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Consolidación del Estado socialista
como “refugiados políticos”, con derecho a asilo y residencia permanente. En 1973 el presidente Richard Nixon puso fin unilateralmente a este segundo flujo migratorio, lo que estuvo precedido por algunas medidas restrictivas a la emigración que había dispuesto el Gobierno Revolucionario, entre ellas la que afectaba a los hombres comprendidos en la ley del Servicio Militar Obligatorio, dictada el 26 de noviembre de 1963.
Vale la pena aclarar, qué para jóvenes en edad militar excluidos del servicio en las fuerzas armadas por diferentes razones, religiosas, sexuales, mala conducta social, vagancia y otras, se creó el 19 de noviembre de 1965 las unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Debido a los excesos y abusos cometidos contra los incorporados a esta alternativa al servicio militar las mismas fueron cerradas tres años después.
Consolidación del Estado socialista
A esta altura, buena parte de la economía nacional estaba en manos del Gobierno Revolucionario, pues en el mes de junio de 1962 había sido expropiada toda la industria y las grandes peleterías, tiendas de ropa y ferreterías, así como promulgada, el 4 de octubre de 1963, una segunda ley de reforma agraria que redujo a sesenta y siete hectáreas las extensiones máximas de tierras en manos privadas, poniendo bajo control gubernamental el 70% de la agricultura. Para Carlos Rafael Rodríguez la disposición estaba justificada, porque: "La revolución que eliminaba a la burguesía industrial no podía dejar sobrevivir sin riesgo de su propia conservación a una burguesía agrícola y a los remanentes del latifundio que se convertían en el agro cubano en un elemento político de perturbación."301
La ampliación del área estatal de la economía vino acompañada de un cierto decrecimiento de la productividad industrial y agrícola, sumado a los efectos del bloqueo, las masivas movilizaciones militares y, sobre todo, el extraordinario aumento del poder adquisitivo de la población, que llevaron al desabastecimiento de muchos productos y a la casi total ausencia de otros. Como bien ha explicado el economista chileno Sergio Aranda, que trabajaba entonces en el INRA, a esos factores había que añadir la notable disminución del desempleo: "Simultáneamente con el proceso de redistribución de rentas, se comenzó una fuerte campaña para aumentar la producción agrícola y eliminar, por esa vía, el desempleo en el campo, lo que significó para centenares de miles de personas el comenzar a ganar un salario regular con el consiguiente aumento en los ingresos familiares. La
combinación de todas estas medidas se tradujo en un aumento explosivo en la demanda de alimentos, particularmente de los alimentos proteicos y frutas y, en forma especial, en la demanda de carne de res."302
Para frenar la especulación fue necesario congelar los precios y, el 12 de marzo de 1962, establecer un riguroso racionamiento de la mayoría de los productos de primera necesidad, desde la carne y la leche, hasta los zapatos, telas, jabones, etc. En la evaluación de esta medida restrictiva conviene tener presente la sagaz valoración que entonces hiciera el embajador británico en La Habana a su cancillería: “En vista de que nuestras vidas se han vuelto menos placenteras, los diplomáticos occidentales tendemos a olvidar cómo la revolución ha favorecido a ese sector (los pobres, los negros, los de menos de 25 años, los pequeños empleados de altos cargos). Nuestros contactos se limitan a la alta clase media contrarrevolucionaria, lógicamente resentida. No vemos el entusiasmo de los campesinos que viven en sus nuevas colonias [barrios], de la clase obrera que usa los antiguos clubes de lujo y las nuevas playas públicas por primera vez, sus niños disfrutando de jardines de juego absurdamente bien equipados. Aún más importantes son las reacciones naturales y sanas de los jóvenes, casi todos humildes, que responden a los llamados a trabajar por un futuro mejor y por una causa que creen justa. No podemos valorar la fuerza de estas emociones, de sus convicciones y de su lealtad.”303
También el racionamiento era resultado indirecto de la decisión adoptada por el Gobierno Revolucionario de lograr el desarrollo económico del país mediante una rápida industrialización, al considerar que la enorme dependencia del azúcar era causa del subdesarrollo. En la adopción de esta política no sólo influía la corriente desarrollista que imperaba entonces en el pensamiento económico latinoamericano, sino también la necesidad de lograr en poco tiempo la autosuficiencia industrial como estrategia de supervivencia de la Revolución.
Para alcanzar esta meta, se crearon nuevas instituciones estatales centrales y se diseñó por un equipo de especialistas cubanos, encabezado por el polaco Michael Kalecki, un ambicioso plan de desarrollo (1962-1965) con ayuda de la Unión Soviética, China y otros países socialistas.304 El plan desarrollista no dio los resultados esperados y en cambio trajo por consecuencia la caída de la producción azucarera que en 1963 -la zafra fue de sólo 3.8 millones de toneladas- se redujo a casi la mitad de lo alcanzado en 1961, dejando como secuela una marcada caída en la capacidad
302 Sergio Aranda: La revolución agraria en Cuba, México, Siglo XXI Editores, 1976, pp. 8485. 303 Tomado de Castañeda, op. cit., p. 269. 304 José Luis Rodríguez, op. cit., pp. 82-83.
importadora del país, ya afectada sensiblemente por la compra de maquinarias y materias primas para la industria en expansión.305
El componente importado de la producción industrial se elevó del 11% al 20% de 1961 a 1965. El fracaso de la estrategia industrialista se reflejó también en el Producto Social Global (PSG) que fue de -8% en 1962 y de -1,1% en 1963. Para el analista brasileño Pericas: “A pesar de todos los problemas, no se puede dejar de consignar que en ese periodo hubo efectivamente un esfuerzo colosal de industrialización. De acuerdo con Michel Gutelman, entre 1960 y 1963 el país invirtió US$ 850 millones en el sector, aproximadamente lo mismo que los norteamericanos habían invertido en la Isla durante cincuenta años.”306
Ello obligó, en junio de 1963, a poner en práctica una nueva estrategia que volvía a hacer hincapié en la producción azucarera. El plan de inversiones para la industria ya fue en 1964 un 18% menor que el del año anterior.307 Según Arnaldo Silva: “[...] se toma conciencia de la necesidad de cambios en la estrategia trazada, y se transita -de este modo- a una concepción agrícola-azucarera. De manera que, entre 1964 y 1975, esta será la estrategia que prevalecerá”.308
Para reforzar esta tendencia, el 21 de enero de 1964 Cuba y la URSS firmaron el primer tratado a largo plazo -hasta 1970- que garantizaba precios estables y un mercado creciente para el azúcar. Vale la pena aclarar, como hace Zanetti: “Aunque el texto del acuerdo hacía mención explícita a la capacidad de autoabastecimiento de la Unión Soviética -presentándolo, por ende, como prenda de amistad-, lo cierto es que los recientes altibajos del mercado a la vista, las malas cosechas remolacheras en el este de Europa y la manifiesta consolidación del socialismo en Cuba, el convenio suscrito tampoco resultada un mal negocio para un productor azucarero de alto costo como la URSS”.309
De ahí que el Gobierno Revolucionario se propusiera la meta de alcanzar en 1970 diez millones de toneladas de azúcar. Como evidencia de la reorientación adoptada, en su discurso del 2 de enero de 1964 en la Plaza de la Revolución, el comandante Fidel Castro señaló: “[...] la agricultura
305 Pérez-Stable, op. cit, p. 149. El PSG corresponde al valor de los bienes producidos y de los servicios productivos prestados durante un año y excluye los servicios considerados no productivos. Los datos en Miguel García Reyes y Ma. Guadalupe López: Cuba después de la era soviética, México, El Colegio de México, 1997, p. 51. 306 Pericas, op. cit., p. 142.Veáse en este autor (pp. 144-145) la amplia relación de fábricas e industrias que fueron instaladas en Cuba procedentes en lo fundamental de la URSS, Checoslovaquia, la República Democrática Alemana (RDA), Polonia y China. 307 Paco Taibo II: Ernesto Guevara, también conocido como El CHE, op. cit., p. 482. Consúltese también José Luis Rodríguez, op. cit., p. 92. 308 Arnaldo Silva, op. cit., p. 262. 309 Zanetti: Esplendor y decadencia del azúcar en las Antillas Hispanas, op. cit., pp. 307-308.