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Resucitó al tercer día

RESUCITÓ AL TERCER DÍA sara pérez tamames “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado”. Mientras se dibujan las primeras luces del día, Jesús recorre las calles de Zamora mostrando al mundo el milagro de la Resurrección. Seca tus lágrimas, María, y deja caer tu manto negro sobre las flores que bañan esta ciudad que hoy celebra la alegría del Encuentro, la victoria de la vida sobre la muerte. Jesús Resucitado vuelve a la carne esta mañana en la que se unen de nuevo el cuerpo y el espíritu, y los acordes de las marchas de Gloria inundan los rincones, porque la Virgen de la Alegría abandona su luto este Domingo de Pascua en el que Zamora se abre a la vida. Esta mañana han regresado a mi memoria aquellos maravillosos versos de Montesinos, en su poema “El rito y la regla”, que con una delicadeza sublime decían, “hoy la memoria escoge el camino más corto para herirme”. Y qué cierto, los recuerdos duelen especialmente estos días en los que nada ha sido como siempre fue. Pero llegará de nuevo la primavera. El corazón conservará inmarcesible la emoción contenida, pues esta nunca muere, y crece si cabe el anhelo, y florece la semilla de la inquietud cuando la espera parece eterna y aguardamos impacientes un descuido del tiempo para revivir aquellos momentos que merecieron la eternidad. Un año más, la tradición se ha cumplido, pero esta vez de otro modo, a través del alma y el espíritu. Volvió a ser, aunque haya tomado otra forma, pues aunque tan solo lo hayan visto los ojos del corazón, ello no ha impedido que hayamos sentido en lo más profundo de nuestro ser esa pasión que llega a apretar el alma. Llega a su fin la Semana Santa que fue prólogo y epílogo del sueño de los vivos. Salud para otro año, hermanos.

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No habrá nervios. Será, seguramente lo único distinto. Cerraré los ojos y sentiré el tacto de mi madre colocando la túnica de estameña, el fajín morado, los guantes de algodón, el pañuelo de seda; todo sobre la cama. Las sandalias en el suelo y mi padre dándole los últimos toques al caperuz. El medallón al cuello: ¿el mío o el del fundador? El silencio como siempre y la emoción contenida. No habrá paseo desde Santa Eulalia hasta Santa María. No habrá problemas para sortear la entrada de la Dolorosa de la Vera Cruz. No habrá momentos de meditación y algún Padre Nuestro durante la espera en la iglesia del Motín. No habrá apretones ordenados. No habrá Cruz guía. No habrá clavos. No habrá corona. No habrá esquilas de Viatico. No existirá el cansancio –cada año mas-. No habrá ni cuestas, ni callejuelas. Ni cerilleros. Ni celadores. Ni abades. No estará El Cristo en la calle. No habrá luces ni sombras. Y pasada la medianoche imaginando la plaza cuadrada, la de los brazos arbóreos, cerrando los ojos y sin contener la emoción cantaré y recitaré los versículos del salmo 51.

Jesús Salvador Cecilio

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