FLOTA COMO UNA MARIPOSA. PICA COMO UNA ABEJA Notas sobre Adriana Bustos
Por Florencia Qualina
Apunte I (comprobación de la sincronía) Una mano representada a la manera de los códices antiguos tiene en cada dedo una correspondencia astrológica. Algunos centímetros a la izquierda –que, en realidad, son cientos de años– aparecen otras manos, pero estas se miden con diagramas antropométricos; un equipo de científicos posa delante de unos motivos lisérgicos que parecen salidos de La dimensión desconocida; al lado, un reloj se deforma. Adriana Bustos dibujó también tortugas, átomos, experimentos; en el centro, un mapa celeste señala cómo se vio el cielo alguna determinada noche, en algún momento del tiempo que le resulta indescifrable. Mira la serie “Imago mundi” un rato más. Prende la televisión porque todavía se ata al siglo XX. La pantalla del canal Encuentro resplandece. José Pablo Feinmann parece un tenor; toma una profunda bocanada de aire, se ajusta los lentes redondos a la nariz y exclama gesticulando como si quisiera remontar vuelo: “¡Es una frase descomunal!”. La agitación sobrevino a la lectura de unas palabras de Nietzsche, que son las siguientes: “En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más soberbio y mentiroso de la Historia Universal: pero, a fin de cuentas, solo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer”. El pensamiento recorre el éter y reposa en la noche dibujada en el atlas.
65