El duendecillo travieso Una noche fría de diciembre, en un pueblo perdido entre las montañas, había un duendecillo travieso que tenía a los habitantes del poblado hartos. Cada día, el duendecillo salía de su cabaña para dar un paseo por el frondoso bosque situado en la ladera de la montaña. Pero debía atravesar un sinuoso camino. Ese camino estaba cubierto de musgo y piedras; así que era difícil no tropezar. Pero el duendecillo travieso le había cogido gran habilidad y apenas se caía; sólo impactaba con el suelo se hacía de noche. Tras el sendero, llegada a Villa Mordichata, el pequeño pueblo con población escasa; y todos eran conocidos, salvo Noteconozco, un chino recién mudado y Rusopedales77, un polaco veterano en aquel pueblo.
Cuando llegaba al pueblo sentía pena al ver a aquellas personas tan solas; hasta que decidió llamar a la alcaldesa de Villa Mordichata, llamada Rosa Pija. - Su Majestad. He visto a dos habitantes de esta villa sin compañía. -Dijo el duendecillo. -Eso es imposible, aquí todos se conocen. -Contestó Rosa Pija. El duendecillo volvió a la plaza. Ya no le apetecía hacer bromas pesadas; la gente estaba desanimada y no podía reírse. Nuestro protagonista, desde aquel momento, supo que debía hacer algo: ¡buscar la Flor de la Risa!
El problema era que estaba muy lejos, en el Estrecho de Gibraltar; y no sabía cómo llegar. Pero tuvo una idea: ¡utilizar un super pedo! Su pedo era tan fuerte, que una vez levantó un elefante. Así lo hizo y consiguió llegar. Pero ahora no podía averiguar dónde se encontraba, así que se fue a un bar a comer galletitas saladas con leche; pero le sentaron fatal y tuvo que ir al baño. - Where is the WC? -Preguntó el duendecillo. - Is in the front of the stails. -Le contestaron. - Tank you very mucho, macho. -Agradeció el duendecillo. Se sintió aliviado al salir del baño y decidió continuar su camino. Salió del bar y fue hacia el Peñón, donde los monos escondían la Flor de la Risa. El duendecillo no dudó en ir a por la flor, pero ya era demasiado tarde. ¡Noteconozco había robado la Flor de la Risa! ¡Tenía que ir a por él! Justo cuando iba a emprender su camino, el duendecillo fue capturado por los monos y metido en una jaula de huesos humanos. - ¡Sorry sorroooo! -Se lamentaba, pues quería salir y no podía. - ¿Cómo no he caído antes? -pensó- ¡Utilizaré mi super pedo! Y lo utilizó, consiguiendo salir de aquella asquerosa prisión. Emprendió camino para encontrar al chino Noteconozco y lo encontró. Pero una cosa muy asquerosa le impidió el paso: ¡una muralla de babas! Pero consiguió salir tirando piedrecillas y derribándola. Intentó encender su super pedo para llegar a casa. -¡Pfff, chicccc! - ¿Qué ha pasado, culete? ¡Oh, no! Ahora el duendecillo no podría regresar a casa. Observó la ciudad de Gibraltar y encontró un circo sin hombre bala. ¡Podría llegar a casa por un cañón! Como se había quedado sin blanca, pensó cobrar por su trabajo. El día de la gran actuación, el duendecillo quemó la mecha y ... ¡BUMMMM! Salió disparado hacia Tejas.
Cayó justo cuando se celebraba el Día del Tejado. Era obligatorio subirse a los tejados. Algunos se divertían con las chimeneas, pero él tuvo la fortuna de no caer ahí. - ¡Me quiero ir al parque! -Pensó nada más llegar al tejado y asimilar lo que había pasado. Después escuchó una voz grave y que pronunciaba mal: - ¡Niños, seguirás asís montados ens lass tejass! -Le amenazaba el alcalde. - ¡No, usted no me manda! Quiero decir... ¡Super pedo! ¡Caramba! ¡Que no enciende! -Se lamentó. El alcalde lo llevó al juzgado haciéndole repetir sin parar la frase: seguirés els acentos des loss texanoss. - ¿Por quéss nos tes callas des unas vezs? -Dijo el duendecillo. - Pors burlartess des mis tieness doss añoss dess condenass. -Le dijo el alcalde. - Pero... ¡no! Tengo que ir a Chino-Chaino. -Dijo el duendecillo. - Puess vass ass quedarsss aquíss. -Insistió el alcalde. - ¡Pues vale!
El duendecillo tuvo una gran idea: escaparse cuando el alcalde se marchara. Utilizó la Cuchara Sagrada para romper la ventana y de este modo escapó. Se dirigió al tejado donde estaba Noteconozco. Cuando llegó, contempló como Rusopedales77 arrojaba a Noteconozco por la chimenea. Se le escapó la Flor de la Risa y la atrapó el duendecillo. Noteconozco se quemó el culete y salió despedido a Villa Mordachata, mientras que el duendecillo se agarró a su zapato, con mucho cuidado para que no se le cayera la flor. Llegaron a Villa Mordichata y se encontraron a Rosa, que no parecía alegrarse de verlos con vida. - No me hace gracia, me intimida que estéis aquí -Les reprochó. - ¡Vale! Pues toma esta flor y dale a los habitantes una espina. Así fue como los habitantes recuperaron la alegría y decidieron nombrar alcalde al duendecillo. - ¡Los habitantes te nombramos alcalde de Villa Mordichata!
FIN Autores: Mª Dolores, José Ángel y Javier