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LA CRISIS DE LA VENEZUELA AGROEXPORTADORA Y EL
En efecto, tanto la sección quinta como la parte final contentiva de conclusiones y proposiciones, se han reescrito para añadir algunas consideraciones que los autores estiman como particularmente relevantes. El título misma de la sección quinta se ha modificado de manera de ajustarla al contenido que anuncia. Desde luego, hay una tentación que acecha las segundas ediciones, y que es la introducción de temas que, aun cuando anejos a la materia principal, se pueden bien entender como nuevos. Por lo demás, los autores se han pautado a sí mismos ciertos límites dentro de esa libertad general que abren las páginas de una segunda edición. Aun así, el lector habrá de encontrar una postura mucho más afirmativa en las consideraciones finales. Es decir, más allá de poner de manifiesto el destino que se le reservaba a la ideología del capitalismo rentístico, y que no podía sino ser la natural compañía del colapso de la estructura material de la economía del que brindan inequívoco testimonio los últimos años, era quizás imperativo saltar la barrera de lo puramente factual y dar un paso adelante en la dirección de ofrecer nuevas vistas o espacios para el juicio y la contienda política. Si hay algún hecho sobresaliente en el curso de estos años, en cuanto significa llevar las tendencias observadas hasta su virtual agotamiento, es el que se asocia a la cuestión del ámbito que acepta como propio el conocimiento económico. La Economía, según se la llama desde algún tiempo, paso a paso ha venido reduciendo su terreno de estudio, o, si se quiere, vaciando el contenido de sus observaciones, hasta llegar, en lo que pasa para muchos por el culmen del logro científico, a la total vacuidad de lo axiomático. Desde luego, nada hay de casual en el desarrollo de la Economía en la dirección de abandonar la riqueza de lo histórico, de lo político y de lo social en favor de un núcleo conceptual puramente ficcional, y, por lo tanto, carente de vitalidad. Su relevancia social, que sin duda la tiene, es, por sobre todo, asunto de la imposición ideológica que se permite el ejercicio del poder. Es así como bajo la expresión Economía Política, que en muchos círculos ha adquirido renovada notoriedad, se expresa restrictivamente sólo aquel conocimiento que tiene que ver con la actividad económica del Estado. El punto, sin embargo, no es el de un mero definir círculos semánticos más o menos amplios. ¡Ni con mucho! Lo que está en juego, nada más pero tampoco menos, es la preservación de la esfera de dominio de la libertad individual, que es la cuestión central de la política, y que es inseparable, en la práctica, de la subsistencia material y, por lo tanto, de la posición que se ocupa en lo particular dentro de la estructura productiva. No es únicamente al Estado a quien le concierne strictu sensu la política y lo político; ni tampoco son las relaciones personales, con ocasión de la subsistencia, sólo materia de administración y asignación de recursos. Una separación, así de tajante, entre los ámbitos de la política y de la economía en el común del vivir de las gentes, dentro de la sociedad moderna, con todo y lo útil o atractivo que pueda resultar para ciertos propósitos intelectuales, sólo lleva a deformaciones o mutilaciones de la realidad, y, por consiguiente, a su falseamiento. Porque es inevitable cierta trivialización de los grandes temas socioeconómicos una vez que se ha comprendido su importancia, la noción del rentismo sirve actualmente a muchos para componer sus mensajes políticos. Cabe decir que es posible que en su uso prevalezca el sentido de un modo de vida en abstracto, más que el de una estructura social que lleva consigo actitudes y
comportamientos que colectivamente se admiten como normales o deseables. Y, con todo, aquí ha de repetirse que la gran tarea histórica que Venezuela y sus gentes tienen por cumplir es la superación del capitalismo rentístico, bajo cuyo tiempo, es asunto cierto, el país puso en marcha y aceleradamente su modernización, pero que como organización socioeconómica terminó por revelarse como inviable. Es decir, la renta del petróleo carece de futuro, dado el grado de desarrollo económico alcanzado por el país, y es por ello que debe superársela. Pero tal afirmación no significa, en modo alguno, que la actividad petrolera haya dejado de ser un poderoso y dinámico sector en el que pueda Venezuela apoyarse para impulsar con nuevas fuerzas su modernización. Es precisamente aquí, en la conciliación de estas dos perspectivas contradictorias, cada una de las cuales, en sus propios términos, es el petróleo, donde yace la gran dificultad de la tarea de superar el capitalismo rentístico. Desde luego, el asunto no es el de un simple negar la una en favor de la otra, o viceversa: esta suerte de concepciones, por decir lo menos, ignora la compleja trama que se encuentra tras el desenvolvimiento histórico de una sociedad. Por ejemplo, la renta es imprescindible en el proceso de superación de que se habla; o dicho de otro modo, la existencia de la renta, dada su naturaleza pública y sus montos, brinda ciertas seguridades, a lo largo de la transición, que conforman un invalorable margen de maniobra para la acción política. Pero su presencia en la vida de la sociedad, hasta ahora ubicua, tiene que menguar en aras de que la actividad productiva del petróleo pueda desarrollarse. Y sería de una imperdonable simplicidad pensar que ello habrá de conseguirse de la noche a la mañana, o sin la democrática persuasión colectiva que sólo un vigoroso liderazgo político puede conducir. Qué un tiempo fundamental de la historia del país ha concluido. Esa fue, quizás, la más importante de las conclusiones que de la primera edición de este ensayo claramente se desprendió. De allí se seguían, de manera natural, otras tantas conclusiones relativas a diversos temas, y, en especial, atinentes al carácter del colapso de la estructura económica rentística. Los años transcurridos, como es del todo normal, han abierto interesantes perspectivas hacia el tiempo por venir, esto es, acerca de la transición hacia un nuevo estado de cosas. La segunda edición de este ensayo avanza en esa dirección, y en tal sentido se orienta a completar la primigenia intención de los autores.
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Asdrúbal Baptista y Bernard Mommer Diciembre de 1991