El duendecillo travieso Una noche fría de diciembre, en un pueblo perdido entre las montañas, había un duendecillo travieso que tenía a los habitantes del poblado hartos. Cada día, el duendecillo salía de su cabaña para dar un paseo por el frondoso bosque situado en la ladera de la montaña. Pero debía atravesar un sinuoso camino. Ese camino estaba cubierto de musgo y piedras; así que era difícil no tropezar. Pero el duendecillo travieso le había cogido gran habilidad y apenas se caía; sólo impactaba con el suelo se hacía de noche. Tras el sendero, llegada a Villa Mordichata, el pequeño pueblo con población escasa; y todos eran conocidos, salvo Noteconozco, un chino recién mudado y Rusopedales77, un polaco veterano en aquel pueblo.