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Semiótica de la pintura: “Cape Cod Morning”, de Edward Hopper por Nahuel Almada
Edward Hopper (1882 - 1967) es conocido -y reconocido-, entre otros aspectos de su obra, por retratar la soledad y las angustias existenciales de la vida contemporánea estadounidense. En sus obras, de expresionismo abstracto, fue capaz de captar y enunciar el espíritu de aquello que se vivenciaba en su época -pos guerra. Una mañana en Cape Cod, es un trabajo realizado en 1950 en técnica de óleo sobre lienzo, de 82cm por 102cm de dimensión, y que actualmente se encuentra exhibido en el museo Smithsonian American Art Museum Directions (Estados Unidos). La técnica y estilo del autor logra un práctico uso de la luz y la sombra creando un efecto residual en el estado anímico de la figura humana retratada, siendo este aspecto estético un método expresivo central en la obra desarrollada por Hopper. En la pintura que pretendemos analizar, al amanecer, la resplandeciente luz del sol ilumina e irradia todas las formas representadas en otras obras logra este efecto con fuentes de luz artificiales, también- y la proyección de sombras adquiere, en el contraste de tonalidad y temperatura, un rol simbólico importante sumado a la precisa ubicación de las figuras humanas en equilibrio con el entorno, las líneas trazadas y las formas que componen la totalidad de la imagen. Adentrándonos particularmente en el análisis de Una mañana en Cape Cod, podemos advertir al menos 4 capas de lectura semiótica. Interior y exterior, luz y sombras, zonas compositivas y, así mismo, lo natural y lo “urbano” como signo de verticalidad y horizontalidad. El ritmo dinámico, energizado y las “libertades” que se ofrecen en la vida moderna se relacionarán con la ansiedad y las frustraciones que esta produce y conlleva intrínsecamente. La primera capa de lectura se advierte -y percibe- ante la presencia de un afuera y un adentro, un exterior y un interior bien delimitado y, este último, hasta exacerbado como ya lo veremos. El afuera, lo natural, la vida en libertad, es representado en un bosque nativo, presentando tonos claros iluminados por el sol, más allá de la sombra evidente que se genere bosque adentro. Esa mitad del cuadro se encuentra dividida -separada- abruptamente por una línea vertical que se manifiesta en la intrusión de una vivienda construida -extrañadaen medio de un ambiente natural. Esta irrupción de un signo de la modernidad proyecta una verticalidad que separa en dos planos -realidades-, zonas compositivas y/o existencialidades diferentes. El exterior es representado como una espacialidad cálida, apacible, nativa y en libertad. Este, se encuentra solo trazado -ordenado, estructuradopor la linealidad que presenta el horizonte y, esta horizontalidad, a su vez, se vincula con el otro espacio representado detrás de la verticalidad trazada por la casa y el encierro que ésta representa a la figura humana, al proyectarse en la visión y dirección de la mirada de aquella mujer expectante. Este vínculo simbólico entre ambas zonas compositivas relaciona la forma humana retratada y su objeto de contemplación mediante su sentir y su pensar vinculado a aquella libertad y el devenir de lo natural que se manifiesta ante ella. Esta relación se declara solo a través de su mirada y la manifestación de una contemplación indómita de lo
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inmanente existente en lo natural. De este modo, los dos ambientes y/o planos existenciales representados por Hopper, se vinculan y entrelazan de un lado y otro de la verticalidad -trazadamanifiesta que aísla a aquella mujer del entorno natural. Continuando con el análisis compositivo del campo derecho de la imagen, estamos en presencia de un área compuesta por pastizales amarillos en el inferior del mismo, verde claro en la copa de los árboles y la nitidez de un celeste claro característico del cielo matinal. Esto es lo representado y contemplado con deseo por aquella mujer detrás del cristal traslucido que la sitia físicamente -además de los elementos que se enuncian y vislumbraremos a continuación, en el campo izquierdo de la imagen. Frente a este ambiente de libertad y naturalidad absoluta trazado en formas de contornos imprecisos, se presenta -tras la vertical bosquejada por la vivienda- una construcción diseñada por el hombre plagada de líneas horizontales superpuestas en verticalidad ascendente -o decreciente, dependiendo de cómo se lo interpreteque segmentan aún más el espacio de representación en este fragmento del cuadro. Estas alusivas líneas rectas que integran las tablas de la pared exterior de la vivienda donde dichas líneas horizontales se incorporan unas sobre otras expresando la simultaneidad de experiencias perceptivas -en progresión histórica lineal- producto de la vida moderna que, incluso, se expanden urbanizando zonas rurales. Además, la forma de estas líneas, proyecta sombras que enuncian inseguridades, miedos, angustias y encierro, como puede notarse en toda la zona donde se encuentra la mujer retratada. Los pliegues de la vivienda proyectan oscuridades y su mayor concentración se da sobre una franja que comienza a encorsetar la figura humana. La mujer, y su lugar en el cuadro, se encuentra varias veces enmarcado/encerrado y delimitado. Si bien ella es iluminada por el astro rey desde el exterior, se la ve encuadrada en varios planos desde el exterior hacia el interior. Inicialmente, la verticalidad proyectada por la casa delimita una primera segmentación, luego se manifiesta en un rectángulo de sombra sobre ella -en la pared exterior de la vivienda-, seguidamente, la figura es demarcada por delante y otra por detrás por dos persianas notoriamente oscuras, más luego, se encuentra dentro del marco de una ventana que a su vez se subdivide en dos, puesto que un parante en medio de esta ubica a la mujer en un espacio más pequeño e inferior en la abertura. Y por si esto acaso no fuera suficiente, esa rectangularidad decreciente -tengamos en cuenta como rectangularidad decreciente a la segmentación constante aplicada a la figura de la mujer desde la verticalidad central pronunciada por la casa, luego la proyección de las sombras, las aberturas, la ventana, la ventana dentro de la ventana y los marcos de ambas uno dentro de otrocontinúa reduciendo el existencialismo hasta llegar a la singularidad de la experiencia humana de aquella figura, cuando se encuentra re-enmarcada dentro del marco de la ventana que está detrás de ella. Hay una ventana dentro de otra ventana que, incluso, nos permite “atravesar la experiencia de aquella persona”, como si estuviera perceptivamente en el exterior aunque
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se encuentre en el interior de la habitación. Esta genialidad hay que destacarla, ya que Hopper, no solo logra reproducir la singularidad -deseo y angustia de soledad- de la existencialidad humana, sino que, en ello, se permite volver a marcar una sutil diferencia entre el interior y el exterior a la vez que se permite contrastar pictóricamente la figura humana entre el fondo y la forma. Esta, aunque iluminada por la luz que ingresa desde el exterior, se halla dentro de la rigidez que presenta la construcción -la vivienda- y es contrastada con la tonalidad clara del exterior que se proyecta en la pared exterior que vemos a través de la ventana, detrás de ella, también alcanzada por la luz del sol. Ambas figuras, la mujer y la pared del exterior, están siendo impregnadas e iluminadas completamente por la misma fuente de luz y calor -vida- pero cada una en su espacialidad, dentro y fuera de la barrera que presenta la materialidad de la construcción urbanización-. Por lo tanto, este contraste le es útil no solo en el plano simbólico sino en el plano pictórico, dado que, el contraste de luz y sombras, permite realzar la figura humana retratada. Por último, es posible apreciar en la interioridad de la casa -el ambiente donde se encuentra esta mujer- vestigios de aquellas tonalidades y colores utilizados en la zona del cuadro destinado a representar la libertad y naturalidad de la vida rural y/o exterior. Todos los objetos, paredes, techo y hasta su atuendo y color de cabello, pertenecen a la gama de colores cálidos empleados para representar aquello que la mujer contempla tras el vidrio y el marco que la secciona y separa de la naturaleza frente a ella mientras es alcanzada en su rostro, y su cuerpo todo, por la energía de un nuevo día que comienza. Ella también pertenece al plano natural, pero como especie humana inmersa en tiempos de modernidad, manipula aquello de la naturalidad en función de sus necesidades. Finalmente, si prestamos atención, el único segmento de coloración rojiza, simbolizando pasión, se encuentra sepultado bajo el peso de la construcción como objeto la urbanidad y símbolo de la modernidad, realidad de la época -pos guerra- que pretende representar el autor. Me estoy refiriendo a un pequeño fragmento de cimiento que eleva la construcción sobre el nivel del suelo y se deja ver debajo de la pared blanca ensombrecida donde se presenta la figura de la mujer retratada. Ante todo lo expuesto es necesario destacar que, la calidez de la luz solar como emblema de la introspección o revelación y la proyección de sombras como expresión de miedos, ansiedad o frustración entre otras sensaciones, dotan a la obra de Hopper de una capacidad inusitada para establecer un rol simbólico poderoso y dejar una huella del espíritu y cultura experimentada en su época. Sin embargo, y sobre todo, refiriéndome a febo acariciando el rostro femenino de aquella mujer, me permito concluir este análisis afirmando que, después de todo, “amanece que no es poco”.
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