Responsabilidad social como máximo impulso de la calidad educativa

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Benemérita Escuela Normal “Manuel Ávila Camacho” Licenciatura en educación preescolar

Panorama Actual de la Educación Básica en México

Ensayo analítico explicativo: “Responsabilidad social como máximo impulso de la calidad educativa”

Alumna: María Teresa Saucedo Méndez Docente a cargo de la materia: María de Jesús Medellín Gutiérrez

Zacatecas, Zac. Octubre 2014


Tabla de Contenido

Introducción

Problemática educativa actual (Economía destinada)

Programas educativos implementados por el gobierno

Contextos familiares

Preparación docente

Deseo estudiantil

Valores sociales e individuales

Conclusión

Bibliografía


Por la ignorancia se desciende a la servidumbre, por la educación se asciende a la libertad… Diego Luis Córdoba

Desde tiempos pretéritos, cuando el hombre fue considerado como homo sapiens, el rumbo de la humanidad giró completamente, pues la mente comenzó a desarrollar colectivamente aspectos del entendimiento y la conciencia como la combinación de capacidades, el raciocinio, la percepción, emoción, memoria, imaginación y voluntad. Ante este hecho comenzamos a cuestionarnos acerca de las cosas que nos rodeaban. Se abre entonces ante nosotros una nueva perspectiva acerca del hombre y el mundo, en ese momento, cambios radicales y descubrimientos en todas las ramas del saber se harían presentes, modificando consigo nuestra forma de vida, ideales y convicciones que poco a poco pasarían de ser más que un avance, un irónico retroceso, o mejor dicho, un estancamiento, esto debido a la malinterpretación del dominio ‘racional’ sobre la naturaleza y la sociedad; un claro ejemplo de esto es la educación. En el caso de México, ¿Qué nivel de calidad existe en materia educativa?, ¿Dónde se encuentra posicionada la educación en una escala de prioridades?, ¿Qué necesitamos para cambiar el destino educativo de México? Éstas y otras preguntas, se desarrollarán de manera más profunda en el presente trabajo, a fin de dar respuestas coherentes a las mismas y, si es posible, establecer soluciones a las problemáticas antes mencionadas.

Para responder a las anteriores interrogantes, debemos platear primero la problemática educativa actual. Según el artículo tercero constitucional, todo individuo tiene derecho a recibir educación. Para que esto se cumpla, nos dice además que “el Estado garantizará la calidad en la educación obligatoria de manera que los materiales y métodos educativos, la organización escolar, la infraestructura educativa y la idoneidad de los docentes y los directivos garanticen el máximo logro de aprendizaje de los educandos” (Anónimo, Sin año). Así pues, ¿Dónde se encuentra posicionada la educación en una escala de prioridades? Como es bien sabido, México ha tenido algunos ‘inconvenientes’ para que esto pueda cumplirse correctamente. Técnicamente el buen nivel de educación que ofrece


cada país tiene mucho que ver con el porcentaje de PIB que se destina a dicho cometido, en nuestro caso es un 5.7% del total (Anónimo, 2011), además se recalca el hecho de que es un porcentaje relativamente mayor comparado con el de otros lugares, aunado a que se invierte también un mayor porcentaje que otros lugares del total del gasto público, correspondiente a un 21.7% (Anónimo, 2011), lamentablemente, ésas cifras no nos dicen mucho si de ése porcentaje se desvían grandes cantidades de dinero a los bolsillos de quienes tienen el poder, a cumplir sus caprichos y comprar sus antojos en un sinfín de lujos que dejan a México ‘a medias’ en el camino. Entonces, ¿Qué nivel existe en materia educativa? Mencionemos también que en cuestiones de cobertura en pleno año 2014, según estadísticas se reveló que aún tenemos un aproximado de cinco millones de personas que no saben siquiera leer o escribir (Coloquio internacional, 2014). Lo más triste de todo es que esa cantidad no se distribuye sólo en ‘los lugares más alejados’ de la sociedad urbana, sino que dentro de ésta también se concentra una buena cantidad de los mismos, pero ¿por qué? Según lo establecido en el antes mencionado artículo tercero, no debería existir, aun en lugares donde se carece de tecnología u otros servicios. Uno de los principales problemas con los que lucha México y a los que se enfrentan esta clase de personas, además de vivir en condiciones de pobreza en niveles extremos, es que el gobierno no hace que lleguen este tipo de derechos, como la educación, aunado muchas de las veces a tradicionalismos poco coherentes en los que aún se tiene la convicción de que las mujeres nacieron para estar en el hogar, o que los hombres se hicieron para trabajar y la educación es vista por ellos como ‘privilegio de ricos’. Es aquí donde un segundo rasgo que impide el impulso de la educación hace su aparición; la equidad. El problema de México es que es una sociedad muy heterogénea, es decir, diversa y muchas veces dispersa, la exclusión es un elemento común y notorio, indiscutiblemente es el común denominador en cada órgano existente, en las escuelas, en las universidades, es decir, en todas las organizaciones sociales, siendo así que cada vez más aumenta la brecha existente entre ricos y pobres, desmeritando a las personas y violando en algunas ocasiones sus derechos como ciudadanos, tanto en la esfera pública como en el sector privado. “La política se vuelve ingeniería del poder” (Berman, 2001). Como consecuencia a todo esto, aparecen los sectores flotantes mal integrados al subsistema de producción y mal integrados al subsistema de consumo pero completamente


desintegrados también a los sistemas pre-capitalistas y no estrictamente capitalistas: se trata de los llamados sectores marginales o masa marginal. La mala distribución de la riqueza es alarmante. “En 1950 éstos llamados sectores flotantes sólo recibían el 2.43% de la riqueza total de México, quedando el porcentaje restante dividido entre las llamadas clases medias, mientras que los ricos tenían acceso al 45.48% de la misma. Ya en 2013 en el caso de los marginales disminuyó a 1.67%, disminuyendo también la de los sectores privilegiados a 37.7%” (INEGI, 2013). En un país donde a fines del año pasado la pobreza alcanzó a 60 millones de mexicanos pero que se trata de la catorceava economía del mundo, el problema no es la generación de riqueza, sino la distribución de la misma, los ricos son pocos y tienen la inmensa mayoría de la riqueza para sus propios intereses, los marginados son la inmensa mayoría y lo que reciben es mínimo en comparación con la riqueza del país. Como hemos estado analizando, no existe un nivel óptimo de calidad educativa en México, pero esto no es cuestión sólo del gobierno. Un punto más que sería importante recalcar es el concerniente a los programas educativos implementados en el país. En la elaboración del Plan Nacional, se supondría debe considerarse a la población para que se expresen sus ideas, propuestas y preocupaciones. Éste se hace en base a las necesidades de los ciudadanos, sin embargo, para implementarlos existe un gran problema como primer punto, podemos mencionar que programas como el del implemento de las tecnologías de información y comunicación o el de lectoescritura en niveles básicos como preescolar o primaria no llegan a ser ben vistos por los maestros, y no por hecho de que no quieran sociedades modernas y competentes, sino porque ellos, como profesores, no tienen muchas de las veces las herramientas necesarias para llevar a cabo estos programas de manera adecuada. “La enorme distancia entre la burocracia escolar – ministerios, consejerías, inspección educativa, directivos de los centros- es en ocasiones de tal calibre que no repara en la complejidad que llevaría aplicar todas sus propuestas y disposiciones. Términos tales como inclusión, atención a la diversidad, tratamiento individualizado, evaluación permanente o enfoque multicultural conllevan numerosas tareas para las cuales apenas disponemos de medios, tiempo o formación, de tal suerte que […] nuestros sistemas institucionales de ayuda a los alumnos vienen a engrosar como excrecencias nuestras clases habituales en lugar de ayudarnos a replantearlas” (Meirieu, 2009). Éstos se establecen en las escuelas sin antes haber capacitado a los maestros, quienes


al verse obligados a cambiar sus formas de enseñanza se frustran, los cumplen a medias o los rechazan. Como es bien sabido, las generaciones cambian y con ellas, deben existir cambios también en las formas de enseñarles y en las mentes de los maestros que conducen el futuro de nuestras jóvenes generaciones. El constante avance en las formas de comunicación y todos aquellos avances que día con día se crean o modifican, todo con el fin de hacernos la vida más sencilla sumergen a los niños y jóvenes en un mundo saturado de beneficios que, con un mal guía desembocan en perjudiciales en lugar de ayudarnos para mejorar. El mal uso de las TIC es uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos, situación que lamentablemente no podemos cambiar porque ‘los adultos’ quienes se supone deben ser guías que encausen el febril deseo de aprender de quienes inician su camino en el maravilloso mundo del saber, tienen miedo de investigar, aprender y manipular este tipo de tecnologías. Para que la educación llegue a su máximo impulso, como he venido mencionando, no es sólo trabajo del gobierno, pues cada ciudadano se va formando con los ejemplos que le predica su familia y, para que exista un cambio en el rumbo educacional mexicano, es necesario comenzar ‘desde el seno familiar’. Necesitamos crear personas conscientes de que tienen el futuro del país en sus manos y que, aunque las cosas o situaciones se presenten con dificultades o el cambio se vea lejano o inalcanzable, no es utópico. Hay que motivarlos para que no se pierdan en el camino de encontrar su razón de existir en esta vida. “Se trata de procurar que los alumnos con grandes dificultades perciban el interés de aprender, de invertir su energía en la escuela, de movilizarse por el trabajo escolar” (Meirieu, 2007). No sólo la economía determina las limitantes de la escaza mejora o logro educativo y es deprimente observar que cada vez más, los jóvenes mexicanos han optado por ser generaciones ‘nini’ que no estudian pero tampoco trabajan y poco ayudan al mejoramiento del país. Esto ha desembocado en una paradoja: aquellos que tradicionalmente eran víctimas de la exclusión escolar se han vuelto culpables de su propio fracaso. Y esto ha engendrado en los niños y sus familias una forma de rencor social mezclada con el sentimiento de haberse equivocado, porque se les ha dicho ‘venid’, ‘entrad’, pero no se ha procurado que en el interior encuentren su sitio y prosperen (Meirieu, 2007). Cuando en el seno familiar, no se tiene las herramientas o mentalidad para cumplir con el antes mencionado cometido, es el docente quien tiene la responsabilidad de ‘salvar’


los errores de los padres. Para esto, el profesor de la actualidad debe dejar atrás todos los crasos errores que se han estado cometiendo desde hace décadas, aprender a dejar de ser ‘un experto’, que simplemente vacía conocimientos en sus educandos. “Los docentes desempeñan un papel determinante en la formación de las actitudes. Con respecto al estudio, ellos son los que deben despertar la curiosidad, desarrollar la autonomía, fomentar el rigor intelectual y crear las condiciones necesarias para el éxito de la enseñanza formal y la educación permanente” (Delors, 1996). Debe convertirse en un educador, lo que implica ser un facilitador que forma, que le da a nuestras jóvenes generaciones las herramientas para investigar, descubrir, crear e innovar (Tenti, 1999). Actualmente, el profesor ‘experto’ es obsoleto, ya que los avances en las TIC hacen que cualquier estudiante tenga a su alcance más información de la que cualquier experto pueda tener.

Hoy en día son necesarios

docentes que enseñen a los niños a pensar de manera crítica (Ferry, 1990), a evaluar y utilizar de manera productiva el sinfín de información al que tienen acceso, el deseo de transformar su sociedad de manera constructiva y positiva. Son necesarios profesores que adopten bien su papel, se comprometan, que sean mentores y modelos en el proceso de aprender a aprender, que vayan codo a codo con sus alumnos (Meirieu, 2007) y, una vez que tengamos una nueva generación de educadores, los cambios en las mentes de los jóvenes ocurrirán también de manera gradual. Poco a poco dejaremos de ver clases ‘homogéneas’ en las que esperamos que todos los niños aprendan el mismo contenido, al mismo tiempo y con la misma metodología -una propuesta evidentemente obsoleta y poco favorable a la que nos seguimos aferrando-, y empezaremos a ver espacios educativos en donde cada niño aprenda acorde a distintos estilos de aprendizaje y también a ritmos distintos, pero sólo niños que sean capaces de aprender a aprender, que sean críticos e innovadores, que estén dispuestos a tomar riesgos y ser creativos, tendrán éxito en este mundo globalizado y digital, y podrán llevar a México a la vanguardia y competitividad necesarias para crecer. Éstos son los verdaderos rasgos de la educación moderna, que es evidente aún no se han podido implementar, para prueba de esto, los índices de lectura, que no son nada favorables para que lo anterior se logre. “En el 2000 México se encontraba en el lugar 30, pero durante las últimas encuestas que la UNESCO publicó en el 2013, se dice que dentro de las 108 naciones, México se encuentra en el lugar 107, ya que el 41% de la población ocupan su tiempo libre a ver televisión y sólo el 12% a leer” (INEGI, 2013). También se dice que el


40% de la población nunca ha entrado a una biblioteca. Esto es alarmante, puesto que si las cosas siguen así la educación dejará de ser un camino viable para cambiar el rumbo de la humanidad. De nada sirve ir a la escuela si nos preocupamos sólo por ‘pasar’ y no hacemos nuestro mejor esfuerzo, por ese motivo, es importante recalcar que no sólo son los maestros, el gobierno o la familia los responsables del estancamiento estudiantil, sino los educandos mismos, sus mentalidades y su falta de ‘deseo’. “Hoy los alumnos con fracaso son alumnos para quienes el trabajo escolar no tiene ningún sentido” (Meirieu, 2007). La ciudadanía es poder, debemos comprender que todos tenemos la facultad de realizar actividades con plena autonomía, tomando decisiones responsables en el contexto social actual. Asimismo, debemos tener la capacidad de asumir compromisos en un ambiente social y político con el que nos identificamos al sentirnos parte de él, logrando convivir y mejorándolo colectivamente. Todos somos titulares de poder por lo tanto podemos influir e intervenir en la toma de decisiones en diversos espacios de nuestra vida. La ciudadanía se ejerce a través de la participación en los diferentes espacios en los que nos desenvolvemos, ¿cómo?, pues opinando sobre temas que atañen al entorno en el que se desenvuelven, tomando decisiones en beneficio de la sociedad o que impliquen una mejora de la calidad humana, etc. “[…] algunas sociedades modernas pueden convertirse en sociedades civiles, y si fracasan, en sociedades esclavas” (Berman, 2001). De igual forma, es importante recalcar los valores y consciencia social e individual, pues considero que no se trata solamente de criticar a ‘la sociedad’, recordemos que nosotros también formamos parte de ella. “La lucha por la emancipación impone la conciencia de pertenencia a una comunidad, rompe el aislamiento del individuo y lo integra, por la acción, a una colectividad con la cual y en la cual puede liberarse” (Villoro, 1992). Se dice que antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, hay que dar tres vueltas por tu propia casa y es cierto, porque de nada sirve detenernos a juzgar o hablar mal de los errores de ‘los demás’, más bien deberíamos empezar por auto examinarnos a nosotros mismos, tan cierto es aquello que dicen que para lograr un cambio las palabras son enanos, pero los ejemplos son gigantes. Sería tedioso y hasta cierto punto aburrido enumerar una vez más lo que se debe hacer para lograr una permuta, todos sabemos lo que tenemos que hacer, pero pocos lo llevan a cabo.


“Comprendería la propuesta de una ética social dirigida a superar los intereses individuales en la realización de bienes comunes, respondería a la idea de que el individuo sólo se realiza plenamente en su integración libre en la comunidad” (Villoro, 1992). Se habla pues, de un trabajo que no puede llegar a su máximo esplendor si no ponemos de nuestra parte todos y cada uno de nosotros.

Aunado a esto, está el conflicto de lo que nosotros como personas aportamos al país para que las cosas mejoren. Entonces pues, ¿Qué necesitamos para cambiar el destino educativo de México? En base a lo tratado en el presente trabajo, podemos pues concluir que todo recae siempre en la sociedad, es decir, en cada uno de nosotros, sin embargo, es bien sabido que en México no todos asumen esa responsabilidad, es por eso que con esto, queda comprobado que somos una sociedad esclava, muy mal construida, con cimientos de gelatina, que podría tener todo para ser una sociedad civil, pero que no se atreve a generar el cambio y ciertamente obtiene lo que merece, vive como quiere vivir. “Una sociedad moderna debe ser equivalente a una sociedad civil, de lo contrario se habla de una sociedad esclava” (Berman, 2001). Debemos dejar de culpar a los otros de los errores del país, debemos dejar de ‘pasar la bolita’ a otros y caer en la cuenta de que lo que vivimos es responsabilidad de todos, pues un país sin voz, en el que sus ciudadanos no hagan ejercer sus derechos, nada se puede esperar, estamos viviendo en el país que hemos cosechado. Somos una sociedad que le falta romper esas cadenas que nos atan, como los tradicionalismos, la falta de responsabilidad, la mediocridad o el poco interés, pues sólo así podíamos llegar a tener la oportunidad de construir una sociedad de calidad en la que podamos desenvolvernos plenamente.


Bibliografía: Berman, Marshall, Estructura y Ruina, México, 2001. Deors, J., “La educación encierra un tesoro”, México, UNESCO, Son edición, 1996. Ferry, Guilles, “El trayecto de la formación: los enseñantes entre la teoría y la práctica”, México, Paidós educador, 1ª edición, 1990. Meirieu, Philippe, “Carta a un joven profesor: por qué enseñar hoy”, Barcelona, Graó, 4ta reimpresión, 2009. Meirieu, Philippe, “Es responsabilidad del maestro provocar el deseo de aprender”, Cuadernos de Pedagogía, 2007. Tenti, Emilio, “El arte del buen maestro”, México, Pax, Sin edición, 1999. Villoro, Luis, “El pensamiento moderno”, Fondo de cultura económica, 1a edición, 1992. http://www.dof.gob.mx/constitucion/marzo_2014_constitucion.pdf http://www.inegi.org.mx/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/integraci on/sociodemografico/indisociodem/2001/indi2001.pdf. http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/riqueza.aspx?tema=P


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