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Dimensiones. Cuento. Marco Antonio Reyes González
Dimensiones Cuento
ME ENCONTRÓ LA MADRUGADA, era una fría noche donde soplaba el viento, creo que era un viernes y yo me sentía flotar, ahora recuerdo. Había un bullicio que provenía de varios lugares, al menos eso intuí; pude ver con nitidez el interior de una burbuja de cristal ¡enorme! que no dejaba que la cruzara, estaba intentando entrar a esa burbuja grande y transparente pero un murmullo me hizo voltear y me quedé sorprendido: ¡Miré petrificado!, quizá sin respirar o sin sentir mis latidos cardíacos, solo sé que veía incrédulo cómo se levantaba de la cama una mujer, me parecía que levitaba, se desprendía mientras su cuerpo delgado soportaba los embates encima de su pecho, recibiendo la reanimación para que volviera. Manos toscas
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oprimían su tórax para echar andar su corazón. Ellos insistiendo y ella tocando la puerta de entrada a esas burbujas en las que yo no había encontrado la manera de entrar.
Podía ver todo y seguro estaba que no soñaba: ¡Y no! ¡No estoy loco!, de eso estoy seguro. La mujer parpadeó como si acabara de despertar. No supe qué más hizo, me distraje porque en otra habitación un tipo dejaba de moverse, estaba sin acompañante, solo dos hombres con indumentaria de color blanco le observaban, uno mirando el reloj de pulso y otro mirando a un monitor de signos vitales. Reían, platicaban de sucesos de ese día, mientras le cubrían ese rostro dormido, con sus ojos fijos, poco húmedos. Y me volví a sorprender de ver cómo levitaba una estela con figura humana, dejando ese maltrecho cuerpo, consumido por una enfermedad rara.
No podría explicar qué pasaba porque no recuerdo cómo es que estoy aquí y tampoco quiero que me crean si alguien ve mi historia. ¡Ja! ¡Esto lo tengo que averiguar! ¡He querido averiguarlo desde no sé cuándo! Ahora que camino. ¡Aunque tampoco sé si camino o vuelo!, puedo ver a una joven que tiene miedo a morirse: lee, sospecha en las miradas de quienes la atienden que no tiene remedio. ¡Que se va a morir! No puedo evitar acercarme, creo que me ve y mis dedos se ven atrapados en sus manos. Logro desprenderme y entonces mis pies se mueven, corren sin sentido, bajo por unas escaleras y tropiezo o al menos creo tropezar con hombres de blanco, mi rapidez le desprende las hojas de las manos a una chica que murmura improperios. Creo estar agitado aunque no sudo y ni siquiera siento las palpitaciones en mi pecho. Mis pies, ¿o qué se yo?, me ha llevado a un lugar donde se abren otras burbujas más pequeñas, demasiado pequeñas y desprenden luminosidad, como una sustancia amorfa que se deposita en algún lado que no quise averiguar. Estoy abrumado, cansado, ya agotado de no saber cómo es que me traslado de un lugar a otro. Estoy convencido de ser alguien a quien ignoran, le hablé a una mujer de bata blanca que revisaba al señor que ocupa la cama número doce; le susurré al oído, pero solo logré que se rasque la oreja y en mi torpeza desprendí unos cables que hicieron sonar una alarma de más de ochenta decibeles. Me ensordecí y tuve que huir.
Ahora recuerdo que ocupaba una cama en este lugar, pero ya he ido varias veces a acostarme y descansar de esta situación que me inquieta y me abruma sobremanera y la encuentro: ¡Ocupada! Estoy molesto porque llegan enfermos, están unos días y se van, y otras veces me encuentro con ellos acá, en estas burbujas de cristal. He decidido emigrar pronto, no sé si caminando o flotando, pero debo encontrar algún sitio donde la vida sea menos agitada, con menos ajetreo, con menos movimiento que aquí. Me encuentro atrapado en este lugar en el que no duermen. ¡Estoy muy cansado! Entiendo que debo andar con tiento en un lugar así pero creo que me quedaré en un rincón mientras no venga a sentarse alguien sobre mí. ☻
Marco Antonio Reyes González Médico internista
Cursó la licenciatura en medicina en la Universidad Veracruzana. Cuenta con un posgrado en medicina interna y una maestría en investigación clínica. Es catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana y autor del libro El silencio de los cuentos. Cursó un taller de novela breve en la Escuela de Escritores “Sergio Galindo” en Xalapa, Veracruz.