One Percent Magazine | Dic 2020
Conoce la historia con El ranita, una historia de pundonor y determinación Transcurría el 3 de febrero de 1973, cuando miles de aficionados al motociclismo se daban cita en el circuito urbano del Parque de Zaragoza. El motivo no era otro que la celebración de una nueva edición del Premio Internacional Fiestas del Pilar y que, en aquella ocasión, contaba con la presencia de algunos de los pilotos más rutilantes del momento. Entre ellos, el añorado Ángel Nieto (1947-2017), quien ya ostentaba los títulos de Campeón del Mundo en las categorías de 50 y 125 c.c. Junto a Nieto, debía participar su buen amigo Fernando González de Nicolás, apodado “El ranita”, por su gran habilidad para pilotar bajo la lluvia. Sin embargo, la fatalidad hizo que este último sufriera un grave accidente poco antes de llegar a Calatayud, camino de la capital aragonesa. Aunque consiguió salvar la vida milagrosamente tras una intervención quirúrgica de máximo riesgo, las consecuencias fueron devastadoras, ya que perdió el riñón izquierdo y el bazo. No obstante, lo que a buen seguro más le dolió fue que, en una controvertida decisión, la Federación Española de Motociclismo le retirara la licencia para competir a nivel profesional por no considerarlo apto físicamente.
La prometedora carrera de Fernández de Nicolás, considerado por muchos como el heredero natural de Ángel Nieto, sufrió un abrupto e inesperado revés. Además de una pasión compartida por el mundo del motor, a ambos les unían sus orígenes humildes. Procedían del popular barrio madrileño de Vallecas y la Cuesta de la Vega (colindante a la Catedral de la Almudena) fue testigo de sus primeras carreras clandestinas a lomos de su Ossa. No obstante, sus vidas profesionales fueron completamente dispares. Mientras Nieto no paraba de batir récords a lomos de su Derbi oficial, “El ranita” participaba en las carreras después de recorrer miles de kilómetros y dormir en una furgoneta junto a su amigo del alma y también piloto Carlos de San Antonio (1950-2019), conocido como “El trompa”. Finalmente y si conseguía llegar sin mayores contratiempos a su destino, se asomaba al paddock con una motocicleta con piezas construidas por él mismo en un taller llamado El Quemahierros. González de Nicolás, mermado físicamente tras el accidente de Calatayud, pero con la moral intacta fruto de su carácter indomable, inició una relativamente exitosa carrera en el mundo del automovilismo al volante de un MartIn F-1800. Su penitencia pareció tocar a su fin cuando en 1979 las autoridades le permitieron volver a competir.
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