NUESTRO PADRE EL ÁRBOL CONFESIONARIO
Soy nacido y criado en una aldea -entonces muy primaria - sita no lejos de los Andes, y conservo un horror casi enfermizo a los juguetes de fábrica. ¡Niños de las ciudades! No el pollito piante y picoteante, ni el minino que gruñe y protesta como plancha escupida defendiendo un trocito de carne, ni la muñeca de trapo, o el trompo y el balero hechizos -no, sino los juguetes fabricados en serie, el gato, pato u osito de paño, plástico, madera o goma, y, más convincente, el juguete mecánico: es decir en todo el simulacro de lo vivo, al que después el niño, vuelto hombre, adaptará su vida... 2 La vida de hogar merece toda la ternura y reconocimiento de nuestro corazón, lo cual no quita a veces, o muchas veces, que sus paredes y su aire estancado hagan el papel de jaula. Sí, el dulce hogar que significa casi siempre el sol por la estufa y volver la espalda al mar, la montaña o el bosque y aun al pájaro libre, revés perfecto de ese juguete de verdugo que es el pájaro enjaulado. Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE 3 Si pudiera hacer mi gusto alzaría mi casa junto al bosque, el mar o la montaña, y ese hogar me pertenecería menos a mí que a la Naturaleza. Pero el bosque sería mijardín, la montaña mi halcón, el mar mi pecera... 4 Apenas usamos, o sólo a medias, nuestra innata capacidad de sentir y comprender. Vivimos sólo un puñado de nuestra vida, no aspiramos todo el aire que cabe en nuestros pulmones, ni dejarnos que las olas de nuestra sangre lleguen hasta las últimas playas, ni advertimos en el columpio de la rama o el vaivén del canto del grillo o del océano, el ritmo que preside los mundos, ni amanecemos en el alba melodiosa del pájaro. Para la mayoría de las gentes los días y las noches son sólo un cambio de postura en la espera de la misa de réquiem. 5 ¿Quién está más cerca de la verdad y la belleza? ¿el que pasea junto al bosque o Ja alameda escuchando el alborozo canoro de los pájaros, o el que ejercita su puntería contra ellos por mero deporte, o para guisarlos, o para algo igual o peor: condenarlos para siempre a la penitenciaría de lajaula? (Puede descontarse que mientras los hombres sigan forjando rejas y barrotes el alma humana seguirá enjaulada.)
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL 6 Soy enemigo profesional de las campanas pneumáticas, de todo lo que asfixie o enclaustre la vida, ¡Y hay gentes capaces de hacer calabozos en el aire, como decía Campucetz! Mi tirria contra los cazadores o taladores modernos viene de allí, los que derriban una selva para destilar tanino o plantar arbolitos de Navidad. Pienso en la más grande criatura del globo, la ballena azul -azul como la lejanía- con sus ciento cincuenta toneladas de peso y su chorro de vapor alzado a nueve metros de altura como una palmera del mar. Y tamaña joya del abismo que vive desde hace cientos de millones de años, está condenada a extinción por el hombre como el resto de las ballenas de barba que se nutren principalmente de plancton: éste, al no ser absorbido por ellas, alteraría peligrosamente el oxígeno indespensable para la existencia de animales y plantas. La Naturaleza es toda una armonía profunda, pero el hombre se empeña en ser una disonancia cada vez más rechinante. 7 Todo artificio o adorno es una liaba o un collar de peno. Se eclipsan las modas y las convenciones, las alfombras ylos espejos cuando llega el hombre libre con su corazón desnudo, como se apagan lámparas y cirios cuando llega el alba. El espíritu no se remonta sin libertad lo mismo que el barrilete no se remonta sin viento. Tomo 30
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8 Mi amor a la libertad es amor ala Natruraleza y al hombre resumidos. Pienso en los indios de mis valles, los calchaquíes que unimismados a sus montañas resistieron al opresor español con la pasión de sus volcanes, prefiriendo la muerte a la servidumbre, aunque derrotando vuelta a vuelta al invasor armado de hierro y pólvora, como el quebracho suele derrotar al acero.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL PAN 1 La sensación que nos producen los distintos rostros de la Naturaleza no cercenada ni retocada por el hombre -el jadeo del mar, la sonrisa del alba, la fiera tristeza del desierto semejante al rostro del león, el alarido del trueno que los ecos comentan a porfía-, nos entredice que todos pertenecemos a una sola familia, desde la lombriz de tierra a la constelación, y que estamos integrados a ella como el cisne a su lago. 2 Asistimos a la apoteosis meridiana de todo lo viviente y a la resurrección cotidiana de Pan entrevista por los griegos y sospechada por todos los pueblos antiguos. Ríos de navegación e inundación fluyen de sus barbas, y sus cabellos nocturnos están llenos de lampiros y estrellas. 3 Nada como la Naturaleza para despertarnos el sentido de lo sobrenatural. De los dioses de todas las mitologías el más convincente es el de finito terminado en infinito, el abismo estrellado, el inasible Ser, anterior ala creación, o mejor, ella misma sin comienzo ni pausa ni fin. Y lo que está formándose es más bello y vivo que lo ya formado, y Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE dentro de ese enigma las órbitas terrestre y celeste del divino animal llamado hombre.
4 La soledad y el silencio silvestres, la ruda presencia del mar, del bosque o el desierto hablan mejor a nuestros sentidos y nuestro espíritu que las mejores muestras de jardinería o librería. El estudio de las piedras, las plantas, la bestias, los astros, los meteoros, las corrientes atmosféricas u oceánicas, tiene por objeto -amén de su logro utilitarioel conocimiento de nosotros mismos. Los rostros y fenómenos vivos de la Naturaleza, son el abecedario de nuestros sentimientos y pensamientos, y no podemos expresarnos más que a través de ellos. Si a nuestra vida le falta una gota de universo, nuestra raíz humana comienza a secarse. 5 Frente a la mirada de la Esfinge en que se abisma la nuestra, tanto la religión como el ateísmo pierden todo sentido, o mejor, como Lucrecio: "La religión no consiste.., sino en contemplarlo todo con alma serena". 6 Como la Vía Láctea atraviesa la noche, el enigma de lo creado atraviesa las noches y los días del hombre. 8
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL 7 ¿Quién se atreve con la tiniebla estrellada del Ser? ¿Quién es capai de esbozar el mapamundi del alma humana? 8 Hay días en que, desnudos y de bruces en la arena, sentimos que la corriente de nuestras venas se prolonga en la del río, que nuestro cabello y nuestro vello son la réplica de la fronda y la hierba, que nuestro resuello se hace nube y nuestra frente se integra al horizonte más alto. Y que todo, tierra, aire, agua, fuego, piedra, savia, sangre, aceite, leche, médula, luz, sentimiento y pensamiento, son una sola sustancia divina. Los alquimistas profundos de hoy saben que calor, luz, electricidad, magnetismo, movimiento... lo gaseoso, lo fluido, lo sólido, son meros rostros del incontenible Proteo. 9 Nada hay muerto ni inmóvil, no sólo el eólico andante de olas, frondas y nubes, sino que la piedra misma vibra, se aglutina, se destruye o se alza en la tromba de lava del volcán, y esculpida por la luz y la mano del hombre, la piedra se anima en estatua...
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE lo Isaac Asimov escribió su ficción premonitoria, El año 2430, como sólo puede hacerlo un real hombre de ciencia. Un mundo todo ciudad, digo todo cemento y hierro, "un solo inacabable edificio sin una planta ni un animal"... y "todo el océano trocado en una inmensa sopa de plancton sin ninguna otra vida...". ¿Escalofriante? Y sin embargo parece que hacia allá camináramos. Tan desfigurada por dentro está la gente de hoy por nuestra civilización mecánica y mecanizada, que atareada hasta la histeria por acumular dinero y confort ignora que la más bella conquista del trabajo es la conquista del ocio, y así, en su fugaz veraneo junto al mar, el bosque o la montaña se traslada con su radio, su kodak y su ruleta, olvidando del todo que el respiro, la soledad y el silencio sagrados de la naturaleza son el único remedio para restaurare! cuerpo y el alma nuestros. Y que todo ruido natural -mar o arroyuelo, trueno o chirrido de insecto, relincho o gorjeo- es grato y estimulante para nosotros. En el inevitable imán con que el pájaro libre nos atrae hay algo más que novelería: responde a una recóndita necesidad de volver a la inocencia y justicia de nuestro edén de los orígenes, añorado por tantos antes y después de Don Quijote y de Rousseau: la edad en que no había lo tuyo y lo mío, es decir, cuando el hombre era el igual y prójimo del hombre, no su siervo, y cualesquiera fuesen sus escaseces y penurias, la libertad -esencia del hombre - era un hecho, no una palabra hueca. Stanley, un niño inglés escapado de su patria y de las lindezas dantescas de un orfelinato, devenido reportero en E. Unidos, es ¡o
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL enviado por un gran diario yanqui a buscar al Dr. Livingstone, un cruzado contra la trata de negros perdido en Africa. Da con él, pero Livingstone no quiere reintegrarse a la civilización. Después de trajinar por años buena parte del continente negro, Stanley vuelve a Inglaterra, glorioso y aplaudido por el mundo, y cuando le toca morir declara en el delirio de la agonía: "Quiero ser libre... Vagar por las selvas... ¡Ser libre!".
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EL MISTERIO DE LAS FLORES ESTRAMBOTE Bueno es consignar que con la vida cada vez más encarcelada entre cemento, hierro y gases industriales, los hombres van perdiendo el olfato. No ocurría eso hasta antes del Renacimiento y aun en él. Se explica, pues, que Shakespeare, y más aún Chaucer, fueran tan golosos y sapientes oledores de flores, y que también lo fueran del alma humana, o mejor, de todas las variedades del mamífero vertical, desde la más excelsa a la más vil.
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EL ÁRBOL Y NUESTRO ÁRBOL GENEALÓGICO La lección más clara que los árboles imparten al hombre es la de la belleza. ¡Los oscuros y cálidos naranjos nevados de azahares, los almendros de primavera vestidos de primera comunión, los chañares y retamas orificados por el sol, los granados ostentando la púrpura de sus flores y de sus frutos con corona! ¡El respiro del árbol depurando el respiro viciado del animal y el hombre! ¡Los árboles ciñendo guirnaldas a la tierra y el vuelo del pájaro enguirnaldando el árbol!
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE Las rocas están unimismadas a la montaña, las dunas al desierto, las olas al mar, formando un todo indivisible. El árbol, a su vez, es un miembro del bosque, pero puede independizarse de él y vivir por su cuenta, lejos, en la llanura, la montaña o el desierto más salvajes. Ésta es su segunda lección. Pero hay otra más antigua. En efecto, el árbol tuvo al ex-mono de comienzos del cuaternario entre sus protegidos, y aunque sólo al apearse de él comenzó a caminar hacia el Homo-sapiens, éste nunca debe olvidar al padre adoptivo que lo salvó de la extinción.
El zoófito (la palabra significa animal-planta) es la primera manifestación de la flora y la fauna. De ahí aun el parentesco ostensible entre corolas y mariposas, vilanos y libélulas, lianas y boas, troncos de árbol y patas de paquidermo. No estorba al bosque el paso de la intrincada rama sin hojas que el ciervo lleva en su testa. Los árboles son la guirnalda de la tierra y el mar.
¿El arpa eolia colgada del árbol para que suene digitada por el viento? ¡El arpa eolia es el árbol mismo!
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NUFSRO PADRE EL ÁRBOL El bosque. He aquí el templo originario y universal con sus columnas y su domo, su sombrío misterio, sus pilas de agua santa, su rumor de plegaria, su difuso incienso.
El cañaveral es la siringa innumerable del numen capricornio que en uno es todo.
He aquí la muda y sombría meditación del árbol traducida por el pájaro en lengua de cristal.
No la superstición profana o sacra, sino el sentimiento artístico, o más la audacia luminosa del pensamiento, es quien pone en relación viviente al hombre con el universo. Recordemos que lo que parecía una niebla lejana en la noche es una nebulosa y que el telescopio y la inteligencia la descomponen en un almácigo de soles. ¿Puede el alma humana dar con un escalofrío más grandioso del misterio de la creación? La química de hoy invade la fisiología -y la filosofía- para demostrar que entre lo inorgánico ylo orgánico sólo existe un puente levadizo, y que la planta tiene movilidad propia, respiración, sueño y amores como el animal y como nosotros. ¿No es esto algo de lo divino terrenal que los griegos presintieron en la Naturaleza? Razón de más Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE para adorarla, pues época alguna contó con tantos milagros ciertos a la vista. *** Si hay quienes creen que el duraznero en flor es la reina de la belleza arbórea, ello se debe no sólo a que es la delicia hecha color como la aurora, sino a que ella es quien primero cruza el cerco del invierno anticipando la primavera. Alguna vez conté cómo, siendo muchacho, de regreso a mi aldea tras una ausencia de largos meses, me hallé en mi primera madrugada con que el amanecer no se alzaba del Este sino de todo el horizonte: ¡eran los durazneros en flor! *** Llamamos silvestre o salvaje (de selva) a la Naturaleza intacta porque en ella todo (mar, montaña, dunas, nubes) tiene imagen de bosque. El árbol es, para el hombre, una especie de mónada.
La planta ha civilizado la mente del hombre. Con la hoja del papiro, y el papel que también es hoja. Sólo que el libro fue y es con harta frecuencia texto de servidumbre del mismo modo que los árabes de Egipto atan sus camellos con sogas de papiro.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL Debemos aprender de nuevo que una galería de arte no es superior a una galería de árboles.
La médula columnaria del hombre y el ramaje de sus nervios es el árbol que nos tiene en pie.
*** Los naturalistas de creencia heredada declaran que el sentimiento de lo sobrenatural en la Naturaleza es un saldo infrapagano sólo explicable en el salvaje o el niño. Pero no es así. Lo sabe el hombre que aún lleva viva en sí la raíz edénica al presenciar en las montañas mayores la escalofriante belleza de los picos nevados como erigiéndose fuera del tiempo y de la tierra, o el que se adentra en el mar en que lo finito y lo infinito se enlazan y desenlazan sin tregua, o ambula en una noche despejada y sabe que las estrellas que mira son más grandes que la tierra y más innumerables que los granos de arena del mar, y más aún lo siente quien penetra en el misterio de ese templo viviente que es el bosque, solitario y populoso a un tiempo que se ofrece y se esconde a la vez. ¿Que quién se entrega al amor de la Naturaleza tiende a sustraerse al amor humano? No es así para el hombre ingenuo y profundo. Nadie luchó tanto por recuperar la esencia del hombre, es decir, su libertad su dignidad, como Rousseau, el buceador de nuestra saludable Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE ascendencia salvaje o igualitaria, ni nadie amó tanto a su madre ya los niños, a los pájaros y a los árboles como nuestro Sarmiento.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL LA ARAUCARIA Me veo en Los Andes meridionales, la montaña con toda su potencia y su misterio. Aquí desde el huemul y el guanaco, para eludir todo amago de domesticidad, sin duda, adoptaron por querencia este gólgota inhóspito, cubriéndose de un pelaje cálido y dando a sus bofes la elasticidad de los del cóndor, la fiera alipotente, y un dominio único en el manejo de ios músculos, todo lo cual les permite ascender dos o tres cuadras en tantos minutos como los dedos de una mano, travesura que reventaría corno globo pinchado a cualquier otro mamífero, y muestra, entre tantas, de la capacidad de adaptación y transformación de la materia viva, se llame animal o planta. ¡Vivir en un mundo vertical y helado, movido, eso sí, por ciclones, nieves y granizo, confiando un poco, a ratos, en la dilatación extrema de los sentidos: el ojo telescópico del cóndor y el olfato y el oído infalibles del guanaco y el huemul que les permiten detectar la presencia del enemigo -hombre o bestia- a cuadras de distancia! Aquí mora también el espíritu de las aguas dulces en altos lagos que, cuando sopla el viento levantan olas y estruendo de mar. La inocencia y el júbilo de cada amanecer y su aliento sin mancha, mezclados a una belleza terrible no apta para resuellos cortos. Estoy en una cumbre que, como tantas, tiene por pedestal el abismo, y lanzo mi grito a su borde intentando calcular su profundidad por el rebote del eco. Pero aquí hay algo que produce un vértigo mayor que el de los precipicios. Estoy, en efecto, entre restos de árboles petrificados que Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE alguna vez agitaron sus verdes ramas allá abajo, a la orilla del mar... Los hombres llaman Génesis a los fantaseos de un cónclave de levitas, o llaman epopeya a una carnicería entre aventureros que duró diez años, o a la fundación de un pueblo de chafadores de hombres, o a los sueños de un poeta cuya musa fue la teología. ¿Qué es eso junto al verdadero Génesis, a la epopeya del globo que habitamos, y a su quizá más alto canto, ocurrido cuando un día -hace doscientos millones de años- desde el fondo de las aguas que cubrían casi todo el haz del planeta, proyectada por el fuego entrañable que derrite granitos y basaltos, la tierra, como una tromba sólida, se alzó hasta el nivel de las nubes llevando consigo a los árboles ribereños que allí fueron petrificados por un frío de polo y un tiempo de millares de siglos? Recuerdo de la gigantesca vegetación fungosa de las monocotiledóneas y de los helechos de cien codos de alzada, descendientes directas de aquellos árboles que un día treparon desde el umbral del mar hasta el dintel de los cielos son estas araucarias a las que he venido a hacer mi reportaje gacetillero. Planta de más escamas que hojas y corteza, y tal vez de más resma que savia. Su tronco, tan interminable como la escala de Jacob, macizo y sólido, tiene que ahincar entre rocas sus formidables zarpas, digo sus raíces. Sus hojas afiladas y sus espinas tan densas como lo corona del Nazareno, detienen en seco al alpinista más aguerrido. Allá arriba, a cuarenta metros de distancia, como un plumero para hacerles cosquillas a las nubes, se abren sus retorcidas ramas, sacudidas, con avaras treguas, por el vendaval helado. De noche su copa es un candelabro encendido por las estrellas. 20
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL CAVILACION BAJO UN TALA En un lugar bastante retirado de mi villorrio, en el cruce de muchas y entreveradas sendas y de escasos árboles, se alzaba El tala de don Pancho con su copa visible desde cuadras de distancia y la promesa del desaforado redondel de su sombra. Ese árbol solitario era el punto de referencia de viajeros, cazadores y campeadores. Resultaba difícil llegar hasta él sin dar con algún jinete y su montado o algún pastor con su hato de afogadas y acezantes ovejas disfrutando un rato de fresco regalo de la sombra. Resultaba aquello una especie de sacristía de la simpatía y la cordialidad, o algo como una pulpería donde se daban y recibían noticias de interés inmediato o mediato, y a veces en torno al churrasco y el mate se anudaban amistades perdurables como entre el arenal ciego suele alumbrarse un ojo de manantial. Yo creo ser, como tantos hombres, un tipo más o menos contradictorio, o mejor, no fácil de definir con fórmulas de cajón. ¿No soy un hombre duro en el trabajo de las manos y al mismo tiempo un soñador impenitente, un partidario fanático de las hojas de los libros y de las hojas de los árboles a la vez? Tengo, desde niño quizá, la manía de charlar conmigo mismo en silencio en el retiro del bosque o de una biblioteca, o a la orilla del mar. Oh, el mar, arrojadizo y retráctil; el mar con su ondulosa lubricidad y su tónica pureza; el mar, remoto en el tiempo y también en la distancia horizontal o submarina, que desembarca en nuestras zozobras y nuestras lágrimas, o resuena en nuestro corazón como en un caracol de sus playas; el mar alzando sus olas hinchadas como la garganta de la cobra Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE en el ataque o el buche de la paloma eii el arrullo al llegar sobre la arena. No menos me atrae el misterio del bosque con la noche diurna de su sombra, o en su silencio que suena como un solo de flauta, su silencio más religioso que la voz de las campanas o los órganos. ¿Y la construcción babélica de la montaña -alzada para otear el mundo- que dejó sus andamios sin desatar? Pobre tala, tan renombrado por sus espinas y su índole agresiva, aunque ya dijimos que en general las espinas en una planta son sólo un arbitrio para pelearle a la sequía. Eso sí, el tala, verde o seco, es copiosamente usado en la cerca de potreros, huertos y corrales contra las bestias dañinas, incluido el hombre. Todo sin olvidar que éste utiliza su madera liviana, elástica y de gran aguante a golpes y torsiones para improvisar yugos, timones y estevas de arado, cabos de hachas y rebenques... y no sigamos la cuenta. Pero el tala tiene un mérito mayor. Es la más verde y asombrosa de nuestras plantas cimarronas y la preferida para sus nidos por gran número de pájaros. Lo cual no impide que en la mayor parle del día el talar ofrezca un silencio y una soledad en que el alma del hombre parece descubrirse a sí misma, especialmente si se escucha, entre pausas musicales, el ronco y entrañable latido de la torcaz ahondando el misterio ambiente. Pero muchas veces el tala hailábase solo, sin más inquilinos que las verdísimas cotorras cosechando las rojizas frutillas del árbol, y yo podía entregarme por horas a la cavilación, mi vicio favorito. Y aunque la charla con ocasionales campesinos sobre mieses y ganados también es un modo de relación esencial con el ambiente, un modo de filosofar. mi tema tratado a solas solía ser con preferencia el bicho humano, tan 22
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL enigmático para los demás como para sí mismo. ¿Por qué - solía preguntarme- después de tan larga y espléndida experiencia, el hombre hoy como ayer sigue trabajando más para la destrucción que para la creación, en que el asesinato laureado sigue reinando tanto o mejor que antes? ¡Un sediento camino del desierto amojonado de osamentas! Ciudades de horizontes, sucios, de chimeneas y ríos sucios de desperdicios que infectan sus propias fuentes de nutrición, ¿cómo van a crear almas de ventanas abiertas? ¿Es que el triunfo del industrialismo no puede darse sin la quiebra de los mejores valores del espíritu? ¡Vaciamiento de empresas...! ¿Y el vaciamiento de la sensatez y del corazón humano y los gatos trepados al techo del mundo? ¿Por qué la obediencia de ojos muertos tatuada en la médula del hombre, nacido para ser el más libre de los seres, sin excluir al pájaro? Los augures a sueldo aseguran que no hay salida, aunque ocurre lo contrario: sólo que la patria del futuro se construirá con las manos de todos y los mejores cerebros de la raza. Los amos del mundo de hoy tendrán que convencerse al fin que la única justificación de la riqueza y el poder es la jubilación de la indigencia y el dolor evitables, porque la bondad y la libertad, más que el inteligir y el hacer, son la mano derecha y la izquierda del hombre.
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EL ALGARROBO En muchas comarcas de nuestro país, cuando se dice árbol a secas, se sobreentiende que se trata del algarrobo. Hay el algarrobo blanco, el negro, el colorado que se diferencian más por su color que por sus fallas y virtudes, tal como ocurre entre los hombres. El algarrobo, como coterráneo del criollo de nuestros campos, no es de los exigentes: con excepción del muy gredoso le viene bien cualquier suelo, y, cuando no queda más remedio mete sus raíces como cuñas de minero entre las rocas más intratables. Y de lluvias se conforma con una que otra de ésas que se retardan como chico mal mandado. No le faltan enemigos -desde el ganado al granizo y desde el hombre a la polilla-, pero los aguanta con filosofía. ¿Que sus ramas se erizan de espinas semejantes a leznas? Sí, pero no para defenderse de hombres o bestias sino de la sed. El algarrobo suministra la mejor madera que la mayoría de nuestros campesinos conoce, y de ella salen, como coplas de la boca de un payador, puertas, dinteles, cumbreras, horcones, morteros, bateas de lavar o amasar y hasta cabos de rebenque. Por ley, el esqueleto de los ranchos de la Pampa cimarrona de antes también era de algarrobo. Su fruto es una vaina rubilinga o morocha parecida a la del poroto, pero sus semillas están envueltas en un tuétano no menos dulce que la miel, y la algarroba resulta un manjar tan codiciado como el maná para los expedicionarios de Moisés en el desierto, para hombres y ganado mayor y menor sin excluir chanchos, conejos, ratones y gorgojos. 24
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL Molida y disuelta en agua es un refresco tan delicioso como el pagado a precio de oro en bares y confiterías. Fermentada, produce la aloja, un rival indígena del vino y la cerveza. Con la algarroba seca y reducida a harina y pasada por el molde y el horno se elabora el patay, bizcochuelo de los pobres. Como si fuera poco, las hojas y la corteza del algarrobo son ricas en tanino, es decir, un regalo para las curtiembres. El algarrobo en el algarrobal, gracias a la competencia para ganar la luz, llega a asumir una ambicioasa estatura. Aislado gana en corpulencia, en sombra y fruta. Su copa se vuelve a veces tan ancha que puede dar sombra a un rebaño.
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE Cuelgan como largos dedos de mano dadivosa, las algarrobas en sazón, y él está, a la fija, ebrio de dulzura como la viña que aprisiona sol en sus racimos oscuros. Su fronda de hojitas finas y angostas colocadas en doble fila en un tallo largo compite con la más remirada en delicadeza y elegancia. Suave pasa la brisa entre ellas como el deslizarse de la arena entre los dedos de una mano en ocio. Deja entrar como en su casa el aire y la luz, y el viajero que duerme a su pie en la noche puede demorar su sueño atalayando, a través de su sombrío ramaje, luciérnagas y estrellas. ¿Qué sabernos de la vigilia y del sueño de un árbol? Por unas gotas de savia que se fían, las cigarras del mediodía truecan de golpe al algarrobo en címbalo del sol... Alamo, encima, roble, pino, eucalipto, coihué o algarrobo, un árbol puede ser tan vasto como un bosque, pero su semilla cabe en el puño de un niño de cuna. Mi devoción por el gran árbol indio viene en parte, al menos, de tres casualidades. Yo nací a unos treinta pasos de un algarrobo que aún existe y que es el mayor que he visto en mi vida, alguien con hondura y rumor de selva. Su tronco, tan fornido como vertical y ambicioso, remonta a pleno cielo una copa capaz de dar sombra a un escuadrón de granaderos a caballo o a una tribu de gitanos. Y a ella trepaba, en mi niñez, una parra que maduraba en otoño sus granos para regalo de los pájaros uveros. ¿Edad? La de Matusalén, supongo, pues mi madre solía decir que su madre decía ya haberlo conocido con esa estatura y ese torso. Siendo un muchacho de quince años atravesé con un arriero los médanos que median entre Cerro Negro y Pomán, en Catamarca. 26
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL Viajamos todo el día sin probar bocado, con la nariz y la boca bajo el poncho para liberarlas del polvo de arena levantado sin pausa por el viento, guiándonos por el guano de las cabalgaduras que pasaron antes y que el azogado médano tapaba y destapaba. Al caer el sol cayó el viento, y la huella, muy trillada ahora, seguía por entre un bosque de algarrobos... muertos. (Mi guía me anotició que un temblor de tierra, muchos años ha, al torcer el curso de cierto arroyo soterraño, improvisó aquel cementerio vertical.) Algarrobos ¡esqueletos oh! aun en pie, aunque, claro está, sin una hoja, ni un pájaro, ni un tiritamiento ni un ruido, salvo algún apagado estridor como de coyunturas que aflojan... La impresión era lúgubre (como de ciudad vaciada por la peste) y se grabó en mis ojos y mi alma como ningún otro paisaje, porque en la Naturaleza no hay ausencia ni oquedad, y el encanto terrible del desierto nos hiere más en lo vivo que el más bello rostro de la tierra. El águila suele anidar en alguno de los encumbrados algarrobos del cerro. Vi una, cierta vez, posada en la cima de uno de ellos. Me detuve, enfrenando el resuello, a paladear el espectáculo. El patrón de aquel áspero destierro sirviendo de apeadero a la patrona de la gran altura, de varios horizontes encimados.
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EL ENANO DE LA FAMILIA El hombre ha llegado a convertirse en la criatura más desligada de su hogar, que es la tierra. En su orgullosa ignorancia llega a olvidar que la música (que, como la astronomía y la metafísica, rebasa las fronteras del espíritu humano) fue inventada por los pájaros cuando el horno sapiens apenas sabía gruñir refugiado en cuevas que usurpaba a los animales. De que el hombre en general -y sobre todo el hombre estabilizado y mecanizado de la sociedad de consumo- vive cada vez más de espaldas a la Naturaleza, que toma por cantera de mera explotación industrial, lo prueba el hecho de que la planta y el animal son mucho más sensibles que el hombre al cambio de las horas y las estaciones. El girasol sigue al dueño del día en su curso por el cielo. Las corolas abren mejor sus pétalos y su aroma a la entrada del crepúsculo vespertino a al alba. Cualquier animal presiente la venida del temporal remoto. El arriero de la Cordillera participaba sin duda, a su modo, de esa ciencia subterránea. Los que ponderan con razón el ascetismo guerrero o la vida dura hasta el sacrificio del gauchisoldado o del gaucho baquiano de las Pampas olvidan casi siempre que la vida del arriero de nuestra Cordillera le ganó en aspereza seguramente como el risco a la arena. En efecto, en la Cordillera hay abismos tan profundos que han olvidado el eco, y cumbres tan altas que se olvidan de la tierra. Hay vientos tan ávidos de espacio y prisa que pueden aventar una mula 28
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL cargada o un arriero emponchado, como arista de trigo. Hay fríos que pueden escarchar la carne y hasta el alma misma. Las penurias del arriero andino difícilmente tenían cotejo posible, sobre todo si se le atravesaba en la huella el viento blanco, fantasma vestido con un sudario, que borraba las sendas y los rumbos convirtiendo al mundo en una lápida, y la torada, impelida a una desolación y una altura en que sus cuernos se confundián con los de la luna, lloraba la ausencia de sus remotos pagos verdes con mugidos capaces de conmover las entrañas de la Cordillera misma. Un poeta amigo cantó la vida y muerte acérrimas de uno de esos baqueanos de la altura o grandes anónimos de la Cordillera: Pese a toda su ciencia cumbrana y su denuedo - (siempre arreando sus días por comisión de otro) Isidro Sanduay cayó en la alta emboscada un día. Los cóndores pudieron interrumpir su ayuno, los riscos y cardones alcanzaron a heredar sus espuelas. ¿Con qué peleaba al hambre y al frío el arriero en tales trances en un destierro en que el agua hierve a tan baja temperatura que apenas sirve para el mate? Con la provisión de charque asado por el sol y la sal y la harina de maíz tostado al rescoldo. Eso sí, precisaba hacer fuego en lugar en que no había a la vista un hilo de hierba. La había sin embargo, o la hay. Se llama cuerno, por el parecido de su bifurcada raíz con los cuernos de un buey. Y he aquí que no se trataba de una hierba sino de un árbol verdadero. Sólo que, aplastados por el frío gigantesco, su copa, su tronco y su follaje se reducían a una mancha oscura en el suelo. El arriero la cavaba con su chuchillo hasta destapar un raigón equivalente a la mejor leña, que Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE cortajeado y guardado en las alforjas servĂa como ayuda milagrosa en la gran altura, donde no hay asomo de planta viviente.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL OMBÚ
Para la estética tradicional la Pampa carece de poesía como el pingüino carece de vuelo. En efecto, ni una brizna siquiera del subido encanto de los valles suizos ni la pictórica placidez del paisaje de Italia o de la alegre Inglaterra. Virgilio, Boileau o Pope le hubieron vuelto la espalda. Tierra de chatura y monotonía inacabables, siempre sucediéndose a sí mismas. Tierra sin piedras ni árboles (stoneless and treeless, como dice Gladys Dougall), visitada alternativamente por inundaciones, polvaredas o incendios desmesurados o por chubascos diluviales. ¿Qué puede ofrecer a la acuarela o la égloga clásicas? Pero ésa no es toda la pampa cimarrona del siglo pasado, y Guillermo Hudson lo demostró sin réplica. En la Naturaleza nada es mediocre o feo, ni el sediento y hambriento desierto de arenas, ni las más cejijuntas montañas, ni el mar con sus agachadas lenguas azules caminando sin fin. La Pampa es el desierto verde que se multiplica en praderas con el mismo tesón con que el océano, cuyo perfil es también el suyo, se multiplica en olas. Además, en primavera tiende a la redonda alfombras de flores de lujo no inferior a las de Persia, y pájaros de colores o de canto interrumpen la monotonía o el silencio, y tal cual río o arroyo cruza con la lerdura del buey en rumia, a algún ñandú o ciervo con prisa de ráfaga. Y hay lagunas ojizarcas mirando a ocultas detrás de juncos y achiras y de un innumerable averío acuático. Torno 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE Todo ello sin contar que hay más caballos que tábanos y mosquitos. La Pampa, en efecto, es el paraíso del galope, pues en ninguna parte de la tierra (Mongolia, Persia o Arabia), el caballo dio con iguales pastos ni pista tan pareja y sin fondo. 2 Ya sugerimos que la Pampa, sin la ayuda del hombre, no cría árboles, salvo el ombú, que no es un árbol sino una hierba sansona cuyas hojas malignas como las del laurel rosa rechazan a hombres y bestias, cuya madera no sirve al carpintero ni al leñador, pues antes de secarse se pudre, y su fruto no merece tal nombre, y todo él carga con la sospecha de ser portador de fatalidad para la casa que busca la amistad de su sombra. ¿Planta de perdición, pues? La verdad es muy otra. En el imperio horizontal de la Pampa, el ombú, con su verde y gigantesca silueta vertical quiebra no sólo la monotonía ambiente, sino también la desolación o el desespero. Cuando en las jornadas del verano el sol se acuesta sobre la espalda del jinete y su cabalgadura, amenazando aplastarlo, la sombra remota del ombú es la única esperanza de alivio y la única ayuda. Allí está él, perfecto de equilibrio entre su majestuosa alzada y la gracia redonda de su copa que no deja filtrar un rayo de sol ni caer una hojuela. Porque ni el hielo ni los fuegos del sol lo hacen mella, y en lo acérrimo de una sequía ofrece, como un zaguán amigo, el redondel de frescor de su sombra. Sus desaforadas raíces se quedaron a medio hundirse para servir de peana al árbol y de asiento a los hombres. 32
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE Árbol único. El nómade se detuvo y fijó su casa inducido por él. Sus hojas acerbas pueden clarificar la sangre del hombre. El pampero y los insectos lo respetan. Árbol sagrado. Nadie ha visto un ombú adolescente o seco: él está, al parecer, desde siempre y para siempre.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL JACARANDÁ El hombre es en general una criatura oscilante, con inclinación hacia lo peor, pero también hacia lo mejor: hacia la aberración y la cordura, hacia el odio o el amor. No nos extrañe, pues, que la historia ostente muestras que alteran nuestros nervios como la risa de un loco. Es evidente que la naturaleza -y lo que esconde en su seno- ha hecho de la belleza uno de los sacramentos del mundo, ya que sus rostros son tan innumerables como las ondas del océano. Hasta en la entraña de las montañas y los mares se hallan diamantes o perlas y formas y colores y esplendores que nos acegan un poco las pupilas y el espíritu. Mas he aquí que por siglos y siglos el hombre -digo quiénes usufructuaban su conducción- condenó el olimpo de las bellas apariencias como si fuera el rostro del pecado. Prohibió las pinturas, las estatuas, las danzas y el teatro, y la alegría de vivir como puros inventos del demonio. Sentenció que este valle nuestro en que una gota de rocío matinal alberga al arco iris con sus siete colores era sólo un valle de lágrimas. Y que las formas de la mujer, incluso su cabellera, constituían una ofensa al cielo y debía velarlas, sin excluir el rostro. El amor mismo a la vida era un pecado capital, pues debíamos amar nuestra muerte ya que la tumba era la puerta del único camino para llegar al paraíso inmarchitable. Así formó al hombre un alma de invernáculo ("animula blandula, vagula" como decía el emperador Adriano) que se desecaba al menor contacto con el aire del mundo. Hoy ya no estamos convencidos que todo eso no significa presentar Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE nuestra dimisión de hombres. Sí, nos atrevemos a pensar que la Naturaleza en su pasión de verdad y hermosura, busca en el hombre su colaborador más alto. Y que quien se enamora de veras de la selva, el mar o la montaña, termina por ser correspondido. Y que el más venerable maestro es aquel que enseña a vivir desposando la inocencia de la planta y el animal con la iluminación del espíritu. ¿Acaso el dar los frutos de más precio impide al duraznero, al granado y al naranjo obsequiar con las flores más edénicas de la tierra? ¿Acaso la más hermosa veste de la mujer no es la que eclipsa menos su desnudez sagrada? Creemos también que cada color guarda una relación particular con nosotros y que sin duda la del azul es la más íntima y profunda. El azul es el color del mar, que plagia al cielo, y el del heliotropo que sigue el curso del sol como el delfín el de un barco. Y sobre todo es el color del firmamento y de la lejanía en que se pierden las golondrinas, que también son azules, en su viaje hacia primaveras de ensueño que están al otro lado del horizonte. Siempre creí que las aves de plumas azules son las que mejor anudan el lazo que ata la tierra al cielo, en que el silencio y la luz se hacen melodía. No faltan quienes piensan que los ojos azules, los de claridad más obvia, son los que permiten la mayor aproximación entre las almas. Puede ser, aunque eso sufra desmentidos rotundos, ya que don Juan Manuel de Rosas y otros delegados de los cementerios, tenían pupilas de color de miosotis. Toda esta descosida cháchara viene sólo para recordar que al inventar la flor la Naturaleza ha hecho de la belleza y del amor un solo 36
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL misterio. Y que la flor azul del jacarandá supera acaso a las otras porque llueve celestemente desde lo alto. Cuando me dijo que sí se estaba alfombrando el suelo con los tarcos deshojados... Me volví pisando cielo.
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE EL CARDÓN Quien vive en olor de Naturaleza ama por igual cada una de sus muestras: lago, montaña, árbol, sol o caracol. Las luciérnagas son tan vívidas como las estrellas, y en el equilibrio y armonía de lo que existe, tienen la misma importancia. ¿Que el cardón no es un árbol hermoso? En verdad, en vez de acogedora fronda tiene espinas, de pelea, carece de temblor y de rumor de hojas y su sombra es estrecha como sombra de lanza o una sepultura. A ratos sugiere la imagen de un puma alzado sobre sus patas traseras agrediendo con su panoplia de garras y colmillos. A ratos parece un indio, erizado de flechas, defendiendo el acceso a la cima de sus cerros. De pronto nuestra visión cambia, porque sabemos que el pobre ha trocado sus hojas en puones para defenderse de la sed traída por soles y zondas inmisericordes. También sabemos que en primavera corona su aspérrima rigidez con una flor blanca e inmensa que sale de él como el alba sale de la noche. Tampoco ignoramos que a falta de otra madera el serrano aprovecha la de su tronco para tablas o vigas. Y que, semienloquecidas por la sequía, las vacas suelen derribarlo para descubrir a astazo limpio su pulpa fresca y aguachenta como una sandía. Pero algo más significativo. A fuerza de paciencia el pájaro carpintero taladra el espinudo tronco para hacer su nido, y así como los demás árboles, nuestro amigo puede desfrutar de ritmo y de canción. Esa correlación misteriosa entre todas las formas vivas de la Naturaleza es la que sintió Francisco de Asís, un santo de excepción, pues 38
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL mientras los otros vieron en la Naturaleza un enemigo del alma, y en sus bellas figuras una tentadora invitación al pecado (de ahí el refugiarse en Tebaidas o conventos, o en la contemplación interior) Francisco, hijo de un mercader acaudalado, huye de las pompas sacras o profanas como enemigas de lo mejor del hombre, ayuda a los labriegos a alzar sus cosechas y se echa a rodar tierra predicando la desnudez del Evangelio olvidado (Mateo X, 7-10, Marcos VI, 8-9). Pero hace algo más hermoso. Muestra la fraternidad sagrada de las cosas en la belleza y la alegría (piedras, árboles, bestias, aves, hombres, agua, tierra, sol) ylo dice, no en latín, sino en la lengua del pueblo, como Dante casi un siglo después. Y he aquí que el poverello es el príncipe de los trovadores de sayal, y su Cántico del sol apenas cede en gracia terrena y celeste a los tercetos del Purgatorio dantesco. Francisco, que llamó hermano al "feroz lobo de Gubbio ", erizado de lomo y colmillos, hubiera hecho lo propio con el cardón de nuestras sierras erizado de puones de pies a cabeza.
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EL CHAÑAR Ya cargado de años y lejos del campo suelo rememorar mi vida de muchacho como un marinero a la orilla de la estufa recuerda alguna noche de tempestad en el océano. El que fuera desde chico un aguerrido lector de libros de aventuras y viajes no quita el que fuese también medio vagabundo, aunque menos vagabundo que soñador un tanto emboscado en la reserva o la hurañía. Algunos aromas, como el del membrillar y el melonar me parecían no sólo palpables sino masticables. Imaginaba que el bosque era una biblioteca sin paredes cuyo cielorraso era el cielo, y que los álamos, pinos y palmeras eran los postes de una telegrafía más profunda y alada que la otra. Me decía, sin palabras, que la Naturaleza había hecho del amor y la belleza un sólo dios, patrono de la tierra, y el paraíso extraterrestre me parecía tan triste como la sonrisa de un niño muerto. En algunas noches el estridor rítmico de los grillos me acunaba el corazón. En otras el emboscado misterio de lo que existe se ponía su pata de león en el hombro y mi alma solía tiritar como un pichón llovido. No lo sabía aún, pero sentía de algún modo, que todo artificio o adorno es una especie de collar de perro. Y que cada criatura era única, pues cuando la Naturaleza inventaba un árbol, un pájaro o un hombre rompía el molde para no repetirlo: de ahí que no había dos personas que tuvieran el mismo rostro, voz u olor, ni dos calandrias que cantasen igual ni dos chañares que tuviesen exactamente las mismas flores. A propósito de chañar, diré que mi curiosidad por él se despertó con el relato de un paisano amigo, quien, buscando un burro extraviado 40
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL entre las quiebras del cerro, advirtió detrás de un pedrusco las huellas de un puma en acecho; algunos metros más allá halló al perdido con el belfo sangrante y reconstruyó la escena: sintiendo sobre su lomo al puma que le tanteaba el hocico con una de sus zarpas para troncharle el cuello, tuvo tiempo de apear al jinete enchufándose de sopetón debajo de un achaparrado y espinudo chañaral. El segundo impacto del chañar en mi magín ocurrió poco después en plena travesía, junto a un barranco más subido que un campanario, cribado en lo alto por cuevas de loro y a cuyo pie manaba un ojo de agua que alimentaba un soto de flaquísimos chañares que en busca de luz se habían alzado hasta la cima del barranco. Improvisando (mis conmilitones y yo) con dos de aquéllos, una escalera de guardahilos, pudimos llegar al escondrijo de los pichones de loro que es bocado más de cardenal que el lechón, el pavo o el faisán. Mas he aquí que mi fervor por el chañar no está referido a su sombra, su madera, su leña o esa fruta que destila un arrope que es fiesta del paladar y remedio infalible contra la tos perruna o la humana, sino a la belleza de su flor. Quien tiene la dicha de contemplar un chañar en plena floración asiste a la apoteosis del color de la genciana, el girasol, el azafrán, el azufre, la yema del huevo, el pecho del benteveo y el oro. Más, si el duraznero florido es una sucursal del amanecer, el chañar es como la tienda de campaña del sol en persona.
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EL PALO BORRACHO Su nombre, como los motes burlescos que se aplican las gentes entre sí, no pasa de un insulto o una calumnia. No es vino, ni caña ni aloja lo que hincha su vientre, sino eso que se llama hidropesía, pero no morbosa, sino saludable. Ocurre que en tierra de sol y viento cargosos, el palo borracho, para no perecer de sed y de calor, se refugió en la sombra de las quebradas donde nunca falta algún ojito de agua olvidado por las siempre demoradas lluvias y allí se le fue la mano, digo la raíz, bebiendo tanta agua como un buey después de doce horas de remolcar la reja del arado y aguantar el látigo y la lengua del arador, o cozo el dromedario, antes de enarenarse en el desierto.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL OLIVO 1 Mi veneración por este árbol viene no sólo de haber nacido en tierra de olivos sino de muchas cosas de que fui anoticiándome con los días: ante todo, de que el olivo, especie de cetro de Palas Atenea, diosa de la inteligencia, fue uno de los factores decisivos de esa corona de laurel de la historia que es la cultura griega. En efecto, los historiadores enseñan que siendo la tierra del Atica la más flaca de toda la Grecia se cansó a no mucho andar hasta el punto de devolver con tacañería creciente el trigo enterrado en ella. Constreñidos los áticos a buscar algún remedio plantaron olivo entre las piedras. Con los años la cosa comenzó a dar resultados tan pingües y brillantes como el aceite mismo. ¿Pero en qué envasar el aceite? La alfarería acudió en ayuda y ya que todo se hacía en casa convenía hacerlo lo mejor posible y así inventaron esas ánforas que lograron en todo e] Mediterráneo, y más allá, tanta fama como su estatuaria y su filosofía. Porque es claro que no sólo de aceite vive el hombre. Debían cambiar el gordo sobrante con elementos de que se carecía en absoluto. Y así fue reinventada la navegación marítima inaugurada por los cretenses muchos siglos antes, lo cual aumentó la experiencia, el poder y la expansión de los griegos no sólo a través de la geografía sino de la historia, hasta hoy. Toda la cultura de Occidente es helénica en lo medular, como sabemos.
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE 2 El olivo consigna su presencia en los más antiguos papiros de Egipto y en los infolios más amarillentos de Judea. Se trata, pues, al parecer, de la más humanizada o civilizada de las plantas. Nada de extraño, así, que abandonada a sí misma, olvide la tradición abolenga y se niegue a dar frutos o los dé como por descuido. Todo proviene de que por naturaleza -o más bien por recuperar su vitalidad salvaje- abunda en ramas verticales y altas que cargan poco o ningún fruto y en cambio chupan gran parte de la savia común empobreciendo a las otras. Los españoles llaman vecero al olivo que juega a dar fruto un año sí y otro no. Y saben bien que el olivo más frondoso no es el más aceitoso, pues necesita del contacto íntimo del aire y la luz en todas SUS ramas. Eso sí, que el olivo siga las leyes de su naturaleza no significa que tenga pretensiones vacuas de hijo de rey, como lo dice el que se multiplica por semillas, estaca o injerto, arraiga entre las piedras, aguanta las sequías, calores y vientos más descomedidos y puede, si se propone, vivir hasta los novecientos treinta y dos años como nuestro tatarabuelo Adán. ¿Y el pacífico contingente del olivar deteniendo al malón de los vientos ardidos del desierto? Y ni siquera le falta la belleza, como era de esperarse, o, mejor, tiene la más austera y pura en sus hojas vencedoras del invierno, bicolores como lluvia con sol o lágrimas rematadas en sonrisa; esa fronda con la palidez iluminada del alba, del vientre de la mujer en gravidez ola frente del hombre que medita. Pero es natural que el más noble de los árboles frutales precise ayuda 44
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL y exija inteligencia y cariño. Prefiere en general los terrenos sueltos, sutanciosos y no muy húmedos, pero se aviene a otros según sus variedades. Hay especies tempranas y su aceituna, de un negro morado como todas, tiene forma más o menos redondeada o aovada; la de forma alargada o picuda corresponde a las especies tardías. Las lluvias pueden perjudicarlas en la época de la floración arrastrando el polen al suelo. Necesita de la poda casi tanto como la vid, no sólo para aliviarlo de sus ramas infecundas sino también de las que tienden a cubrirse de verrugas o agallas, sin contar las ramas secarronas o secas. Es claro que fuera de la poda pide otras ayudas, y la primera es la cava en forma de anillo para provechar las lluvias, pero no al pie sino a cierta distancia de él. Allí mismo debe ir, cada tres años, el abono de estiércol de yeguarizos, vacunos y ganado menor, de huesos o de animales muertos. Ya se sabe que su fruta se aprovecha tanto verde como madura. Y que su madera tiene variadas aplicaciones. En la Odisea se cuenta que el rey Ulises (hasta los reyes trabajaban entonces!) se hizo un catre de madera de olivo con lonjas de cuero y tachuelas de plata. Junto a la vid lujuriosa, el casto olivo, y su tácito aceite junto a las gárrulas lenguas del aire, el agua y el fuego. Los demás árboles dan llama con su leña; él, con su aceite, da luz para el óleo del pintor y la lámpara del sabio.
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EL SAUCE LLORÓN 1 Del sauce llorón conozco lo que los campesinos y labradores de mi comarca nativa. Que prefiere para alzar su ecológico toldo la orilla de pozos, estanques o aguas corrientes. Que su fácil arraigar y su apresurado crecer vienen al pelo para luchar contra la erosión del suelo. Que sus dóciles ramas sirven para cestos, canastas y capachos, y que dada su rápida combustión y su generosa llama, vienen como de encargo para calentar el horno. Y como si eso fuera poco, se lo disputan para su uso dos ciencias tan alejadas entre sí corno la medicina y la hidráulica. 2 El sauce llorón se llama en el latín universal de los sabios Salica babylónica en recuerdo de los sauces del Éufrates a cuya margen alzábase la de más estruendosa fama de las ciudades del mundo antiguo (hoy sus ruinas se llaman Biva mimrod) con sus cien puertas de bronce, y sobre todo con sus jardines colgantes del cielo: la primera de las siete maravillas del mundo. El más grande de los poetas de Francia (aunque lo nieguen los pedantes) lo recuerda inmortalmente en "La lgende des siécles': "Gloria a la gran Semíramis que alzó terrazas sobre muros que atajan el flujo de las razas y puentes cuyo arco sobrepasa los 46
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL tiempos..." Los judíos de la casta poseyente, con su casta sacerdotal a la cabeza fueron llevados hasta allá en el siglo VI a. de J.C., en turismo forzoso que duró 60 años. Acostumbrados a la aridez de Palestina, con su calvo Calvario y su conventual Huerto de los Olivos, y su Mar Muerto en que los peces mueren empachados de sal, los desterrados no hallaron nada de su gusto, y hasta los verdísimos sauces, más refrescantes que una brisa o una albricia, les parecieron lúgubres con sus volcados cabellos y venidos de perlas para rimar con sus lágrimas.
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE 3 Yo he conocido los primeros sauces llorones a la orilla de algún estanque o arroyuelo y como esto ocurriera después de cruzar travesías más largas y agobiadoras que una misa de difuntos, la vista del sauce llorón me remozaba y endiosaba los ojos y el ánimo COil su fronda goteante de verdor y frescor. ¡El más húmedo de los árboles del Edén! 4 Para ganarnos la vida practicamos dos o tres oficios o artes, olvidándonos del primero de todos que es el arte de vivir, que no se aprende en las Sorbonas, los talleres, las bibliotecas, las oficinas o las minas. Por eso seguimos usando una tabla de valores falsa. Para mí, la sola visión de un sauce inclinadó sobre un remanso o un arroyo, contemplándose en él como un padre en los ojos de un hijo, rimando el rumor y el temblor de su fronda con los de las ondas, es un espectáculo más estimulante y revitalizante que el de una catedral o un rascacielo.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL PINO El pino pertenece a la familia de las coníferas, que como se sabe, apareció a comienzos de la edad terciaria. Habita regiones templadas y frías prefiriendo terrenos sueltos o arenosos, subiendo desde los litorales marítimos a límites muy altos de la vegetación arbórea: dos mil metros o más. Hojas estrechas y punteagudas que no caen ni con la nieve. Flores monoicas con sus amentos femeninos situados en el extremo de las ramitas del mismo año de la floración y amentos masculinos, formando una espiga bajo la yema terminal de las ramitas, y estambres terminados en una especie de cresta bajo la cual se hallan los sacos de polen. Yemas vestidas de escamas que son verdaderas hojas. Tronco y ramas ungidos en trementina. Su madera compacta y resinosa es la flor favorita de los carpinteros. En años de mucha nieve sus hojas sirven de pasto a los ganados Sus piñas arden como antorchas. Hay tanta variedad de pinos como hay hombres blancos, negros, amarillos, cobrizos: pinos gruesos como robles y gigantescos como palmeras, pinos enanos, pinos greñudos y pinos casi calvos. El pino es hijo de la tierra y ahijado predilecto del mar. Aunque a ratos la tierra parezca ciega y el mar opaco, mientras el pino hunde su alta testa en el cielo omnividente. Pero su crin tremolante como la cimera del guerrero antiguo repite el juego de las ondas marinas. ¿Y qué réplica más dulce que la del murmurio de sus ramas al amargo retumbo del mar? Sí, el mar, con las algas lívidas, las ovas ferruginosas Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE y las pampillas oscuras de sus nómades praderas y el armonioso son de su golfo encurvado en forma de cítara; el mar, oleaje discorde y concorde, innumerable y uno, potente y muelle, trenzando y destrenzando con gozo su fugacidad y su eternidad. Apenas cabe dudar que las primeras barcas y la misma arca de Noé fueron construidas con pino. Tanto es así que en castellano yen italiano llaman pino, a secas, al barco: "ji pino dischiomato cheper Palto sal viaggia" Sí, el mástil es un pino tonsurado que se mantiene sobre las ondas amargas tan vertical como en tierra y como si ellas fueran sus hadas madrinas; el mar con su rugido y su melena de león; el mar, diluvio acostado o firmamento convulso; el mar alzando en alto y volcando sus propias cataratas. Sobre él, el pino, metamorfoseando en barco, indiferente al viento, las trombas, las noches estrelladas o ciegas, sonámbulo del abismo, con el sueño de playas ultramarinas, recostado entre el timón y la proa... Lo que mucha gente ignora es que una variedad de pino (pinus succinifera) es el único árbol incorporable al reino mineral con categoría de productor de gemas... Hace muchos millones de años, cuando los mares del norte de Europa disfrutaban de un clima subtropical, el pino aludido segregaba una resma que las crecientes fluviales llevaban hasta el mar en forma de pelotas. Vinieron después los tres o cuatro períodos glaciales y los hielos sumergieron esa sustancia que terminó mineralizndose y que las mareas y las trombas fueron arrojando a las playas en forma de grandes piedras preciosas que los 50
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL normandos usaban como monedas en su comercio con los pueblos del sur. Los griegos lo llamaron electron y los árabes ámbar: sustancia tibia, suave al tacto, que tiene color de miel (aunque toma variados matices) y brilla como la luna y echa chispas si se la frota. POSDATA: El que esto escribe llegó un día a orillas del Nahuel Huapi, lago argentino de los Andes del sur alzado a 886 metros sobre el nivel del mar, con 26 islas, 900 kilómetros cuadrados de extensión y hasta 900 metros de profundidad. Sus aguas son más diáfanas que el aire, aunque sus olas no son menos traicioneras que las del océano. No lejos de sus costas se halla un primo hermano de los pinos, un ciprés sansónico, a cuyo tronco el explorador Pancho Moreno, atado por los indios de Shaihueque, pasó horas y horas esperando el último suplicio entre una ronda endemoniada de cerdudos que pregustaba ya su muerte. Sólo su ingenio y su temeridad, no inferiores a los de Ulises, lograron rescatar su vida.
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EL ÁLAMO El álamo es el más inconfundible de los árboles que vemos todos los días y su obelisco verde da un alto decoro a la arquitectura del paisaje. Todos conocemos su corteza gris y casi lisa, y sus hojas de verde oscuro en el haz y de blanco plateado en el revés, de pecíolo largo y fino que fomenta su incontenible temblor. También sabemos todos que prefiere las zonas frescas y húmedas, que se reproduce por semilla y por estaca, que crece a ojos vista como algunas hierbas, que su hoja conservada en invierno sirve para forraje, a falta de heno, y que de su madera blanda y sin nudos sale de todo como de la mano de los pobres: vigas, listones, alfajías, artesas, cajones, cajitas, colmenas, palas de horno.., en fin, desde zuecos a vagones de ferrocarril. Dicen que el álamo virginiano se remonta hasta los cuarenta metros y que el canadiense duplica con exceso esa estatura. Puede ser. Yo sólo sé que el temblor y el rumor de las hojas del álamo consuenan con los del arroyo, la lluvia y las alas al comienzo o al final del vuelo. Pero en lo que el álamo me parece superar a los demás árboles, es en su incontenible vocación de niveles celestes, en su empeño de hacer llegar aladamente al corazón del cielo, el verdor viviente de la tierra.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL EUCALIPTO
Eucalipto, en griego quiere decir el bien cubierto, quizá porque sus flores, antes de abrirse, se cubren de una capucha. De aptitud y voluntad elásticas, crece casi con prisa de pichón de ganso tanto en la tierra de la caña dulce y el naranjo como en la del pino. Dado que su oficio de avenador de más o menos esteros no le da tiempo de trepar laderas, se eleva por su sola cuenta alas mayores alturas a que puede llegar un árbol -no alcanzada por muchas aves de vuelocompitiendo a veces con el Goliat de la flora, la Wellingstonica de California. ¿Que el hombre sólo aprecia a los árboles por los provechos que de ellos saca? Veamos qué pasa con el eucalipto. Su corteza, dada su sobra de tanino, se cotiza bien en las curtiembres: Destilando su resma o su corteza se obtiene un aceite esencial llamado eucaliptol muy apreciado en la industria y también en la perfumería. Una especie malgache de gusano de seda introducida en Madagascar vive ene! eucalipto como un toro en su pradera, pasteando y rumiando a sus anchas. No falta quien sostenga que la corteza del eucalipto atada al tronco de un árbol frutal, derrota a los insectos dañinos y que su raíz paraliza la faena destructora de los topos. Su madera sólida y dura e inatacable por la sabandija, da tablones de veinte metros de largo, utilizados en obras hidráulicas y construcciones navales, y por si fuera poco, también en tintorería, ebanistería y medicina. Su bellida presenTomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE cia es ornamento de parques y jardines sin más precaución que la de podarle las ramas bajas que no la favorecen. IA
Hay ciento cincuenta especies de eucalipto. ¿Lo sabía usted? La llamada gomero azul, de gran alzada piramidal, tiene flores blancas en forma de sombrillas liliputienses, tan generosas de aroma como de néctar. "Sus hojas despiden un olor balsámico alcanforado, parecido al de la salvia, producido por la volatización del aceite esencial contenido en innumerable número de vesículas transparentes y visibles." Esto enseñan los botánicos. Pero cualquiera sabe que basta un soplo de brisa para que la olorosa presencia del soto de eucaliptos sea advertida desde cualquier distancia, hasta por los ñatos, como la del naranjal en flor o la del alba. Árbol de cuádruple mérito, pues: industrial, ornamental, medicinal y odorífero. En efecto, no sólo la mera respiración del eucalipto es más piamente depuradora y elevadora que la del incienso (nuestros bronquios y pulmones lo saben mejor que nosotros) sino que el eucalipto es el anticristo del chucho, el redentor de ciénagas y pantanos infectos. El eucalipto se eleva por su propia cuenta a símbolo divino, trocándose en un desafío para el hombre: con sus hondas raíces bebe todo el exceso de agua de los bajíos palúdicos y lo trueca en savia, en trementina, en farmacia respiratoria y el todo lo exhala en perfume...
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL 3 Como sabemos, el eucalipto fue el árbol favorito de Sarmiento, el apóstol prometeano del árbol en esta tierra de infieles. Nuestra Pampa era un desaforado desierto verde, sin una piedra ni un tronco, lisa como en el mapa, por imposición del soplo huracanado llamado pampero. Sarmiento dijo: 'La Pampa es tabla rasa; hay que escribir sobre ella árboles'. Y trajo el eucalipto por marido de la tierra viuda de árboles, pues el muy escaso ombú es sólo una hierba agigantada y coposa. Trajo de Australia las primeras semillas y hoy pasan de cincuenta millones sus descendientes. Y vaya una noticia de última hora. Pese a sus limitaciones y disonancias, Sarmiento es el espíritu de mayor horizonte aparecido hasta hoy en nuestra América mestiza. Libertador en profundidad, nadie lo igualó en ojo iluminador, en inspiración creadora, en capacidad de servicio humano. La culpa del genio es tener en sí mayor cantidad de naturaleza y de humanidad que el resto de los hombres. Sarmiento manejaba la cólera, el amor y la risa como el dios marino su tridente. Artista fundamental, no sólo captó la variada hermosura externa de la Naturaleza, sino tambiém ese misterio que inserta el latido humano en la palpitación de todo lo creado. Alcanzó a entrever a la Naturaleza bañándose desnuda en su fuente sagrada. Nadie amó como él al árbol que desbrava al huracán, fija las tierras movedizas, atrae las lluvias, da casa a los pájaros y, para decirlo todo, destila el aire viciado por el resuello de bestias y hombres. Sarmiento vivió acopiando árboles para su patria como los demás Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE chirolas para su alcancía. El parque Tres de Febrero, esa internacional de árbol, esa hazaña rival de la de Semíramis, fue obra suya, entre tantas. Cuando hizo poner un plantel de palmeras adolescentes, sus adversarios, que eran más que las hojas de un ombú, lo bautizaron con el nombre de El paseo Escobar de Sarmiento'o "La avenida de las escobas". Otro inmigrante traído par él fue uno plegable como una liana o una boa y dócil como la greda del alfarero -el mimbre-, padre de los más bellos sofás y sillas y también de las canastos en que viajarían las frutas del huerto de las Hespérides que él presintió. Porque antes de hacer la miel la abeja hace la cera. A poco de instalarse en Buenos Aires, Sarmiento había descubierto el Delta e hizo de la isla Carapachay su refugio intermitente en un rancho de tablas alzado por sus manos. La necesidad de librarse de los mosquitos y sobre todo la de ensanchar el horizonte de la jungla, llevólo a improvisar una glorieta a muchos metros del suelo y en ella solía pasarse las horas avizorando la lejanía -y el porvenir- como vigía de un barco o un alto pastor vistiendo una zamarra de árboles.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL DEGOLLACIÓN DE INOCENTES De todas las criaturas de la tierra el hombre es sin duda el más inteligente y ejecutivo y puede llegar a ser el más altruista (ciertos ejemplares humanos la libertad creadora del pensamiento supera en amplitud al giro de los astros, y el genio de la especie enciende una luz interior que no está en el sol ni se refleja en el ojo del animal), pero lo común es que acosado por el interés y la vanidad de poder de la clase secuestradora de los bienes comunes, el hombre histórico tiende a caer o cae en una irracionalidad, una crueldad y una servidumbre a que el animal no llega. Es lo que denunciaron algunos de los primeros padres de la Iglesia, "La naturaleza ha creado la comunidad de bienes y es la violencia la que ha creado la propiedad privada"(San Ambrosio). En la naturaleza existe la violencia de lo fatal (el tigre tiene que nutrirse de carne roja como el cordero de hierba verde), pero existe también la ayuda mutua y son desconocidos el despotismo y la crueldad inútiles. Pese a nuestra pistonuda soberbia aún tenemos mucho que aprender de la sabia inocencia del animal y la planta. Los pájaros con la gracia de sus formas, sus colores, su vuelo y su música -opina un apasionado creyente- son la obra dominical del Dios de El Génesis: los inventó para descansar de la fatiga de su semana creadora. Ciertas aves -los pelícanos, los loros, las garzas y tantos otros- enseñan al hombre que el amor conyugal y el filial pueden ir hasta la tumba y traspasarla. En la naturaleza no hay jaulas ni calabozos, y si la más definitoria Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE condición del hombre es la libertad, el no mandar ni ser mandado, el no ser martillo ni yunque, el no arrodillarse ante otro ni llorar por sus pecados -eso también es una enseñanza del animal. Recordemos que en las breves alas del chorlito o de la golondrina cabe un vuelo de mil leguas. Pero también es una lección de árbol, que tan entendido en amores como una abeja en flores, confía al viento, al insecto y al ave la propagación de su especie; el árbol que redime con su respiro el de los pulmones en peligro de intoxicación, que da hogar y protección a los pájaros, que modera el inmoderado frenesí del huracán, que ataja el avance silencioso y sinuoso del médano como el perro obliga a retroceder al zorro o al puma. Y ya no el árbol sino la humilde flor del bosque o la pradera con su corola inclinándose bajo el peso del polen y el rocío anticipa la imagen del alma enamorada inclinándose hacia su pareja. Kipling y nuestro Hudson, entre otros, han denunciado con irresistible fuerza y púdico horror la aberración expoliadora del hombre erigiéndose en árbitro de la vida y suerte de nuestro planeta, condenado a la cárcel o la extinción a representantes de la fauna que con su grandeza o su belleza constituían ya uno de los mayores decoros de la tierra cuando el hombre era uno de los fetos de la zoología. ¿Con qué derecho y en nombre de qué? Recientemente en Réquiem para una ballena, Farley Mowart ha contado en magistral estilo la pasión y muerte de un cachalote extraviado en una bahía del Canadá, casi tan cerrada como un lago y acribillado a centenares de balazos por pescadores y cazadores con el gallardo objeto de lucir su puntería, asesinando así al mayor representante del océano y su misterio, tan 58
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL majestuoso como el acéano mismo, y ante cuyo volumen de trasatlántico y peso de ochenta toneladas sus verdugos resultaban apenas ratas bípedas, ellas mismas asustadas ante un rumor que rebalsaba sus oídos, una especie de ventriloquía sobrenatural: el estertor de la agonía de la ballena... El crímen contra los árboles, que son las guirnaldas de la tierra, el arboricidio en gran escala, no es inferior a lo acabado de consignar. Recordemos que cuando su viaje a Tucumán en 1876, recorriendo de paso algunas de las provincias de nuestro lejano Oeste, Sarmiento escribió: "El ferrocarril está creando el desierto". En efecto, los ferrocarriles explotados por el capital foráneo o por el Estado venían talando los más populosos bosques de las quebradas de Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca. Santiago, región selvática por excelencia, fue trocada con los años en patria del polvo y la sed. Con todo, el malón contra los árboles, sólo alcanzó proporciones épicas en Santa Fe y el Gran Chaco. De árboles que precisan siglos para llegar a la adultez, bosques de la más noble madera de la tierra, con el lapacho y el quebracho a la vanguardia, no quedaron más que el recuerdo y los mosquitos -todo por obra de la libra esterlina y sus servidores criollos. El tanino, rojo como la sangre de otra degollación de inocentes, corrió a modo de río en desborde, no una madrugada sino durante décadas. No es ocioso recordar que el quebracho y su pariente consanguíneo el lapacho son dos hijos del reino vegetal que pareciera no han roto del todo con el reino mineral, en tal grado su carne, digo su fibra, compite con las rocas y los metales en dureza, si no les gana por un pelo ya que a ella el agua no la oxida. Como si eso fuera poco su perfume o su infusión, Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO [)EL ESTUDIANTE antiespasmódicos, son gran remedio para la disnea y el asma. Y todavía el lapacho, león entre los árboles, se cubre de la floración rosada más hermosa que pueden soñar nuestros ojos... como un Hércules que ciñera una corona de rosas. Frente a eso no cabe ya la comparación baldía o el lamento retórico sino la indignación activa de los que luchan por borrar la ignominia, borrando sus causas. ¿Se logrará eso alguna vez? Sí, cuando la tierra vuelva a ser lo que ya fue, y será algún día: de nadie y de todos, como quería San Ambrosio.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL TAMARISCO Hace pocos años una mujer se batió con el Sahara más exitosamente que ningún hombre hasta hoy. Dicho en pocas palabras, la cosa pasó así. Windy, moza neozelandesa, después de un azaroso vivir, movida por el desespero y la esperanza, se vio desvelada por estas dos preguntas. ¿Podría una población arbórea sin riego artificial hacer algo más que fijar el suelo desértico? ¿Podría una plantación densa de árboles crear un microclima? Comenzó su experiencia en 1964 en Argelia, o mejor, en Bou Saada, con 1000 pies de la variedad de eucalipto más aguerrida para la sed. Ochocientos arraigaron y aguantaron el segundo verano. En 1965 se plantó 56.000 árboles. Siete años después 130.000 eucaliptus mecían sus ramas en el cielo, algunos a quince metros de altura. Windy aprendió y difundió una lección sin par: 'Cuando los árboles se hacen al riego artificial se vuelven perezosos para buscar el agua del subsuelo'. Desde luego que tamaña experiencia y tamaña victoria no se lograron sin paciencia y sacrificios acérrimos, como aquel año de sequía en que los árboles se salvaron sólo porque centenas de barriles viajaron desde lejanos pozos a lomo de burro. ¿A cuántos cientos de estériles batallas equivale esa creadora belleza? En las playas de nuestro litoral atlántico suelo verse, formando matorral, un arbusto o arbustillo de hojas menudas, y fruto rico en semillas. Su aspecto es insignificante y los pescadores y bañistas ignoran su nombre. Tampoco saben que se trata de una planta meritoria en grado heroico, tal vez comparable al papiro, otra planta de larga y Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE esmirriada figura, engendrada en la ciénagas, pero que fue la primera -antes que el pergamino y el papel- en dar acogida al pensamiento, para que la experiencia y el saber humanos no se perdieran como rastro en la duna y pudieran trasmitirse de generación en generación. El tamarisco, que brota en la arena húmeda y se reproduce generosamente por estacas, tiene la virtud de fijar y abonar el arenal permitiendo la instalación del pino -entre otra gente vegetal- árbol que durante milenos, metamorfoseado en barcos, permitió el cruce de los mares de cabo a rabo sin necesidad de partir sus aguas en dos como Moisés (inventor del semáforo), hizo con el mar Rojo para que su gente pudiese pasar a pie enjuto.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL LA PALMERA 1 Lapalmera,jirafa vegetal, está entre los árboles de más esbelta gracia, o si se quiere, de más alta prestancia estatuaria o arquitectónica. En el más o menos agachado oleaje de dunas del desierto, torturado casi siempre hasta el delirio por el calor, la sed y la monotonía, algún imprevisto manantial brotado por ahí, necesita aventar la noticia a los cuatro horizontes, y levanta la copa de la palmera como un pabellón o un cartel. Así brota el oasis, que por contraste sin concesiones con el acechante infierno del contorno resulta una aislada sucursal del paraíso. 2 Eso sólo bastaría a la palmera para comprometer la inexhausta gratitud de los hombres. Pero hay otras minucias que son otras tantas albricias apenas menores. La palmera -alta vid del desierto- regala a los hombres sus racimos de dátiles tamaños como olivas, y dulces como las más dulces uvas, sostenidos por pedúnculos de un rico color anaranjado. No es todo, como que sin más que un ligero adobo, su tronco suministra vigas de largo aguante, y un cielorraso cuyo artesonado se labra por su cuenta.
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIAN'TE 3 Ya los antiguos pastores de árboles, antes que la botánica moderna, habían descubierto que en el mundo vegetal la bisexualidad -la oposición de los sexos creada para intensificar la fecundación- manda tanto como en el mundo animal. Y así, en la época de la floración, agitaban entre las ramas de las palmeras hembras, los ramos en flor de las palmeras machos para facilitar la polinización. En efecto, los pies masculinos son escasos, y las hembras -pese al desinteresado celestineo de los vientos, los pájaros y los insectos- pueden quedar machorras. 4 No todos saben que los dátiles no sólo son artículos de lujo en fruterías y confiterías elegantes, sino que constituyen el principal avío de los camelleros y también de camellos, caballos y cabras. Tampoco lo saben muchos que con las hojas de las palmeras se tejen abanicos y sombreros, y menos aún que con la savia de su tallo se elabora el lagni, bebida fermentada tan apreciada por los pobres hijos del desierto, como el champaña o el burdeos por los libadores de néctares de este mundo. El historiador Gibbon dice que los nativos de Babilonia celebraban en prosa y verso los 360 usos que podían hacerse de su tronco, ramas, hojas, jugo y fruto. Del carozo del dátil hacían carbón de fragua y con él, después de triturado y reblandecido, cebaban el ganado vacuno y las ovejas. También es cierto que la palmera se parece a su hermano de leche, el 64
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE camello, resistencia tozuda hasta lo heroico. Bebe tanta agua como él, pero, a su igual, aguanta los más inmisericordes calores, abanicándose un poco con sus pantallas, y su raíz, que se afirma en cualquier terreno -aún en los calizos y silíceos-, puede afrontar sin pedir piedad los más desalmados sirocos. 5 Cierta vez en los alrededores de Río de Janeiro vi una palmera tan ambiciosa de cielo que en cierto momento me pareció que su tallo se transformaba en cuerda y su copa en barrilete que pedía más y más hilo...
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL MANGO Pocas cosas más profundas y hermosas que la relación del árbol, el pájaro y el hombre. Cuando el mar comenzó a colonizar la tierra, las plantas marinas se metamorfosearon en helechos y éstas en hierba y árboles -el pino de los litorales y las palmeras del desierto. Y ocurrió que el pez se trocó en anfibio, en reptil, en ave. Con la perfección aerodinámica de su forma y su envión de proyectil. el pájaro se burla de la manzana de Newton, es decir, del yugo de la gravitación. Pero más que su cuerpo es el alma ambiciosa del pájaro lo que obra el prodigio, aunque el primer impulso lo recibió sin duda del árbol, que, como la llama, tiende a lo alto, si bien ninguno de estos dos se desprenda del suelo. La cosa grande, si la hay, la da el vuelo, es decir, la materia buscando alzarse por encima de sí misma. Ribereño del cielo, el pájaro se lanza cielo adentro por encima de las estaciones -no como el insecto, y las longitudes y latitudes se encogen bajo sus alas. Y todo esto mucho-, pero mucho antes que el hombre se apease de los árboles o dejase su refugio en las cavernas de las fieras. El pájaro no sólo adivinó algo detrás de la última frontera sino que despertó la comezón del más allá en el hombre. Sí, el pájaro despertó al hombre de su causi letargo y lo insufló un sueño nuevo. Era el viento en persona tomando forma corpórea para proponer una nueva dimensión al álamo y de más gigantes de la familia y expresar una delicia más majestuosa del ser. Todo esto millones de años antes de que se inventaran las cruces -las de Asia o América, de Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE Roma o Cartago, la de Malta o la Swástica. Ya existía la Cruz del Sur que las aves en sus migraciones legüeras imitarían al cruzar sus dos alas sobre sus quillas. Por su forma, su color y su canto el pájaro no sólo inscribió una estrofa sin parqngón en la página en blanco del espacio sino que él es en sí un poema viviente y completo y con algo que sobrepasa la estética: es un modo más intenso de la inmortal novedad y alegría de vivir. Arrojándose al espacio como una sonda descubrió al cielo una profundidad nueva, multiplicando sin saberlo la imaginación creadora del hombre. Mas todo ello no hubiera ocurrido sin la mediación providencial del árbol que buscó en sus mejores representantes el modo de llegar al corazón del cielo. Se sabe que los árboles del edén frutal tales como los conocemos son una creación de Adán tanto como de la Naturaleza. La uva, el trigo, la aceituna, la manzana, la ciruela, el durazno, la nuez y centenas de muestras más que miman la gula de hombres, pájaros, insectos y bestias hasta la embriaguez, fueron diminutas y ásperas como hijas naturales del monte. ¿Cuál es la reina de las frutas, digna de figurar en la mesa de los dioses? Imposible decirlo, pues cada una parece mejor que lo otra, según la ocasión y el gusto. Con todo, el mango parece llevar la mayoría de los votos por un motivo triple:, su sabor y su aroma de ambrosía, la antigüedad de su cultivo (supuesto anterior al de la vid y el olivo) y su estatura prócer con la pompa de su fronda sin otoño no inferior a ningún verde del bosque ecuatorial. Originario de la India, el mango es hoy criollo de la isla de Formosa, 68
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL Siam, Tailandia, las Filipinas, Vietnam, Florida, México, Yucatán, Brasil -para no citar más- y objeto de un tráfico internacional del que medra cada vez mayor número de aspirantes. Los hindúes viven tan agradecidos de su fruta autóctona, cuyo sabor según ellos es superior al de la manzana, el melocotón y el ananás juntos (y tal vez al de la chirimoya que el poeta Banchs llamó divina) que su retórica tropical llama pájaro-mango a la cristalina y melodiosa orpéndola de sus bosques, y lluvias-mango a las que aspergan los días al rojo blanco de su verano.
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LA VID Estamos seguros que, en un plebiscito para elegir la reina de las plantas, muchísimas gentes -fuera de los consuetudinarios libadoresvotarían por [a vid. La vid es un arbusto Øe tan apocada estatura como algunos conquistadores desbordados -Atila y Napoleón, por ejemplo-, sólo que su carrera no es la violencia y la destrucción, sino justamente lo opuesto: la dadivosidad y la dulzura. Planta campeona entre los alpinistas, si la dejan trepar y extenderse a sus anchas, una sola cepa es capaz de obsequiar con varios quintales de uva. ¿Tánto? diría el lector. Cuando el que esto escribe no era un jubilado más o menos ayudante sino un labrador que vivía del trabajo de sus manos, plantó miles de vides, y habiendo una de ellas venido a quedar no lejos de un selvoso algarrobo del traspatio, comenzó a extenderse sobre sus ramas hasta que sus suculentos racimos -colgando a veinte metros de altura- eran tantos como las harinosas algarrobas de su tutor. En generosidad benefactora la vid sólo tiene parangón en la higuera, tan apresurada por brindarse con lo mejor de sus entrañas que antes de hacerlo con sus higos -ombligos de dulzura- convierte sus flores en brevas. "Género de plantas pertenecientes a las Ampelidáceas, cuyas especies habitan en la región media de Asia occidental y en el norte de América y entre las cuales la predilecta (desde tiempo inmemorial) de los cultivadores hállase difundida en todos los países cuya temperatura 70
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL media estival excede a los 19°. 'Eso enseñan los tratados de botánica y las enciclopedias, agregando que tiene flores dispuestas en racimos compuestos, de los cuales las estériles se metamorfosean en zarcillo tan sufridos como el acero y menos oxidables. Todo eso fuera de otras cosas que balbucea la erudición de nosotros los legos: que su tronco es tortuoso como el de un árbol del desierto chupado desde adentro por la sed, -que su vástago se llama sarmiento,y, cuando verde, pápano, -que la forma de sus hojas recuerda a la vez a la mano y al corazón del hombre, -que su fruto es un glóbulo tan delicioso como el beso de las huríes: hojas y fruto que extendidos sobre un armazón apropiado forman el quitasol llamado parra, que dio nombre a la parrilla como la chicharra bautizó al chicharrón. HISTORIA La vid silvestre aparece con el aspecto de una liana trepando a cuanta planta se le ponga por delante sin respetar ni la de más bulto. Abandonada a sí misma, en clima y tierra apropiadas, prospera, como toda planta silvestre, sin necesiodad de poda ni cuidado de nadie. Ni decir que dados el tamaño y agrado de su fruto, la vid se halla entre las plantas que mejor han contratado el servicio de los pájaros para la ocupación de tierras ajenas. Corno se han encontrado huellas de sus hojas en yacimientos cuaternarios, la vid parece haberse apersonado para compañar al hombre desde sus días más antiguos. ¿Duración? ¿Crecimiento? Plinio refiere en el libro XIV de su Obra que conoció una vid de seiscientos años de edad, es decir, tan vieja Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE como las sandalias del Judío Errante. Y agrega: " Vite sine fine crescent". Emparejando tierras, el suscrito halló de cepas (en perfecto estado de conservación) de que ni los hombres más rugosos y canosos de la comarca habían oído hablar. ¿Variedades? Ya Virgilio, con andaluzada romana, dice que antes se contarían los granos de arena levantados por el viento de Libia que las variedades de la vid. Albilla, mollar, cereza, ferrar, torrrente, melcocha, uva gallo, tetas de vaca, moscatel, dedos de dondella, hebén, malvasía... hasta mil cuatrocientas. Y todos los tamaños y formas de grano y de racimo. En la Biblia se cuenta que, destacada por Jeué, una patrulla exploradora sobre las tierras que invadían, los enviados volvieron con la muestra de un racimo que sólo se dejaba conducir en un palanquín que dos hombres sostenían sobre sus hombros... En un jardín zoológico de Chile vi un elefante levantando con su trompa, usada a modo de imán, los granitos de uva -no más grandes que perlas- que le iba ofreciendo un niño. El perfume de la vid en cierne, tan sutil como es, resulta hermano del poderoso aroma sin par del vino añejo: son los extremos apuestos del mismo arco. ¿Colores de la uva? Tan fuera de catálogo como los del mundo mismo: desde el ámbar al negro africano, desde el azul nocturno al rubor virginal de la aurora. De fragancias y sabores no hablemos. Basta recordar al moscatel, rubio como el oro, la miel o el sol, el pelo de choclo de doncella nórdica, y su aroma, más cálido que los de Arabia, y su sabor de postre de los dioses. La turgencia del racimo es la de la ola o la ubre o el odre. La viña en 72
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL sazón está ahí, con su laboriosa dulzura profunda de colmena, mientras por encima de ella pasan las aves y las nubes migradoras o las estrellas que se alzan como las gradas de una insondable Babel, o el sol que se le apega como una avispa sedienta.
DIONISIO Pero la uva no es una fruta más, por nutritiva y fruitiva que sea, como el ananás, el durazno o la chirimoya. La uva, que encierra el misterio del vino, portador de la sangre de un dios, es fruta sagrada. ¿Quién inventó el vino? No lo sabemos, pero sospechamos que lo fue en más de un rincón de la geografía. Todos hemos oído que, no contento con picotear las uvas como el zorzal, Noé las estrujó y bebió el zumo fermentado y a poco andar hallóse en el suelo roncando antes de hora, y que, anoticiado al despertar que su hijo Cam se había reído de él, lo maldijo hasta en sus descendientes nonatos. ¿Encierra una lección este hecho de que el protoalmirante (digo el hombre que construyó una nave para reírse de las aguas del diluvio) comenzara naufragando en un cacharro de mosto? Tal vez. Sólo recordemos de paso que, engolosinados con el meloso sabor del orujo, los burros, los chanchos o las cabran suelen terminar imitando los ademanes, vociferaciones o tumba cabezas del cristiano o mahometano que abusa del tintillo. ¿Cómo saber quién inventó el vino? Recordemos a propósito que si los chinos recién conocieron el vino en el siglo segundo de nuestra era, los arqueólogos nos aseguran que algunos siglos antes de Noé, la vinicultura era oficio de los hititas y que los fenicios hacían de Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE pulperos navegantes, y que en la tumba del faraón Phtan Hotep cuarenta siglos antes de nuestra era- se han hallado semillas de uva... tal vez importada. Pese a la prédica fúnebre de los profetas de ultramundos, el hombre sintió que la alegría es la cosa más seria de la vida. Sintió también que su carne era cauce estrecho para su alma caudalosa. Y procuró dilatar su alegría acudiendo a ayudas externas, sin advertir que sus fuentes más hondas las llevaba escondidas en sí mismo: en el pensamiento, y más aun en el arte y más aun en el amor. Sí, el vino gustado en la medida justa, atiza la alegría, pero la borrachera incita a la agresión, o a la burla soez o al gorro con campanillas o a la tristeza con lágrimas que repiten las de la vid recién podada...
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL ¿Por qué entonces la embriaguez, digo el monopolio de lo insensato o lo grotesco? Quien se acuesta a dormir sobre un hormiguero o se sienta a fumar sobre un barril de pólvora, no tiene derecho a quejarse de las zancadillas de la Providencia. Hablemos en buen romance: el bebedor no bebe para aplacar su sed, sino para cebar su vicio. Los pájaros -para no citar otros hijos de la tierra- también cantan y juegan y danzan y llegan a la cima del júbilo sin necesidad de acudir a ayudas forasteras. Li-Po, poeta grande de China y Omar Kayam, poeta grande de Persia, cantaron de modo inolvidable, borrachos, la loa del vino. Pero otro poeta mayor de Persia pesó lo justo en balanza de oro: El vino es para todos menos para el borracho. Pues he aquí que el camino del hombre tiende a una meta más alta, y por eso es el más tortuoso y arduo. El hombre descubrió el vino y para gloria y mengua suyas hizo de él un dios. Dionisio es grande porque es el ímpetu sacro de la vida, el turbión del instinto. Pero Apolo es el dios de la serenidad, la luz y la lira, y no olvidemos que un solo verso cuyo ritmo respirante sea la justicia y la claridad del alma humana vale más que todos los sermones y los códigos. Recordemos, eso sí, que las dos más inspiradas y airosas creaciones de la antigüedad, la tragedia y la comedia, fueron engendradas por el numen purpúreo de la vendimia y la embriaguez en Grecia. También que nadie se dejó sobornar menos por el vino que los griegos. ¡El culto de Baco, dios del vino y las bacantes! Los enjutos pámpanos desembocando en los caudalosos lagares. El ritmo alterno de pisador de uva repitiendo el de las estaciones y el del propio pulso, y rememorando que en la rojura de la vendimia revive la de la sangre y la del amanecer, Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE con el canto y la cresta del gallo. Y que la existencia es milagro que no precisa prédicas ni altares, y que lo vivo late detrás de las cenizas y las lápidas como un misterio gozoso. Pero también que existe el jadeo del alma, los racimos de lágrimas que destila el mosto humano. Dionisio y Apolo. Lo ideal tiene su raíz en lo real, no en ultratumba. Y la verdad de lo real es más rica en fantasía y belleza que todas las ficciones. El hombre no precisa alas prestadas. El alma es crisálida que lleva en sí su posibilidad de vuelo. Y éste es el secreto dialéctico del pensamiento, del arte y de la vida misma. El culto de mayor sensatez de este mundo es la divinización terrena de lo humano. Dejamos para remate una anécdota vegetal que honra a la vid como a ninguna otra planta o flor -y es que Espartaco que dio vida y murió en la cruz por devolver su condición humana a millones de esclavos-, Espartaco obtuvo la primera de las reiteradas victorias con que mostró la senda de las liebres a las legiones de Roma enseñando a sus compañeros a trenzar sogas de vástagos para bajar del Vesubio por el peor derrumbadero y atacar a sus verdugos por la espalda.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL EL CEIBO Como el tiburón no puede imaginar la tierra, el hombre semidesecado por la carcelaria vida ciudadana no puede sospechar los goces que la Naturaleza puede procurar al hombre natural semejantes a los del caballo galopando sobre el rocío y bajo el lucero. Simplemente el caminar con los pies desnudos sobre la arena o la hierba es una recuperación edénica para una criatura metida desde la infancia en un par de estuches solípedos. El descubrimiento de los sucesivos horizontes que procura el ascenso a cualquier montaña juego que no es para resuellos cortos- resulta más deslumbrador que la aparición de la Virgen del Valle a un inocente. Cada cual tiene su falla o manía favorita. Confieso que la mía es mi escasa simpatía por las campanas neumáticas y por las otras. La Naturaleza nos dice a toda hora su sermón libertario, sugiriéndonos que el mejor apoyo del pájaro no son sus pies sino sus alas. Un día descubrimos con azoro que también el arte y el pensamiento se nutren de aire y sol como las plantas. A propósito, he aquí un viejísimo recuerdo que ronda mi memoria algunas veces. Fuera del trompo, la honda de goma, la flauta de caña, y el fútbol más tarde, no conocí en mi niñez otro juego. Muchachón ya, apenas si de naipes aprendí el abecé. Pero he aquí que una noche en un bar, donde no iba casi nunca, me encontré jugando al monte. Cuando terminó la partida y salí, vi con rubor y espanto que estaba amaneciendo... Ocho horas -todo una jornada de trabajo- anclado en torno a una mesa, Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE matando el tiempo, de espaldas a la vida. (Juré no hacerlo más y lo vengo cumpliendo hasta hoy.) De camino ami casa acerté a pasarjunto a una quinta y allí tuve.., otra sorpresa, al darme con una especie de sucursal de la aurora: dos ceibos en plena floración, tan desaforadamente hermosos en su ruborosa inocencia que gruñí para mis adentros: ¿Qué es, junto a esto sino mero disfraz, la púrpura de emperadores y cardenales? Años más tarde pude navegar el Paraná, y los ceibos en flor de sus orillas sugerían ami imaginación alucinada no sé qué figura de una roja vincha ciñendo la frente del gran río, cacique de las aguas.
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PARA ENTENDER MEJOR
ABOLENGO: Patrimonio que viene de los antepasados. ACÉRRIMAS: Obstinadas. ACEZANTES: Jadeantes. AFOGADAS: Ahogadas. AGLUTINA: Une, agrupa. ALAMEDA: Sitio poblado de álamos. ALBRICIAS: Buenas noticias. ALTRUISTA: Dícese de quien es capaz de hacer el bien a otros, aún a costa de propio. AMAGO: Intento. AMENTOS: Especie de espigas. ÁNFORAS: Vasijas. APOTEOSIS: Exaltación con honores o alabanzas. Reconocimiento. ARBITRIO: Medio extraordinario que se propone para el logro de algún fin. ARPA EOLIA: Instrumento musical de seis u ocho cuerdas que produce sonido exponiéndolo a una corriente de aire. ASPÉRRIMA: Sumamente áspera. ATALAYANDO: Observando. ATIZA: Remueve, aviva. AUGURES: Sacerdotes de la antigua Roma, que practicaban oficialmente la adivinación por el canto de las aves y otros signos análogos. AVENTAR: Propagar. Torno 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE AVÍO: Alimento. AZOGADO: Que tiene azogue, espejo. AZORO: Asombro. BABÉLICA: Se refiere a la torre de Babel: Confusa, desordenada. BELFO: Labio de caballo. CANORO: Canto grato y melodioso CAVILACIÓN: Reflexión tenaz. CERCENADA: Disminuida, diezmada. CÍMBALO: Campana pequeña. CÓNCLAVE: Junta o congreso que se :eune para tratar algún asunto. CONFORT: Comodidad. CONMILITONES: Compañeros. CONSUETUDINARIOS: Acostumbrados. CHÁCHARA: Charla. Abundancia de palabras. CHIROLAS: Monedas de poco valor. DADIVOSIDAD: Generosidad. DANTESCAS: Desagradables, aterrori ¿antes. DENUEDO: Valor, brío, intrepidez. DESAFORADO: Desmedido. DEVENIDO: Sucedido, sobrevenido. DINTEL: Marco. EDÉNICA: Relativo al Edén. ENJUTOS: Delgados. ESMIRRIADA: Flaca. ESTERTOR: Respiración anhelosa que suele pfesentarse en los moribundos. ESTEVAS: Pieza corva sobre la cual lleva la mano el que ara. ESTRIDOR: Sonido agudo, agrio y desapacible. EXPOLIADORA: Que despoja con violencia. 80
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL FORNIDO: Robusto. Fuerte. GÁRRULAS: Dícese de las cosas que hacen ruido continuado. GÓLGOTA: Colina donde se consumó la crucifixión de Jesucristo. GREDOSO: Arcilloso, arenoso. GUANO: Excremeno. HURAÑIA: Aislamiento. IGNOMINIA: Ofensa pública. INASIBLE: Que no se puede asir. INFOLIOS: Libros en folios. INTEL1GIR: Comprender. entender. LAGARES: Recipientes donde se pisa la uva para obtener el mosto. LEGOS: Ignoranes. LEZNAS: Instrumentos de hierro con punta y mango de madera. LIBADORES: Bebedores. LÍVIDAS: Pálidas. LÚGUBRE: Triste. MAGÍN: Imaginación. MANÁ: Milagroso manjar que, según la Biblia, envió Dios desde el cielo a modo de escarcha, para alimentar a los israelitas. MEDRA: Aumenta, progresa. MELLA: Efecto. METAMORFOSEANDO: Transformando. MIOSOTIS: Nombre de una planta conocida también como raspilla. MÓNADA: Cada uno de los seres indivisibles, pero de naturaleza distina, que componen el universo, según el sistema filosófico de Leibniz, un sabio alemán que vivió a fines del siglo XVII y principios del XVIII. NUMEN: Inspiración.
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE ÑATOS: De narices cortas y achatadas. OQUEDAD: Hueco. Espacio hueco. ORIFICADOS: Figuradamente, relleno; sus huecos con oro OSAMENTAS: Conjunto de huesos, esqueleto. OTEAR: Registrar desde un lugar alto o que está abajo. OVAS: Huevos de los peces. PANOPLIA: Armadura. PARANGÓN: Comparación, semejanza. PEANA: Base. PIAMENTE: Piadosamente. PINGÜES: Abundantes, fértiles. PISTONUDA: Estupenda. Superior. PORFÍA: Con obstinación, tenacidad. PROTEO: Dios marino que cambiaba de forma a voluntad. PURPÚREO: De color púrpura. REMOZABA: Daba lozanía. RESCOLDO: Brasa menuda que arde bajo la ceniza. RESUELLO: Aliento o respiración, especialmente la violenta. RETRÁCTIL: Que se vuelve hacia atrás. ROUSSEAU: Jean Jacques. Filósofo y político francés (1712-1778), defensor de los derechos de libertad del hombre, autor del "Contrato Social. SIROCO: Viento que sopla en el Mediterráneo. SITA: Situada, ubicada. SOEZ: Grosero. SOLÍPEDO& Dícese de los mamíferos ungulados que tienen el pie con un solo dedo o pezuña, como el caballo. SOPETÓN: De improviso.
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL TESTA: Cabeza. TIRRIA: Odio, oposición. TORADA: Manada de toros. TOZUDA: Obstinada, testaruda. TREMOLANTE: Que se agita. TROCADO: Cambiado, variado, alterado. UNIMISMADOS: Identificados, unificados. USUFRUCTUABAN: Aprovechaban. VACUA: Vacuo: Sin interés, insustancial. VERDUGO: Persona cruel que castiga demasiado y sin piedad. VESTE: Vestido.
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CONOZCAMOS AL AUTOR
Luis Leopoldo Franco Luis Leopoldo Franco nació en Belén, provincia de Catamarca, el 15 de diciembre de 1898. Desde pequeño mostró gran entusiasmo por los libros y una gran pasión por la naturaleza y los animales, a los que le dedicaría algunos de sus escritos como 'Los caballos salvajes de la Pampa" y "Nuestro padre el árbol". Después de cursar los estudios secundarios en la ciudad de Catamarca, viajó a Buenos Aires para cumplir con el servicio militar. En esta ciudad cursó durante dos años la carrera de Derecho en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, mientras trabajaba en la Biblioteca Nacional del Maestro. De regreso a Belén se dedicó durante algún tiempo a las tareas de campo, pero finalmente se radicó en Buenos Aires. A lo largo de su vida como escritor cosechó numerosos e importantes premios. En 1960 recibió el Premio Municipal de Poesía y,en 1971, un imporante galardón de la Fundación Argentina para la Poesía. Algunos años después, en 1982, el Jockey Club le concedió el premio ala producción literaria por su libro "América inicial'. Pero fue en 1984 cuando recibe la máxima distinción, el Gran Premio de Honor, otorgado por la Sociedad Argentina de Escritores. Este escritor y poeta catamarqueño colaboró también en los diarios "La Nación", La Prensa'. "Crítica'y "La Capital' este último de Rosario, y en las revistas 'El Hogar"y "Atlántida'. Además de sus libros de poemas, escribió numerosos ensayos históricos sobre Rosas, Sarmiento, Hudson, Martí y Whitman. Sus biografías eran, según el autor, y siempre y cuando se las tomara con la seriedad necesaria, 'un 84
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL pretexto para enfocar la historia. Sus obras incluyen títulos como "La flauta de caña" (1920). 'El libro del gay vivir' (1923), "Coplas" (1927), "Nuevo mundo'(1928), "Biografía de la guerra 'El general Paz"(1934), 'Suma" (1941), "Catamarcaen cielo y tierra" (1945) 'El otro Rosas' (1945), "Pan'(J 948), "Antes y después de Caseros"(] 953), 'de Rosas a Mitre'(1967). "Sarmiento entre dos fuegos"(1968) 'Biografías de animales'(1961), "El arca de Noé en el Plata"(1972) "El zorro y su vecindario"(1976). "Insurrección del poema" (1979). Algunas de estas obras recibieron el elogio del escritor Leopoldo L.ugones, quien lo señaló como "el poeta pagano"y también de Gabriela Mistral, Enrique Banchs y Roberto Ant, entre otros. Luis Franco murió en Buenos Aires, el 1 de junio de 1988.
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LA OBRA Y SU CONTENIDO
1- Caracterización El tono que domina "Nuestro padre el árbol' es el de la prosa poética. El proyecto del autor no pasa por ensayar frías y abstractas ideas sobre la naturaleza, sino por descubrir y expresar las poesía de su temática. La belleza de las palabras, de la musicalidad de las frases, y de las comparaciones se difunde por todo el libro, corno un perfume sereno. Veamos este ejemplo: "Para mí, la sola visión de un sauce inclinado sobre un remanso o un arroyo, contemplándose en él como un padre en los ojos de un hijo, rimando el rumor y el temblor de su fronda con los de las ondas, es un espectáculo más estimulante y revitalizante que el de una catedral o un rascacielos'. La materia que trata el libro está ordenada en capítulos breves y sintéticos. Franco no utiliza grandes argumentos para expresar sus puntos de vista sobre los árboles, sino que prefiere sintetizarnos sus ideas en forma consisa, sin agotadores desarrollos, La imagen, la comparación, la cita breve y la anécdota simbólica son algunos de los recursos con los que sintetiza su exposición. Esta síntesis y brevedad la encontramos en los diversos pianos del texto: desde las ideas, hasta el modo de escribir las frases. Observemos, por ejemplo, su talento para decir mucho con poco en esta definición: 'La Pampa es el paraíso del galope". Una de las mayores riquezas de "Nuestro padre el árbol" reside en la 86
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL capacidad de su autor para tratar la temática de la naturaleza con variadísimos puntos de vista, sin perder unidad ni el tono. Podríamos decir que este libro es corno un cristal tallado con muchas facetas, que siempre nos muestra la misma temática pero con distinto rostro. Así, Luis Franco expresa su relación con los árboles desde los siguientes puntos de vista: vivencia!, filosófico, poético, utilitario, ecologista, botánico, popular e histórico. Este libro no se conforma con describir a la Naturaleza y reflexionar sobre la perdida relación de los hombres con ella. No es un libro que revela una Situación crítica de nuestra cultura y nos hace una propuesta concreta a los lectores. El planteo (o tesis) de la problemática del libro puede sintetizarse en esta cita: ",Quién está más cerca de la verdad y la belleza? ¿El que pasea junto al bosque o la alameda escuchando el alborozo canoro de los pájaros, o el que ejercita su puntería contra ellos por mero deporte, o para guisarlos, o para algo igual o peor: condenarlos para siempre a la penitenciaría de la jaula? (Puede descontarse que mientras los hombres sigan forjando rejas y barrotes el alma humana seguirá enjaulada)"Lo que Franco plantea con claridad es que el hombre moderno ha perdido su relación de armonía con la naturaleza, y que ahora, al relacionarse con ella, sólo lo hace mediante la violencia, la codicia o el utilitarismo. Podemos considerar que en la escritura de los textos de 'Nuestro padre el árbol", encontramos una respuesta, una cura a la enfermedad del hombre moderno. Su propuesta es simple: el hombre debe redescubrir que él es parte de la naturaleza, y que en ella está la fuente de la verdad, la belleza y la armonía. El camino real que señala Franco para ese reencuentro son los árboles, simbolizados en su libro como padres del hombre. Se considera que el punto de vista es el eje (o los ejes) que utiliza un Tomo 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTE autor para exponernos sus temáticas. El punto de vista está siempre limitado por un encuadre, del mismo modo que un retrato (fotográfico o al óleo) está limitado por un marco. En el caso de las ideas, los marcos no son físicos, sino conceptuales. En el caso de "Nuestro padre el árbol", el autor ha elegido múltiples puntos de vista para enfocar su temática. Puntualicemos algunos Vivencial: Para hablarnos de los árboles, Luis Franco utiliza, en primer término, su propia experiencia de hombre de campo. El enfoque vi vencial está dominado por aquello que el propio autor ha vivido, visto, oído, tocado, y gustado con su propio cuerpo. En muchos momentos del libro se alude a estas experiencias personales, que enriquecen la temática. El autor habla, entonces, no de árboles en sentido conceptual sino real: aquellos árboles que él ha conocido en su propia experiencia, como, por ejemplo, cuando relata la visión que tuvo de un bosque de algarrobos muertos en la cordillera catamarqueña. Filosóficos, erudito: El desarrollo descriptivo o informativo de la temática lo lleva al autor a desembocar en la reflexión filosófica, pues, quien contempla la naturaleza, tarde o temprano tiene que e interrogarse: " , Quién se atreve con la tiniebla estrellada del Ser? ¿Quién es capaz de esbozar el mapamundi del alma humana? "Estas cavilaciones son el contrapunto humano frente a la inmensa belleza de los árboles. También en este libro encontramos lugar para el saber erudito, del conocedor. Aquí y allá, Franco nos enriquece con datos poco comunes, como, por ejemplo, que eucaliptus en griego quiere decir "el bien cubierto", o que existen 150 especies de este árbol. Poético: No es raro que este enfoque sea tan importante en este ensayo, ya que su autor es poeta. Las características de la visión poética es que encuadra a su temática desde el punto de vista de la belleza, la 88
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- NUESTRO PADRE EL ÁRBOL creatividad y el valor simbólico-emocional. Veamos esta revelación: otra sorpresa, al darme con una especie de sucursal de la aurora: dos ceibos en plena floración, tan desaforadamente hermosos en su ruborosa inocencia que gruñí para mis adentros: ¿Qué es, junto a estos sino mero disfraz, la púrpura de emperadores y cardenales?' Utilitario: Pero no es poesía y reflexión, Luis Franco también argumenta sobre el uso que el hombre hace de los árboles. De este uso surgen beneficios legítimos para el hombre (el uso medicinal de algunas especies o la utilidad que prestan para fabricar muebles y utensilios) pero que muchas veces se vuelven ilegítimos por abusar de la naturaleza depredándola. Botánico: No se trata de un libro de botánica, cuyo interés sería la clasificación y el conocimiento de las características y propiedades de los árboles dentro del reino vegetal. Sin embargo, encontramos en él muchos datos valiosos que provienen de esta disciplina científica. Demos como ejemplo esta observación típicamente botánica: "El pino pertenece a la familia de las coníferas que, como se sabe, apareció a comienzos de la edad terciaria. Habita regiones templadas y frías prefiriendo terrenos sueltos o arenosos..." Popular: Pero mucha de la sabiduría que trasmite este libro no es Ja de la ciencia sino la del pueblo. En muchos momentos, Franco alude al saber popular recogido en sus viajes por los valles y montañas. Este conocimiento, basado en la observación y la experiencia vivencial de la gente común, posee un gran valor y constituye una tradición. Así es como vemos desfilar personajes populares, como el arriero o el baqueano, que le cuentan al autor historias y características sobre los árboles. Histórico: La relación del hombre con la naturaleza tiene una larga Torno 30
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BIBLIOTECA DE ORO DEL ESTUDIANTEhistoria, y atraviesa todas las culturas. Franco flOS ilustra con datos de distintas épocas y lugares sobre cómo eran considerados ciertos árboles. No sólo tomamos contatto con el modo en que la cultura argentina ve y ha visto a los árboles, sino otros pueblos como los griegos, los babilónicos, los judíos del antiguo testamento y los egipcios. Ecologista: Aunque el autor de Nuestro padre el árbol' no utilice esta palabra en su libro, su enfoque global es ecológico, ya que su propósito es el mismo que el de esta ciencia: hacernos comprender a los hombres que la naturaleza es nuestra casa, que no estarnos separados de ella, que debernos protegerla, admirarla y amarla.
II- Temas y motivos "La naturaleza es toda una armonía profunda, pero el hombre se empeña en ser una disonancia cada vez más rechinante". Quizás en esa frase esté sintetizado el diagnóstico que hace Luis Franco de la relación deformada del hombre COfl su madre, la Naturaleza, y con su padre, el Árbol. Esta es su gran temática. Toda su obra persigue, por un lado, exaltar a la Naturaleza como fuente de verdad, belleza, libertad y conocimiento; y, por el otro, exhortar a los hombres a que retornen a ella. La solución para el aislamiento del hombre y su destructividad de la naturaleza está, según Franco, en: "La soledad y el silencio salvajes son indispensables para encontrarnos con nosotros mismos y sentir el pulso de -nuestra raíz". Autoconocimiento: Muy ligado al tema anterior encontramos el del autoconocimiento humano. Este sólo es posible mediante una relación genuina con la 90
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NUESTRO PADRE EL ÁRBOL naturaleza, y en especial con los árboles. "El estudio de las piedras, las plantas, las bestias, los astros, los meteoros, las corrientes atmosféricas, tienen por objeto -amén de su logro utilitario- el conocimiento de nosotros mismos. ( ... ) Los rostros y fenómenos vivos de la naturaleza, son el abecedario de nuestros sentimientos. Libertad: El autor identifica al mundo natural con la libertad y al mundo urbano con la prisión. La vuelta a la naturaleza, produce el auto conocimiento humano, y ese conduce a la libertad: "Mi amor a la libertad es amor a la Naturaleza y al hombre resumidos". Belleza: También en esta temática contrapone la artificiosidad de la cultura moderna a la simple belleza de los árboles que son capaces de conmover a cualquier hombre. "Debemos aprender de nuevo -dice Franco- que una galería de arte no es superior a una galería de árboles". Lo sagrado y lo profano: Dos grandes fuerzas temáticas se contraponen a este libro: espiritualidad y materialismo. Franco, a favor de la primera, defiende esa visión del mundo, y propone al hombre retornar a una relación de equilibrio con lo que ha dado vida: el mundo natural. El materialismo ha profanado los árboles reduciéndolos a mera materia utilitaria, y anulando en la conciencia humana la visión sagrada de nuestros padres naturales. Restaurar esa visión sagrada de la naturaleza es uno de sus propósitos: "El bosque. He aquí el templo originario y universal con sus columnas y su domo, su sombrío misterio, sus pilas de agua santa, su rumor de plegaria, su difuso incienso".
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QUÉ ES QUÉ EN LA LITERATURA
El ensayo poético Podemos caracterizara 'Nuestro padre el árbol" corno a una obra del género ensayístico. Luis Franco logra con ese libro una síntesis de conocimientos, descripciones y reflexiones sobre los más antiguos compañeros del hombre en nuestro planeta: los árboles. El ensayo es, como su nombre . lo indica, un intento hecho con palabras, de expresar y proponer nuevas ideas (o nuevas visiones) sobre algún tema particular. Franco ha elegido los árboles para expresar sus puntos de vista sobre la vida, la naturaleza, el hombre moderno, la libertad y la belleza. ti 1 1 rL \1 .) / ,' /
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UNA CURIOSIDAD LITERARIA
La naturaleza y el hombre Luis Franco, que según sus palabras, tuvo importante influencia de Esquilo, la Biblia, Shakespeare, Lucrecio, Goethe y Víctor Hugo, dijo 'El arte nuevo no saldrá(...) sino de una nueva relación del hombre con la naturaleza, con la sociedad y con su propio espíritu: con su salto de la prehistoria a la verdadera historia, el hombre inaugurará de suyo la nueva epopeya y el nuevo idilio'. Luis Franco fue un gran observador y un fervoroso defensor de la naturaleza; quizás por ello, su tierra, los árboles y los animales fueron protagonistas de muchas de sus obras. -?
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LEER Y CREAR
Una propuesta diferente Seguro que en el jardín o en la plaza, en el fondo o en la vereda, en el campito o en el parque, tenés un árbol amigo. ¿Cuál es? ¿Cómo es? ¿Qué cosas se ligan a él? ¿Qué relato o historia podés inventar teniéndolo por protagonista? ¡Ahora... ya! Que broten tus ideas como ramitas nuevas de ese árbol!
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