Aprendiendo a aprender para poder enseñar

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Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho”

Licenciatura en Educación Preescolar

Bases Psicológicas del Aprendizaje

Ensayo Unidad III: “Procesos De intervención psicoeducativa y acción docente para promover el aprendizaje estratégico

Alumna: María Teresa Saucedo Méndez Docente: Ana María Frausto De la Torre Segundo semestre

Zacatecas, Zac., Junio de 2015


Aprendiendo a aprender para poder enseñar “Un maestro, es una brújula que activa los imanes de la curiosidad, el conocimiento y la sabiduría en los alumnos” Hever Garrisson

Una de las más grandes maravillas que he podido descubrir, no sin antes haberlo experimentado ‘a la mala’ es que aprender es subjetivo, por lo que nuestra dicha no se limita al hecho de despertar a un nuevo día, sino que además, por si eso fuera poco, pone al alcance de nuestros intereses y gustos, el poder hacernos de algo que nadie nos puede quitar; el conocimiento. Con las dificultades que a diario se viven en las sociedades del presente, aunado a que, podría asegurar sin temor a equivocarme que las situaciones elevarán aún más su nivel de dificultad, tenemos a disposición nuestra para salir adelante la maravillosa importunidad de asirnos del conocimiento como un par de alas que se irán construyendo y nos harán pasar por encima de las adversidades, sobrevenido a la sociedad que hemos creado. Tenemos todo para salir a flote y sin embargo, el mayor obstáculo al que nos enfrentamos, y el más difícil de superar somos nosotros mismos, ¿a qué me refiero con esto? A que nuestro mayor rival, y por el que debemos luchar día a día no es otra cosa que los imaginarios que creamos acerca del aprendizaje. Éstas y otras cosas son de las que me había estado perdiendo por mucho tiempo en la vida, permitiendo que se alojara en mí como un accesorio de la cotidianidad, esa venda que obstruía mi claro mirar y por ende, que me privaba del privilegio de gozar, pero sobre todo, de aprovechar, no sólo en beneficio propio, sino en beneficio de la sociedad entera. Así pues, en el presente trabajo, pretendo compartir ese bagaje de conocimientos que he podido adquirir con el paso del tiempo, y cómo es que al descubrirlos, pretendo contribuir a la mejora social, en base a mi nuevo estilo de vida, para el que me he propuesto trabajar con empeño para sacar lo mejor de mí; la docencia.


Una de las partes clave para que este proceso pueda tomar un rumbo positivo, y por ende, la parte (creo yo) más pesada, pero a la vez, la que más vale la pena, es decir, lo que para mí es la llave del éxito es el aprendizaje. Pero no cualquier tipo de aprendizaje, pues por aprendizaje se han tomado infinidad de definiciones, enfoques e imaginarios en torno a él, los cuales me daré a la tarea de analizar de manera cualitativa, es decir, más detalladamente, a fin de probar mi hipótesis antes planteada: el aprendizaje es la clave del éxito, no sólo personal, sino social. Como es bien sabido, existen maneras de aprender como culturas existen en nuestras sociedades, el problema radica en saber identificar cuáles de éstas funcionan para nosotros y cuáles no. Según Philippe Meirieu es lo que resulta determinante en un aprendizaje, es, paradójicamente lo ya dado, o, más concretamente, los puntos de apoyo en los cuales en y para el sujeto que aprende, se insertan los saberes y los saber-hacer nuevos (Meirieu, 2002). Por tanto, al aprender, uno de los crasos errores que se suele cometer, en el papel de los profesores, es querer introducir a sus alumnos en un sólo estilo de aprendizaje, es decir, verlos como un todo homogéneo que debe avanzar de manera igual, sin diferencias, y todos al mismo ritmo, sin diferencias, cuando realmente, al entrar en una institución formativa (sea cual sea el nivel), no hay que quedarse mucho tiempo para darse cuenta que, como cada persona es diferente, por tanto, sus maneras de aprender son diferentes. El término 'estilo de aprendizaje' se refiere al hecho de que cuando queremos aprender algo cada uno de nosotros utiliza su propio método o conjunto de estrategias. Aunque las estrategias concretas que utilizamos varían según lo que queramos aprender, cada uno de nosotros tiende a desarrollar unas preferencias globales. Esas preferencias o tendencias a utilizar más unas determinadas maneras de aprender que otras constituyen nuestro estilo de aprendizaje (SEP, Sin año). Así pues, lo que puede funcionar para alguien, puede no funcionar para otras personas. En lo personal, me costó mucho trabajo descubrir mi estilo de


aprendizaje, pues solía creer que para que un aprendizaje pudiera ser tomado como tal, debía ser de tipo memorístico, es decir conductista. Me limitaba a reproducir copias fieles de lo que me era transmitido, como si mi cerebro fuera un contenedor al que tuvieran que llenar de pensamientos, y al estar en mi cabeza formarían ‘mi propio conocimiento’. Ingenuamente, creía que funcionaba, y mis notas escolares podían respaldar mi pensamiento, sin embargo, me limitaba a no probar cosas nuevas, llegué lejos, sí, pero sólo en apariencia. Y es que una nota en un papel, no fundamenta absolutamente nada al momento de llevar ese ‘conocimiento’ a la práctica, y si no podemos evocar de manera clara y racional (comprensible a nosotros mismos) un ‘saber previamente adquirido’, es momento de preguntarnos, ¿qué estamos haciendo mal?, ¿realmente fueron aprendizajes? Siempre he sido muy exigente conmigo misma en lo concerniente a mi nivel académico, por lo que creía, que la escuela no era un lugar para asistir por banalidades como tener muchos amigos o pasarla bien, sino que íbamos a aprender, aprovechar cada momento en ese lugar que para mí fue siempre ‘sagrado’, un privilegio al que no todos tenían la oportunidad de acceder, por lo que incluso, en momentos de recreación ‘estudiaba’. Inevitablemente me convertí en una persona solitaria, con ideales tan fijos como para no darme la oportunidad de ver nuevos horizontes. Entonces, el mayor problema al que nos enfrentamos al momento de aprender, es el ‘tener que hacerlo’, porque eso, nos limita de manera automática a no gozar plenamente y por tanto, a involucrarnos de manera activa, pues al no encontrar sentido, no analizarlo a cabalidad y limitarnos a ser sólo es que nos dictan que debemos ser, dejamos de aceptarnos como entes pensantes, como personas, para pasar a ser objetos. El concepto de los estilos de aprendizaje está directamente relacionado con la concepción del aprendizaje como un proceso activo. Si consideramos que el aprendizaje equivale a recibir información de manera pasiva lo que el alumno haga o piense no es muy importante, pero si entendemos el aprendizaje como la elaboración por parte del receptor de


la información recibida parece bastante evidente que cada uno de nosotros elaborará y relacionará los datos recibidos en función de sus propias características (SEP, Sin año). Modificar este estigma implica caer en la cuenta que para aprender, primero, hay que estar dispuestos a hacerlo, pero no sólo eso, pues influyen también infinidad de factores, desde la luz, la alimentación, pero sobre todo el estado emocional en el que nos encontremos, por tanto, un estilo de aprendizaje se convierte en el conjunto de detalles, en los que cada uno fija su mirada, que más nos atraen para recordar una cosa. Así pues, el enfoque humanista, parece ser una buena opción de enseñanza y también muy coherente de aprendizaje. El concepto de los estilos de aprendizaje está directamente relacionado con la concepción del aprendizaje como un proceso activo. Si consideramos que el aprendizaje equivale a recibir información de manera pasiva lo que el alumno haga o piense no es muy importante, pero si entendemos el aprendizaje como la elaboración por parte del receptor de la información recibida parece bastante evidente que cada uno de nosotros elaborará y relacionará los datos recibidos en función de sus propias características (SEP, Sin año). Y se preguntarán; ¿cómo se relaciona todo esto con la docencia? Al llegar a esa decisiva etapa de mi estadía en este mundo terrenal, en la que debía elegir mi próximo estilo de vida, elegí la docencia. Quizá, aún no comprendía la responsabilidad que eso implicaría y el gran compromiso que estaba aceptando. Al ser aprobada en la licenciatura de educación preescolar, estaba aceptando también tener en mis manos ‘el camino’ que seguirían las futuras generaciones. Sin embargo, y una de las cosas que más me costó trabajo, y por la que sigo luchando día a día, fue, después de encontrar mi estilo de aprendizaje, reconducirlo para lograr un mejor estilo de enseñanza, por mí, por los niños y por ende, por la sociedad entera. ¿Por qué? Porque enseñar, ser maestro, no se limita a adquirir conocimientos, sino más bien, la parte central para poder serlo, es saber hacer que


nuestros alumnos, sin decirles las respuestas, puedan adquirir las herramientas necesarias para aprender cada vez de manera más autónoma. Por eso, en la escuela normal, se pretende formar sujetos competentes, que sean líderes, para poder conducir a las masas, líder, pero no la concepción de líder que de manera distorsionada hemos creado, sino uno de forma más positiva, con aspiraciones y sueños que nos beneficien a todos. Los distintos modelos y teorías existentes sobre estilos de aprendizaje lo que nos ofrecen es un marco conceptual que nos ayude a entender los comportamientos que observamos a diario en el aula, como se relacionan esos comportamientos con la forma en que están aprendiendo nuestros alumnos y el tipo de actuaciones que pueden resultar más eficaces en un momento dado (SEP, Sin año). Sabía, que debía iniciar por cambiar mi estilo de ‘aprendizaje’, para poder comenzar a aprender de verdad, conociéndome, no sólo puedo rendir mejor en todo ámbito, sino que también, podía comenzar a comprender a los niños, sus estilos de aprendizaje, sus necesidades, preferencias, etc., y ser, de ese modo, la maestra que ellos necesitan. Pero no sería tarea fácil, pues, al analizarme, comencé posteriormente a analizar los sucesos que me rodeaban, a observar, no sólo ver, a desarrollar colectivamente aspectos del entendimiento y conciencia como la combinación de capacidades, el raciocinio, la percepción, la emoción, la memoria, la imaginación y la voluntad, fue entonces cuando se abrió ante mí una nueva perspectiva acerca de mí misma, en el que la búsqueda de respuestas se hace cada vez más evidente a medida que pasa el tiempo. Consecuentemente, esto me ha llevado a darme cuenta de muchas cosas, pues realmente debía comenzar el cambio en mi persona, modificando esquemas, situación de la que pude darme cuenta de mejor manera al practicar por primera vez en una institución educativa para la que comienzo a formarme; preescolar. Y es que mi más craso error, es haber repetido patrones, constatando así la ley del espejo, la cual nos dice, que somos el reflejo de lo que vivimos. Como menciona Bandura en el tercer estadío de su teoría del aprendizaje imitativo; La reproducción motórica,


supone la traducción de las representaciones simbólicas (cognitivas) de los estímulos modelados a actos motores manifiestos, o sea, en representar realmente la conducta moldeada (Bandura, 1973). Vengo de escuelas primarias y secundarias, donde el papel del alumno debía ser sumiso y pasivo, por lo que llegar a una escuela normal superior, y darme cuenta que el enfoque que ahora se tiene es por competencias, por tanto, se pretende que el educando sea sujeto activo en la construcción de su aprendizaje, y nos repiten de reiteradas maneras que debemos atender a la diversidad y ser constructivistas, pero nos lo imponen de manera conductista, ¿cómo no repetir inconscientemente dichos patrones, si es la única manera que he vivenciado para aprender a lo largo de casi toda vida? Y es que, al llegar a un jardín de niños, y darse cuenta que las cosas nunca saldrán como se planean, y que además, hay infinidad de cosas que, siendo observador participante, se escapan, no sólo a nuestros ojos, sino a nuestro entendimiento, como el hecho de tener que modificar una actividad que no casa resultado, tener siempre un plan b, c, d, etc., sin perder el objetivo que pretendemos lograr, todo en menos de tres horas al día y la importancia del diagnóstico, que nos otorga un referente clave del cual partir. Los diagnósticos han de entenderse como un instrumento de investigación del profesorado que nos permite comprobar las hipótesis de acción con el fin de confirmarlas o de introducir modificaciones en ellas, ya que los planes y programas deben adecuarse a los alumnos y no éstos ajustarse a aquellos (Luchetti, 1998). En estas circunstancias, cuando te encuentras frente a grupo, y de pronto, esa venda que no te permitía ver con claridad es retirada de tus ojos de manera abrupta, es imposible que no te tome desprevenida, es poco probable no entrar en pánico, y optar por la única salvación que conocemos: conductismo. Porque se nos ha enseñado que es la única manera de mantener el orden, y que orden es igual a silencio, por tanto es igual a dominio, pero no se nos dice, que también puede ser


sinónimo de apagar su cerebro, de limitarlos a una silla, a una posición, a una imposición que debe ser admitida ‘sin rejegos’. La manera de aprender de un niño, por experiencia personal, no difiere tanto de la de un adulto, en este caso, de mí misma. Siempre es más atractivo aprender por algo que despierte nuestro interés, y genere esa necesidad de ‘buscar el conocimiento’. La ventaja que se tiene en preescolar, y la que hay que aprender a explotar al máximo es el nivel de curiosidad de un pequeño. Pues, al ser ésta una etapa en la que siguen descubriendo el mundo, es imposible que no invadan su mente cuestionamientos de todo tipo, por lo que nuestro trabajo adquiere fuerza vital al momento de encausar dichas incógnitas, aprovechando también sus conocimientos previos para que puedan aprender, así, disfrutando, de una manera tan placentera que implique que, sin darse cuenta, estén aprendiendo. Cuando entramos en una institución del tipo que nos compete en estos momentos, muchas ideas saltan en nuestro interior; ver tantos colores, dibujos animados, brillos y fantasía, sólo nos puede llevar a pensar que laborar ahí no es un trabajo serio, sin embargo, ¿alguna vez se han preguntado el significado que cada una de esas cosas adquiere al momento de hacer formal un conocimiento informal en la cabeza de treinta niños? Quien es padre o madre sabrá, que tener un hijo requiere mucho esfuerzo y atención, sobre todo en los primeros años de vida, así que se convierte en todo un acto heroico aceptar conducir los conocimientos de niños que ni siquiera conocemos, y sin embargo admitimos la responsabilidad de guiar, poniendo en ellos nuestra esperanza de un mejor mañana para todos. Nuestro cerebro se divide en dos grandes hemisferios; el izquierdo y el derecho, funcionan de modo muy diferente, aunque complementario, podría decirse que cada hemisferio, percibe su propia realidad; o quizás deberíamos decir que percibe la realidad a su manera, ambos utilizan modos de cognición de alto nivel. El hemisferio mudo, menor, se especializa en la percepción Gestalt y principalmente realiza síntesis cuando maneja la entrada de información. En contraste, el hemisferio hablante, mayor, parece operar de una manera más lógica, analítica, parecida a la de una computadora (Gross, 2012). Podríamos decir, en cierto modo,


que cada uno de nosotros tiene dos mentes conectadas e integradas por el cable de fibras nerviosas que une ambos hemisferios. Ningún hemisferio es más importante que el otro. Para poder realizar cualquier tarea necesitamos usar los dos hemisferios, especialmente si es una tarea complicada, sin embargo, lo que se busca siempre es el equilibrio. Es fundamental a la hora de identificar el estilo de aprendizaje de los niños, si los contenidos que interiorizan se adquieren mejor a través del ojo, del oído o del cuerpo en general. La mayoría de los seres humanos utilizamos más unos de estos canales sensitivos que otros, por lo que nuestro estilo de aprendizaje puede ser definido desde pequeños, y esto da origen a los estilos múltiples de aprendizaje. Los niños son muy expresivos, por lo que es posible, además de necesario, darnos cuenta qué le atrae y qué no, identificar cómo aprende y, con base en esto, adecuarnos a ellos, y no al contrario. Esas diferencias en el aprendizaje son el resultado de muchos factores, como por ejemplo la motivación, el bagaje cultural previo y la edad. Pero esos factores no explican porque con frecuencia nos encontramos con alumnos con la misma motivación y de la misma edad y bagaje cultural que, sin embargo, aprenden de distinta manera, de tal forma que, mientras a uno se le da muy bien redactar, al otro le resultan mucho más fácil los ejercicios de gramática. Esas diferencias si podrían deberse, sin embargo, a su distinta manera de aprender (SEP, Sin año). Al estar en contacto directo con niños en su ámbito puro de estudio y poder observar y ser partícipe del día con día en sus rutinas de aprendizaje, pude notar que, a esa edad, es difícil comprender la importancia de cada cosa aprendida o el uso tan grande que ellos pueden obtener de él. Lo más difícil en un aula de preescolar es, a mi parecer, mantener la atención de todo el grupo, es decir, al ser grupos de treinta niños aproximadamente, todos distintos en cualidades y formas de ser, no es sencillo que una actividad, cualquiera que sea, funcione en un cien por ciento, por lo que si se obtiene la atención y trabajo regular de la mayoría, podemos decir que vamos por buen camino.


Una de las teorías que se han desarrollado en torno al modo de aprendizaje de un sujeto es precisamente la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, la cual gira en torno a la afirmación de que existen ocho modos de aprendizaje que pueden ser desarrolladas en distintas áreas del cerebro, de acuerdo a las características de la misma. Tanto desde el punto de vista del alumno como del punto de vista del profesor el concepto de los estilos de aprendizaje resulta especialmente atrayente porque nos ofrece grandes posibilidades de actuación para conseguir un aprendizaje más efectivo (SEP, Sin año). Así pues, cada ser humano, en su esplendor, posee una o más inteligencias de manera predominante en comparación con las demás, aunque las posea todas. Como es bien sabido, es trabajo de la educadora propiciar entornos de aprendizaje que se adapten a lo que los niños requieren en un lenguaje de técnicas con las cuales se sientan cómodos y sobre todo motivados a realizar la actividad. El docente juega un papel relevante en la creación de un ambiente en donde cada uno de los alumnos se sienta incluido y aceptado. El manejo de las diferencias es un reto que el docente enfrenta, y es importante que esté atento y trate de reconocer las posibilidades de cada niño o niña, para propiciar la inclusión desde el aula (SEP, 2010). De acuerdo a lo observado, y apoyándome en la teoría de las inteligencias múltiples antes mencionada, las formas más recurrentes de aprendizaje que se aplican en los niños y originan satisfactorios resultados al momento de realizar exámenes o repaso de lo visto con anterioridad corresponden principalmente al desarrollo de cuatro inteligencias: La primera de ellas y más cuestionada, es la inteligencia musical. La música, siempre es un buen recurso al momento de volver a captar la atención de los niños cuando está dispersa, así como para memorizar cosas que deben ser aprendidas tal cual y que si son enseñadas con alguna otra estrategia los niños no serían capaces de retener quizá con la misma facilidad que por medio de una melodía que les llame la atención, como los números, los días de la semana o las partes del cuerpo, sin duda, es de las cosas que más les gusta hacer. Por lo que es posible


identificar, que hay contenidos que deben ser enseñados con conductismo, de manera que se repita una copia fiel del aprendizaje. Encontramos también la inteligencia lingüística-verbal, ya que la mejor forma de comunicar algo y aprender a vivir en sociedad es precisamente así, hablando. Como en toda actividad se busca que el niño explicite cómo está procesando y codificando el conocimiento, se le da oportunidad de que se exprese lo más en confianza posible. Se le otorga prioridad a los cuentos cuando hay que provocar en ellos atención, comprensión e incluso reflexión. Sin embargo, también sirven para relajación en momentos después de receso o actividades que involucren un considerable gasto de su energía. Dicha competencia se ve favorecida en un enfoque constructivista de enseñanza y aprendizaje, en el que se da prioridad a los nexos que establece con los aprendizajes previos para adquirir el aprendizaje formal e ir aumentando así, los peldaños hacia el ascenso al conocimiento. A cualquier edad, los seres humanos construyen su conocimiento; es decir, hacen suyos saberes nuevos cuando los pueden relacionar con lo que ya sabían (SEP, 2011). Por último, pero no menos importante, la inteligencia cinética corporal, ya que para que ellos atiendan a una indicación que han escuchado por primera vez, hay que ‘predicar con el ejemplo’, es decir, mostrarles físicamente lo que deben hacer, y es así, en interacción directa con el mundo, como logran tener aprendizajes significativos. Éste tipo de competencia se ve reforzado en un enfoque de enseñanza y aprendizaje Gestalt, el cual se enfoca en las percepciones, que no pueden ser desarrolladas de mejor manera, que no sea por los sentidos y las representaciones que se tienen acerca de lo que están aprendiendo. En cuanto a lo ‘académico’ las antes mencionadas fueron las principales formas que pude identificar, y por tanto aplicar en mi intervención frente a grupo, sin embargo, en cuanto a los aprendizajes para la vida, en etapa preescolar intermedia también es posible toparnos con el desarrollo de la inteligencia interpersonal, ya que al hacer amistades, los niños deben reconocer en ellos mismos sus cualidades, gustos y manera de ser, para así comenzar relaciones de


empatía o incluso apatía con los demás. Así, es posible identificar a la vez, que éste tipo de competencia, se relaciona bastante con la teoría sociocultural de Vygotsky, el cual afirma que la mejor manera de aprender es en interacción con los demás. Las inteligencias se perciben a través de diferentes ópticas en las sucesivas etapas del desarrollo. […] En esta fase los niños demuestran sus habilidades en las diversas inteligencias a través de la adquisición que hacen de los diversos sistemas simbólicos (Gardner, sin año). Esto quiere decir que para que el desarrollo de una inteligencia se dé, es necesario atravesar fases evolutivas que se acompañan y refuerzan con las etapas educativas y de maduración que vamos adquiriendo con el paso del tiempo. Aunque estas inteligencias tengan su origen en todo ser humano desde que comienzan su desarrollo, es en el contexto de una estructura educativa formal donde se desarrollan. Específicamente en esta etapa de los tres a los seis años el cambio más importante se da en su pensamiento, ya que pasan de una forma de actuar con los objetos basada fundamentalmente en su propia acción con los mismos, a esta etapa en la que ahora ya pueden ‘pensar’ lo que van a hacer, planear y premeditar con anterioridad (Ávalos, 2011). Entonces, podemos decir que, en el caso de la etapa preescolar, las inteligencias se desarrollan, según Gardner en base a un sistema simbólico, es decir, a través de representaciones que se viven en el día a día de su acción educativa. Cuando el alumno se enfrenta a un nuevo contenido a aprender, lo hace siempre armando con una serie de conceptos, concepciones, representaciones y conocimientos adquiridos en el transcurso de sus experiencias previas que utiliza como instrumento de lectura e interpretación y que determinan en buena parte qué informaciones seleccionará, cómo las organizará y qué tipo de relaciones establecerá entre ellas (Luchetti, 1998).


Está comprobado pues, que el juego es la forma más adecuada de enseñar en preescolar. Para prueba de ello, nosotros mismos, pues aprendimos así y, hasta la fecha se sigue implementando. Además, una prueba fehaciente más nos la otorga el abordar a un niño para el análisis de sus aprendizajes, dicho de otro modo evaluarlos, pues así podemos darnos cuenta del avance que ha tenido el niño y por ende, dónde hay que reforzar. Por tanto, ser educadora en un preescolar involucra prestar atención de forma grupal, pero también de manera individual, e implica adquirir competencias no sólo de tipo cognoscitivo. Las competencias que definen el perfil de egreso se agrupan en cinco grandes campos: habilidades intelectuales específicas, dominio de los propósitos y contenidos básicos de la educación preescolar, competencias didácticas, identidad profesional y ética, y capacidad de percepción y respuesta a las condiciones de sus alumnos y del entorno de la escuela (DGESPE, 2011). Si realizo una autoevaluación acerca de mis aciertos y errores, en cuanto a estos cinco campos podría afirmar que no se adquieren de la noche a la mañana, mas sí se comienzan a desarrollar desde que entramos a una escuela normal. También, cabe recalcar que no todas pueden ser enseñadas como tal, pues hay unas que deben ser desarrolladas por iniciativa propia, y que ningún examen te validará realmente, como es el caso de la identidad profesional y ética. Por otro lado, encontramos además algunas competencias que no se desarrollan del todo, hasta que ’las vives en carne propia’ como la capacidad de percepción y respuesta a las condiciones de los alumnos y del entorno de la escuela. Como sabemos, cada ser humano goza de un listado de cualidades que lo distinguen de los demás, sin embargo, aún con nuestras diferencias personales, dentro de un aula, hay semejanzas grupales que otorgan, a su vez, la identidad de un grupo. Es necesario tomar en cuenta a los sujetos de educación, sus condiciones, motivaciones, condición psicosocial, necesidad de una visión culturalantropológica que permita entender aspectos básicos de su identidad (Díaz B., 2009). Ésta varía depende de las características que predominan, es como hablar


de que cada escuela es una cultura y hay que actuar aprovechando sus características imperantes, como el hecho de ser más introvertidos o no, si son participativos, callados o inquietos es el tipo de cosas en las que un docente fija su mirada al principio para establecer las estrategias que les acomoden mejor, ejemplo de ello, es poner actividades muy dinámicas a niños que son muy quietos para que se desenvuelvan más, o por el contrario, abundar en actividades tranquilas a aquellos cuyas características son muy activas, puesto que es necesario desarrollar la competencia de control. Como dije antes, formarse para ser docente en educación prescolar, y en ningún otro nivel, es tarea sencilla, pero me he propuesto formarme de la mejor manera, he aceptado el reto –y sus implicaciones- y no pienso darme por vencida. En el campo de aprendizaje, sólo se estimulará a un estudiante a crear competencias de alto nivel haciendo que se enfrente regular en intensamente a problemas que sean relativamente numerosos, complejos y realistas, que movilicen diversos tipos de recursos cognitivos (Perrenoud, 2008). En cuanto a las competencias que creo que necesito fortalecer diría; todas, porque nunca se alcanza un nivel de perfección, pero si se puede siempre perfeccionar un poco más. Formarse es aprender a movilizarse, utilizar todos los recursos para la resolución de problemas. Lo que realmente forma es una actividad que se cumple en función de una meta. Apto para afrontar los problemas (Ferri, 1990). Así que analizando, ¿Cuáles son la competencias y aspectos que más necesito fortalecer para llegar a mi objetivo prístino que es la colaboración para la mejora de la sociedad haciendo lo que amo? Considero que de las competencias que más debería trabajar para fortalecer, en cuanto a las habilidades intelectuales se refiere, es el de la lectura, pues, aunque es un hábito que se encuentra entre mis favoritos para hacer en tiempo libre, las cosas cambian cuando ‘se me impone’, y, a pesar de que he leído y leeré todo cuanto me asignen, porque estoy consciente de que la fundamentación teórica es parte importante de la adquisición de


conocimientos, lo realizo sin tanto entusiasmo, lo que muchas veces no me permite comprenderlo del todo. En cuanto al dominio de los propósitos y contenidos básicos de la educación preescolar, considero que, es uno de los aspectos en los que más debo trabajar, porque, para poder transmitir a los niños el sentido por lo que están haciendo, debemos comenzar por ‘creérnosla’ nosotros, por lo que, no es que no crea en la educación, para mí es la solución a la destrucción de las masas, sin embargo, el problema radica en creer en mí, algo dentro de mí me dice que no puedo ser maestra hasta que termine la carrera, por lo que al estar frente a grupo, es fácil que los niños detecten cierta inseguridad en mí, que no me permite dar el máximo de lo que puedo dar, aún siendo consciente que ellos lo merecen. En cuanto a las competencias didácticas se refiere, creo que me falta mucho por desarrollar en lo concerniente a la identificación y tratamiento a alumnos con necesidades educativas especiales, ya que, me pasó, que una de mis alumnas en un aula de tercer grado tenía problemas de lenguaje, por lo que cuando me hablaba para preguntarme cosas, no podía entenderla, lo que me llevó a darme cuenta que no estoy preparada para atender ese tipo de situaciones, y consecuentemente caer en la cuenta de que necesito, no sólo saber cómo aprenden los niños, sino cómo enseñar a quienes más lo necesitan, y no hacerlos a un lado. Un desafío profesional para la educadora es mantener una actitud de observación e indagación constante en la relación con lo que experimenta en el aula cada uno de sus alumnos (SEP, 2012). Sé, que el ritmo de aprendizaje de todo niño es diferente, pero si, en una clase no se atiende de todas las maneras posibles, haciendo caso a todos los estilos de aprendizaje y prestándole atención a quien más lo requiere, sin que los demás niños crean que son favoritismos y se sientan desplazados, es sin duda uno de los más grandes retos a los que me enfrenté al practicar y que estoy consciente que debo desarrollar mucho más, incluso buscar mis propios medios, si es que creo que la escuela no me los proporciona.


Si de identidad profesional y ética hablamos, creo que me falta mucho camino por recorrer en cuanto a ahondar en los principios legales y organización del sistema educativo mexicano, además de que creo que la ética es algo que se construye día con día, de manera individual con acciones, no palabras y por tanto, es de los más delicados, pero también columna de todo buen funcionamiento. Así que, acabo de comenzar, estoy consciente que aún tengo demasiado por recorrer y que el primer año apenas es un comienzo, pero tengo toda una vida para seguir intentando. Así pues, llegamos al último de los apartados de las competencias en las que pretendo adquirir una sólida formación, correspondiente a la capacidad de percepción y respuesta a las condiciones sociales del entorno de la escuela, donde sé, por experiencia propia, que es también de los más complicados pues, al relacionarse con los padres de familia, ahondar en el contexto y el tiempo de familias que conforman un jardín de niños, es difícil, si se detecta un problema grave, de ésos de tipo tan delicado como para pensar que en una institución de tipo inicial no se presentará, se tiene las manos atadas hasta cierto punto, pues hay un límite entre la docencia y la intervención que no se puede rebasar. Y es una impotencia que destroza el alma, pues aunque ‘se hace lo que se puede’, muchas de las ocasiones sigue siendo insuficiente. El verdadero reto radica pues, en cómo resolver conflictos a partir de maneras no violentas. Sería ingenuo pensar que los conflictos van a desaparecer, puesto que han existido, existen y existirán, porque es, lamentablemente, un rasgo propiamente humano. Cuando el maestro se interesa por conocer lo que saben y proyectan sus alumnos, entrará al aula, junto con la historia personal de cada niño hechos fuera de la escuela, vistas como realidades en las que participamos, las realizaciones y preocupaciones de la gente y la escuela se convertirá en una institución situada, con contenidos y proyectos irrepetibles en otros medios, en tanto atienden los rasgos peculiares de su comunidad (Gadino, 2001). Para mí, un docente es quien tiene es sus manos el futuro de muchas generaciones, y como tal, debe tener fijo en la mente que es ejemplo, es modelo, y


debe predicar con el ejemplo. Porque no sólo es maestro cuando está en un aula, es maestro en todo momento. Se viven infinidad de cosas en una institución, y así como tiene muchas complicaciones, me atrevería a afirmar sin temor a equivocarme que existen aún más retribuciones que un buen desempeño te ofrece: el primero de ellos y el más grande; la felicidad, porque cuando haces lo que amas, no se ve como un trabajo, y la carga se hace más ligera. Una de las cosas que más satisfacciones atrae al momento de ser docente, es la gratificación, porque, aunque hagamos las cosas sin esperar algo a cambio, muchas de las veces, nos convertimos en la única salvación de niños que pueden tener, en contextos y familias donde la esperanza, no es más que una utopía y el estudio un ‘lujo’. Por lo que un ‘gracias’ sincero, de alguien que te abrió las puertas, no sólo de su vida, sino de su corazón, es algo que no se compara con nada. Contextualizando, ¿Cuál es el mejor estilo de aprendizaje para un individuo?, la respuesta es simple; todas y ninguna, pues la realidad, siempre es mucho más complicada que cualquier teoría, porque aun cuando éstas nos otorguen un marco referencial para orientar nuestro actuar, ninguna es perfecta, todas tienen sus fortalezas y limitaciones, además, que algunas son más eficaces para tratar cierto tipo de competencias que otras. La palabra "aprendizaje" es un término muy amplio que abarca fases distintas de un mismo y complejo proceso. Cada uno de los modelos y teorías existentes enfoca el aprendizaje desde un ángulo distinto. Cuando se contempla la totalidad del proceso de aprendizaje se percibe que esas teorías y modelos aparentemente contradictorios entre sí no lo son tanto e incluso que se complementan (SEP, Sin año). Muy sabio es aquel proverbio que dice que ‘nada en exceso es bueno’, y esto es cierto, no debemos ser tan extremistas y no tener miedo de romper nuestros propios esquemas, para derrumbar así nuestras barreras y aventurarnos a combinar teorías, experimentar, superar miedos, crecer con ellos. Por lo tanto es importante no utilizar las teorías y los estilos de aprendizaje como una herramienta para


clasificar a los alumnos en categorías cerradas, pues nuestra manera de aprender evoluciona y cambia constantemente, como nosotros mismos. Ningún método representa la única respuesta válida, lo cual lleva a la conclusión de la inexistencia de un único método. Será necesario emplear en cada caso, la estrategia metodológica apropiada a las particularidades de la competencia que hay que desarrollar y a las características del alumnado (Zabala, 2002). Soy de quienes creen que la vida se trata de elecciones, elecciones que van de lo particular al todo, ese todo que tenemos en común: la vida en sociedad. He elegido mi carrera con el corazón, pues así planeo formarme y, en un futuro no muy lejano desempeñarme, pues el amor es un elemento indispensable para que cualquier cambio pueda existir, un elemento tan vital como respirar, más ahora donde nadie sabe qué te depara el mañana, en un país con cimientos de gelatina, donde la vida se siente robada, donde somos esclavos de nuestras malas decisiones. Una escuela donde los niños piensan y deciden donde actúan y asumen responsabilidad sobre sus actos lleva, inevitablemente a que la propia escuela, como institución, piense los problemas del entramado social al que pertenece, plantee alternativas a los problemas en los que la educación juega un papel, atcúe y asuma responsabilidad social (Gadino, 2001). Como afirma Jiménez (2007), la jornada de trabajo observada desde sus aspiraciones, el alcanzar la meta y el terminar la carrera, jerarquizan propósitos e intencionalidades. Mi primera experiencia docente, me hizo quitarme esa venda que rodeaba mis ojos, las cosas que presencié estando ahí me llenaron de indignación, un pasajero sentimiento de impotencia, que después se convirtió en coraje, sí, coraje para ser el tipo de docente que la sociedad tanto necesita y para pelear por el cambio hasta el último eco de mi alma, pues ahora sé que si soy lo bastante fuerte e inteligente, puedo vivir para reconstruir algo de lo que hemos perdido, y como los cambios necesitan contagiar a más gente, pongo mi esperanza en quienes aún


tienen sueños como yo; los niños. Y lo más maravilloso de todo este trayecto, es que, el aprendizaje es tan sublime, que una vez adquirido, nadie te lo puede robar.

Bibliografía: Ávalos L., María Elena. (2011). Competencias en preescolar; Guía práctica de la educadora. México. Trillas. Díaz Barriga, A. (2009). El docente y los programas escolares: lo institucional y lo didáctico. México: iisue/unam. DGESPE.

(2012).

Los

rasgos

deseables

de

buen

maestro.

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