LIJIS FRANCO
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OBRAS DEL AUTOR
VERSO LA FLAUTA DE CAÑA (agotado) LIBRO DEL GAY VIVIR (agotado) COPLAS DEL PUEBLO (agotado) LOS TRABAJOS Y LOS DIAS (agorado) SUMA (agotado) PAN (agotado)
PROSA EL GENERAL PAZ (33 edición) BIOGRAFIA DE LA GUERRA (agotado) EL OTRO ROSAS (2 edición) WALT WHITMAN BIOGRAFIAS ANIMALES (2 edición) HUDSON A CABALLO SARMIENTO Y MARTI BIOGRAFIA PATRIA PEQUEÑO DICCIONARIO DE LA DESOBEDIENCIA
LUIS FRANCO
N S T E L A C 10 N ANTOLOGIA GENERAL
BUENOS AIRES
LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA Queda hecho el depósito que previene la Ley 11.723 © by EDITORIAL STILCOGRAF S.R.L. IMPRESO EN LA ARGENTINA - PRINTED IN ARGENTINA 1959
Un hombre que cree que los campanarios y las cátedras idealistas son los equivalentes culturales de la mosca tse-tse, cree también que, pese al criterio consuetudinario, la belleza no es un sonajero infantil, ni un ornamento palaciego, ni el velo de la reina Mab, sino la primera realidad del mundo, algo que denuncia, no que encubre, la profundidad del ser, las nupcias de apariencia y esencia, o sea que la poesía es, ante todo, revelación, conocimiento. Cree que sólo las legañas utilitarias impiden ver que la rosa vale más que el prescindible perejil, y que las legañas trascendentales llevan a subestimar la rosa sólo porque es menos hueca y aburrida que la eternidad o la teología. Cree que la fiebre de las riquezas, hermana melliza de la fiebre de los pantanos, es el Anticristo de la poesía porque lo es de todo valor humano. Cree que la poesía está, o puede estar, en todas partes (hasta en una ecuación algebraica o en las malas palabras de un bebé) menos en la joroba de los profesores de arte poético o en las máquinas de escribir de los gacetilleros. Cree con Goethe, el menos gotoso de los legisladores del arte, que "el objeto de la poesía no es lo poético, sino lo real", y que en arte "las épocas de regresión se caracterizan por una tendencia subjetiva": explicación suficiente de la vejez interior de la poesía ultramoderna, de la ñoñez narcisista de la poesía pura o introversión en el nirvana o la nada, ya que la hembra subjetiva muere estéril si rehuye con pudibundez calvinista al macho objetivo, es decir, si el alma del poeta quiere vivir de sí misma y para sí misma, de espaldas a la realidad circundante o, para decirlo en términos goetheanos: "debemos enfrentarnos al mundo y vencerlo", "la poesía nació para conciliar al hombre con el mundo y sus lástimas". Cree que la poesía aún sigue soslayando el aspecto nuevo de los temas viejos o los temas fundamentales de lo moderno: la falta de reposo en la Naturaleza o creación de cada día, - la muerte como cambio de postura del ser, - nuestro parentesco de sangre y espíritu con el cosmos, y
PRÓLOGO
la indivisibilidad de cuerpo y alma, - la vertiginosa alma submarina o subconsciente, - las insidias fosilizantes de lo que fue contra lo que quiere ser, - el gigantismo sexual del hombre y su belleza, - la dialéctica o sentido común con alas, la lucha actual del hombre por librarse de los dioses y demonios que un día sacara de su cabeza. Cree que si hasta hoy las garrapatas siguen pensando que los perros fueron creados para ellas, los perros se disponen ya a prescindir de las garrapatas. Esto es, hay que redimir al hombre del enredo de sus entrañas para redimirlo del de su alma. Es la hora del hereje magno que se atrevió a ver que la Religión y la Propiedad son las dos hadas del mal de ojo que están demorando al hombre en el vado que da paso al futuro, la hora del que corrigió con mirada coperniquiana la visión ptolomeica de la historia, del ladrón prometeano que birlé a los panzudos dioses del olimpo capitalista el fuego del pensamiento para ponerlo en los puños del mundo. Cree que hay algo más importante que los cohetes con que hoy se intenta chamuscar a la luna (para distraernos de nuestra propia quemazón), tanto los que han sentado a la Revolución en una poltrona burocrática como los que imponen al mundo la hégira de los rascacielos y el gangsterismo: es la hora del alba inminente que están viviendo todos los hombres y que será también el alba de la poesía nueva. Cree que el arte nuevo no saldrá de las retortas ni de los alambiques sino una nueva relación del hombre con la naturaleza, con la sociedad y con su propio espíritu: con su salto de la prehistoria a la verdadera historia el hombre inaugurará de suyo la nueva epopeya y el nuevo idilio. Cree que por sobre todo, la nueva poesía debe ser albricias de victoria y de júbilo. A thing of beauty is a joy for ever. Las religiones son profesionales del pesimismo y la fuga, es decir, ponen su fe en el otro mundo, no en éste, en los ángeles y los gusanos, no en el hombre. (Cotéjese el rampante "Ego sum vermis et non horno" de los Salmos con el himno sofocleo: "Muchas cosas son admirables, pero nada lo es más que el hombre".) Los filósofos idealistas, desde Platón, admirador de la oligarquía espartana, a Heidegger, admirador de Hitler, siguen con devoción de camellos la milenaria ruta, autorizados por el Angst o terror totalitario a la nada, como si la contemplación del mundo y sobre todo de la carrera ascensional del hombre estuviera obligada a rematar en espeluzno metafísico y no en reconocimiento ferviente de la belleza y gozo de todo lo que vive, y de lúcida y combatiente fe en el crecimiento del hombre, según el espíritu inaugurado por los filósofos de Jonia y continuado a través de Esquilo y Lucrecio hasta Shelley, Nietzsche y Whitman. Cree que la poesía, que ha contribuido más que las otras artes al
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PRÓLOGO
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enriquecimiento estético y sentimental del amor, será cada vez más un arma decisiva en la lucha por la liberación del amor y de la mujer, es decir, la inauguración de la más clara hermosura humana. Cree que al mundo aún le esperan los más grandes poemas, en razón de que serán los más libres, como los caballos de los indios pampas, que no conocieron freno, fueron los más profundos que conoció la tierra. Cree que el alma del más solitario de los poetas tiene sus raíces, si está vivo, en el afán sudoroso o combatiente de los hombres, y que sólo puede expresarse expresándolos, es decir, ensanchándoles el espíritu, ayudándolos contra el dolor y el misterio. Cree que el poeta no pasa de simple funcionario de versos y sueños si no es capaz de coronarse rey de ese dominio en que verdad y poesía son una misma cosa: el arte poético, como el más idóneo de todos para expresar en uno el pensamiento y la melodía humana, no sólo es la más fidedigna traducción del hombre y su enigma, sino la mayor ayuda ofrecida a su alma para dejar su estado de larva y ensayar su vuelo. Cree, pues, que el libertador debe libertarse primero, asumir lo más actual de su tiempo, y aun anticipar desde la sombra la claridad venidera como el canto del gallo. Y por ende que deba debatirse, quemando todas las naves de regreso, con la incesante conspiración de lo viejo contra lo nuevo, e inaugurar el futuro, esto es, ayudar a la modernidad interior del hombre, a su humanización definitiva: su emancipación de los fantasmas invisibles y los polizontes visibles que vienen custodiándolo desde los más viejos días. L. F.
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PAN La luz más nutricia que la médula, la luz que tiene alas y gorjeos de canario. La mañana que viene descalza para cruzar la creciente del rocío. Las arpas secuestradas en la piedra. Los acuarios e invernáculos en que el mar cultiva delicadamente sus criaturas favoritas. La sal del mar paladeada ruidosamente por las bocas dulces de los ríos. El carbón que se hace piedra o diamante para arder sin apuro. La espesura de la tiniebla verde creadora de estrellas de colores. La lluvia con su cabellera peinada a un costado y que revienta un beso en cada gota. El viento dejando en cada alma el polen del mundo. Los nomeolvides de la lejanía despidiéndoe. Los huevos de los peces amenazando desbordar el océano. El aire que no es oquedad celeste sino más plenitud que los racimos y ubres. Los dedos infinitamente maternales con que la Naturaleza cuida cada brote, cada nido, cada hilo de agua. El caracol de los volcanes donde el oído escucha el oleaje del fuego. El desierto de arenas, panteón de montañas. La biografía de los astros, las estaciones, los brutos tejida a la nuestra. Las rocas que prefiguran las formas cimeras del cerebro humano, porque la planta ya asoma en el mineral y el animal en la planta. Los pájaros con su celeste infancia insumergible. La sangre original salida del océano, llena de sal aún y convulsa de flujos y reflujos. Las raíces incoloras e inodoras engendrando los rojos más violentos, los azules más soñadores. El color del trigo hecho con el color del surco y el del sol. La primavera que elabora con carroñas y excrementos fragancias no inferiores a la sonrisa de los ángeles. Estómagos y sexos a remolque de garras y de bocas.
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Luis FRANCO
El verano en fatiga acezando en las lenguas (le las amapolas. La oruga trabajando día y noche su traje de bodas con el ciclo. Los hongos, sombrillas con que el silencio se protege de las lluvias de insectos. La paloma que hace un ruido de corazón en la espesura. Las dulzuras armadas de la rosa y la abeja. El clavel con su puñalada roja e intensa entre todas porque es la del amor. Las campánulas celestes, celestes porque son para un rito de los cielos. El aire infantil que sucede a las más endemoniadas tormentas. El eucalipto con su medicina y farmacia respiratorias. La soledad con su profundo rostro de amigo. La noche constelada por el abismo y por los sueños del hombre, y el hombre oscuro constelado de esperanza, y la muerte, este transeúnte invierno del ser. La naturaleza, nuestra siempre verde infancia. La naturaleza toda con su sombría esencia y sus esplendores, lavada y purificada sin tregua por fuegos y yodos, y sales y aguas de nieve y jugos de raíces, besando el ombligo sagrado de la Fecundidad. Y el corazón de lo que vive más rojo que el amanecer y la sangre. Y las minadas de almas diversas que integran lo Unánime. Pero yo soy sólo una partícula de cosmos llena de su santa profundidad y su santa necesidad, llena de latidos comunes con la greda, la tormenta, los nidos y el latido populoso de las constelaciones. Soy un árbol con sus raíces a la zaga de los ríos subterráneos y sus ramas haciendo señales de intimidad a las nubes, las nubes que deciden el destino de raíces y fauces. Millones de años miran por los ojos del lagarto mis mil siglos de hombre. Sonrío al sol que incuba ecuánime los huevos de la paloma y los de la víbora, y a la abeja que inocula la vibración del sol en la frescura del racimo. Estoy lleno de un hambre terrestre y celeste (y también de la del caníbal) en los ojos, la lengua, la piel, las venas, las tripas, en la base y la cima de la médula.
CONSTELACIÓN
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Y siento las raíces del incesto y del crimen aun no podridas del todo en el fango inicial. Presiento los prodigiosos tumultos y cadencias que esconde el silencio (el silencio y la música, esperantos divinos) y la noche con su olor de bestia diluviana, y el ritmo oceánico de los lechos de amores. Corren en mí cascadas de lágrimas, de semen, de risas. Comparto la armonía de las mil y una lengua de los pájaros en la torre de Babel del aire. Mi sangre quiere treparse a los cedros, ser liana escarlata. Muchas siestas arden en mi cintura y la embriaguez me sube de las piedras como si los arroyos llevaran mosto. Hay tanto elástico empuje de río en mi pecho y tanta germinal sombra de bosque en mis entrañas. En mi desnudez está la de las mujeres, dulce como las lunas, y su vello y su alma, con su oscuro magnetismo de sima. Llevo toda la atmósfera como mi propia piel y el tiempo encuentra en mi pecho su tajamar más hondo. Quiero medir todas las distancias con mi metro de médula. Mis pensamientos ondean como una cabellera de ríos. Innumerable es mi dolor, pero mi alegría puede contagiar a cualquiera y a todos. Mujeres y hombres sin cuento están en mí como los otros pájaros en el canto de la calandria, y me abre en dos el corazón una Vía Láctea de niños. Por el centro de mi sangre pasa el meridiano de todo lo que vela o duerme. Mi muerte futura ya es autora de verdes nacimientos. ¿Por qué el tiempo de la selva y los luceros quedó fuera de vosotros? ¿Por qué el cuerpo desarraigado del alma? ¿Por qué vosotros desarraigados del cielo y la tierra? ¿Por qué el bostezo y tanto hueco y sombra en él? ¿Y el sexo rojo tapado con cenizas? ¿Y el corazón como un río que apenas se mueve debajo de sus témpanos? Recuerdo fajas, pornografías, novelas rosas, ligas morales, chupetes, ayunos, miriñaques, pompas, fúnebres. Poetas idealistas perdiendo sus alas en los pantanos de la diplomacia. Mendigos que coleccionan llagas falsas y piojos verdaderos.
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Una emboscada tenebrosa entre todas llamada confesionario. Las manos del pedicuro y las del papa y las del forzador de tumbas. Polizontes de fierro, de incienso, de niebla acorralando el mundo. Tratantes de blancas, filantropía, condecoraciones, tantos por ciento, patriotas rompehuelgas. Dueños de cajas de fierro con ojos y fauces de pez. Querubes níveamente helados. Los trajes de los difuntos defraudando al olvido en los roperos. Dogmas revelados, jeringas de Pravaz. La flora que crece en el agua muerta de los espejos. Rosas artificiales más secas que todas las espinas. Secretarios de los amantes, diccionarios de la rima, lenocinios, apóstatas sexuales. Tiranos trabajando con prisa furiosa y risible para los mausoleos. Pensiles burocráticos, trajes de alquiler. La castidad enloquecida sacrificando a Venus en la soledad impar. Mesas de juego en que se mira el ombligo a la nada, bosques de tinta y papel más muertos que bosques desecados, costureras con la mochila profesional de su joroba, mariscales pensionados a oro hasta en su descendencia aun nonata. El verdugo que alquila su arte de cirujano capital, el alcahuete con su irremediable olor a urinario, y el llanto fundido y troquelado por los monederos, y el sudor y la sangre desatados para proveer de fuerza hidráulica a los industriales: y tantos chismes recogidos por los reporteros en el infierno, y tantas y tantas inadvertidas citas de la muerte. Los muertos en marcha usan sus féretros de tambores, y os confundís con ellos a escondidas llevándolos con vosotros como un buque sus apestados, aun sabiendo que quien se acuesta entre los difuntos ruede levantarse, mas no para resucitar. En tanto los caídos por la causa del Hombre alzan su puño desde las tumbas, y aquende y allende las tumbas y dentro y fuera del alma, asistido por el amor, sin tregua, el sacro Todo late inmortalmente vivo.
LA FLAUTA DE CAÑA (1920)
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COPLA Pelusilla de tus labios es la del durazno prisco, por eso es que más que el beso tu boca tienta el mordisco.
ODA PRIMAVERAL Las golondrinas llegan. Oh el retorno salubre Y fragante de la primavera que cubre Los setos familiares con las rosas de octubre! Belén, yo quiero ahora celebrarte en mi canto, Dulce aldea que tienes tanto del Belén santo En tus olivos graves y en el sencillo encanto Del rebaño de ovejas que regresa paciente, De las buenas mujeres que van hacia la fuente, Mientras la esquila tañe evangélicamente. Y asimismo revives con tu azul en sosiego De luz, y tus abejas y cigarras de fuego, Y tus paganos pámpanos, tanto del suelo griego. En todos rus rincones: La Banda y La Cañada Huaco y El Altoverde, como una otra alborada, Alzan los durazneros su floración rosada. Por este callejón donde voy de paseo Repercute en mí el grito jovial del benteveo Y me alcanza hasta el alma el olor del poleo.
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Luis FRANCO Y tiene la muchacha que ha cruzado a mi vera Y que viste de rosa como la primavera La simplicidad de una flor que recién se abriera. Invisible en los trigos flautea la perdiz Y uniendo al de los bueyes su afán, pero feliz, El labrador va urdiendo los surcos del maíz. La viña, que la poda mutilara, destila Gota a gota su llanto, y en sus gajos, tranquila, Llora con esas lágrimas su compunción la urpila. El ocaso se abisma. Un álamo distante Se eleva allá en el fondo. El cielo en ese instante Asume una profunda limpidez de diamante. Y en el vasto silencio, desde el cañaveral, Maravillosamen t e da su trino el zorzal. (Tres martillazos sobre un yunque de cristal. . . )
EL TUCO Y el tuco en lo oscuro del callejón se interna enciende su linterna que es un berilo puro.
ALABANZA Tomando los latidos del corazón por pauta Te alabarán los ritmos más claros de mi flauta. Floreció ya tu sangre primaveral de amor. Y así tu cuerpo púber es un durazno en flor. Bajo el percal avisan su vigor y su exacta Curva, tus pechos duros de doncellez intacta.
CONSTELACIÓN Un hoyuelo de dicha te hace en cada carrillo La sonrisa que muestra tus dientes de quesillo. El verde de los huevos que suele en los rastrojos Dejar la martineta, lo tienes tú en los ojos. Un orgullo secreto mima tus primaveras Y hace cantar la virgen línea de tus caderas... Y es plácido lo mismo que el rumor de las aguas En la acequia, el ligero rumor de tus enaguas. Y nos dan la albricias de tu carne morena Un olor de albahaca y un olor de verbena.
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LIBRO DEL GAY VIVIR (1923)
MEDIODIA Oh mediodía, Corona de oro del mundo. Equilibrio de oro del día. Profundo Diamante sin sombra. Armonía Tácita y serena. Melodía de la luz plena. A LA ALEGRIA Canto a la alegría Hija del día, Compañera alada: ¡La alegría ligera y sagrada! La alegría que en el surtidor Numeroso de la risa Brota, y florece en la flor De pétalos blancos y rojos De la sonrisa. O, más secreta y pura, sólo brilla en los ojos. Hasta el fondo, hasta el fondo De mí mismo, profundamente, Cavé para hallarla. (La fuente Más clara es la que viene de más hondo.) Porque esto me enseñó la vida un día: "Bello, sin duda, es el dolor; Pero, en verdad te digo, la alegría Es mejor."
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Luis FRANCO MOZAS DE CANTARO
Mansedumbre amorosa del ala del palomo La del largo crepúsculo. El agua de la acequia Ahora canturrea más clara. El cinamomo Con su aroma antiquísimo y religioso obsequia. Las lentas aguadoras han llegado a la acequia. Y cada cual su cántaro bruno o bermejo llena Tapándole la boca con follaje, sin prisa. La acequia está olorosa de menta y hierbabuena. Y el pintoresco grupo dice entre risa y risa sus bromas y sus chismes. Fluye el agua de prisa. Y poniendo un rodete de trapo en la cabeza, Alzan, corona fresca, la tinaja cantante. Y vuelven al camino. Con donosa destreza, muchas de ellas, llevando las manos adelante, hacen girar el huso, ligero y susurrante. El esfuerzo del cántaro da relieve a los pechos. Brillan los ojos zarcos y los ojos oscuros; Las curvas de los cuerpos y de la senda, a trechos se confunden en besos armoniosos y puros. Dei cántaro hermanitos menores son los pechos. Se ve piernas morenas y se ve piernas blancas, Y tobillos desnudos, así como en un friso. Algunas trenzas rozan las ancas. Y las ancas se mueven con un ritmo preciso e impreciso. El desfile es tan puro que se dijera un friso. Mansedumbre amorosa del ala del palomo, la del largo crepúsculo. El agua de la acequia ahora canturrea más clara. Un cinamomo con su aroma antiquísimo y religioso obsequia. Las lentas aguadoras retornan de la acequia.
CONSTELACIÓN EUFORIA Por los más agrestes senderos Guiáis mis pasos matutinos, Oh alegría de pies ligeros, Oh salud de ojos cristalinos. Voy como en carne de inocencia Lleno de pensamientos claros. La vida aspiran como esencia Mis cinco sentidos avaros. Y de lira o de caramillo, Hondo o armonioso, alado o rudo, El verso me viene sencillo Como el placer de estar desnudo.
LOA DEL CUERPO SANO Las bestias y las plantas te den el buen consejo: Contémplate en tu cuerpo tal como en un espejo. Para tu gloria de hombre prolongada en la casta, Desnúdese tu cuerpo en la gimnasia casta, Como una estatua. Puro y audaz tu cuerpo entrega A la gracia del aire y el sol. La diosa griega Te unja en su óleo. El juego armonioso y diverso De tus músculos plázcate como el más bello verso. No así como el asceta ni como la ramera, Sé dueño de tu cuerpo, que ésta es la ley primera. Un cuerpo hermoso, fuerte, sano, qué noble palma. Pero sirve a tu cuerpo para servir a tu alma. Y no des uno al diablo ni la otra des a Dios Y ojalá te tuvieran sin cuidado estos dos! Cuerpo, loado seas en tu carne y tu hueso, Tus nervios y tu sangre, tu semen y tu seso.
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COPLAS DE PUEBLO (1926)
¿Que un día puedes dejarme? Me he de robar tu lunar. Pegándolo en otra cara Tal vez te pueda olvidar.
¿Que ya tus ojos son míos? Aunque lo digas así, ¡cómo han de serlo, vidita, si aun no lloraron por mí! Qué pañuelo de luto me echas al cuello con las dos trenzas negras de tu cabello.
Ojerosita, ay de mí, ojerosita te has puesto. Todos dicen que es por mí... ¡Caramba, si fuera cierto!
El primer amor que tuve lo mataron a traición. De entonces con el difunto va a cuestas mi corazón.
Para sanar de amores no hay más remedio,
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Luis FRANCO para sanar de amores, que un amor nuevo.
Paloma que lloras tanto, deja caer una pluma para escribirle a mi negra con mi pena y con la tuya.
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EL BUEY Tu grandura se aploma con sencillez de monte. Tu paso es remansado, profundo, fértil como Un río en la llanura. La paz del horizonte Del campo se echa en tu ojo. Manso como una encina, A los pájaros cedes, para rama, tu lomo. Lames tu mansedumbre, suave como la malva. Tu morro humea al alba, igual que una cocina. Y oyes como una misa los rumores del alba Rumiando, de rodillas sobre las hierbas o entre Los pastos, quizá rezas tu amor sacerdotal: Ave, tierra, llena eres de gracia virginal Y maternal. Benditos los frutos de tu vientre.
Por tu rastro que tiene forma de corazón; Por tus cuernos, par de hoces a tu testa amarrado En seña; por el yugo, la cruz de tu pasión Fecunda; por el santo madero del arado; Por la reja que brilla sin mancha en su faena, Y por la harina blanca y la gleba morena, Y por el pan del rico y el pan del indigente, Oh esposo de la tierra, por lo puro de toda Labor con que la honramos y nos honramos, mi oda Te corone de espigas y de olivo la frente.
MADRE A esta mujer callada, esta mujer oscura, La alabo, así, vestida de simpleza y cordura. Su bondad está hilada de consuelo y abrigo,
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Luis FRANCO Y su corazón lleno de experiencia y de días Es corazón más cándido que el corazón del trigo. Y nada hay tan de madre como sus manos pías, Doctas en la dulzura y en todo noble uso, Que amasan el pan nuestro y hacen bailar el huso, Y criaron con afanes santamente prolijos Las plantas de este huerto de u vida: sus hijos. (En su presencia alguno de ellos sea alabado, Su corazón se alegra como huerto regado.) Y ella que ha trabajado y ha padecido tanto Es vaso de indulgeucia , porque de todos modos Como el malo es el bueno, y únicamente el llanto Es el agua berdita que purifica a todos. Madre, eres esa cosa buena, sencilla y santa, Como el fuego que nunca se apaga en el hogar; Como el agua que riega, abreva, lava y canta; Como el viento que sopla en la era de aventar; Como la hormiga enorme en esfuerzo y paciencia; Como el haza que a un tiempo nos da el pan y la flor; Como el nogal fresquito en días de calor; Como esta vieja casa que es nido y es querencia. Aquí a su lado sueño. Rezando al tiempo toco Sus cabellos, cenizas del mortal enemigo. Como siempre secretamente la bendigo. Como siempre los ojos se me han nublado un poco.
SOL ESTANCADO Por ci arenal tórrido corre volando un chico. El sol, al rojo blanco, pica como una roncha. Buscando a sus pichones, un pájaro, alto el pico, Lleva la butifarra de una oruga rechoncha. Zumba el calor como una bordona de guitarra. Nubes de lana sucia manchan el cielo. Envida La luz contra ci reposo. De pronto una cigarra Chirría largamente como plancha escupida.
CONSTELACIÓN El sol aprieta, enorme, pero bajo la mora La frescura es holgada como una bota vieja. Con una pera apago toda mi sed bermeja. La pera de agua es, cierto, mejor que cantimplora.
EL MAESTRO RAMON Maestro, le decimos, y esto es simple de ver: De la destreza honrada este hombre hizo mujer. Siembra o poda como otros rezan a Dios. Su viña Es como su hija. Dice: "La viña es una niña." Es, con sus manos rudas, carpintero cumplido. Entre talabarteros no es mal talabartero. Trabaja el hierro y dice: "Bah, yo no soy herrero." Y hace una casa como un hornero su nido. Se ayuda y ayuda a otros, y su pecho se aclara. "Lava una mano la otra: las dos lavan la cara." Sobrio, bebe su vino, sonriendo a algún muchacho: "El vino es para todos, menos para el borracho." Sobrio es también su sueño. Silba de mañanita En su trabajo, alegre según manda la ley. No va a misa, no reza, mas la dulzura habita En su corazón como en el ojo del buey. Más que en ninguna me hallo en tu amistad. Venga, hermano, A mi mano que se alza sólo en el arte fútil, (Aún vibra del último verso escrito) esa mano Sucia, callosa y fértil en toda labor útil.
LA ESPIGA La ves subir al cielo: temblante, fina, sola, Con pureza que no hallas en ninguna corola. Tiene algo de rosario y tiene algo de cruz Y el surco negro aclara corno si diera luz. Al sol, que en ley de padre le bendice el cariño,
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Luis FRANCO Muestra su fruto como una madre su niño. Sufrida, el peso de oro de sus granos aguanta, Pero levedad de hostia tiene su gracia santa. La ves subir al cielo temblante, fina, sola... Las aristas radiantes le han ceñido aureola.
DESCANSO Pasa la brisa haciendo rumorear su enagua. Surca el suelo un lagarto, la cola de mancera. Mi perro y yo alquilamos la sombra de esta higuera Ladeada corno moza que lleva un balde de agua. Silencio y luz. Posadas sobre un gajo, sencillas, Dos palomas me fuerzan a soñar tus rodillas.
BEN DICION Y tomando un puñado de trigo, con la unción De los antiguos días, dije en mi corazón: Bendito sea el gusto previo del pan seguro, En el contento agrario corno una hostia puro; Bendito sea el sol, que es servidor y rey; Bendita la criada que es gran reina, la tierra; También la mansedumbre de los ojos del buey, Y el trabajo escondido de la lombriz de tierra; Y a más la golondrina, que amadrina la lluvia. Bendita en cada grano, vuestra cosecha rubia, Sembradores, y vuestro vivir de hondura y calma Corno un arar. Bendita la fatiga divina Que endurece las manos y que mejora el alma.
QUINTA DE FEBRERO El piropo hermosea a la moza que turba. La fruta da a la rama la gracia de la curva.
CONSTELACIÓN La brisa que anda en ropas menores abanica Los follajes que alivia de la calor pesada. Como boca besada se vuelve más rosada La avispa hace más dulce toda fruta que pica. (Sólo a la nuez fruncida no le busca querella, Que es dura de abrir como rodillas de 'ioncella.) La higuera que se ciñe de pámpanos, guasona, Tira a la acequia un higo con un cl-cl de rana. La granada que es reina porque lleva corona, Regala sus rubíes con risa campechana. Se ofrecen y se esconden las hijas del peral Que tienen pecho, talle y caderas de dama. Mientras rendido ante ellas, del balcón de una rama, Un pájaro recita un verso de cristal. La manzana en su fresco rubor de paraíso Es el cuerpo de Eva cuando por primer vez Sin ojos de inocencia miró su desnudez. Ante el estanque, en éxtasis, está un guindo-Narciso.
EL VINO Digamos bien del vino nazareno y pagano, Bueno, con una honesta sed, a las gentes todas: Del que el sediento bebe con ansias de verano; Del que nutre el anémico como una fuerte teta; Del que bautiza, dulce, la pascua de las bodas; Del tuyo, melodioso y lúcido, poeta.
E L O L IVO Alabanza del Libro repetirá mi labio: "Es como el hombre justo." "Es como el hombre sabio." Grave, guarda el misterio de los dioses benignos; Su fronda habla en voz baja y hace no sé qué signos. Y como esos patriarcas de remotos antaños Vive quinientos años y vive hasta mil años.
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Luis FRANCO
Apóstol - y el más alto quizá - en la hora sin nombre Miró sudar —él sólo— sangre al Hijo del hombre. Y en otra tierra pura lo consagró otro día La diosa de ojos claros de la sabiduría; Su óleo vistió de fuerza los desnudos atletas, Su fronda fué corona sin peso a los poetas. En donde él se levanta se produce el milagro: En campo de grosura se vuelve el campo magro. Tal como un vientre o una frente bajo la cruz Del concebir, es pálida su hoja bajo la luz. (Esa fronda que aclara su color con la brisa Como un rostro severo se aclara en la sonrisa, Y en la cual mora el buho como el consejo mora En la brisa del viejo). Su experiencia tutora Se destila en aceite: su fruta aún no madura Ya es útil, mas lo pingüe de su sazón oscura, Como a racimo o espiga, la hace digna de alzar Con gozo y alabanza y con voz de cantar.
Hombre pobre que siembras, da tu amor al olivo. Con fe de padre críalo en el rincón nativo, Que si en crecer es tardo, de rey es su largueza, Y un día ha de canjearte penas por regocijos: Su aceite será el oro caudal de tu pobreza, Y por él han de honrarte los hijos de tus hijos.
LA CALANDRIA Silencio de diamante. En ci campo ni un eco. De pronto la calandria que halla en la luz su alpiste Desciende melodiosa sobre un gajito seco Corno buena noticia sobre un corazón triste.
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ENTERO CANTAR Los marineros tienen todos los puertos y yo tus ojos abiertos. Me turbas aunque no quieras: hasta el humo de mi cigarro me propone rus curvas. Tu sonrisa es nupcial como los azahares y en tus caderas se desmaya el Cantar de los cantares. A mosto da olor tu piel, viña madura en la madrugada, y en tus brazos de pámpanos se emborracha el amor que enrula los ricillos de vid de tus axilas. Mas he aquí sin concierto ni turno, los reclamos de mi balada: tu cabellera, huerto de lo nocturno; tus pezones, ojeras lilas de tus pechos ciegos antes de mi toque; tu lengua de vértigo y de rosa, para mi gula cargosa de niño terrible; la drupa, pesada como un otoño, de tu grupa hendida en surco de albaricoque; tus rodillas, no menos niñas que tus mejillas, y rus pantorrillas púberes corno tus senos; tu vientre, inocencia nublada y constelada; tu ombligo que es nido y vértice dormido, y el misterio que se ha hecho corola
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Luis FRANCO y fruto, y en fin, cifra de todo eso, todo tu cuerpo pulido beso a beso como un guijarro pulido ola a ola, tu cuerpo que es mi libro, mi lecho y mi jardín. Un día que salías del agua con tu simple desnudez temblorosa, la azucena te ofreció su enagua y su corpiño la rosa. Cierto que te quiero con celos de viejo y más allá de todo consejo, cuando mi boca se te apega así como un vampiro o como un colibrí... Pero sólo colman mis antojos las lágrimas que fructifica para mí la rama sin otoño de tus ojos.
VINDICACION DEL INVIERNO Junto al rosal hirsuto que cavila sus futuras fragancias, siento el vagido de mis pensamientos aún nonatos. Oh, ni la primavera ambigua y muelle, ni el verano apoplético. Invierno rudo y sobrio, invierno lúcido, en desnudez de atleta o bajo una armadura de cristal irrompible, enemigo de viejos o de enfermos y de malos olores o perfumes baratos; invierno de claros árboles sin sombra y raíces lactando en lo profundo, aún ebrias de horizontes subterráneos.
CONSTELACIÓN Duro y puro al modo de los bíceps o los frentes: tu gracia es firme, como doncellez, hermano de la sal, invierno incorruptible. Me teinpla más que el alcohol tu frío, tu sol es como aceite en cuerpo de gimnasta, y blancura de dientes que sonríen, tu nieve. El hombre, criatura entumecida en latidos y sueños, te rehuye temblando. Mas tus puntas de hielo son mis fieros estímulos. El silencio está desnudo en su inocencia original. Yo siento que a la blanda palabra amanecer das un filo de espada, y adoro tu recogida palidez creadora.
NOCTURNO N' 1 Tines el señorío de lo suave, oh silenciosa armada con espada de lirios, que sabes ser coqueta tan sólo con tu alma. Amada más allá de tu hermosura y el amor que me entregas - es apenas tu alfombra tu hermosura siento que esa tristeza tuya y tan lejana me toca más, acaso, que esos ojos que vuelven cotidiana la maravilla eterna. (Más infancia en tu voz que en mejillas de niño. La infancia que en ti llevas como un jardín en sombra de que me hablas con sílabas para ti creadoras que a mí no se me entregan, pero que escucho, escucho como madre ninguna el gorgear de su hijo.) Llena de asombro y paraíso, tú sabes ser coqueta tan sólo con tu alma. La noche que me envuelve en tus cabellos. Mi ansia oscura y la tuya, en su celeste dúo.
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Luis FRANCO Y ci gemebundo mimo de tu ternura en éxtasis. Tú sabes ser coqueta tan sólo con tu alma. Quizá sólo los sueños son caminos para ascender a ti. En mí ya despertaste como el latir de un dios. Ay, pero de mi sueño de ti no me despiertes.
NOCTURNO N ? 3 Con hambre y sed de soledad, a estas orillas vino mi corazón nocturno a pastorear sus penas. Como en el puente de un barco mirando más allá de las olas y la noche. Junto a mí, con su mano sobre mi hombro, siempre el recuerdo con sus ojos cansados, y todas mis lejanías, holladas o vírgenes. Tú en mí, siempre, como una patria en el pecho de un héroe, y mis sueños que tienen forma de ala y tienen el color de tus ojos. Dolorida más que una carne el alma, y el líquido rumor de la fuente que lava las calladas heridas. Tu lejanía se aprieta sobre mi ansia y yo arañando en la hondura quiero desengarzar para mandarte la estrella más latidora. Viviéndote, maravillosa, en pulso y en respiro, con la vehemente vigilia de las estrellas hasta el alba velaré tu recuerdo; latido a latido mediré la noche. De pronto te me apareces ¿Dónde? Y cierro bien los ojos porque no te me vayas. Pero no hay más que tu ausencia, la ausencia que agranda la noche.
NOCTURNO
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¿Qué viento nos sacude harapos y sollozos mientras la vida tienta con miradas nupciales? ¿No es la voz del éxtasis como voz de socorro? (En la sombra alguien debe reír de nuestra dicha.)
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CONSTELACIÓN Llenos de un alto grito que se nos queda adentro, altivos y humillados corno los pedestales, somos hechos de sombra y anhelarnos la luz. ¿Qué ansia coronada de divinas espinas? ¿Qué trémula ambición comparable a la noche? Sé que el amor es grande, ángel rebelde en lucha de luz por libertarnos de nuestra inexpugnable soledad, hasta que cae al fin con las alas vencidas. Solos siempre, sin poder escapar de nuestro pecho. ¿Para qué confesarnos si nadie puede oírnos? ¿Quién nos dará compañía, si todo nos rehuye, y nuestra alma es una fuga, ay, y nosotros mismos lo que fuimos no somos? (Y estamos sumergidos en la nada, y estamos hechos de ella, pero la gran piadosa nos vuelve ciegos, ciegos porque no la veamos.)
NOCTURNO N° 11 —Es más ardiente que el coraje, más profundo que la sabiduría. —De qué íntima lejanía nos viene su mensaje? —Su signo es el más fuerte. Vanos ya los amagos del olvido o la muerte. —¿Qué perfección de humildad y de espera nos logra ese adelanto o eco de cuál fiesta venidera, que llega con la música y se va con el llanto? —Un abrazo sin fin como la cruz, la carne opaca ardiendo en lágrimas de luz. —Nuestra alma en su momento más pobre y más hermoso se abre como mirada de niño o como herida.
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Luis FRANCO —Sentimos que se trata de algo más que la vida. —De un paraíso doloroso, pues sólo es nimbo de nuestros anhelos la dicha púdica y ardiente, ¿o alguien miró su rostro bajo los siete velos? —Acaso no la vernos porque ella es transparente. —Nuestra soledad se encapricha en seguir todos sus rastros presuntos: somos los suplicantes amargos de la dicha. no es casi la dicha sufrir así tan juntos? —¿Quién dirá lo que somos nosotros en la sombra de nuestra alma de amores y dolores? —¡Quién a decir alcanza lo que somos! —Los ciegos de los sueños de colores? —Somos quizá tan grandes como nuestra esperanza
NOCTURNO DEL REGRESO Cuando yo andaba ya con la pena hasta el cuello, después de cuántos siglos de ausencia, regresabas. Verdad, yo no sabía, oh, que cupiese tanta soledad en un pecho; verdad, yo no sabía que una ausencia pudiera ceñir tan enconado nudo de vida y muerte en el ansiar de un pecho, martillando la nada... La noche palpitaba como gran ave herida, y palpitaba menos la noche que mi ansia. ..Llegaste, al fin, llegaste como un recuerdo, pálida mía de ojos nocturnos, los brazos extendidos en senderos hacia el jardín cerrado del abrazo. Te hice cuna en mi pecho porque en su vaivén hondo se meciese tu queja.
CONSTELACIÓN Después la noche fué naufragando en tu pelo, y yo soñaba en él las estrellas perdidas. Estabas tan adentro de mí mismo, que ya tu voz no era tuya o era quizás que hablabas con las voces del sueño. TU voz, pronta a caer, temblaba como lágrima, y la mía venía de muy lejos. "Siempre!" "Jamás?" "Oh amor!" "Ni siquiera la muerte". Y para arrullar las esenciales palabras, se hizo la noche un canto profundo que entreoíamos. Vino en eso la lluvia. Vino acaso tan sólo porque la tierra oliese como tu cabellera derramada. La lluvia era una música adentro del silencio y fué aislándonos perdidamente en el mundo. Y se volvió mi beso sin número como ella. Mi corazón creciendo doloroso en la dicha, hasta que redimidos por los tuyos arrodillé mis ojos en la oración del llanto.
NOCTURNO DE LAS GEMELAS Yo me acerqué a la noche qué cosas tienes, alma!) Oh, cómo te pareces, noche, a ella, noche que amaron los pastores ingenuos y los magos de alta sabiduría, en tus perfumes de párpados bajos, en tu latir de contenida música, en tu acercar las distancias más hurañas. Oh, noche, cómo te pareces a ella, sombría así y radiante, henchida de no sé qué arrullo, con tu quieta ansiedad de alas plegadas y el secreto de lo que hay más allá de la mirada y el suspiro,
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Luis FRANCO borradora del mundo, oh, cómo te pareces, noche, a ella y penetras los hábitos caseros de su alma. Eres la gran pudorosa (¿o es ella? ¿o es ella?). ¿Con qué canción dormida entre los brazos vienes, u ojos apagados y encendidas lágrimas? ¿Con qué alma en infinita fuga (¿o es ella? ¿o es ella?) por caminos furtivos y en figuras de sueños, desunciendo afanes y el rocío para las fiebres? (¿o es ella? ¿o es ella?). Ah, temblor derramado y olas golpeando en mi pecho, y mi sed inmortal!
NOCTURNO DE MAGIA Pordioseador de maravillas, estaba yo con mi escondido grito y el sueño que solloza en toda carne, mi zozobra en alianza con la noche y mi alma dando su secreta audiencia a todos los asombros y las dudas. Y tú llegaste entonces con tu temblor de alas y circuida de todos los lejos de la noche, con tu forma más honda que la noche estrellada y como si bajaras de alguna edad más pura. Trémulos eleisones brotaron de la fuente diáfana del silencio y casi todas las cosas de afuera volviéronse ¡oh! imitación del alma. Entonces en mi pecho arrasado de espera sentí venida mi hora. El nublado de llanto inició un arcoiris. Y de pronto fuí mago. Enfloraba la hierba, demoraba la luna; sacaba a flote una isla de cantos y palmeras.
CONSTELACIÓN Oh entonces fuí mago. Podía acaso derrotar la muerte, galopar en caballo de sombra astros y edades, mandar al fin, rey, en tus ojos, y despertar al pájaro de extraterrestre música que está esperándome en tu corazón.
NOCTURNO DEL SINO (¿A dónde la hallaremos? ¿a dónde la hallaremos? ¿Más allá de la vida? ¿Más allá de los libros, que no aclaran mis días ni abastecen mi sueño?) Y fué como si entonces volvieras del olvido. Te abarco entre mis brazos, pero te busco siempre. ¿De la vida o mi fiebre llegaste hasta mi espera? Ahora te conozco, mas tu enigma es mi insomnio. De ti quiero olvidarme en tu alma viajera. Tu cuerpo es ola, estío, caricia, ¿pero tu alma? Como la sombra trae confidencia de estrellas... No eres carne ni alma. ¿Eres carne del alma? Mas qué importa lo que eres si fui porque tú eras. Dicha o dolor, qué importa siempre que tú lo traigas. En la pasión que sigue su vocación de llanto, en la pasión estoy, en su jardín sin sendas. ¿Donde? Oh distancia... ¿Fuera de la tierra? - ¡a tu lado! Tus cabellos se enredan, furtivos, a la noche, pero tus manos, pájaros, del asombro retornan. En mí estás, en latido: no preciso mirarte para ver que tu amor es diadema en la sombra. Puedes ya amar apenas, porque el amor te ahoga. Como un ala y otra ala se abren al vuelo, juntos tu corazón y el mío son las de un vuelo solo. Qué importa a nuestra música la sordera del mundo.
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Luis FRANCO NOCTURNO DEL DUO INMOVIL —Nos borra ya la sombra... ¿Borrará así el olvido? —Oh, nuestros corazones son la constelación más clara de esta noche que viaja hacia dónde! —Tus alas no se cansan, qué importa a dónde voy. —Quizá, vendados, alguien nos lleva de la mano. Tal vez. O es que no puede mirarse el esplendor. —Nada sabemos. Sólo que estamos de rodillas ante algo nuestro, pero más grande que tú y yo. —Cuando bajas los párpados para abrigar tu alma la mía temblorosa no se atreve en mi voz. —Ay, mi dicha, más tímida que una canción de esclava. Yo no sé, yo no sé si es albricias o adiós... —Escuchamos lo que otros ahogan en el ruido; en mí te escucho, amada. —Tu corazón es dios que busca las plegarias más trémulas ¡las mías! Aprendió lo divino, con tu cruz, su pasión. —Oh, amado... —Pero lloras, ya! ¿Qué vaso de música será digno del llanto que consagre tu amor? —Tú también estás triste. No quieres y estás triste. —Tu amor en mí vacila en sollozo o canción. —El temblor de tener un corazón mortal! ¿Cómo hablar de otra pena? Tal vez no hay más dolor —Pero el amor nos salva. Qué importa ya la muerte si vivimos momentos inmortales los dos.
EMBAJADA DE MEDIODIA Aquí, doblegado y anclado, el zorzal me mira escribir; silba y me empastela el dictado y me invita a partir. Ah, recuerda en tu ministerio, tú, hermano que escribes, que mañana ha de ser misterio el presente que vives.
CONSTELACIÓN El aroma del azahar se allega a sobornar mi duda; ya la canción hace danzar mi sangre desnuda. El olor del macho cabrío es sagrado en la primavera. La tierra, el sol, la sangre en lío de enredadera. Sin ropa al salir del estanque donde se bañara, la brisa, en femenino arranque, ya corre a abrazarme, sumisa. Tú sueñas en tu biblioteca; mi sangre es panoplia de ardores: no tiene una ramita seca esta alma mía en sus amores. De qué velludas ascendencias, ay, y a través de cuántos escudos y de vetos y penitencias vienen nuestros cuerpos desnudos. El corazón de mi hermano más fúnebre que el ciprés; ve, el sol te tiende la mano; vive hoy tu antes y después, que la briosa plenitud de lo vital es la única juventud y es lo inmortal. Ya pasión y sabiduría no consuenan en nuestras voces. Ah, separamos lo que un día trenzaron los dioses. Contra la vida se alzan blandiendo su cclesiastés
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Luis FRANCO los hombres todos que calzan su alma y su cuerpo al revés. Fúnebres condenadores de la vida, desterrada a un más allá de terrores: celeste Siberia helada. Su ilusión que se encapricha por lo fugaz viste luto. un solo instante de dicha es tiempo absoluto! Yugo o cruz en tu hombro pesa, hay un sudario en tu frente, ¡y en tu sangre de belleza piafar de potros se siente! Ah, no estamos vivos, de veras, si en nuestras quejas o canciones no pulsan rocas, alas, eras y constelaciones. Con esplendores y lodos se amasan nuestros latidos; no sabes, de todos modos, si hay perfumes prohibidos. Matador, ladrón, incestuoso: algo común hay entre nos. Y casi un dios sentirme oso ¡Y tal vez soy un dios! Hombres, por vuestra pasión se vuelve ganzúa mi ojo, y sólo en la rebelión halla cerrojo. ¡Ay sepulcros sin blanquear, ay, guardianes reverendos del orden y del caviar, la patria y los dividendos!
CONSTELACIÓN (Nuestro burgués hace guerra a todo lo humano, negando el cielo y la tierra como el hermano pantano... ) Mi gaya ciencia matinal exprimo de lo más sombrío; mi alma de siesta al final da su rocío. Tu corazón sin paz ni norte es ya un péndulo cualquiera, y tu sexo un resorte, hombrecito de nuestra era. En la más lúgubre locura fragmentaste el amor de un tajo: el de arriba de la cintura y el de abajo. Varona, si de tu amor ignoramos lo profundo, qué sabemos del calor del mundo. Caderas de la mujer, ¡oh, más augustas que todo templo! ¡Cráneo del hombre que engendró dioses y ángeles a su ejemplo! Cual los mástiles se encabrita en las tempestades mi verso. Mi alma se retuerce y grita ante tus fugas, universo. Si no ensancha al hombre, la ciencia no se engría de sus hazañas. Y aun el enigma es más presencia que las montañas. Recordémoslo alguna vez: tapan nuestra sangre y las rosas
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Luis FRANCO la muy lejana palidez de raíces y nebulosas. La tierra sirve en cautiverio, los ríos son tus mercenarios, y qué ¿harás del mar y el misterio, hombre, tus acuarios? Mas no licencies el seso con ademán manirroto, pues que no hay más contrapeso a los pesos de lo ignoto. ¡Oh, meditación!: se mete el alma en sí misma igual que en la luz los siete colores del prisma. ¿De qué postrimerías llegan ahora lentamente cargamentos de días nonatos a ini frente? Y ya me buscan para miembro los inviernos y los veranos: frutos que yo no siembro cosecho con mis manos. Que en la vida sobra anchura para el danzar de la suerte: es un cambio de postura, nuestra muerte. (De lidiar contra la muerte sin descanso ni estación la vida sale más fuerte que quijada de león). Habremos de irnos, pero luego resucitarás en canción en el pájaro y en el fuego y el mar y el viento, corazón.
CONSTELACIÓN SINO En sudores de ceniza y vinagre aún me reconcentro viviendo tu dolor, tu cuerpo de dolores, pálido cirio que la fiebre encendiera por dentro. Pues todavía está como ese día, cierto, mi alma llena de horror corporal, aunque yo sé bien que no has muerto si en mí alzas tu recuerdo a lo inmortal. Ya lo ves, te dejamos ir solita por el vado tremendo. (Todavía estoy viendo en el adiós de adioses tu mirada infinita). Verdad, no parecías, por ratos, criatura de la naturaleza ni del arte, COmO si te esperara en otra parte una estación más pura. ¡Y que así no pudieras demorarte! Ah, volvías vecinas en tus ojos las cosas más distantes; sabia hasta en el gobierno de infantiles antojos, podías dar a los más someros instantes no sé qué dimensiones de lo eterno, ¡y qué arte de inventarnos un desvelo de dios! Tan frágil y eras entre todas la más fuerte con tu belleza en fruición y pasión; entre los que aquí viven de la muerte en la muerte, en un orondo destierro del ser, cualquier ademán tuyo era una creación cada mañana del mundo, mujer. Ahora comprendo que la tu muerte más que cuya es mía, puesto que yo la estoy viviendo;
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Luis FRANCO ahora, más opaco que una carne, mi día, mi noche, más angosta que una sombra de lanza. ¿Cómo he de llegar nunca a esa sabiduría sagrada que es la esperanza? Con tu obsesión por luto y absoluto, agotados los cómos y los por qué, ¿qué espero?, ¿qué pido? Que el olvido es la única misericordia sé... ¡Pero tal vez yo no quiero el olvido! • . . No esa desangrada calma, sino que estés en mí como una levadura para todos los designios del alma, actual en mi latido más profundo, y no reniegue yo de la hermosura que está conmemorándote en el mundo. Y te bese en el rostro de cada cosa pura.
ALMO CUERPO Siempre en temblor de adiós y preñada de espera siempre, elemental como el barro y la luz, angosta, y qué menos, para una respiración infinita, carne del hombre: sus laderas dan hacia el olvido, mas sabe que la muerte es criatura de un día. Dolor coronado por una sonrisa inocente, como toda creación, es ella. ¿Alba prohibida de su desnudez? Su esqueleto es la sola impudicia, y el temor a todo lo suyo, la peor agresión a lo divino. El cuerpo está invadiendo sin cesar toda el alma.
CONSTELACIÓN Repliegue y despliegue de ondas, sensual ante la siesta, soiiador ante ci ocaso, recreador espejo de todo, y el mejor conductor de calor de lo viviente, cuerpo humano. Situado en el meridiano de las magnitudes, equidistante del átomo y la estrella, su genial tamaño. Más allá del sueño y la vigilia está, como la fiebre. Pariente de la piedra y la nube y la espiga y el cardón y el viento: animal solitario experto en todos los peligros de la soledad, que adora lo claro de su pausa en el oscuro torbellino eterno y adora el instante que vibra suspenso, colibrí. Pondero su elástica dureza, su inventiva sin sueño, vencedoras de hielos y trópicos, oh frágil domador de la fatiga y el olvido y el miedo. Su salud es una inocencia y la más gaya sabiduría. Cerrada, así más fiera, tempestad de la sangre y su melodía final, tan roja bajo nuestra palidez, y tan solar y nocturna, que del litoral de la piel escapa a las más emboscadas distancias del ser, sangre, por cuyo caudal somos afluentes del mundo. Células las más ciegas del cuerpo, saben más química que las abejas, más álgebra que los astros, tienen memoria insondable y deletrean el futuro, semejantes a los dioses.
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Luis FRANCO Eterno niño dios, ci cuerpo humano. Tiene manos sabias y el alma es su hechura; es cuerdo y fuerte y tolera a esa niña mimada: mutilado de ella no es más que un inválido y el alma se vuelve pesadilla obscena: sólo su junción es criatura viviente y a ésta, sí, todo le está permitido. Eres nuestra esencia y sujeto del mundo, almo cuerpo del hombre; fronterizo de muchas distancias, sentir y pensar sólo son dos entre tus faces, y el más allá se queda más aquí de tu órbita. Sabiduría en flor de tus cinco sentidos trama en sangre nuestra hermandad con el todo: por ti los ruidos ciegos e la tierra se alumbran en música.
PAMlA El empaque amargo del mar y una dulzura de arroyo. Ella tan salvaje, un hogar con todas las puertas y ventanas abiertas. Pastora de vacas de ojos ingenuos, tiene una sonrisa de leche. Pálida madre de las espigas, luce como las santas, una aureola redonda. Pago de corazón a flor de pecho (Yo vivo en él lo que ya nadie sabe: ese chorlo que vuelve con un chisme del cielo, esa matira de pasto con su inocencia que reverdece la nuestra). En esta inmensidad sin melladura, que jaquea el oleaje de todas las distancias, la imaginación idílica no halla dónde hacer pie y se marca. Aquí el alba misma se levanta antes de hora, mas cualquier rato de la jornada tiene la entereza del mediodía.
CONSTELACIÓN Y el poniente es un tan pavoroso desangrarse que nuestra alma queda pUida. El aire es sin fondo y con olor a leguas en fuga. Como los Andes con tiempo la Pampa está hecha con espacio, que nos echa sus manos ahogadoras al cuello. En desborde perpetuo inunda sus propios horizontes. Su reflujo llega a las mismas ciudades y soborna las calles y los gestos. Es tan grande como todo el aire y no podernos verla (es otra atmósfera que satura igual o más). Vemos mejor la Pampa que se adentró en nosotros. Se evade de nuestros ojos corno arena de la mano. Se ensancha siempre como un inacabable vuelo, guardando ese equilibrio de las alas tendidas. Tierra anegadiza de firmamento, firmamento de tierra, de tal pureza, a ratos, que ya está más allá de la geografía como una hostia o un alma. El carancho denuncia la oscuridad de la fosa, pero la osamenta es más blanca que el huevo de la torcaz. Hay tanto verde que lo celeste es sólo un rocío. La infinitud empapa los cabellos y los sueños. La dicha es simple como un yuyo. Soslayamos apenas las estancias que usan de ligustros los álamos, y los molinos que hacen agua COfI viento y música, y los ríos sin ruido que desaguan el ciclo. Los rápidos tienen un avance de oruga y los rebaños son vedijas apenas. Caminos que desandan el tiempo, los recuerdos suelen cerrarse de golpe corno la armada del lazo.
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Luis FRANCO Pampa de dos filos: un afuera tan ancha que al fin todo queda dentro, una patria forajida que es patio nuestro y del inundo.
La Pampa cimarrona de otros días, tirante y brutal como un cuero estaqueado, cuando era toda un solo camino a la aventura, y el lazo y las boleadoras se animaban a enredar al viento. Días demorados que flanqueaban la soledad y el peligro (parejita de estrellas la noche era otra pampa). Andanzas con la vida a los tientos y desvirgando sendas en que apenas ayudaba el ombú, lucero de sombra, patente desde lejos; sólo el ñandú andaba a pie, pero calzadas las botas de siete leguas; lo desconocido estremecía hasta las crines y el relincho de los caballos; ya los perros tránsfugas habían recobrado el gusto de la carne del hombre, la rabia del puma o del pampero erizaba el pajonal, y aún el grito de algún pájaro sonaba a contraseña de espía. Como las tacuaras de pelea, los corazones precisaban fierro en la punta. Pampa lisa y azarosa, como el culo de la taba, desnuda como el cuero del indio o la daga del gaucho, y sin más abalorios que las vizcacheras y los cardales. Pampa de los días mayores: la que volteaban los cuatro vientos de los cascos de los caballos. Aún casi es la misma bajo su hilván de alambrados; aún cualquier tranquera abre más lontananza que un puerto. Su ser es un derramarse como el perfume o el vino, la mano abierta misma del ofrecimiento, nuestra Pampa, la dadora para todas las gentes: con su henchida lisura que es entrega de ubre, y su cordialidad más ancha que el vuelo de la golondrina La Pampa es una fuga innumerable, pero abre un clandestino regreso a lo que permanece: desbroza el pasado en las almas para abrir surcos nuevos. El flúido convivir de las cosas, —las leguas, el tiempo, el aire y la sustancia del hombre-
CONSTELACIÓN llega a totalidad endiosadora, y es la mayor noticia de América. Mas, he aquí que manos rateras y de asechanza están hoy puercamente sobre ella, que conoció la comunión, en reciedad, del mate amargo, y la otra, en hermosura, de la guitarra del gaucho, (su hijo de verdad y queredor de verdad, que solía abrazarse a su pecho conviviendo el latido de galopes ausentes, y descifraba sus rumbos en pisadas y estrellas y su dulzura en la voz del jagüel y el cencerro). Tierra de mocedad en que el horizonte no tiene una arruga, y el tiempo es canción de amanecer, no de adiós, y cuya fuerza es la que alzan las mareas: tierra cuya presencia es tan ancha como la luz y nos inunda: no sé para qué la habrán tendido aquí si no es para una andanza menos agachada del hombre.
CONJUNCION Desnudez que mis ojos reflejan así en llamas, sólo en llamas, por un intenso pacto, y esa otra más honda, que va naciendo al tacto. Desnudez, manantial alumbrado por mí con sed verdadera y furor verdadero, hasta romperme las manos, pocero. (La más viviente cosa en tierra de hombre o dios, con el frémito y la ternura que depara hasta enronquecernos la voz.) Mi sangre diurna y nocturna danzando, danzando ante esa ara. Y el verso humano se hace, expreso, con los ritmos de la sangre y la rima del beso. Y arriba la mirada con su arco irisado. Todo eso que trasciende el ímpetu rojo del semental
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Luis FRANCO (generaciones, siglos han trabajado para los sentidos y su agudez sin igual) piel, misteriosa de frescura y calidez a un tiempo mismo, con toda la fuerza de los climas y su dulzura: cosa de abismo como nuestra alma, hermana melliza del alma. Todo el rubor del cuerpo de la rosa. Con mi lengua y mi alma desato ya tu rosa. (El cuerpo arpa sola para el alma y su barcarola.) En tus ojeras y en tus venas, lenta, el alma besa cielos que el corazón inventa. Pero ya mi monstruosa ternura besa lo que en tu vientre es más verdad, porque no puede besar tu corazón, mío ya para días aún no venidos y desde lo más antiguo, ¿verdad? júralo con uno de tus muslos de pasión puesto sobre mis latidos. Choque de dos elementos, pureza del mundo; el profundo verano de la sangre nos somete a su imperio, y mi gran sed bermeja quiere empaparse de tu húmedo misterio. Lo que tal vez no puede nombrarse y no se nombra y un estrellado remonte semeja, es ya descenso y reflujo hacia la sombra cuando aun enternece a las estrellas tu queja. Celebrado el mutuo divino servicio, sospechamos apenas nuestra medida. Ya mis besos recobran su juicio y como a recién nacida te acaricio. (Y tú acabas de nacer en lo eterno y lo más fresco del amor, mujer.)
CONSTELACIÓN MAR NUESTRO Mar, de agresión como una carne, y a la vez evasivo como un alma, en verdad, tú, que sabes purgarte de la pringosa vecindad de la tierra y el hombre y aun de ti mismo, justamente en tu propia amargura inmortal, bien sé yo que no diste audiencia a nadie jamás, y sin embargo, doy la espalda al mundo para llegar a ti, filial, padre nuestro de fuerza y de pureza, mar. Ah, qué esparcida lividez hay ahora en tu faz, tú que tienes todas las faces; te oigo que vienes y que vas arrastrando y pisando tus cadenas, pero resuelto ya, lo mismo que un forzado detrás de sus barrotes, al esfuerzo final Pero no, es la tierra la que sufre tu asedio (le siglos, y que al final se entregará: una vez más te veo acometer sus muros; una vez más, bien tirantes los arcos de tus ondas, le echas tus tribus de aguas desmelenadas, mar. (Ya las olas menores huyen en desbandada a soterrarse en las grutas del mar; los millones de alas de los pájaros del mar inventan el viento del mar; la tierra agazapada desaparece toda detrás del mar; sollozan y se quiebran en olas las entrañas sangrantes de naufragios y corales del mar. ¡En qué lúgubre caracol está hirviendo el estertor del mar! )
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Luis FRANCO Patrón de hechicerías y de fraudes te sé, y cómo alzas de golpe de tu profundidad, brazos de pulpo, brazos de hipnosis y de azar para llevar al extraviado allende tu postrer umbral (cuando devuelves algo es siempre demasiado tarde, ay), y cómo en lo hondo el eco de todos los naufragios pone sordina a tu cantar, y el de las almas en pena de los ahogados repitiendo su hipo inmemorial ¡mas cómo hablarte de odio, si más allá de la ira y la piedad, la muerte es para ti sólo un juego de manos y no más! Tu ser es de junción y encrucijada. En ti están las manos del adiós, los gritos de la albricia, el adelante y el atrás, el ensueño y el sueño y el olvido y el despertar. Consigues escapar de la emboscada de la tempestad (¡estruendo que no calza en mis oídos!) y ya estás con tu alborozo incorregible una vez más. Alisando el plumaje de olas y gaviotas, te allegas con el iris de la serenidad, ingenuo como un paraíso, en tu aroma esencial, trayendo para el hombre, desde olvido o aun de más allá, un vaivén de cuna, una canción de cuna tan dulce que se oye y no se oye ya... Así, borrando todos tus senderos, llegas a la unidad,
CONSTELACIÓN y emerges de ti mismo tan desnudo y tan puro que eres cielo nomás. Por el más viejo pacto, tu yodo es nuestro vino y tu sal nuestro pan. Y ya una danza innumerable te pones a danzar buscando el palmoteo de tus olas al final, o desatándoles sus cíngulos de castidad, cubres la desnudez de sus espasmos con sábanas de espuma virginal. O compartes los juegos de los niños, lleno de inocencia ancestral, derruyendo de pronto sus castillos de arena, o ya cosquilleando sus rápidos talones con un alga, de atrás, mientras en tus conchillas se devela y esplende tu misterioso sonreír sin par. Ahora con los labios de esfinge de tus olas, ¿qué preguntas alzas, mar? ¿O murmuras alguna insondable respuesta? ¿Afirma o niega, tu ademán? Tu presencia acoquina los pensamientos muelles y vuelve más veleros los pensamientos de verdad. (Pero tú estás ahí supino, yo con mi voluntad vertical: mi mano persuadora sobre tu crin bravía dejas errar, oh mar.) Ah, buscamos sin tregua y sin poder hallarla, una llave perdida para siempre, quizá; sacudes tu elemento, y yo mi carne, en busca de nuestra única verdad; sólo exp1yar queremos nuestra hondura, pero a ese afán
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Luis FRANCO cómo resulta angosto el mundo: rebasar quiero yo el vaso humano y tú el tuyo, mar. Gloria y azote nuestros, de ermitaños, Ja soledad. (Mas tú te alejas de la tierra sólo, en verdad, para rimar tu alma azul con la gemela del cielo, oh mar.) Los dos buscamos la amistad de las más vírgenes distancias con olas de mensajes y canciones que van del invierno al verano, del cero al infinito, sin parar. Así en buceo de ti mismo bajas a tu mayor profundidad a visitar avaro tus tesoros de gnomo, y como yo te vas siguiendo sin querer otro ritmo más íntimo que ya en tu ritmo está Ah, todos los peces son mudos para que tú vocees y hables por ellos, mar; pero los peces del gran fondo donde las medusas dan el tempo a lo que vive con su lentísimo compás, los peces están ciegos de mirar lo que nadie puede mirar. Palidez de raíces y de larvas moviéndose en la sombra y en el fango inicial, maravillas y horrores sin nombre y sin edad, y una santa ceguera cual la mía, mar, también llena de lívidos secretos que acaso han de decirlos idiomas que vendrán.
CONSTELACIÓN (En ese aquí abajo de verdad, donde se hospedan las tinieblas madres y la única luz en los monstruos está, los barcos que al fin llegan son tripulados para siempre por las muelles criaturas del horror primordial. Pues otras playas bien distintas, como yo, guardas, mar. ¡Oh, singladuras de horizontes en descenso! ¡Puertos de arribada total!) Por caminos que van de la angustia al olvido, a veces en oscura y sagrada ebriedad, venimos ¡desde qué tiempo ya! Yo no sé qué antiquísimo en mí de ti se acuerda y no sé qué unidad explica aún en mi sangre, mi sudor y mis lágrimas el gusto de tu sal. Somos la amarga levadura con que algo mayor se amasará, quizá; un estremecimiento somos, nada más, tus olas, tú, mi corazón, sus pulsos, enviando hacia lo inmenso, oh mar. Ahora te recoges, de rodillas, ahí, en la oscuridad, los cabellos volcados en la arena y la noche, y te siento soñar.
FALUS La más firme columna del hombre. En la gran palidez del cuerpo enarbola toda la bermejez de la vida sostenido por esos dos puños llenos de una fuerza más larga que la otra.
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Luis FRANCO Allá en la raíz del vientre, en lo más antiguo del hombre, y llegando hasta el mediodía de mi alma, —¡inspirado de futuro!— alza su Cetro: el de la autoridad y el señorío del varón y su arrogancia hermosa y temible. Ahí está como una criatura autónoma, ahí con la melena y ci apronte del león. (No, quiere acatar una dulce voluntad entre todas: su orgullo es humillarse a ella sola entre diez mil.) Yo estoy como desvanecido y toda mi concienica profunda está en él; de veras, soy apenas un apéndice de ese tronco poderoso (compañones, os nombro, secreta balanza sin falla que pesáis todas las cosas graves del hombre): latidos de mis puños, mis bofes y mi médula, él los asume y resume: ávido de conocimientos como una cabeza pensante, con vigor de verdadero brazo derecho y toda la vibración del sentimiento. Ya entre tus manitas puras, pulsando ya en tu alma intimidad, mujer, en esa comunión sin fondo que es la inmortalidad de lo fugaz.
APOTEOSIS DE LO SECRETO Ritualmente lavado de impíos temores, yo, varón callado y ardiente, desciendo de mi soledad para cantarte, flor profunda de la mujer. Divina herida que aumenta en su cuerpo lo dulce como la picadura del pájaro en la fruta. Forma de misterio pura cual la del rastro del ciervo en la tierra nevada de junio,
CONSTELACIÓN (negro puro, de ciervo calcado en el orbe de la luna), escondida más que el más escondido rincón del bosque en la arrebatada y soñadora creación de la desnudez. Dédalo de la suavidad o espejo colgado sobre el abismo. Vellón de refugio, digno de enredarlo en flores como una cabellera, augusto corno la barba del hombre augusto. Aroma turbador de su fertilidad, total aroma inmerso como el del mar o la noche. Corazón no menos entrañable que el otro en que duerme la hondura del ser para su despertar en el paraíso ofrecido.
PADRE ARBOL Leguas brutas del campo en tu sombra se entienden. Ablución de frescura que nos inspira el pecho, testimonias el dios clandestino que eres. Amo de hondura y cima: de prietas sombras, árbol, te yergues con la altura total del mediodía, sabiendo que tu cuarta dimensión es el pájaro. En ti alza el campo el signo + de dulzura y fuerza. Cierras la intimidad redonda del hogar, abres la envergadura sin fin de las banderas. La soledad te abraza ceñida e infinita como a mí: tu alma fresca, la mía en fiebre, en lo hondo se sumergen buscando la dispersa armonía. Tu equilibrio gobierna geometría oculta: la solidez se viste con gracia de lo aéreo. Arte nuestro: el destino final está en la música. Trabajas más aparte que la araña hilandera. Si el viento te vocea noticias y distancias, tú escuchas el pausado corazón de la tierra.
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Luis FRANCO Profundidad de carne es tu vida, y de alma. Con tu ademán injertas nuestra vida en lo unánime, presidiendo el desfile de alas y mañanas. Comprendes el callar y latir de la noche, tú, alzado con la pura elevación del alba; ¡y cómo nos afinas el corazón discorde! Breve cauce del Tiempo, somos, y nada más. Lo sabes y te quedas tranquilo. Mas no ignoras, de veras, que lo fúnebre aborta en lo nupcial. Y que la rosa es dogma indiscutible, sabes, y al mundo dinastías de hermosura lo pueblan. Tú levantas tu copa por lo total, oh padre.
SOLIDARIDAD CON LO VEDADO Digo la fuente más profunda del hombre y el alma inmersa en ella lo mismo que el cuerpo y las nupcias de los dos prometidos. Enigma rodeado de aureola que hay que venerar por lo ya conocido y lo no sospechado; veneración al infinito momento llamado amanecer. Su ritmo es el camino más profundo de la criatura a la criatura y al sol y las corrientes y los nidos. Raíz cuya mutilación vuelve al hombre rama seca en el inmarcesible verdor de lo viviente, o lo persuade a la cobarde fuga por la espiral de los sueños baldíos. La desnudez de la inocencia transparenta las formas sumergidas. Levanto estos secretos a Ja luz: juventud de las entrañas de la mujer. no es el hijo: es el hombre.
CONSTELACIÓN Le quedan ci éxito y las joyas a esa en cuya hondura ci varón no alumbré una fuente. Digo lo más categórico y dulce de la mujer, la hembra; lo más inexpropiable del hombre, el macho: el poder frenético y ternísimo de las fuerzas que inventaron el mundo: la pureza de antes y de siempre. El placer inexcusable como el alimento y sagrado como el llanto, digo, y la llama en su desnudez de paraíso, fundiendo y purificando. En vergüenza se quema lo adjetivo, y lo original surge eternamente intacto. Lo que puede inventarse entre mujer y hombre sea hecho otra vez con frenesí que valga lo inmortal. Quiero que tus besados pies caminen sobre mi ternura: lo más viril del hombre es la ternura. Los huevos de las aves dan su tibia clausura a tus secretos. Las ciervas dan su leche para hilar tu candor. Colinas y valles en cadencia profunda; hongos de soledad, hojas podridas y negros perfumes, olas huyendo de las olas y asaltándose. Los sapos cabalgan noche y día y la torcaz enronquece. Regazo de la siesta y el fango infecto purificado ya, y los reptiles con su ciencia primordial del arrastre y la cueva. Con mis narices, con mis manos palpo y amaso otra vez los frescos orígenes; chafo con mis pies y mis dientes todas las corolas, insondablemente ebrio. Tu cuerpo se despliega hasta el ciclo como la tierra;
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frescas y ardientes golondrinas que atan el día a la noche, las caricias. Los dos pezones, ciegos, se alumbran, deslumbrados. La sombra medrosa de los templos está aprisionada entre tus muslos. Las cuatro estaciones están sucediéndose sobre tu piel, y toda tu geografía irrigada de sangre. Y álamos y relinchos se erigen. Respiramos en el corazón de un clima virgen, donde carne y alma maduran exactamente a un tiempo. Enumerar no puedo tu innumerable desnudez. ¡Y he aquí que es ella tu fisonomía unánime! Aunque haya más distancia y misterio en tu piel que en las nebulosas. ¡Allégame esa lejanía hasta inundarme! Pasión de las entrañas, más larga que el hambre y la sed; jardín con todas las yemas descogiéndose. Con la gentileza del lirio, con la altivez de un índice en la confusión de las conciencias, se alza el miembro del hombre. Y el mediodía de tu vientre es como la ceguera de un dios, y hay menos sombra y pasión en la noche o la tormenta, mujer, que en tu sexo. Despierto ya lo inerte para la mayor intensidad, porque hay más milagro en el salto del semen que en el del arco iris. Conjunción creadora de toda la mujer y todo el hombre en la estrellería del ser, te canto.
ANDES 1936 1 ¡Olor de piedra, miradas de piedra, silencio de piedra, emboscada de piedra!
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Lo enorme nos comprime las costillas, no puede respirar por nuestras narices. Como galopes al borde de un barranco los relojes se han parado en seco. Se está bajo las edades como una tortuga bajo las imbricaduras de s concha. La inmovilidad nos pesa más que una joroba. Queremos ver, oír, saber, pero nuestros sentidos son muñones de ala. Los antípodas de lo humano están aquí. 2 Las montañas tienen por pedestal el abismo. Soberanamente se encabritan relinchando en las cumbres. Con el precipicio y la avalancha, sus dos largos brazos, defienden su misterio; lo arropan con nubes primordiales color de nebulosa. Sus sendas son más difíciles que las de un bosque nocturno o un alma. El rayo puede gastar inútilmente su hacha en el bosque impracticable mientras las cavernas se tapan los oídos. Las montañas son más inhabitables que el corazón de los déspotas. El ser está durmiendo bajo ellas su letargo de invierno. 3 Tebaidas de granito, pensiles de hielo. La sal y las conchillas encumbradas aún se acuerdan de las entrañas del mar. (¡Oh, mar, recordarás aún tu mayor marca montante!) El vuelo del cóndor es un puente lanzado al más allá; la ceñuda tristeza del cóndor es el rostro de las soledades. Apenas se deja sospechar la huraña armonía de piedra urdida entre el cuello del guanaco en guardia, los brazos de los cardones y el lamento de los arrieros. 4 Al acercarse al cielo, la roca se desnuda como él, y busca envolverse en nubes.
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Comarcas pavorizadas de la gran altura, con austeridad y rigor llevados a la desnudez final de la osamenta, donde nuestra alma misma es un torrente desecado o se halla entre las cumbres como un guerrero desnudo acorralado por espadas desnudas. Cómo sabemos ahora que tamaña desolación sólo puede tener un brote, una flor digna de ella: ¡el cráter de un volcán! 5 Piedra, piedra, piedra, y la carne agazapada;
piedra siempre y el alma cargada de tiempo y sin defensa. El horizonte es un canto alrededor de una hoguera fúnebre. ¡Advertimos recién que aquí todas las distancias están de pie y velan! 6 Piedra universa, monolito total. Babel alzada por la tierra en su ignea ambición de ciclo nublando la tierra y las estrellas. Procesiones de calvarios a la necrópolis final. La tiniebla se ha tumbado a dormir en el basalto; el frío de la nieve, la soledad y el viento penetra hasta las vértebras del granito y su escalofrío sacro se contagia a las nuestras. 7 ¿Qué dios de resuello de fuego y corona de nieve creó la montaña, con sus raíces por debajo de las algas, las anclas y los peces ciegos, y donde a cada paso se cruza una frontera para entrar en un país distinto, mientras las nubes fraguan a ojos vistas una hidrografía rugiente y los monolitos divulgan su secreto: lo que fué, es, será? Montaña, ausencia irremediable, separándonos del mundo.
CONSTELACIÓN 8 Muros de piedra con leguas de espesor y de alto encarcelando al fuego originario para evitar que incendie el globo. Procesión ascencional de la piedra a las estrellas. Edad de piedra verdadera. Profundidades fundidas en negra piedra. Oleaje de piedra avanzando sobre nosotros. Frío de piedra buscando cuajar nuestro latido. Miedo de volver la espalda y trocarnos en piedra. Silencio, trueno de piedra. Tormenta de piedra suspendida sobre nosotros como un destino.
VIAJE A LA NOCHE No podemos huir y tú avanzas sobre nosotros como la mar sobre sus playas. El mundo ha naufragado y ya no hay más que estrellas y distancias. Vienes con la lerdura del perfume, con los perfumes de vanguardia. El silencio es tan puro, que el murmullo que empieza no puede ser sino del alma. Lo infinito convida al infinito que también en nosotros se agazapa. Eres más alta, noche, que todas las estrellas, más alta; a tu vigilia innumerable no escapa ni lo más dormido, nada. Y te quedas inmóvil a manera de estatua (la populosa soledad de las estrellas te acompaña), inventariando todo tus secretos, oh, inspirada, cuando la sombra es como la luz de lo invisible y lo desconocido te hinche como una brama.
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Luis FRANCO Noche, conoces las veraces fábulas de los días nonatos de la tierra y del mar en su infancia; bien sabes que la muerte es sólo un sueño: tú estás en el secreto de latidos y lápidas. Y sabes bien de muchas puertas cerradas que un día abrirá el tiempo con un ruido de alba. El silencio es diadema que oscurece cualquier ruido o palabra. Alguien que va conmigo se entiende con lo oscuro, para salvarme, acaso, o herirme por la espalda. Lo enigmático acecha detrás de todas tus persianas. Me recuesto aplicando mi oreja contra ti, como en la pampa, para oír los altísimos galopes que sin parar te sobresaltan. Ya contengo el tropel de los recuerdos para que no despierte a los secretos guardias; después sofoco a toda costa mis pensamientos quemándome en su llama. La sombra tapa el recóndito estruendo de sus cascadas. ¿Se agrandan o se encogen los sacos de carbón de las viejas esferas incendiadas? Las estrellas vivientes, con su temblor de gamas, logran ahogar apenas sus gritos de insondable alarma ante el vértigo de las rampas. Fresca carne de rosa, las estrellas, pero ardida de fiebre milenaria;
CONSTELACIÓN serenas gotas de rocío con la humeante sed de la más larga de las carreras, ay, y la más desenfrenada. Como las aves migradoras, noche, te huyes de la estación helada (para siempre) hacia primaveras eternamente encendidas y aladas. Noche, me ciñes tu cilicio de insobornables mallas; ya no son míos mis latidos, están en ti y en tu sustancia. Tal vez me hallo en la tierra, pero ya mi quejumbre no es simplemente humana. Heridas ciegas, lejanías ciegas nos desangran. No vemos rostros ni senderos: sentimos voces o almas. Pero al cabo las voces enceguecen, las palabras no tienen forma humana. Sus infinitos coros ya las sombras preparan. No te acuerdas, acaso, del mundo y su angostura, ¡oh, desbordada! Siempre y en todas partes mirándote a ti misma. Lo creado temblando como tela de araña. Entre olas palpitantes y pistilos erectos ya tu pasión, noche, divaga; tu cabellera es húmeda igual que nuestros besos, pero tiene lo horrible por guirnalda. Persuasión ondulosa, más de temer que siete lanzas. Vino de sombra en copa de fulgores y temblores, y escalas de suavidad hacia el abismo alargas (ahora estás cantando sin límite a mi oído) y el descamino y la emboscada.
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Ahora ya por órbitas de música todo se mueve en ámbitos de magia. Para dormir fuera del tiempo a nuesto pecho ofreces tu almohada, tus jardines de olvido y tus piscinas de fragancia. Y ya es la vida una hermana bastarda de los sueños, oh hija del caos, dios borracho, oh maga. El buho en quien la sombra se lamenta alguna vez, ahora calla. Mi pensamiento es como la antena de la oruga o un paracaídas que al fin no se abrió nada. Y más que las estrellas tinta ya mi carne embrujada de lástima. Toda senda es un vértigo y el horror una especie de obscenidad sagrada. Sobre sus propios goznes va a girar el misterio mas ya es espada rota la mirada. El silencio es tu órgano catedralicio, noche, en crescendo sin pausa. Como junco doblado bajo el río, bajo lo incomprensible, el alma: por él mueven sus labios los luceros en lontananza. Y ningún algebrista entre sus cifras se turbó como mi ansia entre áridas estrellas. Noche, eres una excavación vedada... ¡Ay, en las nebulosas las raíces del mismo ser destapas! El canto de los gallos te denuncia por todas las distancias. Qué será de nosotros si al fin no trae el alba (criatura de nuestra sangre y de nuestro amor) la camisa de fuerza necesaria para tu tenebrosa vesania,
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noche: que no te valgan, ay, ni los arrecifes de todas las estrellas. Sobre tus propias aguas singlando viene el día con su sonrisa y su invasión de alas.
PRESENCIA DE HUDSON a O. Cohan Tu caballo relinchaba despertando lo más claro del cielo; su galope, como un gran río, alzaba hasta el cielo el suelo: más que tu poncho y casi como a nuestras mozas, lo quisiste (igual que yo) y recordándolo, treinta años después, te ponías triste. La inmensidad como un pájaro se te sentaba en el anca; tú, en cualquier rama, digo rancho. Nunca usabas blanca. Junto a una fogata de huesos, sobre una calavera de buey, el alma lisa como cuchillo y aún más aquí de cualquier ley, partiste la sal y la amistad con el gaucho, el hombre que era duro y tierno a la vez como una semilla: un hombre. El que sólo se dió entero a la más hembra de las hembras, la guitarra, y apresaba tierra con su alma, no con su garra, y llevaba sol en su sangre, no como nosotros, y nunca obligó a su alma a encorvarse ante otros. (Hablo de tierras y almas sin tranqueras y galopes sobre el viento; hablo de cuanto amadrinó la ciencia soterraña y aérea del Niño-Diablo, y de Valerio Cuevas, el gaucho cuya escupida era más alta que todos los jefes y dueños que topó en su vida). Gaucho fuiste, no estanciero; sólo tu corazón, pero todo, afincaste en lo más nuestro y te volviste su patrón. Como un fruto todo el sol y el rocío de un verano, así tu arte resume nuestra tierra, hermano. Tierra que sale a la luz, como la daga de la vaina, cabal; tierra empapada de cielo, como la mar de sal; (aún pusiste tu alma en leguas amargas, como el Mar Muerto, y acampaste con las dunas extraviadas en el desierto): Pampa en cuyo perfil se quedan los otros haciendo mañas: tú, por el enredo de sus huellas llegaste al de sus entrañas.
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Cuando pasabas, ci árbol te echaba su brazo al hombro; cualquier insecto te nombraba mejor de lo que yo te nombro; como brotados de tus yemas mirabas cada uno de nuestros yuyos; los altos ríos de pájaros eran afluentes tuyos. (Nuestros pájaros están menos en los árboles y el día que en los ramajes sin otoño de tu poesía). Aunque a veces, como golpe de viento sobre el río, el enigma te asestó en la espalda su escalofrío, husmeabas tú el secreto de las más púdicas maravillas: la Naturaleza parecía a ratos sentada en tus rodillas. Ella te confió de juro cómo encabeza la lista de sus críos descarriados con el hijo onanista (el que inventó los chupetes y los bombones y los serafines, y repugnó los divinos pezones), y que Pensamiento es Naturaleza con labios de hombre o mujer, y el corazón de las estrellas late en nuestra angustia y nuestro placer. Sufriste mucho, mas el dolor mostró a tu alma su alta huella al modo que la sombra da pedestal a la estrella. Y como el día se embarca en las últimas nubes que van al poniente, un día te embarcaste, pero entre nosotros sigues presente.
LONG AGO Soñaba, balbuceaba, callaba largamente, ebrio de ignotas fuerzas. Acaso no tenía un nombre entre los hombres, quizá mi suerte no era aún del todo humana. La sombra ubérrima de los orígenes vestía aún mi ser. Por mis narices respiraba el bosque, de mi sudor y mi resuello se engendraba la nube, mi tórax se azulaba y esplendía... Reía en mí, reía la salvaje inocencia de las aguas en marcha.
CONSTELACIÓN CANCION DEL BOSQUE NIÑO
Biribiribi. Biribiribí. Nada, nada, nada, nada. Pasan pedazos de invierno sobre el agua enamorada. Sangre del amanecer ardiendo todito el día en los ceibos es de ver.
Biribiribí. Sí, sL.. ¿Que el verde del bosque aumenta ese verde de tus ojos? Nos bañamos en la menta. Y ardidos y con qué prisa ya buscan, ciegos, los pájaros el manantial de tu risa. Y ya te han visto y ya empieza la fiesta por picotearte el corazón de cereza.
Ay de mí, ay de mí. ¡Oh. 12í, pí, i'í, pí! Y el lagarto me hace un guiño por tus senos que adivina: dos puñaditos de niño. Y una inocencia es la vida como este aire que bebemos. Oh, lengua, amapola ardida. Pimienta y ají. Sí, suííí...
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Luis FRANCO En lo que más alto sube el árbol se hace más joven. Tiro mi liana a la nube. Y mi gran risa convierte el hilo de agua en cascada y escandaliza a la suerte. Ay de mí, ay de mí. Biribiribí. (Un bosque donde cualquiera se hacía rey de su suerte, una vez era que se era.) Viento y río el caracol ya está metiendo en su concha y el hongo apagando el sol. ¿Que nos alumbra ci cocuyo? Mi beso que está dormido y soñando sobre el tuyo. Biribiribí. Biribiribí. Nada, nada, nada, nada. Pasan pedazos de invierno sobre el agua enamorada.
JORNADA DE CIELO Y TIERRA Yo, el mismo de siempre, pero cuánto camino quedó detrás de mí. Como esta tierra soy, que levanta sus cumbres para otearse a sí misma; tan primitivo aún, que el trigo que me nutre lo siembro con mis manos.
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Posado en tierra de aire grande y sol manirroto, tierra transida de sal, como de sudor o llanto, (de sal, fría hermana del fuego) vestida de puntas y filos al modo de los cardones para resistir mejor cuando el cielo no le alcanza ni una sed de agua; tierra donde la ubre y la fruta se hacen casi espina en la cabra y la algarroba, (lejos, cerca, moviéndose con ardentía estéril de lava, los médanos indomables!) pero donde la más frágil varita de agua hace saltar el milagro. Aquí están los árboles con sus abanicos de alas. El olivo que guarda en su fronda la primera palidez del alba como si madrugara más que los otros y cuyo fruto oscuro es vianda y es luz. El álamo, con su alma surgente que riega la fiebre de la mía. El algarrobo, tan áspero y antiguo como las montañas, alargándome una sombra más cordial que los zaguanes. Es cierto que este peñasco que se derrumba ha esperado cien mil años para hacerlo y que yo lo vea; y que esa águila color de roca se arroja sobre el viento contrario para peinar sus alas. Si aquí las ambiciones tienen la lerdura de los arados, el río, el viento y mi pasión son armas arrojadizas como las boleadoras. ¡Muchachas de la tierra! Finas curvas morenas de guitarra y corazón de copla. Carne de copla a quien la guitarra da alas, cuando azahares y claveles revientan en la copla. ¡Y mi amor que socarra los lechos de hierba! ¿Quién sorprendió el instante en que el aire se convierte melodiosamente en alma? Ya mi aislamiento es más populoso que la soledad del bosque. Ya estoy sumergido hasta la cintura, hasta los sueños, en la naturaleza: ella lasciva y floreciendo en pudores, fresca y ardiente como una carrera, con su higiene tan otra que esa de las farmacias,
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con su fuerza tan pura que parece nutrirse de rocío, y el ritmo de sus ramas contagiado a las cunas y los lechos nupciales. Pienso (y se enfrían los nidos) en el hombre de hoy, el que se emporca las manos y el alma con ganancias —manos y alma del color de los huesos que no visita el sol—, el que cumple las mandas de los muertos y renuncia a las suyas: extuprador de la Naturaleza, verdugo de sus puras criaturas de sangre o de savia, verdugo de su propio hijo que faja y encinta desde la cuna, lo desalma y le pone en los hombros dos alas de papel... Pero también en el hombre de ayer y de mañana pienso, con sus sesos y testículos venerandos y con su corazón que es púrpura del mundo; sé que su porvenir en la palidez de lo ignoto rojea, como en los trigales la amapola, y que el prodigio se vuelve ya hacia él con ternura. Sé que nada puede disminuir al mundo su cantidad eterna. Yo vengo a decir otra vez que, como cuando la vida era pura y el espíritu ingenuo apenas tenía niebla, Dios, que nunca estuvo en los bazares con incienso, se mostrará de nuevo en el corazón del bosque y del hombre. De nuevo el galope perfuma los senderos. Mi potro color de hierro sacude el relincho y tiemblan de claridad todos los vivos cristales de la mañana y el ansia.
BOCACALLE DEL MUNDO COMIENZO Con el arpegio de sus climas, con el sombrío, sombrío pensamiento de sus selvas, con su ancha risa de aguas, aquí está la tierra nuestra. Palabra más creadora que fiat es ésta: América.
CONSTELACIÓN Qué tiendas de novedades manantiales se inauguran. Paraísos de sabores, cataratas silenciosas de perfumes se derrumban. Ocultando están las ramas del cocotero los techos de las ciudades más altas. La tierra es negra, el sol, rojo. y el sol negro bajo el bosque. La tierra es negra, ci sol rojo. Tierra roja, oh, bajo el hombre. Las sendas de las maniguas como las olas, las olas, se pierden en los arcanos. Desmelenado, desnudo, el viento es aún, sin duda, o charrúa o araucano. Las llamas del altiplano van cargadas con los sueños, ay, difuntos, de los incas, pero a un horizonte inédito sus largos cuellos se estiran. Caña de cañaveral, los dioses yertos se van.
Quieren vestir a la luna, luna desnuda, los plátanos, y las palmeras esperan que ella a peinadas se baje. Pero la luna se baja puramente, puramente a arrullar a los caimanes. Sorteando cumbres o ríos, o aún náufrago en la breña, con su carne primitiva de vegetal o de piedra, (soledad de piedra y bosque gimiendo en su canto) el indio en su angustia aguarda, en su alma trunca, el injerto que la fructifique en lo alto. No volveremos atrís. Los negros dioses se van.
En lo hondo de las maracas, saltos de agua están cayendo. Profundos cuerpos de noche constelados de deseos.
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Luis FRANCO Llora aún el Africa inmersa en el canto de los negros. (Ya los veremos treparse por una canción de guerra.) La canción, con sus caderas de guitarras y de lunas, oscila de más en más. Las caderas de las negras oscilan de norte a sur como un clima de verdad. Monoritmo de tambor más entrañable que el mar. Mango, caimito, ananás. Los negros dioses se van.
Un llanto, llanto de siglos, moja que moja y socava ya los cimientos del mundo. Las largas voces del hambre estremecen ya las piedras. Los largos ojos del hambre atraviesan ya los muros. Y esto que no es para duelo: el corazón de las hambres ya enseña su canto al fierro. Tierra nueva, tierra nueva que ha de echarnos por delante —como al indio y como al negro que en nosotros se agazapan— hasta la mañana grande cuya alba ya por sí misma será una canción de ataque. Contra la resignación, fetiche de ojos de perro, contra esa hija de la muerte que congela risa y sueños, se alza la única reclusa que no empalidece, la sangre, y la que alzará la púrpura para el nuevo evo humano: la aurora que se adelanta en el canto sin fronteras de los gallos proletarios. Negreros de antes y de hoy: con muertos de hambre engordáis, mas vuestros dioses se van.
¿Nos quedaremos aquí, pastoreando sueños falsos? Quedaron miles de rostros ya detrás de nuestros pasos. Con esa amistad que media entre los pájaros indios
CONSTELACIÓN y los árboles venidos del otro lado del mar, todas las sangres se juntan aquí bajo la esperanza, la roja que las conduce, absoluto capitán. La voluntad de alcanzar la ardua dimensión del hombre después de sufrida espera, se nos sube, finalmente, alta como la vergüenza, de lo más hondo a las frentes. Con los envenenadores de fuentes ya no habrá paces, ay, con todos los verdugos de lo que vendrá o que nace. Ojos que siempre traicionan, los que miran a la zaga, aquí los arrancaremos como hierbas venenosas; sus sueños derramaremos como aguas estancadas. Que habrá que echar a la huesa las pupilas del cansancio y rescatar al enojo pudriéndose ya en la espera. (Sabemos a la rutina capaz de herrumbrar al rayo.) Nuestro canto va subiendo por las escalas del día buscando una ciencia armada y con hondura de música y tan lavada de sombras y de miedos como el alba El pájaro más insomne quiere servirnos de brújula. Los negros dioses se irán por fin. A tresicentos NO contestamos SI.
CANCION AMANECIDA EN LA PAMPA Canción escarlata como un tajo, fresca como un tajo: canción para todos vosotros cuya alma se enfría en coágulo. Trabajadores de la pampa, y de un lado y otro de todas las fronteras, sois demasiado tristes para pactar con el miedo. Gentes que no poseéis ni como el hornero, el barro para vuestra casa,
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Luis FRANCO ni las mataduras de los caballos viejos, como el chimango; que escondéis vuestros sueños, como escobas, detrás de las puertas o en los rincones, y vuestro orgullo más escupido que las escupideras. ¿No tomaréis al fin el camino de la esperanza armada? ¡Habéis aguardado por demás para velar aún! Revivid ese enredador arrojo de boleadoras de esos jinetes nuestros que murieron sin apearse, o de los otros, más desnudos, que guardaron siglos su Pampa con esgrima de tacuaras y leguas. ¿No tendréis ni el arranque del picaflor que defiende su nido? Ahí están ellos, los que fabricaron con humo dioses de perdón y castigo, para autorizarse concesionarios del mundo, monopolizadores del hombre, (demorándole aún al pie de la Cruz, el árbol cuya sombra enteca la carne y da los malos sueños); ahí, los de vísceras y manos de prostituta, que han hecho del sudor y la sangre el licor más potable; ellos, más suficientes que un monolito, más hipócritas que un pantano, con su honor que huele terriblemente a ropa sucia y es hoy escándalo en todas las esquinas del mundo; ah, dispuestos a llegar a los horrores prohibidos, a hundir hasta lo más insumergible del hombre con tal de conservar intacta la santidad de sus alcancías! Hambre que apaga las mejillas y enciende en brillo de arsénico los ojos, la que doblega los dorsos y los ímpetus como rodillas cansadas, la que alarga manos de hielo y de brasa para los escalofríos; hambre que trueca las almas en esteros llenos de fuegos fatuos: bien sabe que ha llegado al reducto final: la hora de hacer de todos los dientes un solo filo sin mella, de todos los brazos un solo ademán constrictor como la anaconda,
CONSTELACIÓN y destilar de todas las vergüenzas el rojo más puro para el alba creadora. Porque el destino quiere ser forzado para cumplir sus promesas. Con sus armas que brillan como el rocío, cada mañana se alza preguntando por vosotros, voluntarios de la esperanza harapienta. Enseña a cerrarse en puño ahora para abrirse al fin en mano benigna, y recaudar a través del torbellino y de la arena, la ternura fundamental del hombre. Abrevando los cauces ardidos de las sedes, incontenibles como un amanecer, con todas las ternezas del amanecer lo esperado está haciéndose presencia. El reloj despertador de los pájaros comienza a sonar su hora. Es una voluntad vertical como el árbol, es una levantada alegría como ci fuego. El más reseco de los vasos quiere colmarse: el hombre dejar de ser una insalvable distancia para el hombre y cumplir totalmente, libremente su órbita.
COPLAS DEL MEDITABUNDO * inextinguiblemente mama el infante, ved: trasiega el universo su sed. * Tan poca cosa y es todo el arte: que el alma sea tan vistosa como la carne. * Enigma del ser y el ver, yo estoy inerme;
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Luis FRANCO la noche se hace mujer para perderme. * Mis deseos y tus peces, mar, son unos mismos: tienen la voracidad de nuestros abismos. * Ay, civilización bifronte, te pesa un adarme que el alma tenga un horizonte y otro nuestra carne. * Como en el pino nocturno el temblor del viento, el enigma por mis vértebras siento. * Tu escepticismo me huele, serenísimo doctor, a aroma de prostituta y embalsamador. * En mis secretos comulgan el ciempiés y la paloma; luz y sombra me hacen guiños de complicidad y broma. * ¡Ay, blanca como un sudario, ay, negra como una fosa! Tú te ríes, calavera, ya el pensamiento en la rosa. * Inventaste el confesionario, ¡humanidad escarabaja!,
CONSTELACIÓN y el miércoles de ceniza y la baraja. * Un poco de ensueño y de vientre, la vida, cabe entre dos dedos; pero no hay más, nada más, entre la muerte y nuestros miedos. * Si tu ritmo es tan profundo que el todo es tu consonante, vuelves a crear el mundo a cada instante. * Nuestra sociedad de rábulas, negra de uñas y conciencia, de lo profundo hace fábulas, de lo chacabano, ciencia. * Vamos formidablemente escoltados de misterios como alguna cifra ingente de ceros y ceros. * Sólo vemos las arenas y los espejismos, no encontramos los oasis ni a nosotros mismos. * Anochecidas edades de cosmos y humanidad resurgen en mi jornada de claridad. * Me alzo desde mis cimientos escalando el mal y el bien:
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Luis FRANCO estatura de elementos, y su ceguera también. * Resisto, pero al fin consiento que lo más antiguo me envuelva: un pájaro es mi pensamiento, y en todo lo demás soy selva. * Cetro de caña alcanzas a tu señor, el seso, y corona de espinas, a tu sexo. * Que esté próximo o a lo lejos, de nada entendemos bien; nuestros ojos son espejos: reflejan, pero no ven. * De pensamientos y cuidados hoy estoy quito; soy un árbol ebrio de pájaros y de infinito. * Ni es alegre ni grave la tu vida: es ligera al modo de tu chiste o de tu calavera. * Hinche tu alma velera el viento, el viento; rompa tu anda herrumbrosa el pensamiento. Alerta de la vida es nuestra muerte; la voluntad su chaira halla en lo inerte.
CONSTELACIÓN SUMA
Ya el hombre ha vivido millones de años en alguna parte. Ya anduvo entre las nebulosas; estuvo en el corazón de las rocas primeras; ha sido alga o pez en el mar; dudó entre las formas anfibias y prefirió la tierra; se elevó con los árboles para otear el mundo, y las tormentas dejaron barro de creación en su alma. Todavía ahora pájaros y mamíferos transmigran por su cuerpo.
Dirigimos el mundo como los peces el río. Vamos a caballo sobre lo incomprensible. En la cantidad e intensidad del alma, ¡oh nocturna! nuestra jornada consciente lleva el signo menos. Me detengo de pronto a mirarme a mí mismo, como a través de una cerradura, ávidamente curioso, como a un recién venido largamente esperado. Y hallo, en efecto, un hombre que veo por primera vez, un ser de evasivas maneras, de miradas por entero impenetrables: el otro hombre sin alcance que soy yo, remando con sus remos: el sueño y la vigilia; el dueño de innumerables secretos que apenas distingue sin poder transmitir casi ninguno, que apenas es más dueño de sus actos que el tigre o la yedra.
Aun lo mayor, aun el tiempo o el espacio, oh, fragmento de un todo. Zumba en torno de su reina el enjambre de las diversidades. Expansión concéntrica del ser en los círculos del agua, la madera, la sangre, el sonido. Por nuestro corazón magnético pasa el meridiano de todo lo que vela o duerme.
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No puedo destrenzar con mis manos mi yo de las cosas. Millares de órbitas está encerrando la mía. Périplos de las cosas, anillos nupciales. El oriente saliendo del occidente como la semilla del fruto. Lo que comienza y crece, no acaba: recomienza. que vive retirado en el fondo con todos los hilos en la mano y trabaja y ordena las formas y las pausas, la Armonía, expresándose en números profundos. El fuego, la carne, el humo, el metal y el alma, los estratos de la tierra y el aire y el tiempo, son los tabiques de un recinto único. Todas las sustancias son una sola ya divina. Todas las distancias forman una sola cercanía divina.
Lo
lo La vida no es mi costumbre, es mi pasión. Siento que mi sangre convoca en sus márgenes todo lo que crece, como el rojo amanecer amotina los pájaros. Tiemblo cuando un hombre o animal joven está enfermo; acaricio con mis manos o mis ojos toda forma que late; ayudo con mi ansia al escarabajo a moldear su cuna de estiércol para sus hijos; mi corazón entibia los nidos de las empolladoras; esa rama indecisa brota ya segura en mi alma; las enamoradas parejas me enamoran perdidamente; saludo en las flores de las tumbas las banderas de los muertos: sé que cuando muera podré amasar mi propio polvo y soplar sobre él. Oh, el corazón amarillo de los profetas del polvo y los doctores de bien cortados sudarios! La vida se desfigura y sofoca bajo trajes, anillos y solemnidades; costumbres y relojes engrillan su ritmo. El hombre quiere hacer féretros y mausoleos eternos, pero ella hace abortar sus planes fúnebres; el hombre capitaliza aprensiones y humo, pero ella nos viste lo mismo como la mar sus peces.
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Ella asume la herencia de todos los muertos para transfigurarla. Bendición al dios Hambre que la sostiene y al otro que la inventó y la renueva. Vienen los días con risas y espadas; las piedras olvidadas tienen adolescentes barbas de musgo; cada cosa de la mañana está goteando frescura original; las hierbas de los cementerios son más frescas que los pensiles. Hoy he visto, una vez más, abrirse una yema de vid (lo más enjuto y nudoso honrándose con toda la frescura); he visto parir una vaca (en la lengua materna lamiendo al recién nacido estaba la ternura [que creó el mundo.) Una vez más he bajado varios peldaños en lo desconocido. Aquí estoy con el espanto y el encanto del que siente abrírsele un sentido [nuevo.
II
Talones casi pétreos y párpados alados; furioso, sereno río redondo de la sangre; árbol perpendicular de la médula; sudor y llanto reciamente salados como el mar; pecho en que desciende todo lo celeste y sube todo lo subterráneo; caudal del sexo, más largo que la Vía Láctea; músculos con toda la firmeza de la tierra; cerebro no indigno de ser pesado en balanzas divinas; resuello que aumenta el poderío de los veranos; vello más puro que las alas y las corolas; manos benditas de haber acariciado manos y vientres adorados: oh tú, entera forma interna y externa, extendida desde la carrera al sueño o a la cópula, trabajada con paciencia y pasión por las generaciones, cuerpo nuestro. Hablo del bello abanderado de la sangre, de la carne mayor, la que contiene más cantidad de dolor y alegría y memoria (a través del cuerpo humano pasan
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los árboles, las grandes aguas, las bestias, el cielo y las arenas, las sustancias y los moldes anteriores.) Hablo del cuerpo clandestino y fijo, del destino inevitable de su forma: del cuerpo que está en ella como un río entre riberas eternas.
Mi cabeza ya en forma de pájaro que incuba su vuelo. Abajo, arriba, a la distancia, estoy rodeado de mi canto, vestido de silencio y de calandrias. El poema arraiga debajo de la noche y el mar, pero arriba los pájaros hacen su propaganda de cielo. Tiñe bocas, heridas y geranios su corazón más rojo que el de la misma vid. (La forma derramada del perfume, la autoridad del rayo y de la sangre, y la lluvia, divina ciega, que tantea infinitamente, y las abejas que arden en mi lengua.) Tiene una ventana falsa sobre lo invisible, tiene una clandestina brújula. Hace crecer el río de rocío que abreva los gorjeos. El Poema odia a la Costumbre, sucursal de la muerte, mas sonríe a la muerte con sus dientes de sal, en azotada espera de lo que aun no viene. 14 Espirales de tripas y de alma nos amarran sin nudos a la tierra y los cielos. La totalidad en nosotros se encova y nos asedia. Lo contranatura y lo sobrenatural son también Naturaleza. Busco adeptos para la fe más certera y creadora y la más exigente. Las rocas, el horizonte, las máquinas, los dioses, los estados, deben probar la infinidad del hombre y servirla, o valen menos que las hojas secas. Digo que no hubo hombres veraces de piedad hasta hoy.
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Mi alma caudal está aquí. No pide perdón a nadie ni de nada. Agradece con total fervor lo que tiene y su sonrisa alegra los cipreses. Celebro la variedad y esplendor de los peces, celebro la grandeza anterior y final del río. Hay la hermosura profunda de las formas; hay el ubícuo misterio que mira con ojos de cabra; hay la ciencia que regresa turbia de infinitud, como una alga saturada de mar; hay la industria que agrega nuevos husos al telar del mundo; hay la lucha de los rebeldes contra la herencia y contra los muertos que quieren acaudillar lo vivo; hay bajo, la delgada piel, la insondable hondura de la sangre; hay la Naturaleza que elabora la adormidera y la cantárida; hay todo eso y muchas cosas más; pero sólo logran sentido si la total armonía las une como el mar une sus olas.
16 El Tiempo y el Espacio, con sus profundidades que no se dejan soñar siquiera; el Movimiento (silueta del alma) con la vida y la muerte por flujo y por reflujo; las criaturas, cada una a su modo, jornaleras de lo eterno, y ubicadas según un orden interior tan armonioso como el de los granos [en la espiga; la fe, la labor y el valor inmarcesibles de los pueblos de otrora y de hoy que avanzan, nostalgiosos de lo venidero, a través de las emboscadas, eclipsándose, clareando de nuevo más alto; el hombre, oscuro pocero, cavando en sí mismo hasta alumbrarse el alma; el destino, descaminado a veces por la voluntad de un héroe; mi cuerpo y su soplo, capaces de concretar en su medida el giro de las [estrellas; el impulso abismal que me empuja creadoramente hacia la forma y la esencia de la mujer: en todo eso reconozco el ceño o la sonrisa de los dioses.
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17 Con mi infancia brotada y crecida al aire libre, durmiendo, meditando, riendo al aire libre, (sólo yo veo sus estalactitas y estalagmitas transparentes) con toda mi vida y mis poemas desnudos al aire libre. El aire, celeste de felicidad. El aire camina con las alas de los pájaros. Las alas empapadas de firmamento quieren caer a tierra. Como otros el poder o el opio adoro la atmósfera, más dócil que la fronda y el agua al juego de la brisa; la siento más que a mi caballo, creo: como una desnudez codiciada. La invado con todos mis sentidos y con todos mis poros y cabellos e ímpetus y me siento invadido. Consumo demasiada atmósfera, pero también soy creador de atmósfera. Mi soplo auxilia a los asmáticos, hincha las velas marinas y las yemas de los árboles. Soy el dueño de la más joven de las risas, de la risa guerrera que hace recular los aparecidos y estallar las campanas neumáticas. 19 Ayer o mañana o en dormidos futuros. Canta mi sangre vieja como el mar, mi sangre más fresca que los últimos geranios. Todo va por premeditadas sendas, todas las cosas siguen su itinerario redondo corno los ríos y la sangre. Justifico todo y lo ensalzo. Loor a la santa Podredumbre, hada pudiente entre todas, madre de la salud y de lo ubérrimo, redentora nuestra que evita que el mundo se vuelva un museo de piedra.
CONSTELACIÓN El cuervo con sus círculos de luto conjura la muerte, el cuervo trabaja para lo que vendrá. La partida y la llegada van de la mano. Todo lo que existe, y lo que no parece, pero existe, queda detrás de la memoria o volverá más tarde. Y no hay nada de segunda mano. Los cementerios son vivaques. Los pernoctadores esperan el alba. 20 De mis cabellos, mi boca, mi mirada la sombra sale como un humo, y de los árboles y las cuevas en acecho y de los cantos crepusculares y las estrellas, y viste todo corno una piel profunda. Las estrellas tiritan en sus ventanas viendo pasar la noche. Afuera la sombra es grave y dulce como los pianos, mas yo estoy junto a su vertiginosa víscera. La noche se agita entrañablemente alrededor como el mar; distritos sumergidos se esfuerzan por volver. La noche está llena de naufragios. La noche destila una enorme y huraña sabiduría con la que no podemos. Sentimos en nosotros profundidades emboscadas. Sin duda algo sabemos, pero ¿qué? Como yo los árboles se doblegan bajo el peso de las estrellas. Algo color de fierro y que viene callado como un arma blanca. Herida que intenta averiguar nuestro último secreto. Ataques frustrados, precipitadas fugas. Sinuosa invitación de lo letárgico. Lianas y tentáculos se alargan. La noche yedra envuelve el entero ser desnudo. Yo no sé si la noche está fuera o dentro de mí y no sé si la mía es sed de estrellas o sombra.
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Paso lúgubre pone en retirada los caminos. Monstruosamente embriagados vivimos el enigma como se pasa el horizonte sin saberlo. No sabemos si volverá nunca el sol y la heredada seguridad se pierde. Mi cabeza zozobra sobre un río de fosforescentes ondas. 21
La marca que choca en mis sienes y mis sueños, el rumor de grandes aguas de mis sueños, deseos y sueños que no podría confiar ni a las piedras. Sin duda mi mente es poco menos angosta que mi tranco, y se parecen a monos amaestrados mis sentidos. Pero siento que ci oscuro caudal que me sacude va por cauces de gracia, y la aurora toma la forma de mi corazón, a veces. Mi pecho siento venerable de profundidad y batalla y hermosura. Siento que pese a todo lo que me falta soy completo. Por eso tenéis que acatarme y yo me acato y me trato a mí mismo como un inmortal camarada, esforzándome por escucharlo y seguirlo. Mi voz, lo sé, repite millares de remotas voces, y mañana reaparecerá en las nuevas, y así y todo es única en el aquí y el hoy, e intransferible. Veo al hombre con el sepulcro a la cintura, a ratos; veo que la vida suele resultar un vino demasiado añejo para sus pulsos exangües. Yo me despliego a mí mismo como una llama o una bandera. Sé que el destino de los ríos y el hombre es colmar y rebasar sus márgenes. Su sacra alegría está en tender todas las velas de su fuerza, en guardarse fidelidad a sí mismo hasta los límites eternos. 22
Confieso y reverencio la vida aun en sus briznas menores. En esa piedra vuelta ternísima por el musgo, o cuando está desnuda y tiene algo de estrella no encendida;
CONSTELACIÓN en el galgo que duerme inmóvil como un río de invierno, o parte, divino de violencia, como si saltara por sobre el tiempo, o en el polvo que se alza para danzar armoniosamente ante la luz: cada cosa moviéndose por un camino propio, siguiendo su itinerario inimitable y confluyendo en el principio y el fin. 24
La vida aiempré vestida de albricias. En su mirada recomienza el mundo. Más allá del espanto y el olvido, más allá de latidos y sueños recomienza. Los cementerios estancan sus aguas que han de fluir y han de cantar un día. Los besos cue el otoño deshoja regresan a la tierra por jugo y por rojura. El gris de las cenizas se tornasola en los arrullos, la podre del pantano es verde como los brotes, lo nauseabundo sepulto es pétalo y rubor más tarde. En cualquier árbol comienza la profundidad del bosque. ¿Quién puede figurarse los milenios y millas que se esconden detrás de cada cosa? ¿Quién los climas y edades precisos para que fructifiquen sin defecto muchas de las semillas que hoy se entierran? Navidades y crecimientos y defunciones, fases lunares de lo permanente. Vida y muerte, divinas gemelas. Comenzando está ci mundo. Sólo los muertos quieren vedarte inaugurarlo. 25
A tu lado como a la entrada de una selva. Tus muslos, ríos caudales, fluyen. Y el corazón de Ms tempestades trabajando mi sangre que salta sobre ti al estilo de la ola sobre la ola.
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Las ansias se alargan en lianas, en garras. Dos horóscopos confluyen. Tus pechos con lo más agudo y lo más suave, y mi pecho urdido de galopes. Mujer, toda tu sangre me comprende y tu alma misma me ofrece tus formas. Te invado ya hecho una mano, un cilicio, una espiral de viento. Queremos conocernos con lo interno desconocido de nosotros, quiero que tus adentros me vistan, quiero vestirte con los míos. Te envuelvo con ondas y abejas y gemidos, brutal y fantástico, y no escucho ya tus quejas. Ya estamos hundidos hasta la espuma y el llanto. Los ocho miembros son los rayos de una rueda a escape y su eje está pasando por el eje del mundo y las estrellas. Dos carnes que son una misma, pero con más distancia que la del mediodía a la medianoche, y que no son más que una sola: negra nube de cabellos y vellos y relámpagos. Universo de dos. Ya tus párpados duermen bajo las violetas. El río que en mí llevo se desata despertando el futuro que llevas dormido en las entrañas. 32
Estrujarte como un racimo sobre mis labios, aspirarte por todos los poros, comer tu lengua y tus pudores, beber hasta la hez tus ojos. Te amo, luego soy. En tus ojos la sombra y las estrellas pierden sus límites, pero de tu voz salen las mañanas; tu piel es de estío, pero de tu alma llega el olor de la lluvia y el relámpago orna, por ratos, tus cabellos. País profundo de tus formas en que ando desde el sol hasta los sueños. Me rodeas como una selva sagrada, como una atmósfera violenta y suficiente.
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Tus manos se hunden en mis cabellos y latidos hasta más allá del sueño y la vigilia. 35
Los poemas de mayor calado no han zarpado todavía. Los rapsodas se han entretenido en el haz o se han demorado en ensueños litorales: y el mundo de las significaciones vivientes está sin traducirse. Todas las cosas son fisonomías prestadas de lo idéntico, y los innumerables pliegues de lo diverso esconden la unidad inconsútil: y eso no está dicho, o apenas, ni las purificaciones creadoras de la tierra, ni que la forma constante del cuerpo no puede ser alterada por la muerte, ni que el alma es más ostensible que los árboles o el viento. pese al feroz pudor del ser. Se ha celebrado el fantasma de las cosas o su bello perfil, pero apenas parece sospecharse su gracia total, su dilatación sin término en el espacio y las edades, su musical concordancia con el resto. ¿Quién ha dicho de las generaciones estratificándose en el ser del hombre, como las capas geológicas sobre la tierra? ¿Quién ha ponderado el que nosotros, puñados de tierra o salmuera, somos productos de elaboraciones vertiginosas proyectadas desde el abismo? ¿Y que la yacente Naturaleza se yergue en el hombre, más que en la montaña o el astro, buscando su estatura mayor? ¿Que el todo confluye y logra su intensidad más alta en el latido humano? 37
Generaciones y generaciones de hombres mutilados antes de haber nacido. Hombres por debajo del odio y el desdén, por debajo de la comida del perro y el collar del perro,
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con su carne flagelada, herrada, o encendida como leña, y su alma apagada al nacer. Hombres y mujeres secuestrados a su propio destino, condenados a la tiniebla y el llanto como a un par de muletas: oigo su nocturno clamor poblando todas las edades idas, poblando más cerradamente que nunca la hora presente pero ahora son ellos los que gritan o se aprestan a gritar: ¡arriba las manos! Yo trepo a atar mi bandera al mástil de ese grito. Yo no canto la guerra ni la paz, canto la navidad y el desarrollo, canto el insobornable crecimiento del hombre, y la violencia justa, andaderas del hombre. Canto lo putrefacto sepultándose bajo la lava. Santifico la subterránea prudencia de los conspiradores y su fe más activa que el azogue, más firme que el diamante; llevo mi soplo a los que alzan la rebelión con sus puños; uno mi grito a los enteros gritos desnudos. El hambre y la cólera ponen una alegría de dos filos en nuestras manos. 38
Con los cuellos tendidos, la ola, el árbol, la montaña acechan lo que va a venir. Mi alma tiene la gravedad de las esposas encintas, pero está melodiosamente alegre y canta, —ya contemporánea de lo venidero— canta para lo que no es pero vendrá después. Pondero ya los futuros idiomas, sutiles como la música, perfectos como cifras, y las tormentas que remozarán una vez más el aire, y los nuevos inventos que enflorarán el mundo. Pondero ya un inédito tipo de mujeres y de hombres, almas de más cuerdas y mejor afinadas que las de hoy. Soy camarada de los que son y fueron, pero aún más de los que serán un día. ¡Oh, zumbo de los enjambres de días que esperan su turno! 40
Adoro la culebra indolente y rápida como yo mismo; y la piedra que es como el puro corazón del silencio, y el lagarto que inocula el verdor de los bosques en los muros viejos
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y lleva el color del sol en su alma como las águilas, y la ínfima corola que se esfuerza por merecer el paraíso del aire y el favor del sol, capitán en metamorfosis, y el implacable dios Movimiento, por quien los seis días de la creación se reengendran a sí mismos sin un domingo de tregua, y el Espacio, puro como la flor del aire, que viste las esencias y las formas, y el Tiempo, esposo cruelísimo en la tarde, que halla en las sombras nuevas lunas de miel. Con el temblor de los devotos el nombre de Dios, yo pronuncio las palabras pan, sal, agua, tierra, sexo, sombra, muerte, luz, oh Naturaleza: ellos no comprenden que la resurrección de la violeta es más portentosa que la de Jesús, ni que el arroyo es más adorable que el llanto y la cabellera llorosa de [Magdalena, ni quieren ver que tus calles más sombrías, por inesperados recodos, van a desembocar en la aurora; ni que en tus sacras balanzas el sol no pesa más que un huevo de hormiga, y el alma y el cuerpo resultan perfectamente equilibres. ¿Quién conoce el hiato entre lo finito y lo infinito? Yo veo que el adentro y el afuera son vasos comunicantes, digo, son uno solo, y que el pájaro que incuba repite en sus huevos el cerrado galope de los planetas y la sangre. Yo siento que lo estéril y lo nauseabundo serán hermosura un día, y ya lo son en parte; siento que la vida y la muerte son dos manos que mueven todas las cosas en una inmortal conspiración contra la nada. Y pienso en los hombres —sed de hombres y horizontes es la mía— en cuyos ojos el misterio del mediodía y el de la medianoche se cruzan; pienso en la longitud y latitud de su carne, y el oriente y occidente de su alma, pienso en su corazón, terrón regado por la sangre y arado por todos los [dolores y esplendores, con el orgullo apenas humillado de ser yo también de la raza torturada y divina.
PAN (1947) Canciones del mundo ni単o
CANCION DEL AGUA DE OJOS ZARCOS
a los siete años de Silvita Gómez Abiertas de par en par la tierra y el alma mía para ver pasar el mar. La de muy verde mirar, la tierra morena, y zarco el mar. El mar de ojos zarcos. Trueca en anzuelos las anclas, el mar pescador de barcos. ¡Pecho del mar, marinero tatuado de barcos o islas, pecho voltero y trompero! Sacude en estos momentos su blusa azul de grumete, de grumete de los vientos. Y de entre las olas rotas saca su blanco uniforme vuestro almirante, oh gaviotas. Ya se extravió mi singlar... ¡Más tuertos que los del bosque, ay, los senderos del mar!
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Luis FRANCO (Y lo que olvidó mi canto: con su sal y sus sollozos el mar calza en nuestro llanto.) El siempre a solas. Mas todos vienen a escuchar al tañedor de olas.
CANCION DEL GALOPE DEL GUANACO
Ay, la espuelira del lucero hizo por fin sangrar al alba Nuestro relincho, lincho, incho, lanza el relincho de la salva. Libera al cerro nuestra marcha de su modorra y de su escarcha.
Eh, pajaritos de la cumbre, ya pasó el verano. Ya no hay oruga ni gusano ni grano, ni grano. El invierno ha llegado. El invierno alza muy orondo su cornamenta de venado. La nievecita baja y baja. Los cerros son un solo ampo. Se hace tan ancho nuestro pecho que ya nos cabe todo el campo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, ¡el corazón pega un brinco! La tropa galopa.
CONSTELACIÓN Sí, conocemos un zorrito, muy zorro, pero sin fortuna, que muchas veces almorzó sólo una tajada de luna. Y al caracol que se ha encargado una casita de medida y le ha salido tan estrecha que se la carga con su vida. Y al que se puso cien patitas para llamarse cientopiés y salvar leguas en un rato como lo habrás visto o lo ves. ¿Cuántos adarmes crees tú que pesa el hueo del ñandú? La tropa galopa ., galopa.
Sí, para no dejarse ver del cazador que lo avizora cada guanaco saca niebla de su caliente morro, ahora. Con nuestro salto hacemos puente sobre el gran salto del torrente. La tropa galopa, galopa,
Pero mañana será un sueño, sueño no más, la bruma aleve, y su espada de hielo quebrará el ángel de la nieve. Y vendrá, alumbrando cardones, la primavera viva; su gran bandera de pájaros flameará en el aire, arriba. Y vendrá el hijo del guanaco cuando el amor nomás lo estreche,
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Luis FRANCO vendrá temblando a Ja dulzura de la luz y la leche. Madrugadas verdes de loros Y el sol tostado en zondas ya con la miel fresca de la luna en los cha?iares estará. Siglos en pausa del granito. Siglos en fuga del torrente presente aún, presente aún, pero ya ausente. La tropa galopa. Vamos en tu busca Florcita de tusca.
El viento sacudiendo nubes y cortaderas. ¿Olor de puma es lo que trae? Se eriza el pasto en las laderas ¿De dónde vienen los ladridos amotinados por los cerros? El sol tembló en nuestros ijares mordido por los perros. Ruge su lamento c :Jcnio. La tropa galopa, galopa, galopa,
(En medio va la flor del mundo: los rorros que imploran descansos con esos ojos que acaparan más cielo, más, que los remansos.) Por la picada de un relincho ¡arriba! Ruede cuesta abajo esa sustancia en que trabaja el escarabajo.
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CANCION DEL CIRCO DEL MAR a Julia y Lito
No recuerdo cómo ni recuerdo cuándo, ya. Niño prodigio, una vez yo fui al circo del mar. No recuerdo todo ahora, tanta ola pasó ya sobre mi memoria y sobre la mar. (Yo soñando en las sirenas poco vi, por lo demás.)
Un elefante muy buzo con su trompa de bucear y una sierpe amaestrada muy señora del cancán, trajo el pulpo domador desde los fondos del mar. (Mudaba él de látigos a cada ademán.) Y un pez todo de perfil y de esgrima tan fatal que en su espada se mellaban las mil espadas del mar. ¿Qué cobraban para ver a la gordita del mar, el talle de la ballena con corsé al natural? (Yo soñaba en las sirenas sin ver casi lo demás.)
Y vaya si hacían cosas de mirar y de pasmar, con su galope sin eco
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Luis FRANCO los caballitos del mar, con sus relinchos que nadie, nadie, nadie oyó jamás ¡para eso los caracoles tocan la murga del mar! Y estrellas equilibristas, de carne y palpar, bailaban en las maromas de las corrientes —liray uro uro, Uro lay!-
entre un aplaudir de colas y de aletas a rabiar. Llueven flores en la pista: Ova y actinia y coral ¡Bocazas las de mis peces abiertas de par en par!
(Por soñar en las sirenas yo ya no vi nada más.) —Siga, usted, señor cuentero. Siga. ¿Y qué más? ¿Y qué más? -. . . Un barco con sus ahogados ¡y una sirena real que lo usaba como caja de sorpresas, ay!
CANCION DEL EDEN CASERO a la infancia de Daniel Gallo y Sergio Dirruno Liro—liro—liro—la, Liro—liro----liro—liro.
Vamos al huerto, mamá. El aire roba al pasar su perfume a los melones para ir a venderlo al mar.
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CONSTELACIÓN Si vas al Brasil verás que el sol se funde en cascadas de naranjas y ananás. Corpiño el de Ja lechuga, —digo, sus siete corpiños— fue el que birló la tortuga. La manzana a las chiquillas, a las chiquillas ojerosas, las burla con sus mejillas. Más arriba está la pera: de doncella la cintura, de matrona la cadera. Mientras su miel cuece el higo para que el sol hecho avispa venga a pegarse en su ombligo. Con dos gotas, el limón, quiere evitar que se pudra tanta dulzura en prisión.
CANCION DE LOS NIÑOS DEL MUNDO a A. Pérez Medina
El llanto de hombres y de niños aun sigue corriendo hasta el mar, pero ya el mar está cansado de sudar sal y llorar sal y chupar sangre como cínife por truhanadas de vecindad. ¿Del norte o el sur vienen los ríos? De las dulces fuentes, no más. ¿Las nubes son de China o Chile? No, unen el cielo a tierra y mar. Mientras cada ola del mar besa todos los puertos por igual
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Luis FRANCO niños y hombres viven en cuevas y van con ellas donde van, que el miedo aun tiene sobre ellos su monarquía de verdad. Pero el mar quiere gente limpia, sin cueva y miedo, y algo más: de su corazón quiere hacer un pez de haz y profundidad que burle redes y fronteras y halle su patria en todo el mar desde el Mar Negro al del Coral, desde el de azur al verdemar, y en cada río un dulce brazo de una sola tierra, no más, y con su ardor funda los témpanos (carceleros de hombre o de mar) para que todos se unan y alcen la alma canción de humanidad (ya el arco-iris tiende el puente de pecho a pecho y mar a mar) que todos los niños del mundo, tomados de la mano ya, van a cantar en torno al mundo mientras sonríen cielo y mar.
CANCION DE LOS NIÑOS CON HAMBRE
a González Pacheco ¿Que aún se ignore que el hambre es peor que todos los inviernos? Se me saltan los ojos y los pulsos, ebrios. Mi rebelión aúlla oscura más que en la nieve lobo hambriento. Cantaré como los piratas
CONSTELACIÓN pulsando con el viento y el alma desterrada el cordaje velero. Que ignoréis lo demás, no importa: hay niños con hambre, sabedio. Niños que lloran con llanto de hombre, oh cielos. Para que ocurra, sabedio, que el sanhedrín de mercaderes que regentea el mundo entero, y los que guardan sus espaldas, esté contento, estén contentos (por la hidrografía, ay, del llanto ajeno, navega la flota de los monederos) el mundo, el mundo se contempla, ved, de sí mismo prisionero, de su propia dureza, digo, igual que un río de sus hielos. Y tiene que haber y hayle, es cierto, ríos de hormigas, cordilleras de falsía y desprecio (palomas empollando huevos de víbora estoy viendo) y tan profunda erudición de desencanto y sufrimiento, y tantos rincones del alma con telarañas y murciélagos, y Jobes vestidos de lepra sin más baculo que el lamento, y golpes de tos o de sangre en que alienta todo el infierno como en ola de tempestad todo el océano.
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Luis FRANCO ¿Infierno? No, que no hay infierno: hay corazones congelados. Eso es todo, sabedlo. Gentes que hablan con palabras más encendidas que los besos justamente cuando se miran con ojos de témpano. Oh, todo eso, en tanto discuten el mundo diplomáticos y barberos, y las ganancias de los rábulas como tumores van creciendo, y doquier hay niños con hambre, o muertos de hambre ya, creedlo, y hay que los ángeles del hombre (los tiene el hombre aún, no miento) tapan sus ojos con sus alas para no ver, para no verlos. ¿Para qué el mundo, entonces? Y para qué los parlamentos o los motores o los héroes o el verso? ¡Y no preguntes para qué siglos de rezos! Si a alguien colgara yo mi pena le quebraría el cuello. Mordiendo los sollozos madrugaré a chiflar al viento, el que hurra los robles podridos, el que cabalga los incendios. Porque he aquí que yo traigo un secreto: el alma nocturna del hombre va amaneciendo. Y un día van a jubilarse al fin los monederos,
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y ese día comerán todos, aun los más trágicos hambrientos de hambre de pan o de espíritu. Y tan sólo por ello, el mundo corcovado de fraudes y de inviernos va a renacer un día: ya renacer lo veo temblando en la luz cual patito recién egresado del huevo, y ya un ritmo de cuna, oh cielos, y una canción de cuna al mundo van naciendo y aletea, aplaudiendo, el ángel que el hombre aullante lleva adentro.
EL
CORAZON
EN
LA
GUITARRA
LA GUITARRA a L. E. Soto
Forma de puñal y puñalada, y entre puñal y mujer, ay, forma sacramentada, ay, morena de avería, guitarra. Más enjuta que tambores y cigarras: cuerpo enjugado de espiga, flanco abierto de granada, y en tu lisura las dos caras de la taba. La cintura, imán de abrazos, y esas caderas lunadas, como lunas de los médanos que alumbran quizá agua amarga.
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Luis FRANCO Palidez de dos colores en el olivar; toda, todita mi sangre en el ceibal.
Entre sueños y claveles, entre añoranza y albahaca, el corazón se nos huye como jabón por el agua. Duerme en sillita de juncos, duerme en sillita de plata, digo, en hamaca de olas, duerme mi amor sobre el agua. Un caminito de hormigas se me sube por la espalda; un arroyuelo de azahares por los senos se te baja. Ya el jazmín lleno de susto y la rosa avergonzada. De lo que pasa en la calle a nadie le importa nada. Que callen las campanillas, que se callen las campanas. Más valen limones nuevos que dulzuras ya gastadas. Nada se le importa a nadie de rezos ni de medallas. ¿No se llenan de claror los cuerpos como una brasa? El que inventó los puñales viene a curiosear la zamba, que el diablo viene en su mula escarchadita de plata; y ci del hombre y la mujer pacto de sangre se llama. Su ramillete de filos te regala la espadaña,
CONSTELACIÓN y yo quiero preguntarte, guitarra, del calabozo redondo que en tu pecho tiene cntrada. Palidez de dos colores en el olivar; toda, todita mi sangre en el ceibal.
Afuera las cortaderas sus lanzas de indio empenachan: la luna cautiva está sentadita en media plaza: la luna de pena en pena, ojerosa y desvelada. ¿Quién compra lo que me sobra? Vendo mi pena morada. Tu madera, guitarra, de párpados aleteantes y corazones en marcha. (O no es madera y es cuero de un lagar de trasnochada donde se pisan cantando las penas arracimadas.) A la medianoche bruja está dando tu ventana: sólo por decir lo digo, que es un alba cargada de pájaros tu garganta. Pero este ya es cuento viejo. Canta, cantamos, guitarra. (Galopando sobre nieves, o sobre arenas horneadas, un viento duro de boca viene a sacudir tu rama.) Que la copla, que la copla
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Luis FRANCO nos salve en la encrucijada donde la suerte es más hembra. Canta, cantamos, guitarra. Enlútame con tus trenzas de largo adiós la garganta. Temblor de risa y collares, temblor de espuelas y faldas, temblor de nervios y huesos y de muertes pregustadas. Palidez de dos colores en el olivar; toda, todita mi sangre en el ceibal.
Guitarra, mi corazón yo puse sobre tu almohada para conocer tus celos, celos de una enamorada. Desde tu aljibe de sombra va subiendo un agua amarga, de las trenzadas raíces del oh!, del ay! y las lágrimas. Y tu amor muerto de sed no tiene una sed de agua. Guitarra, debajiro de tu puente pasan aguas despeñadas. Un río que va soltando todo el rollo de sus aguas, tal vez con voces que imploran, tal vez con voces que emplazan. Debajito de tu puente ya no es agua lo que pasa con esos ecos tan roncos entre vislumbres calladas —risas de filo y de punta con choque y brillo de dagas— y con esos borbollones de guitarra degollada..
CONSTELACIÓN Eh! ¿Con la luz del cuchillo un portillo no hay quien abra para ver lo que hay detrás de la muerte, tan delgada? La sangre, la sangre quiere alcanzar la luz del alba. Debajito de tu puente ya ni agua ni sangre pasan; debajito de tu puente ya sabemos lo que pasa: se está despeñando ahora la creciente de las lágrimas.
SACRAMENTO DE LA ZAMBA El bramido del venado chamusca las cortaderas y la luna esconde sus caderas. Con el cangilón de cuero ¡qué alborozo! vamos a sacar la luna que se ha caído en el pozo.
Maravilla, villa, illa, hinquen todos la rodilla. Soplando el viento, soplando, ¡caramba! sobre el fogón de la copia y el pajonal de la zamba. En el mapa de mi cuerpo faltaba el río mayor: el que corre de tu herida, señor don amor. Bórdame la almohada con hilito de tu pelo;
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Luis FRANCO con hilito de tu sangre bórdame el pañuelo: haré una nube velera que nos lleve al cielo. Una espina en el talón y dos en el corazón.
Las estrellas, estrellitas, vivitas y coleando. Sólo tu latido ha muerto y nadie sabe hasta cuándo. Como una ola eres, como ola y ola, como todo el mar, tú solita, sola. Al rastro te seguiré, colita de yacaré.
La luna desocupada, las acequias en trabajo ¡y un corazón galopando cuesta arriba y cuesta abajo! Noche de las siete lunas y un solo desvelo: me mojé todo en tus quejas, me quemé todo en tus celos. Para querer, mi tierra; ella, para llorar... ¡Ay tierra, ay sangre mía de copla y azahar! A pesar de tantas patas el ciempiés camina a gatas.
Te sangré con mis espinas, pero me cayó en los ojos ese puñadito de alelíes rojos.
CONSTELACIÓN (Morena llena de luna, morena de sol y arena, guitarra, la que encariña con la muerte o con la pena). Tu sangre es bravía, bravía la mía... juntemos nuestros amores como dos cardos sus flores!
Belén de lejos, Belén de aquí; sí, no; no, sí. CANCION DE ANIGER Que se me llena la sangre de rumor de bosque y alas. Que mi pecho ya es pradera tundida de galopes. Pausa. Quemadura de tu espera y temor de tu llegada... Digo mi temblor que estira los cien brazos de la llama. Ya las huellas de tus pies miro en la arena mojada como se mira los nidos en las ramas. Vienes, oh Aníger, para que se beba el agua pastoril entre tus manos mi sed de ascua, o que mis brazos te empinen en el vuelco de las jarras. Tu nombre ha brotado con las corolas del alba, y de tan claro lo adivinan
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Luis FRANCO los pájaros y las ranas. Por ti se llena todo de profecías claras, oh, hiladora de vuelos, bordadora de ramas. Y yo que me sé bajo capa la biografía de rumores de la arboleda cabizbaja y todas las anécdotas de los pájaros y las aguas. (Qué importa que en su sed delire la travesía ensimismada y el monte alce el lomo hirsuto de cardones en guardia.) Sé que la fuga del arroyo comenzó en tu risa rápida, y el vuelo de las palomas en tu suavidad azorada. Y que para subirte al cielo se abajan mis raíces hasta el fondo de tu tierra y tu agua, y que las frutas que vendrán, de la más dulce a la más ácida, las vendimio, rojo, en tus besos, anticipadas. (Zumban el sol y las abejas en mi garganta.) Quince primaveras llegan con tus senos de vanguardia. Llegas, y el río de mi sangre brava como a junco de sus orillas, hace tiritar mi alma, La soñadora gracia de tus curvas
CONSTELACIÓN con demorada prisa se alza. (Tus curvas y tu voz esconden una profunda guitarra.) Mi sed, cada vez más calcinada, quiere tu sudor, tu sangre y pregusta ya tus lágrimas. Sabes que el amor va a entrar en tu inocencia azorada para alumbrar esa fuente que ciega entre dientes canta. Y que cada dos minutos te amarro mejor las alas. Qué otra tierra que tu cuerpo de vivo mapa, ni otro cielo que el de ángeles en arrullo de tu mirada. Y tu corazón de piña, tus suspiros de albahaca, tu madreselva de mimos. Tu cintura derrotada roída sobre la hierba con ruido y furor de llama. Y el beso de dos sangres y el gemido ebrio de tu alma. Para olvidar lo que dejo (tu inocencia asesinada) bebo a tragos tu rubor, el vino más escarlata. Guardo el rumor, en mis venas, de tu enagua enamorada. Guardo el azul, oh inspirada, de tus ojeras y tus venas para teñir mis sueños... Basta. (Para hacerme una aureola guardo todas tus miradas.)
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Luis FRANCO LA MOZA DE MAZAPAN —¡Quién se comiera una moza que fuera de mazapán! —Yo me comí una —¿Puede un sueño ser manjar? —Como era tan chiquitita no me acuerdo más. —Oooh! —Ah ah ah... Se lavaba, qué carita!, con agua y agua de azahar; tres horas entre gorjeos ante el espejo, nomás, peinándose con el peine de las sirenas del mar, ella que en un caracol supo esconderse, quizá. Para su sueño, camita de sábanas de arrayán, (ay, sueños donde no había ni una aguja ni un hilván... sólo un clavel de herejía en el libro de rezar.) Ya por un tris se ponía con un ojito a llorar. ¿Quién no me aborrece a mí? De tres, cuatro me hacen mal. Me he de morir.., ya me muero ¡ay, ay, ay, ay, ay! Usted me mata, me mata. ¡Suerte que al infierno irá! (Lloraba sólo las lágrimas que calzan en un dedal.) Mas por otro tris reía y se ponía a triscar, mi viborita de azogue. O estaba bailando ya entre dos dedos la punta puntita del delantal. Ojos de almizcle y merengue
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CONSTELACIÓN bajo el limonar, piecitos de almendras, posturitas de panal ¡Baila en el suelo, en el aire y en la uña de mi pulgar! (Mis cristianos se soñaban ya con ella en el altar, no soñando ni entre sueños que era un amor musulmán.) Antes que la lleve el zorro yo me la comí: ñag, ñag... (Como era tan chiquitita no me acuerdo más.)
MORENA Angel de la Guarda, dame compañía. Si me dejas tan solito, ¡de ella quién me libraría! La luna se está poniendo amoratada de frío. Yo me voy ahogando, ahogando, y en tus ojos hay un río. Tus trenzas y tus secretos los desató el de que hablo. (Y yo al pan le digo pan y al diablo le digo diablo.) ¿Tapas tus pechos con rosas y tu vientre con espigas? Llena de espinas mi sangre ¡Tu sangre llena de hormigas! Uno te cantó, sediento: "Esa risita de usted
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Luis FRANCO como un agüita salobre sólo traiciona la sed". La torcaza se ha emboscado en el corazón de enero, pulsando con pasión india su caja de cuero. Salen el agua y la víbora, salen a verte pasar. Las dos inocentes quieren aprender a caminar. Llevas un collar de guindas, y de tu cuerpo, morena, he visto salir la luna, luna chica y luna llena. Cuando te bañas, morena, vuelves tibia y tibia ci agua, y a sus espumas les dejas el gorjeo de tu enagua. Si te pones a bailar ¡aleluya para rato! Hasta los viejos más reumas quieren atarte el zapato. ¡Ay, que no vengan los celos, así sean sólo antojos...! Ya me duelen los cabellos y se me enrorichan los ojos. Ya ves, me quedo sin aire y sin cruz ni luz, ¿no es cierto? ¿No ves que aun estoy en pie y ya muerto? Ya el corazón se me ahoga de cuitas y cuentas malas. Angel guardián, angelito, tiéndeme una de tus alas.
CONSTELACIÓN Lo que tenía que ser... Ya caminan a mi lado tres gendarmes amarillos y el comisario morado. ¿No siente aullar los perros? Entre desconsuelo y menta la acequia se va llorando. Amiguito, sienta, sienta Angel de la Guarda, dame compañía. Si me dejas solo ¡quién me salvaría.'
CANCION DE MUCHOS QUERERES Si mi compasión la llama, el alba, dura de fría, vendrá a meterse en mi cama. Porque yo mando en sus sueños, sueños de sauce llorón, está el flamenco soñando sobre su pata de non. Si le hago señas al viento, aflautando bien las úes, sentirán viento en el anca las nubes y los ñandúes. (El alma sus penas llora con seco llanto de espuelas.) Mi corazón, si yo quiero, bajará al fondo del río sólo a jugar con los peces, con la luna y con el frío.
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Luis FRANCO Si lo quiere mi canción la acompañarán las cañas, y van a bailar como osos esas montañas hurañas. (El alma sus penas llora con seco llanto de espuelas.)
El sol no encendido aún, si yo lo quiero, se va a poner a humear en mi pecho madruguero. Diez jilgueros volarán de mi sombrero para cantar en tus hombros, si yo lo quiero. Y si no quiero morirme es sólo por eso, oh, oh Porque ni diablos ni ángeles te han de querer como yo! Vidita, mas si lo quieres, también lo quiero: puedo dejar de quererte para morirme ligero. (Su clavel ardido trajo el amor y su puñal frío.)
EL ZAPATEO DEL DIABLO Ya por la rendija, doña Lagartija. Ya por el cerrojo don Diablito cojo.
Yo ya me cansé, señores, de sentarme en silla coja
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CONSTELACIÓN y montar yegua preñada... Probaré la cuerda floja. No me diga usted, patrón, que no traigo algo de nuevo: parió una mula soltera y una monja puso un huevo. Y este polvito a los pobres contra la suerte nativa: aguardar siempre a los ricos como el gato panza arriba. Yo nunca anduve en la guerra, pero vi sin asustarme más de un ratón despensero y más de un zorro gendarme. Ciencia que me hallé a escondidas de los curas y el gobierno a donde aun no acaba el mundo y ya comienza el infierno. Ayer me encontré una vieja de coronita de azahares jineteando con espuelas un chivo de siete andares. Ah, pleito que hubieron de puro cariño la cabra barbona y el chivo larnpin'io.
Del consejo de la noche están nuestras almas llenas, y la siesta y su murmullo se han colado en nuestras venas. Ahijuna, vidira, ahijuna, cuesta abajo y cuesta arriba. —r-
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Luis FRANCO Para secarse en altares mejor desangrarse viva. Digo de un cuerpito blando, más blando que las almohadas; digo de un corazoncito más duro que las heladas. Y de un corpiño que esconde lo que entre guiños proclama: una paloma de nieve y otra paloma de llama. La ovejita, be, el gatito, mi, el ternero, mu, y ella si, no, sí.
El agua trabaja y rompe mil sortijas y pulseras; el agua trabaja espejos y los rompe en sus caderas. Ya corre el agua dormida, agachadita ¿no ves? Las mil patitas del agua, patitas de cienropiés. Tiene la estrella del alba la noche de tu mirar y la playa de tu cuerpo una estrella de la mar. Que la primavera asoma y que el invierno se quiebra y el alma quiere cambiar... de piel como la culebra!
CONSTELACIÓN PAN CONFLUENCIA CON EL PARANA Tendida voluntad de marcha que desfonda las vallas y las dudas, invictamente joven entre tus viejas márgenes, parejo al pensamiento germinal de los dioses, guerreramente alegre, trágicamente alegre como una arteria rota, ¡oh Paraná, cómo te siento crecer dentro de mí! Aquí está el primer y último de los hijos del hombre, acaso el más hirsuto, alguien tan largamente desbocado tal vez como tú mismo. (Quizá jamás cruzó tus aguas proa más ambiciosa que su pecho, ni vela más purpúrea y henchida que su sangre, ni mástil que vibrara como su alma.) Paraná, redención prometida al purgatorio de los páramos, colmado cumplimiento de los sueños de todas las sedes de la tierra: apeado cielo. Río color de pajonal con pumas, de nubarrón con trueno, o blanco como el vientre de tus peces difuntos; cargado de ponientes y de arcillas bermejas, rebasado de noche y de constelaciones, acarreando, acarreando materiales en bruto para las vidrieras del cielo. ¡Oh procesión de espejos vivos y desnudeces vivas! Santidad de las grandes aguas, acostado diluvio. Paraná, estás dentro de mi pasión y tanto que atraviesas mi alma sombría y asombrada como la Vía Láctea atraviesa la noche.
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Luis FRANCO Escapas de ti mismo, sediento de la sal de eternidad del mar, llevándote de paso todas las secreciones internas del gran bosque y fragmentos del Trópico y sus sudados hijos, que quieren ver de cerca la Cruz del Sur, la fresca Cruz del Sur. Entre tus ondas fugan a nado mis deseos. Te trasiego mi alma, padre barroso y nebuloso, para que sorba tu frescura y el misterio inicial de tus raíces y comulgue en secreto con la esencia del limo y la sabiduría primordial de tus peces. Ella quiere viajar dentro de tu viaje, alzarse con tus ondas al destino celeste del mar y de la nube. Las ondas de mi propio ser van creciendo y fluyendo y avanzando monstruosamente, hacia océanos vivos y más allá aún, hacia playas de estrellas y de océanos muertos y más allá aún. He aquí que yo también llevo tu signo. Místicamente ebrio de mí, en ocasiones, o de las nupcias puras y vehementes de las cosas en mí, rebaso ciegamente mi comprimido cauce. ¿No encuentro toda mi alegría en la más peligrosa intensidad? ¿No tengo el cuerpo de los hombres blancos venidos de tan lejos, y el corazón de nuestros hombres rojos? 1-le aquí que levanto, para acampar, mis propias islas, mas sin poder quedarme mucho en ellas, sin poder escapar a mi destino nómade. Como tú, mi alma, a veces, lívida de terror, intenta huir de sus propias riberas ciegamente nocturnas.
CONSTELACIÓN ¿Y no nos parecemos alguna vez a un largo
y espantoso alarido? Ahora entro en tus aguas como tú en el mar. ¡Oh Paraná!, dentro de ti estoy, todo el hombre desnudo en el río desnudo. Más: el dios-río y el dios-pez a un tiempo. Desde el hondón de tu frescura madre me río ya de todos los infiernos del Trópico, mientras tu edénica fragancia me trasciende la médula y los sueños. Ya asoma al caracol de mis orejas tu sumergida música insondable. Mi arrojadizo corazón de hombre a tu sereno ritmo quiere ajustar el suyo. No olvido que mis breves días están contados y que tus largos días también, también lo están; pero, de todos modos, no podemos morir. ¡Aquí, ahora, tú y yo, inmortalmente vivos! Te echas en mí como yo me echo en ti, y tu gran caudal pálido y el mío, púrpura, confluyen, y ambos son afluentes (y todos: mares, savias, lavas, árboles, bestias, constelaciones, pensamientos, son meros afluentes) del proto-río circular, de la disolución y el recomienzo. ¡Y aquí, ahora, tú y yo, inmortalmente alegres! Canto ahora la sacra sed que tienen las cosas unas de otras. Las arenas y selvas padecen sed de ríos, los ríos tienen sed de mar, del mar que con las ávidas esponjas de sus nubes sacia su sed de cielo. Sacras sedes que el río de la comunión íntegra embebe siempre sin saciarlas. Y entre todas, terrible sed del hombre.
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Luis FRANCO También soy un abismo, oh Paraná!, y mi profundidad amarga quiere beberse tu dulzura hasta la última gota» Ahora tú puedes penetrar en mí ( 1 desembocar sin miedo en mi sangre oceánica!) para que tu ímpetu sin tregua a sí mismo una vez logre sentirse, y tu corazón pálido, más que raíz o larva, aprenda los latidos de púrpura del mío. Y para que tu instinto oscuro se asome a ese portillo sobre el ciclo del ser abierto por el hombre a través de sí mismo.
INSONDABLE DESNUDEZ Con la punta de mi corazón y de mis dedos toco el misterio que mi solitaria inteligencia no puede. Enigma jocundo de lo que vive, quiere no morir en lo que vivirá mañana. El hombre y la mujer sumergiéndose en la sacra frescura de lo Reciencreado, en la sombría inocencia de los Orígenes. Entonces nacen de veras el hombre y la mujer y el edén recomienza. El emboscado sexo de la hembra humana está bajo el signo religioso de la noche que trabaja para el alba. Sólo la adoración puede vislumbrar en parte algunos de los secretos que constelan su piel. Desnudez, zodíaco de enigmas, creatriz blancura de alba y de raíces. Desnudez que esplende ahora con los encendidos sueños de quienes la adivinaron mirándola vestida. Aroma de su intimidad que hace cerrar los párpados y entra en la médula como la médula en el hueso. Senos, más diáfanos de ternura que dos niños en la cuna.
CONSTELACIÓN Cintura, vórtice dormido. Primaveras y veranos pululan en sus flancos y los huecos de sus manos y sus brazos. Ya su cabellera baja sobre cosas del abismo. La luna hendida de sus muslos esconde, que no alumbra, su nocturno secreto, y su voz se apaga ronca y perdidamente dulce entre la longitud de la sangre y la latitud del alma. Sed del agua de cielo de sus ojos mis ojos de incendiario. Sed de sangre mis calcinados huesos. Dos sedes más beodas que el delirio, saciándose la una de la otra. Sólo llego a quererla con espinas y pétalos y con la suavidad constrictora de la anaconda y con la erizada sed del cardón. Sólo llego a quererla con la enredadera de la lluvia, y los golpes del relámpago, y los puñales de sal insaciable del mar, tambaleante de viento y ciego de abismo. Ese más allá que hay en ella, eso quiero. Ya los últimos diques y temblores ceden. La desnudez se derrama, lenta, furiosa, invadiéndonos. Mientras sus pezones se encienden y apagan (los ciegos pezones que alumbró mi boca) yo vuelvo armado de abejas y de mi respiro que inicia los veranos. Besaré su vientre puro como las espigas y su lucero trigueño. Su cabello y su vello serán adorados juntos. Caricias a sangre y hueso, trémolo de vértebras. Besos caníbales. Sorberé su olor de borrega recién despellejada, de dulce isla sobre amargas singladuras. Ebrio de mis propias venas sorberé las suyas, ácidamente, en el trago más rojo bajo el sol, y su saliva de abismal sirena, y su sudor de amor más convulso que el llanto. Y le pondré un collar de uñas y dientes míos.
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Luis FRANCO Un torbellino cárdeno entra en un túnel negro. Corre aun mi beso, río de metales y geranios, y un río de estremecimientos en delta entre sus piernas. Veo indios galopando con el ímpetu por brújula, y una lívida espada de azogue. De la cintura a las lágrimas el doloroso gozo, y dentro de mi ahogado grito el de su alma ronca: Siento toda la piel cubrírseme de vello y que de pronto un golpe me quiebra las rodillas, mientras lleno su boca de imprecaciones y sollozos y ella solloza sobre sus pudores mientras lame y lame mi corazón con su inenarrable lengua de perra de los cielos.
HUMANIDAD DE LAS ESTRELLAS Con su pequeño sol y sus pequeñas sombras el día es un mero detalle de la Noche; ella abierta de par en par a la totalidad sin nombre. Hay otro movimiento que el de las faunas y las floras o el todavía angosto de la tierra: el de la Noche sin fin como el ser en persona. Hay su silencio religioso traducido impíamente por el silencio de los templos. Su frescura más honda y anterior a la del alba. Su melancolía cómplice del ser y su misterio para quien lo llamado vida y lo llamado muerte son nada más que el ritmo del inmortal Aliento. La Noche con su carga de pasión y de enigma, con su escape vertiginoso vestido de sosiego, y su sensualidad de tan alta deviniendo espíritu y 5U remota blancura bajando en ángel sobre nuestros sueños. Con su latido y su respiro nacen las estrellas para crecer
CONSTELACIÓN y menguar y morir devoradas por sus propias compañeras de ayer, o resucitar al tercer billón de siglos, tal vez. (La tiniebla cósmica es más fértil que todos los limos de la tierra y el edén.) Con voluntad de armonía y hermosura, en apasionada danza, van por sus senderos de álgebra y de música escondiendo con trémulo purpúreo pudor su secreto de estrellas detrás de cortinas de luz. (El terror de la luz es más insondable que el de las tinieblas.) Silencio constelado de la Noche hecho adrede para la develadora inmersión del alma en sí misma. Iluminación de la Noche, hecha menos para la vista distraída o el pensamiento vigilante, que dirigida al alma, porque aunque no lo sepamos lo sideral desemboca en la ribera humana. Oh cielo, casi domesticado por la contemplación de galaxias de hombres desde sus opacos caminos con temerosa y asombrada curiosidad insomne. Qué importa que derrotando nuestra fantasía más frenética una estrella vecina esté a varios años de luz viajera? Ahí está el alma, contagiada por las estrellas, tendiendo a su mayor dilatación. ¿No alzaron hasta su altura el dintel de la conciencia? Fomentaron sin hito la receptividad del hombre y al par su vanagloria de libélula dándole su compañía, su populosa compañía de estrellas.
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Luis FRANCO Ahí están con la voluptuosidad y santidad de sus desnudeces supremas: todas, desde la Vía Láctea, madre de la blancura primera, hasta el rojo y salvaje Aldebarán cuya mirada al fin nos llega a través de una ciega pesadilla de distancias y tinieblas. Crearon ellas la poesía de los dioses y el hombre. Poesía austera que apacigua nuestro tumulto, no por ensueño o somnolencia, sino por ensanchamiento sobre cualquier límite. ¿Qué sería del hombre sin vosotras, estrellas? ¡Pero qué confusión en la Noche sin los ojos estrelleros del hombre!
JURA DE LA AURORA Tú que naces en sangre como el hombre, mas no llorando sino riendo. Hora nupcial de lo terrestre y lo celeste, albricia que empurpura nuestra alma y la del pájaro, aurora, proa de la luz! Pues para que la sangre te reconozca naces, y por ti penetremos en las venas de la tierra y el sol, y nuestro corazón galope todas las distancias del júbilo, ¡oh abridora de distancias! ¿Contra la somnolencia y el cansancio no traes tu juventud más túrgida que todos los deseos, y tu frescura que enardece? He aquí que los hombres se tapan con ciudades para no verte ni sentirte
CONSTELACIÓN y que los pájaros municipales —alumnos de mecánica— ignoran tu silencio. El constructor de dogmas y museos teme tu brevedad, escándalo sin límites. Sólo mitos y ritos heredados con su brillo de ropa gastada y cepillada, y el miedo, tisis sin fiebre ni tos, y tantas lágrimas baldías, y cuántas, cuántas dichas nonatas o abortadas. ¿Quién transparenta en su cristal el ruboroso edén de la cereza o el beso, o el blanco del candor o de la risa? ¿Quién vive todavía con los dioses vivientes? Yo entre todos y contigo, aurora. Hondo jinete por las sendas nocturnas del amor o la meditación, las dejo por venir a lavar con tu vista de tinieblas antiguas o recientes mis ojos, con tu ascenso en el pecho, por ti vuelto celeste como el de un río o un dios. ¿No eres pura voluntad de avance y la vida salto y esgrima? Busco quizá la embriaguez del riesgo. Busco la danza gímnica que pide la embriaguez de la fuerza que va a nacer y nace. ¡Pesadilla de luz que despierta a los gallos! Intento el aún no oído canto del hombre nuevo y por eso he venido a bañarme en tu fuente. De pellejos hirsutos se vistió, o de joyas o hierros o cilicios o de espejos o de ángeles, huyendo de su propia desnudez. Y escalofríos hospedó en su médula frente a los gallos que empollan el alba, frente a las amapolas que arden sin ceniza.
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Luis FRANCO Incubador de escombros y recuerdos y fugas, vuelco hacia el pasado, en éxtasis. Aún lo vemos hoy crispando con angustia sus manos engarfiadas a sus monedas y sus dioses y celebrando un Nacimiento ¡transformado, ay, en siglos y siglos de agonía! El hombre lleva en sus adentros, sin saberlo, el esbozo de su futura efigie ya más viva que su alma en modorra de invierno. Como la luz precisa la ayuda de la sombra para irisar la palidez del día, con lo más bajo y turbio redimido por lo alto se hace el color del hombre. ¿Para qué las preguntas sin respuesta como la carta del suicida? Los estratificados recuerdos de la especie ¿no vienen difiriendo la invasión del futuro? Aún espera su canto la mañana del hombre. Para no anquilosarse el aire necesita el juego de las alas. Bifronte como el sexo es lo creado. El del mundo y el alma son un solo misterio. El sudario y el hueso tienen color de alba. El espejismo del desierto anuncia los futuros oasis. Cargado de presagios está el hombre como el alba de pájaros. Ya las calandrias derrotaron la ciencia anochecida de los buhos. (¿No fuimos engendrados en un rayo de gozo?) Y todo eso debe estar en el canto del hombre en su mañana. Practicamos las sendas que inventaron los muertos, los pensamientos que en su día sirvieron a los muertos,
CONSTELACIÓN sin advertir que eso a lo sumo puede ser sólo ayuda para leudar lo nuestro. ¿Un tiempo ya sin olas, un tiempo de agua muerta? Oh, que la eternidad no nuble nuestros días. El joven ímpetu del hombre crea la juventud del mundo. No queremos salvarnos de la tierra y la carne. Queremos desposar con el cielo a la tierra, bautizar cada día en nuestra sangre el alma, y hacer de la certeza de nuestra propia muerte, el aupa matinal contra la persuación de los sepulcros. Y esperamos confiados que nuestra muerte mínima no nos dejará afuera de la vida del Todo. Y todo eso debe estar, de juro, en el canto del hombre en su maflana. El crescendo del diálogo del hombre consigo mismo y con el mundo. La dimensión humana forjada con las manos. Y el hombre demorado por el hombre. Y su acoso de bestia, residuo ya evitable. Y el pensamiento que desciende a lo hondo con su lumbre blindada contra los gases fúnebres. Y la resurrección de lo que inserta al hombre en el latir del hombre y el del cosmos. ¿El tiempo del gorila o el tiempo de la máquina? ¡La pura edad del hombre redimido de cielos y de infiernos! (Que lo mejor del hombre carece aún de forma y el grandor de la búsqueda ya agranda al buscador.)
CANCION DE LOS CAIMANES Angulo abierto, el de las fauces, mide el mundo y su más allá; por el sacro ángulo medimos, medimos todo lo demás.
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Luis FRANCO
Se escalofría el mismo río en nuestros lomos, al pasar. El bosque, el bosque fue creado para los hijos del caimán.
Paraíso negro de sombra vestido de piel de jaguar; cocoteros alicaídos de sol, macacos y humedad, árboles lanzados al vuelo en el remonte más caudal (que no tengan nieve en su cima el viajero extrañará) y desgajándose en las colas de los guacamayos, verás. Oh, bosque, el mapa de los pájaros. ¿quién puede en el aire trazar? La hidrografía de los trinos ¿quién en el aire trazará? A nuestro tibio estanque afluye la fresca canción manantial. Ciego de sol se aduerme el río abanicando sin parar con las aletas de los peces la ardida calma tropical; como caballo desbocado, suda y vahea el bosque ya; tibio y humeante como sangre el turbio cielo del fangal El bosque, el bosque fucí creado para los hijos del caimán,
Nuestros sueños aun husmean fangos y soles de otra edad, que los formidables orígenes a nuestra cola adscriptos van. Venera el bosque a la redonda el lento ensueño del caimán. Desborda el bosque de su cauce, la savia explaya su caudal.
CONSTELACIÓN Como cuello de boa en cólera el bosque hinchándose va de fiebres, ponzoñas y aromas Y controla la oscuridad con sus pupilas verticales ¡ojos en pie! la yarará. Aquí la muerte es un fervor, la misma muerte, ya sabrás. Más vehemente que las cópulas la muerte muerte tropical. Mejor que en lecho o sepultura, en nuestro abdomen dormirá la bestia de ojos de mochuelo y suficiencia vertical: ¡fruto mondado, manjar real! El bosque, el bosque fué creado para los hijos del caimán
Entramos en la fresca noche, en la olorosa noche, ya, como abejorros en el seno de una gran flor, bumba-bumbán. Para bailar entre cuchillos desciende la luna juglar; en nuestros dorsos de panoplia, descalza y leve, bailará, mientras nosotros, ondeando las sacras colas a compás, en nuestro arrullo publiquemos la honda ternura del junglar: Duerma en su cunita de olas y juncal, almohada almohadilla de brisa y azahar, duerma el rorro de ancha sonrisa sin par, ojitos de estrella que alumbra el junglar,
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Luis FRANCO escamitas escamitas de ananás... ¡El bosque, el bosque fwé creado para los hijos del caimán!
JERARQUIA DE LOS CONDORES ¡Espira, espiras del remonte peñas arriba y cielo adentro! Por un buen rato nuestras alas dejan sin sol a todo el cerro. Para peinar bien nuestras alas nos arrojamos contra el viento: negra avalancha cerro abajo, negra avalancha contra el cielo. (Alta inocencia sostenida a llama y hielo, montaña, umbral de piedra de lo que se alza sobre el tiempo.) De roca viva y sólo roca nuestro lecho. En torno nieves y volcanes abriendo, sí, su anfibio sueño. Ni árbol, ni pájaro, ni hierba, ni insecto en el alzado paraíso ascético cuya puerta el silencio guarda con su lanza de hielo en una doble soledad de quietud y estremecimientos. La gran calvicie de las cumbres ganó nuestro testuz, por cierto.
CONSTELACIÓN Un poco, un poco de su nieve quedó también en nuestro cuello. Tiemblan las más hoscas distancias de este purpúreo ojo nuestro. De nuestra zarpa al igual tiemblan nucas de montes y de ciervos. Criaron árboles las cimas cuando era aún muy niño el tiempo: selva de piedra hoy en el pasmo de las alturas y el silencio. Hoy una cordillera de agua está fraguándose y creciendo; ya esconde a la otra y ya esconde las más zarcas cumbres del cielo. Y cien truenos de piedra asienten cuando allá arriba ordena el trueno y la tiniebla y el espanto se unen su matrimonio ebrio. ¿Y el que ensangrienta ojos y lunas, el viento rojo de los médanos? ¿Y el viento blanco del olvido amortajando almas y cerros? (¿Y ese escalofrío en las vértebras del mundo, aun en sueños, la lava con su alpinismo interno?) En el brocal del precipicio la res mareada está gimiendo. Con nuestras alas va la noche, con nuestras alas llega el viento. El alma en vuelco el triste baja, y baja en pos, con nuestro vuelo, olor de rayo, olor de muerte! Abismo, adobas nuestro almuerzo.
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LUIS FRANCO Alta inocencia de las cumbres. ¿No somos aire en pluma y hueso? Somos espíritu no más, con un destino de ala y cielo. De nuestras veredas miramos, ciegos ya a abismos y senderos, el mar, el mar bebiendo ríos; bebe dulzura el mar sediento. Sed de agua dulce tiene el mar, y sed de sal tienen los ciervos, y están los cóndores que tienen sed de carroíía y sed de cielos. De nuestras veredas miramos los allá abajo, todo aquello que se arrastra... ¡Ay, para nosotros se arrastra todo lo que vemos! Galope de piedra entre abismos, firmamento de piedra, luego, edades apiladas, porque el granito es tiempo: oh Cordillera, madre nuestra y del desvelo nuestro, en quien la piedra se hace ala alzada al mayor vuelo; que el retumbar de tus entrañas escuchas en el gran silencio, mientras la eternidad te lame como a su sal el ciervo.
ESTRELLA DE CINCO PUNTAS Con mi estatura plácida de árbol, con mi golpeado corazón de río. Hago bajar la red de mis sentidos hasta las más sumergidas presencias.
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Mi deseo se acuesta a soñar en el trivio de la ola, la hierba y la estrella. Remozo mis dientes en la carne edénica de las frutas. Con la ebriedad innata de la llama en mi sangre y mis besos paladeo el corazón del trópico en la frescura de los ananás; mi corazón y las abejas liban en tu voz. Paladeo en el viento la sal remota del mar. Bebo horizontes y climas trago a trago. Por encima de todo me enloqueces la lengua ¡oh gula de poesía y profecía! Mi olfato fojea sin erratas, con demorada prisa, la universal madreselva de aromas de lo que florece y se pudre para florecer de nuevo. Del ferino olor de las flores comedoras de carne al hirsuto y enjuto olor del rayo al de resurrección y oasis del desierto llovido. Mi sueño abre sobre las estrellas ventanas de glicinas, resucita el olor de la noche y el mar en tus cabellos. Mi tacto se adelgaza y multiplica sin término. Está en la aérea lengua del picaflor que sorbe la virginidad de las corolas y en los palpos de la araña que acaricia a su amante antes de poseerlo y devorarlo, y en la intensidad de la abeja que perfora el doble misterio del veneno y la miel. Acaricia mimoso con los dedos del musgo las más secretas suavidades del agua; tantea la larga forma del alarido, ci quebrado ímpetu de la risa o el sollozo; se amodorra en tus rodillas puras como palomas. Mi oído pirata escucha la tormenta detrás del horizonte. Y la flauta de cristal del arroyo que se triza y rehace. Y el alfombrado paso de la pantera y la oruga, y el zumbo de los husos de la araña hilandera, y el calor de oro que va a estallar en las cigarras. Escucho con los oídos de la tumba que oyen crecer las uñas y los cabellos de los muertos. Oigo el galope cóncavo de mi caballo entre el toronjil y el mar, y el amoroso ritmo que arrulla los mundos.
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Oigo las tempestades de la sangre del mundo, más convulsas y roncas que las tuyas, océano. Veo Ja estrujada púrpura de lagares y besos, y el candor del alba bucólica fluyendo en arroyos de leche, y la espiga, esa ya humana estrella de la harina, y los soñadores azules de la añoranza y la distancia, y tus ojeras del color de los sueños del mar, y las nubes y las cunas que imitan el ritmo de tus caderas. Y los árboles volando hacia el futuro en las semillas que llevan los pájaros. Veo a la primavera desordenando hielos y sábanas, y la aciaga fealdad del buitre redimida por el vuelo y el cielo, y la ceniza de la tórtola resguardando su corazón de ascua. Veo con el ojo horizontal de los reptiles, con el ojo vertical del águila en acecho desde su remonte invisible, con los ojos millonarios de miniaturas de los insectos. Veo con el ojo del río que trueca en afluente suyo cuanto mira, con el ojo del pez que soporta sin pestañear millas de agua en vilo. Veo con los ojos purpúreos del vino, con la ceguera vidente del árbol, con los ojos de la luz que hacen brotar una aurora donde se posan. Veo el alma submarina bajo el llanto.
LA DANZA DEL YAGUARETE En el corazón del bosque baila ya el yaguareté: el sol y la noche a un tiempo pintaron su piel; las orquídeas más mimosas están en su piel también. Los cocos suenan ya secos: castañuelas para él. En honor del amor, danza de primor y salvajez: en torno a la muy hermosa y su corazón novel,
CONSTELACIÓN este arte de hechicería vestido de rosicler. ¡Cómo baila, cómo baila el yaguareté!
Se modelaran corolas en el rastro de su pie; dos arroyos que lo miran sueñan ondular corno él; tras de su cola las lianas quieren irse, al parecer. Gasta ese sinuoso estilo que una vez robó al mar y a la centella... ¿Quién dirá que no está bien? ¡Cómo baila, cómo baila el yaguareté!
De las estrellas y luciérnagas de la noche en lobreguez dos están en sus pupilas, como bien se puede ver. Tentacular como el verano hay algo en él, tentacular como el destino, tal vez. (Desde sus aéreos edenes los monos miran sin querer y en giros de acrobacia y nervios bailan también: y hasta el pantano le entreabre su ojo de buzo al yacaré). ¡Cómo baila, cómo baila el yaguareté!
Tanto baila que ya entra a ser lo que nunca fué: o culebra o colibrí o mariposa más bien: tanto, que echarnos de menos nuestra red
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Luis FRANCO De pronto que abre las fauces y usted que recula y ve toda la entraña del bosque publicarse a su través: ¡horror y tiniebla y muerte de una vez!
CANIBALES El bosque atranca todas sus puertas por dentro y sueña los insondables días en que el fangal tenía el pulso y la fiebre de la sangre, en que los árboles soñaban en tapar con sus crines el cielo y el mar, e ilimitados animales que almorzaban una pradera o un rebaño apenas precisaban una dedada de cerebro. Y lo de más antes, de más antes, cuando los imposibles esperaban sólo una leve ayuda para dejar su cárcel, cuando el pez quiso nadar sobre la tierra y se hizo reptil y el reptil quiso ondular sobre el aire y se hizo pájaro. Y la alegría devoratriz y crcatriz de la tierra! Ahora el bosque apenas distingue entre las otras a la criatura sin escamas ni zarpas, ni plumas ni piel verdadera, la única desnuda y la única que embosca su sexo, ¡la llevadora de la sangre más tentada a verterse! La cabeza ardiente del Trópico se desvela trazando monstruosas fantasías. El Trópico, dios negro tatuado de todos los colores, capaz de encerrar todo el paraíso en una baya y filtrar la muerte co el perfume más ingenuo. El animal más débil está perdido en el bosque vertiginoso. Un día se apeó del árbol y apoyado en un gajo de árbol se irguió sobre sus pies hasta enfrentar el cielo, venciendo la agachada y nublada tristeza del gorila. (Mas ¿cómo va a columbrar un nuevo horizonte
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en ci filo del reciente cuchillo de piedra? ¿Cómo adivinar que el fuego con que araña sus noches está ya iniciando su propia aurora?) El que se apoyó en una rama para alzarse afuera y se apoya ya en su pensamiento para alzarse adentro, va plasmándose sin tregua con su verbo y sus manos, con su llanto y su risa, pero su alarido es el más trémulo que conmueve el bosque, y su suerte es aún sombría y roja como el bostezo del tigre. El calor enronquece la garganta de los ríos y los pájaros El borde del pantano es más alto que el del precipicio. Arriba los monos beben el delirio en copas de coco y espantan con gritos casi humanos a la luna desnuda. Las hormigas, tamafias como fresas, son más acérrimas que el incendio. Los escalofríos tatúan la médula. El hombre sólo sabe batirse en retirada ante la invicta estrategia del bosque y ante su intimidad velluda de helechos y arañas. De noche, la luna, descolgándose por las lianas, baja a conspirar por los rincones prohibidos. La luz es espesa como la miel y se convierte en avispas. El zumbar de los insectos anticipa el de las fiebres que inoculan. Los Amazonas del veneno desembocan en el colmillo, en la espina y Ja corola. Hay el estremecimiento sobrenatural que la Naturaleza desnuda suscita. El alma, azorada, huye a esconderse en la espesura como la alimaña herida. Sólo queda la sangre. La bestia vertical quiere dejar de ser herbívora. Ni siquiera le bastan los huevos del caimán: sueña con presas rojas. ¿El verde fresquísimo de la tierra no es para la fogosa sed de los hijos de la sangre? Pero el perseguidor es perseguido y débil, el más débil, el más desnudo y débil, y de sudor más ácido, el más débil, pero que se deja embriagar por el bosque hasta perder la cabeza y devorar su futura en la carne del prójimo cazado
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Luis FRANCO EL LLORA-SANGRE ESTA LLORANDO
El llora-sangre está llorando. Desde el comienzo del mundo está llorando. En el corazón del monte está llorando el llora-sangre, y su dolor destrenzando de las raíces del cerro el bosque, el río, —llorando. Como el sollozo en la garganta el dolor de todo el bosque se va en su llanto estrechando. Despertada por la sangre, tinta el alma, escuchando. Mil llantos de miles de años y qué herencias del olvido volviendo de contrabando. ¡Y algo que acaso intenta un giro hacia lo horrendo y lo nefando! Tierra de árboles y gritos, cielo de nubes y lloros por su llanto van cruzando. Un ecuador de pasiones en su pasión dictan su bando. Con un dardo indio en la pata ya el jaguar gime, y qué blando: gime el duro casi hablando... ¿Mas quién lo oirá si el llora-sangre está llorando y llorando? ¿Calla? ¡El silencio de los muertos se va a encovar en nuestro pecho! No, porque él sigue llorando con su llanto que conjuga el nunca y el cuando.
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Bajo ci cilicio de sus púas negra resma llora el árbol y llora espuma el río pando, mientras en rojo, rojo, rojo, el llora-sangre está llorando. Filos y puntas de estrellas y hielos y riscos y espinas lo están picando, tajeando. Está llorando el llora-sangre. ¿Lo ves llorar? ¡Está sangrando! El rojo abierto del ocaso y el rojo oculto de las venas en su llanto coloreando... ¡Ay, corazón vivo del mundo, llorando! EL QUE VENDRA a A. de la Guerdia
El hombre que se asemeja a los hombres de todos los climas y estirpes y rangos, y se adelanta a ellos hasta parecer que su pecho se vuelve azulado o constelado; el que parece trocar todas las viejas heridas en una flor de laurel, vendrá a espantar los buhos para apresurar la llegada del alba y a hacer danzar el mundo y el alma amenazados de petrificarse. Meditará desnudo y cantará desnudo. Lo finito y lo infinito serán de nuevo fundidos y acuñados en su verbo. Levantará los sacramentos inútiles y golpeará con el martillo del geólogo los viejos ídolos. Una aceptación ancha como el amanecer presidirá sus ademanes. Donde vive el que sabe espantar con el meñique los temores milenarios
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como el caballo espanta las moscas con la cola; el que dilata su corazón con lo venidero como el caballo dilata sus narices con el galope, donde vive el hombre más creador de espacio, allí están los Santos Lugares de la tierra y el cielo. La familia y la sacristía quieren ponerle grilletes de franela, la patria quiere jubilarlo sobre un pedestal (ellas las que inventaron la hoja de parra y el gendarme y el apear el alma a las rodillas dobladas). Pero su solo erguimiento inducirá a erguirse a los mejores como el reciennacido esparce la felicidad por la casa. Pasará a trasmano de las Casas Blancas o Rosadas, donde bonzos de manos corvas entretienen con extracto de carne y alma de hombre las fauces del Estado; de las centrales del Sebo, del Caucho, del Petróleo, donde se transforma el sudor de los de abajo en agua de juvencia de la casta; de las cavernas nocturnas de la gran prensa donde nace un río de tinta, de cables y estridores que desborda con las aguas servidas de la mentira. Estará solo, guarecido en el corazón del pueblo. Y noticias verdaderas traerá sólo él, el único capaz de hacer de opacas estatuas de carne mujeres y hombres transparentes. Los concesionarios seculares del hombre le pondrán un collar de dientes y sollozos, lo declararán iluso y poseído del delirio de persecusión, aunque su equilibrio será el de un par de alas en vuelo, y en su pecho, nido de espinas y plumas, se refugie ya la ternura del mundo por nacer. El alba se anticipará en él como en las cimas o los gallos. Denunciará los pechos sepultos bajo las losas de los crucifijos, y el miedo de la ostra al oleaje y del murciélago a la aurora, y el miedo del hombre al devenir (escondido en su seno como el trigo en el surco),
CONSTELACIÓN del inquilino de las cavernas que hoy vive en rascacielos y no viste ya la piel del león sino la piel del prójimo. Paseará sus ocios de entrecasa por la tierra y el cielo aprobando sus excesos magnos, sus miniaturas de idilio, la babosa epilepsia de los volcanes que evita que la tierra explote, la primavera que desata con dedos de seda los inviernos más rígidos, el verano acezando en lenguas de amapolas, la ingenuidad cristalina de los elefantes y los niños, la infancia de la hierba que redime la vejez de las ruinas, la noche apacible entre las apasionadas estrellas y el latido inmortal de nuestra carne efímera. Entreteniendo su hambre de futuro, revistará la inacabable batalla cuesta arriba de las trasformaciones y los avatares. Al hombre emergiendo de los pisos de la tierra, trepando por las gradas de una zoología y una historia monstruosas, sobrenadando en ci flujo y ci reflujo de todas las abominaciones y humillaciones. El alma del testiinoniador estará ebria de los más poderosos anuncios. Pensamientos envueltos en nubes, como dioses, (los grandes pensamientos son los dioses sin plegarias ni incienso) relampaguearán en su penumbra. He aquí que el mapamundi mismo se ha vuelto casero como plaza con niños. Los barcos suben a la cima del océano para deslizarse en tobogán al puerto de destino. Los ribereños del Nilo pueden comer sus dátiles pasados por el polo de las heladeras yanquis. En sus bungalows de cristal el esquimal y el oso blanco gozan del ecuador cautivo en una estufa sueca. Belén y Nueva York son meros barrios del mundo. La sola mirada del veedor pondrá en evidencia que la carne y el espíritu son vasos comunicantes y a nivel.
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Y que los crustáceos devoran los ojos de los náufragos por miedo a que vean la intimidad del fondo del mar. Y que las castas, que aun enlutan la esperanza del hombre como la carroña enluta de cuervos el día, mandan degollar la voz de los visionarios para que no denuncien los secretos del fondo del pueblo. (Ahí el Cristo vivo y cierto con sus manos clavadas en el Trabajo ya sabemos por quiénes.) El veedor alzará en alto entonces los más náufragos sollozos de los miserables, el sol de medianoche de sus fiebres, sus vómitos atajados con los dedos, su hambre capeada con alcohol, con prostitución, con crimen, para lanzarlos a la faz de la filantropía de las castas. Y no echará a los mercaderes del templo porque se hallará ocupado en derribar el templo construído con el oro de los mercaderes, y ya estará preñado de mujeres y de hombres futuros, de ciudades sin campanas, sin prostíbulos, sin diplomáticos, sin dividendos, sin gendarmes.
PLEGARIA A LOS DIOSES DEL NUEVO AMANECER Y sin embargo nosotros también invocamos a nuestros dioses. Abridnos los ojos para ver y tener fe en lo que vemos, (una fe clara y sin temblor de rodillas), y en que todo lo que late acaudala nuestro latido. Libradnos cada día de la herrumbre del remordimiento. Trocad nuestro comienzo de compasión en corroboración relevante. Preservadnos de toda complacencia en la aflicción, y del paraíso artificial del más tahur de los ídolos, la Nada. Entregadnos la generosidad verdadera, que no pide caviar ni alas de ángel sino aumento de espíritu, para confiar en la salud de una humanidad descompuesta, descompuesta desde el principio y guardando el secreto. Dadnos serenidad suficiente para sonreírnos de los fuegos fatuos del infierno
CoNsTEIAcIóN y de esa yerta patria celestial que reniega del calor de la tierra y el latido del hombre, y del tiempo alado cuando se hace grillete en la rutina, y de la que tiene el ano en la cara, la calumnia, y de la erudita miopía que toma nuestra sobriedad por amargura y por sarcasmo nuestra risa más inocente. (Nada saben los viejos dioses del arte aún inédito de dar una frescura de amanecer a la austeridad y un ritmo de danza a la disciplina.) Aumentad nuestro corazón como un río de grandes aguas, para llevar, sin mancharnos, a todos los hombres, para amarlos leal y espléndidamente, a pesar de todo, a pesar de todo, y creer en su sombrío destino constelado y sólo en eso. Guardad del moho nuestra pasión, relámpago de sangre. Preparadnos una buena muerte: cumpliendo un bello acto si es posible, rápida y limpia en cualquier caso.
ALMA Como la tierra, el agua, el aire, el fuego penetran nuestra carne lo unánime penetra nuestro ser. La oruga, la montaña, la hierba, los soles y las bestias lo sienten y lo saben, mas nosotros apenas lo sospechamos, apenas. Y sin embargo sólo precisamos detener un rato nuestra prisa, olvidar las distracciones, demasiado rituales, de los sentidos abiertos hacia afuera, para que una larvada sabiduría comience a abrir las alas. Tenemos el costado abierto a la profundidad del misterio. Y en cualquier instante, inconteniblemente, los cielos pueden bajar sobre nosotros. No precisa demostraciones el Alma. Transparente para que no la veamos
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Luis FRANCO es la que se notifica en el claro temblor con que miramos crecer una aurora o un niño. Por ella el mediodía esconde su sacra blancura en las espigas, y los pájaros guardan todo el día en sus picos un sobrante de aurora, y las diez plagas y otras son meros resortes de equilibrio. Por ella nuestras células guardan reservas de hadas y genios operantes, de que no tenemos noticia, y en nuestro adentro alguien sabe y quiere mejor que nosotros. El más profundo suceso (lel mundo y las estrellas, entre el terror, el asombro y la alegría, es su presencia, ascendente como el alba. Su identidad congracia las más díscolas apariencias. Las estrellas, los sismos, las ondas, las sonrisas, todas las maravillas tremendas o gráciles, son, después de todo, meros accidentes suyos. De espaldas a los almanaques ella es creación sin domingos baldíos. Asciende por los peldaños de las transformaciones. Regresa de su infinito a la ribera de las bellas apariencias. Puede henchir de eternidad un instante. Puede romper el espacio de un golpe de ala. Batallas, instituciones, ciudades, constelaciones, pensamientos se agacharán un día hacia el polvo mientras ella seguirá tan fresca como el primer día. Ella recuerda cosas olvidadas hace mil siglos y mucho más aún, pero es insondablemente joven y por encima de todo sonríe avanzando hacia el futuro. Las teologías, las taumaturgias, las sorbonas resultan estorbos a los ojos clarividentes de su inocencia. Burla burlando, asoma sus rostros más veraces a la ventana falsa del sueño. Espía de los distritos de lo prohibido,
CONSTELACIÓN se comunica con nosotros en lenguaje cifrado y nos allega su primer mensaje: lo Permanente se agazapa en la criatura más transeúnte. Un sentimiento de fraternidad terrestre y celeste en que se funde todo designio de felicidad mortal, nos invade y rebasa: porque el Alma quiere unirse al alma.
SALUDO A LO QUE DEVIENE Salud! Todo está hecho con material de fuga con su adiós y su albricia en cada extremo. El presente es un baile de libélula. Todo está caminando y avanzando y todo está cambiando y ascendiendo, y ella, ella la temida, es forma del movimiento sólo. Más allá de latidos y amapolas y sucos, más allá del espanto y la ceniza, lo que fue recomienza. Ninguna cosa existe fuera del tiempo en marcha. El movimiento, sacra levadura, lo leuda todo. El letargo, las pausas y las lápidas son ilusiones transeúntes. El eterno reposo es la quimera de las almas cansadas. Y las mismas estrellas vivaquean sin detenerse, es claro. La muerte es el más vano de los sueños. Lo que está adentro estuvo afuera O aún lo está. ¡La cantidad, oh dioses, trocándose en espíritu! Ya por los agujeros que el gusano abre en la oscuridad se miran las estrellas.
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Luis FRANCO El pensamiento de más alas propende a entumecerse y a entumecer el paso de pensamientos nuevos. El sentimiento de más pulsos quiere volverse rito. Lo que es remo, cansado, quiere volverse rémora. Confiando en el resguardo de hitos provisorios o fraudulentos, sospechamos apenas Ja insurrección inatajable de lo viniente. Con el sedentarismo de los íconos y alebronado por la primavera, danzatriz de pies de céfiro, el hombre inventó un día la Eternidad helada. ¡Atemorizado de la muerte y enamorado, enamorado de su miedo a la muerte! Y ése es el sacramento de su sabiduría. La arqueología quiere averiguar lo nuevo no lo que fue y ya no es. Lo nuevo llega turbio y agresivo hasta que el miope ojo descubre su claridad y su inocencia. Ni lo efímero existe, ni lo eterno: ¡existe el Devenir! Digo que inventos, credos, mandamientos, estilos, deben caer corno hojas secas para abonar el suelo a primaveras inminentes. ¡Cerebros tiesos como cipreses! ¡Almas yacentes como ciénagas! ¡Póstumos antes de morir! Pero los mismos cielos fluyen y expulsan a los dioses que se quedan inmóviles.
CONSTELACIÓN La apariencia se impregna de esencia y se hace diáfana. La vida angosta hecha de sustancia infinita. Las formas venideras fraguándose a ojos vistas. ¿No zumban las abejas ebrias de miel futura? ¿No puede un beso ser inmortal de belleza? El cargado de augurios y destino, el hombre jornalero de la tierra y la historia, el que avanza creciendo como un río ¿no es el que ya transita por encima de las nubes y el tiempo? El pasado es venerable como la armadura de un héroe difunto, pero a nosotros no nos sirve y nos estorba ya. El hombre corcovado de siglos y despojos ¿no ha de asumir al cabo la contagiosa navidad del alba con su alma siempre encinta de esplendores inéditos que peligró morir bajo la carga de un astro muerto: la fe vuelta de espaldas? (En secreto las brújulas vuélvense hacia el futuro, septentrión verdadero.) Espoleada por el hombre y hastiada ya de su horizonte inmóvil escribirá la Esfinge su secreto en su piso de arenas y de siglos donde hundidos están los horizontes que emergerán mañana.
ERMITAÑOS DEL MAR El mar, primer llegado. El mar, ancestro univesal, dios visible y velado. El mar que está en nosotros como en el mar la sal.
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Luis FRANCO Inmarcesible verde del mar, oh siempreviva. Apresurada patria del parto y el estrago. Aquí la muerte es sólo un trago. Aquí no hay pompas fúnebres porque la muerte es viva. La joven vida lucha con vidente pasión contra la muerte, siempre volviendo a las andadas. (Ciertamente en un mero símbolo el tiburón devorando sus propias entrañas desgarradas.) Musa laureada de algas, canta el ascensional destino de la vida desde el remoto piso de la actinia y el fuco al alto paraíso canoro de los pájaros y al del alma augural e inmemorial. De cuantos son y han sido uno aspiró a trocarse en ubicuo rompeolas. Hablo del que camina verticalmente erguido por sobre el acostado diluvio de las olas. Velera alma del hombre, el mar te dio la mano. Solo lugar del mundo donde el pulmón humano y el alma humana logran respirar, respirar... El alma no es terrígena sino marina, oh dioses. La tribu escrofulosa puede olvidar sus toses y esputos sobre el mar. ¿La estatura de la ola que, a querer, sobrepasa la de hombre o barco? Pero el hombre está en su casa. Que nada hay tan efímero y eterno como la ola sino el alma vibrando su carnal caracola. El vaivén del oleaje es como la balanza del destino. Y cualquier ignoto cabo puede ser Cabo de las Tormentas o de Buena Esperanza. Contra vientos y olas, devanando su enredo, ya no tenemos tripas para hospedar el miedo.
CONSTELACIÓN Hijos del oleaje insomne, oh adopción. La tierra está en reposo o en letargo tal vez. Pero la mar es esto: evasión e invasión. ¡La atortugada tierra nos aconcha los pies! De los mares con numen de fuelle y de caldera hacia los aguerridos mares donde los icebergs arman su flota torpedera. (A quien arrostra el trato de los vientos polares el fuego del infierno puede ser primavera.) ¡Tormenta! La tormenta que toca a somatén la campana del barco. Allá abajo, allá abajo hay una gente atenta a un inminente desembarco Oh, alma submarina del mar, donde el espanto es silencioso como risa de calavera. Aquí se ha refugiado la oscuridad primera. Aquí la vieja Noche vino a olvidar su manto. (Aún se conserva tal cual el infierno más viejo, el del barro inicial.) Las olas con su amarga y lívida escupida, ay, blancas como el vientre de los peces difuntos. Sin que nadie recoja nuestro adiós a la vida, alma mía inmortal, zambulliremos juntos. Viejo coleccionista de naufragios, oh mar, que al cabo del escándalo maravilloso sellas los tus labios de esfinge en silencio ejemplar después que tus esponjas borran todas las huellas... Ya resuello del caos, ardiente y pestilente, traído del gran fondo, y tal, que el mar se aquieta soplando por sus fauces. Ya un lomo con relente a barro de los días primeros del planeta. Con sus velocidades de puro maelstrom y su perfil de islote el cachalote, ob la sola criatura de dignidad oceánica, no menos que el ciclón, la tromba o la vorágine sobre la amarga anchura.
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Luis FRANCO ¿Qué Moisés de la niebla o de los hielos le tocó la cabeza con su vara para que así brotara el chorro de los chorros debajo de los cielos? Y el más vasto ademán de la zoología
¿no está en el de esa cola que es mástil y que es vela, izada saludando la navidad del día, (aunque fustigue mares y cielos a porfía) adorando al gran Todo que tras el sol se vela? Levada el anda, izadas las velas, ¡a la mar! Nadie sabe qué suerte le va a tocar en lote, aunque a ciegas se vea que más de uno ha de hallar su puerto en las abiertas fauces del cachalote. ¡Chorw a la vista! Oh dioses, dad testimonio exacto. El hijo de los bosques, vuelto Nenrod del mar, va a disparar ahora sin temblar ni fallar el venablo del abismal impacto.
Resuenan en nuestra alma, oh mar, todas tus olas, como en tus grutas y tus caracolas ¡Salud, mi capitán! Mi capitán, cabellos blanqueados por la espuma de la borrasca, alma ahumada por la bruma más traicionera aún que el huracán ¡Navegar, navegar hacia el ignoto horror y su estremecimiento, eh, con amuras a estribor y bien ceñido al viento! (El enigma y la sal insondable de un mundo en desnudez, sin sombra de árbol ni humo de hogar, ni sorbo de agua dulce. Oh es asaz más profundo que el salvaje del bosque el salvaje del mar. ¿El alma humana, el alma, la ya celeste perla? La esfinge del gran fondo en su valva abismal guarda el engaste, pero prefiere disolverla como un puñado más de sal.)
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CONSTRUIREMOS LA BABEL DE VERAS a P. Avdivert Demasiado los mapas sudaron sangre y llanto, y demasiado se ha arrastrado el hombre sobre sus aprensiones y sus miedos como el ciempiés sobre sus patas. Demasiado desesperó con la amargura grávida que aguantan los jibosos, con la amarga dulzura de los ciegos. Ya demasiado compartió cI tiempo de pirámides e ídolos. El pasado está haciendo agua por todas partes y se hunde, se hunde, se hunde para henchir los museos submarinos. Una esperanza, amigos, más fuerte que los ángeles se amasa con el polvo de todas las derrotas, y con el limo aún color de caos, y con el agua roja de los Génesis, y el soplo de los númenes celestes de la tierra. En la sangre del hombre están todas las zonas, icebergs del polo, ondas del trópico. Paralelos y meridianos la órbita del hombre abarca. Ha rato que las patrias no pueden contenerlo. De qué le sirve que sus manos se hayan vuelto pudientes como dioses, si el animal profético, aquel que redimió su desnudez con la piel de las fieras y su noche asesina con el fuego, ay, sigue aún comiendo fábulas y tinieblas. (Ya dentro de él los que lo precedieron se mueven empujándolo.) Aquél a quien su propio dolor y sus rechazos, el mezclado color del infierno y la noche,
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Luis FRANCO han prestado su ayuda pese a todo (como evitan la sal y las tormentas la corrupción del mar) desuncirá su cráneo y sus manos para alzar la Babel sin confusión de lenguas. Pero tendrá que separarse de sus sueños tramposos como el avaro moribundo le dice adiós a sus monedas. Y lo que ató la violencia miope lo desatará la violencia capitaneada por la luz, para abolir al fin esa Calle de Todas las Vergüenzas que sigue separando de sus cínifes a los que hacen el mundo con sus manos. El sudor agonioso de los buzos, hace las perlas y no el mar. ¿Que el hombre ha descendido a través del infierno y de los muertos? Ascenderá de nuevo. Viene ascendiendo el hombre-cariátide de abajo, halando, alzando a todos a un horizonte inédito. El corazón nublado de noches y cavernas hará pupilas de sus propias lágrimas. Los ojos abridores de horizontes del hombre alumbrarán al fin en su secreto cieno el manantial de la amistad humana. Y un aire sin campanas pneumáticas ni pías libertará los pechos como el surco concluye por abrir las semillas más herméticas. Antes de izar al cabo su alba verdadera (teñida en pura sangre de corazones de hombres y luz de frentes de hombres) dejado habrá sus ropas manchadas de dolores y sudores infames, ¡mudado habrá su vieja piel de serpiente el hombre!
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Será la navidad de la alegría, entonces (llenarán las palomas el tejado del mundo) una alegría niña y desnuda en su cuna. Habrá ya devorado sus demonios y dioses, para sacramentar sus propias fuerzas, el constructor de la Babel de veras.
EL SUEÑO DE LOS CELOS Te había raptado un día, un día, yo, hijo del mar. Allá lejos el lecho nupcial de las espumas, y yo te ceñía con todos los brazos del mar, mientras te arrastraba a la isla que nadie conoce, guardada en el corazón del mar: allí donde al sentirme mortalmente herido solía refugiarme al azar, donde los corales se habían inventado con mi sangre y el riesgo era la sal que vuelve incorruptible la dicha, oh mar. Llena de rumores atlánticos la salobre sangre de nuestro bienestar y malestar, el ser lleno de inmemoriales secretos submarinos, oh mar, y el corazón sin velas ni anda retornado a la sombría inocencia del comenzar. Tú, más frescamente desnuda que el alba submarina, y todo el sol de la tierra en mi corazón impar. Pasaban alto sobre nuestras cabezas las estrellas, las estrellas del mar, mas siempre al alcance de tus manos cada vez que querías jugar. Perlas que hubieran acegado los buzos sobraban para tu collar y tu ajuar. El sigilo de las algas custodiaba el edén de tu sueño, y el nácar sonoro de los tritones tu despertar. Con qué aire te veía declinar las medusas :. ...
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Luis FRANCO que ansiaban enredarse en tus cabellos sin par, sacudiendo tu cabeza tan orgullosa como la mía, mi damita del mar, mi damita del mar» Mi salvaje ternura ya había echado a pique todos los caminos de regresar, y allí el mar tenía tanta amargura a veces que ya no había necesidad de llorar. Las olas venían a golpear mi alerta sin descansar. La envergadura de su latir había entrado en mi pecho. ¡Podía amarte con todos los latidos del mar! Entonces, tu voz, oh sirena, pudo cantar para mí solo (Mis celos custodiaban sin tregua todas las entradas del mar.)
DESENCUENTRO CON ARLT No te vi nunca. Sólo escuché de lejos la latidora maravilla de tu saludo. Y adiviné tu ingreso en el coro de amigos cada vez más claro (más escaso o numeroso, no importa) en cuya voz me apoyo para los ascensos o descensos más arriesgados. No te vi nunca. Y cuando viajé hacia ti tú acababas de ser llamado a integrarte a las inmortales y videntes fuerzas que desposan cada día el cielo a la tierra. No te vi nunca. No te vi caminar a mi lado, acompasando con tus pasos mis latidos; no escuché, con mi corazón saliéndose de la vaina, tu voz profunda de varonía y simpatía, ni pude espiar pasionalmente, a través de tus ojos, tu espíritu, Adán desnudo, en su paraíso salvaje. Yo no pude alcanzarte un pedazo de esa alegría mía que ayuda a la primavera a desatar los ríos.
CONSTELAC1N No quise mirarte muerto. ¿Cómo podía verte Tan roja e intensa como el sol es mi devoción de lo que vive por debajo de las disoluciones, los mausoleos, los dogmas. Y lo muerto o moribundo —hombre o pájaro o idea— no son mi patria, no son mi patria.
INSURRECCION DEL POEMA Te ofrezco el vino verdadero, el Poema: oh ronco vino lleno de ruiseñores íntimos, oh ciego con pupilas que ven a media noche, lleno de sol y de metales, lleno de garras y de alas, en un demorado relámpago, con un corazón de oro vivo en un silencio vivo, hirviendo, hirviendo de abejas moradas: vino, Poema, antípoda de todos los inviernos. Lo que lo asedia ya lo obliga al brinco, lo que lo iguala, es claro, lo empuja al más allá. Y su respiración incendia espacio y tiempo. Sé que las mulas quieren ramonear el laurel, el muy duro y agudo, ¡el que se condecora, ay, con su propia sangre! Trabajo el Poema (se trabaja él, conmigo de instrumento), ¡en qué jornada pura de ocho horas de vagancia! con el arte de cielo y barro de la lluvia. Por instantes su ronca premura es la del rayo. El Poema saluda primero a la que trajo de las olas sus curvas y sonrisas, y en sus venas y ojeras las distancias del mar.
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Luis FRANCO Conozco el mecanismo del trino y del arroyo, mas quiero adivinar la relación que existe entre la enredadera y mis amores, entre el gimnoto y yo y mi pensamiento. Quiero la inocencia vidente del aceite y la sal. La luz teje guirnaldas ¿no veis? para los árboles, y los árboles tejen guirnaldas para el aire. Y esta manzana que cayó a mis pies sabe quizá tanta álgebra como aquella de Newton. (¿Por qué no ha de colaborar el hombre, cualquier día, más tarde, en las hundidas técnicas del cosmos?) El maíz brinca y brinca hecho flor entre brasas. Con un poco de lodo el hornero edifica en un barrio del cielo. Qué idilio de rebuznos, transparente y ardiente, le ofrece el garañón a su pollina. El Poema es la rosa que sonríe en redondo, íntegramente ardida de rubores. (Mas sus labios son de ola que se abreva de abismos). Lleva la lucha y el dolor de talismán contra el bostezo, más también la sonrisa de la felicidad que se aisla, melodiosa, de los sordos placeres. El arpegio de las transmutaciones yendo del fango, al cocodrilo, al hombre, al bólido, la euritmia de la sangre y las mareas, (la sangre con sus saltos de tigre y sus corolas), y el crescendo de lavas y de savias, y la canción del gallo purpúrea antes del alba, y el zumbido de abejas y ciudades, y el amor, dios efímero, creando eternidades: todo eso entra en el Poema. Y la constelación de latido más claro, digo del pensamiento creciente en las edades.
CONSTELACIÓN ¿Que el alma humana es pánica? ¡La total melodía revibra en nuestra médula, y estamos sin saberlo cargados de infinito! La tristeza del hombre quiere eclipsar la tierra como la noche agrava la ronquera del mar. ¡Nuestro valle de lágrimas! ¿Y el arpa innumerable de los pájaros sonando sobre el valle del rocío? (Oh, del almo torrente de hermosura del mundo roban un sorbo apenas nuestras cóncavas manos.) El Poema adorando la desnudez de diosas de las hermosas superficies, o cavando, cavando superficies opacas para alumbrar el Ser. El Poema alarga a todos el latir de su amistad sagrada. La sangre corre en él con más rojura y más calor que en las arterias. Maestro del idioma, maestro de la nueva sintaxis de lo vivo, da sus palabras como rojos besos, como golpes de mar. Su corazón preñado de batallas batiéndose ante todo con el demonio negro que duerme en los tinteros. Descendiendo a los sótanos. de las mansiones de los árbitros de lo honorable y lo selecto para no hallar allí más que olor de difuntos tapado con incienso. (Más fuerte que la sangre es el espíritu —el mismo que intervino en el Poema— más que la sangre del amor del hombre: pero si quiere alzar las alas debe abrevarse en ella.) La muerte no es mármol: es un profundo y tembloroso vuelo.
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Luis FRANCO ¿Existe, acaso? ¡Existe nuestro miedo a la muerte! Y aunque el mundo del alba, no es más que un monumento a la inocencia y al alma, y tan desaforadamente hermoso que transparenta como un cielo la opacidad de hueso y carne y el torbellino lóbrego del sexo y sube aun sin enredarse desde los intestinos a la frente, ¡ya la sangre unifica el mapamundi! Rosa infinita, ay, sangre de los hombres del mundo y su alma como un cielo constelado . . La diplomacia aún está mediando con esa suavidad con que nadan los muertos, mientras los tiburones aplauden a colazos la inauguración de la guerra y de los hundimientos. (Es un mundo en que todo se mueve afuera, afuera, en contrapunto de velocidades, y que por corazón tiene un pantano.) Y los dueños de las iglesias los dividendos y las cárceles siguen y siguen fabricando almas y rostros de leprosería. Aunque los ojos del Poema parecen estar áridos, Su dolor corre como los ríos de setiembre. ¿Qué? El suyo es el gemido guerrero de los yunques. Y las mujeres y los hombres son su oxígeno, pese a su aun irrenunciado destino de cariátides. El Poema ya ofrece su sangre a los geranios que van palideciendo: su colaboración de fuego ofrece a todas las demoras y las dudas. ¿El alma horizontal de las bestias, y el hombre
CONSTELACIÓN alzando gradualmente la suya sobre ella? El Poema trabaja para el Adán futuro. Ya la esperanza bostezó por siglos. Que de una vez amarre las alas del arcángel a los hombros corvados sobre el trabajo esclavo o la plegaria. ¿No se ha de apear un día el reino de los cielos? Quiere el Poema que el sufrido se alce tan vertical como los mediodías.
LOS MERCADERES DE LA SANGRE En un mundo creado por los mercaderes y regido por ellos, la órbita de las ideas de los filósofos y los moralistas cabía siempre en la órbita del vientre de los mercaderes. Los sermones de los curas confeccionábanse sobre medida para ellos. Los obreros, los inventores, las prostitutas, los eruditos sudaban para ellos. La política, los barcos, las rotativas, los cables, la filantropía, se movían por ellos y para ellos, y para ellos el viento labraba las olas y el sol labraba la tierra. Pero los mercaderes habían llenado de armas ci mundo, porque las armas habían devenido la mejor mercancía. He aquí que las máquinas de guerra precisaban bautizarse en la guerra. Y sus amos precisaban defender a muerte sus alcancías, sus dividendos futuros, su moral bifronte, su lote de jubilación celestial. Y así el casi arrumbado genio de los caníbales, el que dió a las demiúrgicas manos del hombre un destino más lúgubre que el de la fiebre de los pantanos, se puso, más experto que nunca, a las órdenes de los mercaderes. El vino a arreglar las cosas cuando el entredicho entre los compadres de la víspera no tuvo armisticio ni en la lengua bífida de los diplomáticos.
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Entonces toda la erudición humana se enroló dócilmente para el servicio auxiliar de la guerra. Las inmemoriales ciencias del fuego y del fierro perfeccionadas con tan infinito amor que el cielo con su rayo y el infierno con sus altos hornos quedaron en ridículo junto a ellas. Y la geografía y la oceanografía, y la reciente colonización de los altiplanos vírgenes del aire, y los aportes últimos de la psicología colectiva. Hasta que todo el hombre fué trocado en súbdito de las dictatoriales máquinas de guerra. ¿El tecleo de máquina de calcular de las ametralladoras, enumerando una a una, sin falla posible, todas las unidades de la masacre? ¿Los submarinos cosechando más naufragios que todas las tormentas pasadas del mar? El mismo cielo, alquilado por la muerte, se abatió, ronco de aviones, sobre el valle de las lágrimas. Y he aquí que ni el genio de la dinamita, ni el de la gelinita, ni el de la hiperita, no resultaron ya suficientes. Entonces se descendió a meter cuña entre los átomos, a desatar las fuerzas cariátides del cosmos, para lanzarlas en presencia de todos los cielos contra la desnuda, desnuda vida humana. Con sólo los ojos saltados por el espanto puede empedrarse las carreteras de Europa. Las máquinas ultramodernas han ido a ofrecer alianza al pasado de las cavernas y los bosques cuaternarios. Las bombas matan aún el polvo vivo. Las bombas bucean el seno de la tierra para apedrear con féretros la cara de los cielos. Las ruedas de los cañones pasan día y noche por el corazón de las madres hundiéndose hasta el eje. El monarca hacedor de monarcas, sacudiendo sus telarañas y su incienso, descendió encarnado en gendarme infinito para prevenir hasta los sueños insurgentes y arrojar bombas de profundidad
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contra lo que subirá mañana desde los bajos fondos. Con manos escurridizas y heladas como el cuerpo de la sierpe el gran burgués final adoba corazones eunucos. Despluma en su nido todo sueño de cambio y de futuro. Los poetas y los obreros devienen polizontes. Los filántropos devienen accionistas de las fábricas de armas. Oh reyes gasterópodos del algodón, del caucho, del acero: vuestra paz, siembra a millones huevos de langosta y de caimán. Conocemos bien el tufo del sudor concentrado y sellado que guardáis en vuestras cajas de fierro. Sabemos a qué huelen vuestras esposas maceradas en agua de sacristía e incienso. Sabemos de vuestros hijos educados para cuervos en colegios de tórtolas, y de vuestros ideales ventripotentes con alas de ángel. Conocemos vuestras patrias de aureola con sus niños pobres que nadie redime del hambre (¡niños con hambre! ¡niños con hambre! ¡niños con hambre!) y sus muchachas redimidas del hambre por la prostitución. Pero ya las montañas y los ríos se niegan al oficio celestinesco de fronteras que los aviones han pulverizado y aventado a los cuatro vientos. Los hombres pueden escupir las frentes de las patrias manchadas de pensamientos inconfesables, pueden escupir sus manos sucias de negocios y de sangre sin culpa. La nuestra, la sola, comienza aquende y allende de todas las aduanas. El polo sur intercambia ballenas y sílabas con su colega. La estela de un solo buque puede hilvanar de blanco el pliegue de los cinco océanos. Las hélices de lo alto recitan de memoria el mapamundi. La India iza sus broadcasrings en ]as trompas de sus elefantes. El león de Sudáfrica y ci salto del Iguazú braman en las antenas de París, mientras el clamor de las huelgas de Tokio y San Francisco resuena en todos los pechos sudados: en los patriotas de la futura patria sola.
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¿Sobre el diluvio de sangre no tenderán al fin los proletarios puños en alto el arco-iris del hombre? Ya los sueños de los desnudos comienzan a pesar más que las reservas de los bancos. Las lágrimas comienzan a rezongar como el océano. La roja profecía de los gallos anuncia la gran alba retardada. Alguien pondrá por fin el grito que falta en la boca aun no cerrada de las tumbas de los que murieron de muerte homérica para nada, de los matados por muerte infinitamente fullera. El día en que el mundo se sacudirá como perro mojado, el de casero Juicio Final, se aproxima. Una esperanza más populosa que la Vía Láctea atraviesa la noche de los hombres ¡No queremos morir, no queremor morir únicamente a causa de ella! Ellos verán el comienzo del fin sin resignarse. Ya los oiremos lanzar al vuelo sus campanas, pero su Dios ensordeció hace rato y no podrá oírlos. Surgirá al fin el alba secuestrada en las mazmorras. Del vientre zodiacal de la Casta ya habrá sido librado el gran nonato, el Hombre.
AHORA LA AMISTAD Innumerable es la panoplia que contra la soledad esgrime el hombre. Con filatelias y teologías intenta defenderse, con fonógrafos, con incunables, con museos, con diarios, con mazos de naipe y sus cuarenta ladrones de tiempo vivo, con campeonatos de velocidad y conmemoraciones, con Mil y una noches y morfina y ajedrez, con pipas, con payasos,
CONSTELACIÓN con viajes alrededor del mundo y cócteles: con todo eso intenta tapar tu bostezo inabarcable oh soledad. Como la primavera que prepara en secreto la ofensiva inatajable de los perfumes, como el sol que apaga las lámparas, el misterio de la ternura transparenta el corazón del mundo, el de la amistad inaugura el corazón del hombre. El soldado helado en su garita no murió de frío sino de soledad. Vuelan las hojas mustias cuando el viento marino de los amigos llega. Vuelan la cortesía, la erudición, los lugares comunes. Como la lluvia y el sol crían la semilla bajo tierra, las voces y las miradas amigas crían mi corazón. ¿Quién cree sobrepasar mi voz? ¿Quién se sienta en un peldaño inferior al mía? Rechaza aureolas y marcas la intangible dignidad de los iguales. ¿Cómo no ha de avergonzarse mi cobardía si mis amigos creen en mi denuedo? ¿Cómo no ha alzárseme un casi corazón de dios si por mí se aman entre ellos mis amigos? Testigos sin soborno posible, sus miradas redimen mi oscuridad. Qué remedio me queda: buscaré ser tan claro como ellos me ven. Vence la mitad de mi soledad ini amada. Mis amigos vencen la otra. Amo en los amigos la prez que yo no tengo, que así me añaden y así me complementan. Prefiero a los amigos peligrosos para un mundo aun cercado por los gendarmes (la purpúrea fraternidad en el peligro es única). Y sobre todo amo a los amigos venideros que no me tocarán con sus miradas, pero me sentirán llegar hasta sus días con la albricia de futuro que yo alumbré en los míos.
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ETAPA PRIMERA (1954)
EL MISTERIO DE CRISTAL El misterio con tapa de cristal, la pura libertad en desaliño y un renaciente gozo manantial. El genio humano, puro, está en el niño. Creación, más que la otra, matinal. Todo el turbión vital bajo su armiño. Un futuro dios, cierto, está en el niño. Como ignora la muerte es inmortal.
INVITACION INGENUA Vamos al campo, hijo, pues allí sin quererlo ensayará el alma entre dientes su canción de arroyuelo. Yo fui niño en el campo. Y cada día aun veo la aurora tal como un remanso surcado de flamencos, y que la vida es más hermosa que cualquier sueño. (Sólo que aún estoy oyendo ese relincho de mi yegua llamando sin resuello tres días y tres noches a su potrillo muerto.)
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Luis FRANCO Pero no imites, por favor, al pájaro liberto que retorna a su jaula contento. Tú no vayas al campo veraniego a oír telefonías, y menos a desecar flores vivientes en un libro de rezos. Allí una persona pura, el silencio, tal vez más grande que la música y el pensamiento (hios suyos queridos). Y los helechos con su olor a greda ubérrima del Gran Comienzo. Y las lluvias que se embalsaman con el olor edénico de la tierra a que dan riego, pues sólo mejorando a otros mejoramos lo nuestro. Ah, la vida con su beso más ebrio: con pasión, digo, sin miedo, y ci alma predicando a todos por su apóstol, el cuerpo. Lejos de rieles y ritmos sin hálito, lejos del aire embotellado de bancos, dogmas y textos, de árboles entregados al peluquero,
CONSTELACIÓN de caballos descomisados de su crin y su sexo, de pájaros castrados de su vuelo, y todavía, más lejos, de esas almas en serie que troquelan los monederos: y de lo que ya no está vivo sin estar aún muerto. Creó el hombre las andaderas, las estufas, y ci otro cielo, y las corolas de papel, y las cajas de fierro, para huir de la primavera y sus vivientes sacramentos. ¡Hasta cuándo el presente sólo hecho de recuerdos y el saber del Jordán o el Nilo con su voz y su tos de invierno! ¿Mejor que en su planta la flor sepulta viva en el florero, y muy mejor en la pecera el pez que en el océano? ¿Más ciencia viva que en el colibrí en los musco? ¡Qué, todo lo encerrado tiene olor de murciélago! Oh aire libre, de par en par misterio abierto, numen de todas las siringas y los gorjeos: por ti, sólo por ti el niño-Dios de lo poético balbuce en nuestra vida no tan sólo en libros o sueños. Por ti un simple escarabajo
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Luis FRANCO humilla a la joya y su precio sólo porque en él está el cosmos con su latido y su aliento. Hija del alba, agua viva, tanto como la sangre, al menos, líquido firmamento para la sed bilingüe de alma y cuerpo. Y el pájaro que bebe su estrella de sereno antes de que su canto nos inaugure el cielo: canto que fluye de las fuentes mismas de la vida trayendo al hombre el frescor que evapora la fiebre de los falsos sueños, canto de la luz viva y la embriaguez del vuelo: ¡la libertad con alas, compañero! Oh gozo sacro del misterio. ¿Por qué el bosque no ataja la rama prófuga del ciervo? ¿Por qué el rugido de la fiera lleva el sollozo adentro? ¿Por qué, mientras duermo, los grillos y los azahares están despiertos, o vibra como los planetas alguna vez mi verso? En la balanza que está oscilando entre el suelo y el cielo, el sol y la abeja tienen el mismo peso. Y una sonrisa pura vale más que Pirámides y templos.
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Dentro del Todo, en el tiempo y el espacio, nada es pequeño. Desde el fondo del mar y los milenios arrancan la forma y el canto de ese jilguero, y edades y selvas enteras perecieron antes de lograrse el contorno y el color de esta flor de ceibo. Olvidamos que todo lo que tiene aliento es afluente y es sumando del vivir nuestro, y lo de afuera se halla adentro: la Naturaleza es Espíritu y él está también en el nuestro, o lo que viene a ser lo mismo; que todo lo terreno con sólo ingresar en el alma es ya cosa del cielo. EL HERMANO IDO A María Angélica O campo
El haber visto el arcoiris en niño fué bastante para irisar su visión de la vida en adelante. Amó el campo y la hora en que mejor despierta el alma, la hora de más sabiduría que el día y la noche: la aurora. Y amó a los pájaros, porque en su canto y su vuelo alzan la alegría de la tierra y el hombre hasta el cielo. No hubo árbol de mejor vertical que la suya, tal vez. No lo vi agachado u oblicuo una sola vez.
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Luis FRANCO Su franqueza se abría siempre con todas sus ganas como la primavera abre rosas y ventanas. Pudiente como pocas fué su perspicacia jamás desasistida de la equidad y la gracia. (La cuenta que yo llevaba con él era clara: daba lo mío por bueno siempre que él lo aprobara.) Pudiente su fe en que el hombre es el proyectil de sí mismo lanzándose hacia adelante por sobre todo espejismo. Pudiente su voluntad en empuje y ahínco como el león en la paz del acecho o el envión del brinco. Mas ¿qué era eso junto a su pasión de servicio humano que estaba siempre tirándolo de la mano? El fuego de la tierra pare montañas: el del corazón las más subidas hazañas. Porque no parecía fácil hallarle par a esa bondad que lo henchía como las palomas al palomar. Más que todo poder o ciencia vale una gota de amor como una gota de rocío da más luz que el diamante Ko.i-nor. Amó una vez para siempre, pues en los ojos de la sola mujer amada hay más estrellas que en la noche o puede haber. Tú y yo lo sabemos, Queca. Bajo tu resignada calma crean un cielo de nostalgia los ojos de tu alma.
NUMEN Amor es toda la sabiduría. ( Prueba, sin él, hallar luz o calor! Y si inventó dolor, dolor, dolor, fué por purificar nuestra alegría. Amor es numen de la poesía. Rima suprema: el beso creador.
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En el sí entre dos almas, el amor con sombra y luz da aurora a nuestro día. Si por su exceso de alas, clandestino, amor camina siempre mal en tierra, lo eterno y lo fugaz su pulso encierra. Vives sueños de amor. Con el divino peso de todo tu corazón pesa sobre mi hombro izquierdo tu cabeza. BAÑO DE JUVENCIA a
Aurora y Juan
Desnudo Adán, recobro mi inocencia. Hombre soy, y un poco árbol, pez y viento y agua y sol vivos: almo complemento. Toda fuente salvaje es de juvencia. ¿Ciencia paradisíaca? ¿Conciencia vegetal y animal? Funcionamiento concorde de alma y vísceras. Contento de integrar la viviente omnipresencia. ¡He crecido por dentro y en qué anchura! Oigo una música total. Criatura de misterio y prodigio soy, y siento que mi unanimidad de cuerpo y alma, en competencia con esta agua en calma, crea en profundidad su firmamento. EL ALBA a
Mary Walter y Jorge Galíndez
Que la luz niña aniña toda cosa. Niebla y pecho se vuelven de cristal. Mi anhelo liba en la infinita rosa. Se alza hasta ella la sangre, vertical.
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Luis FRANCO ¿No te limpia de fiebres y desbroza de todo paraíso artificial, hombre, ajeno al fervor universal, de música que se alza hasta la diosa? Le sobra azul ya al cielo y tiñe el monte. También se azula el alma y su horizonte. Tumulto celestial del averío, el del mundo otra vez vuelto inocente. Alba: me unges de luz y de rocío, y el alma pierde arrugas en tu fuente. EL PAJA RO a Leonor de Bossoletti y Rita de Bojiii De su peso redímese a sí mismo el mundo contemplando un vuelo - el vuelo, la libertad que se convierte en cielo y me alza por encima de mí mismo. Cielo canoro, el canto. Y en su celo, ¡ciclos de gozo! Es cauce ci alto abismo para el caudal sin fin de su lirismo. Y el alma hoy no precisa otro consuelo. La armonía nos ciñe como un beso. Y un corazón doblado bajo el peso de su felicidad que se hace cruz no tiene gracia más sagrada y suave que el junquillo doblado bajo el ave posada allí para loar la luz. LA ROSA Su ambición es la edénica ambición: prolongar todo el día la alborada. O, mejor, dicho, está en la encrucijada de la alborada y nuestro corazón.
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CONSTELACIÓN Como dos ojos en una mirada junta en sí la frescura y la pasión, porque su derramado corazón riñe su desnudez inmaculada. ¡Rubor inverecundo de la rosa! ¡Serenidad que sangra y se alboroza! Tal como el rayo, el rorro o el manantial, abismal y perfecta en su inocencia. Qué desafío al arte más cabal: su forma es el elogio de su esencia.
EL HIJO No me quiero jactar, pero ¡ay de mí! ya es casi un puro amanecer lo mío, pues que toda la aurora se halla en tí como en la rosa ebria de rocío y amaneciendo vienes hasta mí: la ternura de fuente acrece en río. Fanático de alba y de belleza, yo pulso en lo transeúnte lo inmortal, y a Dios en tierra y hombre, no en la misa. ¿Nimbo hay de virgen o de santo igual a los bucles que orlan tu cabeza? ¿Qué arpa de serafín más que tu risa?
LA SERPIENTE DANZA a A. Martínez Howard Todo el furor que aguanta la hermosura, todas las curvas vueltas torbellino y vorágine ciega la cintura.
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Luis FRANCO El sexo una vez más crea el estio, mientras en nuestras vértebras escande el misterio su sacro escalofrío. ¿Que el ritmo de la danza es inquietante como el del sismo mismo? Aun lo es más la quietud de los ojos de diamante. De ti misma te alza a ignota cima el genio helicoidal de los ciclones. Cada postura crea un nuevo clima... Ya es ola a ola, una evasión marina en nácar y torsión de caracola. (Espamo horizontal, se lo adivina.) Se taparan los ojos Job o Pablo, y las orejas, mientras tú escuchas sonriendo las súplicas del diablo. ¿Feminidad total hecha pavura? En música de crótalo, oh bilingüe, dice tu edén la diabla mordedura. Solloza el alma disfrazando el grito, entrampada en tus círculos, a tientas, de ida y vuelta del cero al infinito.
ETAPA SEGUNDA (1955)
ESTOY LLORANDO AQUI a D. Urruchúa
Estoy llorando aquí tal como un ojo herido que vierte sangre y lágrimas a un tiempo: ay llanto mío. Llorando por los náufragos de tierra hinchados ya como un naufragio líquido y a quienes otro mar, de sal de llanto, les sorbió con un simple gorgorito el alma, el alma, el alma abarcadora de infinitos. Estoy llorando aquí con un llanto robado a los abismos por el niño que moja su orfandad ya con llanto de cárcel y patíbulo; por el hombre que nunca tuvo lágrimas para los otros ni para sí mismo, y por el llanto que no encontró ojos que ante la luz lo alzaran redimido. Lloro por esa equivalencia humana, oh amigos, de la lombriz llamada solitaria: ¡el hombre enamorado de sí mismo! (Quiere pararse, helada, mi lengua atravesada de veranos y ríos.) Estoy llorando por el hombre curvado aún de ocasos y de sueños baldíos, aun incapaz de pregustar lo eterno en sus sorbos de efímero,
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Luis FRANCO que imaginó su carne como un luto de su alma urdido con tiniebla y tramado con frío, y que aquí abajo aun sigue llorándose en destierro de un edén cultivado con insomnio y delirios, mientras vuelve la espalda al otro que inauguran el rocío y el trino. Estoy llorando, ahogando un grito tan lejano de hondura que tal vez ya no es mío, llorando, por el puñal de sacra traición, el crucifijo, por el yugo vestido de espada de la patria y el fervor de la tumba vestido de arzobispo. Estoy llorando con la sal de l.-, sangre, el sudor y el llanto mixtos (quiero infligir al mundo mi propio escalofrío) por el hombre apeado a grey para que acepte el ósculo amoroso del vampiro; por nuestra sor ramera que esconde como un crimen su ternura y pudor despavoridos para que allí los huellen todos como a umbral de granito. Estoy llorando (nada debe quedar en el olvido) con toda la memoria y el espanto y los latidos, como caballo que ante el incendio en la noche profiere su relincho; llorando estoy por toda la mujer que vive aún del saldo de arrodillados siglos perpetrando con lágrimas ardidas su propia consunción como los cirios: lloro por todo el hombre que aun se halla a sus anchas. en la tiniebla arcaica de inquilino, él, que puede inventarse cada vez con más numen a sí mismo, él, padre de los dioses, que lleva su futuro como envainada espada al cinto.
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CEGUERA DE LUZ Beatrice mi si mostró DANTE
Después de haberte presentido tanto te encontré, me encontraste. Eso fué todo. Ignoro aún de qué increíble modo el silencio o el gemir se me hizo canto. Si es cierto que la dicha y el quebranto sobre la tierra van codo con codo, yo he visto albear el lirio desde el lodo y mi amor halló música en el llanto. Por ti sé que lo nuestro, ay, es misterio, y que las nifierías del amor son, quizá, del vivir lo único serio, y que algo hay, más que gozo y que dolor. Se apagan en tu luz todas las luces y, ciego de tu luz, tú me conduces. SUEÑO Y ESFINGE La mar, madre del mundo, llegando hasta la arena con su canción de cuna para adormir la pena. Ganado por el tuyo olvidé mi dolor. Y vi —como antes nunca— bajo la luna clara coincidir los rasgos de tu alma y tu cara. ¡Casi gozo de verte sufrir por nuestro amor!
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Luis FRANCO La música lloraba por nosotros, ¿recuerdas? El violín enredaba a las mías sus cuerdas. Pensé: como ola o alba renace siempre en mí, la amo por sí y por todo lo que mi amor le debe. Y he aquí que ni¡ alma ahora ni a respirar se atreve suspensa y en eclipse, ay, entre el no y el sí. El viento echó tu pelo sobre mi rostro ardido en desgaire que el alma adoró hasta el gemido. Mas tus viajeros ojos tan a menudo ausentes estaban ¿dónde? Acaso ya en mañanas vinientes. Hubo un vuelco de dados en eso en lo más mío. Y el gran presentimiento trajo su escalofrío. Como un sollozo de ángel se oía y no se oía... Tu clara ingenuidad, que nada esconde o finge, esculpió en ti y la noche la actitud de la esfinge. Y supe para siempre que el alma olvidaría la divina costumbre de saber que eras mía.
NOCTURNO DE LEJANIA Dúo de arroyo y pájaro innúmeros de música. El sol remando en ondas de verdor y frescor. Y la sed de corolas del colmenar ardiente. Y yo tu amor. ¿Tu amor? Mi dolor y mi amor. Tan hondo corno el pío del pájaro en el sueño, insurge este amor mío que inventamos los dos, aún ebrio de ti como un ala de cielo... (Mi corazón, un lázaro vuelto aprendiz de dios.) Por ti la vocación de hondura y hermosura se me hizo como nunca oficio arduo y cabal. Se alzó, en mirada y ala acrecido, mi verso. Todo el fervor humano afluyó a mi caudal.
CONSTELACIÓN La lira que vibraba secreta en tus caderas. La primavera entera traducida en mujer. El rocío en tu rosa para amenguar su llama. Tu alma: un puro crescendo como el amanecer. Y tu profunda noche constelada de besos. Tu inenarrable beso de estío y ananás borrando las fronteras del alma y de la carne y que ambas se disputan para siempre jamás. Los dioses verdaderos con nosotros estaban. Los dioses sin sobornos ni terrores, oh cielos: la Verdad y el Amor, en su desnudo edén, y la Belleza, diáfana en sus sagrados velos. Desataron su nudo de seda rus secretos. ¿Fue corona de mirto o corona de espinas? ¿Fue tu pena o tu dicha, con pudor de tu voz, quien, muda, habló en idioma de lágrimas divinas? Yo el candor de que nace nuestro día en tus manos y tus pies, doblegado de hermosura, besé. Y vi mi amor, dios niño, durmiendo en tus rodillas. ¿O fui un ciego soñando en la luz? No lo sé. Ay, diálogo sin pausa de lo ido y el presagio. Lo que no será nunca, aunque empezó una vez (fuera de mí y dentro de mí crece la noche!), o lo que fue y más hondo retornará después.
EL DIOS Como desnuda rama bajo el dios beso reflorece el cuerpo para que el alma acerque su remota fragancia. Toda la sangre, toda, convocó el dios purpúreo (el que inventó la forma y la sed de tus labios) y el ebrio rojo del lagar del mundo.
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Luis FRANCO Te besará bebiéndote como desnuda rosa, pétalo a pétalo hasta el fin con todos los estíos que vibran en la boca. (El dios ha cavado esa cisterna en el desierto para que dos sedientos beban el cielo juntos aunque la arena en ascuas los cale hasta los huesos.) El dios ya se arrodilla ante tus pies ligeros para besar el ritmo del amor y la danza. Besa después tus venas como el mar sorbe el cielo. Ya no besa tus labios sino los besos tuyos. No ya tus ojos sino tus miradas y sueños y tus horóscopos futuros. Tu cabello y tu llanto volcados, ebrio, besa contemplando tu rostro en la fuente del llanto, ya intangible de pureza. El beso, el beso, el beso ilumina la sombra, aunque nadie lo vea, mientras un alma liba en la otra.
LE T A NI A Amasadas con luna y azahares ¿en qué nupcial noche sagrada? Manos que inician la belleza como una nueva infancia. Manos de albricias de la gracia que donde llegan a posarse son ya un comienzo de alba. Manos capaces ¿por qué no? de las más diáfanas hazañas: de zurcir lirios rotos, • de remendar alas, • de remansar en su cuenco las más convulsas lágrimas,
n.. CONSTELACIÓN o de abrevar la ronca sed que en los arrullos brama. Manos venidas en un descenso de alas para el escalofrío más hermoso: el cuerpo alzándose hasta el alma.
CARNE INFINITA Nuestra conciencia náufraga sobrenadando apenas. Ya no es carne la nuestra porque es carne de amores. No sangre, hierro líquido, corriendo entre las venas: pero ya no corre entre venas sino entre flores. Beso tu sangre y tu alma en cada beso nuevo. Bebo perdidamente, en embriagado rito, las jocundas vendimias de lo que vive. Bebo entre tus breves labios mi gota de infinito.
ACORDE Dice su alma un pájaro y el edén perdido cuelga de su pico. Corona el hornero la albañilería celeste del nido. El prodigio es fácil donde yo te espero. Junto a ti se esconde, tímida, mi zarpa, y descubro en todo la razón del canto: siento que si un día se ha inventado el arpa fue por mermar algo de sudor y llanto. ;Para qué el encierro triste o cabizbundo o las evasiones de viajes o antojos, si el doble paisaje del alma y el mundo viene a refugiarse, total, en tus ojos? ¿Vivió alguien tan trémulo acontecimiento? ¿Promesa igual a alguien le confió el destino
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Luis FRANCO o se oyó en la música o en ci pensamiento? Albricias: el mundo puede ser divino. Con rosas y besos, inconscientemente, tapamos la boca de nuestros abismos por si ha de atacarnos, tal vez de repente, el secreto espanto de nosotros mismos. Ah, tu plenilunio de candor, amada, y tu sangre hecha toda de rubores. • tu voz, sibila de amor, desvelada. • el crescendo en hondo de dicha y dolores. Buscarnos, buscamos el sagrado acorde en que unen dos almas su éxtasis dolido. Fuera y dentro ansiamos vencer lo discorde, oh amor, y la omega de noche y olvido.
PERMANENCIA Amor duerme en tus ojos y deja en tus ojeras la sombra que en el día ponen los nomeolvides. Bajo tus besos se oye crecer la primavera. Amor desde el nocturno de tus ojos en sueño al cuerpo amaneciendo en su alba desnuda y a tus dos altos brazos abrazando tus sueños. Tu pura transparencia sellada de misterio. Si turba hasta el vahido la hondura de tu rostro, sólo yo advierto el nimbo que integran tus cabellos. Mía, te digo mía, en ti y en mí y siempre. Pero en ti hay esa otra que yo apenas conozco, presentida por mi alma tan desgarradamente. La otra que eres tú misma, pero es otra y es única como el vibrar remoto del vuelo de la noche. Esa que en ti se esconde como el llanto en la música.
CONSTELACIÓN La vida es breve. Quiere amor ir más allá de nuestras ansias. Quiere vencer el tiempo. Quiere latidos inmortales el corazón mortal. CONSTELACION Mandas más que yo mismo en mis sueños y en mí. Sólo porque en las mías olvidas una mano mi angostura ya cluierc sobrar el vaso humano. A lo más mío llego sólo a través de ti. La sombra de los cuerpos se aclara en llama y canto. Sobre tu carne en trance de asustadas palomas ¿baja ya la paloma del Espíritu Santo? Se hace indimensa el alma porque en ella te asomas. Hablas de mi denuedo, pero en verdad mc estrecha como jamás el miedo porque en mí buscas, más que al hombre, al dios. No logras figurarme falible o irrcsolutc y pasas con frecuencia más allá de los dos. Veo tus pies pequeños ya hollando lo absoluto. Te sueñas acreciendo sin pausa tu hermosura. Quieres romper tus límites y en mí hallar tu infinito. Atravesando toda la ternura, y el abrazo y las lágrimas y el grito, buscas el éxtasis impar y par, como un río que inmola su dulzura en la amargura y la pasión del mar. Estás con tu total presencia pura el ruedo de tu enagua y el ruedo del destino!) y con tu voz de arrullo clandestino y tus ojos que ponen todo el cielo a la altura de un corazón que aun duda del favor de su sino. Los sentidos y el alma están contextes Siempre en que tu presencia es una transparencia constelada de dioses terrestres y celestes.
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Luis FRANCO PRØ{ESA DE EGLOGA un día irás al campo a vivirlo conmigo. Y sentirás a greda, a corola y a trigo. Y aunque tus pies desnudos quieran mimar el suelo, te veré, casi entera, caminando en el cielo. Aprobarás la salva del callo iluminado antes del alba. 're veo madrugando antes del primer pío; volver, rosa, empapada de alba y de rocío. Cuántos inéditos asuntos! Sin querer verás todo con corazón de aumento. El día y tus deseos amanccicndo juntos, trinos en vuelo alzando su propio firmamento, el regalo de fausto real y coronado del fruto del granado, el asombro aun edénico del ojo de la cierva, la tierra oliendo a Génesis y aun velluda de helechos, la ubérrima lerdura del arado, y la resurrección pagana de ]a hierba... Oh, todo eso entrando, numen, en nuestros pechos. La Inmaculada Concepción de la nieve verás en la distancia yerta, y después la verás cruzar ante ni puerta hecha procesión y canción. Mi yegua, solar como la Al Borack del profeta, alzará su relincho lleno de aurora, inquieta, (se hará más cielo el cielo, más verde el alfalfar) cuando nos le alleguemos a la par. Entre tanto sabrás que el desayuno del pájaro es el canto. Conocerás los bajos fondos del amor y la pena que alumbran las guitarras. Serás a ratos parra vibrada de cigarras, y tu voz, de torcaza, en los momentos hondos. Harta de aulas, iraste a estudiar la cascada del molino harinero y la jornada
CONSTELACIÓN del que dice su misa de labor cantando su aleluya vestido de candor. Ya inmune a toda prosa, con su júbilo opreso tendrá zumos de sacra embriaguez tu beso, y yo un alma de púrpura, ante su apeada diosa. Y olvidaré, con algún filtro brujo, mi corazón gastado por la noche y el llanto, los racimos de lágrimas que en mi lagar estrujo, y sólo me verás coronado de canto. Tu amor pasará a un lado de efímeros y eternos, mas sabrá que en lo mínimo el Todo nos da cita, y que detrás de otoños y de inviernos una inmortal primavera palpita. Tendrás de carnal sólo lo que tienen las flores cuando vuelvas del alba, musa de los amores.
CANTO NUEVO Más hondo de pureza que la infancia y el alba tu entreabierto misterio que hace bajar los párpados. Tu cabellera clara ya ensayando su nimbo. Tu perfume, sendero que hacia ci edén regresa. Tu copa de rubor, que a la sed roja brindas. Las palomas que plagian tu latido y tu arrullo. • todas las canciones que enamora tu voz. • el ritmo de tus pasos que escande mis latidos. Mis ojos, girasoles de los tuyos. Mis manos que se ahondan sin fondo por contener tu forma. Tu forma más profunda que las teologías. Y antes, tu alma, oh dioses, detenida en su vuelo. Tu eternidad hecha con material efímero. Tu presente infinito que derrota el futuro. Inmaculadamente desnuda ya en tus ojos con la doble blancura del cisne sobre el lago.
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Luis FRANCO Tu cabeza es un texto sagrado en mis rodillas. Tu cabellera ya húmeda de la noche y mis besos. Semiescondida apenas en tus pestañas púdicas. Quiero legarte para halago de tus pies mi piel, mi piel de perro sin collar y sin amo. El que quemó tu voz e incendió tu respiro cierra tus ojos para que te alumbre la sangre. Cruzamos a pie enjuto un Mar Rojo. ¿Qué mano desmadeja tus venas, tus cabellos, tus sueños? Vibran como planetas tus dedos y tus vértebras. A través de tu alma mi verano resuella. Un río de sabores se desata en tu lengua. Mi sed de lobo bebe su cierva degollada y es la agonía a dúo del indiviso éxtasis. Canto ¿lo ves? pulsando las venas y los huesos. Canto ¿lo oyes? tecleándome el alma con los dientes. Antes de conocerte cuado mi alma era como noche esquimal olvidada del alba. Ladeado de dulzura, como un otoño, ahora. Por ti me volví un férvido invento de mí mismo. Me alzaste por encima de mí igual que el sol que inventa del pantano una nube viajera. En tus ojos con lágrimas yo te miré sin límites como la noche misma dispersa en sus estrellas. (Sed inmortal que halla sólo una fuente, el llanto. ¡Qué dulcemente corren las lágrimas amargas!) El mundo que los dos vamos creando ahora no puedén inventario ya ni los mismos dioses. ¿No aspiro en tu corola de carne sólo tu alma? Tú sabes las palabras que hacen crecer el tiempo. Tú amaneces en cuantos te miran. Tu sonrisa inicia la sonrisa de un niño-dios futuro. Renuevas a la alondra tañedora de cielos: en tu amor se hace vuelo la melodía humana.
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PRÓLOGO Poesía y destino, 7. INTRODUCCIÓN Pan, 13. LA FLAUTA DE CAÑA (1920) Copla, 19. - Oda primaveral, 19. - El tuco, 20. - Alabanza, 20. LIBRO DEL GAY VIVIR (1923) Mediodía, 25. - A la alegría, 25. - Mozas de cántaro, 26. - Euforia, 27. - Loa del cuerpo sano, 27. COPLAS DE PUEBLO (1926) Coplas de pueblo, 21. LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS (1928) El buey, 35. - Madre, 35. - Sol estancado, 36. - El maestro Ramón, 37. - La espiga, 37. - Descanso, 38. - Bendición, 38. - Quinta de febrero, 38. - El La calandria, 40. vino, 39. - El olivo, 39. SUMA (1938) Entero Cantar, 43. - Vindicación del invierno, 44. - Nocturno N° 1, 45. Nocturno N° 3, 46. - Nocturno N° 8, 46. - Nocturno N? 11, 47. - Nocturno del regreso, 48. - Nocturno de las gemelas, 49. - Nocturno de magia, 50. Nocturno del sino, 51. Nocturno del dúo inmóvil, 52. - Embajada de mediodía, 52. - Sino, 57. - Almo cuerpo, 58. - Pampa, 60. - Conjunción, 63. Mar nuestro, 65. - Falus, 69. - Apoteosis de lo secreto, 70. - Padre árbol, 71. - Solidaridad con lo vedado, 72. - Andes 1936, 74. - Viaje a la noche, 77. - Presencia de Hudson, 81. - Long ago, 82. - Canción del bosque niño, 83. - Jornada de cielo y tierra, 84. - Bocacalle del mundo: Comienzo, 86. - Canción amanecida en la pampa, 89. - Coplas del meditabundo, 91. Suma, 95.
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INDICE PAN (1947)
Canción del agua de ojos zarcos, 111. - Canción del galope del guanaco, 112. Canción del circo del mar, 115. - Canción del edén casero, 116. - Canción de los niños del mundo, 117. - Canción de los niños con hambre, 118. - El corazón en la guitarra. La guitarra, 121. - Sacramento de la zamba, 125. - Canción de Aniger, 127. - La moza de mazapán, 130. - Morena, 131. - Canción de muchos quereres, 133. - El zapateo del diablo, 134. - Confluencia con el Paraná, 137. - Insondable desnudez, 140. - Humanidad de las estrellas, 142. Jura de la aurora, 144. - Canción de los caimanes, 147. - Jerarquía de los cóndores, 150. - Estrella de cinco puntas, 152. - La danza del yaguareté, 154. - Caníbales, 156. - El llora-sangre está llorando, 158. - El que vendrá, 159. Plegaria a los dioses del nuevo amanecer, 162. - Alma, 163. - Saludo a lo que deviene, 165. - Ermitaños del mar, 167. - Construirem®s la Babel de veras, 171. - El sueño de los celos, 173. - Desencuentro con Ant, 174. - Insurrección del poema, 175. - Los mercaderes de la sangre, 179. - Ahora la amistad, 182. ETAPA PRIMERA (1954) El misterio de cristal, 187. - Invitación ingenua, 187. - El hermano ido, 191. Numen, 192. - Baño de juvcncia, 193. - El alba, 193. El pájaro, 194. - La rosa, 194. - El hijo, 195. - La serpiente danza, 195. ETAPA SEGUNDA (1955) Estoy llorando aquí, 199. ETAPA TERCERA (1956) Ceguera de luz, 203. - Sueño y esfinge, 203. - Nocturno de lejanía, 204. - El dios, 205. - Letanía, 206. - Carne infinita, 207. - Acorde, 207. - Permanencia. 203. - Constelación, 209. - Promesa de égloga, 210. - Canto nuevo, 211.
Este libro se terminó de imprimir en los talleres de la Editorial STILCOGRAF, calle Gral. M. A. Rodríguez 2548, Buenos Aires, el día 18 de noviembre de 1959.
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ALGUNOS JUICIOS SOBRE LA OBRA POETICA DE LUIS FRANCO Luis Franco es, por encima de todo, un poeta de perfil inconfundible en la lírica americana. Se comprende, entonces, que, a pesar de su magnífica obra en prosa de los últimos años, en que sólo ha cultivado la biografía y el ensayo, sean muchos los que recuerdan con nostalgia sus inolvidables libros de versos, agotados desde hace tiempo, y anhelan su retorno al ejercicio de la rima. STILCOGRAF patrocina ese regreso del poeta a su medio natural de expresión, con este libro cumbre que se titula Constelación, que comporta una amplia y severa antología de su anterior producción y que constituye, por el cuantioso material inédito, el coronamiento de Suma. Lo que Franco significa en el actual momento de la literatura americana lo resolverá con criterio propio cada lector de Constelación; de la trascendencia de lo ya realizado hablan con elocuencia, y también con autoridad y ponderación, los juicios que reproducimos.
de ANIBAL PONCE Hay en todo el libro (La Flauta de Caña) una frescura juvenil que encanta. Ríe en la flauta la embriaguez matinal. . . Y es que algo del ímpetu de la antigua euforia corre por las páginas de este libro delicioso.
Revista 'Nosotros" (1921)
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de ENRIQUE ESPINOSA
La aparición de Luis Franco en las letras argentinas merece contarse porque constituye quizá un caso único. "Revista de Indias" (1941) Caracas
de LEOPOLDO LUGONES
Este poeta Luis Franco nació con la facilidad, que es un don del ala. Canta como el pájaro, por llamamiento de la Naturaleza. Y ajeno a toda preocupación trascendental es, así, un poeta pagano. De análoga manera fuéronlo, precisamente los trovadores, a quienes recuerda por su título el Libro del Gay Vivir. Mas, el amor a la naturaleza por la naturaleza misma, o mejor dicho a la vida que el poeta halla hermosa porque despierta gratamente su emoción, es ya moderno. Esta vez aún, la poesía se ha adelantado, como siempre en la historia humana, a la ciencia y a la filosofía. El interés del hombre ante la vida, considerada como uan verdadera deidad pánica cuyo sacerdote —vale decir intérprete oficiante— es él, engendra todo el movimiento humano posterior a la guerra, desenlace demasiado vasto para no resultar, a su vez, la inauguración de una era. He aquí, pues, un poeta pagano que ama la vida y la canta porque la siente bella en la delicia de su amor. No por otro motivo ni con otro fin. Tanto la goza, con tanta sinceridad se entrega a su emoción que canta en noble verso al propio cuerpo viviente. Es la 'Loa del Cuerpo Sano", quizá la poesía más profunda del libro. Acaso la que mejor define la índole del poeta. Y ella sola bastaría para que lo consideráramos ilustre doctor en la gaya ciencia. Desnuda su palabra como el propio cuerpo cantado; dignifícala, no obstante, el sereno impudor de la vida. Así la tranquilidad del antiguo ante la forma sin velo, es decir, sin la malicia que ahuyentaban con heroico vigor los menesteres de la palestra. Así hasta en la priapea del audaz "Initus" dintelado por un verso genésico de Sucreio, que impone la triunfante belleza de la vida en un arrebato de panteísmo lírico: Así el eterno amor cumple su obra, inocente, fatal, obsceno, bárbaro, entre el rubor genuino de las rosas y la sonrisa azul del cielo casto.
¿No es en efecto el mismo Sol quien exalta el ímpetu del garañón y el púrpura de la rosa? ¿Ni qué sino una divina serenidad ajena, por superior, a la honestidad y la impureza, infunde el dios hermoso, cuando envuelve a la tierra en su inmensa mirada azul? De sus padres los latinos —demasiado inquieto en su emoción para ser griego— heredó este pagano el don del epigrama, en su
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acepción de escrito breve: es decir, la facultad del poema en una o dos estrofas, por reducción a los elementos esenciales, de un paisaje o de un estado de espíritu. La filiación se le nota a veces en un epíteto de rara elegancia antigua. En "Los Gozos del Verano' (1, Himno): "el populoso rumor de la alameda", es, a no dudarlo, una sugestión del parónimo latino "populus" que significa igualmente pueblo y álamo: sabiduría sencilla y profunda a la vez, en que consiste el refinamiento del artista. Pero, la diversidad de nuestra filiación étnica y mental, pone también en algunos de sus versos una gracia bíblica. Así éste que sigue alejandrino y endecasílabo, todo en uno, por espontánea, si no involuntaria galanura de trovador. Dijéraselo, y tal es su mejor elogio, perteneciente al Cantar de los Cantares:
Viene ya. . . Su andar llena de gracia ¡os caminos. Es el inicial y más bello del "Epitalamio Rústico", Otra de las poesías más hermosas del libro y una de las que desearía citar entera para perfecto gozo del lector.
He aquí en qué consiste un poeta: en ser alguien que sabe evocar la belleza por medio del lenguaje musical, manifestando con esta armonía sensible el misterio soberano de la palabra. Veintiún vocablos bastan para darnos en la primera estrofa la impresión completa de una hermosa maúana de verano, recreándose sobre el mundo. Veinticinco tan sólo, forman la se gunda, mucho más difícil de realizar, porque, si bien se ve, no es más que luz como ciertos cuadros de Turner: toda la luz de un mediodía sereno y cálido, dilatada en la inmensidad, al poder de esas veinticinco palabras comunes. Pero si esas palabras no estuvieran colocadas así, carecerían de ese estupendo poder. Y una vez colocadas así, descubrimos que no podrían estar de otro modo, aun cuando empleáramos un siglo en intentarlo, y que fuera del poeta que las puso así, nadie sabría ponerlas. Es que todas estas palabras son exactamente útiles a su objeto, así como su aproximación para realizarlo, no la puede concebir sino quien sintió a su modo lo que con ello nos evoca. Eso es un poeta. ,,Y no lo es, por el contrario, aunque haga versos orosódicamente mejores, el que no sabe descubrir esa aproximación misteriosa de las palabras. El artista completo, requiere todavía un saber natural que es el empleo de la materia suficiente; y una aspiración al infinito, que lo induce a poner, cada vez más, mucho espíritu en poca materia: así, en el cuerpecillo de la alondra, la potencia del canto.
Allá fue donde éste vio llegar a la acequia aquellas "Mozas de Cántaro", que celebra en la mejor de sus poesías: una pura delicia de sencillez, de jovialidad, de noble elegancia, de inquietud juve.
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Luis FRANCO
ni], de suavidad musical, de gracia que dijérase antigua, si no fuese eterna. Una pura delicia, capaz por sí sola de salvar el agua de Belén, imponiendo la órfica domesticidad al raposo y al lobo. Mas, cerremos este elogio con la alabanza de la cosecha, que es también la última composición de las próximas "Eglogas Aldeanas": verdadero himno sagrado al trabajo de la tierra, como pocas veces se oyó, si se lo ha oído alguna vez tan noble y puro en nuestro idioma. Verdadera voz, también, de un poeta genuinamente argentino. "La Nación", 9-VIII-1923
de ARMANDO DONOSO El Libro del Gay Vivir significa la aparición de un maestro indiscutido, honra de la poesía lírica universal.
de JUANA de IBARBOUROU LIBRO DEL GAY VIVIR Libro que llega a mi corazón como un grito cordial, al que responde, conmovido, mi grito, y tal como quisiera haber hecho uno mío, más límpido y más puro y más bello que un río. Libro al que estoy tentada de gritarle: ¡hijo mío! Bendita sea, Luis Franco, tu estupenda poesía. Tu alegría dio el fruto que no dio mi alegría.
(1923)
de GABRIELA MISTRAL Al revés del hispanoamericano común, con diez años de Europa, al cual la América primero se le desfigura y después se le borra como una foresta de humo, Alfonso Reyes vive en la presencia de la América, delante de ella, siguiéndole el dibujo cambiante, curioso de lo que en ella aparece con carácter de suceso, o sea de diferenciación, y que es digno de ser confortado desde lejos. Así hablaba hace tres años de Luis Franco, el argentino. "Repertorio Americano" (1928) - Costa Rica
de FEDERICO DE ONIS Uno de los mejores poetas de América, por ser plenamente lo que es. Fuera de toda escuela. . . ha escrito con naturalidad y frescura, con seguridad y justeza de expresión, con novedad de imágenes y plenitud vital, una poesía de temas campesinos, humildes y elemen-
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tales, que aleja de todo lo local y subjetivo, para identificarse, corno las poesías primitivas, con la Naturaleza y Humanidad eternas. "Antología de la Poesía Española e Hispanoamericana" (1933)
de OSCAR CERRUTO La pampa no es toda la Argentina, pero es su fisonomía esencial. La pampa no es un simple accidente geológico ni una peculiaridad geográfica. Es también gravitación telúrica, valencia económica, hontanar. Palabras. . . que en la poesía se hacen traslúcidas y resplandecientes. El poeta ilumina con su voz ardiente y desvelada los rincones secretos de la esfinge. Puede inferirse, pues, en los múltiples caminos que trazan los versos de Franco, vislumbres igualmente múltiples del acontecer argentino. El mapa fabuloso de su fisonomía física y el más dilatado e incoercible de su fisonomía espiritual. Todo esto sin la más mínima arrogancia o por lo menos con sólo la indispensable. Y sin salirse (le los límites, sin salirse de la gracia. Porque sus versos no son descriptivos ni exegéticos. Y sin embargo son profunda, legítimamente autóctonos. . . Por ellos habla el lenguaje directo de las cosas del suelo. Lenguaje desnudo y descarriado, sin abalorios de folklore criollistas. Lenguaje austero en que se expresa lo entrañable, lo intrasferible argentino. Y en medio del "arpegio de los climas", el hombre, centro, inauguración y fin de este universo circunscripto. El hombre que está presente en la musa de este poeta como el pulso en la sangre. . . Así como en la obra de otros poetas hay que buscar el remanso del estilo, el vuelo de la imaginación o la gala retórica, en la de Franco es su sangrante y categórica humanidad lo primero que sale a nuestro encuentro. No en vano el poeta que la produce vive en contacto íntimo con la tierra, humilde y orgullosamente inclinado sobre la tierra, cultivando su austeridad y la dureza de diamante de su voz. Para darnos una poesía enér gica, humana, cordial, moderna sin idolatría, como aconseja Valery, "y que lejos de exigir el sacrificio de la Conciencia del yo, es, por el contrario, su más completo y elevado ejercicio'. "Poesía y Verdad de Luis Franco" (1947)
de EVARiSTO MONTENEGRO - Curioso maridaje de sentimiento y de meditación imaginativa. Hay una cosa primitiva que hace pensar en la Biblia y los poetas de Oriente en su aceptación del hombre integral —alma y entrañas—, frenesí sexual y comunión mística con el misterio. Una poesía de universal comprensión, que todo lo acepta, menos lo que limita o tuerce la vida.
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ALGUNOS JUICIOS SOBRE LA OBRA POÉTICA DE Luis FRANCO La melancolía romántica que sacude su ceniza en estos versos (de SUMA) que parecen haber sido engendrados en alta voz, caminando a través de la tierra bravía o galopando por la pampa sin huella ni eco. Abarca las salvajes soledades patagónicas, las selvas del Chaco, los desfiladeros y las cumbres andinas, el mar aconchado de la Pampa. Hacia el norte, por encima de esa creación todavía ardiente que es el Trópico, la poesía de Franco limita con el imperio ilimitado de Walt Whitman. Atenea' (1939)
de ROBERTO ARLT Un silencio fervoroso ha saludado la aparición de la monstruosa obra de este poeta —Suma— que, como Walt Whitman, podría decir de sí mismo: Yo no soy sólo un hombre. Soy una batalla.
Escribo estas líneas después de haber hojeado archivos, después de haber sopesado el enorme libro, de haberme sumergido en el con el Cauto terror que al comienzo nos producen el océano o la selva. Leyendo a Franco he recordado la talla de los hombres que hombrean el Renacimiento, y almacenan en sus cuerpos una fuerza cósmica lo suficientemente vasta para trasformar un bloque de piedra en multitud de dioses y gigantes. ¡Tres años de silencio en torno de un bosque de poesíal. .. Es maravillosa la justicia de los descoloridos labios apretados. El, tendido a semejanza del gran Pan en la orilla del mar, hace sonar su caña. Al son de su caña la naturaleza despierta, las sirenas asoman sus achocolatadas cabelleras entre las rocas, pájaros de metálicos colores graznan en el espacio, peces cartilaginosos abandonan los abismos donde las oscuridades madres incuban monstruos, los árboles sacuden sus ramas para cerciorarse de que es cierto que escuchan, las flores campanillean stravinskianos acordes, los velludos machos cabríos bajan majestuosamente la falda de los montes, y los hombres que visten trajes por mensualidades y han puesto su ideal en un automóvil, se tapan las orejas y aprietan el acelerador. Y la envidia le grita: —¡Maldito seas por la música que se escapa de tu flauta divina y por no haber encontrado un pie que empujara tu libro al fondo del mar! Así, de pronto, he sentido que era necesario que le comunicara, no sé a quién, la altísima hermosura de este libro. . el prodigio de sus almas dando audiencia en secreto a todos los asombros y dudas, la magia de sus Nocturnos, la dulzura acompañada de lágrimas de sus poemas de amor donde, como en el Nocturno de dúo inmóvil, se descubre un éxtasis dolido semejante al que perpetuó San Juan de la Cruz en Cántico espiritual.
Describe la batalla del océano contra la tierra . . . los tiempos del ángel y la bestia en la edad de piedra. Semejante a Heracles furioso sortea cumbres, va en busca de negros dioses, se detiene junto a los cimientos del mundo, regresa a las cordilleras, cruza las
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pampas. La enormidad de su inspiración es tan evidente, que toda palabra se hace lánguida para expresar su altura. "Argentina Libre" (1941) de JUAN MILLAN
El poeta de SUMA inc hace recordar al "Niño-Diablo" de Hudson: su mirada, su oído, su olfato parecen dotados de la fineza y la certeza infrahumanas y mágicas de los animales salvajes. Las ciencias intrasmisibles del rastreador y del baquiano parecen suyas, y, claro, también las del Cantor. (Y ya veremos que igualmente la voluntad libertaria del gaucho alzado.) Pero a través de la apasionada largueza de sus sentidos, ha llegado con los años a una especie de conciencia —no mental sólo, sino integral— de la varia Naturaleza en su Conjunto que tenemos que llamar mística, por mucho que la palabra choque con estridencia aplicada a un poeta pagano, y más aún, violentamente anticristiano y anriteológico. Sé que lo visible sirve de pilares a tinieblas sagradas y que el Ser tiene por todos lados muelles de embarque y desembarque. El espíritu que inventó el mundo late hasta en el corazón de la piedra: El alma es más ostensible que los árboles o el viento, pese al feroz pudor del ser.
La verdad es que el Tiempo y el Espacio le han confiado su secreto: El eterno regreso de lo efímero es el secreto del tiempo. Todas las distancias forman una sola cercanía divina.
También el Devenir y la Unidad: Tíj te ríes, calavera ya el pensamiento en la rosa. Y que el pájaro que incuba repite en sus huevos el cerrado galope de los planetas y de la sangre.
Pero el poeta es por encima de todo el justificador y ensalzador de lo viviente y de la felicidad pánica. Siento que la vida y la muerte son dos manos que mueven todas las [Cosas en una inmortal conspiración contra la nada. Mi alma caudal está aquí y su sonrisa alegra a los cipreses.
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ALGUNOS JUICIOS SOBRE LA OBRA POÉTICA DE LUIS FRANCO Pero el Devenir y su proceso dialéctico obran no sólo en la naturaleza, sino también en la historia y se llama lucha de clases y ascenso social. Luis Franco no podía ser sino un poeta revolucionario en el más hundo sentido de la palabra: libre es quien busca romper su propia cadena en los otros. Ya todos saben lo que hay: los de arriba y los de abajo.
Pero la lucha liberadora es grande sobre todo porque es el camino de la personalidad, el logro "de todas las posibilidades externas e internas del hombre": El más reseco de los vasos quiere colmarse: el hombre deja de ser una insalvable distancia para el hombre y cumplir totalmente, libremente su órbita.
¿Y el amor? Sentidor desmesurado, Luis Franco ha llegado en las dos direcciones del amor de hombre y mujer —la voluptuosidad y la ternura— a las más hondas distancias: Aspirarte por todos los poros, comer tu lengua y tus pudores, beber hasta la hez tus ojos Te euro, luego soy.
Y en la dirección opuesta: Te oprimo con mi alma y tu hermosura me duele
Y la pareja perfecta que "en idioma de llanto conversa de la dicha: —Pero el amor nos salva. Qué importa ya la muerte Si vivimos momentos inmortales los dos.
No sé si he logrado aclarar que la carne y el espíritu de un hombre se han hecho verbo en SUMA, sin duda el libro más arrojado e independiente escrito en Sudamérica. Y es mucho adelantar que sólo el filisteísmo moral e intelectual de nuestro medio y época ha impedido advertir la intensidad de su mensaje por el cual el animador de SUMA será sin duda algún día reconocido precursor y maestro? ¿Y he logrado insinuar que no se trata propiamente de un poeta de la Naturaleza, ni del amor, ni de un poeta revolucionario, sino de un orgánico poeta integral? "Poesía y Verdad de Luis Franco" (1941)
de MARIANO PERLA Sé de dos poetas marxistas: Maiacovski y Luis Franco. De ambos el argentino es el más fuerte: su vitalidad tiene dilatado y enterizo
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arraigo como un áspero y tierno vegetal de la llanura, y ninguna desilusión lo hará suicida, porque ni siquiera cree que la muerte sea la única verdad. —Noticias G,dficas" (1945)
de ALFREDO i%lÁl. 71NEZ HO1lARD El poeta Luis Franco, a quien para calificar con brevedad y exactitud diremos que es el más hondo de nuestra lírica a partir del movimiento Martín Fierro', es decir, de toda nuestra poética, con las tres grandes excepciones (le Hernández, Lugones y Banchs, sin olvidar también al mejor, Carriego. 'El País' (1945)
de GONZALEZ CARBALLO Y estamos (le pronto ante el libro de más difícil interpretación de nuestra lírica. S(JJIA desordena los conceptos poéticos ... va hacia otra poesía. Agreguemos que su personalidad se destaca muy especialmente por su independencia absoluta, un tanto hostil a escuelas y corrientes, para mirar, aislado en el panorama de América, sólo aquellas presencias líricas con las que fraterniza y descargar su mensaje con la solitaria pasión (le Ufl torrente casi sombrío de gérmenes y resplandeciente bajo la lámpara del día. "Crítica" (1949) de SAMUEL EICHELBAUM Por eso Luis Franco es uno de los poetas de más viejo arraigo en el tiempo y a la vez uno de los escritores de visión más penetrante en la tarea privilegiada de hallar la bifurcación o el encuentro con las etapas sucesivas y las que han de venir, para las cuales debemos prepararnos y en cuya ayuda él se nos ofrece con su pura y altísima condición de poeta y escritor. "La Razón" (1956)
de ALFREDO de la GUARDIA Antes de ahora he llamado a Luis Franco ----y pido perdón por demorar sus palabras— poeta de tierra y de vuelo, poeta de la sangre y de las más altas visiones. Franco es un poeta que parece haber tenido en su cuna —el poeta nace. . ., en su cuna que es la cuna del surco y la cuna de la nube, la solicitud inspiradora, no de las hadas del cuento, sino de los hados del mito.
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Si como hombre sabe por igual de los trabajos y los días del arado y del libro, y es capaz de dar rienda suelta, con ímpetu semeante, al caballo y a la pluma, como poeta —y lo es por designio inalterable en el verso y la prosa, en el canto y la meditación, en su mitología y su historia, o sea en La flauta de caña y Sarmiento, en El otro Rosas y Nuevo Mundo, en Suma y El general Paz—, como poeta —repito--- se levanta desde la entraña terrena, desde allá mismo donde es aún materia ígnea, husta el remoto zodíaco de ideas puras. No precisa hacer un largo viaje para unir tan apartadas regiones, porque las Junta, las funde en su ser, en una aleación tan íntima, tan dura —y tan simbólica— cual la del fósforo en el hierro. Así es de fuerte y de llameante su poesía. Así es de arrebatada, y, a veces también inexorable. Esta poesía está plantada en medio de la Naturaleza, como un bosque o una montaña; pero también la recorre y la bate, como el viento y la tempestad. No se limitaría a ser una poesía de paisaje —inútil es decirlo. Allí, enraizado y erguido, se perfila en soledad este poeta, como representación total del Hombre, con mayúscula. Si el hombre, con minúscula, es —según lo escribió el propio Franco— "el más viejo de los animales domésticos", este poeta no conoce la domesticidad. Es, por excelencia, el indómito y el libre; es el insobornable. Y esos tres adjetivos determinantes revelan hasta qué plinto máximo y acendrado su poesía es la verdadera poesía pura. l'orque la poesía pl/ra no es el juego estéril —por brillante que pueda aparecer— de una imaginería cerebral, sino es la elevación y sublimación de la potencia del espíritu humano, cuando alcanza la facultad de crear, por encima de coda estética, valores éticos y dianoéticos: amistad y justicia, verdad, sabiduría y libertad Tales virtudes no son para l virtudes abstractas, sino acciones concretas. Manifestación acelerada de la Naturaleza y la Vida, en continuo avance, en constante descubierta, su visión —aquellas altas visiones— va siempre hacia un más allá; pero no hacia ese mis allá de la muerte en que se refugian las esperanzas yertas, con ilusión (le ventura o apetencia de quietud, sino al permanente más allí, más adelante, en la marcha de la existencia del hombre sobre la tierra y en consustanciacián con ci Universo. Esta es la poesía de Luis Franco. Lírica, eclógica, épica, cviil, se concentrará por esencia y pensamiento, en poesía dramática. De ahí que pueda entroncar, tan espontánea y tan sapientemente con los misterios y las realidades —que parecerían más distantes, sino contrarios— de la diminuta y genial polis helénica, y de la inculta e inmensa llanura pampeana. Dionisíaca y apolínea a un tiempo, latente y erudita por igual, esta poesía del autor del Libro del Gag Vivir y de Hudson a Caballo abarca los extremos y llega, naturalmente, sin esfuerzo alguno, a las más hondas síntesis. Lectura en el Teatro "Cervantes" (Octubre de 1958)