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Me llamo Daniela y esta es mi confesion

Por Sergio Colin

Tengo 17 años y fui arrebatada de mi amor, no pueden aceptar que dos mujeres se amen, me dicen algo que claramente no soy, me llaman loco, me insultan y me imputan condenas. Empezaré por el inicio.

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Era principios de mayo, el calor de los días no se quedaba en la calle, entraba en mí, recorría todo mi cuerpo y salía por cada centímetro de mi piel. Me sentía sola entre el ocio y el aburrimiento, todo esto me llevó a entrar a una página para citas. Ahí la fui a encontrar, en sus fotos se veía tan tierna, tan hermosa, con su piel blanca y sus grandes ojos negros, era perfecta para mí, tenía pocas fotos en su perfil, pero fue suficiente, me había enamorado.

Ella tenía apenas 16 años, pensé un poco pequeña para mí, pero no importaba la diferencia edad, no era tanta. Con el corazón en la mano y las piernas temblando le di like a su perfil, estaba tan nerviosa, pensaba en qué pasaría si me rechazaba o si le parecía fea, seguramente si no hacíamos match sería por la diferencia edad. Pasaron dos días cuando una mañana mientras desayunaba, recibí la notificación “Nadia y tu hicieron match” quería gritar de la emoción, no podía contenerme, corrí por toda la casa, salté, de haber tenido alguna amiga seguro le hubiera llamado por teléfono para contarle. Me tranquilicé después de un rato, respiré tres veces y calculé en cuánto tiempo sería el ideal para mandarle mensaje, si lo hacía muy pronto, me vería como una urgida, si me tardaba, seguramente pensaría que solo estaba jugando con ella. Decidí esperar a la noche.

A las 7:17 pm le envié el primer mensaje, pasó lo más inesperado, contestó enseguida. No lo podía creer, la plática fue tan fluida, teníamos tantos gustos tan parecidos, nuestra conversación parecía una danza que las dos estábamos bailando al mismo ritmo, era amor; a las 10:30 pm se fue a dormir. Yo estaba que no me aguantaba de la felicidad y abrazada de mi peluche favorito me acosté con una gran sonrisa.

Al día siguiente ella no me contestó durante todo el día, yo moría de ansiedad, caminaba por toda mi casa de un lado a otro, no podía dejar de pensar cómo si las cosas habían ido tan bien, justo el día anterior, ahora se desmoronaban entre mi rabia, casi dejo de creer en el amor pero su mensaje en la noche llegó. Poco a poco se empezó a volver rutina que en la ventana de tiempo entre las 7 pm y las 10:30 pm eran nuestras platicas, me gustaba pensar en ellas como mini citas, un chat interminable donde cada día nos conocíamos un poco más, aprendimos de nuestros defectos y virtudes, nuestros triunfos, miedos y hasta aquellas cosas que nos hacían morirnos de la pena. Pasado un mes y medio, al fin el gran día, lo había estado pensando desde semanas atrás, era hora de invitarla a salir.

Las dos siendo amantes de la pasta sirvió para llevarla a un lugar que me encanta, sirven una pasta a la bolognesa deliciosa, el lugar está en un mirador y el restaurante tiene una terraza bellísima, sería una tarde majestuosa, ella aceptó, pero fue muy difícil vernos, le tuvo que mentir a su mamá de a dónde iba y con quien, dijo que se vería en el cine con unas amigas de su escuela. Al parecer la mentira había funcionado. Jueves a las 17:00 hrs en la entrada del cine, ya estaba todo listo, pero entonces pensé. Todo iba tan perfecto con Nadia, demasiado extraordinario, pero y si no era ella, si esto era una cruel broma o algo peor. Me llené de angustia y los días que pasaron dormía pésimo, no podía evitar pensar que algo saldría mal. Ahora que lo pienso, tal vez ella notó que las noches anteriores a nuestra cita me comportaba extraña, fría, ansiosa, como si no fuera yo.

Jueves 17:15, hrs un poco tarde, pero por fin Nadia había llegado, yo la estaba esperando desde una hora antes, me había sentado en unas sillas a unos cuantos metros de donde se supone nos veríamos. Ahí estaba ella, se veía tan magnífica, era aún más hermosa en la vida real, tan dulce, tan frágil, tan mía. Tomé un gran suspiro, me levanté y caminé derecho hacia el amor. Me paré frente a ella y lo único que pude hacer fue sonreír, estaba tan nerviosa, pero Nadia parecía no reconocerme, al parecer mi presencia la espantó un poco y caminó unos metros lejos de mí, estaba buscando con la mirada a alguien, pero yo ya estaba ahí, su Dani estaba frente a ella y no me reconocía. Tenía el corazón roto, decepcionada y con unas cuantas lágrimas regresé a la silla donde me senté a observarla; pasaron los minutos, ella me comenzaba a mandar mensajes y a marcar a mi celular, decidí no contestarle, apagar mi celular, para ese entonces mi tristeza se había convertido en furia, ella solo había estado jugando con mi corazón, yo no le importaba en lo más mínimo, ella sería mía de una u otra forma. A las 18:00 hrs Nadia comenzó a caminar hacia la salida de la plaza, yo por supuesto la seguí, estaba decidida a que ella supiera quién era, ella sería mía lo quisiera o no.

Cuando salió de la plaza esperé a que caminara hacia un lugar donde casi no hubiera gente, vi la oportunidad perfecta en el cruce de una calle, llena de odio le llegué por detrás, la agarré con todas mis fuerzas por su brazo y le dije “Yo soy tu Dani“.

Eso es lo último que recuerdo de esa noche, después de eso todo se vuelve borroso, pero volví a sentir lo que había sentido en noches anteriores, sentí que dejaba de ser yo. No lamento lo que fue de Nadia, de algún modo se lo merecía por haber roto mi corazón, me prometí que ella sería mía y lo fue, lo único que lamento es lo de la sangre, arruinar un cuerpo tan bello como el de ella debe ser pecado, pero estoy seguro que Dios comprenderá las circunstancias.

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