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La montaña de Guerrero: una redefinición

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EDITORIAL

EDITORIAL

ITINERANCIAS DE LA ANTROPOLOGÍA

LA MONTAÑA DE GUERRERO Una redefinición *

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Mario O. Martínez Rescalvo 1

Introducción

A partir de la Mixteca-Nahua-Tlapaneca de Maurilio Muñoz, publicada en 1963 por el Instituto Nacional Indigenista (INI), se ha buscado delimitar lo que ahora todos conocemos como Región de la Montaña. Desde entonces muchos lo hemos intentado, sin embargo, no ha habido acuerdo en cuanto a qué municipios la conforman. Algunos —quizá los más— lo han hecho a partir de ciertas características geográficas y económicas, otros, agregan a éstas aspectos socioculturales, conjugan historia, geografía y cultura. En ese marco, a partir de una revisión histórica, este ensayo busca responder la siguiente pregunta: ¿A qué llamamos Región de la Montaña? La región a la que hacemos referencia se caracteriza por concentrar la mayoría de población indígena en la entidad, en particular los tres pueblos que le dan su nombre y también, por la extrema pobreza en la que viven, así como por la profunda degradación de su medio natural. El trabajo se expone en cuatro partes: 1) Su conformación histórica, donde se analiza su delimitación histórico-administrativa, 2) La región y sus subdivisiones, apartado en el que se revisan y discuten las distintas propuestas que han buscado delimitarla con el propósito de marcar su extensión, 3) Una redefinición, parte en la que se le define como región sociocultural y se hace una propuesta de delimitación y de subdivisión en subregiones culturales y 4) Los últimos cambios y la nueva configuración regional, donde se esbozan los cambios más recientes y las nuevas propuestas de remunicipalización que sugieren una nueva configuración.

Marco contextual

Por principio se presenta el marco contextual de este trabajo. En primer lugar su característica más sobresaliente: la presencia de los pueblos indios. Como sabemos, cuatro pueblos originarios han sobrevivido en la entidad: nahuas, ñu savi (mixtecos), me’pháá (tlapanecos) y nanncue ñomndaa (amuzgos). Los nahuas constituyen el grupo étnico más numeroso y extendido

Foto: Alejandrino González Reyes.

del estado de Guerrero (36.9%) y se distribuyen en numerosos pueblos del norte, centro y oriente. Los mixtecos (28.3%) por su parte se localizan en el extremo oriente, en la colindancia con los estados de Oaxaca y Puebla, con sus hermanos de esas entidades conforman históricamente una extensa área o región conocida como La Mixteca. Lo mismo puede decirse de tlapanecos (24.8%) y amuzgos (9.4%) ubicados muy claramente en el mapa guerrerense. Operativamente se ha procedido a definir los límites de estos pueblos en función de la distribución espacial de su población hablante. Sin embargo, hay que tener claro que el criterio lingüístico no es suficiente, si bien la lengua es un referente cultural importante existen otros elementos que les dan mayor identidad, por ejemplo las formas de organización social comunitaria, el origen o pasado común y sobre todo la autoadscripción. Esto significa que al usar fuentes censales es preciso proceder con cautela pues en muchas comunidades en las que ya no se reportan hablantes de tal o cual lengua, no implica negar su carácter eminentemente indígena. La Región de la Montaña se caracteriza por albergar en su seno a la mayoría de la población indígena de

* Ponencia presentada en la Primera Mesa Redonda “El conocimiento antropológico e histórico sobre Guerrero a principios del Siglo XXI”, junio de 2004. 1 Profesor-Investigador de la Unidad Académica de Antropología Social de la UAG. Actualmente Director de la UAAS.

la entidad, salvo los amuzgos los otros tres pueblos ocupan espacios importantes visiblemente señalados: los nahuas, el centro-norte de la región; los mixtecos, la parte oriental; los tlapanecos, el sur. En segundo lugar, hablamos de Área y Región. Términos que muchas veces usamos indistintamente, es decir, como sinónimos, sin embargo, aunque ambos tienen una base geográfica, cada uno de ellos posee implicaciones de distinto orden. La discusión en torno de esto es muy amplia y aún sigue siendo de gran trascendencia. Ha involucrado de manera sobresaliente a antropólogos, geógrafos, economistas e historiadores. Cada uno desde su perspectiva ha enriquecido estos conceptos, de tal suerte que en el estudio de una determinada “región” se da la confluencia de las ciencias sociales, permitiendo su análisis desde una perspectiva interdisciplinaria. Me limito aquí a este enfoque: una visión integradora de las distintas perspectivas, no obstante, me declaro en continuo aprendizaje en virtud del constante cambio —distintas acepciones— que sufren estos términos. 2 Por ejemplo, una de ellos, vinculada a la escuela norteamericana de antropología utiliza el concepto de área para denominar la extensión de distribución geográfica de determinados rasgos considerados como característicos de una misma tradición cultural, de ahí que se hable de área cultural. Por otro lado, el concepto de región en su sentido más integrador, permite la comprensión de los procesos e interrelaciones en los que han estado inmersos distintos grupos o sectores de población que comparten un determinado espacio físico y procesos históricos que cristalizan en una determinada configuración cultural. Dice Andrés Fábregas que el uso del concepto de región nos permite “…la comprensión de las historias y las tradiciones culturales en el ámbito concreto en donde acontecen…” 3 En términos generales se puede decir que la mayor parte de los estudios se derivan del concepto de región y de éste resulta el de área. Es decir, “cuando la región se demarca y caracteriza por el mayor grado de homogeneidad, se arriba al concepto de área cultural…”. Otros términos usados en sentido descendente son los de subregión o microregión. 4 Para el caso de La Montaña de Guerrero, se intenta además de considerar sus contrastantes paisajes naturales explicar su conformación, resultante de un largo proceso histórico común. Por un lado, cierta homogeneidad geográfica, económica y cultural, por otro, una diferenciación al interior que tiene que ver con la caracterización del medio físico, su condición étnica y con la existencia de un orden jerárquico entre los centros de población (Tlapa, Huamuxtitlán, Olinalá, Malinaltepec), que favorecen el complejo de relaciones que los articulan entre sí, contribuyendo a mantener una cohesión interna de la región. Asumimos que el espacio o territorio de La Montaña está organizado en función de cuatro centros: uno rector —Tlapa—, que concentra la mayor actividad política-administrativa, económica y religiosa; dos centros mestizos secundarios —Huamuxtitlán y Olinalá— con jerarquías equivalentes en términos de su influencia económica. Uno más, Malinaltepec en el corazón de la sierra con influencia política y económica en los pueblos tlapanecos y mixtecos del sur de Tlapa. En los estudios regionales, sobre todo los de corte económico, se asume que el espacio está organizado en función de un determinado centro rector. 5 Tlapa reúne esa característica, sin embargo, su distinción en este caso respecto a Huamuxtitlán, Olinalá y Malinaltepec es de carácter histórico. La primacía de la ciudad de Tlapa respecto a las otras tres tiene ese carácter, tanto por su función en la consolidación del reino de Tlachinollan —truncada por la conquista mexica—, por haber sido cabecera de la provincia tributaria de Tlappan, así como por su preponderancia en la colonia y en todo el siglo XIX. De ahí deviene su actual jerarquía.

I. La conformación histórica regional

La Montaña, llamada también Mixteca-nahuatlapaneca o Región de Tlapa, ocupó alguna vez todo el oriente de Guerrero. En la época prehispánica así como en la era colonial su conformación trascendió sus actuales linderos. Su jurisdicción tuvo entonces una extensión mayor: toda lo que hoy conocemos como La Montaña y la parte norte de la Costa Chica (San Luis y Azoyú); igual en el siglo XIX: como parte del Estado de Puebla el Distrito de Tlapa comprendió los partidos de Tlapa y Ometepec. Es decir, todo un conjunto que constituye actualmente toda la parte oriental de Guerrero. Danièle Dehouve (2002) ha estudiado con detalle la historia económica de este conjunto.

2 Hay coincidencia en ese sentido con quienes plantean que no existe una definición unívoca del término de región, por el contrario lo que lo caracteriza es la polisemia, sin que esto quiera decir dispersión multiplicada de significados, sino que en ella existen puntos de contacto, coincidencias entre los diversos acercamientos teóricos al concepto. Véase por ejemplo Rafael Torres Sánchez. “La región y sus alrededores” en Ojarasca, núm. 13, México, octubre de 1992, pp. 13-18. Andrés Fábregas Puig, El concepto de región en la literatura antropológica, GECH/CEFIDCH/DIF-CH/ICHC, Chiapas, 1992, p. 2 4 Roberto Cervantes Delgado, Sobre regiones y áreas culturales (documento para su discusión) multicopiado, 1992, p. 2 5 Carol Smith,“Sistemas económicos regionales: modelos geográficos y problemas socioeconómicos combinados” en Pedro Pérez Herrero (Coord.), Región e Historia en México (1700-1850), Instituto Mora/UAM, México, 1991, pp 37-98.

Códice Azoyú

Su territorio es muy rico en información arqueológica, antropológica, lingüística, histórica y etnohistórica y nos da cuenta de una ocupación humana que se remonta a 4000 años, en la que encontramos la presencia de elementos olmecas. Las exploraciones arqueológicas aunque escasas, proporcionan información de la que se pueden desprender importantes datos sobre la organización social y las relaciones que mantenía con otros pueblos de Mesoamérica, particularmente con las grandes ciudades del Altiplano como Teotihuacan y Tula, y con la Mixteca Baja de Oaxaca. Destaca el sitio de Tetmilincan —en el actual municipio de Atlixtac— que fue una fortaleza con funciones ceremoniales que tuvo una gran importancia regional 150 años antes del establecimiento del reino de Tlachinollan. 6 Reino éste que constituye el antecedente más claramente definido de lo que reconocemos en este momento como Región de la Montaña. En el Códice Azoyú 1 7 se relata su historia-testimonio; por él sabemos que en el año 1300 de nuestra era se inicia su constitución como tal, estableciendo su cabecera en la actual ciudad de Tlapa, la cual concentró desde esos tiempos el liderazgo político, económico y religioso, favorecido quizá por la compleja topografía de la región y por su estratégica ubicación. En su etapa de mayor apogeo su territorio era relativamente extenso, abarcando de la porción oriental de lo que actualmente es el estado de Guerrero a la Sierra Madre del Sur, que limita con la mixteca oaxaqueña, extendiéndose hacia las tierras de la Costa Chica a la altura de los municipios actuales de San Luis Acatlán y Azoyú. En este espacio convivieron tlapanecos, mixtecos y nahuas, quienes desde entonces le dieron a la región su carácter distintivo El Códice relata también la historia de su caída ante la fuerza de los guerreros de la Triple Alianza, lo que convirtió al antiguo reino en la provincia tributaria de Tlappan o Tlauhpa con 14 pueblos encabezados por Tlapa. Tras la caída de Tenochtitlan, la llegada de los españoles a la provincia ocurre presumiblemente el año de 1522. Al principio los conquistadores se ajustan a la estructura del imperio azteca para obtener el tributo, estructura que poco a poco sería sustituida por el sistema de encomiendas y lo que fue la provincia tributaria de Tlauhpa pasó a ser la encomienda de Tlapa. Por su anterior tributación en que sobresalía el oro en barras y en polvo fue apartada por el propio Cortés, aunque parece que nunca la usufructuó. Su tamaño contrastó con las pequeñas encomiendas de Olinalá y Huamuxtitlán. La primera, constituida con lo que fue la provincia de Quiauhteopan, estaba ubicada en los municipios de Olinalá y Cualac, quedando una porción menor en el estado de Puebla. La de Huamuxtitlán más de la mitad de su extensión ocupaba los actuales municipios de Huamuxtitlán y Xochihuehuetlán y la otra parte en Puebla. Esta encomienda fue una pequeña porción de la provincia de Yohualtepec. Con el virreinato se reorganizó a la población indígena en alcaldías mayores y repúblicas de indios. En los albores de la colonia la provincia de Tlappan quedó comprendida en el Ayuntamiento de San Luís, recién fundado por Pedro de Alvarado al sur de la provincia, permaneciendo en él hasta 1531 en que es abandonado por los españoles y el ayuntamiento se desintegra. Será en 1579 que Tlapa alcanza la categoría de alcaldía mayor, un siglo después y hasta la descripción que dejó Villaseñor y Sánchez hacia 1745, su jurisdicción comprendía todo su actual territorio y la parte norte de la Costa Chica. En 1786, la Corona realizó grandes reformas económicas y territoriales, de tal manera que en ese año la Nueva España quedó dividida en 12 intendencias. Tlapa perteneció en un principio a la Intendencia de México. Permaneció ahí hasta 1792, fecha en la que la subdelegación de Tlapa pasó a pertenecer a la intendencia de Puebla. Al alcanzarse la independencia, esta jurisdicción quedó incluida en la provincia de Puebla, siendo aceptada por el Congreso Constituyente de 1824 ya como Estado. 8 La región que nos ocupa pasó a formar parte del

6 Elizabeth Jiménez García. “La arqueología de Tlapa” en Mario O. Martínez Rescalvo (Coord.) Tlapa: origen y memoria histórica, UAG/HAMT, México, 2000, pp. 32.33 7 Constanza Vega, El Códice Azoyú 1, FCE, México, 1991. 8 Cabe mencionar que en los primeros años del México independiente las jurisdicciones territoriales que dividieron al país, unas veces fueron llamadas Provincias y otras Estados o Departamentos.

estado de Puebla en el que Tlapa según la Constitución local es cabeza de uno de los 25 partidos que lo conforman, este partido incluyó en ese momento a Azoyú y San Luis Acatlán. Hasta la erección del estado de Guerrero en octubre de 1849, Tlapa sería la sede política de uno de los siete departamentos que se dio el gobierno poblano, incluía los partidos de Tlapa y Ometepec, con el añadido de que a partir de ahora al partido de Ometepec se le agregan las parroquias de Azoyú y San Luis Acatlán de la Costa. En la Ley Orgánica provisional para el arreglo interior del Estado de Guerrero que expidió el constituyente de Iguala en 1850, se reconocen los nueve partidos que forman el territorio de la nueva entidad federativa y establece que en lo sucesivo serán conocidos, como distritos. Todas las municipalidades pertenecientes al Partido de Tlapa convertido ahora en Distrito de Morelos, permanecerán en él hasta 1872. Un siglo después, su perímetro administrativo se verá reducido notablemente: en 1872, Atlixtac pasó al Distrito de Álvarez; en 1885 se crea el Distrito de Zaragoza y en 1976 el de La Montaña. Nunca como ahora los límites jurisdiccionales de Tlapa fueron tan estrechos, dependiendo directamente de él solo nueve municipios. Ello se explica en primer lugar con la evolución económica sufrida desde fines del siglo XVIII, es decir, en la Costa, San Luis y Ometepec se desarrollaron y compitieron con Tlapa, quitándole el papel central -de intermediario único entre la meseta central y la costa del Pacífico- en ese amplio territorio. En términos de la regionalización presente, este territorio se dividió en dos: La Costa Chica y La Montaña, conservando Tlapa para esta última el liderazgo políticoadministrativo, económico y religioso. En esta apretada síntesis se ha querido resaltar tres cosas: 1. Desde la conformación del reino de Tlachinollan hasta hoy, con pequeños matices existe un territorio que hoy delimitamos en 19 municipios que comparten una historia común. 2. El hecho reconocido por los etnohistoriadores que la conquista mexica de Tlachinollan, así como la conquista española de la provincia tributaria de Tlappan encontraron una unidad política perfectamente integrada, de tal manera que los ejércitos invasores no tuvieron que librar más batallas que la desplegada sobre Tlapa, su capital; dice Raúl Vélez “Con el sometimiento de la cabecera, todos los pueblos que de él dependían, así como sus sujetos también se sometieron.” 9 No fue el caso

de otras provincias en las que la conquista tuvo que darse pueblo por pueblo. 3. Al hablar de esta región, siempre consideramos su composición pluriétnica ligada a un pasado común, es decir, a una historia compartida. Sin embargo, el hecho de que nahuas, ñu savi y me’pháás se distribuyan y compartan una extensión geográfica habitada por gente de distinto origen étnico, no imposibilita distinguir las características que le son propias a cada uno ellos, como la lengua, el modo como se relacionan con los otros pueblos y sobre todo la vieja y constante interrelación con los mestizos de las cabeceras mencionadas.

II. La región y sus subdivisiones

Al hacer una revisión de las distintas propuestas que ha habido y que buscan delimitar a la región con el propósito de marcar su extensión, no es fácil encontrar coincidencias entre ellas, incluso en algunos casos se le hace mención sin precisar sus límites y extensión geográfica. Ello es consecuencia de los múltiples criterios y finalidades que entran en juego en su definición y demarcación territorial. Al respecto, dice Beatriz Canabal que La Montaña de Guerrero “es una porción de territorio que unos autores delimitan geográficamente haciéndola coincidir con un número determinado de municipios” pero significa mas bien una “región que es concebida de acuerdo con las necesidades, vivencias o subjetividad del o los que la pretenden definir.” 10 Sin embargo, no puede obviarse que la historia compartida le ha dado a sus habitantes una identidad regional que se fue construyendo tras cientos de años, no obstante incluso los matices que le dan la pertenencia a cierta área y a cierto grupo étnico. Básicamente destacan dos tipos de estudios en el conjunto de documentos revisados: los realizados por académicos y aquellos que tienen un carácter oficial en el sentido de que están orientados a las acciones de planeación y desarrollo. Cabe señalar, que en la historia de la regionalización del estado de Guerrero, el primero quizá en intentarlo fue Moisés T. de la Peña quien en su clásico Guerrero Económico agrupó a los municipios en tres grandes regiones: La Costa, La Tierra Caliente y la Sierra; La Montaña formaba parte, en ese intento de clasificación de esta última. Poco después, un trabajo pionero que combinó ambos aspectos fue el realizado en 1954 por Alfonso Fabila

9 Raúl Vélez Calvo, “Los habitantes prehispánicos” en Mario O. Martínez Rescalvo, Op. Cit., p. 55 10 Beatriz Canabal Cristiani , Los caminos de la Montaña. Formas de reproducción social en la montaña de Guerrero, UAM-X/CIESAS/MAP, México, 2001, pp. 17-18.

y Carlos Tejeda, quienes con el fin de recabar información que sirviera de base para la planificación de los trabajos de un Centro Coordinador, recorrieron la Montaña. Fue el primer intento por clasificar a lo que se empezó en llamar mixteca-nahua-tlapaneca. En esa clasificación, además de incluir las características físicas y los aspectos socioeconómicos, se toman en cuenta los criterios culturales y lingüísticos; se consideraban veinte municipios, todos ellos pertenecientes a los distritos de Álvarez, Morelos y Zaragoza. En 1963, el INI publica la célebre Mixteca-NahuaTlapaneca de Maurilio Muñoz, quien junto a Salomón Nahmad retoma y completa, con datos referentes a la demografía y a la industria de la palma, la información recabada por Fabila y Tejeda. A partir de este texto hay un reconocimiento de la existencia per se de la región y como bien lo observó Marcos Matías, sin mayores discusiones académicas quedó establecida, sobre todo para los antropólogos la susodicha Región de la Montaña. 11 Empero, esta afirmación tiene que matizarse. Danièle Dehouve en 1967, en su primer acercamiento a la región la hacia corresponder más o menos con el distrito de Morelos; 12 Marion Oettinger por su parte la asume en “líneas muy generales” sin precisar límites municipales. 13 No es el caso de Mastache y Morett 14 y de Manuel Ríos 15 quienes adoptan claramente la regionalización propuesta por Maurilio Muñoz. Estos dos trabajos destacan porque mezclando indicadores socioeconómicos con observación directa producto del trabajo de campo, son ejemplo de la búsqueda teórica y metodológica de cómo acercarse más a la situación de los pueblos indígenas de la Montaña. A principios de los ochenta, Ma. Teresa Sepúlveda al presentar “Subáreas culturales de los nahuas de Guerrero”, advirtió de la heterogeneidad cultural de este grupo; aplicando los criterios: geográfico-ecológico, de tradición y proceso de desarrollo histórico, cuantitativo y cualitativo, distinguió en Guerrero cuatro subáreas culturales: La Montaña, La Sierra Central y la Cuenca Superior del Río Balsas, La Sierra Norte y la Tierra Caliente. Apoyada en los censos de población, caracterizó estas subáreas a través de una mayor o menor concentración de población indígena en general y de población nahua en particular y finalmente sólo escogió a la economía, a la indumentaria y adorno femenino y, a la religión como los elementos cualitativos (culturales) que distinguen una subárea de otra. 16 La subárea cultural nahua de La Montaña comprendía 17 municipios excluyendo de ésta a Chilapa, Copalillo y Zitlala. Cabe señalar que dicha autora incluía en esta subárea a municipios como Alcozauca y Malinaltepec cuya población absoluta mayor era mixteca y tlapaneca respectivamente. Incluía por igual a los de Atlamajalcingo del Monte, Tlacoapa y Tlalixtaquilla, municipios que no contaban con población nahua. Se supone que lo consideró así porque en comparación, los nahuas constituyen la mayoría en la subárea señalada, lo que implica que al igual que los otros pueblos indígenas, se distribuyen y comparten una extensión geográfica no sólo habitada por gente del mismo grupo étnico. En suma, podemos observar que en estos trabajos se marcan ciertos límites, composición o elementos específicos según la temática estudiada; en algunos de ellos la delimitación no necesariamente coincide con los límites municipales. Casi diez años después, Martínez y Obregón presentan un estudio socioeconómico, histórico y cultural en el que describen aspectos de la estructura económica así como las relaciones existentes entre actividades económicas y particularidades culturales que se generan. Su trabajo considera también solo a 17 municipios, no contemplando a Chilapa, Copalillo y Zitlala. 17 A principios de 1992, el Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos (PAIR) de la UNAM, presenta el documento “Incorporación de criterios ambientales a la planeación en la Región de la Montaña de Guerrero” en el que de acuerdo a la “caracterización natural” que realizan, la consideran integrada por 16 municipios. El PAIR/UNAM produjo muchos trabajos más, en uno de ellos proponen para la región 4 subregiones agrícolas: frutícola, maicera, forestal y cafetícola. En 1997, Marcos Matías Alonso retoma la regionalización propuesta por Maurilio Muñoz, es decir, considera los 20 municipios. Revisa críticamente otras propuestas y en su trabajo plantea una microregionalización con sus respectivas subregiones, considerando tanto las características culturales y lingüísticas como el perfil geoeconómico. Rescata el conocimiento popular al subdividir a la región en Montaña Baja, Montaña Media y Montaña Alta, pero acota diciendo que en términos generales “la Montaña es una unidad, compuesta por varias

11 Marcos Matías Alonso, La agricultura indígena en la Montaña de Guerrero, Plaza y Valdés, México, 1997, pp. 24.25 12 Danièle Dehouve, El tequio de los santos y la competencia entre los mercaderes, INI, México, 1976, p. 34 13 Marion Oettinger, Una comunidad tlapaneca, sus linderos sociales y territoriales, INI, México, 1980, p. 39 14 Alba Guadalupe Mastache Flores y Elia Nora Morett Sánchez, El trabajo de la palma en la región de la Montaña, Guerrero, UAG, 1982. 15 Manuel Ríos Morales, Régimen Capitalista e Indígenas en la Región de la Montaña, UAG, 1983. 16 Ma. Teresa Sepúlveda “Subáreas culturales de los nahuas de Guerrero” en Primer encuentro nahua: los nahuas de hoy, INAH (Cuadernos de trabajo no. 7), México, 1989, pp. 171-195. 17 Mario O. Martínez Rescalvo y Jorge R. Obregón Téllez, La Montaña de Guerrero: Economía, Historia y Sociedad, INI/UAG, México, 1991.

partes; es necesario entenderla y conocerla sin aislarla, separarla o fragmentarla.” 18 El trabajo de Beatriz Canabal y su equipo fue publicado en el 2001. Tiene entre otros, a las formas de reproducción social en La montaña de Guerrero como eje analítico. En la introducción argumenta su conceptualización de región sociocultural, señalando que en el enfoque de su trabajo la región se conforma “por la presencia de distintos procesos sociales, sin una temporalidad ni territorialidad precisas,” 19 de tal manera que reconoce que la mayoría de los autores aceptan 17 municipios, “sobre todo cuando hacen referencia a la Montaña Alta y cuando se hace alusión a aquellos municipios cuya vida económica, social y política gira en torno a Tlapa como su ciudad centro-rector”. Sin embargo —dice—, “las relaciones sociales de los habitantes de la montaña no se limitan por supuesto a este ámbito geográfico y mantienen relaciones también con otros municipios ubicados en espacios regionales vecinos como los de la Costa Montaña y la Montaña Baja donde sobresale la ciudad de Chilapa, otro importante centro montañero.” 20 Destaca 4 subregiones económicas, históricas y culturales. Por otra parte, en los estudios de carácter oficial, orientados al diseño de programas de desarrollo, la región aparece como unidad de acción de políticas publicas y la delimitación se define por la agrupación de determinados municipios en unidades político-administrativas, las llamadas regiones geoeconómicas. Cabe señalar que la regionalización del Estado de Guerrero tal como la conocemos actualmente tuvo su primera justificación a mediados de los setenta pues en esos años se empezaron a reconocer seis grandes regiones. Actualmente se reconocen siete pues por su importancia Acapulco —que estaba integrada a la Costa Chica— pasó a constituir una sola. Aquí solo diremos que la conformación regional y municipal que se ha dado esta entidad ha obedecido a criterios económico-geográficos y a consideraciones de tipo político principalmente; dichos criterios se han impuesto a otro tipo de consideraciones como la lengua, la cultura, etc. Sin embargo, en el gobierno de Alejandro Cervantes Delgado (1981–1987) por medio de la Coordinación de Planeación del Desarrollo Socioeconómico del Estado de Guerrero (COPLADEG), se hizo una propuesta de regionalización que consideraba tanto las condiciones físico-naturales o geográficas como las sociales y económicas, propuesta que tomaba en cuenta la hecha por Luna Mayani en 1976. Desde entonces esta es la regionalización que prevalece. Para el caso que nos ocupa puede señalarse que la regionalización adoptada delimitó a la región de la Montaña en 17 municipios. A finales de los setenta, se publicó el Programa Integral de Desarrollo de la Montaña de Guerrero. Este trabajo incluye un diagnóstico socioeconómico así como una programación y presupuestación de inversiones. Consideraba los 20 municipios propuestos por Muñoz, agrupándolos con fines productivos y de inversión en cuatro subregiones. Otras instituciones de investigación que han realizado estudios en la región como el Colegio de Posgraduados y el Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (INIA), procedieron en primer lugar a definir sus áreas de influencia. Ambas han coincidido en el agrupamiento municipal. El primero, al poner en operación en 1980 el Plan Montaña de Tlapa a través del Centro de Enseñanza, Investigación y Capacitación para el Desarrollo Agrícola Regional (Ceicadar) consideró 16 municipios —excluyó a Ahuacuotzingo— y los agrupó en seis unidades de temporal que se usaron como formas operativas de las estrategias de acción agrícola del equipo multidisciplinario. Por su parte el INIA estableció en 1981 el Campo Agrícola Auxiliar de la Montaña de Guerrero (Caemongue) cuyos investigadores identificaron un “macrosistema regional” conformado por 11 municipios de la Región Centro en la que incluían a Ahuacuotzingo, Chilapa y Zitlala y los 16 municipios de la Región de la Montaña. En este caso los criterios de regionalización adoptados tenían que ver con las características físicas pues consideraban clima, edafología, topografía, precipitación pluvial, temperatura y altitudes. Considero que éstos son los trabajos más importantes que se han realizado sobre La Montaña tanto de carácter académico como de carácter oficial en los que se intenta una demarcación. En unos y otros encontramos mayor coincidencia al considerar a la Montaña de Guerrero integrada por los siguientes municipios:

18 Marcos Matías Alonso, Op. Cit. p. 31 19 Beatriz Canabal Cristiani, Op. Cit. p. 16 20 Ibíd., pp. 17-18

Acatepec, Alcozauca, Alpoyeca, Atlamajalcingo del Monte, Atlixtac, Copanatoyac, Cualac, Huamuxtitlán, Malinaltepec (ahora también Iliatenco), Metlatónoc (además Cochoapa el grande), Olinalá, Tlacoapa, Tlalixtaquilla, Tlapa, Xalpatláhuac, Xochihuehuetlán y Zapotitlán Tablas. Por otra parte, podemos observar que los distintos textos muestran las dificultades que se tienen para empatar la delimitación de la región o sus subdivisiones con los límites municipales; es decir, la heterogeneidad que existe al interior y entre los municipios: diferenciación topográfica, climática, usos de suelo, patrones de distribución de población, jerarquía entre centro de población y relaciones de intercambio, así como la diferenciación étnica y lingüística. No obstante estas dificultades, la mayor parte de las delimitaciones se ajusta a la división municipal. Tlapa es un buen ejemplo de la heterogeneidad al interior del municipio. Por su topografía está dividida en su porción serrana (bosque y selva baja) y otra que ocupa una pequeña área irrigada. Esta distinción es importante porque explica los contrastes culturales y la diversidad de actividades económicas desarrolladas por sus habitantes, lo mismo que las distintas relaciones establecidas entre localidades de su jurisdicción y de otras vecinas. La porción centro-oriente de este municipio se caracteriza por su pequeño valle irrigado. La población se concentra en la cabecera municipal. En contraste, las porciones norte, sur y poniente tienen un relieve accidentado, en sus tierras predominan centros de población indígena que basan su economía en actividades artesanales y en labores agrícolas y de pastoreo. Destaca la diferencia en su composición étnica, la población indígena es mayoritaria en el municipio con un porcentaje cercano al 60%, siendo mayoría los nahuas, en segundo lugar los mixtecos y los tlapanecos en tercero. Sin embargo, los mestizos predominan en la cabecera y son ellos quienes mantienen el poder económico y político.

III. Una redefinición

Con este ensayo he querido sintetizar el trabajo que he desarrollado en La región de la Montaña, básicamente de carácter histórico y socioeconómico y retomo como es evidente el realizado por otros colegas. Me ha interesado el estudio de la etnohistoria, la concepción del territorio y de una estructura cosmogónica ritual que genera una red de relaciones que le han dado cohesión comunitaria —por ejemplo el ciclo agrícola ritual y sus diferentes fases en torno al desarrollo de la planta del maíz—, y de diversos aspectos que dan cuenta de las modalidades a

través de las cuales se manifiesta la adscripción y el sentido de pertenencia a la región. Me parece que desde un punto de vista geográfico, la propuesta de Matías Alonso es adecuada pues tradicionalmente se ha hablado de Montaña baja, Montaña media y Montaña alta y, en ese sentido Chilapa, Zitlala, Ahuacuotzingo y Atlixtac estarían comprendidas dentro de la primera. 21 Sin embargo, la identidad regional que nace de la historia compartida —mítica incluso—, del reconocimiento de un espacio al que sus habitantes expresan de diferentes formas su pertenencia, que es resultado de cientos de años de caminarlo, reconocerlo, recrearlo y amarlo —por subjetivo que parezca—, es claro en el territorio que hemos delimitado. Y no es cuestión de que uno lo desee o lo quiera así. Difícilmente un habitante de Metlatonoc, de Malina o de Alcozauca identificará a Chilapa —por ejemplo— como parte de “su región”. Si los encontramos en los campos de Sinaloa, en las playas de Acapulco o en las plazas más importantes de Guerrero y del país, desempeñando las más variopintas actividades y les preguntamos de dónde son, invariablemente dirán: de Tlapa, el centro que resume el territorio

21 A la Montaña media —de acuerdo con dicho autor— corresponden los municipios de Alcozauca, Alpoyeca, Copanatoyac, Cualac, Huamuxtitlán, Olinalá, Tlalixtaquilla, Tlapa, Xalpatlahuac y Xochihuehuetlán y a la Montaña alta, Acatepec, Atlamajalcingo del Monte, Malinaltepec, Metlatonoc, Tlacoapa y Zapotitlán Tablas (Matías, 1997: 31-32).

mayor, “La Montaña”. Ello por supuesto, no limita las relaciones sociales establecidas de antaño con sus vecinos. Muchas comunidades de Acatepec, Atlixtac y Zapotitlán convergen no solo en el gran tianguis dominical de Chilapa, también de manera cotidiana. Al sur, los municipios tlapanecos y mixtecos mantienen igualmente, relaciones permanentes con los municipios norteños de la Costa Chica, señaladamente con Ayutla, San Luis Acatlán, Igualapa y Tlacoachistlahuaca. Así pues, las relaciones con los vecinos no han decaído ni variado mucho, al contrario muchas se han intensificado. Para nuestro estudio partimos de su conformación histórica a partir del establecimiento del reino de Tlachinollan hasta su actual delimitación. Es decir, ajustamos esta propuesta de demarcación a los limites municipales actuales, nuestra delimitación abarca un total de 19 de los 81 municipios del estado de Guerrero, en los que se concentra el 46.7 % del total de los hablantes de lenguas indígenas en la entidad, según cifras censales del 2000. La consideramos una región sociocultural. La Montaña, como todo territorio es producto del medio ambiente, de la historia y la cultura y como decía el maestro Bonfil Batalla al definir la región sociocultural, es “la expresión espacial en un momento dado, de un proceso histórico particular...” 22 . Gilberto Giménez quien también ha trabajado este concepto, no la reduce a su dimensión ecológica, demográfica, económica o política, dice que

Huitzilopochtli “el territorio regional puede fungir también como espacio de distribución de la cultura etnográfica, es decir, de una variedad de instituciones y prácticas simbólicas... como la música, la danza, los trajes regionales, determinados productos agrícolas o artesanales, las ferias, los mercados y centros de peregrinación, etc.” 23 Proponemos su subdivisión en términos de subregiones culturales: nahua, ñu sabi y me’pháá. 24 No ha sido fácil llegar a esta definición y delimitación de La región de la montaña. Sus características sociales y culturales han dado lugar a propuestas analíticas y de acción pública desde los primeros años de política indigenista, desde entonces esta región ha sido un campo de dicha acción (Fabila/Tejeda y Muñoz, Copladeg, Coplamar, etc.). Esta situación también ha influido en el reconocimiento por parte de los propios habitantes, quienes sin negar la pertenencia a un territorio mayor, La Montaña, se adscriben en primer término a su ámbito local, su comunidad y en segundo lugar, antes de reconocerse en ese espacio incluyente -la Montaña- más allá de su comunidad, esta el sentido de pertenencia a una de estas tres subregiones. En conclusión diría Giménez, “la región se caracteriza internamente por una dialéctica de unidad y diversidad. Se manifiesta como un haz de micro regiones, como un entramado de matrias.” 25 La propuesta toma en cuenta las diferencias del medio físico pero sobre todo se reconocen las distinciones culturales entre las comunidades de dichas porciones. En términos físicos la región se encuentra entre la Depresión del río Balsas y el Océano Pacífico, entre ellas emerge imponente la Sierra Madre del Sur, el gran macizo montañoso cuya orografía condiciona en gran medida no solo las características naturales, sino también su historia, su economía y las relaciones sociales. Estas tres formaciones juegan un importante papel en la configuración regional: al norte, el río Tlapaneco que irriga las escasas tierras planas que se extienden desde Tlapa hasta Xochihuehuetlán pasando por Alpoyeca y Huamuxtitlán, desemboca en el río Mezcala, el cual desemboca a su vez en el Balsas. En el sur los ríos pertenecen a dos cuencas de la costa del Pacífico: el Marquelia y el Papagayo.

22 Guillermo Bonfil Batalla, “La región cultural en México: Problemas y Criterios” en Seminario sobre regiones y desarrollo en México, IIS, UNAM, México, 1973. 23 Gilberto Giménez. “Territorio, cultura e identidades. La región sociocultural” en Rocío Rosales Ortega (coord.) Globalización y regiones en México, FCPSUNAM/Miguel Ángel Porrúa, México, 2000, pp. 38-39. 24 La subregión nahua estaría integrada por los municipios de Cualac, Huamuxtitlán, Olinalá, Tlapa y Xochihuehuetlán, la subregión mixteca por Alcozauca, Alpoyeca, Atlamajalcingo del Monte, Cochoapa el Grande, Copanatoyac, Metlatonoc, Tlalixtaquilla y Xalpatláhuac, y la subregión tlapaneca por Acatepec, Atlixtac, Iliatenco, Malinaltepec, Tlacoapa y Zapotitlán Tablas. 25 Ibíd., p. 43

Los pueblos ocupan tierras en distintas altitudes cuya composición de suelos, disponibilidad de agua y otros recursos naturales han influido de manera importante en la variación de las estrategias de sobrevivencia que se observan a lo largo y ancho de la región. Por la topografía tan irregular, la altura promedio no se puede precisar pero se puede señalar que varía entre los 1100 y 1750 msnm. En la parte serrana hay una importante presencia de áreas forestales que no obstante el avanzado grado de deterioro tiene posibilidades de integrarse a la vida económica de las comunidades dueñas del recurso. Hasta hoy, poco les ha quedado de esta explotación que ha estado y está en manos de particulares. La agricultura de temporal y la práctica de la ganadería extensiva son actividades estrechamente vinculadas y generalizadas. En la parte de La Cañada 26 predominan las tierras planas y se caracteriza por su mayor irrigación. El río Tlapaneco recorre desde Tlapa hasta Xochihuehuatlán. A pesar de ello, las áreas de cultivo de sus pueblos localizados en tierras altas no se benefician de esta condición, del modo como sucede en las tierras del valle de Tlapa, Alpoyeca y Huamuxtitlán. Por lo que en los pueblos de la Cañada, lo mismo que en los pueblos del Sur predomina el cultivo de maíz de temporal. Haciendo una distinción a groso modo entre pueblos indígenas, sean nahuas, ñu savi o me´phás y otros fundamentalmente mestizos, en función de sus labores agrícolas, observamos con claridad que las mejores tierras (muy pocas, por cierto) las acapararon estos últimos. Los pueblos indígenas sobre todo los de la montaña alta se distinguen por el cultivo del café (Malinaltepec e Iliatenco sobre todo). La potencialidad forestal ha sido fuente de conflicto entre los mismos propietarios del recurso, quienes han salido beneficiados son los madereros.

IV. Los últimos cambios y la nueva configuración regional

Para concluir esbozaremos algunos cambios que a lo largo de los últimos cincuenta años han incidido en las dinámicas intra e interregionales y en la configuración de la región. A partir del trabajo de Maurilio Muñoz se ha coincidido en señalar como una característica regional su carácter pluricultural. A cuarenta y cinco años de ese estudio aunque no ha desaparecido la pobreza extrema, la región ha tenido transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales que han modificado en distinto grado la organización de las comunidades y la vida cotidiana de la población. La migración se volvió masiva y el cultivo de enervantes es un hongo que siempre está a punto de estallar. El círculo perverso de pobreza-narcotráfico-violencia se ha acentuado, pues desde el poder no se redimensionan socialmente estos problemas y se responde con la militarización, con las consecuencias que todos sabemos: la continua violación de los derechos humanos. Cabe agregar que la región, desde enero de 1994 —fecha del levantamiento zapatista— se convirtió en zona estratégica para la “seguridad nacional” por la presencia de los pueblos indios. Tlapa experimentó una transformación sin precedente a partir de la primera mitad de los años setenta, transformación desencadenada por la crisis en el campo y por la llegada de la Secretaría de Obras Públicas que impulsó los caminos de mano de obra. Estos hechos desencadenaron un proceso cuyo resultado habría de ser el gran crecimiento de la ciudad, alimentado por la inmigración que en una importante proporción provino de pueblos circunvecinos. De menos de 10 mil habitantes que tenía en 1970, la ciudad pasó en el 2000 a cerca de 32 mil, con cálculos de una población flotante de más de 20 mil habitantes. De esa forma desde la década de los setenta se sentaron las bases para el actual patrón de distribución poblacional en este municipio: la concentración de más de la mitad de la población municipal en la zona urbana. La razón de su elevado crecimiento —a diferencia de Huamuxtitlán, Olinalá y Malinaltepec— está ligada a la migración masiva procedente de pueblos y ranchos vecinos y de todos los municipios de la región, sin descartar los del propio estado y de otros lugares del país, llevada a cabo paulatinamente durante los últimos treinta años. Este proceso trajo consigo un fuerte crecimiento del sector servicios, estatales y privados y la intensificación de la actividad comercial. Proceso que además del crecimiento de la población, trajo consigo el aumento de escuelas, sin que la diversificación del mercado de trabajo regional se correspondiera con este desarrollo, ¿cómo influyó esto en la organización de las familias y en la vida cotidiana de esta ciudad y de los pueblos circunvecinos? Creo que no hay todavía un trabajo que de respuesta clara a esta pregunta. Entre los cambios ocurridos en los últimos años, no pueden dejar de mencionarse los movimientos migratorios estacionales al norte del país, y a diversos lugares de los Estados Unidos de Norteamérica, temporales o permanentes estos. Nueva York —entre otros—, es el sueño de muchos jóvenes sin alternativas en la re

26 La Cañada es una microregión que comprende a los pueblos de la ribera del río Tlapaneco, se extiende desde Atlamajac del municipio de Tlapa hasta los límites de Xochihuehuetlán.

gión; la posibilidad de una vida mejor, el ganar dólares y ayudar a los que se quedan es la opción, pues no hay mucho para donde hacerse. Muchas familias ahora dependen de las remesas de sus familiares. Ello por supuesto ha incidido en la composición y organización de los grupos domésticos, de las familias y las comunidades; así mismo en el modo como se reincorporan a la vida de los pueblos. Algunos colegas han estudiado estos cambios y la diferenciación regional. Por otra parte, los nuevos procesos sociales están obligando a una nueva configuración territorial, en donde por ejemplo ya se habla de una región intermedia o subregión que sería la Costa-Montaña que tentativamente estaría integrada por los municipios de Acatepec, Tlacoapa, Malinaltepec, Iliatenco, Metlatónoc y Cochoapa el Grande por la Montaña, y Ayutla, Azoyú, San Luis Acatlán, Igualapa y Tlacoachistlahuaca por la Costa Chica, teniendo como principal centro de intercambio a la ciudad de San Luis Acatlán. Del parteaguas de la sierra hacia las planicies costeras se ha intensificado una relación económica entre los pueblos ubicados en esa área. Esta “nueva región” cuya propuesta no está consensada todavía, traería consigo el desmembramiento de algunos municipios, que independientemente de que en el futuro, esta nueva región pueda ser reconocida oficialmente, las demandas de remunicipalización ahí están: El Rincón de Malinaltepec; Pueblo Hidalgo de San Luis Acatlán; Chilixtlahuaca de Metlatónoc. La separación de Iliatenco de Malinaltepec, Cochoapa el Grande de Metlatonoc, Marquelia y Juchitán de Azoyú constituyen un ejemplo de estas demandas; son estos, ejemplos concretos de la nueva configuración que se vislumbra. El Rincón y Chilixtlahuaca de alcanzar su erección como municipios, serían parte de la “nueva región”; lo que quedara de Malinaltepec y Metlatónoc permanecerían en la región de la Montaña. Un caso aparte es el municipio en rebeldía Rancho Nuevo de la Democracia autoformado en 1995 con comunidades de Metlatónoc y Tlacoachistlahuaca que en la práctica viene funcionando con sus propias autoridades y reclama desde entonces ser reconocido oficialmente La nueva configuración territorial estaría retomando los viejos circuitos de intercambio, nunca cancelados pero aprovechando actualmente las nuevas vías de comunicación, lo que por las características naturales de esta área la haría una zona socioeconómica de importancia. Sería pues un poco aventurado decir cuál va a ser el futuro de la región en la coyuntura actual en que los pueblos indígenas están tomando sus propias decisiones, la creación de nuevos municipios no es remota; se habla de lograr una mayor autonomía lo que implicaría una nueva distribución territorial y administrativa, y una diferente aplicación de los recursos para el desarrollo social.

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