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Las Pléyades griegas, sincretizadas en las siete hermanas del Bierzo. León

LEÓN

LAS PLÉYADES GRIEGAS, SINCRETIZADAS EN LAS SIETE HERMANAS DEL BIERZO

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Texto y fotos: David Gustavo López

Mágica es la atracción que el Pico de la Aquiana ejerce sobre las gentes de la comarca leonesa del Bierzo, casi como el monte Teleno actúa sobre los maragatos y comarcas adyacentes. En su cima, a 1.848 metros de altitud, se hallan las ruinas de la ermita de la Virgen de la Guiana o de la Aquiana, pues de ambas formas se la denomina, donde tenían capilla individual las vírgenes de Peña Aquiana, propiedad del pueblo de Villanueva de Valdueza, y de la Guiana o Guiadora, que era pertenencia del monasterio benedictino de San Pedro, en Montes de Valdueza. Ambas imágenes siguen teniendo culto en las iglesias de sus pueblos respectivos, pues la ermita, aunque fue parcialmente reconstruida en la década de los ochenta del siglo XX por una asociación juvenil berciana, no llegó a concluirse.

Una antigua leyenda, todavía relatada por los más ancianos, circula en versiones parecidas por los puntos más dispersos del Bierzo. Es la leyenda de las siete hermanas o de las siete ermitas . Cuentan que, hace muchísimos años, siete vírgenes hermanas peregrinaban hacia Santiago de Compostela. Al adentrarse en tierras del Bierzo, la más pequeña de ellas se hirió en un pie con unos zarzales, lo que las obligó a detenerse. Mientras la hermana mayor, llamada Guiadora, curaba a la accidentada, las otras cinco se dispersaron para contemplar el hermoso paisaje.

Pasó el día, vino la noche, y las hermanas no aparecieron. De madrugada, Guiadora, siguiendo el consejo de un pastor que por allí andaba con su rebaño de ovejas, ascendió hasta la cima de la Aquiana, el monte más alto del contorno, esperando descubrir dónde se hallaban sus hermanas. Y, efectivamente, desde allí observó que cada una se había dirigido hacia un lugar distinto del Bierzo. A voces las fue llamando, pero ninguna le hizo caso; ni siquiera la más pequeña, que tranquila se estaba peinando en la fuente de Valdescayos, en lo más profundo del valle del río Manzanedo, un rincón que ni siquiera era visible desde la cima de la Aquiana.

También a voces, cuyas ondas sonoras se propagaban por el aire de forma susurrante y misteriosa, todas le comunicaron su decisión de quedarse allí donde ahora estaban, entre las gentes de esta tierra que tanto les gustaba.

Siete hermanas y siete ermitas

Corriendo el tiempo, a cada una de las vírgenes hermanas le fue erigida su ermita; incluso Guiadora tuvo la suya, construida por los monjes del monasterio benedictino de San Pedro de Montes que así creyeron interpretar la voluntad de la Virgen, cuya imagen, hallada por unos pastores en el Pico de la Aquiana, reiteradamente desaparecía del monasterio, a donde la habían llevado, para reaparecer en lo alto del monte.

Siete hermanas y siete ermitas. Siete lugares que cada narrador de la leyenda aproxima a su propio pueblo, por lo que El Bierzo entero se ve salpicado con las vírgenes de la leyenda. Sólo la Virgen de la Aquiana, la de Escayos, en Manzanedo de Valdueza -antiguamente su ermita pertenecía al desaparecido pueblo de La Cistierna-, y la de la Encina, en Ponferrada, coinciden en todas las versiones; las cuatro restantes tienen muchas candidatas: La Virgen de la Peña, en Congosto; Las Angustias, en Molinaseca; del Valle, en Llamas de Cabrera; la Angustia, en Cacabelos; Fombasallá, en Paradaseca; las Nieves en Anllares-Páramo del Sil... Incluso la de los Remedios, cuyo santuario se halla en Luyego (Maragatería), es incluida en las relaciones que he tomado en los pueblos bercianos del valle del Oza (Peñalba de Santiago, San Cristóbal, Bouzas, etc.), lindante con la tierra maragata, a cuyos habitantes se les suele ver como ofrecidos en la romería de los Remedios, del segundo domingo de octubre.

Una versión similar a esta de las siete hermanas fue recogida por Nicolás Bartolomé Pérez (Literatura popular lleunesa. O Limaco Edizions, 2007) en el concejo de Miranda do Douro (Portugal), vinculado al antiguo Reino de León y hermanado con él en tradiciones y lenguaje. La protagonista de esta narración portuguesa es Nuestra Señora del Naso, cuya leyenda relata la aparición a un pastor al que ordenó construir una ermita en el lugar marcado por una señal luminosa.

Al igual que la Virgen de la Aquiana, también tiene seis hermanas que habitan en otras tantas ermitas distribuidas por las cumbres de la región de Tras os Montes:

No alto dos siete cabezos

moran las siete Señoras:

abenzonan tolas mozas,

llabradeiras y pastoras.

Ilustración 2. Monasterio de San Pedro de Montes. Al fondo el monte de La Aquiana

Cada Lunes de Pentecostés, las imágenes de Villanueva y Montes de Valdueza eran transportadas en sendas procesiones hasta la ermita que ambas compartían en la cima de la Aquiana, donde el preste bendecía las comarcas del Bierzo y de Cabrera, que desde esta altura se divisan al completo. Durante el resto de la primavera y todo el verano, la cumbre del monte sagrado se convertía en vigía del fructificar de las cosechas.

Llegado el 29 de septiembre, las imágenes descendían nuevamente a sus pueblos respectivos; era la festividad de San Miguel Arcángel, señor de los montes y guiador de las almas, a quien las vírgenes habían sustituido en esta segunda función, tal y como canta la coplilla popular: Virgen de la Guiana/ la Guiadora/ la que guía las almas/ para la Gloria . Una atribución de carácter psicopompo que todavía se mantiene en la tradición popular, como ocurre, por ejemplo, en Montes de Valdueza, donde ante la gravedad de una persona pude escuchar las siguientes palabras: No se preocupe, ya tiene recado la Guiadora .

En 1903 se extinguió la tradición de ascender hasta la cima, y también las romerías que con este motivo se celebraban en el Campo de las Danzas, un paraje a medio camino cuyo nombre deriva de las danzas que aquí se celebraban en los ascensos y descensos hacia la cumbre y, hay quien añade que estas procedían de los antiguos tiempos de la protohistoria astur, cuando, según relata el geógrafo griego Estrabón, danzaban hasta el amanecer a una cierta divinidad innominada. Y, muy probablemente, de dichos antepasados astures proviene esta especie de sacralidad del monte, que fue transformada mediante un sincretismo cristiano en culto a la Virgen. Además de las anteriores, otras dos romerías tenían lugar: una en honor a la Asunción (15 de agosto), y otra por la Natividad de la Virgen (8 de septiembre), las cuales ya se mencionan en un privilegio de indulgencias del año 1495.

Actualmente, el pequeño pueblo de Montes de Valdueza, situado al lado del ruinoso -en proceso de restauración- e imponente monasterio de San Pedro, en cuya iglesia se alberga la Virgen de la Guiana, todavía prosigue con la romería de Pentecostés (celebrada el lunes de dicha Pascua), aunque limitando la procesión a un simbólico recorrido por el camino que asciende hacia la Aquiana, donde, al pie de una cruz de madera que marca el lugar, se efectúa la bendición de los campos.

Ilustración 3. Montes de Valdueza. La procesión sale del monasterio de San Pedro.

Ilustración 4. Montes de Valdueza. La Virgen de la Aquiana a hombros de mujeres, con el Pico de la Aquiana como fondo

En la organización de la marcha, la cruz parroquial y el estandarte preceden al pendón púrpura del concejo, señal del carácter puramente eclesiástico de la procesión, posiblemente derivada de la que organizaban los monjes del monasterio.

Ilustración 7. Las enseñas parroquiales (cruz y estandarte) marchan delante del pendón

Le siguen San Pedro (patrono de la parroquia y del antiguo monasterio), San Antonio, la Virgen del Rosario y Nuestra señora de la Guiana, vestida con sus mejores galas. A pesar de la sencillez de la celebración, la solemnidad de la fiesta, la belleza del lugar y el fervor que se percibe en los romeros que a ella acuden, la mantienen como una digna romería en honor de la legendaria hermana mayor de las vírgenes bercianas, representada por una talla gótica del siglo XIII, revestida y coronada hasta ocultar su bella traza.

Ilustración 8. La Virgen de la Aquiana del monasterio de San Pedro de Montes, popularmente “la Guiana” (s. XIII)

La otra imagen, la de Peña Aquiana, del siglo XVII, se conserva en Villanueva de Valdueza, y su fiesta sigue celebrándose el 15 de agosto, aunque la procesión no asciende hasta la cima del monte, sino que solo discurre por el pueblo.

Ilustración 9. Virgen de Peña Aquiana (s. XVII), de Villanueva de Valdueza

Habíamos dicho que en el año 1903 se perdieron las romerías que cada año se celebraban en el Campo de las Danzas y que ascendían para los cultos religiosos hasta la ermita del Pico de la Aquiana. Algunos intentos posteriores trataron de recuperar la del 15 de agosto, pero no hubo continuidad. Ahora, en el reciente año 2019, de nuevo ha surgido un movimiento recuperador, esta vez el primer domingo de agosto para no entrar en competencia con las numerosas celebraciones del día de la Asunción, contando con apoyo de las juntas vecinales, el Ayuntamiento de Ponferrada y el delegado de la diócesis de Astorga, lo cual, salvado en pandémico 2020, permite albergar esperanzas de continuidad.

A la romería acudieron vírgenes de siete lugares distintos, aunque algunos no se hallan entre los habitualmente mencionados por la leyenda, pues en este caso han querido acudir los pueblos situados al pie de la Aquiana, aunque ello haya hecho todavía más confusa la relación de las siete hermanas: Virgen de la Guiana, de Montes de Valdueza; Peña Aquiana, de Villanueva de Valdueza; Vírgenes del Rosario, de Peñalba de Santiago y Valdefrancos; Virgen de Folibar, de San Esteban de Valdueza; Virgen de la Encina, de Ponferrada, y Virgen de Vilela. Todas se dieron cita en el Campo de las Danzas y, como antiguamente, ascendieron hasta la cima para la misa de campaña, al lado de la ruinosa ermita.

De nuevo, descenso al Campo de las Danzas para comer, juegos y bailes pusieron broche a esta esperada conmemoración.

Ilustración 10. Romería recuperada en 2019. Siete vírgenes en la cima de la Aquiana

El siete, número sagrado

¿De dónde surge la Leyenda de las Siete Hermanas ? ¿Cuál podría ser su interpretación? La respuesta es compleja, pues, por un lado, toma como base el siete, número sagrado entre hebreos y otros pueblos del antiguo Oriente, extendido después casi con carácter universal. Era el número de la totalidad, reiterado por Dios en distintos pasajes de la Biblia: siete fueron los días de la Creación, siete las estrellas del Apocalipsis, siete los arcángeles, séptimo era el día sagrado en que Dios descansó, etc. A diferencia de las triples matronas romanas y de las tríadas míticas del imaginario celta, como la diosa irlandesa Brigit o la Epona de los galos y su paralela galesa Rhiannun, que aúnan en un solo ente cualidades o estadios distintos de una misma persona (por ejemplo, juventud, maternidad y vejez), las siete hermanas de la leyenda de la Aquiana son entes diferenciados y separados en el espacio, cada una de las cuales no participa en la sustancia de ninguna de las otras.

El relato mitológico de las Pléyades

Sin embargo, la similitud viene a nuestra mente cuando recordamos el relato de las siete Pléyades de la mitología griega, también denominadas Siete Hermanas o Cabritillas, hijas del titán Atlas y de la oceánide (ninfa marina) Pléyone, descendiente del dios Océano. Todas ellas nacieron en el monte Cilene (2.374 m), considerado el más alto del mundo por los geógrafos antiguos, de ahí que a veces también se las califique como diosas de la montaña.

Todavía muy jóvenes, seis de ellas emparejaron con los grandes dioses del Olimpo (Maya, Eléctra y Táigete, con Zeus; Celeno y Alcione, con Poseidón, y Estérope, con Ares), mientras que la más pequeña, Mérope, se casó con el mortal Sísifos. La aparición de las Pléyades en los cielos del hemisferio norte es indicio de que ha llegado el otoño, permaneciendo visibles hasta el mes de abril, pero despuntando enormemente entre los meses de noviembre a enero, por alcanzar su máxima altitud.

Ilustración 11. Atlas, Pléyone y las siete Pléyades. (José González Parramon) Estas características de visibilidad marcaban los períodos de siembra y recogida de los campos y de navegación de los antiguos griegos, extendiéndose la tradición al mundo romano. Incluso, su puesta matutina, el 8 de noviembre, marcaba el comienzo del invierno en el calendario ático según el parapegma o almanaque del astrónomo ateniense Euctemón. Así pues, se trataba de estrellas reconocidas por los marinos mediterráneos de la antigüedad, y también por las comunidades agrícolas.

Gozaban todas ellas del aprecio de los mortales, y su veneración no fue solo cosa de los griegos, sino que, por su belleza en el firmamento, trascendió a casi todas las culturas occidentales y orientales. Incluso para los incas, desconectados de este contexto cultural, las Pléyades, a las que denominaban Collca , eran las madres de todo el universo.

Un día, mientras madre e hijas daban un paseo, se encontraron con el gigante Orión, que se encaprichó de ellas e inició una persecución que, en unas versiones, duró siete años y, en otras, cinco. A pesar de la destacada posición de las Pléyades, Orión no cejó en su acoso, lo que motivó la intervención del mismísimo Zeus, quien, para salvarlas, las subió al cielo y las transformó en palomas y, más tarde, en estrellas cerca de la constelación de Tauro, cuyo brillo puede ser contemplado de octubre hasta abril (se trata de grandes cúmulos estelares, situados cerca de Orión, que parece continuar en un eterno acoso a las hijas de Pléyone). Sólo Mérope mantiene un brillo de baja intensidad o, incluso, permanece invisible, por la vergüenza que siente frente a sus hermanas, madres de dioses y semidioses, mientras que ella carecía de tal honor por haberse unido a un mortal, al menos así lo cuenta el astrónomo y geógrafo Eratóstenes (276-194 a.C.) en su obra Mitología del Firmamento (Catasterismos).

Sincretismo entre las Pléyades y las Siete Hermanas

Maya, la mayor de las siete hermanas, era la más guapa, su nombre significaba Madre en griego -y es equivalente de María en euskera-, y en la mitología romana fue identificada con Maia Maiestas, también llamada Bona Dea ( Buena Diosa ), que estaba asociada con la curación, la virginidad, la fertilidad femenina y el mes de mayo.

Era, por lo tanto, el ente ideal para que una operación de sincretismo cristiano la convirtiese en la Virgen María. Pero, aún hay más, recordemos que Maya, de naturaleza mortal hasta que fue ascendida al firmamento, había emparejado con Zeus, el máximo dios del Olimpo, y de su unión en el monte Cilene -en el que había nacido y residía Maya- nació Hermes -Mercurio en la adaptación romana-, mensajero de los dioses, dios de los caminos y de los caminantes, encargado de pesar las almas y de conducirlas al cielo. Incluso diría yo que este carácter montañero que la mitología griega otorga a las siete Pléyades debería tenerse en cuenta a la hora de buscar los emplazamientos de las siete vírgenes que integran la leyenda. Los de seis de ellas -al menos en una de las versiones- ya tienen estas características: Virgen de la Aquiana, de Escayos, de la Peña, del Valle, de Fombasallá y de las Nieves. Habría que reemplazar a la Virgen de la Encina, en Ponferrada, lo cual sería considerado poco menos que un sacrilegio, pues, quizá por ser la patrona del Bierzo, se halla en todas las listas.

Ilustración 12. Maya y su hijo Hermes. Detalle de una ánfora ática. años 500 a. C., Colección Estatal de Antigüedades (Munich) Más tarde, al hijo de Maya, Hermes, se le vinculó con el dios egipcio de la sabiduría Thoth y, de tal vínculo, surgió la figura de Hermes Trismegistos, a quien se ha considerado fundador del hermetismo y redactor de la Tabla de esmeralda, considerado como el tratado fundacional de la alquimia. Pero la obra que encaja totalmente con el tema que aquí tratamos es su Libro para salir al día, también conocido como Libro de los muertos, que era utilizado como guía por los faraones y egipcios de alto rango en la preparación de su viaje al más allá.

De este modo, la similitud con la Virgen María, mujer mortal que de Dios Padre alumbró a Dios Hijo, es casi perfecta. Incluso, releyendo la leyenda de las Siete Hermanas, vemos que el nacimiento y residencia de estas en el monte Cilene, junto a su calificativo como diosas de la montaña, aclara y justifica que el Pico de la Aquiana fuese elegido como centro de nuestra narración.

Quizá esta cualidad guiadora, que refuerza atribuida al propìo Hermes y al Mercurio romano, dio origen a una operación de sincretismo, ya en época cristiana, que terminó identificando a Hermes con el Arcángel San

Miguel, unido, como hemos visto, al culto a la Virgen de la Aquiana, también llamada de la Guiana por su función guiadora de almas.

Los paralelismos entre las Siete Hermanas y el relato mitológico de las Pléyades están dándonos sobradas pistas sobre el origen de nuestra leyenda: el número siete de ambas; el paralelismo entre Maya y la Virgen María; la función psicopompa de la Guiadora y de Hermes, equiparable a la del arcángel San Miguel, en cuya festividad de septiembre descendían las vírgenes a sus respectivos pueblos; el carácter huidizo y escondido de la Virgen de Escayos, emulando a Mérope; el aprecio que las comunidades campesinas de la antigüedad tenían por las Pléyades, lo mismo que los agricultores del Bierzo tienen aún por cada una de las vírgenes hermanas, etc. Todo como si en una noche estrellada de verano, desde el Campo de las Danzas, algún antiguo cristianizador, no contento con la devoción a las Pléyades que todavía perduraba en El Bierzo, hubiese hecho que las estrellas descendieran a las cimas de esta comarca y se convirtieran en siete vírgenes hermanas.

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