Armando José Fernandes fue un compositor y pianista portugués que permaneció en Lisboa durante gran parte de su vida, donde creció, estudió composición en el Conservatorio de Lisboa con Costa Ferreira y, en 1940, se incorporó al cuerpo docente de la Academia de Amadores de Música de la ciudad. En 1953 fue nombrado profesor de contrapunto en el Conservatorio de Lisboa. Mientras tanto, estudió en París con figuras ilustres como Nadia Boulanger, Paul Dukas, Jean Roger-Ducasse y Alfred Cortot, y ganó el Premio Moreira de Sá de composición en 1944 y el premio del Círculo de Cultura Musical en 1946. Fernandes tenía un temperamento introspectivo que se refleja en gran parte de su música, que suele ser para combinaciones íntimas de cámara y con una preferencia por las formas clásicas que ha hecho que se le describa como un compositor predominantemente “neoclásico”. La Sonatina (1941) para piano es un ejemplo de esta estética, y fue compuesta poco después de que Fernandes comenzara a trabajar en la Academia. La obra se abre con radiantes acordes seguidos de una escritura pianística más fluida. El efecto es impresionista, pero va más allá de los tonos pastel de Debussy y Ravel hacia un terreno más vivo, anclado por un ritmo recurrente y cadencioso. El “Tempo di Folia” hace referencia a la folía, una antigua y conocida melodía y progresión de acordes utilizada en numerosas composiciones desde la Edad Media, que fue especialmente popular durante la época barroca. El final es un movimiento intrincado, tonalmente ambiguo y de gran encanto, a la vez punzante y denso, pero que termina con suave sutileza.
A diferencia de Fernandes, el gran compositor español Isaac Albéniz fue rechazado en el Conservatorio de París por considerarlo demasiado inmaduro para estudiar allí. Viajó a Cuba y Puerto Rico en 1875 y luego estudió en el Conservatorio de Leipzig durante dos meses en 1876. Finalmente, estudió en el Conservatorio de Bruselas hasta 1879, tras lo cual regresó a Madrid y se estableció en España y en el extranjero como un gran pianista, así como director de una compañía de zarzuela itinerante. Albéniz era un experto improvisador y componía rápidamente, y aunque escribió varias obras de mayor envergadura la mayor parte de su producción fue para piano solo. Desde entonces ha ganado un público aún más amplio gracias a las transcripciones para guitarra. España, seis hojas de álbum, op. 165 (1890) es el epítome del estilo de Albéniz, con un evocador Preludio que no deja lugar a dudas sobre su ambientación española. El Tango es más soleado que sensual, y la Malagueña es un orgulloso ejemplo de un estilo tradicional de música flamenca andaluza que tiene sus orígenes en la música del fandango de Málaga. La Serenata no es una serenata típica, pero su animado trasfondo tiene una cualidad sugerente y seductora que seguramente conquistaría a su público, y el Capricho catalán es una pieza caprichosa inspirada en la cultura catalana. El animado Zortzico deriva de un ritmo vasco basado en agrupaciones irregulares de cinco tiempos. Pedro Blanco López tiende un puente entre la música de España y la de Portugal que se explora en esta 16