Más allá de los postulados teóricos propios de su época, Arden Quin creyó que era posible la construcción de nuevos mundos a partir de operaciones formales entre las que se destaca la ruptura del marco rectangular tradicional, intentando unir el plano pictórico con el entorno cotidiano. Más cerca de la invención que de la creación (término considerado excesivamente romántico), estas obras experimentan con el soporte y sus posibles rupturas, la apertura de la obra a la arquitectura.
La obra es pensada como un objeto que se encuentra inmerso en una red de pensamiento y acción, la pintura es concebida como herramienta de cambio que trabaja junto a la ciencia, la economía, las actividades socio-políticas de su época. Es importante entender que estos trabajos plantean la aparición de un público que sea activo, que participe con sus ideas y gustos para jugar con las provocaciones planteadas por el artista.