llorando aquí ........................................... Ceguera de luz Sueño y esfinge ................................................. Nocturno de lejanía ............................................ Eldios ......................................................... Letanía Carne infinita ................................................. Secreto espanto ................................................. La serpiente danza .............................................. Baño de Juvencia ............................................... Promesa de Egloga ............................................ Cantonuevo ..................................................... El hijo Permanencia ................................................. Constelación .................................................. Coplas solitas ............................................ Cardóncañón ................................................. Vidalita de la seca ............................................. Vidala de la travesía ......................................... El circo del mar ............................................... Baguala del secadal .............................................. Zapateo en alpargatas .......................................... El cuando de los hacheros ................................. Canción del agua de ojos zarcos ................................ El sacramento de la zamba ..................................... Canción del galope del guanaco ................................. Coplas a la orilla del mar ...................................... Milonga del señor y el servidor ................................. Balbuceo sobre el Cáucaso Inauguración del Nahuel Huapi .................................. Amanecer de la rosa ............................................ Faturn......................................................... Revolución....................................................... Oda al infalible ............................................... Hablo en nombre del alba .....................................

07 71 73 76 78 79 80 82 82 86 87 89 89 90 91 92 93 93

94 94 95 96

98 98 99

100 102 103 104 105 106 107 108 109 110 111 112 113 114 117 121 122 123 125 127


Música Río de Janeiro Ecce horno Decano de los tiempos Alimento edénico Poesíapura Inminencia Ajume Indagación del hombre Plenilunio Caballo Conmemoración sin pausa Estrategia contra la nada Cruzdel sur Espartaco El Iguazú salta ElDiamante Madre ceniza El almirante de los náufragos Eros Nadería de la muerte ahora Intemperie Divina infancia Demetrio Urruchúa Epifanía Otoño Estelial Cordillera Femineidad marina Servidumbre El padre de los dioses Dialéctica Sacramento de la primavera JuanNadie Presentación Esfinge Carpaní La tercera persona Losmayas Alerta Música Insurrección del poema Malva El mar se embarca Unidad

.

127 . 128 129 130 135 136 137 140 142 144 145 147 148 150 152 153 155 155 156 158 159 160 161 162 163 164 165 167 167 169 171 171 173 174 175 176 177 178 179 180 181 181 182 184 185 195

....................................................... ......................................... .............................................. .................................................... ..................................................... .. ......................... ......................................... ............... .......................................... .......................................................... ....................................... ....................................... .................................................... .................................................. ..................................................... ................................................... ................................... ............................................................ ............................................ ..................................................... Aquíy ..................................................... ............................................. .............................................. ........................................................ ................................................ ......................................................... ........................................................ .............................................. ..................................................... ............................................ ..................................................... .................................... .................................................... ..................................................... ........................................................ .......................................................... ............................................. ..................................................... ......................................................... .......................................................... ......................................... ......................................................... ............................................ ....................................................


188 Estrellado nocturno 189 Apocalipsis 190 De última hora La memoria junto al mar ....................................... 192 Canción del hornero .............................................193 Tatuaje..........................................................194 Vengo del Paraguay .............................................194 Elfaro ........................................................195 Sobrenatural maravilla de la naturaleza .........................196 Unitario dúo ...................................................198 Humanitas.......................................................199 Comienzo planetario ...........................................200


0 BRA13E I.íJiS IF:,1'i'O

OBRA POETICA: La flauta de caña. Ediciones América, Buenos Aires, 1920. Coplas. Buenos Aires, 1921. Libro del gay vivir. Ediciones Babel, Buenos Aires, 1923. Coplas del pueblo, 1920-1926 (incluye Coplas de 1921). Ediciones Glaizer,

Buenos Aires, 1927.

Nuevo mundo. Ediciones Glaizer, Buenos Aires, 1927. Los trabajos y los días. Ediciones Babel, Buenos Aires, 1928. Nocturnos, Ediciones Babel, Buenos Aires, 1932. Sama, 1927-37. Ediciones Perseo, Buenos Aires, 1938. Catamarca en cielo y tierra. Ediciones Kraft, Buenos Aires, 1944. Pan. 1937-1947. Ediciones Suma. Buenos Aires, 1948. Constelación, Editorial Stilcograf, Buenos Aires, 1959. El corazón en la guitarra, carpeta con dibujos de Ricardo Carpani.

Buenos Aires, 1963.

4 poemas, carpeta con litografías de Demetrio Urruchúa. Buenos

Aires, 1965.

Poesía de Luis Franco, antología. Eudeba, Buenos Aires, 1965. Trotsky. Chajá, ediciones de poesía, Buenos Aires, 1967. Guitarra teoría y práctica de la copla). Ed. Lagos, Buenos Aires. 1971. Insurrección del poema. Ediciones ColihuejHachette, 1979.

OBRA EN PROSA: Los hijos de Llostay (fábulas o relatos de animales). Buenos Aires. 1926. A mérica inicial. Ediciones Babel, Buenos Aires, 1931. El general Par y los dos caudilla,ies. Ediciones Anaconda, Buenos Aires,

1933. Ediciones Claridad, Buenos Aires, 1935. Ediciones Rosario, 1946. Editorial Futuro, 1961. Biografía de la guerra. Ediciones Perseo, Buenos Aires, 1941. El fracaso de Juan Tobal. Ed. Nuestra Novela, 1941. W alt W hitman. Editorial Americalee, Buenos Aires, 1945. El otro Rosas. Editorial Claridad, Buenos Aires, 1945. Editorial Reconstruir, Buenos Aires, 1956. Editorial Schapire, Buenos Aires, 1968. Rasas entre anécdotas. Editorial Claridad, Buenos Aires, 1946. Biografias animales. Editorial Peuser, Buenos Aires, 1953, 2. cd., 1961. A ntes y después de Caseros. Editorial Reconstruir, Buenos Aires, 1954. Hudson a caballo. Ediciones Alpe, Buenos Aires, 1956, 2 . ed., 1973. Biografio sacra. Editorial Reconstruir, Buenos Aires, 1957. Sarmiento y Martí. Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1958. Biografio patria. Editorial Stilcograf, Buenos Aires, 1958.


Pequeáo diccionario de la desobediencia, Editorial Arnericalee, Buenos

Aires, 1959.

Domingo F. Sarmiento (antología). Cia. Gral. Fabril Editora, Buenos

Aíres, 1960.

Revisión de los griegos. Editorial Americalee, Buenos Aires, 1960. La hembra humana. Editorial Futuro, Buenos Aires, 1962, 2 .1 ed., 1974. Prometeo ante la URSS. Dávalos y Hernández editores, Buenos Aires,

1964.

Espartaco en Cuba. Dávalos y Hernández editores, Buenos Aires, 1965. De Rosas a Mitre. Dávalos (Astral), Buenos Aires, 1967. Los grandes caciques de la pampa. Editorial Schapire, Buenos Aires,

1967.

Sarmiento entre dos fuegos. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1968. Cuentos ore tonos. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires,

1968.

La pampa habla. Editorial Schapire, Buenos Aires, 1968. Guitarra adentro. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1971. Rosas. Ed. Propósitos, Buenos Aires, 1970. El arco de Noé en el Plata. Ed. Lagos, Buenos Aires, 1973. El zorro y su vecindario. Plus Ultra, Buenos Aires, 1976.

EN PRENSA: Biografio de Juárez ('prosa. Poesia u Futuro (prosa).


La 0r'sente ediciテウn se terminテウ de in1prmir en el mes de Octubre de 1979 en las talleres de GRテ:ICA PATRICIOS SCA., Juan Gregorio Lemos 246, Buenos Aires, Argentina.



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