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1 Días y noches de tierra y persianas de montes nos separan del mar, oh alma, y sus veleros horizontes; mas con el avance de la ola, con el ascenso de la savia y con el brinco del relámpago va mi sangre loca y sabia. Al devoto digo: no es culpa mía si no me aprecias habiendo más misterio en mis sienes o mi cintura que en las iglesias. Y sé espulgarme de más de una miseria auténtica o postiza, y lavar, muchas veces, con mis manos guerreras mi camisa. Oh, amigo, bien lo sabes, que no es simple murmullo: no nos jactamos de la pobreza aunque es nuestro único orgullo.

2 Tan sucio como los ríos que cruzan una ciudad, mundo de hoy, me siento de tu humanidad. ¡Capitán de soledades! Y no obstante en mi propia raíz me hundo para pulsar las ciudades y el mundo. He aquí mis versos: pájaros que al árbol en los llanos. solitario, traen noticias de aus hermanos lejanos. —9---.


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3 Hoy madrugó más mi verso: su blusa azul se veía y la herramienta alta en su hombro era arma en que se alzaba el día; por sus miradas fluviables iban en lento fluir montañas, horizontes, nubes y almas rumbo al porvenir. Humanidad: los dorados caballeros de lo pedestre aun mezquinan su oro para el caballo de tu estatua ecuestre.

4 Con el candor de su leche redimen lo negro de mi pan las cuatro vacas que miran sin yerme, mientras yo espío a Aldebarán. Aquí está mi caballo: su galope y mi alma hacen el viento; su relincho y mis ganas izan más alto el firmamento. Aquí, junto al poncho que hiló mi madre, mi perro, con el misterio de [ternura y bravura de sus ojos que bastan a bienquistarme con la vida oscura.

5 Mi mejor fiesta es reir de las estupideces demasiado humanas como los pájaros migradores de las aduanas; mi risa de coral y sal, misterio de luz entre misterios, soplando de los mares avienta las coronas de los cementerios.

Al galope me adelanto por entre lo muerto y lo vivo y siento una sola corriente alzada en olas hasta mi estribo. Dudas, angustias, combates, y al fin, armonía, tu centro; avanzan ya sobre las olas las lejanías a mi encuentro. Yo exprimo lo pasado y lo futuro en el hoy, sin suspiro; hay más ciencia en las hojas de ese rosal que en las del papiro. A lo más maravilloso, digo, a lo más real, hay que abrir las puertas: el arte se ha nutrido demasiado de ausencias y cosas muertas. Oh filisteos de vientre mitrado que no aceptáis disputas; vuestra ciencia es como el ahorro de las prostitutas. - 10 -


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El hombre no es ensueño ni ombligo, dicta mi pasión, sino toda la sangre y el espíritu en conjugación. Mujer, hasta el sol suben por tu alma nuestras voluntades míseras. y ya el rumor de tus faldas nos arafia las vísceras. Niña de estío y rocío me lía en su amor de madreselva: su alma claro de luna, su sexo noche en la selva. 8 Hago mi trabajo con fervor o canto, dando la espalda a mis congojas, mientras lo desconocido sombrea mi alma con ruido de hojas. No sé sí va a mi lado o detrás o adelante, pero siento que anda conmigo un acompañante: su mirada con la sombra y la estrella empalma, ya se pierde en la arboleda o dobla la esquina en mi alma. (Nadie ha trazado aún ni acaso se trazará mañana el mapamundi que irriga la sangre humana.) Sobrepasa ya en mucho al otro el zodíaco de mis visiones. Monstruoso de poesía y espanto jadeo en mis tribulaciones.

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EDEN Sus manos son apenas más inteligentes que sus pies, el largor de sus brazos venga lo angosto de su frente, sus sentidos esgrimen más destreza que su diestra. Aun parece desconfiarle a ratos al yugo de lo horizontal Mas ya, como los montes, está definitivamente en pie.

Sabe lo dulce de las frutas y lo amargo de las raíces, como los hijos de la fuga, pero el rojo sabor de las presas latientes lo encela como a los amos de colmillo y de garra. El horizonte estira su largo cuello curíoseándolo todo. La mañana, que escucha sin moverse, conoce por el timbre de su voz cada uno de sus pájaros. En el rumor de la brisa que acaba de nacer balbucean enjambres de edades abolidas. ¿Qué hará el desnudo ante las fuerzas conjuradas y en asedio? - 17 -


El bosque se parece a la crin erizada del león, el desierto es misterioso y evasivo como la víbora. Y la noche, la noche, la noche vomitada por la oscuridad de las fauces rugientes! Aun detrás del sueño sus oídos vigilan. El mundo es un acecho circular: en cualquier momento alguien va a saltarle a la espalda. Siente que sus grandes sueños le estorban como la cornamenta al ciervo. No sabe sí las nubes van a transformarse en una montaña, en una constelación o en una bandada de palomas. Hace mucho que los ríos comenzaron a irse y no acaban. Los insectos pulverizan en granos la colina, el arroyo en gotas, para verlos mejor. El sol nace y muere ensangrentado como un hombre. Las estrellas son hombres que cazan en la montaña más alta y más oscura. El hombre malicia que el aire está lleno de profundos designios que habrán de ser ejecutados un día; (por quién? ¿un ala? ¿una trompa? ¿una mano?) lleno de cantos que no pueden resonar en los pájaros, lleno de estímulos que nadie recoge todavía. Lo real y los sueños danzan en torno suyo cogidos de la mano. Confunde el miedo con el frío. Confunde los insectos con el viento o la muerte. La muerte es una pura casualidad que bien puede no darse nunca. No sabe si el espacio es un olor sutil que oprime la garganta; cree que el tiempo es un río invisible que su corazón parte en dos brazos. Su alma quisiera regir todo eso, pero está ebria. El perro está aún en el bando enemigo, pero el sol ya pernocta en su real, vestido de hoguera. ¡Retirada del frío, las fieras y la noche! En las tinieblas más celosas, - 18 -


la llama, diosa desnuda y danzante, espaciándole corazón y ojos, le secretea su aire de seguro y de vida. Del brazo del árbol anda por la Naturaleza. El ámbito lo viste con su alma innumerable; su pulso salta con los saltos carnívoros, su resuello apresura los galopes. Proyecta hacia afuera lo evidente y lo oscuro que hay en él, Infunde su bímano latido a cada cosa. La idea de la muerte es una tal profundidad que hace nacer el alma. Se hieren las huellas del perseguido para herirlo o se lo asesína con una palabra certera. Un puñado de agua sembrado hacia lo alto vuelve fructificado en lluvia. •

El odio es reversión del hambre. En el rastro de las rivales plantas humanas siente el peligro todopoderoso: el de la fiera que conoce todos sus secretos. Ya el hombre ha entrado en un pavoroso círculo. Ay, se odia a los muertos con reverencia enorme. Los muertos son los viejos más sabios y prudentes. Bajo la sombra de la tierra acechan en cuclillas con sus insurgentes almas agudas. No se dejan ver nunca, pero dicen siempre: aquí estamos. El desnudo emigra con las cigüeñas y con las grandes aguas; va vestido de pieles, de plumas y cautela, y la caverna es su escudo inverso. Algún día se puso a imitar en una piedra el perfil filoso del horizonte. Pero aún ignora que el cuchillo es mayor que una mano o una garra. Ignora que es también un horizonte. Su espíritu brumoso recogía sin forma las maravillas del sol y de la sombra, mas ya empieza a tallar en palabra su gruñido o su alarido. - 19 -


El dueiĂ­o de lo que va a venir estĂĄ en su casa. (su frente es una estrella hechiza de la tierra, los dedos de su mano se parecen a rayos). El hombre piensa en una criatura ausente capaz de agujerear la montaĂąa, hojear la selva, hacer piso del agua, y del cielo tal vez. . Y adora desde ya, con cualquier nombre o figura, a ese dios invisible.

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ODA AL CHIVO Ahí, junto al olivo gris, de tronco inconmovible como un dogma, (el olivo, criatura en oración, que ha puesto ceniza en su cabeza) tu inocencia pagana viola alegremente fúnebres mandamientos a pesar de tus barbas de sapiencia y tus callosas rodillas penitentes. Está bien tu pellejo para ubre del vino en el avatar del odre, pero, ¿por qué el cilicio de los anacoretas? En la lengua del fuego y de la brisa suenan inmortales secretos que no queremos oír todavía. Los mejores decoros de la luz están en el escarabajo, manipulador de carroñas y excrementos. La voluptuosidad es augusta y más ingenua que un piececíto de niño. 21


Bajo conductas efímeras se oculta eternidad y bajo vulgares ruidos, música. Oh, suficiencia en círculo, Naturaleza, patrona de tumbas y pimpollos: su hermosura es una doncellez renaciente y la mayor fertilidad de la tierra: está en lo más oscuro de nuestras entrañas endiosándolas, el misterio de su presencia, ese temblor más grande que nosotros. Chivo, el hombre, nuestro hermano, es el sólo evadido del ritmo que todo enebra, y de su cuerpo viviente, padre de musas y dioses. Aún viste su carne de escalofríos por la ultravida, ay, uno de sus flatos, y aún pone hoja de parra sobre su alma: soñando castidades de hielo y de ceniza y cosechando tristes eretismos, menesteroso como una plegaria en el mundo que los pájaros alegran por él. Morando está en la piel y el ademán de las cosas el que alzó lo mecánico y lo convirtió en dios para seguir su vieja imitación de la muerte. Pero no lo ignoras, hermano mío y del árbol y el fuego: somos amargos como las raíces y dulces como los frutos, el color del sol y el pulso de las savias llevamos en las venas y nuestra sangre despierta sus sueños en una insondable vigilia. Somos los sumandos de una cifra única: la calumniada nada es una estación del todo más estremecido que un arrullo. Un soplo anima el cañaveral, siringa innumerable. Te eriges en dos pies de danza sobre la tierra palpitante, brutal y venerable como un priapo bajo el alta ingenuidad del cielo. - 22 -


PASION, RESURRECCION La tierra vestida de desnudez y de harapos de estameña. Arboles ascéticos, árboles penitentes: llevan cabezas rapadas de presidiarios, llevan coronas de espinas. Después de la vigilia de sus noches, bajo el alba, lívidos, tiemblan en su escarcha de arrepentimiento. ¡Las varas del rosal, cuerdas de flagelación! Sólo el olivo, varón de mucha fe, halló gracia a los ojos del cielo, mas tiene en su cabeza la ceniza del miércoles. ¡Horror de las metamorfosis expiatorias! Cepas - pulpos que extienden yertas sus nudosos tentáculos; árboles - ciervos de cabeza monstruosamente multicorne. Enfermedades que purgan quién sabe qué pecados. Arboles tísicos, desnudos bajo el sol. Y otros de flacura cetrina, consumidos por la fiebre de los pantanos. Y árboles leprosos. Y árboles paralíticos. - 23 -


Inútil el incienso de los humos agrarios para abreviar la ausencia del Sol, nuestro señor. Purificación. Purificación. Será preciso la hostia de la nieve para que la tierra pueda ceñir de nuevo la aureola de santidad del cielo claro. Mas ya los durazneros, ataviados de rubor, dijeron las albricias de la que hincha las yemas y los ríos y el sexo de las vacas. Laboriosa entre las abejas zumba la tierra empolvada de polen de sol. El cielo está más cerca, al dar vuelta la esquina. La luz se acuesta desnuda en la piel de pantera del paisaje. También desnuda, el agua, o en enaguas de espumas, ríe su esquiva feminidad en los claros o cuchichea su entrega en los rincones. El entrañable mugido del toro está dando nubes a la mañana. Las ventanas , se abren con las corolas. Y el cielo, el cielo se interesa por todo lo que pasa en las casas. Borrachos con el mosto del sol nuevo, el álamo agita trémulo su tirso, el sauce, poeta de elegías, tupe más sus ramas para abrigar sus nidos y recita su cantar de cantares a los pájaros. Las vides estiran hacia la vendimia los brazos de sus pámpanos. El aire es frágil como un himen. Con las pezuñas llenas de barro y los ojos de sol, coronado de cañas, un dios va a salir del misterio del mediodía y desvirgará a la tierra en la sangre de las rosas. - 24 -


ECUADOR

La tierra agita árboles y pájaros y ondas con ademanes ebrios, pero ya en el cauce del verano se estanca de nuevo el sol torrencial. Oh, mediodía de inmóviles ojos de serpiente. Dos palomas queman su castidad en el incesto. La fuerza del río se ciñe a mí cintura, mientras el ecuador de la siesta comienza a madurar todos los deseos y las frutas.

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RECUPERACION DE LA LLUVIA La distancia escalona sus azules y sus montes. Los arroyos, secos como lengua de loro, y un calor que hace sudar las víboras. (Invisible taladra el silencio y la madera una oruga, intestino parásito del árbol). En el campo agazapado al acecho, los álamos, ya inquietos, ventean la tormenta. El trueno piensa, de juro, que después de él no existen las montañas. Y desde la otra orilla de la tarde, polveando, sacudiendo sus frondosas crines, avanza el viento. Atacados por él, los árboles de melenas de indios se defienden lanzando las flechas de sus pájaros, mientras las gotas pasan del tranquito al galope profundo. —27-


En caja de tierra y en cuerdas de cielo, la lluvia digita su música sin fondo, música de los orígenes y recíén nacida, y lo penetra todo. Fragancia más honda que mujer y más dulce que fruta. Temblor y frescura de estrella en el agua. Los sueños, los más simples, vienen a la mano. La vida está desnuda y ríe ocultando su cara entre los cabellos mojados.

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ENTERO CANTAR Los marineros tienen todos los puertos y yo tus ojos abiertos. Me turbas aunque no quieras: hasta el humo de mi cigarro me propone tus curvas. Tu sonrisa es nupcíal como los azahares y en tus caderas se desmaya un cantar de cantares. A mosto da olor tu piel, viña madura en la madrugada, y en tus brazos de pámpanos se emborracha el amor que enrula los ricillos de vid de tus axilas. Mas he aquí sin concierto ni turno, los reclamos de mi balada: tu cabellera, huerto de lo nocturno; tus pezones, ojeras lilas de tus pechos ciegos antes de mi toque; tu lengua de vértigo y de rosa, para mi gula cargosa de niño terrible; la drupa, pesada como un otoño, de tu grupa hendida en surco de albaricoque; - 29 -


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tus rodillas, no menos niñas que tus mejillas, y tus pantorrillas púberes como tus senos; tu vientre, inocencia nublada y constelada; tu ombligo que es nido y vórtice dormido, y el misterio que se ha hecho flor y fruto, y, en fin, cifra de todo eso, todo tu cuerpo pulido beso a beso como un guijarro pulido ola a ola, tu cuerpo que es mi libro, mi lecho y mi jardín, Y aquí está tu risa que libra de los muertos a los vivos; aquí tus ojos de árboles pensativos • de donde surgen pájaros de prisa y de colores; aquí tu sangre y tu alma llenas de senderos de selva. Las cosas se te arriman para que tu gracia les devuelva la inocencia de sus amores. Un día que salías del agua con tu simple desnudez temblorosa, la azucena te ofreció su enagua y su corpiño la rosa. Cierto que te quiero con celos de viejo y más allá de todo consejo, cuando mi boca se te apega así como un vampiro o como un colibrí. . . Pero sólo colman mis antojos las lágrimas que fructifica para mí esa rama profunda de tus ojos.

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VINDICACION DEL INVIERNO • •

Junto al rosal hirsuto que cavíla sus futuras fragancias, siento el vagido de mis pensamientos aún nonatos. Oh, ni la primavera ambigua y muelle, ni el verano apoplético. Invierno rudo y sobrio, invierno lúcido, en desnudez de atleta o bajo una armadura de cristal irrompible, enemigo de viejos o de enfermos y de malos olores o perfumes baratos; invierno de claros árboles sin sombra y raíces lactando en lo profundo, aún ebrias de horizontes subterráneos. Duro y puro al modo de los bíceps o los frentes: tu gracia es firme como doncellez, hermano de la sal, invierno incorruptible. 31 -


Me templa más que el alcohol tu frío, tu sol es como aceite en cuerpo de gimnasta, y blancura de dientes que sonríen, tu nieve. El hombre, criatura entumecida de latidos y sueños, te rehuye temblando. Mas tus puntas de hielo son mis fieros estímulos. El silencio está desnudo en su inocencia original. Yo siento que a la blanda palabra amanecer das un filo de espada, y adoro tu recogida palidez creadora.

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NOCTURNOS

LIBRO

II



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NOCTURNO W 1 Tienes el señorío de lo suave, tú, vestida de carne y de alas, armada con espada de lirios. Amada hasta más allá de tu hermosura y tu cariño —la hermosura es apenas tu alfombra— sintiendo que esa tristeza tuya me es querida más que tus ojos. Hay más infancia en tu voz que en una mejilla de niño. (Tu infancia que en ti llevas como un jardín en sombra de que me hablas con palabras para ti creadoras que a mí se me escapan, pero escucho como madre ninguna el gorjear de su hijo.) Llena de asombro y paraíso, tú no sabes ser coqueta sino con tu alma. Sencillez de fuego. Y gemido adorable. Y el doloroso mimo de tu esencial ternura, Y no sabes ser coqueta sino con tu alma. Sólo los sueños parecen caminos para llegar a *i. Ya despertaste en mí el eterno latido, pero de mi sueño de ti no me despiertes. - 37 -



NOCTURNO N° 2

Orgullo de mártir y rezo del diablo; el pecho de más hurañía confeso a la estrella primera y la última, y monstruos sin nombre aguaitando en la sombra; angustia de tierras sin misericordia de agua; la tristeza quemándose humeante; redoble de sangre y esfuerzo bisoño de alas; el que ata y desata, insistiendo con ojos de piedra y con habla de sombra, el destino, domando el reducto final: y el cielo cayendo sobre mi cabeza. Ahora los ojos ya ciegos de tanto buscarse en los tuyos; ya todo extraviado, sin ti, ante mi alma. Inocencia fatal de las llamas que endiosan lo que asen de muerte, la tuya. Y he aquí que en mí mandan ahora la profundidad de la noche estrellada, y el ansia incansable del viento, y el fuego de la soledad en aguardo, y el pulso del mundo. - 39 -


No busco sin duda mi arduo querer remansarse en la dicha. Con el divino peligro por hábito, en ensañamiento feroz los recuerdos y la esperanza en vigilia sin tregua, cubierto de heridas y besos, mi corazón cabalgando en la noche galopa hacia donde jamás nadie ha ido por gusto de ir, por caminos que sólo en secreto rastrea la muerte, hacia yo no sé qué región de plegarías y espadas Mi corazón que es un rey viajando de incógnito.

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NOCTURNO N° 3

Con hambre y sed de soledad, a estas orillas vino mi corazón nocturno a pastorear sus penas. Como en el puente de un barco mirando más allá de las olas y la noche. Junto a mí, con su mano sobre mi hombro, siempre el recuerdo con sus [ojos cansados, y todas mis lejanías, holladas o vírgenes. Tú en mí, siempre, como una patria en el pecho de un héroe, y mis sueños que tienen forma de ala y tienen el color de tus ojos. Dolorida más que una carne el alma, y el líquido rumor de la fuente que lava las calladas heridas. Tu lejanía se aprieta sobre mi ansia y yo arañando en la hondura quiero desengarzar para mandarte la estrella más latídora. Viviéndote, maravillosa, en pulso y en respiro, con la vehemente vigilia de las estrellas hasta el alba velaré tu recuerdo; latido a latido mediré la noche. De pronto te me apareces. ¿Dónde? Y cíerro bien los ojos porque no te me vayas. Pero no hay más que tu ausencia, la ausencia que agranda la noche. - 41 -



NOCTURNO N o 4

Era esa una comarca con figuras ya de olvido, y en la noche más sin otros el silencio me celaba como espía agazapado. Y vagaba yo con pasos más oscuros que los índices del viento. Un no sé ya qué de cosas desgarradas y sin nombre serpeaba hacia la cueva de mi miedo; • abrazaba mis rodillas un afán de humillación y de oración; • porfiaban los sollozos por colgárseme del cuello. ¿En qué valle era, del ¡ay! y del suspiro? ¿y por qué remordimiento? ¿O es que había yo bebido de la fuente que destierra de este mundo y su recuerdo? ¡Y temblaba en el crucero sin seguir, mi corazón, qué avezado, sin embargo, a lo nocturno más avieso! Fué entonces cuando supe que la noche era la Fatalidad arrodillada y con la cabellera al suelo. ¿Quién lo dijo, sin palabras de la tierra? ¿y qué voz y no de labios y sin eco? ¿fué alguno de esos pájaros de espanto que guardaban esa orilla de destierro? - 43 - -

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Llegó a mí con lo monstruoso de la sencillez total: ya no estaba entre los días la criatura que miraba con miradas de lo eterno.. Y la sombra también se hizo palídez al entenderlo. ¿No era un ídolo de barro, pues, la muerte? Y más lóbrega la boca que la sangre de los muertos, erizado de un tropel de gritos mudos, con la hambrienta torcedura de la súplica del fuego, quise alzar manos de alma hacia el destino, el tirano ante quien todos somos reos! Cuando al fin toda la sombra se volcó sobre mí rostro como un llanto y mi lívida locura se fué en sangre ante el recuerdo. Eras tú la criatura irrefutable que querías que el amor fuera derrota del tiempo; la inspirada que en tus manos escondías aún la llave de mis sueños; tú, tan mía, que mis penas muchas veces por tus ojos se vertieron; tú, tan mía, como si mi corazón te hubiera, ¡oh, mía! inventado en su momento más intenso. Y mis carnes en harapos de tinieblas me envolvieron, y hasta el borde de la nada fue mi alma, ay, la triste, descarriada en un horror como de cuerpo. Mas ya era en la ribera de mis párpados, con el alba, la pureza que dispone la salud del día nuestro. Y tú entraste, silenciosa y luminosa en tu mirada, con las alas que tan sólo yo te veo, de la incógnita de las resurrecciones. Y ya estaba yo contigo. ¿Cerca? ¿Lejos? ¿Dónde? En el más allá de luz que hay en tus ojos custodiados de misterio.

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El luto de mis pensamientos sombríos, siempre, y mi guardia de dísepultos recuerdos, siempre. Era que andaba persiguiendo pájaros de hum era un perro en busca de su amo, ya bien difunto. ¿Qué canción, en la noche urdida de sortilegios, venía a veces con tu voz y tu andamiento? Busqué hacerme a trechos sonrisas que me ocultaran, pero eran caedizas, ah, como una lágrima. Su cara hundía entre las manos el mal agüero, y mi corazón ya entreabría alas de cuervo. (Y tu carta traía herida de muerte, acaso, cuando así vino a desangrarse entre mis manos.) Y la amistad desesperada de lo nocturno, y la aprensión de lo peor hecha ya nudo. - 45


Aprensión de un después que era de juro nunca, de ignota isla sumergida o playa última. Y la soledad extendiéndose vencedora leguas y leguas de mí alma a la redonda. Y en el montón de la nada, yo, apenas hueco de sombra, entre mi corazón y tu recuerdo.

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NOCTURNO N° 6

Has traído la luna apasionada de tus brazos y tus trenzas con su hondura de fatalidad, y tu tesoro de melancoija. En las ondas del río sagrado de la noche (una blancura de ángel o de vela extendida, a lo lejos) bogamos bajo el tropezado viento de los suspiros, acaso el que doblega sobre mi hombro tu frente pesada de rocío. Lleno de sumisión y de soberanía, tu inspirado corazón se abre a todos los divinos caminos de la noche. Y o digo: ¡quién me besará como quisiera ser besado!

Tú: ¿qué canción harán tu alma y mi alma? Yo: cualquier estrella sería más clara si llevara tu nombre. Y tú, con una grandeza de niño: la muerte es un lucero. Tus gestos tienen aún la pereza de los perfumes, mientras sobre mi pecho irrumpe ya la pasión del mar. Y ante las constelaciones permanentes, te jura mi sombría fidelidad por ellas como un guerrero jurara por su espada— sintiendo temblar toda la estrellada sombra en el temblor de tus párpados y tu alma bajo mi beso. —47-



NOCTURNO N° 7

No está mi reino en este mundo, porque se halla en tus ojos (¡hasta qué lejanía no sentirán su ausencia!), en tus ojos de albricias, que regresan del cielo para entrarse en los míos y en idioma de llanto conversan con la dicha. Y para el mundo y lo que no es el mundo el tu mirar es nido; el tu mirar es ángel en vuelo hacia la luz, o espada, o abismo. ¿Qué súplica o blasfemia, qué violencia o fuga, cuando llegó trayendo de su mano al destino? Yo no sé de tu rostro, ni tu pudor invicto, ni de tu palidez, ni tus manos únicas. Sólo te hallo en tus ojos. Tu voz es sólo el eco de tu mirar de música. - 49 -



NOCTURNO N° 8

¿Qué viento nos sacude harapos y sollozos mientras la vida tienta con miradas nupciales? ¿No es la voz del éxtasis como voz de socorro? (En la sombra alguien debe reir de nuestra dicha.) Llenos de un alto grito que se nos queda adentro, altivos y humillados como los pedestales, somos hechos de sombra y anhelamos la luz. ¿Qué ansia coronada de divinas espinas? ¿Qué trémula ambición comparable a la noche? Sé que el amor es grande, ángel rebelde en lucha de luz por libertarnos de nuestra inexpugnable soledad, hasta que cae al fin con las alas vencidas. Solos siempre, sin poder escapar de nuestro pecho. ¿Para qué confesarnos sí nadie puede oírnos? ¿Quién nos dará compaña, si todo nos rehuye, y nuestra alma es una fuga, ay, y nosotros mismos lo que fuimos no somos? - 51 -


(Y estamos sumergidos en la nada, y estamos hechos de ella. pero la piadosa nos vuelve ciegos, ciegos porque no la veamos,) Y a causa tuya estaba yo ahogado de sombra y de esa agua más honda que la sombra y el mar. Y me tentó la gran blasfemia, y dije: acaso ya no la amo, y aún no la amé nunca; acaso nadie puede humanamente amarnos, ni nosotros podemos amar ¿amar? a nadie. ¿Qué exceso de horror que era casi ternura? ¿Y qué maravillosa lástima de un corazón de barro tan violento y débil y del corazón de mis hermanos de prueba?

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NOCTURNO N° 9

Las nubes, cierto: les daba vía libre o echábalas a los apriscos o bien al viento, que mal sujeto por mí otra mano tiraba a ratos de la traílla. Y mi derecha se estremecía de incontenible virtud inédita: los mismos árboles sólo esperaban su seña para ya entrar en danza, y su más leve digitación ponía en música hojas, cascadas, aves y rocas. Mas tú, quién sabe por qué no estabas conmigo entonces.

Y ciertamente también tenía la llave que abre la tempestad, mas yo era el alto pastor por quien las soledades no son castigo: mi pasatiempo era ir abriendo todas las alas para los rítmicos vuelos de [boda, o bien volver al haz canciones de amor caídas sabe en qué pozos, Dios, [y en qué antaños; con un temblor de más distancia que las estrellas y las raíces mi beso ebrio hubiera vuelto púdicamente roja a la luna. Mas tú, quién sabe por qué no estabas conmigo entonces. -

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Con intensión de eternidad mi ritmo estaba ya infuso en toda cosa vi[viente. La misma noche ante un relámpago mío se abría en dimensiones desco[nocidas. Y sé que fuera de ti no habría nadie podido mirar mis ojos en ese instante. Y ya podía frenar apenas mi corazón puesto al galope hacia qué alba. Mas tú, quién sabe por qué no estabas conmigo entonces.

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NOCTURNO N° 10 La soledad de una ausencia nos arrumba, ciegos, y la viudez del mundo gime en nuestro pecho. Oh, esta miseria como sagrada que somos, y el corazón, poeta rotoso y sardónico. Campo santo de recuerdos se volvió nuestra ansía. Y el mal de que no sabemos morir, la esperanza! Lo mismo que un pueblo en torno a un cadalso puja, así ahora nuestros días en torno a la angustia. Y temblamos como hilacha pensando en la muerte, en la que ya no podremos temblar, ciertamente. Nosotros que del coraje mayor fuimos amos, noblemente, fieramente radiosos y pálidos, en el amor, violencia de hogueras y sables, que respiramos de veras con fe de inmortales.

Y he aquí que somos ricos, bien lo sabes, alma, sólo en una milagrosa reserva de lágrimas. - 55 -


(Y ni eso, porque el llanto, criatura del hombre, igual que un agua cerrada, al fin se corrompe,) Y agitar torcidamente los labios del ruego, o aun enarbolar el grito, es vano aspaviento. Y lo que fue o bien pudo ser, ya es nada lívida: esa pasión, que en su abrazo juntó ensueño y vida, para que de ella no quede finalmente, acaso, ni esta enronquecida canción de borracho,

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NOCTURNO

—Es más ardiente que el coraje, más profundo que la sabiduría. —De qué íntima lejanía nos viene su mensaje? —Su signo es el más fuerte. Vanos ya los amagos del olvido o la muerte. —Qué perfección de humildad y de espera nos logra ese adelanto o eco de cuál fiesta venidera, que llega con la música y se va con el llanto? —Un abrazo sin fin como la cruz, la carne opaca ardiendo en lágrimas de luz. —Nuestra alma en su momento más pobre y más hermoso se abre como mirada de niño o como herida. —Sentimos que se trata de algo más que la vida. —De un paraíso doloroso, pues sólo es nimbo de nuestros anhelos la dicha púdica y ardiente, ¿o alguien miró su rostro bajo los siete velos? —Acaso no la vemos porque ella es transparente. —Nuestra soledad se encapricha en seguir todos sus rastros presuntos: - 57 -


somos los suplicantes amargos de la dicha. no es casi la dicha sufrir así tan juntos? —Quién dirá lo que somos nosotros en la sombra de nuestra alma de amores y dolores? —¡Quién a decir alcanza lo que somos! —Los ciegos de los sueños de colores? —Somos quizá tan grandes como nuestra esperanza.

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NOCTURNO N° 12

Puñado de tierra y de viento, aspereza de fogatas y crines, con mis pulsos de estío y mi pobreza guerrera, y o soy el del pecho oscuro de la herida que le alumbraron para siempre. Por la vida, argumento de frenesí y olvido, voy y regreso y voy con mi señor siempre en ardiente diálogo, ingenuo como un soldado o una rosa, sin saber qué cauces llevan mi sangre hacia el ocaso, 59 -


• con desesperación que no calza en ningún metro, • borracho de lágrimas, la mirada como bastón de ciego. Pero entonces descubro que todas las compañías agrandan mi soledad, y más acá de los dioses y más allá del hombre, mi corazón de sombra latiendo en las estrellas.

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NOCTURNO N° 13 En tus ojos un sueño que sólo quiere despertar en la música. Y el niño que yo fuí, por ti resucitado con sonrisa asombrada, te oprime con su alma y tu hermosura le duele. Tus temblores de brisa, la noche enamorada de tus ojos, y mi sentir de suavidad y varonía. Comprendes que las caricias sobran porque ya estás en mí más profunda que la respiración; y hasta en esa encrucijada de desesperados besos un guardabas tu sencillez inconsútíl. Te oprimo con mi alma y tu hermosura me duele. Alguna vez tu angustia fué más pesada que tu cabellera y entonces sólo para recordarla quisiste la dicha; alguna vez tus ojos parecieron en vuelo cansado hacia el olvido, pero volvieron con el rocío de las mañanas a venir. Y yo, tan triste que ya nada temía, béme aquí vuelto más loco y más cuerdo que la esperanza tras el sueño de tus ojos que sólo despertará en la música. Te oprimo con mi alma y tu hermosura me duele. - 61



NOCTURNO DEL REGRESO

Cuando yo andaba ya con la pena hasta el cuello, después de cuántos siglos de ausencia, regresabas. Verdad, yo no sabía, oh, que cupiese tanta soledad en un pecho; verdad, yo no sabía que una ausencia pudiera ceñir tan enconado nudo de vida y muerte en el ansiar de un pecho, martillando la nada. La noche palpitaba como gran ave herida, y palpitaba menos la noche que mi ansía. Llegaste, al fin, llegaste como un recuerdo, pálida mía de ojos nocturnos, los brazos extendidos en senderos hacia el jardín cerrado del abrazo. Te hice cuna en mí pecho porque en su vaivén hondo se meciese tu queja. Después la noche fue naufragando en tu pelo, y yo soñaba en él las estrellas perdidas. 63 -


Estabas tan adentro de mí mismo, que ya tu voz no era tuya o era quizás que hablabas con las voces del sueño. Tu voz, pronta a caer, temblaba como lágrima, y la mía venía de muy lejos. "Siempre!'', "Siempre?", ''Alma mía'', "Jamás", ''Allá en la muerte". Y para arrullar las esenciales palabras, se hizo la noche un canto profundo que entreoíamos. Vino en eso la lluvia. Vino acaso tan sólo porque la tierra oliese como tu cabellera derramada. La lluvia era una música adentro del silencio y fué aislándonos perdidamente en el mundo. Y se volvió mi beso sin número como ella. Mi cc,razón creciendo doloroso en la dicha, hasta que redimidos por los tuyos arrodillé mis ojos en la oración del llanto.

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NOCTURNO DE LAS GEMELAS

Yo me acerqué a la noche (qué cosas tienes, alma!) Oh, cómo te pareces, noche, a ella, noche que amaron los pastores ingenuos y los magos de alta sabiduría, en tus perfumes de párpados bajos, en tu latir de contenida música, en tu acercar las distaiicias más hurañas. Oh, noche, cómo te pareces a ella, sombría así y radiante, henchida de no sé qué arrullo, con tu quieta ansiedad de alas plegadas y el secreto de lo que hay más allá de la mirada y el suspiro, borradora del mundo, oh, cómo te pareces, noche, a ella y penetras los hábitos caseros de su alma. Eres la gran pudorosa (o es ella? ¿o es ella?) ¿Con qué canción dormida entre los brazos vienes, u ojos apagados y encendidas lágrimas? - 65 -


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¿Con qué alma en infinita fuga (io es ella? ¿o es ella?) por caminos furtivos y en figuras de sueños, desunciendo afanes y el rocío para las fiebres? ( o es ella? ¿o es ella?) ¡Ah, temblor derramado y olas golpeando en mi pecho, y mi sed inmortal!

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NOCTURNO DE MUSICA

Música, afueras del mundo, hesitación de hallazgo o despedida, evasión imprevista hacía lo más profundo; a la puerta de calle, en espera, la vida, y el cielo que en el patio visita a sus pequeños; el olvido que aduerme sonriendo las penas en su manto; entrada a pie llano en la patria de los sueños, y el andante lentísimo del llanto. Mujer, reencuentro del robado edén en tu humilde fragancia; el destino siguiéndote, se diría, mimoso; alguien venido del país de los pájaros a resucitar la infancia, y ya quizá la dicha con su pudor radíoso; el mundo un secreto que sólo sabe tu alma; la armonía en luz bajo tus párpados en gozo, y en mí ya nada más que el crescendo de mi alma. Música, traducción irisada del más oscuro anhelo, escalas subiendo de nosotros hasta la orilla del cielo; la sombra azul de un ala que nos destiñe el mundo; - 67 -


nostalgia de todo lo que no conocemos; gritos de naufragio, supremos, y un silencio más hondo que una ausencia del mundo, y el más viviente: ¡Oremos! Mujer, el mundo se rescata en ti como la arrastradura del desierto en la palma; lo que se anima en gracia vive por ti y en ti; voces venidas de rasgados confines preguntan por tu alma; y a la otra te pareces, a ti misma, quizá, a ésa que llevamos en el corazón ya; llena de silencio y de música, desatas dócilmente los lazos que nos ligan a la tierra y la suerte; la vida es más hermosa que un recuerdo en la música y es diadema la muerte.


NOCTURNO DE MAGIA

Mendigo de maravillas, yo estaba con mi escondido grito y el sueño que solloza en toda carne; mi zozobra en alianza con la noche: el alma dando audiencia en secreto a todos los asombros y dudas. Y entonces llegaste con tu temblor de ala y circuída de todas las lejanías de la noche, tu forma más honda que la sombra estrellada, y como si vinieras de una edad más pura. Trémulos eleisones brotaron de la fuente del silencio, diáfana, y todas las cosas de afuera se volvieron imitación del alma. Y yo, cuyo corazón ahonda toda senda, sentí venida mi hora. Mis ojos llovidos tendieron arco-iris. —69--


Y entonces fui mago: hacía florecer la hierba, paraba la luna, sacaba a flote una isla de canciones y palmeras. Oh, entonces fui mago: podía abolir la muerte, mandar en tus ojos, despertar el pájaro de extraterrestre música asentado en tu hombro y en caballo de sombra galopar estrellas y edades.


NOCTURNO DEL SINO

Entre los, días y entre las sendas y el pasaje de almas trashumantes te buscaba en secreto. Vengo a ti de qué tiempos. . . Cada latido un tranco. Yo te esperaba ya. Pero estabas tan lejos. Qué noche la del pecho. La soledad más alta, cárcel, y la esperanza herida en el costado. Como el que convalece y al que es canción su sangre, ahora voy conmigo latiendo en el milagro. (A dónde la hallaremos? ¿a dónde la hallaremos.? ¿Más allá de la vida? ¿Más allá de los libros, que no aclaran mis días ni abastecen mi sueño?) Y fué como si entonces volvieras del olvido. Te abarco entre mis brazos, pero te busco siempre. ¿De la vida o mí fiebre llegaste hasta mi espera? Ahora te conozco, mas tu enigma es mi insomnio. De ti quiero olvidarme en tu alma viajera, - 71 -


Tu cuerpo es ola, estío, caricia, ¿pero tu alma? Como la sombra trae confidencia de estrellas No eres carne ni alma. ¿Eres carne de mi alma? Mas qué importa lo que eres si fui porque tú eras. Dicha o dolor, qué importa, siempre que tú lo traigas. En la pasión que sigue su vocación de llanto, en la pasión estoy, en su jardín con sangre. ¿Dónde? Oh distancia... ¿Fuera de la tierra? - ¡a tu lado! Tus cabellos se enredan, furtivos, a la noche, pero tus manos, pájaros, del asombro retornan. En mí estás, en latido: no preciso mirarte para ver que tu amor es diadema en la sombra. Puedes ya amar apenas, porque el amor te ahoga. Como un ala y otra ala se abren al vuelo, juntos tu corazón y el mío son las de un vuelo solo. Qué importa a nuestra música la sordera del mundo.


NOCTURNO DE LOS PERFUMES

Perfume, alma esparcida hasta donde no llega lo que oímos o vemos: el que es un viaje o un nuevo clima, o música evadiéndose en cauces de silencio; el que roba al milagro yo no sé qué noticias, o va en giros sin norte por las sendas del sueño, (los sentidos bañándose en escondida orgía o el alma que se alza como un rezo) todos en ti o por ti respiran, con su magia lentísima, volviendo abolidas memorias de qué tierras o días, o proponiendo escalas para un celeste ascenso,

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NOCTURNO DE LA VIAJERA INIMITABLE Rumor de siglos, ritmos de perdidas olas y extintos corazones oigo en mi sangre; palpitan en mis párpados ¿qué sorpresas y dudas más remotas que las estrellas? ¿qué vagidos de ultrainfancia? Vamos y regresamos y seguimos ¿a dónde? Nuestra mirada ebria no ve nada. Y hay cosas desconocidas que nos son familiares, y el acento de nuestra voz es extranjero, a ratos, y hay cosas que el olvido destiuíe más que la muerte, y más de una muerte hemos ya muerto. Profundos caminantes, por horizontes clandestinos, en cuántas estaciones, varona fuerte, nos hospedó la vida, y el destino siguiéndonos como a león herido, por el rastro de la sangre, pero nuestra memoria está vendada.. Y ella, la de siempre, nuestra alma, la viajera inimitable, sigue, sin temer los contagios de la carne y del tiempo, sabiendo que las más viejas cosas están llenas de futuro y en el más alto adiós hay una cita. 75 -



NOCTURNO DEL DUO INMO VIL

—Nos borra ya la sombra. . . ¿Borrará así el olvido? —Oh, nuestros corazones son la constelación más clara de esta noche que viaja hacia dónde! —Tus alas no se cansan, qué importa a dónde voy. —Quizá, vendados, alguien nos lleva de la mano. —Tal vez, O es que no puede mirarse el esplendor. —Nada sabemos. Sólo que estamos de rodillas ante algo nuestro, pero más grande que tú y yo. —Cuando bajas los párpados para abrigar tu alma la mía temblorosa no se atreve en mi voz. —Ay, mi dicha, más tímida que una canción de esclava. Yo no sé, yo no sé si es albricias o adiós —Escuchamos lo que otros ahogan en el ruido; en mí te escucho, amada. —Tu corazón es dios que busca las plegarias más trémulas las mías! —No! ... Aprendió lo divino, con tu cruz, su pasión. —Oh, amado. . - 77 -


—Pero lloras, ya! ¿Qué vaso de música será digno del llanto que consagre tu amor? —Tú también estás triste. T"lo quieres y estás triste. —Tu amor en mí vacila en sollozo o canción. —El temblor de tener un corazón mortal! ¿Cómo hablar de otra pena? Tal vez no hay más dolor. —Pero el amor nos salva. Qué importa ya la muerte si vivimos momentos inmortales los dos.

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NOCTURNO FINAL Como la luz los colores el silencio asumía toda música. El tiempo ya no era el testigo cargoso y el que desacredita toda hermosura; ni el fantasma de aliento de sombra, el miedo, manchaba hasta los goces más cándidos. (La tierra., ya qué ahogada, qué increíble, qué lastimosa historia). ¿Era en el país que nombramos de la muerte de este lado del misterio, el país apenas entrevisto, oh fiebre, sólo en la nostalgia de algún casi divino poeta? ¿Tú estabas allí desde hacía cuánto tiempo? No sabías ya acordarte de tu nombre terrestre ni de la minoría de tu alma (ni de la horrible cadencia de los sollozos, oh!) allí donde el pensamiento era una radiosa danza y el sentimiento seguía los senderos de la música. Tú estabas allí, desde hacia cuánto tiempo., esperándome. Allí en el día del que ritma las alas de los hijos del alba que no cruza y por quien somos vibración para siempre (para siempre!) bajo las alas del total fervor. . ¡Y yo ya no tenía un corazón de carne! - 79 -



CAUCES

LIBRO III



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EMBA JADA DE MEDIODIA Aquí, doblegado y anclado, el zorzal me mira escribir; suba y me empastela el dictado y me invita a partir. Ah, recuerda en tu ministerio, tú, hermano que escribes, que mañana ha de ser misterio el presente que vives. El aroma del azahar se allega a sobornar mi duda; ya la canción hace danzar mi sangre desnuda. El olor del macho cabrío es sagrado en la primavera. La tierra, el sol, la sangre en lío de enredadera. - 85


Sin ropa al salir del estanque donde se bañara, la brisa, en femenino arranque, ya corre a abrazarme, sumísa. Tú sueñas en tu biblioteca; mi sangre es panoplia de ardores: no tiene una ramita seca esta alma mía en sus amores. De qué velludas ascendencias, ay, y a través de cuántos escudos y de vetos y penitencias vienen nuestros cuerpos desnudos. El corazón de mi hermano más fúnebre que el ciprés; ve, el sol te tiende la mano; vive hoy tu antes y después, que la briosa plenitud de lo vital es la única juventud y es lo inmortal. Ya pasión y sabiduría no consuenan en nuestras voces. Ah, separamos lo que un día trenzaron los dioses. Contra la vida se alzan blandiendo su eclesiastés los hombres todos que calzan su alma y su cuerpo al revés. Fúnebres condenadores de la vida, desterrada a un más allá de terrores: celeste Siberia helada. - 86 -


Su ilusión que se encapricha por lo fugaz viste luto. un solo instante de dicha es tiempo absoluto! Yugo o cruz en tu hombro pesa, hay un sudario en tu frente, jy en tu sangre de belleza piafar de potros se siente! Ah, no estamos vivos, de veras, si en nuestras quejas o canciones no pulsan rocas, alas, eras y constelaciones. Con esplendores y lodos se amasan nuestros latidos; no sabes, de todos modos, sí hay perfumes prohibidos. Matador, ladrón, incestuoso: algo común hay entre nos. Y casi un dios sentirme oso . .. Y tal vez soy un dios! Hombres, por vuestra pasión se vuelve ganzúa mi ojo, y sólo en la rebelión halla cerrojo. Ay sepulcros sin blanquear, ay, guardianes reverendos del orden y del caviar, la patria y los dividendos! (Nuestro burgués hace guerra a todo lo humano, negando el cielo y la tierra como el hermano pantano. - 87 -


Mi gaya ciencia matinal exprimo de lo más sombrío; mi alma de siesta al final da su rocío. Tu corazón sin paz ni norte es ya un péndulo cualquiera, y tu sexo un resorte, hombrecito de nuestra era. En la más lúgubre locura fragmentaste el amor de un tajo: el de arriba de la cintura y el de abajo. Varona, si de tu amor ignoramos lo profundo, qué sabemos del calor del mundo. Caderas de la mujer, ¡oh, más augustas que todo templo! ¡Cráneo del hombre que engendró dioses y ángeles a su ejemplo! Cual los mástiles se encabrita en las tempestades mi verso. Mi alma se retuerce y grita ante tus fugas, universo. Si no ensancha al hombre, la ciencia no se engría de sus hazañas. Y aun el enigma es más presencia que las montañas. Recordémoslo alguna vez: tapan nuestra sangre y las rosas la muy lejana palidez de raíces y nebulosas. La tierra sirve en cautiverio, los ríos son tus mercenarios, y qué ¿harás del mar y el misterio, hombre, tus acuarios? 88 -


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Mas no licencies el seso con ademán manirroto, pues que no hay más contrapeso a los pesos de lo ignoto. ¡Oh, meditacíón: se mete el alma en sí misma igual que en la luz los siete colores del prisma. ¿De qué postrimerías llegan ahora lentamente cargamentos de días nonatos a mi frente? Y ya me buscan para miembro los inviernos y los veranos: frutos que yo no siembro cosecho con mis manos. Que en la vida sobra anchura para el danzar de la suerte: es un cambio de postura, nuestra muerte. (De lidiar contra la muerte sin descanso ni estación la vida sale más fuerte que quijada de león). Habremos de irnos, pero luego resucitarás en canción en el pájaro y en el fuego y el mar y el viento, corazón.

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ALBA INFANCIA

Las voces de los gallos campean en la noche, para que el sol perdido no regrese a deshora. Ni el cielo encrucijadas ni costuras la brisa. De agua y sol está hecha la mañana naranja. Más que tu rey y sus palacios, viejita de los cuentos, da plumas a mi ensueño un pichoncito hallado. Los corderos que balan me hacen más blanco el pecho. Hay ¿dónde? un niño dueño del potro más violento, de un trompo de colores y un lucero caído. Sí, la lluvia es un cofre de olor recién abierto. No, digo un instrumento de cuerda y el más dulce. Para hacerse invisible al cazador que viene, el guanaco fabrica neblina con su morro. - 91 -


El pizarrón es tenebroso y el puntero tiene algo de hueso de esqueleto. ¿Qué tengo yo que ver con entierros y horarios? Si aprendo bien los rezos, se alegrará mi madre, y sí soy bueno, el ángel me dejará esta noche dos plumas de sus alas. Pero, ¿qué hacer si mi alma no puede oler los cirios? Hace subir un álamo el relincho temblante. Júbilo y cielo derramados; mi ansia escapada trina en la rama más fresca de ese árbol, mientras la paz del campo blanquea las espigas. De fijo que los pájaros se gritan por sus nombres. Mas siempre nuevas migas de duda en los bolsillos: ¿por qué la nieve quema siendo blanca y no roja? Digo, ¿por qué las rosas no tienen cumpleaños? Si me escucha el peludo gigante del espanto, tendrá que hacerse amigo mío. Ya el callejón se esconde en sus propios recodos. Como se ha puesto oscuro, mí silbido me alumbra. Más honda y honda y honda, mi senda desemboca ya en la primera estrella. Matusalén, qué importa, vivió casi mil años; yo tengo sólo nueve, pero paso y me quedo al igual del arroyo.

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SINO En sudores de ceniza y vinagre aún me reconcentro viviendo tu dolor, tu cuerpo de dolores, pálido cirio que la fiebre encendiera por dentro. Pues todavía está como ese día, cierto, mí alma llena de horror corporal, aunque ya sé bien que no has muerto si en mí alzas tu recuerdo a lo inmortal. Ya lo ves, te dejamos ir solita por el vado tremendo. (Todavía estoy viendo en el adiós de adioses tu mirada infinita). Perdido aquí en el bosque final de los recuerdos, que me vale el ejemplo de los cuerdos 93 -


si con cada pulsada mi memoria se aferra a esas ciegas palabras que te dije una vez: Sólo la gracia ligera de tus pies te une a la tierra.

Verdad, no parecías, por ratos, criatura de la naturaleza ni del arte, como sí te esperara en otra parte una estacíón más pura. jY que así no pudieras demorarte! Ah, volvías vecinas en tus ojos las cosas más distantes, sabia hasta en el gobierno de infantiles antojos, podías dar a los más someros instantes no sé qué dimensiones de lo eterno, y qué arte de inventarnos un desvelo de dios! Tan frágil y eras entre todas la más fuerte con tu belleza en fruición y pasión; entre los que aquí viven de la muerte en la muerte, en un orondo destierro del ser, cualquier ademán tuyo era una creación cada mañana del mundo, mujer. Hasta el negado Buenos Aires de hierro y humo estaba convirtiéndose a tu estilo, presumo, pues que iba adentrándoseme, al fin, con el sigilo de lo que nombramos amor, y a la par suya, ante tu suavidad, sobre la punta de los pies, verdad, mi corazón se alzaba para verte mejor. Ahora comprendo que tu muerte más que tuya es mía, puesto que yo la estoy viviendo; ahora, más opaco que una carne, mi día, mi noche, más angosta que una sombra de lanza. ¿Cómo he de llegar nunca a esa sabiduría sagrada que es la esperanza? - 94 -


Con tu recuerdo por luto y absoluto, agotados los cómo y los por qué, ¿qué espero?, ¿qué pido? Que el olvido es la única misericordia sé ¡Pero tal vez yo no quiero el olvido! No esa desangrada calma, sino que estés en mí como una levadura para todos los designios del alma, actual en mi latido más profundo, y no reniegue yo de la hermosura que está conmemorándote en el mundo. Y te bese en el rostro de cada cosa pura.

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ALMO CUERPO

Siempre en temblor de adiós y preñada de espera siempre, elemental como el barro y la luz, angosta, y qué menos, para una respiración infinita, carne del hombre: sus laderas dan hacia el olvido, mas sabe que la muerte es criatura de un día. Dolor coronado por una sonrisa inocente, como toda creación, es ella. ¿Alba prohibida de su desnudez? Su esqueleto es la sola impudicia, y el temor a todo lo suyo, la peor agresión a lo divino. El cuerpo está invadiendo sin cesar toda el alma. - 97 -


Repliegue y despliegue de ondas, sensual ante la siesta, soñador ante el ocaso, recreador espejo de todo, y el mejor conductor de calor de lo viviente, cuerpo humano. Situado en el meridiano de las magnitudes, equidistante del átomo y la estrella, su genial tamaño.

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Más allá del sueño y la vigilia está, como la fiebre. Pariente de la piedra y la nube y la espiga y el cardón y el viento: animal solitario experto en todos los peligros de la soledad, que adora lo claro de su pausa en el oscuro torbellino eterno y adora el instante que vibra suspenso, colibrí. Pondero su elástica dureza, su inventiva sin sueño, vencedoras de hielos y trópicos, oh frágil domador de la fatiga y el olvido y el miedo. Su salud es una inocencia y la más gaya sabiduría. Cerrada, así más fiera, tempestad de la sangre y su melodía final, tan roja bajo nuestra palidez, y tan solar y nocturna, que del litoral de la piel escapa a las más emboscadas distancias del ser, sangre, por cuyo caudal somos afluentes del mundo. Células las más ciegas del cuerpo, saben más química que las abejas, más álgebra que los astros, tienen memoria insondable y deletrean el futuro, semejantes a los dioses. -

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Eterno niño dios, el cuerpo humano. Tiene manos sabias y el alma es su hechura; es cuerdo y fuerte y tolera a esa niña mimada: mutilado de ella no es más que un inválido y el alma se vuelve pesadilla obscena: sólo su junción es criatura viviente y a ésta, sí, todo le está permitido. Eres nuestra esencia y sujeto del mundo, almo cuerpo del hombre; fronterizo de muchas distancias, sentir y pensar sólo son dos entre tus faces, y el más allá se queda más aquí de tu órbita. Sabiduría en flor de tus cinco sentidos trama en sangre nuestra hermandad con el todo: por ti los ruidos ciegos de la tierra se alumbran en música.

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ATMOSFERA

Recién nacida siempre, como la onda. Inumerable y una, fuga y límite. Toda la gracia henchida de la rosa. (Oh, tierra, tú la llevas para prez, maravillosa y simplísimamente como otros llevan su alma a flor de piel,) Horizontes, estelas de lo inmenso, a la deriva siempre. Ah, el espacio, que nunca acaba de aprender sus términos, Los pájaros te afincan en la tierra, mas lo lejano es playa de tus ondas que al fin naufragan en la transparencia, - 101


Siempre el aire, inocencia incorruptible floreciendo en corolas que yo miro. Busca en tu seno el viento rumbos vírgenes, y qué apuesto, en su oficio sin rutina. Línea y temblor de tu sonrisa, oh tersa, se tejen con el sol y con la brisa. Voluntad de lo leve, y su equilibrio: el cielo es tierra y cielo: el horizonte. Colosos gobernados por un hilo. La nube intenta darte carne y falla. Tu forma, curva maternal: la Forma. Soledad creadora: la de mi alma. Desnudez, esa tuya, es la luz misma. Tu celestial simplicidad desciende a redimir los charcos, todavía. Abierta perfección de lo cerrado. Siempre el confín, sendero impracticable, que pierde los adioses y los barcos. Lo inmediato, transido de distancia. Muestra su rostro el absoluto ahora. Mi embriaguez es tu total mirada. Tu presencia total estoy viviendo. Espacio hecho aire: en mi respiro y pulso estás: en sangre y ánimo: en mi verso.

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PAMPA El empaque amargo del mar y una dulzura de arroyo. Ella tan salvaje, un hogar con todas las puertas y ventanas abiertas. Pastora de vacas de ojos ingenuos, tiene una sonrisa de leche. Pálida madre de las espigas, luce como las santas, una aureola intangible. Pago de corazón a flor de pecho (Y o vivo en él lo que ya nadie sabe: ese chorlo que vuelve con un chisme del cielo, esa matita de pasto con su inocencia que reverdece la nuestra) En esta inmensidad sin melladura, que jaquea el oleaje de todas las distancias, la imaginación idílica no halla dónde hacer pie y se marea. —103-


Aquí el alba misma se levanta antes de hora, mas cualquier rato de la jornada tiene la entereza del mediodía. Y el poniente es un tan pavoroso desangrarse que nuestra alma queda pálida. El aire es sin fondo y con olor a leguas en fuga. Como los Andes con tiempo la Pampa está hecha con espacio, que nos echa sus manos ahogadoras al cuello. En desborde perpetuo inunda sus propios horizontes. Su reflujo llega a las mismas ciudades y soborna las calles y los gestos. Es tan grande como todo el aire y no podemos verla (es otra atmósfera que satura igual o más). Vemos mejor la pampa que se adentró en nosotros. Se evade de nuestros ojos como arena de la mano. Se ensancha siempre como un inacabable vuelo, guardando ese equilibrio de las alas tendidas. Tierra anegadíza de firmamento, firmamento de tierra, de tal pureza, a ratos, que ya está más allá de la geografía como una hostia o un alma. El carancho denuncia la oscuridad de la fosa, pero la osamenta es más blanca que el huevo de la torcaz. Hay tanto verde que lo celeste es sólo un rocío. La infinitud empapa los cabellos y los sueños. La dicha es simple como un yuyo, y ya nos cosquíllea las tetillas. Soslayamos apenas las estancias custodiadas por regimientos de álamos, y los molinos que hacen agua con viento y música, y los ríos sin ruido que desaguan el cielo. Los rápidos tienen un pasito de oruga y los rebaños son vedijas apenas. 104 -


Caminos que quieren llevar al olvido, los recuerdos suelen cerrarse de golpe corno la armada del lazo. Pampa de dos filos: un afuera tan ancha que al fin todo queda adentro, una patria forajida que es patio nuestro y del mundo. La pampa cimarrona de otros días, tirante y brutal como un cuero estaqueado, cuando era toda un solo camino a la aventura, y el lazo y. las boleadoras se animaban a enredar al viento. Días demorados que flanqueaban la soledad y el peligro (parejita de estrellas la noche era otra pampa). Andanzas con la vida a los tientos y desvirgando sendas en que apenas ayudaba el ombú, lucero de sombra, patente desde lejos; sólo el ñandú andaba a pie, pero calzaba las botas de siete leguas; lo desconocido estremecía hasta las crines y el relincho de los, caballos; ya los perros tránsfugas habían recobrado el gusto de la carne del hombre, la rabia del puma o del pampero erizaba el pajonal, y aún el grito de algún pájaro sonaba a contraseña de espía. Como las tacuaras de pelea, los corazones precisaban fierro en la punta. Pampa lisa como el culo de la taba azarosa, desnuda como el cuero del indio o la daga del gaucho, y sin más abalorios que las vizcacheras y los cardales. Pampa de los días mayores: la que volteaban los cuatro vientos de los cascos de los caballos. Aún casi es la misma bajo su hilván de alambrados; aún cualquier tranquera abre más lontananza que un puerto. Su ser es un derramarse como el perfume o el vino, la mano abierta misma del ofrecimiento, nuestra Pampa, la dadora para todas las gentes: con su henchida lisura que es entrega de seno, y su cordialidad más ancha que el vuelo de la golondrina La pampa es una fuga inumerable, pero abre un clandestino regreso a lo que permanece: desbroza el pasado en las almas para abrir surcos nuevos. 105-


El fluído convivir de las cosas, —las leguas, el tiempo, el aíre y la sustancia del hombre— llega a totalidad endiosadora, y es la mayor noticia de América. Mas, he aquí que manos rateras y de asechanza están hoy puercamente sobre ella, que conoció la comunión, en reciedad, del mate amargo, y la otra, en hermosura, de la guitarra del gaucho, (su hijo de verdad y queredor de verdad, que solía abrazarse a su pecho conviviendo el latido de galopes ausentes, y descifraba sus rumbos en pisadas y estrellas y su dulzura en la voz del jagüel y el cencerro). Tierra de mocedad en que el horizonte no tiene una arruga, y el tiempo es canción de amanecer, no de adiós, y cuya fuerza es la que alza las mareas: tierra cuya presencia es tan ancha como la luz y nos inunda: no sé para qué la habrán tendido aquí si no es para una andanza menos agachada del hombre.

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CONJUNCION Mañana macerada en las miliunanoches del aroma, tu desnudez, y a la vez paloma de la puñalada. Desnudez que mis ojos reflejan así en llamas., sólo en llamas, por un intenso pacto, y esa otra más honda, que va naciendo al tacto. Desnudez, manantial alumbrado por mí con sed verdadera y furor verdadero, hasta romperme las manos, pocero. Belleza que se puede aspirar, heñir, sorber, ardida y latida como un pichón, una herida o un amanecer. (La más viviente cosa en tierra de hombre o dios, - 107


con el frémito y la ternura que depara hasta enronquecernos la voz). Mi sangre diurna y nocturna danzando, danzando ante esa ata. Mano llena de alma y del poder de adormecer para su despertar a nueva vida, poder de evanescente suavidad e intensidad desmedida. Mano de amor, más inventora que la del escultor; beso, criatura del hombre la más ferviente; mirada, con su ofrecimiento irisado: todo eso que trasciende el ímpetu rojo del semental (generaciones, siglos han trabajado para los sentidos y su agudez sin igual) piel, misteriosa de frescura y calidez a un tiempo mismo, con toda la fuerza de los climas y su dulzura: cosa de abismo como nuestra alma, hermana melliza del alma. Ebrio de monstruosa ternura beso lo que en tu vientre es más verdad, porque no puedo besar tu corazón, mío ya para días aún no venidos y desde lo más antiguo, ¿verdad? Júralo con uno de tus muslos de pasión puesto sobre mis latidos. Tus entrañas ardiendo ya: toda la carne y su más allá ardiendo con lo sutil del perfume, y la medula en fuga hacía lo suave. Voluptuosidad que exalta y resume

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toda la mímica y la voz de la fiera y el ave, y todo eso de que sólo la especie da la clave. Choque de dos elementos, pureza del mundo; el profundo verano de la sangre nos somete a su imperio, y mi gran sed bermeja quiere empaparse de tu húmedo misterio. Lo que tal vez no puede nombrarse y no se nombra y un estrellado remonte semeja, es ya descenso y reflujo hacia la sombra cuando aun enternece a las estrellas tu queja. Celebrado el mutuo divino servicio, sospechamos apenas nuestra medida. Ya mis besos recobran su juicio y como a recién nacida te acaricio. (Y tú acabas de nacer en lo eterno y lo más fresco del amor, mujer.)

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MAR NUESTRO

Mar, de agresión como una carne, y a la vez evasivo como un alma, en verdad, tú, que sabes purgarte de la pringosa vecindad de la tierra y el hombre y aun de ti mismo, justamente en tu propia amargura inmortal, bien sé yo que no diste audiencia a nadie jamás, y sin embargo, doy la espalda al mundo para llegar a ti, filial, padre nuestro de fuerza y de pureza, mar. Ah, qué esparcida lividez hay ahora en tu faz, tú que tienes todas las faces; te oigo que vienes y que vas arrastrando y pisando tus cadenas, pero resuelto ya, lo mismo que un forzado detrás de sus barrotes, al esfuerzo final. . - 111 -


Pero no, es la tierra la que sufre tu asedio de siglos, y al final se entregará: una vez más te veo acometer sus muros; una vez más, bien tirantes los arcos de tus ondas, le echas tus tribus de aguas desmelenadas, mar. (Ya las olas menores huyen en desbandada a soterrarse en las grutas del mar; los míllones de alas de los pájaros del mar inventan el viento del mar; la tierra agazapada desaparece toda detrás del mar; sollozan y se quiebran en olas las entrañas sangrantes de naufragios y corales del mar. ¡En qué lúgubre caracol está hirviendo el estertor del mar!) Patrón de hechicerías y de fraudes te sé, y cómo alzas de golpe, de tu profundidad, brazos de pulpo, brazos de hipnosis y de azar para llevar al extraviado allende tu postrer umbral (cuando devuelves algo es siempre demasiado tarde, ay) y cómo en lo hondo el eco de todos los naufragios pone sordina a tu cantar, y el de las almas en pena de los ahogados repitiendo su hipo inmemorial. mas cómo hablarte de odio, si más allá de la ira y la piedad, la muerte es para ti sólo un juego de manos y no más! Tu ser es de junción y encrucijada. En ti están las manos del adiós, los gritos de la aibricía, el adelante y el atrás, el ensueño y el sueño y el olvido y el despertar. - 112 -

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Consigues escapar de la emboscada de la tempestad (¡estruendo que no calza en mis oídos!) y ya estás con tu alborozo incorregible una vez más. Alisando el plumaje de olas y gaviotas, te allegas con el iris de la serenidad, ingenuo como un paraíso, en tu aroma esencial, trayendo para el hombre, del olvido o aun de más allá, un vaivén de cuna, una canción de cuna tan dulce que se oye y no se oye ya... Así, borrando todos tus senderos, llegas a la unidad, y emerges de ti mismo tan desnudo y tan puro que eres cielo nomás. Por el más viejo pacto, tu yodo es nuestro vino y tu sal nuestro pan. Y una danza innumerable te pones a danzar buscando el palmoteo de tus olas al final, o desatándoles sus cíngulos de castidad, cubres la desnudez de sus espasmos con sábanas de espuma virginal. O compartes los juegos de los niños, lleno de inocencia ancestral, derruyendo de pronto sus castillos de arena, o ya cosquilleando sus rápidos talones con un alga, de atrás, mientras en tus conchillas se devela y esplende tu misterioso sonreír sin par. Ahora con los labios de esfinge de tus olas, ¿qué pregunta alzas, mar? - 113 -


¿O murmuras alguna insondable respuesta? ¿Afirma o niega, tu ademán? Tu presencia acoquina los pensamientos muelles y vuelve más veleros los pensamientos de verdad, (Pero tú estás ahí echado, yo con mi voluntad vertical: mi mano persuadora sobre tu crin bravía dejas errar, oh mar.) Ah, buscamos, sin tregua y sin poder hallarla, una llave perdida para siempre quizá; sacudes tu elemento, y yo mi carne, en busca de nuestra única verdad; sólo explayar queremos nuestra hondura, pero a ese afán cómo resulta angosto el mundo: rebasar quiero yo el vaso humano y tú el tuyo, mar. Vamos con nuestro corazón de proa dispuestos a agredir un cualquier más allá. Los astros son la costa más cercana en la noche En pasarela de olas descendemos ya. Gloría y azote nuestros, de ermitaños, la soledad; tu vencedora inspiración de a ratos suele romper mi pecho, igual; mis cerrados jardines de pereza y milagros también en tí se dan, y en mí la sed que agita las lenguas de tus ondas con ardentía de arenal. Los dos buscamos la amistad de las más vírgenes distancias con olas de mensajes y canciones que van del invierno al verano, del cero al infinito, sin parar. En buceo de tí mismo bajas a tu mayor profundidad - 114 -


a visitar avaro tus tesoros de gnomo, Y como yo te vas siguiendo sin querer otro ritmo más íntimo que ya en tu ritmo está. Ah, todos los peces son mudos para que tú vocees y hables por ellos, mar; pero los peces del gran fondo donde las medusas dan el tempo a lo que vive con su lentísimo compás, los peces están ciegos de mirar lo que nadie puede mirar. Palidez de raíces y de larvas movíéndose en la sombra y en el fango inicial, maravillas y horrores sin nombre y sin edad, y una santa ceguera cual la mía, mar, también lleno de lívidos secretos que acaso han de decirlos idiomas que vendrán. (En ese aquí abajo de verdad, donde se hospedan las tinieblas madres y la única luz en los monstruos está, los barcos que al fin llegan son tripulados para siempre por las muelles criaturas del horror primordial. Pues otras playas bien distintas, como yo, guardas, mar. ¡Oh, singladuras de horizontes en descenso! ¡Puertos de arribada total!) Por caminos que van de la angustia al olvido, a veces en oscura y sagrada ebríedad, venimos ¡desde qué tiempo ya! Yo no sé qué antiquísimo en mí de ti se acuerda y no sé qué unidad explica aún en mí sangre, mi sudor y mis lágrimas el gusto de tu sal. Somos la amarga levadura con que algo mayor se amasará, quizá; 115 -


un estremecimiento somos, nada más, tus olas, tú, mi corazón, mis pulsos, enviando hacia lo inmenso, oh mar. Ahora te recoges, de rodillas, ahí, en la obscuridad, los cabellos volcados en la arena y la noche, y te siento soñar.


GALOPE Relincho, ese tuyo, que aumenta el verdor de las pampas, Alico. A estrechar vamos ya nuestra alianza redonda con el agua y el sol: a cruzar, el gran río desnudos. No alza soberbia más neta la vida que la de tu cabeza: orejas en guardia sin tregua apuntadas al riesgo y al ímpetu, no sé qué de profundo que no oigo, escuchando; pasión de fulgor y de sombra sin límites, tu mirada, surgida de no sé qué distancia insondable. - 117 -


Tu lisa quietud es de cuerda tendida; de veras, un arco dispuesto eres siempre Ya estás tiritando de fuerza al igual de mi puño apretado. Relinchas: gorjeo limpísimo y grito de guerra, llamado de edades ya idas, de sexo sin mancha y de juventud indomable: lanza india que blandes al sol, tu relincho. Tu presencia es una afirmación silenciosa. Tu mera presencia despierta ya en mí el animal aun intacto. Qué atmósfera vives, de confianza y alerta a la vez, a lo gaucho. Es flor de entreveros tu cabeza, como una bandera. Es de hoguera pampeana, no de árbol, tu sombra. La vida que a veces se esconde detrás de lo pálido, da en ti su latido más rojo. No al modo del hombre que deja su hombría a las máquinas, tú vives la ley de tu ritmo en la pura tensión religiosa del ser. Qué muerte ¡qué ejemplol será tu corona final. Galopas, levantas, Alico, en el día la magia y pasión de un incendio en la noche. Alegría tejida de impulso y espacio, en esta mañana atizada de alas; contagio total de tu palpitación con la forma y el ser en un frémíto solo que ya la distancia nos alza y nos rapta y apenas si somos terrestres: lo que respira en la tierra y el cielo nos tiene por amos. Alico, ya no es aquél que tus viejos hermanos - 118 -


a través de los siglos trajeron, el hombre; sevicia de eunuco es la suya, y rehuye combates de vida, rehuye su sangre y acata su sombra, traiciona a su hembra e ignora la entereza inocente y ardiente que rindes a tu hembra; mutilado en su propia raíz ¿sabrá injertarse de nuevo en el almo patrón de lo unánime? Alico, consigna terrible cumplimos (nosotros, jurados del alba) que el mundo pueril de los viejos ignora: con lo aun no venido abonamos el pasado vecino y remoto, para que se abra purpúrea en nosotros la flor del presente y la vida no sea renuncia..

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MAÑANA CREADORA

Ya los senderos vuelven, furtivos, de la noche. La calandria, ella sola, se está inventando el alba. Mañanita de pies desnudos, criatura de mí sangre: mañana que hace entrega del tiempo y del espacio. Desnudo de dolor y de memoria, los recuerdos, pesadas joyas, están de más, ante el presente henchido como yema. El tiempo adocenado de los relojes, siento, no es el mío, que mis pulsos escanden con parsimonia o a saltos. El viento, el viento hablando de mí dice: nosotros. - 121 -


Llega más lastimosa que canción de ramera cualquier reminiscencia de la tribu, (Ella de las estatuas y su hastío se viste y de alfombras que apagan los pasos y latidos.) Qué angostos a ratos son espíritu y carne para el caudal de mí sentir violento como beso o caballo. Estoy en todo y en mí están la activa lentitud de las espigas, la voluptuosidad austera de la luz, los relinchos que agregan leguas al firmamento. Mis entrafías nocturnas invocan todo el sol como el canto del gallo. Busco el perfume dulce de las yerbas amargas. Bien sé yo lo baldío del saber que no esté bautizado con sangre, del latir que no tenga intensión de peligro. Sé que la vida es una muchachez ingastable. Ahora me pregunto qué pueden los cerrojos contra la insurrección del alba!

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FALUS Es la más firme columna del hombre. En la gran palidez del cuerpo enarbola toda la bermejez de la vida sostenido por esos dos puños llenos de una fuerza más larga que la otra. Allá en la raíz del vientre, en lo más antiguo del hombre, y llegando hasta el mediodía de su alma, —inspirado de futuro!— alzasu cetro: el de la autoridad y el señorío del varón y su arrogancia hermosa y temíble. Ahí está como una criatura autónoma, ahí con la melena y el apronte del león. (No, quiere acatar una dulce voluntad entre todas: su orgullo es humillarse a ella sola entre diez mil.) Yo estoy como desvanecido y toda mí conciencia profunda está en él; de veras, soy apenas un apéndice de ese tronco poderoso —123


(compañones, os nombro, secreta balanza sin falla que pesáis todas las cosas graves del hombre) latidos de mis puños, mis bofes y mi medula, él los asume y resume: ávido de conocimiento como una cabeza pensante, con vigor de verdadero brazo derecho y toda la vibración del sentimiento. Ya entre sus manitas puras, pulsando ya en tu alma intimidad, mujer, en esa comunión sin fondo que es la inmortalidad de lo fugaz.

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APOTEOSIS DE LO SECRETO

Ritualmente lavado de impíos temores, yo, varón callado y ardiente, desciendo de mi soledad para cantarte, flor profunda de la mujer. Divina herida que aumentas en su cuerpo lo dulce como la picadura del pájaro en la fruta. Forma de misterio pura cual la del rastro del ciervo en la tierra rociada de octubre (negro puro, de ciervo calcado en el orbe de la luna). escondida más que el más escondido rincón del bosque en la arrebatada y soñadora creación de la desnudez. Dédalo de la suavidad o espejo colgado sobre el abismo. Vellón de refugio, digno de enredarlo en flores como una cabellera, augusto como la barba del hombre augusto. Aroma turbador de su fertilidad, total aroma inmerso como el del mar o la noche. Corazón no menos entrañable que el otro en que duerme la hondura del ser para su despertar en el paraíso ofrecido. - 125 -



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PADRE ARBOL

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Leguas brutas del campo en tu sombra se entienden. Ablución de frescura que nos inspira el pecho, testimonias el dios clandestino que eres.

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Amo de hondura y cima: de prietas sombras, árbol, te yergues con la altura total del mediodía, sabiendo que tu cuarta dimensión es el pájaro.

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En ti alza el campo el signo + de dulzura y fuerza. Cierras la intimidad redonda del hogar, abres la envergadura sin fin de las banderas. La soledad te abraza ceulida e infinita como a mí: tu alma fresca, la mía en fiebre, en lo hondo se sumergen buscando la dispersa armonía. Tu equilibrio gobierna geometría oculta: la solidez se viste con gracia de lo aéreo. Arte nuestro: el destino final está en la música.

Trabajas más aparte que la arafía hilandera. Si el viento te vocea noticias y distancias, tú escuchas el pausado corazón de la tierra. —127-.


Con tu ademán injertas nuestra vida en lo unánime, presidiendo el desfile de alas y mañanas Comprendes el callar y latir de la noche, tú, alzado con la pura elevación del alba; ¡y cómo nos afinas el corazón discordel Breve cauce del Tiempo, somos, y nada más. Lo sabes y te quedas tranquilo. Mas no ignoras, de veras, que lo fúnebre aborta en lo nupcial. Y que la rosa es dogma indiscutible, sabes, y al mundo dinastías de hermosura lo pueblan. Tú levantas tu copa por lo total, oh padre.

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VIGILIA Con su antifaz, su delantal, sus guantes, —un escafandro de verdad— el médico y sus ayudantes, sin prisa ni demoras, cual los buzos en la profundidad trabajaron dos horas. El cigarrillo, la sonrisa otra vez en los labios del maestro, mientras latiendo desangrado, cual renacido de ti mismo en un parto siniestro, estás aquí a mi lado. Hablas. . . ¿Hablas.? Tal vez una súplica, o un rezo, o charla allegadora con lo que fué o aun no es. Comprendo que no puedes escucharme, ahora; comprendo quién está acodada a tu almohada, y a la penumbra de qué arrimo, trastrocada, 129 -


tu alma a la vez alza la voz del terror y del mimo. IY este silencio, adelantado de qué nonata tumba! Ah, ¿quién dejó meterse esa mosca que zumba? Sacra, horrible impudicia de las enfermedades. Olores de alcohol, de yodoformo, de fenol: perfumes de esta alcoba de orfandades; frialdad de termómetros y dientes destapados, y sedes de crucificados; la sangre, el excremento, y el esputo y el pus, apareados, y la tos, el lamento, el estertor, y las palabras lívidas de 42 9 de temperatura, señor. Los jugos y las voces que exprime nuestra carne de muerte, toda la verdad de nuestra suerte sin nombre, y la aguerrida esperanza del hombre! Ahora por los cauces de tu ansia la simpleza de toda la leche que bebiste ya refluye trayéndote la infancia; hablas de travesuras, de pájaros, de un juego, —es de lo más hermoso y lo más triste— pero tu fiebre, luego, sueña las uvas del parral que hace veinte años viste. Ya escucho el cochecito del servicio que atraviesa la galería: la comida o el desperdicio, o un cadáver, y mi temblor profundo por las incontenibles fugas de cada día. Verdad, los cementerios son los barrios más poblados del mundo. Y mientras, casto como una lágrima, estás bien quieto, ahí, sin gestos vanos, sin latido, quizás, sencillamente con el color del esqueleto en el rostro y las manos (manos de un exhumado o de un recién nacido), tú ahí, con tu alma yacente, yo entreabro la ventana que da sobre el jardín: y el gran aire que vibra para mí como un sable, - 130 -


y el pĂĄjaro pulsando su alma matinal, y la aurora, argumento irrefutable, me improvisan un pecho de inmortal. Y cuando aun muertos de hambre de vida vuelvo otra vez los ojos hacia la sala helada, mi intensidad ruge ante la esculpida armonĂ­a del cuerpo de la enfermera agachada sobre la cabecera del hombre en agonĂ­a.

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TRAVESIA Algarrobos enflaquecidos y huesudos en aislamiento de confinados; emboscada de los médanos sorbedores de hombres; zumbido de bola perdida y ardida del zonda; rastro siempre dudoso de los guanacos nómades; matorrales enconándose de púas contra la sed, y el agua, el agua más lejana que las estrellas. Aquí la aridez aflige como una culpa propia, y la soledad tiene la rigidez de las lanzas y los cardones. La quietud de los llanos es tensión en acecho ante el tumulto recién enfrenado de las montañas. Hay en todo algo de anhelo desgarrado o de plegaria y la faz macilenta del ayuno, junto a una todopoderosa voluntad de aguante. —133-


Mas aquí está con sus vasos tuteadores de precipicios y dunas y sus orejas que imantan los rumbos, la mula, amuleto de estos pagos sin Dios: trote de largas lunas y agua presa en chifles, fogatas engañadas con bostas y abrigadas con ponchos, y el relincho más hondo que el aljibe del patio para los jinetes de manos y almas oscuras en cuya vidalita de soledad y arena se desangra la ausencia largamente. Entre el arenal de pelaje y sigilo de puma, y el cielo que no arrugan una nube ni un ala, los cerros cejijuntos con su tristeza de entraña salvaje. (El empaque de las piedras se repite en los rostros y el silencio ya está encovado en las almas.) Las cumbres avizoran, cerca, lejos, en una como espera de águila. Acaso este aparato de montañas es sólo un andamiaje para la creación de un mundo menos torvo.

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ANIVERSARIO Pasan, imprevistos rápidos que vienen de tan lejos, los recuerdos indomables. Me despierto con el grito de los rieles largamente heridos. He aquí que los fantasmas se enconan en mi carne como uñas; he aquí que las cosas de los fantasmas pueden con mi intimidad, acaso, tanto o más que tu propia presencia creadora. Convocando sus figuras de siempre la memoria en su calle de amargura: tu mirar, con las entregas magas de la noche, tu sonrisa, apoteosis de lo matinal, el simulacro todo de tu carne que era nomás una condescendencia de tu alma y su musical conducta. Si podrá acreditarse la belleza en tierra en que no alumbra ya tu rostro, ni encontrar testimonio la pasión cuando la tuya no es más. —135-


Una vez y otra vez de tu falda o tu alma se deshojaban pétalos, el río leonado quería jugar con tus zapatos y la tarde pedía postales a tus ojos, mientras yo apretaba uno de tus guantes hasta sangrarme los sueños. ¿Alguien midió como nosotros la hondura vertiginosa de los besos en que el agobio y la maravilla se trenzan, o la desesperada intensidad del abrazo que junta dos latidos como viento y fuego? Delación clandestina del presagio. ¿No sabía acaso, que de muy atrás, de años, la mala noticia, andaba en mi busca? Para encontrarme en qué crucero, al fin! El recuerdo ya tiene la pesadez del mundo y es sólo un mutilado caballo de pelea mi corazón. ¿Qué justificará mi delirio y mi espera? Mis días y mis noches ¿noche de qué día? Palabras que humean sin arder, alarido, errante y ansia recogida, irrepresentables geografías del más allá con caminos que enloquece la distancia: todo al fin desteñído por esa absoluta palidez que es la muerte. Si lograras siquiera recordar como yo esos días tan inspirados por la gracia en que tus ademanes cobraban estatura de ensueños, y eras toda una víspera de lo inesperado. ¿No estaba ante la tuya mi alma como noche aturdida de estrellas? Ahora toda la sombra es mía. Ahora digo: sólo tú puedes comprender lo insondable de este balbuceo. Sólo sabrías oírme tú, que no puedes. - 136 -


COMUNION

Insurrección del verano, y contagio de su ímpetu velludo. El sol, arco estirado, suena. Oleaje de mí sangre pulsa en las venas del mundo. Hay el pájaro que deletrea la luz, hay el chivo que hasta el cenit se yergue, hay el álamo trémulo como la risa. Qué vínculos de sangre con la vecindad viviente! Echado de vientre sobre la naturaleza, una guía de vid entre los labios, en mí escucho lo que sucede afuera. Y la mañana viene a picotear en mi mano. La tierra está vibrando en mi carne de tierra y melodía, y las cosas del sol y las de lo invisible que en mí se dan cita. —137--.


Lo que me rodea es presencia sagrada y es un rostro cada cosa; sagrado lo que presiento más allá de la forma y del ahora. El viento. Y las colinas en descanso de rumia arrodilladas entre la hierba. Pastor profundo soy y la vida anda con las ubres llenas. Ahora me pongo a trabajar, a puertas cerradas y con mi sangre a oscuras, con la raíz que se afana por la flor y la luz y el gusano que salva de la nada las tumbas. Ya retorno a la prisa inspirada del aire. 40 de temperatura siempre, como los pájaros uso, pero eso en nosotros no es fiebre.

Tierra, bailas al son que va marcándote mi sangre numerosa: estás ahora toda en mí antes que yo naufrague en tus ondas. Pues lo uno junta lo vario en indisoluble alianza. La historia de mi sangre la narraron, la narran las frondas y las fuentes, la historia sin falsía de esta mi humanidad ¡qué hirsuta aún y ya divinal

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BOSQUE TOTAL Aquí está la selvá que es como nuestra carne: claros de luz y espesa lobreguez; ritmos de ala, bálsamos, melodía y rocío y rosicler, al lado de la fiebre y de la podre y el tropel del gran pánico herbívoro y el rojo enojo sin merced. La sombra inmemorial del bosque he aquí que se cuela a través de mi sangre bermeja y de mis sesos: pálidos y es el desandar hacia. un insondable ayer, al de las más viejas raíces: ya el sexo es polen en su sencillez; ¿dónde está la conciencia enhestada del hombre?, ¿dónde la responsable verdad del hombre, eh? Todo inmerso en la letargia de los orígenes: sí, pues, vida verde, verdísima igual que los lagartos; mi corazón es semilla, tal vez; mi tronco, el de los árboles velludos, y mi cabeza, en su desinterés, se alza como una rama o un pájaro en la inocencia del amanecer. - 139 -


Desaforado aprieto de batalla el de la selva en su dejadez. La Humedad y el Calor son dos deidades ebrias en el hacer y el deshacer. Selva hinchada y llena de fiebre y tentacular avidez. La savia tiene ochenta pulsadas por minuto, y vida y muerte juegan a ganar y perder. Patria del caucho y su almo jugo que al mono de la anímula hace perder su ley; patria ambigua del vómito negro y los picaflores; un infierno perdido en un edén: las corolas se abren vivientes como llagas y los frutos son fetos de no sé qué preñez; flores de olor a orina (cetro que las carroñas alzan en su poder) orquídeas más muelles que la hermana pantera, y que ensueñan carne también. Ah, de veras, el hombre es un parásito, sabandija entre tantas que aquí se pueden ver. Con sus juegos de atmósferas y de temperaturas ciñe en fuente de parque el arroyo novel: pasan días y aquello se ha quedado mirando con la brillantez fija, fija, fija de la víbora que va a acometer: millones de bacterias y de ovas en fusión, y todo sólo es cojín de fango para los sueños de la muerte (No escapará ni tu hígado, lo sabes, yacaré!) Mas algún rato el bosque se hace jardín de hombres, condesciende hasta el niño y la mujer; su césped y su musgo mueven a la prístina descalcez; el mismo arrullo de sus frondas va remozando nuestra piel, y una pereza de columpio, aérea, ya nos mece el alma también, mientras un negro aroma que es vértice de mil nos soborna a su vez, y entonces comprendemos,


mal o bien, por algún parentesco que nos liga a los pájaros, que ésta es la casa auténtica de nuestro querer. (La selva es una fiera de negra entraña arisca, pero el árbol sólo es un cielo nublado y soleado con su cenit y su nadir de ley; ahí abajo donde otros somos hedor y ausencia, él es vida jugosa y fragante y sin hez. —Antes que la del perro o el fuego ya su amistad fue fiel al hombre más de lástima que pájaro caído a su pie—. La urdiembre de la tierra y del agua y del aire tiene trama de luz en tu telar, ya véis; la ensombrecida sangre del hombre y de los otros se vuelve púrpura por él; su vertical torrente en su fluir de número sin fondo desata nuestra propia melodía a la vez). La selva ahora, ahora, con su monstruosa virginidad en desnudez. Su respiro es el fulvo guturar de los celos; a la cantárida su polen puede robar la prez; el flujo de la savia o la resma, es el del semen o del mes. La eterna libido en su centro. ¿Qué voluntad sin falla escapará a su red? Y he aquí que la voz de su hermana, la mar, traiciona a veces su mudez: resaca de hojas secas, oleaje de ramas en vaivén, yodo de su tanino, alga de los helechos, esos que ya hubo el mundo en su belén... Su soledad más profunda que la de alta mar puede ser. Pero ya en su inasible escafandro de musgo el silencio otra vez el mínimo infiltrarse de los ruidos del mundo restaña a su merced: - 141 -


los pájaros del alba y del anochecer, cuyo canto la sombra irredenta extravía, se esconden en su alma y su esquivez: oh, sólo el tranco incontenible del corazón del hombre viola el recinto sin por qué. Patrona del misterio más antiguo, que llegó a ser por largo tiempo dios, selva de inviolable doncellez que defienden las lianas y el terror hasta enloquecer. El más allá se ofrece a nuestras manos, mas lo desconocido se cierra justamente detrás de nuestros pies. De pronto estamos presos sin saber: entre árbol y árbol, entre espada y pared. Ojos de luz de la espesura: se puede creer esos de las siete mil llaves que cierran calabozo de tamaño jaez. Ya el rumbo se ha perdido igual que un alfiler y quedamos tan ciegos como el feto en la matriz. Amén. De las dos dimensiones más profundas del bosque el agua invade al sol a su placer. Todo es pesado y ávido y ciego como un vientre. Y lo muerto y lo vivo se descoagulan a la vez. Está lloviendo desde siglos, ya se ve; lo oscuro es casi blanco como las nebulosas; en el total zumbido nadie oye al trueno alzar su somatén. Es el reino del trémolo: un fluir como fuera del antes y el después, que arrastra cielos, márgenes, fauces, luciérnagas y nidos y el coraje y los sueños del hombre, sin cuartel, hacía el día primero y el barro originario para amasar el mundo una segunda vez. - 142 -


Selva aún más profunda que el sueño o que la música, tal vez: esparcida y oculta detrás de cada tronco y cada hoja, su sacra alma total que persuade a la mía al no ser. Selva que invade más que marea o que lava, bien lo sé; selva cuya dulzura que ablanda o adormece, es su violencia más soez; gran maestra en el arte sin cuenta de las fugas, de los golpes y acechos a granel; cuyas boas y lianas constrictoras son nomás que alusiones del sinuoso querer: y que así ensilvece, con la. carne del hombre, su alma también, maneando su ímpetu y su seso, ya lo sé: he aquí, un día el hombre, asumidor de trópicos, sobornará, de juro, el ancestral poder; no arderá la manigua, pondrá a. raya su furia, logrando la ecuación entre la selva y él: el ritmo oscuro de ella se hará claro en sus sienes, y él hallará en su seno, para su vieja sed, el más profundo y fresco sabor de la su tierra tal vez.

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SABIDURIA

Cobran su verdad como un pájaro muerto o un costoso adorno; no buscan su verdad para hacer días de carne y espíritu. ¡Sabiduría, sabiduría, nómade como la sangre! Exige virtudes de guerrero: el aguante, el coraje, la cautela, y a ratos la violencia desnuda, y la tautología de los espejos odia. Pide en tributo el bienestar y el largo sueño y las demás prendas de entrecasa: no es para fin, sino para medio, una mansión no es, sino un par de alas. Llevan su conocimiento como el camello su joroba, o lo llevan en la cabeza a modo de copete. Aquí va conmigo como una fiera amaestrada apenas, que pide la tensión más vigilante del puño y la mirada. —145—


Toda raíz es una red y toda fauce un precipicio, oh, Naturaleza, y no eres blanda sino con los duros. Franquear la zona de seguridad, arrojar los últimos lastres, animarse a mirar los mismos ojos del vértigo, hasta sobrepasar el propio destino, la misma forma antropomórfica He aquí el único juego digno de capear el augusto aburrimiento del hombre.

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SOLIDARIDAD CON LO VEDADO

Digo la fuente más profunda del hombre y el alma inmersa en ella lo mismo que el cuerpo y las nupcias de los dos prometidos. Enigma rodeado de aureola que hay que venerar por lo ya conocido y lo no sospechado; veneración al infinito momento llamado amanecer. Su ritmo es el camino más profundo de la criatura a la criatura y al sol y las corrientes y los nidos. Raíz cuya mutilación vuelve al hombre rama seca en el inmarcesible verdor de lo viviente, o lo persuade a la cobarde fuga por la espiral de los sueños baldíos. La desnudez de la inocencia transparenta las formas sumergidas. - 147 -.


Levanto estos secretos a la luz: juventud de las entrañas de la mujer, no es el hijo: es el hombre. Le quedan el éxito y las joyas a esa en cuya hondura el varón no alumbró una fuente; Digo lo más categórico y dulce de la mujer la hembra; lo más inexpropiable del hombre, el macho: el poder frenético y ternísimo de las fuerzas que inventaron el mundo: la pureza de antes y de siempre. El placer inexcusable como el alimento y sagrado como el llanto, digo, y la llama en su desnudez de paraíso, fundiendo y purificando. En vergüenza se quema lo adjetivo, y lo original surge eternamente intacto. Lo que puede inventarse entre mujer y hombre sea hecho otra vez con frenesí que valga lo inmortal. Quiero que tus besados pies caminen sobre mi ternura: lo más viril del hombre es la ternura. Los huevos de las aves hicieron la tibieza para tus secretos. Las ciervas dan su leche para hilar tu candor. Colinas y valles en cadencia profunda; hongos de soledad, hojas podridas y negros perfumes, olas huyendo de las olas y asaltándose. Los sapos cabalgan noche y día y la torcaz enronquece. Regazo de la siesta y el fango infecto purificado ya, y los reptiles con su ciencia primordial del arrastre y la cueva. Con mis narices, con mis manos palpo y amaso otra vez los frescos orígenes; chafo con mis pies y mis dientes todas las corolas, insondablemente ebrio. Tu cuerpo se despliega hasta el cielo como la tierra; - 148 -


frescas y ardientes golondrinas que atan el día a la noche, las caricias. La sombra medrosa de los templos está aprisionada entre tus muslos. Las cuatro estaciones están sucediéndose sobre tu piel, y toda tu geografía irrigada de sangre. Y álamos y relinchos se erigen. Respiramos en el corazón de un clima virgen, donde carne y alma maduran exactamente a un tiempo. Bajo el follaje de la lluvia te digo todos los secretos de la lluvia. Mi corazón es piedra sacada del fondo del mar y trae ojos de pez para los horizontes submarinos; tus ojos son creadores de anchura. He aquí que la desnudez es tu fisonomía cierta, aunque haya más distancia y misterio en tu piel que en las nebulosas. ¡Allégame esa lejanía hasta inundarme! Pasión de las entrañas, más larga que el hambre y la sed; jardín con todas las yemas descogiéndose. Con la gentileza del lirio, con la altivez de un índice en la confusión de las conciencias se alza el miembro del hombre. Y el mediodía de tu vientre es como la ceguera de un dios, y hay menos sombra y pasión en la noche o la tormenta, mujer, que en tu sexo. Despierto ya lo inerte para la mayor intensidad, porque hay más milagro en el salto del semen que en el del arco iris. Conjunción . creadora de toda la mujer y todo el hombre en la estrellería del ser, te canto.

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ANDES 1936 1 ¡Olor de piedra, miradas de piedra, silencio de piedra, emboscada de piedra! Lo enorme nos comprime las costillas, no puede respirar por nuestras narices. Como galopes al borde de un barranco los relojes se han parado en seco. Se está bajo las edades como una tortuga bajo las imbricaduras de su [concha, La inmovilidad nos pesa más que una joroba. Queremos ver, oír, saber, pero nuestros sentidos son muñones de ala. Las antípodas de lo humano están aquí.

2 Las montañas tienen por pedestal el abismo. Soberanamente se encabritan relinchando en las cumbres. Con el precipio y la avalancha, sus dos largos brazos, defienden su misterio; lo arropan con nubes primordiales color de nebulosa. - 151 -


Sus sendas son más difíciles que las de un bosque nocturno o un alma. El rayo puede gastar inútilmente su hacha en el bosque impractícable mientras las cavernas se tapan los oídos. Las montafias son más inhabitables que el corazón de los déspotas.. El ser está durmiendo bajo ellas su letargo de invierno.

3 Tebaidas de granito, pensiles de hielo. La sal y las conchillas encumbradas aún se acuerdan de las entrañas del mar. (Oh, mar, recordarás aún tu mayor marea montante) El vuelo del cóndor es un puente lanzado al más allá; la ceñuda tristeza del cóndor es el rostro de las soledades. Apenas se deja sospechar la huraña armonía de piedra urdida entre el cuello del guanaco en guardia, los brazos de los cardones y el lamento de los arrieros. ri Al acercarse al cielo, la roca se desnuda como él, y busca envolverse en nubes. Comarcas pa.vorizadas de la gran altura, con austeridad y rigor llevados a la desnudez final de la osamenta donde nuestra alma misma es un torrente desecado o se halla entre las cumbres como un guerrero desnudo acorralado por muchas espadas desnudas. Cómo sabemos ahora que tamaña desolación sólo puede tener un brote, una flor digna de ella: ¡el cráter de un volcán!

5 Piedra, piedra, piedra, y la carne ensimismada; piedra, piedra, piedra, y el alma cargada de tiempo y sin defensa. - 152 -


- El horizonte es un canto alrededor de una hoguera fúnebre. Advertimos recién que todas las distancias están de pie y velan!

6 ¿Qué dios de resuello de fuego y corona de nieve creó la montaña, con sus raíces por debajo de las algas, las anclas y lospeces ciegos, y donde a cada paso se cruza una frontera para entrar en un país distinto, mientras las nubes fraguan a ojos vista una hidrografía rugiente y los monolitos divulgan su secreto: lo que fué, es, será? Montaña, ausencia irremediable, separándonos del mundo.

7 Edad de piedra verdadera. Profundidades fundidas en negra piedra. Oleaje de piedra avanzando sobre nosotros. Frío de piedra buscando comprometer nuestros huesos. Miedo de volver la espalda y trocarnos en piedra. Silencio, trueno de piedra. Tormenta de piedra suspendida sobre nosotros como un destino.

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VIAJE A LA NOCHE

No podemos huir y tú avanzas sobre nosotros como la mar sobre sus playas. El mundo ha naufragado y ya no hay más que estrellas y distancias. Vienes con la lerdura del perfume, con los perfumes de vanguardia. El silencio es tan puro, que el murmullo que empieza no puede ser sino del alma. Lo infinito convida al infinito que también en nosotros se agazapa. Eres más alta, noche, que todas las estrellas, más alta; a tu vigilia innumerable no escapa ni lo más dormido, nada. Y te quedas inmóvil a manera de estatua (la populosa soledad de las estrellas te acompaña), inventariando todos sus secretos, oh, inspirada, cuando la sombra es como la luz de lo invisible y lo desconocido te hinche como una brama. - 155 -


Noche, conoces las veraces fábulas de los días nonatos de la tierra y del mar en su infancia; bien sabes que la muerte es sólo un sueño: tú estás en el secreto de latidos y lápidas. Y sabes bien de muchas puertas cerradas que un día abrirá el tiempo con un ruido de alba. El silencio es diadema que oscurece cualquier ruido o palabra. Alguien que va conmigo se entiende con lo oscuro, para salvarme, acaso, o herirme por la. espalda. Lo enigmático acecha detrás de todas tus persianas. Me recuesto aplicando mi oreja contra ti, como en la pampa, para oír los altísimos galopes. que sin parar te sobresaltan. Ya contengo el tropel de los recuerdos para que no despierte a los secretos guardias; después sofoco a toda costa mis pensamientos quemándome en su llama. La sombra tapa el recóndito estruendo de sus cascadas. ¿Se agrandan o se encogen los sacos de carbón de las viejas esferas incendiadas? Las estrellas vivientes, con su temblor de gamas, logran ahogar apenas sus gritos de insondable alarma ante el vértigo de las rampas. Fresca carne de rosa, las estrellas, pero ardida de fiebre milenaria; serenas gotas de rocío - 156 -


con la humeante sed de la más larga de las carreras, ay, y la más desenfrenada. Como las aves migradoras, noche, te huyes de la estación helada (para siempre) hacia primaveras eternamente encendidas y aladas. Noche, fue ciñes tu cilicio de insobornables mallas; ya no son míos mis latidos, están en ti y en tu sustancia. Tal vez me hallo en la tierra, pero ya mi quejumbre no es simplemente humana. Heridas ciegas, lejanías ciegas nos desangran. No vemos rostros ni senderos: sentimos voces o almas. Pero al cabo las voces enceguecen, las palabras no tienen forma humana. Sus infinitos coros ya las sombras preparan. No te acuerdas, acaso, del mundo y su angostura, ¡oh, desbordada! Siempre y en todas partes mirándote a ti misma. Lo creado temblando como tela de arafía. Entre olas palpitantes y pistilos erectos ya tu pasión, noche, divaga; tu cabellera es húmeda igual que nuestros besos, pero tiene lo horrible por guirnalda. Persuasión ondulosa, más de temer que siete lanzas. Vino de sombra en copa de fulgores y temblores, y escalas de suavidad hacia el abismo, alargas (ahora estás cantando sin límite a mi oído) y el descamino y la emboscada. Ahora ya por órbitas de música todo se mueve en ámbitos de magia. Para dormir fuera del tiempo - 157 -


a nuestro pecho ofreces tu almohada, tus jardines de olvido y tus piscinas de fragancia. Y ya es la vida una hermana bastarda de los sueños, oh hija del caos, dios borracho, oh maga. El buho en quien la sombra se lamenta alguna vez, ahora calla. Mi pensamiento es como la antena de la oruga o un paracaídas que al fin no se abrió nada. Y más que las estrellas tinta ya mi carne embrujada de lástima. Toda senda es un vértigo y el horror una especie de obscenidad sagrada. Sobre sus propios goznes va a girar el misterio. mas ya es espada rota la mirada. El silencio es tu órgano catedralicio, noche, en crescendo sin pausa. Como junco doblado bajo el río, bajo lo incomprensible, el alma: por él mueven sus labios los luceros en lontananza. Y ningún algebrista entre sus cifras se turbó como mi ansia entre áridas estrellas. Noche, eres una excavación vedada. ¡Ay, en las nebulosas las raíces del mismo ser destapas! El canto de los gallos te denuncía por todas las distancias. Qué será de nosotros si al fin no trae el alba (criatura de nuestra sangre y de nuestro amor) la camisa de fuerza necesaria para tu tenebrosa vesania, noche: que no te valgan, ay, ni los arrecifes de todas las estrellas. Sobre tus propias aguas singlando viene el día con su sonrisa y su invasión de alas. - 158


PRESENCIA DE HUDSON

Tu caballo relinchaba despertando lo más claro del cielo; su galope, como un gran río, alzaba hasta el cielo el suelo; más que tu poncho y casi como a nuestras mozas, lo quisiste (igual que yo) y recordándolo, treinta años después te ponías triste. La inmensidad como un pájaro se te sentaba en el anca; tú, en cualquier rama, digo rancho. Nunca usabas blanca. Junto a una fogata de huesos, sobre una calavera de buey, el alma lisa como cuchillo y aún más aquí de cualquier ley, partiste la sal y la amistad con el gaucho, el hombre que era duro y tierno a la vez como una semilla: un hombre. El que sólo se dió entero a la más hembra de las hembras, la guitarra, y apresaba tierra con su alma, no con su garra, y llevaba sol en su sangre, no como nosotros, y nunca obligó a su alma a encorvarse ante otros. Gaucho fuiste, no estanciero: sólo tu corazón, pero todo, afincaste en lo más nuestro y te volvíste su patrón. Como un fruto todo el sol y el rocío de un verano, así tu arte resume nuestra tierra, hermano. Tierra que sale a la luz, como la daga de la vaina, cabal; tierra empapada de cielo, como la mar de sal; (aún pusiste tu alma en leguas amargas, como el Mar Muerto, y acampaste con las dunas extraviadas en el desierto) 159 -


Pampa en cuyo perfil se quedan los otros haciendo mañas: tú, por el enredo de sus huellas llegaste al de sus entrañas. Cuando pasabas, el árbol te echaba su brazo al hombro; cualquier insecto te nombraba mejor de lo que yo te nombro; como brotados de tus yemas mirabas cada uno de nuestros yuyos; los altos ríos de pájaros eran afluentes tuyos. (Nuestros pájaros están menos en los árboles y el día que en los ramajes sin otoño de tu poesía). Aunque a veces, como golpe de viento sobre el río, el enigma te asestó en la espalda su escalofrío, husmeabas tú el secreto de las más púdicas maravillas: la Naturaleza parecía a ratos sentada en tus rodillas. Ella te confió de juro cómo encabeza la lista de sus críos descarriados con el hijo onanista (el que inventó los chupetes y los bombones y los serafines, y repugnó los divinos pezones), y que Pensamiento es Naturaleza con labios de hombre o mujer, y el corazón de las estrellas late en nuestra angustia y nuestro placer. Sufriste mucho, mas el dolor mostró a tu alma su alta huella al modo que la sombra da pedestal a la estrella. Y como el día se embarca en las últimas nubes que van al poniente, un día te embarcaste, pero entre nosotros sigues presente.

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W.J.'._1

Soñaba, balbuceaba, callaba largamente, ebrio de ignotas fuerzas. Acaso no tenía un nombre entre los hombres, quizá mi suerte no era aún del todo humana. La sombra ubérrima de los orígenes vestía aún mi ser. Por mis narices respiraba el bosque, de mi sudor y mi resuello se engendraba la nube, mi tórax se azulaba y esplendía... Reía en mí, reía la salvaje inocencia de las aguas en marcha. - 161



AUPA ¡El hombre intransitivo de hoy, el que inventó la velocidad para huir de sí mismo! He aquí que la sangre del hombre quiere perder su lustre como la piel de la fiera enjaulada; he aquí el viejo cansancio humano sobre la tierra nublada de incienso y estorbada de ídolos. jY la vida es una danza de guerra, y en cada instante arde y hierve la sustancia del mundo como bronce en la hornallal ¿Qué me importa la prole de la Queja y el Remordimiento, la angosta de hombros y de sueños? Yo sólo sé que es preciso que la palabra hombre recobre su esplendor original junto a la palabra alción o la palabra torrente: urgente que el hombre recaude el ritmo de su consorcio 163 -


M~ consigo mismo y los otros y el universo vivo; yo sólo reconozco a los que se empujan a sí mismos en la medida de [su fuerza, y aún más allá, como el arco que ama el dardo y lo despide; a los que tienen en la mano la voluntad y la esperanza como el hondero los dos ramales de su honda: esos por quienes la suerte del hombre esplende como hierro golpeado y que ofrecen a la vida, por anillo de nupcias, un nuevo horizonte.

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COMUNICACIONES Veo, sombrías grutas excavadas en el aire, los árboles, y la tierra que viaja por los ríos a bañarse en el mar, y el sereno rocío sobre el lomo de los potros que llevan el trueno y el relámpago en las patas, y el número celeste que rige aún lo ciego y lo monstruoso, y el mar que multiplica mi sonrisa ante el sol, y el sol, el sol que dora los frutos y mi sangre, y el pensamiento mismo, sustancia entre las otras sustancias de la tierra, y el hombre, esa hazañosa condensación del mundo. Van a salir las cosas otra vez de mi canto como de una creación novísima. El vuelo de los pájaros quiere enhebrar los árboles para enguirnaldar mi alegría. - 165 -



CANCION DEL BOSQUE NIÑO

Nada, nada, nada, nada. Pasan pedazos de invierno sobre el agua enamorada. Sangre del amanecer ardiendo todito el día en los ceibos es de ver.

Biribiribí. Sí, sí... ¿Que el verde del bosque aumenta ese verde de tus ojos? Nos bañamos en la menta. —167-


Y ardidos y con qué prisa ya buscan, ciegos, los pájaros el manantial de tu risa. Y ya te han visto y ya empieza la fiesta por picotearte el corazón de cereza. ¡Oh, pl, pí, pi, pU

A y de mí, ay de mí. Y el lagarto me hace un guiño por tus senos que adivina: dos puñaditos de niño. Y una inocencia es la vida como este aire que bebemos. Oh, lengua, amapola ardida. Pimienta y ají. Sí, síííí...

En lo que más alto sube el árbol se hace más joven. Tiro mi liana a la nube. Y mi gran risa convierte el hilo de agua en cascada y escandaliza a mi suerte. A y de mí, ay de mí. Biribiribí.

(Un bosque donde cualquiera se hacía rey de su suerte, una vez era que se era.) Viento y río el caracol ya está metiendo en su concha y el hongo apagando el sol.


¿Qué nos alumbra el cocuyo? Mi beso que está dormido y soñando sobre el tuyo.

Biribiribí. Biribiribí. Nada, nada, nada, nada. Pasan pedazos de invierno sobre el agua enamorada.

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JORNADA DE CIELO Y TIERRA Yo, el mismo de siempre, pero cuánto camino se quedó detrás mío. Como esta tierra soy, que levanta sus cumbres para otearse a sí mismo: tan primitivo aún que el trigo que me nutre lo siembro con mis manos. Posado en tierra de aire grande y sol manirroto, tierra transida de sal, como de sudor o llanto, (de sal, fría hermana del fuego) vestida de puntas y filos al modo de los cardones para resistir mejor cuando el cielo no le alcanza ni una sed de agua; tierra donde la ubre y la fruta se hacen casi espina en la cabra y la [algarroba, - 171


(lejos, cerca, moviéndose con ardentía estéril de lava, los médanos indomables!) pero donde la más frágil varita de agua hace saltar el milagro. Aquí están los árboles con sus abanicos de alas. El olivo que guarda en su fronda la primera palidez del alba. como si madrugara más que los otros y cuyo fruto oscuro es vianda y es luz. El álamo, con su alma surgente que riega la fiebre de la mía. El algarrobo, tan áspero y antiguo corno las montañas, alargándome una sombra más cordial que los zaguanes. Es cierto que este peñasco que se derrumba ha esperado cien mil años para hacerlo y que yo lo vea; y que esa águila color de roca se arroja sobre el viento contrario para peinar sus alas. Si aquí las ambiciones tienen la lerdura de los arados, el río, el viento y mi pasión son armas arrojadizas como las boleadoras ¡Muchachas de la tierra! ¡Finas curvas morenas de guitarra y corazón de copla! ¡Carne de copla a quien la guitarra da alas, cuando azahares y claveles revientan en la copla! Y mi amor que socarra los lechos de hierba! ¿Quién sorprendió el instante en que el aire se convierte melodiosamente {en alma? Ya mi aislamiento es más populoso que la soledad del bosque. Ya estoy sumergido hasta la cintura, hasta los sueños, en la naturaleza:. ella lasciva y floreciendo en pudores, fresca y ardiente como una carrera, con su higiene tan otra que esa de las farmacias, con su fuerza tan pura que parece nutrirse de rocío, y el ritmo de sus ramas contagiado a las cunas y los lechos nupciales. Pienso (y se enfrían los nidos) en el hombre de hoy, el que se emporca las manos y el alma con ganancias —manos y alma del color de los huesos que no visita el sol—, el que cumple las mandas de los muertos y renuncia a las suyas: - 172


extuprador de la Naturaleza, verdugo de sus puras criaturas de sangre [o de savia, verdugo de su propio hijo que faja y encinta desde la cuna, lo desalma y le pone en los hombros dos alas de papel. Pero también en el hombre de ayer y de mañana pienso, con sus sesos y testículos venerandos y con su corazón que es púrpura del mundo; sé que su porvenir en la palidez de lo ignoto rojea, como en los trigales la amapola, y que el prodigio se vuelve ya hacía él con ternura. Sé que nada puede disminuir al mundo su cantidad eterna. Yo vengo a decir otra vez que, como cuando la vida era pura y el espíritu ingenuo apenas tenía niebla, Dios, que nunca estuvo en los bazares con incienso, se mostrará de nuevo en el corazón del bosque y del hombre. De nuevo el galope perfuma los senderos. Mi potro color de hierro sacude el relincho y tiemblan de claridad todos los vivos cristales de Li mañana y el ansia.

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BOCACALLE DEL MUNDO

LIBRO IV



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COMIENZO

Con el arpegio de sus climas, con el sombrío, sombrío pensamiento de sus selvas, con su ancha risa de aguas, aquí está la tierra nuestra. Cogidas, cogidas de las manos de las olas, las islas del centro rondan la ronda catonga. El Trópico está contento en su imperio tenebroso, en su luminoso imperio. Sus fortalezas de bosques, y sus ríos mensajeros y el alta bufonería de sus pájaros de Cuento. - 179 -


Más allá va la llanura, llano de llanos de llanos tan de par en par abierto que no tiene más recodo que el cielo. Orinocos de cacao, A mazonas de café, Platas de leche y de trigo. Y a sé.

Al occidente la tierra ocupó un día sus manos en construir con granito su sueño más alto. Y todavía un país de cerros aleonados, en acecho, país vestido de ovejas, donde un día para siempre, entró de pastor el viento, y otro vestido de nieve. Palabra más creadora que un fíat es ésta: América Qué tiendas de novedades manantiales se inauguran. Paraísos de sabores, cataratas silenciosas de perfumes se derrumban. Ocultando están las ramas del cocotero los techos de las ciudades más altas. La tierra es negra, el sol, rojo, y el sol negro bajo el bosque. La tierra es negra, el sol rojo. Tierra roja, oh, bajo el hombre. Las sendas de las maniguas como las olas, las olas, se pierden en los arcanos. Desmelenado, desnudo, el viento es aún, sin duda, o charrúa o araucano. Las llamas del altiplano van cargadas con los sueños, ay, difuntos, de los incas, pero a un horizonte inédito sus largos cuellos se estiran. Caña de cañaveral, los dioses yertos se van.

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Quieren vestir a la luna, luna desnuda, los plátanos, y las palmeras esperan que ella a peinarlas se baje. Pero la luna se baja puramente, puramente a arrullar a los caimanes. Sorteando cumbres o ríos, o aún náufrago en la breña, con su carne primitiva de vegetal o de piedra, —soledad de piedra y bosque sigue gimiendo en su canto— el indio en su angustia aguarda, en su alma trunca, el in jerto que la fructifique en lo alto. No volveremos atrás. Los negros dioses se tan.

En lo hondo de las maracas, saltos de agua están cayendo. Profundos cuerpos de noche constelados de deseos. Llora aún el Africa inmersa en el canto de los negros. (Ya los veremos treparse por una canción de guerra). La canción, con sus caderas de guitarras y de lunas, oscila de más en más. Las caderas de las: negras oscilan de norte a sur como un clima de verdad. Monoritmo de tambor más entrañable que el mar. Mango, caimito, ananás. Los negros dioses se van.

Un llanto, llanto de siglos, moja que moja y socava ya los cimientos del mundo. Las largas voces del hambre estremecen ya las piedras. Los largos ojos del hambre atraviesan ya lo muros. Y esto que no es para duelo: el corazón de las hambres ya enseña su canto al fierro, Tierra nueva, tierra nueva que ha de echarnos por delante —como al indio y como al negro que en nosotros se agazapan— hasta la mañana grande cuya alba ya por sí misma será una canción de ataque. Contra la resignación, fetiche de ojos de perro 181 -


contra esa hija de la muerte que congela risa y sueños, se alza la única reclusa que no empalidece, la sangre, y el que mira al otro lado del horizonte y la sombra, el rojo canto del gallo. Negreros de antes y de hoy: con muertos de hambre engordáis, mas vuestros dioses se van,

¿Nos quedaremos aquí, pastoreando sueños falsos? Quedaron miles de rostros ya detrás de nuestros pasos. Con esa amistad que media entre los pájaros indios y los árboles venidos del otro lado del mar, todas las sangres se juntan aquí bajo la esperanza, la roja que los conduce, absoluto capitán. La voluntad de alcanzar la ardua dimensión del hombre después de sufrida espera, se nos sube, finalmente, alta como la vergüenza, de lo más hondo a las frentes. Con los envenenadores de fuentes ya no habrá paces, ay, con todos los verdugos de lo que vendrá o que nace. Ojos que siempre traicionan, los que miran a la zaga, aquí los arrancaremos como hierbas venenosas; sus sueños derramaremos como aguas estancadas. Que habrá que echar a la huesa las pupilas del cansancio y rescatar al enojo pudriéndose ya en la espera. (Sabemos a la rutina capaz de herrumbrar al rayo). Nuestro canto va subiendo por las escalas del día buscando una ciencia armada y con hondura de música y tan lavada de sombras y de miedos como el alba. . El pájaro más insomne quiere servirnos de brújula. Los negros dioses se irán por fin. A trescientos NO contestamos SI. - 182


MADRE REVOLUCION

Soy el sepulturero de todo lo insepulto y el que barre las hojas secas. Quien escucha mi risa remoza quince años.. Vida en menguante, alerta.

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He aquí mi fe que enciende las cenizas e inventa con dulzuras podridas los agraces más tónicos. Saludo al Movimiento, el dios que permanece, y a la Metamorfosis, madrina del retorno. Se necesita labios puros para lo aún no dicho; manos sin mancha para recoger los misterios que entreabren su corola sin ruido, (Destilada en la noche largamente, mi ciencia amanece con el rocío). Lo permanente es sal de cada día. Lo distante es la lupa de lo cercano oscuro. El más allá, el más allá cae dentro de la carne y el mundo, —183-


Da el corazón de lo que alienta sus latidos nupciales. La vida siempre está de vuelta. ¿Quién se atreve a mirarla con un mirar sin nieblas ni recelos? Su sonrisa es sagrada, la sola que libera, ay, de la sombra de los muertos. Presiento ojos y voces más vírgenes, que perlas, para ver y nombrar las cosas de mañana, y conceptos tan ágiles que a su zaga los sabios de hoy morirían de asma. (Ya sé que el hombre ha de vencer al Rito que congela su paso y sus entrañas). Los motores manejan mil caballos de fuerza; bisbiso yo y me escucha la otra orilla del mar. Y aún eso ha de volverse novedad de arqueólogos y el que un avión de guerra lleve cunas en paz. He aquí qué visiones y sentimientos nuevos izarán otro clima, creando hábitos tan frescos que algún día, de juro, conseguirán al fin reconciliar al hombre con la frescura creatriz del mundo. Cerradas esas tumbas abiertas de los templos, el cadáver de nuestro Usurpador no enviciará ya nuestro cielo. Un nuevo buen sentido, una cordura mucho más joven y sin miedo, jubilará los viejos y enfermizos delirios. Profesores de frentes ciliciadas, agricultores de sepulcros, sacerdotes de pesadillas, mundanos corredores de ultramundos: anoticíáos que los dioses. son los sietemesinos de aquel cuyo único hijo se llama hombre': el que sabrá ganar la delantera - 184 -


al Azar para guiarlo; el que inyectará a la. misma Necesidad el pulso humano. Saludo a. criaturas que no conozco aún, pero que un día acaso me nombrarán con gracia; anuncio el próximo rescate del hasta hoy monstruoso destino de las manos humanas. Oh, ciencia, ya con más corazón que la música. Oh, bondad, más sutil que las fragancias.

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FIERRO PROLETARIO 1! Todos sabemos lo que hay: los de arriba y los de abajo. Desnudo el canto por todos los que viven por sus manos o andan sobre ellas sirviendo a los otros de caballo. ¡Horror de ideas fregonas y corazones mucamos Estáis alquilando el alma con las alquiladas manos; mujeres sin sexo casi dan compaña a vuestro escarnio; vuestros niños no gorjean o no podéis escucharlos, que agarrota hasta los sueños eso que llamáis trabajo. Compró por treinta dineros la sangre vuestra el salario: ya todo el futuro son la impotencia y los carajos, - 187 -


Ensimismada miseria y dolor ensimismado, palidez prostibularia y palidez de cadalso. ¡y el corazón de la vida es más rojo que el geranio! r Mercachifles de arte magna que tejen niebla y engaño con hilos que nadie ve le hallaron tres pies al gato. Oh sus honras miriñaques, sus corazones bombachos, su piedad de montepío, su heroísmo amonedado, su blanca paz, la que lleva delantal de cirujano. Orondos en la coraza de su tocino, a lo chancho, inventaron las sus patrias para medrar del reparto. Patraña matusalena que se vende en los baratos, al caviar le llaman gloria, sacrificio a lo parásito. Oh corazones y esfínteres por lo abyecto relajados. Tapan la verdad del hombre con cortinas de humo, hermanos, y con gases lacrimógenos, hasta hacerlo un espantajo. La minoridad del hombre retardarán hasta cuándo los que gritan: ¡al ladrón! mientras van entrando a saco, como el clamor del mar cubre los clamores de los náufragos; los que del mundo, del mundo de la gracia y del milagro, - 188 -


ha hecho su matadero y su mercado de abasto: trust de la res vertical, monopolio de lo humano. Verdad, la suerte, la perra, aun les lame las manos; pero se duermen, se duermen en lo consuetudinario lo mismo que nuestros pumas con la sangre emborrachados. Ya todos saben lo que hay: los de arriba y los de abajo.

3 Hay horizontes de espigas, mugen estrechos los prados ¡y el hambre hunde ombligos y almas a millares en su buraco! Lana y algodón ocupan más lugar que los nublados, máquinas de hacer ciudades, hace tiempo se inventaron, ¡pero el frío, el frío, el frío congela pulsos y abrazos! • • •

Los recuerdos se levantan con sus sangrientos sudarios, y el presente se incorpora lleno de verdad y harapos. Gime la esperanza virgen con sus dos pechos cortados y las descompuestas almas nos amagan el contagio.

4 Que venga a insultar vuestra hambre la caridad de esas manos de pingajo, más bajuna — 189 —


que lagrimear de urinario— ¡hambre de pan y de espíritu que heredamos y mamamos! No apagan mil y una lluvias la sed de vuestro verano ¡va a apagar el agua pía la roja sed, proletarios, silos ciegos ven lo que hay: los de arriba y los de abajo! Ha golpeado el corazón la puerta hasta despertarnos. En silencio o a la sordina por el aíre andaban cantos: no hubo gargantas para ellos ni oídos para escucharlos, y lo escucharon los muros, las piquetas, los taladros. Relinchó el viento al alzarse, sacudió su crin el árbol, amotináronse arriba y abajo piedras y pájaros. La noche se fué. Vinieron días con cresta de gallo.

Veraces latidos de hombres alzan ya otro clima humano. Los de España, los de España izan la alba con sus manos; ellos luchan por lo que otros apenas quieren soñarlo: mudar en hombre al más viejo animal domesticado. Sí el mundo se hizo panoplia contra vosotros, hermanos, ¡ya de lo negro hacéis pólvora, dinamita de lo blanco!

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CANCION AMANECIDA EN LA PAMPA

Canción escarlata como un tajo, fresca como un tajo: canción para todos vosotros cuya alma es sólo un coágulo. Trabajadores de la pampa, y de un lado y otro de todas las fronteras, sois demasiado tristes para tener miedo. Gentes que no poseéis ni como el hornero, el barro para vuestra casa, ni las mataduras de los caballos viejos, con esgrima de tacuaras y leguas. que escondéis vuestros sueños, como escobas, detrás de las puertas o en los rincones, y vuestro orgullo más escupido que las escupideras. ¿No tomaréis al fin el camino de la esperanza armada? ¡Habéis aguardado por demás para velar aún! Revivid ese enredador arrojo de boleadoras de esos jinetes nuestros que murieron sin apearse, - 191 -


o de los otros, más desnudos, que guardaron siglos su pampa con esgrima de tacuaras y leguas. ¿No tendréis ni el arranque del picaflor que defiende su nido? Ahí están ellos, los que fabricaron con humo dioses de perdón y castigo, para autorizarse concesionarios del mundo, monopolizadores del hombre, (demorándole aún al pie de la Cruz, el árbol cuya sombra enteca la carne y da los malos sueños) ahí, los de vísceras y manos de prostituta, que han hecho del sudor y la sangre el licor más potable; ellos, más suficientes que un monolito, más hipócritas que un pantano, con su honor que huele terriblemente a ropa sucia y es hoy escándalo en todas las esquinas del mundo; ah, dispuestos a llegar a los horrores prohibidos, a hundir hasta lo más insumergible del hombre con tal de conservar intacta la santidad de sus alcancías Hambre que apaga las mejillas y enciende en brillo de arsénico los ojos, la que doblega los dorsos y los ímpetus como rodillas cansadas, la que alarga manos de hielo y de brasa para los escalofríos; hambre que trueca las almas en esteros llenos de fuegos fatuos: bien sabe que ha llegado al reducto final: la hora de hacer de todos los dientes un solo filo sin mella, de todos los brazos un solo ademán constrictor como la anaconda, y destilar de todas las vergüenzas el rojo más puro para el alba creadora. Porque el destino quiere ser forzado para cumplir sus promesas. Con sus armas que brillan como el rocío, cada mañana se alza preguntando por vosotros., voluntarios de la esperanza harapienta. Enseña a cerrarse en puño ahora para abrirse al fin en mano benigna, y recaudar a través del torbellino y de la arena, la ternura fundamental del hombre. - 192 -


Abrevando los cauces ardidos de las sedes, incontenible como un amanecer, con todas las ternezas del amanecer lo esperado está haciéndose presencia. El reloj despertador de los pájaros comienza sonar su hora. Es una voluntad vertical como el árbol, es una levantada alegría como el fuego. El más reseco de los vasos quiere colmarse: el hombre dejar de ser una insalvable distancia para el hombre y cumplir totalmente, libremente su órbita.

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COPLAS DE GESTA

LIBRO V




J


Corazón del bosque y el hombre, te sueñan y buscan las sendas, te buscan, pero nunca te hallan. ¿O es que estás sólo en las leyendas? .* * Y al fin se pára, deslumbrado, el andariego. La noche es un iluminado canto de ciego. ** Hubo tormenta profunda. Están creciendo mis venas y el mundo de mí se inunda. *_ * ¡Fugas, rosa, en tu caricia! Lamentación la más sosa, si el adiós vuelve en albricia y la sepultura en rosa. Tan poca cosa y es todo el arte: que el alma sea tan vistosa como la carne. ** - 199


Marcha colmando vergeles y descabalando trojes el tiempo que pedalea corazones y relojes. ** Un alma hambrienta de días y hambrienta de eternidad; tan sólo entre dos tormentas hallo mi serenidad. ** Mis ojos baten alas, el sol marcha a mi lado, mi corazón trabaja con el grano enterrado. ** Enigma del ser y el ver, yo estoy inerme; la noche se hace mujer para perderme. Alma nuestra, eres un dúo entre el sollozo y la risa, igual que el canto del buho. ** Sí el sol lo desuella vivo, mí arte en la luna se salva; con tinta de noche escribo sobre cuartillas de alba. ** Hombre, el amor, tu amor es tu almo invento, tu corona de luz más que el pensamiento. ** El peso que llevamos en la espalda o la frente recarga nuestro corazón finalmente. ** - 200


No sé si voy adelante del animal y la planta, pero lo mudo y rampante en mí se levanta y canta. ** Como en el pino nocturno el temblor del viento, el enigma por mis vértebras siento. *4

Brinca del corazón nuestra sangre, mi sangre, como liebre o león, *4

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Con sus sueños, infinito, con sus actos, casi cero. cráneo de semidiós y manos de pordiosero. ** Expansión, perduración: norte y sur de lo profundo. Cuerpo y alma son un río que quiere invadir el mundo. 4*

Mis deseos y tus peces, mar, son unos mismos: tienen la voracidad de nuestros abismos. *4

Ay, civilización bifronte, te pesa un adarme que el alma tenga un horizonte y otro nuestra carne. *4

Respiro difícilmente como en la altura: he ascendido hasta ti, oh criatura. ** - 201 -


El hombre olvidó sus días por soñar eternidades, sin soñar que es la más triste vanidad de vanidades. ** Ay, cuerpo de que blasfeman los bujarrones y beatos y atrofian sabios y atletas y el mejor hombre niega a ratos. ** Tienen sus banderas ¡provecho! como las rameras su lecho. ** Lengua esa tuya en que espigaron las suyas, al pasar, el viento, el bosque y el pájaro y el hombre melodioso, oh mar. ** Amo el grosor de tus anca,% la delgadez de tu voz, tus lentas nostalgias blancas, ay, y tu sangre veloz. ** Por ventanas y claraboyas de luz hacemos gran derroche, mas la puerta falsa del alma se abre a la noche. ** Ni sonajero ni ornato pudibundo: el arte es la más intensa versión del hombre y del mundo. ** Inextinguiblemente mama el infante, ved: trasiega el universo su sed. ** - 202 -


Recuerdos, oh recuerdos, agua estancada son. Mejor no removerlos. ** Preñados de alma vamos y como el plazo es bien corto el alumbramiento suele trocarse en aborto ** Nuestra sociedad de rábulas, negra de uñas y conciencia, de lo profundo hace fábulas, de lo chabacano, ciencia. ** Un poco de ensueño y de vientre, la vida, cabe entre dos dedos; pero no hay más, nada más, entre la muerte y nuestros miedos. ** Escribo en viento y en agua para el día en que no existan ni sepulcros ni montañas. ** Hora de intensidad, hora de eternidad; entre los dos henchimos toda la soledad. ** Tu escepticismo me huele, serenísimo doctor, a aroma de prostituta y embalsamador. ** Por bosques y por calles prófugos del sepulcro. . Mas la vida nos abre sus dos brazos desnudos. ** 203 -


el cimpsyl. pa luz y sombra me hacen guiños de complicidad y broma. ** Humanidad, tus dioses no gustarán el ocio antes que mujer y hombre recobren su equinoccio. ** Tus ademanes son de ciego, y por eso nadie se asombre: tus manos palpan el misterio, mas ignoran su rostro y nombre. ** Poesía de alma y carne, ésa es mi ansía; ése es todo mi latído y mí sustancia. ** Hermosa es la epidermis de este mundo, mujer, y tan profunda como la tuya, puede ser. * .* jLa humanidad en capilla! Vates, saludo vuestra discreción sencilla de sordomudos. ** Las de Sirio, el Sol y la Tierra, con mi propia órbita congracio; mi omblígo y el cenit coinciden Perdón, Espacio. ** Entrelazados y prendidos, dos elementos, dos leones, con nuestros dedos y vientres y bocas y corazones. ** - 204 -


¡Ay, blanca como un sudario, ay, negra como una fosa! Tú te ríes, calavera, ya el pensamiento en la rosa. ** Inventaste el confesionario, ¡humanidad escarabaja!, y el miércoles de ceniza y la baraja. ** Lo incognoscible está en nosotros, la noche infusa en mis entrañas; atropellamos como potros en los relámpagos del ansia. Tiñe al mundo la guitarra con su amor hecho pedazos y su corazón tan grande que no cabe entre sus brazos. ** El mundo es palidez y olvido, ¡pero qué inundación de cielo! Yo escucho mi alma y el quejido de los buhos en celo. ** El pasado y el futuro, caminante, son los pulmones del presente respirante. ** Si tu ritmo es tan profundo que el todo es tu consonante, vuelves a crear el mundo a cada instante. ** De pensamientos y cuidados hoy estoy quito; soy un árbol ebrio de pájaros y de infinito. ** - 205 -


Mujer, para todos eres. Brilla el sol para las rosas y los mercaderes. ** Mi ademán y mi voz levanto para alerta, no maravilla; os envío mi canto como viento a la trilla. ** Del primer árbol que se oye, ciegos, hacemos oráculo, y de su gajo más pobre, báculo. ** Palideció ante la luna y se avergonzó ante el sol, y se metió en su conciencia, casita de caracol. ** Sólo vemos las arenas y los espejismos, no encontramos los oasis ni a nosotros mismos. ** De ultra Rhin sopló el gran viento; el meditabundo forjó al fin el pensamiento para los puños del mundo. ** Limpiemos de escrituras falsas nuestros palimpsestos, restauraremos en carne y alma los divinos textos. ** Mujer, no te conocemos ni nunca te conocimos; lo amargo de nuestras bocas volvió amargos los racimos. ** - 206 -


Los astrólogos del dólar ven a la muerte adelante Hora de sangre y de parto, dice mi canción levante. ** Saben pensar con las quijadas, de su honor el vientre es testigo, pueden llevar su guirnalda en el ombligo. ** Resisto, pero al fin consiento que lo más antiguo me envuelva: un pájaro es mi pensamiento, y en todo lo demás soy selva. ** Ay, todavía llevo aquí en sangre, lágrimas y huesos (profundo de sentirte en mí) los días rojos de tus besos. ** Lo inmemorial a lo fresco in mi garganta se acopla; sabor de mundo te ofrezco y mi América, en la copla. ** Raíz de héroes y dioses, relámpago en la mano: poderoso y misterioso sexo humano. ** Anochecidas edades de cosmos y humanidad resurgen en mi jornada de claridad.


No te alcanzan ciencia ni arte; por eso cuando yo quiero alabarte, te beso, ** Poetas que adjuráis del hombre y su alma y su perol, pedid su torre de marfil al caracol. ** Tus muslos me estrechen cual sendas a la primavera del bosque; tu alma de enredadera en mi fuerza se enrosque. ** Dos amantes en el lecho, lo vulgar y lo inaudito en mi pecho. ** Recién nacidos, sucios y aún sangrientos, ¡cómo no he de ocultar mis pensamientos! ** Abajo, en torno, arriba, la noche en alma inundación. Tú y yo flotando a la deriva. ** El quid de la dicha te digo: sentarse a una mesa de rey con apetito de mendigo. ** Poeta, por cuidar tus uñas, no manches tu alma con tu tinta; audacia de aguilucho guarda y prudencia de madre encinta. ** - 208 -


Ni la esencia ni la forma tienen existencia: existen, sí, las nupcias de la forma y la esencia. ** Oh, hermanas puestas en pena por los fieles del ¡Dios nos valga! a ganaros el pan del día con el sudor de vuestras nalgas. ** Palideces de repente como olivo bajo el viento conmovido en tus raíces bajo el pensamiento. ** Tibios nidos, tórridos frutos, puños de una fuerza sin nombre, padres del fervor y la gracia: compañones del hombre, ** Suerte o mujer, ay guitarra, qué engaño para los mozos: canta y ríe y ya desgarra el collar de sus sollozos. ** Que esté próximo o a lo lejos, de nada entendemos bien; nuestros ojos son espejos: reflejan, pero no ven. ** El andamio del más allá tirarás, hombre, cuando acabes de alzar la torre que eres ya. No nos calientan la médula estufas ni mancebías; sólo el entero amor lleva nuestra sangre al mediodía. ** - 209 -


Como espejo ante el espejo hombre ante mujer semeja: el individuo verdadero es la pareja. ** Quiere el burgués con humos viejos aun incensar su prestigio, y ha hecho gorro de dormir del gorro frigio. ** Vergonzante de su alma y engreído de cualquier trasto, cabizbajo como el buey filosofando su pasto. ** Los horizontes dan sus jarcias y la aurora su vela, Revolución, para que zarpe una vez más tu carabela. ** Vamos formidablemente escoltados de misterios como alguna cifra íngente de ceros y ceros, ** Con tus ojos de música lo más profundo nombras y tu voz de lucero acobarda las sombras. ** Ay, en rastrearse a sí mismo la dífícultad consiste para nuestro cazador de elefantes y de chinches. ** El que inventó el amor blanco, me lo has de creer, vendió por, treinta, dineros tu piel y tu alma, mujer. ** - 210 -


Así 'Poeta nupcial de Naturaleza y Alma", me anunciaste, Macedonio. Aun voy tras la ardua palma. ** El corazón se estrella hasta en la punta de los dedos, y aun en nuestra huella el alma escribe sus remedos. ** Con su sonrisa clara sueña mi alma en el huerto, soñando arroyos para la siesta de su cuerpo. Se vistió una vez, y dos, de Tiempo y de Infinito, y así descubrió a su Dios, nuestro hombrecito. ** Mi ensueño de gran velamen mira al pasar, a un costado, una rata en un cadáver y el futuro en el pasado. ** Rueda en escape es la noche. Cada alma, cada estrella se imagina y adivina que el eje pasa por ella. ** Cetro de caña alcanzas a tu señor, el seso, y corona de espinas, a tu sexo. ** El nocturno de las almas asciende con las estrellas. Lo nuestro más hondo y alto no deja en el día huellas. ** - 211 -


Tus senos beso uno y otro en titubeo infinito, sin poder, ay, elegir el favorito. ** Ni es alegre ni triste la tu vida: es ligera al modo de tu chiste o de tu calavera. ** Poeta, el alba te inmola su doncellez de alborozo porque el vivir sea en tu arte virgen en bermejo gozo. ** Armado de fuego y de viento en guerra, tras de un nombre. Verdad que eso no vale nada, pero ayuda a ser hombre. ** Fervor y conocimiento funde amor en su unidad: estremecimiento de inmortalidad. ** Soy uno por fuera y por dentro. Mujer, soy hombre ciertamente: nada de tu alma o de tu cuerpo podrĂ­a serme indiferente. ** Rey del acero o el petrĂłleo, mi verso hambriento te loa: en mares de sangre o aceite tu vientre es proa. ** Por el litoral del alma holgĂĄis muy a maravilla, pero el hombre es un aquende y un allende de esa orilla. ** - 212 -


1 Hinche tu alma velera el viento, el viento; rompa tu anda inĂştil el pensamiento. ** .Alerta de la vida es nuestra muerte; la voluntad su chaira halla en lo inerte.j

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SUMA

LIBRO VI





1 Montañas amojonan mis distancias. Las nubes echan las redes de sus lluvias para pescar árboles y pájaros. Y mi corazón se excede como los grandes ríos. Con mis manos aliso las llanuras, destrenzo las sendas; con un silbido aguzo la alzada de los álamos. Estoy aquí con mi soplo de estío y con mis duros dientes de indio verdadero. Ya las estrellas controlan mis pasos y latidos. Yo también trazo la órbita de un mundo.

2

Nacemos viejos y los demás nos amaestran para viejos. (¡Oh, las pandectas que los insectos digieren gravemente!) Onerosa es la herencia. - 219 -


sí no desechamos todo lo que estorbe nuestras alas. Hacía la desnudez del alba primera, buscando el mediodía no conquistado aún. La intensidad es la primera juventud del mundo. Tu descanso, Naturaleza, es más leve que el posarse del picaflor, y la novedad es tu vieja costumbre. Cabalgo del más huraño de mis abismos al más distante de mis cielos. Piel y sueños mudo. (El eterno regreso de lo efímero es el secreto del tiempo). Yo no temo mudar mi yo antiguo si he de hallar el que viene en un escalón más alto. (Ellos se refugian en su fe ante las tormentas, yo arrostro mis tormentas para tener fe. En otra vuelta, de la espiral me encontrarás de nuevo y podré saludarte con el grito más joven. Salto del patio casero a la sucesiva emancipación de los límites. Cada horizonte superado es un anillo roto de la cadena que nos amarra a la pesantez. La claridad se convierte en melodía y pensamiento. Un corazón aeronauta. Una intensa alma de ozono. Insolación de júbilo.

3 Ya el hombre ha vivido millares de años en alguna parte. Ya anduvo entre las nebulosas; estuvo en el corazón de las rocas primeras; ha sido alga o pez en el mar; dudó entre las formas anfibias y prefirió la tierra; se elevó con los árboles para otear el mundo, y las tormentas dejaron barro de creación en su alma. Todavía ahora pájaros y mamíferos transmigran por su cuerpo.

4 Miro la tierra nuestra por primera vez. La tierra arada de sepulcros, abonada de cadáveres, - 220 -


que allá a la distancia comienza a entregarse dócilmente al cielo. La tierra compacta y jugosa que habla las lenguas de la alhucema, el tomillo y el cedro, la lenta irresistible persuación de los aromas; observo el aire ciego, el fuego ciego, el agua ciega de su entraña; y las tinieblas originarias encarceladas en la piedra como un río en el hielo; los depósitos de la noche y los mostradores del alba; los rebaños de olas y de montes, la atmósfera, tentación profunda de las alas, y los pájaros que tejen a la fronda que los cobija una corona de vuelos, y la vegetación con sus millares de brazos y de rostros: los árboles embebidos de horizonte con sus ramas en figuras de nubes, los árboles, favoritos del sol, pero que reservan siempre un poco de noche, y el misterio que las raíces averiguan para contarlo a la luz. Allá se encabrita y resopla el mar, renovando en sueños su vieja costumbre de galopar sobre la tierra. Temo a ratos asentar mis pasos en el suelo, por no hollar el cráneo de un dios. La tierra todoparidora es una especie casta como el alba, con su genio bífronte y con su virgen soplo, que anima, junto al ciprés augusto de sombra, la espiga tejida de luz. Saco ahora pasaporte para un viaje con regreso aéreo en los ríos que suben a las cumbres a buscar lluvias, para sus cauces. Después de meses de conspiración subterránea la primavera irrumpe brutal y escala el cielo en son de asalto alzando la temperatura de arroyos y lechos. Oh, agudos como la sal los días de la tierra, ágiles como las golondrinas de pecho amanecido.

Dirigimos el mundo como los peces el río. Vamos a caballo sobre lo incomprensible. En la cantidad e intensidad del alma, ¡oh nocturna! nuestra jornada viviente lleva el signo menos. Me detengo de pronto a mirarme a mí mismo, como a través de una cerradura, ávidamente curioso, como a un recién venido largamente esperado. Y hallo, en efecto, un hombre que veo por primera vez, un ser de evasivas maneras, de miradas por entero impenetrables: - 221


el otro hombre sin alcance que soy yo, remando con sus remos: el sueño y la vigilia; el dueño de innumerables secretos que apenas distingue sin poder transmitir casi ninguno, que apenas es más dueño de sus actos que el tigre o la yedra.

Aun lo mayor, aun el tiempo o el espacio, oh, fragmento de un todo. Zumba en torno de su reina el enjambre de las diversidades. Expansión concéntrica del ser en los círculos del agua, la madera, la sangre, el sonido. Por nuestro corazón magnético pasa el meridiano de todo lo que vela o duerme. No puedo destrenzar con mis manos mi yo de las cosas. Millares de órbitas está encerrando la mía. Périplos de las cosas, anillos nupciales. El oriente saliendo del occidente como la semilla del fruto. Lo que comienza y crece, no acaba: recomienza. Lo que vive retirado en el fondo con todos los hilos en la mano y trabaja y ordena las formas y las pausas, la Armonía, expresándose en números profundos. El fuego, la carne, el humo, el metal y el alma, los estratos de la tierra y el aire y el tiempo, son los tabiques de un recinto único. Todas las sustancias son una sola ya divina. Todas las distancias forman una sola cercanía divina.

7 Con su largo soplo y larga llama mi fe alcanza a los devotos, los blasfemos y los excépticos, los alcanza para sobrepasarlos. Comprendo que la Naturaleza se ausculta en nuestro pulso. Apenas veladas, las maravillas se inclinan sobre nosotros, maternales. Comprendo que ningún hombre cruza en vano sobre la tierra, que las más remotas tumbas están fecundando la tierra. - 222


Sé que lo visible sirve de pilares a tinieblas sagradas, y que el ser tiene por todos lados muelles de embarque y desembarque. Sé que lo vulgar comienza y termina en el prodigio. Hacer visible lo invisible es toda la proeza humana. Lo eterno está arraigado en mi ombligo y florece en mi cerebro insondable y en las hierbas y las nebulosas y las patas de los caballos. ¿Cómo ha de constituirse él en arriendo de esos hombres de alma y uniforme color de fosa? ¿Cómo he de adorarlo yo con humo o alabarlo con herrumbrosas palabras de confección? El es el casamentero de nuestra piel y nuestro espíritu, el que une los límites al centro, y el hombre al hombre y a la mujer y a todo el resto La palidez de los dioses necesitó siempre la sangre humana para asomarse [al día. El camino para el despliegue eterno del hombre sobre la tierra se llama [Dios.

8 Los credos, ya inútiles, mas con algún saldo favorable al fin; las biblias, que hoy estorban, pero que fueron por siglos las andaderas del [hombre, y los dioses que le ayudaron a buscarse a sí mismo, y los reyes y demás intrusos alzando rebeliones que aumentaron el horizonte humano, y los ritos y tabús primordiales, y los mitos y los sueños libertándolo de las presiones ecuatoriales del alma. Yo no me alzo de hombros ante ellos, me recojo devoto considerando esos balbuceos augustos, y sé que después de millares y millares de vueltas de sol hoy nos aprovecha alguna miaja suya. Porque todo el pasado no es un ídolo inmóvil (ni pide una veneración inmóvil) sino la acérrima levadura del hoy y del mañana. El presente es la encrucijada de todos los ciclos y las estirpes, de los hombres blancos y los negros y los rojos, de los viajes, las guerras, los trabajos, las leyes, los inventos, los sueños,— aunque sobran muchas de las cosas que visten nuestros orígenes. El presente es la proa que deja atrás todos los sueños de zozobra y de [niebla. - 223 -


El alba era como una buena noticia inesperada. La hierba, la simple hierba, era una gracia que no calzaba en ninguna palabra de hombre. Fluía en mí el alma fresca del sauce mientras el zorzal estaba narrando con fervor un trozo de dicha. Me desvestí confiadamente para que mi desnudez comulgara con la desnudez del agua y del aire. Recordé, entretanto, que mi salud era intacta, que una mujer, como un halcón en sus alas, se confiaba inspíradamente [en mí, que una verdad, acechada desde abismales insomnios, amanecía ya sobre [mí alma. Y de todo eso, nada más, me sentí inmortalmente feliz. 'o La vida no es mi costumbre, es mi pasión. Siento que mi sangre convoca en sus márgenes todo lo que crece, como el rojo amanecer amotina los pájaros. Tiemblo cuando un hombre o animal joven está enfermo; acaricio con mis manos o mis ojos toda forma que late; ayudo con mi ansia al escarabajo a moldear su cuna de estiércol para sus [hijos; mi corazón entibia los nidos de las empolladoras; esa rama indecisa brota ya segura en mi alma; las enamoradas parejas me enamoran perdidamente; saludo en las flores de las tumbas las banderas de los muertos: sé que cuando muera podré amasar mi propio polvo y soplar sobre él. Oh, el corazón amarillo de los profetas del polvo y los doctores de bien cortados sudarios! La vida se desfigura y sofoca bajo trajes, aníllos y solemnidades; costumbres y relojes engrillan su ritmo. El hombre quiere hacer féretros y mausoleos eternos, pero ella hace abortar sus planes fúnebres; el hombre capitaliza aprensiones y humo, pero ella nos viste lo mismo como la mar sus peces. - 224 -


Ella asume la herencia de todos los muertos para transfigurarla. Bendición al dios Hambre que la sostiene y al otro que la inventó y la renueva. Vienen los días con risas y espadas; las piedras olvidadas tienen adolescentes barbas de musgo; cada cosa de la mañana está goteando frescura original; las hierbas de los cementerios son más frescas que los pensiles.

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Hoy he visto, una vez más, abrirse una yema de vid (lo más enjuto y nudoso honrándose con toda la frescura); he visto parir una vaca (en la lengua materna lamiendo al recién nacido estaba la ternura [que creó el mundo.) Una vez más he bajado varios peldaños en lo desconocido. Aquí estoy con el espanto y el encanto del que siente abrírsele un sentido [nuevo.

11 Talones casi pétreos y párpados alados; furioso, sereno río redondo de la sangre; árbol perpendicular de la médula; sudor y llanto reciamente salados como el mar; pecho en que desciende todo lo celeste y sube todo lo subterráneo; caudal del sexo, más largo que la Vía Láctea; músculos con toda la firmeza de la tierra; cerebro no indigno de ser pesado en balanzas divinas; resuello que aumenta el poderío de los veranos; vello más puro que las alas y las corolas; manos benditas de haber acariciado manos y vientres adorados: oh tú, entera forma interna y externa, extendida desde la carrera al sueño o a la cópula, trabajada con paciencia y pasión por las generaciones, cuerpo nuestro. Hablo del bello abanderado de la sangre, de la carne mayor, la que contiene más cantidad de dolor y alegría y memoria (a través dei cuerpo humano pasan - 225 -


los árboles, las grandes aguas, las bestias, el cielo y las arenas, las sustancias y los moldes anteriores.) Hablo del cuerpo clandestino y fijo, del destino inevitable de su forma: del cuerpo que está en ella como un río entre riberas eternas.

12 Ahora sé que nada me importa fuera del que ató ciudades al tronco de los [nos, y que hoy se apresta a cazar las últimas sombras, las más hirsutas, encovadas en su alma. El es todo mi tema y mi poema. Jamás el cazador se adelantó hacia su presa, o el viento y el mar sobre sus límites, como yo a través de los hombres. Aprendo que el hombre y la mujer son los dos polos de todo lo que vive y aprendo que ni mi gratitud ni mi piedad lo aman como la certeza de que sólo por ellos lograré acuñar mi efigie viviente. Aquí están los niños, adorables hasta cuando orinan o dicen malas palabras, con el casi invisible arco iris de su porvenir tendido sobre ellos. Los adolescentes con su sangre recién desatada que avanza cantando sobre el mundo. (Me veo a mí mismo enamorado de una simple aguadora o de un simple poema, torrencialmente, hasta la vergüenza, hasta costarme cama.) Y los viejos y las viejas, vueltos a una segunda inocencia fuerte y ligera como las espigas, purificados y madurados por el aire como las espigas, y todavía contemplando la vida con ojos de novios. Y el hombre en su mediodía, insumergible de majestad entre sus menguas, (el peor de todos es mi hermano y el mejor se parece demasiado a los dioses para no serlo.) Y la mujer, el rojo sendero del temblor y la maravilla.

13 Mi cabeza ya en forma de pájaro que incuba su vuelo. Abajo, arriba, a la distancia, estoy rodeado de mi canto, vestido de silencio y de calandrias. El poema arraiga debajo de la noche y el mar,


pero arriba los pájaros hacen su propaganda de cielo. Tiñe bocas, heridas y geranios su corazón más rojo que el de la misma vid. (La forma derramada del perfume, la autoridad del rayo y de la sangre, y la lluvia divina ciega, que tantea infinitamente, y las abejas que arden en mi lengua.) Tiene una ventana falsa sobre lo invisible, tiene una clandestina brújula. Hace crecer el río de rocío que abreva los gorjeos. El Poema odia a la Costumbre, sucursal de la muerte, mas respeta a la muerte con sus dientes de sal, en azotada espera de lo que aun no viene.

14 Espirales de tripas y de alma nos amarran sin nudos a la tierra y los cielos. La totalidad en nosotros se encova y nos asedia. Lo contranatura y lo sobrenatural son también Naturaleza. Busco adeptos para la fe más certera y creadora y la más exigente. Las rocas, el horizonte, las máquinas, los dioses, los estados, deben probar la infinidad del hombre y servirla, o valen menos que las hojas secas. Digo que no hubo hombres veraces de piedad hasta hoy. Mi alma caudal está aquí. No pide perdón a nadie ni de nada. Agradece con total fervor lo que tiene y su sonrisa alegra los cipreses. Celebro la variedad y esplendor de los peces, celebro la grandeza anterior y final del río. Hay la hermosura profunda de las formas; hay el ubicuo misterio que mira con ojos de cabra; - 227 -


hay la ciencia que regresa turbia de infinitud, como una alga saturada de mar; hay la industria que agrega nuevos husos al telar del mundo; hay la lucha de los rebeldes contra la herencia y contra los muertos que quieren acaudillar lo vivo; hay bajo la delgada piel, la insondable hondura de la sangre; hay la Naturaleza que elabora la adormidera y la cantárida; hay todo eso y muchas cosas más; pero sólo logran sentido sí la total armonía las une como el mar une sus olas.

15 Los más ciegos ademanes del niño están ya controlados por el señor de fuego. Sus ondas rigen los más cargados designios de lo espeso y las fugas: del sueño que no alcanza la música;. también las inventoras fiebres del alma. Su ritmo es conocimiento del tiempo, y la hermosura y la guerra y la alegría están en él, y los demás dioses todos, y la salud es su pía aureola. Se ve el hombre arrastrado por su onda insurgente. Abejas y deseos liban en la mañana. Sabor de labios y muslos, isla de las especias. El placer se presenta de paso al más allá. Malicia de malicias y cobardía gris, la castidad, cantamos, frente a lo omnisciente vestido de Naturaleza. Sexo, ardida humedad de estrella. Sexo, más oscuro que el sueño o las tormentas. Sexo rojo.

16 El Tiempo y el Espacio, con sus profundidades que no se dejan soñar siquiera; el Movimiento (silueta del alma) con la vida y la muerte por flujo y por reflujo; - 228 -


las criaturas, cada una a su modo, jornaleras de lo eterno, y ubicadas según un orden interior tan armonioso como el de los granos [en la espiga; la fe, la labor y el valor inmarcesibles de los pueblos de otrora y de hoy que avanzan, nostalgiosos de lo venidero, a través de las emboscadas, eclipsándose, clareando de nuevo más alto; el hombre, oscuro pocero, cavando en sí mismo hasta alumbrarse el alma; el destino, descaminado a veces por la voluntad de un héroe; mi cuerpo y su soplo, capaces de concretar en su medida el giro de las [estrellas; el impulso abismal que me empuja creadoramente hacia la forma y la esencia de la mujer: en todo eso reconozco el ceño o la sonrisa de los dioses.

17 Con mi infancia brotada y crecida al aire libre, durmiendo, meditando, riendo al aire libre, (sólo yo veo sus estalactitas y estalagmitas transparentes) con toda mi vida y mis poemas desnudos al aire libre. El aire, celeste de felicidad. El aire camina con las alas de los, pájaros. Las alas empapadas de firmamento quieren caer a tierra. Más dócil que la fronda y el agua al juego de la brisa, adoro la atmósfera como otros el poder o el opio, más que mi caballo, creo: como una desnudez codiciada. La invado con todos mis sentidos y con todos mis poros y cabellos e ímpetus y me siento invadido. Consumo demasiada atmósfera, pero también soy creador de atmósfera. Mi soplo auxilia a los asmáticos, bincha las velas marinas y las yemas de los árboles. Soy el dueño de la más joven de las risas, de la risa guerrera que hace recular los aparecidos y estallar las campanas neumáticas. 229 -


18 Yo he pasado por todos los horrores del hombre sobre el hombre, ahora o hace tiempo. Los vencidos aplacando el ayuno rugiente de los vencedores; los esclavos cazados en los recodos del bosque o de la guerra, estimulados con insultos, aplaudidos a azotes, aperreados, acegados o cortados de fuga en sus jarretes • desposados a lo irremediable por todos los anillos de la cadena, • echados al circo para aliviar el tedio de los leones y los amos; siervos indignos de besar los pies del señor o de entregarle la doncellez de sus hijas; incrédulos persuadidos a la fe de Dios por el fuego, hasta el incienso; rebeldes sosegados por toda la panoplia del orden, ejemplarizados hasta inventar una hidrografía escarlata.

Yo he sufrido y asumido todo eso— terror rojo de mi carne, terror pálido de mi alma. ¡Por el río de esa herida navegaba hacía la muerte Y ahora es preciso que todo eso no haya ocurrido en balde Ahora sabemos que sólo es libre el que sabe romper su propia cadena en [los otros, y que el dolor, el mejor compañero de ruta, (su filo nos vuelve agudos, su dureza nos afirma), contra sí mismo nos arma y amaestra. La ardua liberación que viene, como todas, se abrevará en sangre, pero una aguileña alegría aumentará en una cabeza la estatura del hombre.

Ayer o mañana o en dormidos futuros. Canta mí sangre vieja como el mar, mí sangre más fresca que los últimos geranios. Todo va por premeditadas sendas, todas las cosas siguen su itinerario redondo como los ríos y la sangre. Justifico todo y lo ensalzo.'. Loor a la santa Podredumbre, hada pudiente entre todas, 230 --


madre de la salud y de lo ubérrimo, redentora nuestra, que evita que el mundo se vuelva un museo de piedra. El cuervo con sus círculos de luto conjura a la muerte, el cuervo trabaja para lo que vendrá. La partida y la llegada van de la mano. Todo lo que existe, y lo que no parece, pero existe, queda detrás de la memoria o volverá más tarde. Y no hay nada de segunda mano. Los cementerios son vivaques. Lrs pernoctadores esperan el alba.

20 De mis cabellos, mi boca, mi mirada la sombra sale como un humo, y de los árboles y las cuevas en acecho y de los cantos crepusculares y las estrellas, y viste todo como una piel profunda. Las estrellas tiritan en sus ventanas viendo pasar la noche. Afuera la sombra es grave y dulce como los pianos, mas yo estoy junto a su vertiginosa víscera. La noche se agita entrañablemente alrededor como el mar; distritos sumergidos se esfuerzan por volver. La noche está llena de naufragios. La noche destila una enorme y huraña sabiduría con la que no podemos. Sentimos en nosotros profundidades emboscadas, Sin duda algo sabemos, pero ¿qué? Como yo los árboles se doblegan bajo el peso de las estrellas. Algo color de fierro y que viene callado como un arma blanca. Herida que intenta averiguar nuestro último secreto. Ataques frustrados, precipitadas fugas. Sinuosa invitación de lo letárgico. Lianas y tentáculos se alargan. —231—


La noche yedra envuelve el entero ser desnudo. Yo no sé si la noche está fuera o dentro de mí y no sé si la mía es sed de estrellas o sombra. Paso lúgubre pone en retirada los caminos. Monstruosamente embriagados vivimos el enigma como se pasa el horizonte sin saberlo. No sabemos si volverá nunca el sol y la heredada seguridad se pierde. Mi cabeza zozobra sobre un río de fosforescentes ondas.

Pil La marea que choca en mis sienes y mis sueños, el rumor de grandes aguas de mis sueños, deseos y sueños que no podría confiar ni a las piedras. Sin duda mi mente es poco menos angosta que mi tranco, y se parecen a monos amaestrados mis sentidos. Pero siento que el oscuro caudal que me sacude va por cauces de gracia, y la aurora toma la forma de mi corazón, a. veces. Mi pecho siento venerable de profundidad y batalla y hermosura. Siento que pese a todo lo que me falta soy completo. Por eso tenéis que acatarme y yo me acato y me trato a mí mismo como un inmortal camarada, esforzándome por escucharlo y seguirlo. Mi voz, lo sé, repite millares de remotas voces, y mañana reaparecerá en las nuevas, y así y todo es única en el aquí y el hoy, e intransferible. Veo al hombre con el sepulcro a la cintura, a ratos; veo que la vida suele resultar un vino demasiado añejo para sus pulsos exangües. Yo me despliego a mí mismo como una llama o una bandera. Sé que el destino de los ríos y el hombre es colmar y rebasar sus márgenes. Su sacra alegría está en tender todas las velas de su fuerza, en guardarse fidelidad a sí mismo hasta los límites eternos. - 232 -


22 Confieso y reverencio la vida aun en sus briznas menores. En esa piedra vuelta ternísima por el musgo, o cuando está desnuda y tiene algo de estrella no encendida; en el galgo que duerme inmóvil como un río de invierno, o parte, divino de violencia, como si .saltara por sobre el tiempo, o en el polvo que se alza para danzar armoniosamente ante la luz: cada cosa moviéndose por un camino propio, siguiendo su itinerario inimitable • y confluyendo en el principio y el fin.

23 Inclino mi vertical hacia las bestias. Diferimos apenas, siendo hermanos, y es todo. (Apenas un poco más en el común camino que camina con nosotros de lo amorfo a la luz). Reconozco que una vez y otra vez podrían ser maestros míos. Pondero y venero su fuerza y su coraje intactos, el candor de sus sentidos más alerta que el pensamiento, y su sentirse en familia con cuanto les rodea. Ahí están la gracia heróíca del caballo en celo, el alacrán que sale dorado y pulido de bajo de la tierra dispuesto a asestar su golpe por encima de sí mismo, y la calandria que filtra toda la alegría de la mafiana en su canto. Visito a otro en su casa. La más torrentosa fuerza del bosque está remansada; las manos cruzadas adelante, en gesto de abad, el jaguar duerme con la tranquilidad del jornalero que ganó duramente su día. Abre al cabo sus ojos que tienen el color del miedo y se incorpora; la punta de su cola se mueve, dedo de gigante, en una amenaza enorme, y ruge al fin, con un. lamento escondido en el fondo de su voz. No siente el olor, áspero como su lengua, que esparce, no siente el rumor de las fugas herbívoras esparcido a la redonda, que forman su diadema. Avanza sólo su ancha mano en alusión a la anchura de sus dominios. 233 -

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24 La vida siempre vestida de albricias. En su mirada recomienza el mundo. Más allá del espanto y el olvido, más allá de latidos y sueños recomienza. Los cementerios estancan sus aguas que han de fluir y han de cantar un. día. Los besos que el otoño deshoja regresan a la tierra por jugo y por rojura. El gris de las cenizas se tornasola en los arrullos, la podre del pantano es verde como los brotes, lo nauseabundo sepulto es pétalo y rubor más tarde. En cualquier árbol comienza la profundidad del bosque. ¿Quién puede figurarse los milenios y millas que se esconden detrás de cada cosa? ¿Quién los climas y edades precisos para que fructifiquen sin defecto muchas de las semillas que hoy se entíerran? Navidades y crecimientos y defunciones, fases lunares de lo permanente. Vida y muerte, divinas gemelas. Comenzando está el mundo. Sólo los muertos quieren vedarte inaugurarlo.

25 A tu lado como a la entrada de una selva. Tus muslos, ríos caudales, fluyen. Y el corazón de las tempestades trabajando mi sangre que salta sobre ti al estilo de la ola sobre la ola. Las ansias se alargan en lianas, en garras. Dos horóscopos confluyen. Tus pechos con lo más agudo y lo más suave, y mi pecho urdido de galopes. Mujer, toda tu sangre me comprende y tu alma misma me ofrece tus formas. - 234 -


Te invado ya hecho una mano, un cilicio, una espiral de viento. Queremos conocernos con lo interno desconocido de nosotros, quiero que tus adentros me vistan, quiero vestirte con los míos. Te envuelvo con ondas y abejas y gemidos, brutal y fantástico, y no escucho ya tus quejas. Ya estamos hundidos hasta la espuma y el llanto. Los ocho miembros son los rayos de una rueda a escape y su eje está pasando por el eje del mundo y las estrellas. Dos carnes que son una misma, pero con más distancia que el mediodía a la medianoche, y que no son más que una sola: negra nube de cabellos y vellos y relámpagos. Universo de dos. Ya tus párpados duermen bajo las violetas. El río que en mí llevo se desata despertando el futuro que llevas dormido en las entrañas.

26 Ola echada sobre la playa somos con frescura de alga y color de abismo. Sospechamos apenas las reservas de creación y gracia que la Naturaleza recela en sus depósitos sin más limitación que su propia necesidad divina, (Con alfombrados pies de pantera se deslizan sus secretos.) Pero ella que vela por nosotros desde la hora primera no puede abandonarnos ni después de nuestra muerte, y nosotros saldamos la sagrada cuenta nutriendo, a nuestra vez, su seno. En ella no cristalizan convenciones ni ritos: sólo florecen persuaciones vivientes. Cada uno lleva en sí su propio modelo incomprensible para otros e inimitable. (Maestro es sólo el que suscita nuevos maestros.) Yo dejo de lado las preguntas y las réplicas de los oráculos y a los perversos que han hecho del alma el eclipse del cuerpo y viceversa. corazones ambiguos como hermafroditas; - 235 -


dejo en paz lo que no tiene o precisa explicaciones, y erijo en cambio interrogantes nuevos y de respuesta sin prórroga, presintiendo que los límites de la libertad y la armonía coinciden, y que el hombre en su fuente es comunión y creación manantial.

27 Donde el hombre es la mayor lejanía del hombre (por él amas la bestia y la flor y has inventado a DIOS) llueve cenizas y se huele a fosa. Insondablemente me arrojo hacía lo venidero, y veo multitudes que han salvado el rebaño, que hicieron abdicar al dios Número, tan libres que la comunidad, como la luz en los árboles del bosque, sólo esfuerza su altivez vertical. Y yo puedo confiarme enteramente a ellas sin mermar la órbita de mí corazón y mi destino, y no soy ya como una bes.tía del monte acorralada por la soledad. Miro la luz por sus ojos, en su abrazo palpo el mundo. Os canto por lo que obligaréis a ser al mundo, voluntarios del trabajo engrillado: os saludo por la levadura que sois, por el pan que vuestras manos amasarán un día. Y a los cuatro vientos del mundo sólo quieren vuestra bandera. Artesanos, mineros, troperos, marineros, labriegos, peones, deshollinadores, limpiadores de calles y cloacas: conozco vuestra labor, o la hice, y os acompaño en ella; vuestro trabajo es el menos indigno de todos y sin embargo lo ensombrece y lo mancha el alma agachada con que lo hacéis, de siglos, el agachado canto con que le dáis ayuda. ¡Y o anuncio trabajos regidos por canciones de alegría altiva e inocente como los pájaros en el andamio de las ramas! - 236


Pregunto por el más bajo y salvaje de los hombres, el más ensuciado por el desprecio ajeno y el propio, —no conozco ningún hombre que no pueda ser un héroe o padre de [un héroepara poner confiadamente mi mano sobre su hombro, porque yo soy demasiado parecido a él y no sé dónde están los que son diferentes. (Con su inminente rescate me alumbro como el árbol sombrío con el canto del pájaro antes que el alba llegue.) .Arrímado a la roja cordialidad del fuego, en la cocina negra, mientras el pan je asa en el rescoldo como hace treinta siglos y se hace dulce la comunión del mate amargo: los labradores y los campeadores y sus mujeres y niiios se mantienen como en guardia creyéndome acaso lejos de ellos, mientras yo les ofrezco mi corazón de umbral.

28 Yo no arrojo mis versos para alzar vuestro asombro ni ornamentar el tedio de vuestras horas; largamente, insobornablemente sólo quiero sacaros al litoral donde vivo. A vosotros que dáis la espalda a las más vehementes efigies de la tierra encerrados en sueños caducos o en la órbita que traza vuestro vientre, digo que es preciso sentir la majestad y la gracia exacta de cada criatura, y nuestro corazón, ese buzo de la sangre insondable; digo que es preciso venerar en el hombre al heredero viviente de todos los ídolos en polvo. Y digo que cada cosa que cumple su giro perfecto es perfecta. Quiero ser para vosotros una especie de felicidad o salvar con vosotros la distancia entre la sabiduría y la felicidad. No puedo enseñaros nada, mas sí contagiaros y saturaros de mí: que sean vuestras las fuerzas de la tierra que absorbo y devuelvo pu[rificadas; que verifiquéis, como yo, en vosotros, la unidad de los ritmos dispersos; que sintáis que vuestras fronteras no terminan en la piel o la mirada, que sintáis el amor de la mujer o la amistad como una urgencia divina. - 237 -


29 La lamentación es la mayor blasfemia. El aburrimiento es una descortesía fúnebre. Mi propio destino por el mejor acepto, orgulloso como los relámpagos, conforme como las raíces o la lombriz de tierra. Para que mi amor sepa llevarlo a lo más alto me pongo a amar lo que los otros temen. He aquí que la mañana es limpia y ávida como las espadas y la aurora ha teñido mi corazón de nuevo. He aquí que la alegría es tan fértil como el dolor o más. Y la sonrisa tiene su raíz en el abismo. Desarrollarse, crecer sobre el asedio de sombras anteriores, de fantasmas viejos como el miedo y de los maleficios nocturnos que conjuran los pájaros del amanecer. Pilotear insomne el alma cuyo mástil entre altos oleajes vacila. La sabiduría no es mujer tediosa y helada: avanza con el paso más cauto de los cazadores, ferviente como la sangre. Yo no quiero la felicidad que disminuye los pulsos. La mía es un alerta lanzado entre el sol y la muerte.

30 Mi alma y yo, que voy de su brazo, para sentir nuestro respiro y nuestro pulso auténticos, inevitablemente precisamos estrechar el universal contacto de codos. La invencible simpatía de los seres, la camaradería terrestre y celeste de todas las cosas tiene su más profunda cifra en nuestro pecho. Tengo una constelación de amigos. Cada uno de ellos me da entrada al mundo por un camino nuevo. - 238 -


Y todo hombre es un amigo incógnito: (sigan aún su callejón de lástimas los tardos corazones no encendidos) por encima de razas, idiomas y tatuajes yo siento que la vocación del hombre es todo el hombre. Bella como la llama de la mujer y no menos creadora, la varona afección del varón. Ella ha sido hasta hoy un consuelo de enfermos o una conspiración contra otros y lo mejor de otros. El lucero al despertarse demarcará mañana la sola patria sin bochorno en los hombres de pecho sin fronteras.

31

Asumo la vida en acto y en palabra después de haber velado millares de años. Tengo un pasado tan profundo como el mar y los helechos. Ebrio de fuego voy, y mi llama no puede apagarla del todo ningún viento. La forma precisa de la pausa, puede reposar largamente: mas el espíritu tiene que superar la conducta del azogue, tiene que descubrir su originalidad sin tregua. Lo auténtico es una renovación de cada día; su forma verdadera es un tránsito. No hay alto, no hay estación posible para la vida que no vuelve la espalda. Dejamos un momento la escena para seguir actuando en otra parte o regresar. Ella, la invicta, sigue latiendo en el cadáver con la profundidad del halcón en vuelo. La Nada es el más viejo y falso de los dioses.

IVI Estrujarte como un racimo sobre mis labios, aspirarte por todos los poros, • comer tu lengua y tus pudores, beber hasta la hez tus ojos. Te amo, luego soy. - 239 -


En tus ojos la sombra y las estrellas pierden sus límites, pero de tu voz salen las mañanas; tu piel es de estío, pero de tu alma llega el olor de la lluvia y el relámpago orna, por ratos, tus cabellos. País profundo de tus formas en que ando desde el sol hasta los sueños. Me rodeas como una selva sagrada, como una atmósfera violenta y suficiente. Tus manos se hunden en mis cabellos y latidos hasta más allá del sueño y la vigilia.

33 El alma irriga lo más somero y lo más profundo, todos los bajos fondos de la tierra y el ser. (Bajo la línea de flotación de la conciencia humana, el inmenso yo arcaico acecha aún velludo de bosque.) Donde pongo la mano o el pensamiento las honduras se retuercen, pero aquí o más allá se adelantan las claves: en el informe del viento, en el anagrama de las constelaciones o en la confesión del árbol. Las ciensiciactes y los modos y colores y aromas están cargados de una sabiduría que la razón y los sentidos nuestros no alcanzan. Un simple paso que doy, una simple mirada que dejo caer, son un prodigio sereno, como el resto de lo viviente; la hormiga se mueve con equilibrio de astro. El enigma es un afuera y un adentro de los límites. ¿Quién habla de alma? También ella está en la roca, y yo no averiguo la mía sino a través de lo grandioso y lo ínfimo.

34 Olor de mar, a raíz primigenia, olor del corazón de los árboles abierto en la noche, olor acérrimo de los galopes en el desierto, - 240 -


olor de la lluvia que lleva a un país de maravillas recién creadas, y las faenas sahumadas de cedro, de cal, de mosto, de surcos, y los fogones olorosos de amistad concéntrica, y el aroma de la sangre de la mujer que ama. Alma persuasora de los perfumes, me rodeas con ellos como un pez se rodea de sus ondas, como una lira de las suyas, haces ondular el ser hasta en sus más lejanas grutas.

35 Los poemas de mayor calado no han zarpado todavía. Los rapsodas se han entretenido en el haz o se han demorado en ensueños litorales: y el mundo de las significaciones vivientes está sin traducirse. Todas las cosas son fisonomías prestadas de lo idéntico, y los innumerables pliegues de lo diverso esconden la unidad inconsútil: y eso no está dicho, o apenas, ni las purificaciones creadoras de la tierra, ni que la forma constante del cuerpo no puede ser alterada por la muerte, ni que el alma es más ostensible que los árboles o el viento, pese al feroz pudor del ser. Se ha celebrado el fantasma de las cosas o su bello perfil, pero apenas parece sospecharse su gracia total, su dilatación sin término en el espacio y las edades, su musical concordancia con el resto. ¿Quién ha dicho de las generaciones estratificándose en el ser del hombre, como las capas geológicas sobre la tierra? ¿Quién ha ponderado el que nosotros, puñados de tierra o salmuera, somos productos de elaboraciones vertiginosas proyectadas desde el abismo? ¿Y que la yacente Naturaleza se yergue en el hombre, más que en la montaña o el astro, - 241 -


buscando su estatura mayor? Que el todo confluye y logra su intensidad más alta en el latido humano?

36 Mi canto, ahora, sólo quiere acordarse de los que amamantó la verdad con su ubre de leona, de los que amaestró el viento: esos por quienes piafa el mar y se encabritan las banderas; los destructores y creadores de alma y boca rojas que espantan como pálidas larvas a los dioses; ellos, venidos para inaugurar, no para rememorar, con un coraje nuevo para verdades nuevas, que hacen del polvo de las veneracíones caducas el pedestal de una viviente, que hacen rodar su canto de guerra sobre los surcos podridos de la paz, que sueltan el alba como una ducha de frescura y de pájaros: digo los odiadores de flores de hospicio y de las sabidurías que se visten de espejos, cuyo amor por los hombres es un río de avanzadas olas, cuyo afecto es afecto de compañeros de armas: que sacan de sí mismos su autoridad serena para alarma y escándalo de los acumuladores de reflejos y cáscaras, y del orden que veneran los banqueros, los obispos y los bedeles de [mancebía,— mientras el temblor de su risa solar descompagina los códigos, los museos y los sillones de brazo.

37 Generaciones y generaciones de hombres mutilados antes de haber nacido. Hombres por debajo del odio y el desdén, por debajo de la comida del perro y el collar del perro, con su carne flagelada, herrada, o encendida como leíía, y su alma apagada al nacer. Hombres y mujeres secuestrados a su propio destino, condenados a la tiniebla y el llanto como a un par de muletas: oigo su nocturno clamor poblando todas las edades idas, -- 242 -


poblando más cerradamente que nunca la hora presente pero-ahora son ellos los que gritan o se aprestan a gritar: arriba las manos! Yo trepo a atar mi bandera al mástil de ese grito. Yo no canto la guerra ni la paz, canto la navidad y el desarrollo, canto el insobornable crecimiento del hombre, y la violencia, andaderas del hombre. Canto lo putrefacto sepultándose bajo la lava. Santifico la subterránea prudencia de los conspiradores y su fe más activa que el azogue, más firme que el diamante; llevo mi soplo a los que alzan la rebelión con sus puños; uno mi grito a los enteros gritos desnudos. El hambre y la cólera ponen una alegría de dos filos en nuestras manos.

38 Con los cuellos tendidos, la ola, el árbol, la montaña acechan lo que va a venir. Mi alma tiene la gravedad de las esposas encinta, pero está melodiosamente alegre y canta, —ya contemporánea de lo venidero— canta para lo que no es pero vendrá después. Pondero ya los futuros idiomas, sutiles como la música, perfectos como cifras, y las tormentas que remozarán una vez más el aire, y los nuevos inventos que enflorarán el mundo. Pondero ya un inédito tipo de mujeres y de hombres, almas de más cuerdas y mejor afinadas que las de hoy. Soy camarada de los que son y fueron, pero aún más de los que serán un día. ¡Oh, zumbo de los enjambres de días que esperan su turno!

39 Todo nace en cuna de eternidad. Espejismo de nuestra aprensión es lo efímero. El rocío reintegra cada mañana la virginidad de la tierra. - 243 -


La tierra, el aire, el agua, el fuego están indeclinablemente mezclados a [nuestra alma, y la sangre es la hermana secreta del destino. Las fuerzas de la tierra palpitan en mis miembros tan ostensibles como los astros en el flanco de la noche. Como la vid aprisiona sol en sus racimos oscuros, mi angosto latido aprisiona lo inmenso. El dolor del mundo y de la suerte quiere redimirse en mi canto de hombre.

Adoro la culebra indolente y rápida como yo mismo; y la piedra que es como el puro corazón del silencio, y el lagarto que inocula el verdor de los bosques en los muros viejos y lleva el color del sol en su alma como las águilas, y la ínfima corola que se esfuerza por merecer el paraíso del aire y el favor del sol, capitán en metamorfosis, y el implacable dios Movimiento, por quien los seis días de la creación se reengendran a sí mismos sin un domingo de tregua, y el Espacio, puro como la flor del aire, que viste las esencias y las formas, y el Tiempo, esposo cruelísimo en la tarde, que halla en las sombras nuevas lunas de miel. Con el temblor de los devotos el nombre de Dios, yo pronuncio las palabras pan, sal, agua, tierra, sexo, sombra, muerte, luz, oh Naturaleza ellos no comprenden que la resurreccíón de la violeta es más portentosa que la de Jesi'is, ni que el arroyo es más adorable que el llanto y la cabellera llorosa de [Magdalen2, ni quieren ver que tus calles más sombrías, por inesperados recodos, van a desembocar en la aurora; ni que en tus sacras balanzas el sol no pesa más que un huevo de hormiga, y el alma y el cuerpo resultan perfectamente equilibres. ¿Quién conoce el hiato entre lo finito y lo infinito? Yo veo que el adentro y el afuera son vasos comunicantes, digo, son uno solo, y que el pájaro que incuba - 244 -


repite en sus huevos el cerrado galope de los planetas y la sangre. Yo siento que lo estéril y lo nauseabundo serán hermosura un día, y ya lo son en parte; siento que la vida y la muerte son dos manos que mueven todas las cosas en una inmortal conspiración contra la nada, Y pienso- en los hombres —sed de hombres y horizontes es la mía— en cuyos ojos el misterio del mediodía y el de la medianoche se cruzan; pienso en la longitud y latitud de su carne, y el oriente y occidente de su alma, pienso en su corazón, terrón regado por la sangre y arado por todos los [dolores y esplendores, con el orgullo apenas humillado de ser yo también de la raza torturada y divina.

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DEMETRIO URRUCHUA



He aquí lo más natural y lo más difícil: pintar, o escribir sin literatura. Es darse a pulso, desde la sangre. Es crear. Este milagro virtual, mezcla de furia y de angustia, es el que logra Urruchúa. Pinta desde adentro a afuera, con la emoción, poderosa o inefable, del que pretende meter dentro del tiempo el espacio, la eternidad en el minuto. (Unico modo, también, de pintar o escribir algo). Su valor debe buscarse, no en lo social, que le han visto algunos críticos, sino en el hombre que es él, noblemente apasionado. Porque es hora que se diga, o se repita: lo social, como concepto de belleza o de servicio, no es un problema artístico. Lo que no obsta que el artista sea el primero que reaccione contra todas las vilezas y las tiranías sociales. El arte sirve a la vida, de la que la sociedad, desgraciadamente, nunca fué su más fiel eco o reflejo. Pocos plásticos, como Demetrio Urruchúa, se apoyan en menos cánones o doctrinas. Se tiene solo, porque lo que pinta o raya expresa una pasión de su sangre. El equilibrio que logra la fuerza del tema y la delicadeza de la factura, es tan natural y simple como en un toro o una ola lo fino y lo majestuoso. Que atropellen o que asombren, traen a la gente lo mejor que hay en la vida: solemnidad y misterio. Y éste es el pintor que ilustra las poesías de Luis Franco. Demás está que digamos que ni las comenta ni las recita; que las vive y las traduce desde su arte apasionado. Sin adjetivos ni literatura. Con criaturas suyas.




1NDICE


ASOMO...;;. LIBRO L—. Edén .• . 17 Odaal chivo .........................................21 Pasión, resurrección ....................................23 Ecuador ...........................................25 Recuperación de la lluvia ................................27 Entero cantar .........................................29 Vindicación del invierno ................................31 LIBRO II.— Nocturno N 1 ......................................37 Nocturno N9 2 ........................................39 41 Nocturno N° 3 ..................................... ...........................................43 4 Nocturno N9 Nocturno N9 5 ......................................45 Nocturno NQ 6 .......................................47 Nocturno N" 7 ......................................49 Nocturno NQ 8 ........................................51 NocturnoN 9 ......................................53 Nocturno N° 10 ......................................55 Nocturno N 11 ......................................57 Nocturno NQ 12 ......................................59 Nocturno NQ 13 ......................................61 Nocturno del regreso ...................................63 Nocturno de las gemelas ................................65 Nocturno de Música ...................................67 Nocturno de Magia ...................................69 Nocturno del sino ......................................71 Nocturno de los perfumes ..............................73 Nocturno de la víajera. inimitable ........................75 Nocturno del dúo inmóvil .............................. 77 Nocturno final ........................................79 LIBRO IILEmbajada de mediodía .................................85 Alba infancia .........................................91 Sino.............................................93


97 Almo cuerpo 101 Atmósfera Pampa............................................103 Conjunción ..........................................107 Mar nuestro ....... ............................... ...111 Galope................................................117 Mañana creadora .....................................121 Falus..............................................123 Apoteosis de lo secreto ..................................125 Padre árbol ............................................. Vigilia ...........................................129 Travesía ...........................................133 Aniversario .........................................135 Comunión .........................137 Bosque total ........................................139 Sabiduría ..........................................145 Solidaridad con lo vedado ..............................147 Andes 1936 .........................................151 Viaje a la noche ......................................155 Presencia de Hudson ...................................159 LongAgo ............................................161 Aupa.............................................163 Comunicaciones ......................................165 Canción del bosque niño .................................167 Jornada de cielo y tierra ................................171 LIBRO IV.— Comienzo .........................................179 Madre Revolución .....................................183 Fierro proletario ......................................187 Canción amanecida en la pampa ..........................191 LIBRO V.— COPLAS DE CESTA ....................................199 LIBRO VI.— SUMA.............................................219

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ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR EN LOS TALLERES GRAFICOS DE LA EDITORIAL CLARIDAD, PARA EDICIONES P E R 5 E O, EL 21 DE SEPTIEMBRE DEL Aテ前 1938. *

EDICIONES PERSEO CASILLA DE CORREO 591 BUENOS AIRES - ARGENTINA



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